El insoportable peso de las apariencias





¿Porque la gente se viste como se viste? ¿Porque hay ciertas estéticas muy marcadas que comparte gente que no se conoce de nada? ¿Porque nos sentimos atraídos a vestir como nuestros ídolos, aunque no sepamos casi nada de ellos? ¿Existe alguna razón ulterior o debemos desprendernos de tanta superficialidad? ¿Porque damos tanta importancia a cultivar nuestra apariencia para el otro sexo y luego nos quedamos sin nada que decir en frente de ellas?

¿Porque nos torturamos la piel y sangramos para tener piercings y tatuajes y pagamos por ello? ¿Es que somos idiotas?
 





Nací en un pueblo. Tengo dos hermanas mayores. Una de ellas, la mediana, me marcó en algunas cosas, en algunas escenas. Yo nunca me había interesado mucho por mi aspecto, consideraba las apariencias algo muy frívolo. Me daba completamente igual la ropa que llevaba, excepto un par de camisetas a las que tenía un cierto cariño; pero sin llegar a reservármelas ni nada parecido, simplemente si las llevaba me gustaban. Tampoco me fijaba mucho. En el pasillo de mi casa había un espejo de paso obligatorio unas 10, 20, 30 veces al día. Nunca me giraba a mirarme, ni aunque fuera antes de salir. Un día decidí ir a una comunión en camiseta de basquet y pantalón corto para exasperación de mi madre e incomprensión de mis hermanas.

"¡¿Es que vas a salir así?!"

Terminé yendo solo porque se negaron a venir conmigo.

Nunca he tenido a mis hermanas como modelo de conducta, más bien todo lo contrario; concretamente en cuanto a las apariencias, estilos y aparentar, siempre lo he asociado a personalidades débiles, narcisistas de supervivencia; una solución a la falta de contenido intrínseco de una persona; que incapaz de comprender los hechos e ideas en sí, solo sabe ocuparse de las formas, y creen que las formas son todo lo que hay. Mi hermana llorando dinero a mis padres para luego ser la más chula del barrio con su sudadera Virus. Robando dinero para salir por el hecho de “tener que estar ahí”. Ya mayor, con trabajo, con coche, y mi madre dándole dinero para, entre otras cosas, gastar 50 euros en la peluquería cada mes. Llorando delante de un espejo, porque no es lo suficientemente delgada, gorda, ancha de hombros: yo que sé. 

Esa es la relación que he tenido yo desde pequeño con el preocuparse de la propia apariencia. Por no mencionar el hecho de que las chicas que visten marcas o hacen ostentación de algo de su apariencia en la escuela y el instituto, esa jungla social, suelen ser las más hijas de puta. Por no hablar del mundo de la moda, de las apariencias en general, que me parecía poco más que una mierda. ¿Sabe usted lo que es una mierda? Pues eso. Una mierda.






Realmente he tenido poco contacto con el mundo de la moda, he tenido el contacto que puede tener alguien que ve las noticias cada día, no lee revistas para chicas y huye más rápido que Sombragrís cuando alguien me decía de pequeño que tenia que ir a comprar ropa. 

Es decir, poco contacto. Por eso mismo os voy a contar lo que se ve desde fuera. 

Lo que ves desde fuera son pasarelas de ropa de lujo en Londres, París y Nueva York, en la que atuendos completamente absurdos, no porque parezcan horribles, sino porque son completamente no funcionales. Ropa de chocolate, pamelas que desafían las leyes de newton, telas cruzadas, cremalleras de diez centímetros de grosor. Cosas que no es que sean horribles porque yo estoy acostumbrado aunque no me lo parezca a un cierto estilo de vestir que me ha tocado por la época en que he nacido y si viera como vestían hace dos siglos también me echaría las manos a la cabeza blablablabla. No, cosas horribles porque no se las pondría nadie nunca porque no son funcionales. Son constructos absurdos hechos por alguien que ha perdido el contacto con la realidad. El mundo de la moda oficial, en posición dominante, curvándose sobre sí mismo. Las chicas apodadas Miss Universo completas subnormales detrás de las posturas y sonrisas entrenadas. Un templo a la ignorancia. Absurdo. Denigrante. Decadente.






Por otro lado, podemos ver, año tras año, en la gala de los Oscar, o Globos de Oro, o lo que sea gente hablando, y millones de fotos, y millones de tweet, y programas comentando sobre cine. Solo bromeaba.

¿Porque hablar de cine si puedes hablar de la ropa que llevan los participantes? 

No solo ocurre en los Oscar, aplícalo a cualquier gala que quieras medianamente conocida. Vale, si a mí me gusta el fútbol y en una gala de cine se ponen a jugar al futbol, pues yo me voy a fijar en el futbol. ¡Pero es que vestirse se viste uno para ir a cualquier sitio! ¿Pretendemos que Brad Pitt sepa chutar faltas desde media distancia y nos reímos de él si la falla? Pues todo el mundo se ríe de Messi cuando va a las galas del balón de oro vestido como le da la jodida gana. Quizás no seguir los dictados de la “moda” es lo que quiere expresar, pero se interpreta como simplemente mal gusto. 

Así, la moda para mí, no hacia más que confirmar el estereotipo de ocuparse solo de banalidades como si fuese lo único que importa, como si no hubiese persona ni mensaje detrás, comentando el precio y el diseñador del vestido de gente que tiene otras cosas más importantes que hacer; que, simplemente pagan 20.000 dólares a alguien para que les diseñe la ropa para la ocasión y les vista, les dejen en paz las jodidas revistas de moda y puedan irse a su casa a llevar chándal como hace todo el mundo. Absurdo, frívolo, superficial.






Con los famosos y poderosos ensalzados por el culto a la personalidad, no por el motivo que les lleva a ser reconocidos, sino como modelos de conducta, al verlos vestidos de una u otra forma crean en parte las tendencias que luego vemos en nuestras calles. 

La publicidad y las marcas, cuando nos venden un producto, no solamente venden el producto en sí, venden todas las características asociadas a él. Los famosos cuando venden, ya sea llevando o publicitando algo, carisma, éxito, sofisticación, sensualidad. Sin duda atributos que todos querríamos asociar a nuestra persona. Inconscientemente asociamos su imagen de éxito a aquello que llevan y las formas en que comportan. Por algo la profesión de vender la propia imagen se le llama ser “modelo”. Porque eso es lo que hacen exactamente, ser modelos de la sociedad; los anuncios no son una lista de las características del producto, el anuncio de perfume es un mensaje de como de feliz, sensual y sexy es la modelo que lleva el perfume, que lleva el mensaje implícito de que tu también lo serás si lo compras. Así es como define tendencias en la moda nuestra sociedad, dejar la representación de las virtudes en manos de aquellos que buscan vender camisetas que valen un euro como si valiese treinta.






Obviamente, un sistema así está obligado a reciclarse continuamente, pues si fuera demasiado estático la misma ropa que sirve para un año serviría para el siguiente; así que los ciclos asociados a las tendencias que hemos hablado antes ya no son fruto de una reinterpretación de conceptos y creación de nuevos ideales, es un sinsentido destinado a vender más y vender mucho, y ha dejado de estar ligado al lógico relevo generacional. 

Si fuese atado al relevo generacional veríamos los jóvenes intentando distanciarse de las ideas que marcaron a sus padres y abuelos por motivos ideológicos, y eso se vería reflejado en rechazar su forma de vestirse; en cambio lo que vemos, sobre todo ahora con la moda hipster, es el decaimiento a la misma ropa a 30 euros la camisa que encontraría yo en los armarios de mi abuelo. Un retroceso a la moda vintage, contemplada dentro de los ciclos normales de clasicismo, romanticismo y neoclasicismo pero sin que haya ninguna conexión con ninguna idea ni de recuperación de valores antiguos. Superfluo, poser, imbécil.

De esta manera lo que acabamos viendo en nuestras calles viene dado por lo que se supone son tendencia y en realidad son porque si, porque alguien lo ha decidido o porque es lo que hay en los almacenes del zara, sin que haya tendencia social alguna. Esta primavera se llevan los tonos pastel. Y punto. Porque sí. No hay simbología detrás. Hay los ciclos de un sistema desconectado que no alcanzamos a entender y gente vistiendo las estelas de esos ciclos a precio de oro. Seguir las tendencias no es un juego de buen gusto ni de encajar con tu personalidad, es un mero trámite elitista; pues la ropa vale dinero y no todo el mundo tiene el tiempo ni las ganas para seguir la moda e ir a comprar ropa cada mes. Los signos de identidad social se aplastan y reciclan como parte del merchandising y pasan a formar parte de una caricatura.






Ligados a las ganas de pertenecer a la élite social y emular famosos en sus "ingeniosas" referencias culturales, revistas de moda y programas de televisión crean los estereotipos asociados a las maneras de vestir y al poder normalmente definido por los niveles económicos de esa élite. Las personas que no pertenecen a esa élite intentan tener una imagen elitista, para corresponderse con el estatus social de sus ídolos, aunque no corresponda con su situación socio económica. Eso les lleva tiempo y un dinero que no pueden gastar.

¿Que tipo de gente imaginas gastando su tiempo y dinero en moda en vez de en literatura, arte, música o videojuegos?

Gente vacía de contenido intelectual.

Gente trabajando ocho horas en un supermercado para llevar luego cadenas de dos mil euros y el coche tuneado. Pseudohippies que critican a Apple en sus ratos libres hasta que su tía la que tiene pisos les regala un macbook air pro por su cumpleaños. Ese chico sin mucha personalidad que se encuentra reflejado en Big Bang Theory porque él también es un inadaptado social e intenta tener estética de nerd comprándose videojuegos y colgando posters de comics que no ha visto en su vida. Chicas adolescentes introvertidas, temerosas y estables que adoran estrellas de rock y en un vano intento de asociarse a ellos copian la estética e ignoran completamente el contenido. La chica con la camiseta del Che comprada en el zara, el chico pijo con la camiseta de Ramones del Berska y el chico antiglobalización comiendo en McDonald’s.

La apariencia como sobrecompensación de la falta de contenido.






Por supuesto todo el mundo da a lo que hace y a lo que lleva el significado que quiere; no estoy diciendo que uno sea un hipócrita por ir de comunista y comprar camisetas de 30 euros. Aunque es un buen indicador. 

También puedes llevar una camiseta de Obey, esa archiconocida marca, a modo de sátira de la sociedad actual. Podría ser que llevando Obey en una camiseta, que significa obedece, estés diciendo que realmente ese es el mensaje de las marcas y la publicidad; llevándolo tal cual, sin complicaciones, tu revelas el mensaje y los criticas simplemente exponiéndolo como aquello que realmente es: Adidas, Nike, Coca-Cola… las marcas y el sistema capitalista como vehículo para decir obedece, trabaja, consume.

Pero, amigos míos, cuando veo a mi prima de 12 años con una sudadera de 50 euros que pone Obedece en letras grandes y rojas, le pregunto porque la lleva y me contesta que porque es muy SWAG, mi teoría de la sátira irónica a la sociedad consumista se derrumba. La lleva por imagen, si tener ni idea de lo que esa imagen significa. Sigue las normas de un sistema incapaz de comprender, así que puramente imita estereotipos. La estética como modo de expresión ha muerto. ¿Es entonces algo sin sentido que debemos olvidar, vestir ropa funcional y lo mas barata posible sin transmitir ningún mensaje? Incluso eso es un mensaje.






¿Ha muerto? ¡No! Lo que ocurre es que da palos de ciego.

Todo aquel que compra una prenda de vestir con otro objeto que no sea el de cubrir su cuerpo y protegerse de los elementos naturales, se hace culpable de orgullo. (…) No hay una sola persona en este mundo que renuncie al adorno.
La Biblia Satánica - Anton Lavey


No me voy a creer una mierda de lo que digas que tu no estas obsesionado con tu propia imagen. No me voy a creer que te pongas en superioridad moral respecto los que trabajan ocho horas para comprar bolsos caros y aparentar un estatus social mayor. Porque tu, y yo, estamos hechos de la misma mierda. Que te digas a ti mismo que no te importa tu apariencia o lo que los otros piensan de ti no se saca del juego de las apariencias, ni de vivir bajo su insoportable peso.

No podemos renunciar a nuestra individualidad, y la ropa que llevamos es una bandera de ella. Las etiquetas son necesarias. El orgullo es necesario. La identificación con algo, aunque sea un estereotipo es necesaria, porque es necesaria nuestra identidad. 

Es una reafirmación de nosotros mismos. 

Aunque a la práctica la gente se vista imitando modelos y cumpliendo clichés y estereotipos con una precisión endiablada lo cierto es que no lo hace conscientemente, aunque no por ello son libres de su pecado. Intentando afirmar, construir o probar su identidad probamos diferentes expresiones de nosotros mismos, escogemos, consciente o inconscientemente, como mostrarnos al mundo porque así es como seremos a sus ojos. Es lo que siempre hemos dicho aquí. Tú puedes ser el genio que quieras dentro de tu cabeza. Pero es aquí, en el mundo real, donde te vas a encontrar a tus enemigos.

Escoges como mostrarte porque eso es importante, porque eso también te define. Confundimos muy frecuentemente nuestra imagen mental de nosotros mismos con nuestra identidad, cuando nuestra identidad se encuentra en todo lo que hay de nosotros, no solo en nuestra mente, sino también en las otras personas. 

Fijarse en la apariencia de alguien para juzgarlo y clasificarlo en tu estereotipo preferido es deleznable si se hace mal o se hace definitivo, pero no es algo malo per se; prejuzgar en base a lo que vemos es una herramienta muy poderosa, fruto de muchos millones de años de evolución, pero hay que controlar tus prejuicios. De hecho, si nos ponemos finos, todo es prejuzgar, porque nunca vas a poder conocer a alguien completamente, nunca vas a poder saber, ni aunque hables con él, el significado exacto de sus palabras.

¿Porque no usar también la imagen que muestra al mundo como parte de ese dialogo? 






Como chico, creía que yo daba poca importancia a las apariencias, pero estaban en mi mente de un modo que no podía comprender, como no comprendía y no quería asumir que sí que importaban por no ser “muy superficial”; me encontraba a merced de mis prejuicios, justamente al creer que no tenía. 

Los prejuicios son inherentes a la mente humana, un arma poderosa, y de todas las personas que me he encontrado en mi vida que afirmaban no tener, que afirmaban no fijarse en el aspecto de la gente o que afirmaban que “no me importa lo que piensen de mi”; ni una, ni una sola, renunciaba a los adornos. Ni una, ni una sola, no estaban completamente obsesionadas con su propia imagen. Ni una, ni una sola, nunca habían cambiado de carril o dejado de hacerlo porque un cierto estereotipo de persona estaba andando por la acera de noche.

Todos tenemos prejuicios, negarlo no sirve de nada, para luchar con ellos hay que conocerlos. No basta con definirse, también hay que definirse teniendo en cuenta la significación que tiene en tu entorno, no únicamente en tu cabeza. No puedes creer que por el hecho de renunciar a la identificación consciente tuya o de otros vas a eliminar la realidad de que nos juzgamos constantemente. No es algo triste, es algo necesario para nuestra supervivencia. Milenios atrás, no prejuzgar a una persona no conocida significaba no distinguir amigo de enemigo. Hoy, la diferencia no va a estar entre saludar un compañero o morir empalado por el miembro de otra tribu, pero sigue teniendo importancia.






Nuestro aspecto, nuestras primeras palabras superficiales con alguien, nuestra foto de perfil del Facebook, aspiran a decir tanto de nosotros mismos que a veces lo que decimos después no es más que una justificación o demostración de todo ello. 

Intenta cambiar de forma de pensar, volverte anarquista, misógeno, adicto a la heroína y fan de Alejandro Sanz y todo el mundo te va a tratar igual. Córtate el pelo de un modo que nunca antes lo habías hecho, y todo el mundo pierde la cabeza. 

Ves a tu alrededor que la gente te trata diferente, ves a los desconocidos presuponer que eres un punki y a tus conocidos rajar del cambio, sea cual sea, porque no encaja con la versión ya estereotipada que tenían de ti. Tienen que volver a observarte, encontrar una explicación de tu cambio, volver a enmarcarte en su pensamiento para tener otra vez sensación de control. Si no encajas con ninguno de sus cajones, te marginan. Pero es inútil obsesionarse con ello, y si lo haces, voy a pensar que tienes algún grave problema de autoestima y que esos cambios no son para expresarte ni explorar, sino para buscar aceptación en tu entorno social. Si, justamente tú, que siempre dices que no te importa lo que piensen de ti, como justificación metafísica de hacer todo lo posible con tal de que la gente piense en ti y ser el centro de atención.






¿Por qué no mostrarse uno rebelde, si es rebelde en su pensamiento? ¿Por qué no mostrarse uno cambiante, si es cambiante? ¿Por qué no debería uno dar miedo, si es oscuro? ¿Por qué no debería uno provocar, si es muy sexual?

Eso es lo que la estética debería reflejar. Así es como nacen las tendencias y estereotipos antes de sumirse en el caos social de las pretensiones, las chicas con emocionalmente 12 años y las bolsas con el símbolo del dólar. Después nos quejamos cuando nos encajan en un marco social estereotipado y no podemos salir, es que no nos hemos definido nunca antes ni hacemos nada para cambiar eso.

Conversación real a través de Facebook, con muchas más faltas que las mostradas aquí; sobre este artículo mismo.

- Parlo de els cicles naturals de les tendències, ja sigui artístiques, polítiques, etc.
Com tot plegat es una mica una repetició dels conceptes de classicisme, romanticisme, neoclassicisme. Cicle que es pot expandir de moltes maneres, però sempre acaba compartint unes mínimes expressions de: valors clàssics, rebuig, reinvenció, reconsideració de valors clàssics, i valors clàssics reinventats. El mateix procés es pot aplicar a casi tot; política, art, pedra paper tisores, metajuego de Magic… saps?

– Si, si, entenc el que vols dir.
- Bàsicament dic que la moda ha deixat de formar part d'aquest cicle i, en conseqüència, el concepte de les aparences.
Perquè la moda esta tant recargolada en si mateixa que si te sentit deixa de ser una distingible des de fora, deixa de banda les seves virtuts i implicacions bàsiques i nomes serveix per crear models de comportament i en conseqüència tornar la gent superficial, buida i absurda

– Discrepo. No es que torni a la gent superficial, la gent es superficial i això ho mostra.
- Es exactament el que hauria de ser.
L'aparença hauria de ser un reflex de com ets i de com esculls mostrar-te al mon, però en comptes d’això ja perdut aquests valors basics i nomes es una reverberació de tendències d'un mon (el de la moda) tant autoreferencial que no entenem res.
La gent, buscant referents n'acaba formant part, donant lloc a situacions absurdes, perquè ja no saben perquè estan vestint certa cosa o donant certa imatge de ells mateixos, perquè no ho saben aïllar del context.


En medio de todo el caos que domina el mainstream de modo implacable, hay grupos de gente que por una razón u otra abandonan la calle principal. 

Esas personas, juntadas debido a algún gusto común, afición o simple rechazo al grueso de la sociedad, forman calles secundarias o subterráneas que conforme van avanzando y no se dejan tragar por la marabunta general cogen referencias, modelos de conducta y simbología propia o de una parte concreta de la cultura popular. Esas calles secundarias se ven reflejadas en sus propios referentes, y si siguen aisladas un tiempo más de la calle principal, acaban desenvolupando personalidad propia producto de la afición común original y la autoreferencia. Con ello, simbología, estereotipos y un carácter asociado. Estoy hablando, como no, de las subculturas urbanas.






El black metal noruego vio nacer uno de sus grupos referentes en un garaje donde se guardaban clavos, piezas de metal, tratando de lucir más amenazadores, incorporaron algunos de esos elementos en su forma de vestir. 

Sus integrantes estaban en una región del mundo pacifica donde casi nunca ocurría nada y todo iba perfecto de puertas para afuera, descubrieron más tarde que había tabús y un sentimiento de inferioridad muy fuerte y culpabilizaron a la moral cristiana. Empezaron a vestir cruces invertidas como protesta a ese hecho y exponían el tabú de la muerte maquillándose la cara como si fuesen esqueletos.

Un día, de pronto, de todos lados les aparecían chicos con sentimiento de inferioridad vestidos como ellos decepcionados de que no quemasen iglesias día si día también.






El grunge, el movimiento/filosofía/protesta/estilo de música nació del ambiente inconformista, renunciando a las caducas referencias de las estrellas de rock, renunciando a la estética propia de ídolos de masas, tocando en garajes y protestando contra el establishment. Eso se tradujo en instrumentos distorsionados o mal afilados, porque no se podían permitir otros; ropa rota y descosida, porque se negaban a ir a la moda. Pelos largos y alborotados, de colores, desafiando convicciones sociales. 

¿Te das cuenta de lo paradójico que es que haya gente que lleva cuidadosamente una estética despreocupada para parecer ser muy despreocupados y rebeldes? 






La estética propia de una subcultura originalmente nace con una razón de ser. 

Es una expresión, o consecuencia, de aquello que predican o de aquello que forman esos grupos de gente pioneros en algo, antes de que se tomen como referencia y otros copien su comportamiento, estilo y estética. La superficialidad de simplemente copiar esa estética se traduce a olvidar los motivos ulteriores de esta, pues una manada de adolescentes y no tan adolescentes ven en sus puntos de referencia no un espectáculo ofrecido, sino un camino real a seguir. Raudos y veloces, en un intento de agrupar en ellos mismos las características que se asocian a la subcultura copian solo las formas, comprando pantalones desgastados de 50 euros, llevando tachuelas redondeadas, dejándose el pelo largo para parecerse a su ídolo, que les grita desde la distancia:

"¡Sed vosotros mismos!"

Pero es inútil, el mensaje llega tarde, llega mal o no llega. Llegan característicos personales del ídolo como si fuesen normas de comportamiento. La impresión del personaje, la imagen asociada, es la que se compra lleva y refleja inmediatamente. Eso es lo que venden las marcas. Eso es de lo que hablaba al principio.

Demasiado a menudo, simplemente nos quedamos embobados con la imagen y personaje que intentamos emular, de manera que sin serlo en absoluto nos quedamos viéndonos a nosotros reflejados en ese personaje aunque poco tenga que ver con nosotros. Normalmente ocurre con estrellas de rock, del cine, de la televisión, escritores, e incluso personajes ficticios, protagonistas de series y de peliculas; originado el conocido efecto Amelie, que lleva a las chicas a pretender ser francesas, y especiales y intrigantes y perfectas pero no llegarían a sonreír como Audrey Tautou ni que entrenaran mil vidas.






Yo vivía en un pueblo. En Sant Feliu de Guíxols y alrededores, siempre ha habido, por ejemplo, reflejos de la subcultura metalera, conviviendo con muchas otras. Muchísimas otras, y a veces, estéticamente muy pero que muy marcadas. Ves canis, ves rastas, ves punkis, ves anarcas, ves deportistas, ves chonis, ves pijas, etc. etc. 

Uno no puede evitar preguntarse; 

¿Esas estéticas tan marcadas, tienen alguna idea detrás aparte de los vestiditos, medias rasgadas y que sus miembros digan tener un concreto gusto musical? 

Sería de esperar, con esas tendencias tan claras y cambios de vestuario extremos, que las formas de pensar e ideas se correspondiesen con ello. Pero no es así. Es una cuestión en entorno, de identificación con algo, con una imagen, que nada o casi nada tiene que ver con las ideas originales.

La mayoría de chicas vestidas de pseudopunk que veo, no tienen nada de punk. No es que sea algo intrínsecamente malo, si escuchan punk pueden vestir la camiseta de punk que quieran, y aunque no escuchen punk también pueden llevar una camiseta de Sex Pistols, le puede gustar estéticamente, o también puede darse que sea gilipollas. Lo que no se explica tan fácilmente es porque ocurre siempre. La casualidad explicaría un caso, o dos; pero no todos.

Mas allá de si conoce o no el grupo, muchas veces esa estética solo está destinada a crear un contraste con el entorno; la identificación con la estética punkie ha transcendido en forma de pura rebeldía; una expresión del rechazo a alguna cosa de tu entorno. Te dejas seducir con la idea de que eres un contrapunto a aquello que odias de tu vida y te identificas con quien antes de rebeló con el sistema, aunque ni los motivos ni el sistema tengan nada que ver con los de aquel momento. Solo queda el concepto de rebeldía.






Mucho más frecuente es seguir una estética y una identificación que, además de proveer un cierto círculo social, suple las carencias personales de cada persona o se ocupa de mostrarse “como le gustaría ser”. 

Así, el chico que no tiene nada en la cabeza, suele adoptar una pose de intelectual; la chica tímida y algo pija tiene un alter ego en internet llamado punkrocksuicidegirl. Lo que debería ser, y a veces es, una expresión de la propia persona se torna un complejo caos de apariencias, camisetas de grupos, fotos en blanco y negro; para el regocijo de los cotilleos y para cansancio y desespero de los chicos que como yo pensaba de pequeño que las apariencias era algo vacío, superficial, absurdo que había que evitar.






Pero uno no se despierta un día en su apartamento de 200 metros cuadrados y decide crearse un alter ego y parecerse a Sid Vicius así fríamente. Uno no abre la Wikipedia y empieza a memorizar para recrear su vida ni coge una imagen de la Wikipedia y le copia la vestimenta. Todo empieza en el entorno. Con alguna pequeña idealización o romantización de alguna conducta. Se puede romantizar casi todo, y en el caso del culto a alguna personalidad, es muy fácil. Esas personas, personalizaciones de algún movimiento, salen por la tele como dioses, entran a través de nuestros ojos en nuestra cabeza y ya nunca salen de ahí. Se reflejan poco a poco, identificándote con una apariencia, costumbres y gente. Guiándote a lo que quieres ser. 

Alguien se olvidó de decirte que con parecerte físicamente no bastaba.

Esas pequeñas inclinaciones a veces se manifiestan en tu entorno cercano, dependiendo de la persona y, obviamente, de lo permisivo del entorno. Si alguien está en un ambiente muy religioso, se identifica con el satanismo pero no es nada rebelde, entonces poco satanismo va a exteriorizar. Internet es una potente vía de escape para esas situaciones, pues ofrece un espacio abierto, con pocas restricciones en las que para algunas personas significa poder ser quien siempre han querido. Donde en su entorno encuentran resistencia, aquí encuentran gente como ellos. Todos somos un poco diferentes por internet, todos tenemos algo de alter-ego, aunque no me atrevería a decir cuál es el alter ego, el de internet o el de el mundo real. Probablemente ninguno de los dos, los dos son partes de como escoges mostrarte al mundo.






En internet, para ser algo solo hace falta querer mostrarte como tal, no tienes que ser como tal. 

Por eso somos todos tan atrevidos, tan listos, tan graciosos, tan rebeldes. Tan divertidos en nuestra foto de perfil. Facebook es nuestro escaparate al mundo. Es una herramienta muy poderosa de identificación personal, pero por otro lado también favorece el postureo, la aprobación fácil y la imagen sin contenido. Pero es que no solo está Facebook. Está Twitter, está Ask, está Tumblr, está Imstagram. Aprovechamos cualquier resquicio, aunque sean los 20 caracteres y los 80x80 pixels de la imagen del Whatsapp para definirnos y distinguirnos de la masa. Y algunos lo cambian cada día, como si alguien lo fuese a leer, tenemos millones de gente hablando sin decir nada realmente, y nadie escuchando. Nadie es todo el mundo pretende.

Es nuestro pequeño intento de ser alguien.

Todos esos esfuerzos se suman y a la larga, y repartidos por diferentes retazos digitales de nuestra identidad digital y analógica, nos creamos un verdadero personaje, que parece tener tres dimensiones y que lleva al máximo su caracterización, alimentando esos procesos para definirse mas y mas dentro de unos parámetros aceptables. Uno se acaba convirtiendo en algo parecido a un personaje de sitcom, donde las situaciones de su vida son complicaciones derivadas de su manera de actuar demasiado encuadrada. Se produce el choque con el mundo real y da situación a todo tipo de escenas graciosas con risas enlatadas. Si al personaje le falta contenido, se le asocia a una subcultura o comportamiento particular y se convierte en su personificación. Obviamente, con el vestuario incluido.


El mundo entero es un escenario,
y todos los hombres y mujeres meros actores:
tienen sus entradas y sus salidas;
y un hombre representa varios papeles en su vida,
siendo sus actos siete edades.

Si quieres que una subcultura se vuelva popular, solamente debes mostrarla como una alternativa posible. Haz una serie en que sus personajes vivan situaciones y digan cosas con las que te identificas y copia la estética de alguna subcultura al azar; sin necesidad de que representen ningún ideal ni valor de esta, solo latiguillos cómicos y superficialidades seguidos de un conjunto de risas enlatadas. Hacen Big Bang Theory y de golpe es cool ser nerd, jugar al Wow y llevar camisetas de superheroes. ¿Pero la ciencia? ¿Que es eso? ¿Lo que dicen antes de las risas? ¿Lo que hay en las pizarras del fondo?






En los pueblos lo que ocurre es que esas subculturas llegan siempre de fuera. Sin que hubiese existido la estética metalera yo saliese un día vestido como un metalero, todo el mundo se reiría de mí. Una población apartada, que en teoría es el sitio idóneo para que surjan tendencias apartadas, la mayoría de las veces no son más que reflejos mal entendidos de ideas olvidadas. Si en un pueblo surgiera una cultura alternativa con una estética propia, tardaría un segundo en ser denostada por el pueblo entero. 

Es en las ciudades donde hay un número suficientemente grande de personas para que se puedan reunir personas aisladas conectadas por una simple idea, actitud o comportamiento y crear un pequeño espacio personal que acabe desembocando en una subcultura urbana. Las personas reforzamos nuestra identidad ardiéndonos durante un tiempo o para siempre en estas culturas suburbanas, y hacemos nuestra la simbología que lo rodea, a veces conociéndolo, y a veces no tanto.






Seguro que habéis visto alguna vez alguien con una camiseta de algún grupo que no tenía pinta de haber escuchado nunca. También habréis visto o habréis sido el que le pregunta, casi con agresividad, que le diga alguna canción del grupo, para intentar destapar su imagen como si de un fraude se tratase.

No hace falta conocer todo lo que te rodea exactamente de memoria, esa persona vestía esa camiseta porque se sentía de algún modo o se quería sentir identificada con la imagen que se desprende de ella o del grupo que representa. Nadie tiene derecho de desposeerte de aquello que te identifica.

Pero de otro lado, seguramente la persona indignada lo está porque, la de la camiseta parece apropiarse de una cierta imagen, apariencia e ideas que quizás le parecen como robadas, al desconocer la de la camiseta el origen de estas. Es un cabreo completamente legítimo. Si él también se identifica con la camiseta y tiene la sensación de que la otra persona la lleva solo por aparentar y no hay nada detrás de ese postureo, se debe sentir como si le estuvieran robando su propia identidad, o comprándola, a 20 euros la camiseta oficial.







¿Messi debe llevar trajes adecuados a las galas de balón de oro? ¿Brad Pitt debe saber tirar faltas con efecto? No, porque no se trata de bien y adecuado, se trata de expresión y adaptación con el entorno. ¿Qué es tirar una falta bien? 

No hay una forma de tirar una falta bien, la misma falta tirada desde dos metros más a la derecha es una falta mal tirada. Hay que tirar la falta adecuada. En el mundo de las apariencias, tampoco es bien o mal, y la expresión y estilo es mucho más importante aún. Si nos ponemos metafísicos, el modo de jugar al futbol de cada uno también es una expresión de nosotros mismos, pero al fútbol jugamos de vez en cuando y vestirnos nos vestimos cada día. Nuestra apariencia debe mostrar y ser parte de nuestra identidad misma. 

Y de pronto, un día lo entendí, incluso yo, que renegaba de las apariencias, era esclavo de ellas, y no eran una fuerza destructora, pues todos nos construimos, poco a poco, a veces inconscientemente, un personaje. Una identidad. Que nos permite expresarnos en base a nuestro entorno. Y la defendemos, a muerte.






Es necesario tener una identidad. Son necesarias las etiquetas. Es necesario el adorno. La simbología. También es necesario conocer aquello que muestras. Es necesario que te identifiques con cosas, aunque no te definan completamente, pues nada puede. No hay etiqueta definitiva, tienes que mojarte, cambiar constantemente. Pues el mundo también cambia a tu alrededor, unas ideas que pudiesen significar vida en un entorno pueden significar muerte en uno diferente. 

Escoge vida.

La próxima vez que escojas una actitud o una estética como tuya, pregúntate a que comportamientos refuerza, a que ideas da importancia. Que pensamientos inspira, que transmite a las otras personas; y actúa en consecuencia. Después de leer todo esto sabrás otorgar importancia a la apariencia, pero tampoco a obsesionarte con ella; ni la tuya ni la de los demás. Sino, he estado hablando y tu leyendo, para nada.

Es necesario tener una identidad pero no es necesario ser una caricatura de aquello que admiras, ni una absurda idealización. No hay nada malo en identificarse con una cultura o subcultura, pero no te puedes quedar solo con la superficie ni estancarte en ella. No solo tienes que pretender ser, tienes que SER, en mayúsculas y negritaTienes que probar, experimentar con tu alrededor, tomar parte. ¿Como vas a distinguir sino la identificación de la sobrecompensación? Tomate cada cambio como una oportunidad para explorar las características asociadas a tu imagen.

Poco a poco, la sociedad ha ido arrinconando la expresión a través de la estética, convirtiendo la identificación e identidad personal en algo que buscan los adolescentes para encajar en alguna subcultura cuando tienen alguna crisis existencial; quitandole todo contenido intelectual. Si nos remontamos a tiempos antiguos, sin publicidad ni marcas, no nos encontramos que hayan dejado de ornamentarse y distinguirse, nos encontramos que esas individualidades significaban rangos, significaban oficios, eran simbolismos de una propia manada, de una propia raza, del comportamiento del individuo, o de su función en el entorno.






Es necesario recuperar la estética como modo de expresión y conexión con el mundo real. 

En realidad, la escena en que teníamos que ir a una comunión y mi familia se negó a aparecer conmigo por llevar pantalón corto y camiseta de una serie de anime no fue casual. No era ignorante de la significación que tenia eso cuando todo el mundo iba a ir perfectamente arreglado. Era un rechazo directo a las ceremonias cristianas pero cumpliendo con mi presencia en respeto de mi familia; obviamente nadie lo entendió. Según el contexto, vestir casual, es una forma de protesta; según el contexto, vestir de etiqueta es una provocación. Lo único que vieron es que iba mal vestido. Repito.

Es necesario recuperar la estética como modo de expresión y conexión con el mundo real.

De las manos de la industria. De las manos de la imbecilidad. De las manos de la superficialidad vacía. Es necesario que sigamos vistiendo camisetas de Iron Maiden y alzar los cuernos en los conciertos de metal, expresarnos en nuestro contexto, porque no es un simple disfraz. Es necesario que haya punks, rastas, canis, rockeros, perroflautas e hippies, y que estas estéticas representen ideas, se mezclen en calles secundarias donde cocinarlas, lejos del caos de pasarelas de moda, de los sacos con la moneda del dólar, de las galas de cine, de las sitcoms absurdas y excentricidades de famosos. Aquí, en nuestro mundo es donde deben luchar.

Es necesario que se combinen entre sí, que sean un escenario de lo que ocurre en nuestras cabezas, dando lugar a nuevas y más poderosas formas de reivindicar nuestra individualidad.




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