[RNM] Black Books

Porque es nuestro blog y nos lo follamos como queremos, ahora también recomendamos series. Y películas, y casinos, y furcias, y todo lo que nos venga en gana, nos defina o consideremos que merece merezca formar parte de la cultura popular. Porque sí. Porque estamos hartos de dar razones ya.

Hoy, en Recomendaciones No Musicales:

Black Books




Black Books es una sitcom clásica, con sus risas enlatadas, desternillantes aventuras, protagonistas raritos y todo eso que no reconocemos mirar pero por lo que todo sentimos cierta debilidad. En cierto sentido, este tipo de serie son un oasis en la tendencia moderna de hacer series que parecen cinematográficas; con una trama que te atrapa, con cuestiones de dudosa moralidad, situaciones reales que te han pensar, disquisiciones entre el bien y el mal, moralejas y metáforas escondidas en el argumento.

Black Books no es eso. 

Tampoco es una comedia normal, pero lo que la hace diferente y desternillante no es su estructura o al tridimensionalidad de sus personajes, que en todo momento en que la situación parece que va a culminar en una profunda reflexión sobre la vida la serie se ríe de sí misma y nos saca una nueva, completamente absurda e imposible de intelectualizar, escena absurda.




En este sentido, se parece bastante a IT Crowd, serie por la que sufro una eterna devoción y que guarda algunas similitudes con esta. Los personajes son raritos, y de su particular forma de ver el mundo surgen escenas dentro de la lógica interna de la serie, lógica muy marcada; de la misma manera que la tenía IT Crowd y que intenta forzar Big Bang Theory con comentarios frikis y referencias pop, donde sus personajes parecen regodearse de su condición de raritos pero luego encadenan relaciones amorosas propias como si de "El Diario de Briget Jones" se tratara. 

No, Black Books no tiene edulcorantes. Son 3 temporadas de 6 capítulos de pura rabia, de puro absurdísimo; que prefiere acabarse antes de volverse repetitiva y cansina. Otra vez como en It Crowd, los capítulos empiezan en situaciones normales, haciendo sus cosas más o menos normales, hasta que todo empieza a complicarse absurdamente en la terquedad de los personajes de seguir siendo lo que son, simples personajes.

La trama es la siguiente. Hay una librería. Bernard, un misántropo, es su propietario, aunque nadie se explica cómo la consigue mantener a flote, pues se ocupa de todo menos de conseguir, mantener o incluso cobrar a sus clientes; para él solo son un estorbo que les distrae de sus aficiones: leer, fumar y beber. Mucho.

La serie gira entorno a él, su posado y su lógica ridícula, e incomprensiblemente, sin poner ningún esfuerzo en ello, consiguen que te encariñes de él. De alguna manera podría tratarse de un artista frustrado, de un escritor incomprendido, resultado de una historia trágica. No en vano, en un capitulo escribe un libro de mil páginas en una noche sobre un triángulo amoroso en tiempos de la guerra fría, involucrando un montón de tramas secundarios, giros argumentales y elementos de novela de espías, pues su protagonista es un agente doble de la unión soviética o algo parecido. Pero tal libro lo escribe totalmente ebrio, sin querer, tratando de producir un libro infantil sobre animalitos; al final lo sustituye por un cuento corto sobre un elefante que pierde su globo, que acaban quemando por ser demasiado bueno y poner en peligro sus modestas vidas lejos del estrellato, y así evitando cambiar para siempre la historia de la literatura.




La serie se ríe de su propia condición de antimoralista, en cada instante que pudiera suscitar a reflexión, ocurre algo absurdo. En una escena donde se representa el protagonista como una posible alma trágica de oscuro pasado para explicar tu comportamiento errático, vengativo y completamente mezquino, se hace un segundo de silencio y cae un trozo de techo que termina con todo el dramatismo.

Los actores no son tales. Es una serie simple: el protagonista es el mismo guionista, Dylan Moran, también escritor y monologuista. Su ayudante es un amigo suyo. La chica alcohólica de la tienda de al lado es la única actriz de verdad del trío protagonista. Los escenarios son simples, una librería ridícula, la calle de enfrente, un bar y poco mas hace falta para rodar esta maravilla de serie.

En JotDown oí de ella por primera vez, a manos de Emilio de Gorgot.

El humor que predomina en la serie es surrealista, por momentos alocado e incluso anárquico, fundamentado sobre todo en la personalidad insociable y pueril de Bernard Black. El avinagrado librero es un individuo capaz de echar a los clientes a escobazos cuando decide que no tiene ganas de seguir trabajando, o de insultar sin motivo a quienes quieren comprarle algo, o de desesperarse tras sólo diez segundos de llamada telefónica a su proveedor de libros porque no sabe qué decir. Bernard no está preparado para el mundo real, es como un niño de cinco años en un cuerpo de adulto, y como tal se comporta. Las diversas facetas de su personalidad son tratadas con un hilarante desenfado: desde su pertinaz alcoholismo hasta su extraña vida sentimental repleta de momentos dolorosamente embarazosos.
Imprescindibles: Black Books - Emilio de Gorgot




Que disfrutéis.

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