Random Local Party - Episodio III




Cuenta la leyenda que hace muchísimo tiempo, en un lejano reino, unos valientes caballeros se reunieron y decidieron acabar con la tiranía de las noches de fin de año en Playa de Aro. 

Las arcas del reino no podrían soportar los grandes dispendios que el tributo a tan casposo destino festivo ocasionaba, la música se antojaba despreciable, el aglomeramiento y la falta de libertad, insoportables; y incompatibles con el sagrado juramento al que habían jurado lealtad. Para solucionar la crisis, armados con un par de ordenadores, unos cartones y la llave mágica al reino prohibido; nuestros tres caballeros desafiaron el mundo entero y celebraron una fiesta en Sant Feliu en fin de año, seguido de una en Carnaval, que aún hoy los bardos lloran al recordar y de la cual los puretas ancianos del lugar afirman escuchar un eco sibiloso cuando el oeste mece los árboles, un eco que parece susurrar:

No hay mañana...

Con el tiempo, la historia se convirtió en leyenda; y la leyenda, en mito. Nadie recuerda exactamente el lugar ni los nombres de aquellos que lo organizaron, pero aunque su recuerdo se ha borrado, la leyenda se respira aun en el viento. 

Aún hoy, en un remoto tenis de Sant Pol, cuando Random Local Guys cumplieron un año, lo celebraron montando un fiestamen para que sus miembros se convirtieran en hombres valientes como aquellos de la leyenda. Aquellos cuyo corazón viste de amarillo-pollo, y portan un disfraz de Jesucristo que disipa las tinieblas.





Lo primero que debéis saber de la fiesta es que fue un completo y absoluto desastre. El suministro de alcohol fue caótico, nos echó la policía a patadas a media noche, faltó mucha gente, nos falló la luz, nos falló la música, no teníamos hielo, íbamos muy tajas como para controlar nada y los medios decidieron no cubrir el evento.

Bueno, quizás todo eso es exactamente lo único que no debéis saber. Volvamos a empezar.




Era una soleada tarde de finales de junio. 

Yo me encontraba aproximadamente en la situación de Semana 42 y planeábamos una fiesta para dar la bienvenida al verano. Yo tenía exámenes, así que en teoría participé poco en la organización del mismo, aunque a la práctica llevaba yo la música e hice un montón de difusión personalizada para asegurarme que grupos estratégicos (es decir, que solo yo conocía) viniesen a la fiesta.

Por primera vez, teníamos un sitio de puta madre en teoría completamente legítimo para montar una fiesta. Íbamos a presentar a nuestros nuevos miembros de quien hablé en Semana 40. Sería una fiesta legendaria, nada podía fallar; esta vez habíamos tenido tiempo para pensar mejor que íbamos a hacer, yo no conocía el sitio pero por las fotos parecía bastante prometedor: espacio vacío, electricidad y un techo.




Además de entre exámenes, yo me encontraba en plena mudanza de mi piso de Barcelona, ese mismo día por la mañana habíamos estado llenando de mierda una furgoneta y yo y Paula nos habíamos personado en Sant Feliu. Reuní todo de objetos imprescindibles tales como espadas, neveritas, sacos de dormir, ordenadores y disfraces y al toque de llamada perdida de Cristian, salí a la calle. 

Era una soleada tarde de finales de junio.




Rápidamente bajé a casa de Cristian vestido con pitillos negros, camiseta de Iron Maiden, pelo largo recién sacado de la ducha, un brazalete negro y gafas oscuras. Hacía mucho que no me vestía de metalero, me sentía un auténtico hijo del metal. Él se rió al verme, yo me reí de su estúpido nuevo pelo corto y nos fuimos a rescatar a Joan, que sin conocer Sant Feliu se había perdido con el coche. Ya con Joan y un medio de transporte motorizado recogimos nuestras preciadas pertenencias y compramos tabaco. A pasar por mi casa a por el saco de dormir que contenía todo lo mío volví a mojarme el pelo del puro calor que hacía. Joan me vio y se rió, a lo que solo podía yo responder con una amplia sonrisa.

Recogimos a Yeray y a Paula y nos embarcamos hacia nuestro lejano destino.

En nada y menos, atracamos en un mercadona donde compré unas ocho botellas de cava y unas ciento cuarenta latas de cerveza. Las provisiones de la última fiesta, arrastradas a mano desde el sitio de compra hasta su destino, fueron la mitad y se terminaron a las dos de la noche, así que un sencillo cálculo me llevó a esta bizarra cantidad. Parece elevada, pero el birreo constante es necesario para el buen fluir de la noche, y prefiero gastarme eso en cerveza barata del súper para todos que comprarme tres cubatas en Playa de Aro.

Además, no es un gasto, es una inversión. 

Ahora sí, íbamos hacia el tenis donde tenía lugar la fiesta.




Íbamos muy sobrados de tiempo, tanto, que decidimos perdernos mogollón y meternos en la autovía dirección Palamós sin pasar antes por Castell. Poco nos importaba, alternábamos la música del coche de Joan: una mezcla de temazos de Miley Cyrus, Avril Lavigne y demás calaña que cantábamos a pleno pulmón, junto con un CD del 3xl lleno de openings que nos encargábamos de corear por los mensajes de voz del guatsap a todo el que quisiese escucharnos. Yo tenía en el maletero un ordenador lleno de openings buenísimos, que siempre acabamos poniendo cuando la fiesta alcanza su clímax, alrededor de las seis de la mañana.

Entre risas y comentarios, llegamos, y aún era una soleada tarde de finales de junio.

Desempacamos el equipaje y miramos a nuestro alrededor. Había un montón de cosas que hacer.

El sitio era grande y había espacio, apartamos mesas de ping-pong, mesas de comedor, sillas y demás en una configuración que estuvimos discutiendo bastante rato. Pusimos una y otra vez de mil maneras las mesas donde íbamos a poner música, ornamos la sala con banderas de Jim Morrison, Bob Marley, carteles de No Hay Mañana... pintamos con los sprays de pintura una funda de colchón que había sacado de estraperlo de mi casa y lo colgamos lo que más buenamente pudimos. El sitio tenía un campo de fútbol y uno de básquet, bastante grandes, y decidimos situar todas las mesas y sillas delante, conectando con una puerta doble y una ventana inmensa la sala principal, con la idea de que la gente que quedase allí y fuese entrando a la sala principal conforme la fiesta se animase.

Situé los ladrones y fui poniendo música durante el proceso con el ordenador auxiliar (para momentos de apuro), porque el portátil grande hacia un poco el tonto, algo común en él. Enchufé todo el sistema de música, potente, con la idea de ir subiendo el volumen paulatinamente durante la noche y jugar con él para hacer subidones y los efectos rudimentarios que no podíamos hacer por falta de mesa de mezclas. En el ordenador pequeño solo tenía algo de rock, así que a golpe de la música que escuchaba en 2010 montamos la sala; dejamos la mayoría del alcohol en una nevera algo escondida y el de consumo más inmediato en una de acceso público, llegó algo de gente, preparé el cava en las neveras (backstage) con hielo comprado por Joan (las neveras no funcionaban) y dejamos (casi) todo listo.

Y entonces, empezaron los problemas.

El ordenador no es que hiciese un poco el tonto como de costumbre, es que se bloqueaba nada más encenderse de formas muy raras y espectaculares. Dentro, tenía sincronizada en el Spotify la música con la que habíamos de pinchar Cristian, Borja y yo. Pasé horas, en vano, intentando solucionarlo. No teníamos con que pinchar.

Durante esas horas, Cristian se tuvo que encargar de todo lo demás, así como Joan de ir a comprar hielo y hacer otras cosillas que parecen nada pero requieren atención, pues Borx y Paula tenían compromisos en la Tzvr, y los presentes, aunque altamente colaborativos, deambulaban un poco como un pollo sin cabeza. Durante ese tiempo, me privé tanto de comer como de beber cerveza, de lo vital que era recuperar el ordenador; fue llegando gente y cuando me quise dar cuenta la situación ya estaba desbordada. No habíamos organizado los turnos de poner música, había un partido de futbol en marcha, mucha más gente de la que tenía energía de saludar e ir introduciendo a la fiesta (algunos apenas conocían a nadie, ni sabían que podían coger cerveza), el guatsap me ardía en las manos, así como llamadas de todos los colores y sabores: preguntando donde estaba el sitio, como se llegaba en coche, si había sitio para follar, que al final no iban a venir, etc.

El sitio de las mesas y las sillas, muy bien puesto, tenía el inconveniente de que, cuando encendimos las luces, no funcionaban, así que tuvimos que encender las generales del campo de fútbol para que se viese algo, lo que contribuyó de forma determinante que la gente se expandiera por todos los rincones de la finca cual gas caliente.

La luz del interior, que debía ser tenue y de ambiente festivo (los extasiados son muy sensibles a las luces intensas), fracasó; pues el foco que debía iluminar la sala no funcionaba y tuvimos que usar un fluorescente normal cubierto con una bandera gigante de Jim Morrison, que no fue suficiente para apagar su resplandor incandescente.

Iba llegando más y más gente y estaban por todas partes excepto en la sala donde debían estar. La nevera auxiliar no fue tal y hubo un caos mayor con el alcohol, la zona de backstage no cerró la puerta de entrada así que se convirtió en un sitio de paso habitual en vez de exclusiva de los dj, no teníamos apenas música así que dejamos a la gente que campara a sus anchas y, en definitiva, perdimos completamente el control de la situación.

No teníamos el control de la música que estaba siempre al máximo ahuyentando la gente de entrar en la sala, pues no se podía hablar; no conocíamos a la mitad de la gente, había peña por todas partes, no había cenado, tenía ciento cuarenta cervezas por abrir, no tenía ganas de beber, mi pelo se había secado y encrespado, diez euros de m se pudrían en mi bolsillo, Cristian estaba exhausto, preocupado ofuscado de tanto trabajo, Joan en medio de un mar de desconocidos y Borja y Paula desaparecidos.

Después de los últimos intentos por parte de un simpático metalero conocido como Sergi, renuncié a intentar resucitar el ordenador y salí de la puerta principal para saludar un par de grupos de gente sin inmiscuirme demasiado en ninguno de ellos. Saludé, me senté, me levanté, analicé la situación, me mojé el pelo recuperando mi aspecto original y entonces convoqué una Random Local Reunión de Urgencia con Joan.

- Joan Joan Joan, he de parlar d'una cosa
- Digues digues
- Tinc un pla
- Digues
- Anem a emborracharnos
 



En realidad, todas las otras fiestas habían sido un caos absoluto desde el principio, con la excepción de que alguna mágica fuerza del universo hacia que todos nuestros problemas se solucionaran por arte de magia.

Esa fuerza era, en parte, el alcohol; y la otra y quizás mas importante, una suerte de suerte desmesurada. Fuerza con la que contamos su asistencia pese no haberla confirmado de primera mano.

Bebimos una, dos, tres cervezas, fumamos de algo que nos dio Pep y todo cobró otro sentido. Mientras seguíamos bebiendo, hablando con la gente y descorchando champán, se me ocurrió la idea de mover todas las mesas de música fuera, donde estaban las mesas.

Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.


Allí, pusimos de nuevo rock haciendo malabarismos entre mi ordenador auxiliar, móviles y no sé qué aparato más. Llegaron finalmente Borx y Paula junto a un nuevo torrente de gente y ya ni siquiera me importó no estar liándome con nadie, ni que ningún juego desfasado desafiase el sentido común, ni que hubiesen veinte o más personas jugando al futbol en vez de drogándose.

Saludé mucha más gente, resolví nuevas y variadas acusaciones de estar saliendo con cierta o ciertas chicas y me instalé relajadamente y por primera vez con un grupo de gente de Palamós a beber algo y tener una conversación normal.

La fiesta fue evolucionando hasta trasladarse de nuevo dentro de la sala, con grandes momentos de éxtasis y música máquina que no tengo ni idea de quien estaba poniendo. Salió gente disfrazada de alguna parte y yo me enfundé mi disfraz de pollo, que luego pasé a Pep y me quedé con la capa, y más tarde recuperé y volví a dejar y así un par de veces. Lo único que lamento es que íbamos todos demasiado pasados en ese momento como para hacer ningún tipo de foto ni vídeo, así que el momento álgido tanto en actividad como en asistencia de la fiesta queda indocumentado. Descorchamos más cava y lo pasamos en grande hasta que, en cierto momento, vi unas luces características.




Entraron disparados dos policías uniformados en el recinto preguntando por el responsable y les intercepté sin pararme a pensar si mi indumentaria era la más adecuada para recibir a los agentes del orden y la ley (el disfraz y una botella de cava en cada mano). Por suerte apareció Masca, quien nos había dejado el local, y se puso a hablar con ellos, así que aproveché, chapé la música y le dije a todo el mundo lo que estaba pasando.

Después de intentarnos meter algo de miedo, los policías se quedaron en la puerta esperando a que nos fuésemos a nuestra puta casa. Recogí rápidamente todo lo que pude dentro del saco para que estuviese a salvo, y reuní el mayor número de gente posible para terminar la fiesta en la playa, donde, armados con un par de guitarras, aún mucha cerveza, muchos cubatas y mucho cava terminamos la fiesta, anunciando los nuevos miembros desde lo alto de los toboganes de los patinetes de la playa de Sagaró unas cuarenta personas, hasta el amanecer.

Al final, la fiesta en la que todo falló, resultó ser una fiesta condenadamente buena. Con partes que recuerdo, con partes que no, con partes que contar y con partes de fucker metalero. Honramos la memoria de esos héroes de la fiesta de fin de año y carnaval y dimos una más que digna bienvenida al verano.




La única pega, es que ahora no tenemos donde celebrar la próxima fiesta. La de carnaval tuvo un aforo muy variable de gente que iba y venía, de unas 120 personas; esta, de aproximadamente el mismo número, constaba únicamente de gente que había venido expresamente, sin contar la que vino más tarde de las tres y nos encontró ya desalojados. Toda esa gente, había venido no de paso ni de casualidad ni de voy un rato y ya si eso no sé lo que haré después, esa gente había venido expresamente allí. No sabemos lo que alertó exactamente la policía, probablemente algo consecuencia del descontrol.

No sabemos dónde ni cuándo va a tener lugar la próxima, pero tanto como si queréis repetir como si no queréis que os lo cuenten, vais a tener que venir. 

Ese día, cuando llegue, será jodidamente épico y os prometemos una fiesta 100% Random Local Guys, con camisetas, con openings, con ligues, con cerveza, con los grupos de chicas que no vinieron al final, con mucha tralla, con mucha música, con la misma buena gente, el mismo alcohol, el mismo buen rollo y la misma ausencia de una mañana siguiente.

Hasta el momento, solo nos queda disfrutar de RLCampamentos, RLDJ's en la Goleta, en la afterparty del SFeliuFest y mañana jueves 7 de agosto en Skull.













No hay mañana.
Ya es mañana.
No hay mañana.
Ya es mañana.
Chati se va,
por ahí va,
se pierde en el horizonte...


2 comentarios:

  1. Los héroes de la fiesta de fin de año y carnaval; son una dualidad del mismo universo, tales como el espacio y el tiempo, fuerzas incontrolables y desmesuradas que han ido encarnándose en diversos héroes a lo largo del fluir del tiempo; tal como sucede en The Legend of Zelda. Este es nuestro momento, habrá tiempo para celebrar, hacer la croqueta sobre nuestra gloria y firmar autógrafos por la calle, pero antes, debemos salvar esta tierra, tenemos que restablecer el equilibrio en la fuerza.

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