[Semana 32] Orange County Suite


Tuve un encuentro cara a cara con ese ser formado de energía, con esa entidad. En seguida pensé en mi última y traumática experiencia, en la que estuve en contacto con la muerte. No se si aquella entidad era la misma, y por tanto, en vez de la muerte, lo de la última vez era la “deidad” con la que te pone en contacto el LSD. Empecé a sentirme amenazado, mi postura se tornaba débil y sumisa y esa entidad empezaba a coger poder sobre mí, pero cambié mi pose, volviendose confiada, segura y dominante, no permitiéndole poseerme;  cambié mi actitud y no le dejé entrar dentro de mí, me mantuve fuerte y se alejó. Evité entrar en un peligroso infierno.



Sentíamos una fuerte incomodidad, un agudo dolor en la espalda, y la búsqueda de la comodidad nos obligaba a adoptar extrañas posturas, cuanto más nos adentrábamos en esa necesidad, y sin darnos cuenta, mayor era el alivio, y cada vez entrábamos en un mayor grado de trance.

Las alucinaciones eran muy fuertes, no venían porqué si,  había que ir a buscarlas, cerrando los ojos, y con un sencillo ejercicio mental. 


En ese mundo recorríamos el bosque en el que nos encontrábamos, pero todo era más oscuro; a medida que avanzábamos llegábamos a un punto en el que los árboles y sus raíces tenían ojos y bocas; esas especies de caras tenían expresiones indescriptibles e inimaginables, algo parecido al sufrimiento habitaba en ellas; el conjunto de visiones parecía una película expresionista. Entonces, las raíces abrían la boca, en una especie de ruidoso lamento y mientras se encogían hacia atrás dejaban paso al nacimiento de nuevas raíces, que emergían de las bocas en estado de deformación, y así consecutivamente, a una acelerada velocidad. Progresivamente  todo dejaba de tener una forma estable y en ese punto estallaba, y todo se tornaba fractal, patrones geométricos en movimiento por todas partes; era como estar dentro de un caleidoscopio, todo lleno de colores y asombrosas formas.

Al principio teníamos que ir a buscarlo, pero una vez habíamos estado allí, él nos seguiría hasta aquí; y entonces, ya no sería necesario cerrar los ojos para alucinar.



En ninguno de mis anteriores viajes había sentido la llamada, te fijas en un punto, y sin decidirlo te diriges a él, te adentras en el bosque, y el camino que sigues está predeterminado, no dudas, a pesar de que no es la vía más sencilla; es necesario apartar ramas, agacharte. Esa llamada te lleva hasta un sitio, y una vez allí te das cuenta de lo que ha pasado. La sensación que sentía en ese momento era la misma que siento al escuchar cierta parte de Stairway to Heaven, cuando habla del flautista que nos guiará hasta la razón, solo que al escuchar la canción imagino un mundo, y dentro de ese mundo siento eso; esta vez me encontraba en ese mundo, y no me imaginaba ninguna sensación, la sentía, y con mucha intensidad. Estaba siendo guiado por un sonido inaudible emitido por un flautista invisible.


Éramos cuatro, pero solo tres entramos por completo al viaje, y creo que yo jugué un papel importante en ayudarles a que cruzaran la línea, y el cuarto miembro no me quiso seguir; pero tres de cuatro, está muy bien, la última vez fuimos dos de seis.

El caso es que el LSD te lleva de viaje dentro de ti mismo y tienes que estar dispuesto a dejarle entrar, y después a que te lleve, y eso supone un ligero esfuerzo mental, que muchos hacen inconscientemente, pero otros se ofuscan y se mantienen cerrados, evitando que la experiencia se lleve a cabo. También hay gente que simplemente está demasiado vacía, y nunca podrá tener una experiencia así.



Cuando oscilamos entre la vigilia y el estado onírico, podemos tener pensamientos muy abstractos y entenderlos a la perfección, pero cuanto más nos alejamos del mundo del sueño pierden el sentido, y nuestra consciencia no nos permite asimilarlos. Esto nos pasaba constantemente a pequeña escala, con idas y vueltas; y también pasó a gran escala, con todo el viaje en sí; ya no puedo recordar las sensaciones, no puedo entender aquellos conceptos, y mucho menos percibir la música de aquella manera, evidentemente. Pero es importante hacer un esfuerzo en conservar algo de todo aquello, y aplicarlo de alguna manera a este mundo; si así se hace se puede mejorar en muchos aspectos a nivel personal.

Aquella misma tarde, al salir de casa me encontré unos pantalones llenos de colores y formas increíbles, que me pondría para el viaje; y ya habiendo tomado el tripi, nos encontramos con una serpiente en medio del camino, interpreté ambas apariciones como buenos augurios.



El amigo al que no le subió bien se pasó toda la tarde haciéndose porros hasta que se quedó sin, y ya que no estaba disfrutando, y nosotros sí, se sentía incómodo y quería largarse; se pasó todo el rato intentándonos convencer de que nos fuéramos, y cuando empezaba a oscurecer consiguió que aceptáramos. Él era el único en condiciones de conducir, y aunque el coche no era suyo, evidentemente, fue él quien nos llevó.

En el camino de tierra para salir del bosque se le caló dos veces; realmente él tampoco estaba capacitado para llevar un choche; pero no había alternativa. Tuve una visión de nosotros estampados en medio de la autovía, todo era negro, había mucho dolor; a pesar de ello, el viaje fue increíble, lo disfrutamos de una manera asombrosa, hasta que tuvimos que coger la carretera. El propietario del coche también se percató de que no conducía precisamente bien, y en su esfuerzo de ayudarle me daba la sensación de que solo le ponía más nervioso (pero realmente le ayudó).



Entrar en Sant Feliu fue un alivio, y en el primer parking aparcó, y se largó. Nos quedamos los tres entripados tirados en las afueras de nuestro pueblo, sin sitio a donde ir, y con horas de viaje aún por delante. Vagamos perdidos por los alrededores, volví a sentir la llamada, y me adentré en un trozo de bosque totalmente a oscuras, no tengo ni idea de cuánto estuve allí, pero fue una de las experiencias más maravillosas de mi vida; escuché sonidos de pájaros que no tenía ni idea que habitaban esa zona y encontré cosas muy bestias, es curioso, porque si fuera fumado, o incluso normal, seguramente, pasear por esa zona me hubiera causado miedo, y hubiera sido víctima de la paranoia; aparentemente, con LSD debería ser peor, pero no, justo lo contrario. Poco después encontramos nuestro lugar, y allí permanecimos débiles el resto del viaje. 

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