[Semana 35] Sin palabras hablan

Vida Universitaria
Semana 35
Sin palabras hablan


Disclaimer: Si algunos de los personajes de esta serie totalmente de fantasía encuentras que se parece a ti o a alguno de tus amigos en el nombre o en las cosas que ha hecho, guarda el número de tu abogado que todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Te lo prometo. En serio. Confía en mí.

A partir de ahora estos artículos irán irremediablemente ligados a una serie dentro de “Recomendaciones Musicales” que constará simplemente de lo vaya escuchando a través del tiempo y por lo tanto también ligado a lo que es mi vida conforme eso llamado tiempo pasa. Sin charla, solo música. Este mes, JVG Mayo.

Aprovecho la ocasión para recordar que lo aquí descrito no puede ser tomado literalmente y que si en algún momento crees ser aquella persona de la que hablo en mensajes ocultos, dobles sentidos e insinuaciones; estáis todas en lo cierto. Las seis.





Al grano.

Han pasado más cosas en estas semanas que las que tardaría una vida mía en escribir y tres o cuatro vuestras para vivir. He estado a medio caballo entre ser el señor del espacio y el tiempo a perderme cual niño asustado en las profundadas de mi propia inseguridad. A ratos, mi brutal franqueza era mi única arma y a otros ni mil Poseidones me impedirían andar sobre las aguas de la incertidumbre del futuro como si planeara construir sobre ellas un enorme castillo, matar un kraken o seducir alguna sirena.

Sintiéndome fuerte vuelvo, con la sensación de que no hay sitio donde volver.

Después de remover cielo y tierra, encontrarme en una vida que supera las más imaginativas fantasías de mi juventud, no hay sitio donde volver. Solo un par de sofás, una cama conocida, una ventana a las siempre activas y siempre estáticas calles de Barcelona. Estoy activo, estoy fuerte, conozco las aguas; pero me encuentro incapaz de canalizar eso en hacer una simple entrega de veinte minutos de electromagnetismo.

Supongo que es lo de siempre.

Es lo mismo que pretendía crear con Random Local Guys, sobre cuyo futuro tendréis más que noticias próximamente.





Hace un par de semanas cambiaron bastantes coses en medio del huracán que conté en Semana 34.

Como ya os conté, el viernes de hace un par de semanas tomamos trufas mexicanas en mi piso cuatro genios en ciernes. Y fíjate que digo tomamos en vez de "tome con", pues acepto el conjunto de la situación como su todo, en vez de la diseminación puntual de que éramos cuatro tíos y tomamos algo que nos hizo alucinar un ratito. No exagero cuando digo que tardaría una vida en contarlo todo, pues una vida es lo que me lleva a mí a vivirlo, igual que la tuya te lleva, con todas tus acciones y decisiones, irremediable e irrevocablemente a el punto en que estás leyendo estas líneas. Un sistema axiomático, tratando de comprender a otro cuya propia existencia como tal ignora de raíz.

No contaré aquí el viaje en si mismo, pero si sus consecuencias, si su continuación; porque de alguna manera, de todo viaje vuelves diferente, cargado de cosas de vuelta a la imperturbable realidad, que ya no percibes como tal.

Soy un chico de por aquí que dice cosas, hace cosas y va a sitios. Imperativo. En esa aparente reducción del concepto del Yo me sentí ondulando la realidad, acariciándola, como un ente que dice, hace y va a sitios, planea basándose en tenues brumas y brisas invisibles, improvisa paladas, giros de timón de una forma que el mismo ignora y misteriosamente siempre llega a su destino. Arquitecto y artista, pero ganador. Ganar no como fin, ganar como medio. Ganar como actitud. Aunque eso no es nada nuevo, quizás solo necesitaba recordar.




Según como entiendo yo el mundo, todo puede ser considerado una mentira en si misma, lo que no significa que alguna mentiras sean mas importantes que otras. En mi afán de negarlo todo, a veces se me olvida.

Entiendo que os pueda parecer raro tal y como estáis leyéndome, más acostumbrados a gestas, fiestas e incongruencias propias del egocentrismo de esta generación que a reflexiones más allá de la última fumada intelectualoide de tu amigo “El Porros”.

Conformo la extensa experiencia social en su totalidad como un gran viaje colectivo, sus palabras son sus conceptos, y sus conceptos la definen y deforman.

Algo esta cambiando en nosotros.

Últimamente, hablamos en otros conceptos. Inventamos los nuestros propios. Reinventamos los olvidados. Poco a poco, creamos nuestra realidad. No hay mañana, el diego, consumirse, el lado oscuro, quedarse piu; no son solo una jerga que usamos sin conexión con nuestra forma de ver la vida. Hablamos de estructuras, hablamos de crear, hablamos de conceptos, hablamos de proyectos, hablamos del tiempo y hablamos del fluir. Hace tiempo que usamos nuestras propias palabras, pero no había comprendido la importancia hasta ahora de ese hecho.

Quizás porque fluir es todo lo que queremos hacer; a nuestra manera. Cristian hacia el corazón del mundo, yo hacia su superficie.




Poco a poco voy ligando mi futuro más a RLG, la aparente locura, que a mi carrera universitaria, el charco salvavidas de un estanque al que no pertenezco. Es algo que viene ocurriendo desde hace tiempo, y no he hecho nada por evitar. Esta serie de artículos es una constatación de este hecho, y lo sabéis. Mi viaje a través del camino del puño rápido así me lo exige, con su innegable lógica aplastante:

Si quieres algo, cójelo.

Seguramente ya pensabais en mi como en el chico que pasa mucho del instituto, la universidad y en general cualquier cosa ligeramente impositiva; pero esas ideas han llegado a unos limites que mi yo de hace unos años se aterraría de mi extremismo, a la misma vez que se sentiría seducido por la idea de que puede imponer sus propias normas y desafiar aquellas cumplidas por quienes odia, independiente de la idea en si misma; lo se porque yo también me siento seducido por ello, pero quien no lo estaría si viese en su palma la posibilidad de crear su propia realidad.

Me hago completamente culpable de mi irresponsabilidad y a la vez soy incapaz de sentir culpa alguna por algo de lo que no me siento responsable. No contemplo el proyecto como una salida, como un viaje que parte de una estación para volver algún día al camino de la mano derecha. Si quieres hacer alguna estúpida metáfora con caminos y trenes y estaciones, quizás deberías primero mirar a tu alrededor y ver en que viaje estas embarcado tú sin darte cuenta; a miles de kilómetros por hora alrededor de la vía láctea, junto a siete mil millones de almas, hacia el más profundo vacío interestelar.





No me siento culpable de querer todo esto, siento nostalgia de la sensación de la que os he hablado antes, de la sensación de integrar con las aguas en vez de querer alejarme de la orilla, sensación de fluir, sensación de ganar.

No le pidas a alguien que abandone algo así. No le digas al vagabundo que vuelva a su casa, no le digas al inmigrante que se vuelva a su país ni al navegante que el mar no puede ser su patria. Es normal que quiera estar donde me sienta fuerte, igual que en el viaje inducido por las trufas todos sentimos en algún momento la necesidad de que no se terminara, igual que negarte a salir de una cama cuando tienes a tu lado la fuente mas importante de felicidad, por la simple razón de que cuando eres feliz quieres seguir siéndolo. Es algo que puedes manipular ligeramente, boicotear, es algo que puedes posponer, es algo que puedes decidir; pero solo para que vuelva, imperativamente, a manifestarse en tu vida en un sentido mucho más amplio; eventualmente vas a dar un paso hacia atrás y veras que ha sido así a lo largo de toda tu vida.

Tiempo habrá de hablar con tranquilidad de mi experiencia, de la figura de escritor, sobre el escribir y sobre Random Local Guys. Pero de entrada, me niego a contemplar el viaje como una parada a estaciones sin conexión, quizás si cuento lo ocurrido a su alrededor, la situación fluctuante de mi vida, podréis tener la sensación de algo parecido a entenderme, pero hasta dudo de que eso sea mi intención; la comunicación no es siempre lo que parece.





Este fin de semana volví a Sant Feliu, solo de paso, a ver gente que me importa, a recoger un par de cosas,y como puente al camping donde cada año vamos con gente cambiante y espíritu constante. Me encantaría hacer una crónica, explicar en su totalidad como fue o tener alguna foto que enseñaros. Pero lo he consumido todo, todo es para mí y no os pienso dar. Podéis repetir mi experiencia, pero no mi aventura.

El camping ha sido siempre un punto de oasis en los últimos tres inicios de verano. Yo mido los años en campings, y si por mi fuera se empezaría el calendario cada año al volver de él.

Para que os hagáis a la idea, el primer año me presente conociendo tres de las once o doce personas que fuimos. Me embarqué en ese viaje, casi de casualidad, con David Román y Jess, su novia por aquel entonces. Con David hablaba en clase cuando no estábamos ambos durmiendo durante el primer año de bachillerato, un día nos encontramos delante de una panadería, empezamos a hablar y emprendimos una aventura a Figueras que culminó con la compra de una ingente cantidad de cerveza a las cinco de la tarde, un par de anécdotas con la policía, un concierto de los Mojinos Escocios y dormir en una cuneta de la carretera. Eran otros tiempos. Esa aventura condujo irremediablemente a la siguiente, y esa a la siguiente. Hasta el camping. Ni siquiera me importaba hacer de sujetavelas, ni me sentía como tal.

Venga va, ya que estoy voy a contar un poquito más.

La tercera persona que conocía del grupo era una chica por la que sentía bastante curiosidad en aquel entonces. Quedamos en un supermercado para poner rumbo a Sant Pere Pescador, y nada más marcharse el coche de su madre después de descargar una maleta enorme llena hasta los topes de los diminutos de trapitos que usaba como ropa, se maquilló delante de un espejo de la entrada del súper y se cambió a una ropa digamos, más ajustada. Un poco forzado todo, pero no puedo sino sentir sana admiración pagana a este tipo de conductas, rayanas a un tipo de neorrealismo icónico contemporáneo (estoy trabajando en este concepto, el nombre aún es demasiado largo). Me gustó, eran otros tiempos.

Antes de nada, tenéis que comprender que yo no era el mismo gigante de la industria de la manufacturación de dildos personificados que soy ahora, ni tampoco tan fantasma. 




Había un grupo de pseudos (pseudo-canis, para que me entendáis) en el camping que conocieron a los otros integrantes en años anteriores. Eran unos cinco o seis chicos adolescentes, completamente embobados por la chica vestida de pseudogotica que veían ante sus ojos, que interpretaban como fácil por vestir la ropa que le daba la santa y real gana. No se molestaban en ocultar sus intenciones reproductivas con la muchacha, a quien seguían, junto a Jess, a todos lados; validándose entre sí, intentando atraer su atención y demás ritos de apareamiento del pseudocani contemporáneo.

La chica, junto con Jess, se dejaban querer por la atención y nos encontramos David y Yo completamente a nuestro aire, ajenos a un grupo del que sentíamos poco menos que asco y del que no queríamos participar. Teníamos nuestro propio rollo, forjado a lo largo de curso a golpes de conversaciones en voz alta durante clases eternas y de siestas conjuntas en innumerables mañanas de invierno. Bebimos cerveza de unas litronas que quedaron elegantemente esparcidas por la parcela de nuestra tienda, y escuchamos música mirando al techo de la tienda, riendo y contentos en la mejor borrachera que he tenido el gusto de pillar nunca.





Por alguna razón que en ese momento no nos preguntamos en absoluto, las chicas vinieron a buscarnos, y obviamente una vez nos encontraron no se fueron a ningún sitio. Nos pusimos a leer una libreta llena de chorradas que habíamos llenado a lo largo del curso. Los pseudos se arremolinaron alrededor de nuestra tienda, alguno intentando entrar en nuestro rollo, a lo que no puse impedimento alguno, todo lo contrario; cuanto mas entraban en mis dominios, mas se manifestaba mi posición dominante.

En aquel entonces yo estaba aprendiendo un par de cosas sobre dinámicas sociales, psicología evolutiva y chicas. Ahí donde fuera, era todo un experimento, y para mi sorpresa, funcionaba.

No podían sino asistir impotentes a un espectáculo que no podían comprender. Desde mi mp3 yo me limitaba a poner Openings y Endings de animes y cantarlos a viva voz, a rechazar la atención de una chica la que ya no quería, hablar entre risas con David y hablar directamente con los pseudos desde una posición claramente dominante, cuya naturaleza no entendían. Pasaron un par de cosas más, me fui a una de las habitaciones de la tienda, y desde allí agarre la mano de la chica, que entró a pasar la noche conmigo.






Fue divertido, aunque no pasó de ese día, pues nunca más nos hemos vuelto a liar, que yo recuerde. El día siguiente fue un reset de la situación; nos despertamos separadamente y uno a unos fuimos yendo sin decir nada a la piscina, donde nos reuniríamos y acabaría siendo un inevitable punto de reunión después de las borracheras nocturnas que suelen marcar estos eventos. Llegaron nuevas chicas que yo solo ligeramente conocía pese a haber mediotonteado con una de ellas alguna semana antes. Los pseudos, diligentes, reagruparon filas y se propusieron aprovechar su nueva oportunidad para rehacerse del desastre de la noche anterior.

Obviamente, no lo consiguieron, desaparecimos nuevamente con David, completamente a nuestro rollo hasta que un número desconocido sonó en mi móvil. Era Borja, quien me preguntaba por los legendarios planes para esa noche. Tuve que declinar muy a mi pesar esa invitación y miré el móvil, que contaba con unas 10 llamadas de números diferentes que resultaron ser de las chicas.

Fuimos con ellas, jugamos a absurdeces, hablamos y nos refugiamos en un ciber a beber más cerveza y decir burradas. Los pseudos nos observaban desde el otro lado de los sofás, con una expresión difícil de definir. A lo largo de la noche se emborracharon masivamente dando muestras cada vez más patéticas de pretender follar esa noche con cualquiera, me robaron una chaqueta en un intento de chafarme la noche que después calificarían como épica, supongo que para cubrir sus egos. Pero fue demasiado tarde, para ese momento yo me estaba liando con la amiga de la chica con la que había mediotonteado semanas antes. Una chica que me gustó, con la que pasé algún tiempo después de ese camping, con la que vivimos algunas aventuras y seguimos en contacto, aunque ya en otra clave; nuestra atracción mutua era un eco de esos días, mezclada con algún encuentro posterior, mi necesidad de sentirme necesitado y su necesidad de una teórica estabilidad emocional.

Estos años ha seguido viniendo al camping, y fue indudable protagonista del segundo.





El segundo año de camping también fue esplendido, aunque carece de giros inesperados y de la fuerza narrativa del primero y el tercero.

El tercero ha sido esplendido, con giros inesperados y una importante fuerza narrativa. Pero es mío, solo mío.

No lo necesitaba esta vez, quizás por eso ha estado tan bien. Tampoco necesitaba el viaje psicodélico. Hablando con propiedad, no necesitaba nada en esta vida excepto beber, comer y dormir. En mi organización cronológica de los días del año como pre o post-camping, interpretaba el evento como el fin de un ciclo, como el destino de un viaje, y quería escribir sobre todo antes de ello, para tener una página en blanco a mi llegada.

Me equivoqué.

Igual que hiciese hace unos meses en el concierto de vita imana, dar un par de pasos atrás fue el mejor paso adelante posible. Mi entusiasmo no es palpable; llevo un par de días en mi piso y nada se ha hecho. No hay excusas, no hay Sevilla, no hay futuro, no hay mañana. No hay nada, no hay reacción, no he recargado energías para hacer algo que ya no quería hacer en primer lugar.

Suenen campanas de una dirección que no esperaba. Porque lo que menos esperaba era que todo fuese tal y como había planeado. Que se materializasen mis ideas. Después de todo, solo puedo actuar como un sorprendido excéntrico Doctor Frankenstein que contempla con asombro como su creación cobra vida propia, pese a ser lo que exactamente pretendía. Asombrado, observo como ilumina algo que yo mismo he puesto allí. Concepto y forma se confunden, hay grandes ideas pero requieren trabajo. Solo quedan gestos y solo quedo yo. 




De todo, me quedo con Cristian, con sus llantos a la luna y su suerte jugando al pokémon stadium.

De todo, me quedo con Borja, entrando esta mañana en mi piso, con una sonrisa radiante y energía nueva.


¿Habéis notado,
el olor a verano en el aire?

En el calor,
en la piel,
en el tacto.

¿Alguien recuerda la risa?

¿Que mueve el viento, 
crea las mañanas
y oculta las noches?

¿Alguien se acuerda de cuando tenía veinte años, cuando todo lo que importaba era una chica, una canción y un par de planes?




¿Alguien recuerda mirar a los ojos?
¿Alguien recuerda siquiera algo?

Ya ni me importa si lleva leggins
ya nada me importa nunca mas
excepto los gestos,
excepto los leggins,
excepto si esa chica
tiene en la cara dos soles
que sin palabras hablan

(tan tan tan tantantan)

(silencio)

que sin palabras hablan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario