Experiencias paranormales durante un viaje de setas mexicanas, sobre la naturaleza del poder de conexión con lo desconocido de los psicodélicos.


Esta historia es sobre un viaje de setas, sucedió en el verano del 2012 y todo lo que contaré sucedió, me ahorraré decir nombres para conservar la privacidad de las personas involucradas, a pesar de que dudo mucho que les importase que aparecieran.

Habían pasado unas semanas de mi primera y suave experiencia con psicodélicos y estaba preparando la siguiente, busqué floristerías y grows cercanas en las que poder comprar LSA, pero no tuve suerte, con una excepción, el encargado de una grow no me dijo que tuviera pero me pareció que me estaba dando a entender que sí, pero el hecho de estar hablando por teléfono le incomodaba ya que no tenía ni idea de quien era yo ni cuales eran mis intenciones, así que esa misma tarde me presenté en su tienda con unos amigos con la intención de comprar esas semillas. Para mi sorpresa me entendió mal, y no las tenía, pero casualmente acababa de cultivar unas setas y ya estaban listas para tomar, creo que eran psilocybe mexicanas; salimos fuera a discutir que hacíamos y nos decidimos por comprarlas. No debo decir el lugar donde las tomemos, pero era un lugar muy adecuado para la situación, disponíamos de un buen equipo de sonido y allí dentro se escuchaba muy bien la música; “disfrutemos” mucho escuchándola.

Tomemos un poco más de la dosis que nos recomendó, e hicimos algún porro de mientras subían, mientras esperábamos y esperábamos escuché el sonido de una flauta lejana que nadie más parecía oír. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero al ver que seguían sin subir entramos al lugar que he descrito brevemente antes; puse Echoes de Pink Floyd y apagamos las luces. No tardemos mucho en darnos cuenta de que quizás algo sí que habían subido. Éramos cuatro personas, y cada uno sintió cosas muy distintas, al menos dos de ellos sintieron pánico en algún momento. Aquí mi percepción ya había sido alterada pero no sería nada comparado con el clímax que nos esperaba en breves. Me encargué de poner un abanico de temas apropiados para el momento, de los Doors, Led Zeppelin, Jimi Hendrix y Don’t Forget Me de los Red Hot Chili Peppers. Recuerdo ver muchas caras en frente mío, de animales principalmente, con la excepción de la de un bebé humano; solo la cara, flotando allí, delante de mí, y si no me falla la memoria, de la infante giraba horizontalmente; también vi una mano de un blanco transparente tocándome la rodilla derecha, estuvo así un rato, pero no notaba el tacto y no me transmitía ningún tipo de miedo o mal rollo. También cabe destacar que mientras sonaba una de Hendrix, alcé la cabeza (estábamos sentados en el suelo), y mi mente, por la que fluía libremente la psilocibina, transformó el bafle, que recibía las tenues luces de la tabla de mezclas situada justo debajo de este, en el mismo Jimi, con una Fender Stratocaster colgando de él y sujetando lo que parecía ser un peta.


                                                 Algo así pero sin el micrófono, mirando al frente y con muchos y muy extraños colores,                                                      la boca más cerrada, pero con esa misma sonrisa.




Debió pasar una hora quizás (en realidad no tengo ni idea), y decidimos trasladarnos a casa de uno de nosotros, la cual frecuentábamos ese verano; el camino a pata fue maravilloso, me sentí conectado con mi entorno, con mi ciudad, pueblo más bien, con sus acogedoras calles. Aún era de día pero se acercaba la noche, y del interior de bares y restaurantes emanaba una luz distinta cada una de la anterior; era un cúmulo de tonalidades realmente bello. Para la mitad de nosotros, ese corto camino fue muy distinto a como yo lo percibí, tenían miedo, les acechaba la paranoia, creían que todos los peatones les miraban. Durante este trayecto sucedió algo muy curioso, yo iba delante con un amigo, y los asustadizos detrás; cuando noté como me introducían la mano en el bolsillo y la sacaran muy poco después, entonces comprobé dentro de este y para mi sorpresa encontré dos púas, cuando al salir sólo llevaba una; la otra era del mismo tamaño que suelo usar, 0.5 mm, pero estaba muy gastada, me extrañé mucho, y mi acompañante aseguró no haberme metido nada en el bolsillo, además, el caminaba a mi izquierda, y la púa la encontré en mi bolsillo derecho. No le di demasiada importancia y seguí caminando.


Una vez allí no hicimos nada en concreto, y ya nos empezaban a bajar, si más no, el clímax ya había pasado. Estaba sentado en un sofá, tocando la guitarra clásica del padre del anfitrión, con la misteriosa púa que por lo que a mi refería, había aparecido en mi bolsillo, cuando en un momento de pausa ambos vimos cómo se me deslizaba dentro de la guitarra, algo que nos solía pasar cuando íbamos muy ciegos, pero para nuestro asombro, al agitar la guitarra para sacarla, no se escuchaba a esta rebotar dentro, la agité mucho, la cogió mi amigo y también la agitó, pero nada, nos quedamos flipando. Continué tocando con los dedos, y al cabo de un rato él me dijo que le dejara probar de sacarla, le acerqué la guitarra, y al zarandearla escuchamos la púa rebotar, volvimos a quedarnos flipando; la sacamos, y a día de hoy aún la conservo.


Hasta ahora casi todo es normal, lo de la púa es algo muy bestia, pero podría ponerse la excusa de que estábamos drogados, pude haber tenido siempre dos púas en el bolsillo, y esta pudo haberse quedado atascada dentro de la guitarra; pero lo que viene a continuación demuestra que esto (droga psicodélica) no es una droga más, sino que es una substancia que te lleva a vivir experiencias místicas y que puede conectar esta realidad con otras ya existentes, que no percibimos o con las que no tenemos contacto. En las manos inadecuadas puede ser terrible, pero en las apropiadas puede llevarte a aprender sobre ti mismo y sobre tu entorno, puede marcar un antes y un después en tu vida, y ayudarte a desarrollar con más rapidez la persona que estás destinada a ser, es una especie de hack, un pokesav que puede convertirte en el mejor entrenador, o puede ser tu perdición, y joderte el juego; todo depende de uno mismo y no de la substancia en sí.


Antes del momento al que quiero llegar, cabe recordar la escena en la que, ya totalmente de noche, estábamos en el balcón mirando los fuegos artificiales que tuvimos la suerte de que se lanzaban esa misma noche. Comíamos bacon y huevos, cuando al terminarnos la comida, el anfitrión se disponía a llevar los platos a la cocina, pero en un arrebato de cómica insensatez los arrojó a canto de gritos por el balcón, para el asombro y risa extrema de los demás.
 
Mucho rato después, ya de bajón total, y con un amigo más en la casa, me quedé dormido en el mismo sofá donde horas antes estaba tocando y sucedió la “desaparición y reaparición” de la púa. 

Me despertó un fuerte calor en la parte derecha frontal de mi cadera, y supuse que alguno de ellos me estaba tocando con el mechero precalentado con la intención de dejarme marca, “broma” que algunos hacían por entonces y que nunca llegó a hacerme gracia ni interesarme. Me desvelé del todo y les dije que parasen. No tardé en volver a quedarme dormido, pero volvió a despertarme esa intensa y perpetua calor, al despertarme del todo desaparecía, y ya empezaba a molestarme la broma, les volví a decir que pararán, mostrando cierto enfado en mi tono, a lo que respondieron con total tranquilidad, “a nosotros no nos digas nada, es el F*****” (anonimato de los involucrados). Acepté la situación a regañadientes ya que no veía al supuesto culpable (este es el amigo que había venido más tarde, y que por lo tanto, no había tomado setas). Volví a despertarme notando ese fuego en contacto con mi piel una vez más, creo, quizás fueron varias. En el mismo momento no le me fijé, por mi estado medio onírico medio desvelado, pero ese calor que notaba era muy peculiar, era intenso y perpetuo (muy diferente al de cuando te queman con un mechero precalentado, ya que es fugaz, con unos segundos basta, además, no tarda en enfriarse), y lo notaba bajo mi piel.

 Me despertaron cuando pretendieron irse, y acabé de pasar la noche en mi cama. 


A la mañana siguiente, recordé lo sucedido y miré la zona donde anoche me estaban quemando los simpáticos de mis amigos, y quedé abrumado al ver una E mayúscula grabada en mi piel, con el palito superior muy marcado, el del medio un poco y el inferior muy ligeramente. También parecía una F, así que supuse que el amigo al que culparon, me había marcado con su inicial. Gracias.

 Por la tarde fui a la casa del amigo donde estuvimos la noche anterior, y la primera conversación con él fue muy bestia; sucedió algo así como:
 
(YO)-Que cabrón eh, el F***** anoche, no me dejaba dormir tranquilo

(ÉL)- Hahaha, ya, que cerdo.

(YO)- Mira lo que me hizo: Entonces me levanté la camiseta y le enseñé la marca.

Él estuvo perplejo unos segundos mirándome la cadera y me dijo: Pero.. si el F***** te estaba tirando ceniza en la cabeza, y cuando te despertabas se escondía.

Quedé desconcertado, y le expliqué mi versión de los hechos, su cara se mostraba abrumada y confundida; me prometió que nadie había estado quemándome, no había mentira en sus ojos, y repasando mis recuerdos de lo sucedido, nadie pudo haberme quemado la parte más inferior de la barriga. Cuando los demás lo supieron quedaron igualmente deslumbrados. 


Aquella marca era de una naturaleza muy rara, aunque pasaras el dedo por encima no se notaba nada, la piel estaba completamente suave, aunque la quemadura se veía perfectamente, pero estaba en el interior, formando esa E mayúscula de palitos horizontales ordenados de mayor a menor grosor empezando por arriba que me acompañaría todo el verano, y que más de un amigo vio y escucho la historia. 

Más adelante conocería más sobre lo que sucedió aquella noche, pero es otra historia que quizás algún día me anime a explicar, en la cual el factor principal sobre el que esta gira es el espiritismo.

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