Vida Universitaria - Obras Completas



En una especie de continuación de la aclamada serie poco seria de artículos algo parecidos a:

Día 296 a la Vila Universitaria.
Hoy los nazis han entrado en el bunker de los elfos y se han llevado todo el mithril, ya no podemos fabricar cuchillos para nutella, repito, ya no podemos comer nutella sin que se nos llenen los dedos de deliciosa crema de chocolate fundida. 
Cambio y corto. Paz.

Llega una dramatización de como se vive en primera persona una vida universitaria común y corriente como la mía. Si algunos de los personajes de esta serie totalmente de fantasía encuentras que se parece a ti o a alguno de tus amigos en el nombre o en las cosas que ha hecho, guarda el numero de tu abogado que todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Te lo prometo. En serio. Confía en mi.


Vida universitaria.
Semana 1
Barcos y putas



En realidad ha sido solo un fin de semana y un intenso día de reencuentros constantes e inesperados. Pero lo mismo es ir al salón del manga y también se hace laaargo.

La vida en la gran ciudad es bastante rara. La ciudad te arrastra y hace contigo lo que quiere; ir y venir de situaciones. Si a la ciudad le da la gana que estés contento, te va a encontrar con alguien inesperado, si te quiere jodido ese alguien será una ex, y te vas a tropezar en el metro y te van a robar el móvil y te va a joder más lo de la ex y su nuevo novio. 

Yo venía con intención de dejar reposar mi Espíritu de Verano 2013 que tantas cosas geniales me ha hecho pasar, pero, lamentablemente, en un fin de semana, me he encontrado en un piso genial con vinilos de Pink Floyd, me he mudado a Barcelona sin llaves ni nadie en el piso ni forma de demostrar que vivía allí, ni haber visto el piso antes, nos han estafado en el Burger King, hemos encontrado un bar donde nos dejan tocar el piano, me he cruzado dos veces con Loulogio, me he colado en el metro, y hasta ayer tenía la espalda llena de arañazos. 

Otros días es como un poble de mala mort mas grande y llueve, te quita el entusiasmo, compras 20 euros en fideos instantáneos y haces galletitas de chocolate en tu casa. Que bueno, tampoco esta tan mal.

No puedes sino dejarte llevar; a nadie le importa una mierda que vayas disfrazado por la calle, que ames mucho a tu novia ni que tengas 100 seguidores en Twitter ni que haya una tienda de ropa para lolitas góticas con Panic! at the Disco de fondo cerca del Norma Comics. Es genial, libertario e preocupante a la vez. En mi pueblo cuando alguien se tiñe el pelo casi sale en el diario. La única cosa que viaja más rápido que la luz que este universo son los falsos rumores.

Luego vas a la universidad y el ambiente campus te saca totalmente de sitio otra vez. Lo que antes era no ahora es si, chiquillas de primero aprovechando los últimos atisbos de calor veraniego para mostrar lo morenas que se han puesto este verano y la poca ropa que pueden llegar a llevar sin sentirse mal consigo mismas; gente con planes que se bebe cubatas el fin de semana igual que se come el mundo silenciosamente días más grises, gente haciendo chistes matemáticos a plena luz del día entre cervezas en la cafetería. 

Mola repetir asignaturas el primer año porque el primer año vas como un cerdito al matadero, y el segundo como Máximo Decimo Meridio en Gladiator (bueno, el principio, dos semanas después la cosa cambia). Alguien entra tarde en clase el primer día y llama a la puerta y pide disculpas. N00b. Se entra con auriculares y Coca-Cola, media hora tarde, no 5 minutos. Y si llegas 5 minutos tardes, te esperas lo suficiente a que parezca que te ha pasado algo realmente interesante. Ensaya tu entrada triunfal, sonríe con picardía, saluda a tu público y giña el ojo al profesor. Lleva siempre en el metro la carpeta de la UAB y ve con pose de superioridad intelectual y desparpajo. Pregunta en clase de laboratorio si hay que llevar toalla o ya
 te la dan en la entrada. Hazte satánico y pasea con botas góticas de plataforma aunque midas metro noventa. A no ser que vayas a la universidad a estudiar, entonces estudia. Y deja lo de molar a los profesionales.


Vida universitaria
Semana 2
Fracasos



Fracaso 1

La breve vida como estrellas de rock que empezamos la semana pasada estaba llegando a su inevitable final. Estábamos acabados. Llegué a ir a la universidad con camisa larga, chancletas y pantalones de básquet. Jugábamos a ser dioses. Todas aquellas orgías y millones de dólares quedaron atrás el jueves, recuperando nuestra juventud infructuosa en Mundo Caníbal, donde empezamos en la Vinya del Mar y terminamos dormidos humildemente en el suelo de algún piso del campus.


Fracaso 2

Me pasé un par de días enteros en mis aposentos sin salir, mirando HIMYM con mi nueva y flamante camiseta hippie, lamiéndome las heridas después de perder un partido a un FIFA 09 tan lleno de bugs que Messi chutó bien un penalti, el portero se lo paró acrobáticamente sin que nadie tocase el mando, y al salir por el córner subió al marcador.


Fracaso 3

Nos encontrábamos en el club de caballeros a rollo las 3:45 de la mañana un lunes debatiendo el pesimismo de Schopenhauer y fumando pipa cuando nos dispusimos a inyectarnos nuestra dosis de heroína Breaking Bad; que había salido oficialmente unas horas antes. Encontramos un link que parecía fiable, pusimos el vídeo a cargar, nos preparamos en el sofá como una gran familia y preparamos comida para pasar una agradable y memorable velada, para luego irnos satisfechos a las 5 a nuestras respectivas mansiones victorianas. 

Nos comimos, enterito, con patatas, guarnición y tarta con stripper dentro, lo que ha significado para mí, el mayor Rick Roll de la corta y placentera vida que llevaba hasta ese día. Vida que sin duda ya no volverá a ser lo mismo después de semejante mazazo emocional. HIJO DE PUTA el del vídeo hasta se había currado una introducción con recortes de otros episodios para, luego de la pantallita esa que pone Breaking Bad, sumirnos en la más profunda y bailable humillación. PLAS, PLAS, PLAS. Me quito el sombrero, la pipa y las gafas de pasta y nos vamos al metro prematuramente, para descubrir que precisamente ese día, un único día de las Festes de la Mercé, abre a las 5. Nos quedamos una media hora viendo el vídeo de rick roll en silencio con los chicos y unos 3/4 pasando frío y llorando silenciosamente delante de la estación de metro cerrada.


Fracaso 4

Hubo movimiento de gente el lunes noche. Para gozo de mis queridos invitados (y autoinvitados) y desgracia de la chica que duerme al lado del salón de mi piso de Barcelona. Este es el fracaso más entretenido por el que he pasado nunca. Contando incluso el día que atamos para hacer una broma a un amigo en el instituto y se lo llevaron unos canis. Éramos rollo 10 o 12 estudiantes de física, espaguetis, muchas toallas, una cámara de fotos, tijeras, música punk, el vídeo de Random Local Guys de fondo, bastante alcohol y una apuesta fuerte, de las duras, en la que fracasé miserablemente. 

Cuando todo terminó pensamos que sería buena idea ir al fórum. Y exactamente lo mismo pensaron los ocho coma dos millones de personas que nos encontramos allí paseando. Aún sin saber cómo, llegamos justo delante del escenario y luego volvimos. Me escapé, miré Harry Potter y las reliquias de la muerte, fui feliz y no recuerdo si me dormí o me desmayé pero tengo la almohada de color sangre. Que misterio. 

Habréis notado que no he contado realmente que hice el lunes por la noche ni porque se me apartaba la gente en el metro. Yo también lo he notado. Habrá fotos. Que nadie se mueva que nadie se lo cuente a nadie, si alguien lo quiere saber, que venga él mismo a randomlocalguys.blogspot.com a partir del viernes.

Actualización:


El lunes, contra todo pronostico, tuve que rendir cuentas de una apuesta que perdí por suspender álgebra II con mis amigos físicos. Y ese es el MAGNIFICO resultado. Creo que podrán deducir sin mucha dificultad lo que ocurrió.










Vida Universitaria.
Semana 3
My Baby Blue



Anunciamos que mi piso llega de lleno y con fuerza en el siglo XXI.

Tenemos internet.

Voy a comprar 300 euros en comida, condones y quizás crear un pequeño fuerte de almohadas para vivir el próximo mes. He estado tan desconectado del mundo que me acabo de enterar de la invasión de Polonia (cualquiera de ellas), de que un chico llamado Einstein apunta fuerte en una oficina de patentes y de que el Gangnam Style lleva pasado de moda desde que tus papis saben lo que es. Y el “ola ke ase” desde antes de nacer. Alguien se lo tendría que comentar a la comunidad mundial que anda sin internet.

Pero bueno, tampoco estamos aquí para decir qué DJ es o deja de ser gilipollas. 

He hecho cosas terribles estos días. He estado mendigando megas por wifis ajenas para ver Breaking Bad. No salí de fiesta un jueves. Pase dos horas en la facultad sin tener clase ni hacer nada solo para poder descargar el finalazo de la misma. He asustado innumerables señoras en el metro. Me fui a dormir a las 3 un sábado. Me he leído un Mondo Sonoro entero y me han salido gafas de pasta del susto. Hice deberes un domingo. He rechazado más maría esta semana que la que utilizaban en MTV durante los 90. Pasamos una noche entera reblogeando tetas por Tumblr haciendo comentarios sobre la composición lumínica de las fotos y he vuelto para contarlo. Me llamo Tipazo, quizás hayas oído hablar de mí.

Pero tampoco he venido hoy a plagiar El Nombre del Viento. Hoy he venido a plantear objetivos. Llevamos unos 4 meses con lo de Random Local Guys y hemos hecho mogollón de cosas guays bajo la bandera de Summer Spirit 2013. Pero lo de Summer queda ya bastante irónico incluirlo, así que pensamos en nuevos hypes y cosas menos summer que hacer. 



Voy a plantearme cosas que no haya hecho nunca durante periodos de una semana. Vamos a incorporar más madera y a expandir y recuperar nuestra plantilla de escritores. Con lo que esperamos también ramificar actividades y no solo hacer de DJ’s y drogarnos. Vamos a mejorar mucho el video RLG, creando una sesión de audio exclusiva para él y alternarlo con la música que vamos poniendo. 
Vamos a comprar una cámara de video y grabar nuestras mas casuales actividades, com fer snow, liar-nos chatis, llegir en silenci en una biblioteca o parlar catala en la intimitat. 

Objetivo de la semana:

Aprender a tocar mínimamente una guitarra. Leyendo el segundo volumen de mis proyectos personales tendré que formar parte de algún grupo antes de que me muera. Y por algún lado hay que empezar. Si alguien tiene alguna recomendación o critica de como toco después de esta semana o antes, o quiere unirse a mi proyecto, toda la ayuda recibida es de agradecer. Por fax, gracias.


Vida Universitaria.
Semana 4
I'm walking on sunshine





La semana ha transcurrido más o menos tranquila. Ya no recuerdo nada de lo que hago porque todo entra dentro de lo planeado, entramos en periodos de rutina universitaria; de terrible rutina universitaria. Nos movemos en un vacío existencial profundo entre mares de incertidumbre por la vaguedad y futilidad de nuestras vidas carentes de significado en este mundo capitalista que ha perdido todo rastro de humanidad y misticismo en pos de un progreso que nos lleva desde la nada a la más absoluta de las miserias, de la no existencia a pudrirnos decadentemente bajo una lápida que simboliza, muertos, todo lo que no fuimos en vida. Cementerios antiguos. Kafka. The Crow. Pintarse las uñas de negro. Cradle of Filth. Richmond.

¿Yo? ¿Gótico? Para nada. Aunque me gustan. Las góticas. Ejem.

Quizás el no acordarme de que he hecho esta semana no se debe a un problema existencial. 

De hecho entre testimonios y un poco de esfuerzo mental recuerdo algo aparte de BeCool con los chicos de Algo Más Duro y gente puesta de éxtasis hasta arriba. Recuerdo volver a casa después de escapar por el metro de unos canis a las 6 de la mañana. Recuerdo haberme despertado en la alfombra de mi salón y recuerdo haber mirado tumblr durante horas después. También he invertido mogollón de tiempo en el vídeo de RLG y no me he podido contener de profanar El Señor de los Anillos:

He cocinado cosas guay, he recopilado idas de olla para rellenar el vídeo, he visto mogollón de vídeos de fractales, escuchado mucha música para acompañar los viajes psicodélicos del vídeo, he aprendido a jugar con Jigglypuff en el SSBMelee, arrasamos cervecilmente un 100Montaditos, un sueco bastante mono con mogollón de tatuajes nos aplastó jugando a póker, remonté un 3-0 en el Fifa14 un miércoles a las 6 de la mañana, la vieja loca del piso de enfrente me acusó de robar las letras de metal que ponen “Cinqué” en mi piso. Hemos visto, como una familia feliz, capítulos de Pokémon, YuYu Hakusho y el documental de Rodríguez.

Con tanto ajetreo no me he acordado de que supuestamente tenia que aprender a tocar la guitarra.

En cuanto tengamos un proyector empezaremos en casa de Borx la plataforma Random Local Films todas las semanas. Por si alguien quiere compartir de vez en cuando nuestro eterno sufrimiento por esta vida tan vacía e insustancial.


Vida Universitaria
Semana 5 y 6
Ida y vuelta



La evolución que sufres al salir de tu pueblo de toda la vida y de la casa de tus padres es fascinante. Súmale el ambiente universitario, el conocer las personas adecuadas, el no ir al jodido instituto nunca mas y al hecho de estar molando bastante. Te verás en un nuevo nivel de libertad con el que solo apenas habías coqueteado si tus padres hacen viajes y no eras tan moñas como para ir siempre con ellos.





Tom Robbins cuando sus padres se van de casa por vacaciones.

Hablamos de libertad psicológica, obligaciones vas a tener más que nunca, niño pijo. Te vas a encontrar con problemas de cuya existencia desconocías. Eres alguien que lleva 18 años dando por culo en este mundo y no nunca te has molestado en aprender a hacer nada útil para tu propia supervivencia ni nada útil en general. No tienes ni puta idea de poner una lavadora, no sabes cocinar y ni siquiera entiendes la mayoría de botones del microondas, vas a ir a comprar cosas que nunca habías imaginado que existían las dependientas del super te van a encontrar buscando detergente y llorando al ver que hay cinco mil. No, tu libertad no es esa.

Libertad psicológica es cuando sales de tu normal marco de referencia. El marco que decía que estaba bien y que no. El marco que no aceptabas pero te rodeaba en todo momento. Tú puedes ser todo lo transgresor que quieras, pero no te vas a librar de él, porque la rebeldía interna sigue formando parte del status quo de un sistema. Transgredir un sistema o un marco no te aleja de él, solo te hace tomar una postura polarizada en su interior. Influye en nuestros comportamientos con aleatorios y sencillos comentarios, mirada de aprobación o desaprobación en los microcambios que vas emprendiendo en tu vida, antes de que puedas siquiera percibir nada o decidir racionalmente sobre ellos. Pese a tus decisiones internas decimonónicas y a tu filosofía personalizada, te vas convirtiendo siempre en una versión de ti que encaje con su entorno y acepten tus padres. Pues como siempre digo, satanás no se te aparece y te obliga a dejarte una cresta punk ni jesucristo te dice que follar por deporte es malo, los buenos marcos son mucho más sutiles.

Irse de casa físicamente no implica independencia psicológica. Hay legiones de estudiantes en Barcelona entre semana que huyen a su marco de referencia cada viernes. Y nunca se deshacen de el. Están eternamente conectados porque son incapaces de renunciar a nada. Huyen a sus amigos seguros, a su casa, a su mascota, a sus padres, a sus tuppers con comida preparada para toda la semana. A su zona de confort. A la seguridad de lo conocido. A veces por necesidad y normalmente por conformidad. No es tardolescencia, es cobardía. 

Tu libertad está donde la quieras encontrar, en esa tele que por fin se va a apagar y dejará de contaminar mi música; en cuando te vas del piso y no tienes que decirle a nadie a dónde vas. Dejar de dar explicaciones por trivialidades. Bajar en albornoz a comprar el pan. Hacer una fiesta un martes. Comer pizza durante dos días. Son pequeñas libertades de tu crecida sala de juegos, pero no es en pequeñas travesuras lo importante, no son el objetivo, son las consecuencias de seguir la oportunidad de construirte la continuación de tu vida, en vez de seguir teniendo 12 años, simplemente teniendo una habitación más grande en la que refugiarte. No se trata de tener un margen de libertad para hacer lo que quieras, pues eso también lo puedes tener con unos padres permisivos. Se trata de definir tu propia forma de hacer las cosas. Puedes seguir contando a alguien todo lo que haces, como hacías "obligado" con tus padres, pues en realidad sabemos que lo que buscabas era que alguien te escuchase. El cambio viene cuando dejas de decir adonde vas a cada momento porque, en realidad, descubres que no tiene importancia.

Escribo esto desde casa de mis padres, entre trabajos de álgebra inacabados y una CocaCola de marca. La que ha sido muchos años la mía, lo que sera a mi pesar en verano y lo que es un necesario sitio de paso para venir a ver gente que me importa. Me doy cuenta de cómo en un periodo ridículo de tiempo han cambiado muchas cosas; me deslizo por la casa de memoria, reaccionando de la manera que he estado ensayando 18 años. Trazos de mi vida actual, que yo no me hubiese parado a pensar como relevantes, se filtran y la gente que siempre ha estado acostumbrada a cierta versión de mi se sorprende. Y yo me pregunto, todas esas cosas que me parecen tan normales, ¿las hubiese hecho si siguiera aquí mentalmente? Probablemente no me habría pintado nunca los ojos negros, aprendido a tocar la guitarra, comprado mi propia ropa, liado con un chico, empezado a escribir.

Me pregunto que más pude haber perdido en el camino, descartado por culpa de algún que pintas que llevas, lo haces fatal, esto no es normal. Desalentado por la inmovilidad de un entorno demasiado estable, donde la única emoción la pones tú con tus pequeñas revoluciones. Hay que salir. Hay que huir. No solo físicamente, sino también mentalmente; huir de casa de tus padres, de todo lo que representan. Pese a todo lo que pueda salir mal, que te aseguro que cosas van a salir mal. 

Aquí perdí el sentido cada jueves. Aquí es donde prácticamente viví con Blonde durante meses y ahora nada quiere saber de mi. Aquí tomé decisiones equivocadas. Un montón. De las que no hubiese podido cometer desde mi mente atrapada en el marco necesario donde he pasado toda mi infancia como inquilino y como recuerdo en mi adolescencia. Y doy gracias.

Excepto ir a ver Gravity. No vayáis a ver Gravity.


Vida Universitaria
Semana 7
Saló del Manga 2013


Agradecimientos: Dedico esta entrada al chico del Mega Gardevoir haciendo psíquico a un Tyranitar. A veces hay que ponerle dos cojones a la vida, si señor.

Spoiler: Me he dado cuenta de que a demasiada gente empezaba a gustarle mi peinado y me he rapado. Un poco. Pero casi no se nota. Bueno, un poco.

El salón del manga es un sitio curioso. Es donde esa gente que se encierra todo el día a mirar anime que ni sospechas que existen, que normalmente se sienten incómodos entre gente que no conocen y que tratan de no llamar la atención aquí digievolucionan a genios del conocimiento nipón, que ves desde kilómetros por la calle, que dan abrazos gratis a desconocidos y llevan los cosplays mas currados de la historia para que la gente se haga fotos con ellos. Un año vi un cani, supongo que acompañando a su novia o que se habría perdido, cruzar totalmente aterrado los estantes plagados de merchandising de Shingeki no Kyojin, camisetas de Pokémon y chicas en vestidos de lolita buscando yaoi.

Nosotros, más modestos, aparte de encontrar mogollón de gente conocida (dios los hace frikis y ellos se encuentran casualmente entre 100.000 personas disfrazadas) llevábamos cosplay de Mitsui, Luffy y Cabeza de elefante con escopetas. De las aproximadamente 5 horas totales de cola del viernes hicimos medio minuto en la entrada trasera que al parecer nadie conocía. Contuvimos las lágrimas y nos perdimos en el mar de gente sin objetivo concreto. (Falta escena). Unas 5 horas después hastiados de la vida y comentando sobre el sentido de la entropía universal gastamos mogollón de dinero en posters, incluyendo uno de Sakura muy rosa y muy gay como obsequio para un ausente amigo, que hay que sumar a los que pedí por internet hace una semana y han llegado hoy.


Así que después de unas compras reflexivas y razonadas, como todas las que se hacen en el salón, fuimos a ver la reciente adquisición cinematográfica de nuestro amigo elefante con pistolas; un DVD de una película turca de Superman.

Zooms constantes a los ojos de los protagonistas. Música ambiental de James Bond. Superpoderes que yo no recordaba que Superman tenía. Diálogos épicos. Gatos que explotan. Villano con bigote. Batalla final absurda, protagonista que se va a su planeta después de la trama. Quizás fue cuando Superman utiliza su poder de ver el pasado. Quizás una de las 20 veces que abre la camiseta para mostrar el símbolo S y va corriendo hacia la camera. Quizás cuando se desmaya cuando utiliza sus rayos X para ver una mujer en ropa interior.

En algún momento de la película, nos dimos cuenta de lo épico del momento, de la futilidad de nuestra existencia y nos perdimos en el continuo del espaciotiempo ante la mejor peor película de la historia.

Después una delegación del equipo Random Local Guys se reunió en mi piso para pasar la noche despiertos entrenando Pokémon; para el torneo del que Cristian salió dignamente eliminado en la primera ronda. Pero eso ya es otra historia.






Cristian haciendo un All-In en el torneo Pokémon con un 2 de bastos, un 7 de corazones y un Dragon Blanco de Ojos Azules.


Vida Universitaria
Semana 10
¿Quién es el tío ese viejo en todas la fiestas a quien nadie conoce?


Mentira gorda: La universidad es como en American Pie.

Como podeis ir viendo por aquí, esto no es American Pie. Ni se le parece remotamente ni las chicas de los videos porno que dicen que son universitarias pertenecen a este multiverso. No tengo ni idea de donde hacen las fiestas de esa película ni donde hay que apuntarse; por lo general las fiestas son en Barcelona como si se tratara de una discoteca normal pero un jueves. Si alguien sabe donde se hacen puede contactarme inmediatamente a jvalladaresgay@gmail.com . La gente sale en grupitos bastante cerrados de gente de la misma carrera y a veces actúan como si los demás fuésemos italianos que les quieren quitar las chicas. Mas o menos. Siento defraudar al sector masculino, si no ligais en el instituto porque soys unos pagafantas lo mas probable es que aquí tampoco, quedáis avisados.

Verdad: las fiestas universitarias son mejores que las normales.

Las fiestas universitarias están muy bien si conoces a la gente, aunque solo sea de veros durante alguna que otra recuperación en agosto (es donde se reúnen los mejores). El pertenecer a una misma facultad o el simple hecho de ir a la universidad otorga esa mínima camaradería necesaria para proclamar 1 o 2 mejores amigos de toda la vida cada vez que sales a petarlo por algún sitio. La edad es mas homogénea y no va a haber ni canis tocando los huevos ni niños de 15 pidiendo cigarros. Las fiestas terminan mas tarde y es mas probable ver gente disfrazada o haciendo el ridículo. A veces hay historias lejanas de fiestas desmadradas pero siempre te las van a contar o vas a ver como mucho una foto en el informer de la uni en la que salga una teta.

Lo bueno y malo del campus es que vas a ver luego la gente que te has encontrado de fiesta o conocido por ahí. Y lo definitivamente bueno es que os vais a reunir en pisos con gente que se conoce poco entre si a beber despreocupadamente hasta que sea la hora de subir mogollón de gente en un bus dirección mundo caníbal, con los consiguientes cánticos y celebraciones de lo que sea que haya pasado el ultimo mes.

Aunque siempre va a haber “ese” señor que no pinta nada, aparenta 40 y va con un cubata en la mano toda la noche. Lo voy a bautizar Charlie creo, porque SIEMPRE hay uno joder, y estoy harto de decir siempre “ese señor”.

Pues entre todo, lo que si que tiene la universidad y especialmente tener que irte de casa de los papis para estudiar en ella es que te vas a ver en grandes aventuras relacionadas todas con el cuidado del hogar y la integridad propia. Y también para que tu casa sea mas un reflejo de los que habitáis en ella.

Estos días hemos comprado muebles, algún duende mágico que no soy yo los ha montado, he colgado posters, hemos serrado con cuchillos de cocina una estantería para hacer un pie para el teclado y este ha sido mas o menos el resultado.




Estas semanas también he desatendido multitud de exámenes por observar repetidamente monólogos de Doug Stanhope, (haceros un favor http://www.youtube.com/watch?v=gmGovI7Y7Oc) mientras debería haber estado estudiando álgebra, calculo, física experimental, ecuaciones diferenciales y mecánica. Estos primeros exámenes del curso tan divertidos no son tan tensos como unos exámenes finales o de recuperación, pero pese a eso ya he podido ver las primeras canas y ataques de “a partir de ahora voy a estudiar todo el día”. Este tipo de comentarios totalmente vacíos de significado que seguramente acabaran en el fondo de alguna litrona de xibeca fría (fría porque hace un frio que te cagas, por si no te has enterado por las noticias te lo digo yo) son como la primera flor de la primavera para mi.

Bienvenidos a mi mundo, donde saberte de memoria toda la asignatura no te asegura aprobar y tu principal obstáculo para estudiar no va a ser la dificultad o la falta de tiempo sino tumblr, el LOL, comer, el alcohol u hora de aventuras.

Porque lo que ocurre realmente es que cuando recuerdas que debes estudiar (ya que durante los exámenes ocurren todo tipo de cosas fantásticas en el mundo real y todo se hace mas interesante y adictivo) lo que haces antes de estudiar es ponerte triste, así que en vez de estudiar pues se activa tu instinto de supervivencia y haces algo que te guste o almenos que te ocupe un montón de tiempo para no pensar que tienes que estar estudiando. Aumentado, obviamente, el tiempo que malgastas sin estudiar e incrementando tu probabilidades de suspender otra vez magnánimamente. Pese a eso, no pertenezco esta vez al 70% de los que han suspendido el primero y macabro examen de álgebra del curso. Felicitadme cuando me encontréis por la calle, gracias.

En otro orden de cosas, vino a visitarme una amiga a Barcelona, planté a otra sin querer en Girona y volví un fin de semana a mi pueblo, durante el cual me parecía no estas haciendo nada útil ni divertido pero que luego cuando lo piensas deriva en un montón de anécdotas graciosas. Viernes la tajé brutalmente durante un concierto de hardcore en Tzvr para colapsar a las 2 de la noche en la jerc y irme a casa literalmente corriendo porque asi es mas fácil mantenerme lúcido. Sábado salimos gélidamente a lo que termino siendo una maratón de partidas de futbolín en Skull y Domingo jugamos bastante a fútbol miembros del mítico grupo de Facebook ponteeuforico futbol 2013.

Hay mogollón de conversaciones relevantes en todos estos días, desde construir un zeppellin con forma de magikarp de proporciones bíblicas a enviar un video nuestro sin camiseta al entrenador al barça pero quiero remarcar especialmente el momento en que estábamos fuera de TZVR escuchando música con mi ordenador cuando un insensato me ofendió vilmente y saqué mi death note y apunte su nombre en ella.

Como apunta Cristian, creemos que es bastante irresponsable vender death notes a cualquier persona, pero como nadie parece sospechar que funcionan de verdad de momento no hay problema.


Vida Universitaria
Semana 14
Did you miss me?


Hace mucho tiempo que no hablo de mi vida de estrella de rock encerrada en cuerpo de estudiante de física. He tenido que ir al archivo del blog y releer lo que se supone estaba haciendo la última vez que conté algo. He intentado recrear esas fechas en mi cabeza y hay un vacío enorme. He pasado tantas cosas, con tanta intensidad este fin de año, que del 1 al 20 de diciembre me parece haber estado hibernando. Primero me siento mal, pensando que podría haber aprovechado mejor ese tiempo, escrito libros, construido pirámides y viviendo cosas dignas de contar.

Pero no siempre se puede vivir así.

Ese día dedicado a ti mismo, ese capítulo de esa serie que miras tranquilamente en tu piso, aislado del mundo. Esa taza de café que te haces en honor de saltarte otro día (más) de clase. Esas cosas a las que hacéis fotos y colgáis en Imstagram porque deberíais disfrutar pero no podéis; absortos en vuestra realidad virtual de reconocimiento social y fotos de muffins con filtro sepia. Esas cosas también son de una vida que merece ser vivida, no todo el mundo puede ser un RLG.

El problema es cuando, irremediablemente, los días se envenenan de responsabilidad y paso del tiempo. La misma fuerza que te levanta por las mañanas te impide dormir por las noches. Lo que es libertad horaria se te vuelve en forma de insomnio, lo que es apreciar el tiempo y el espacio te vuelven enfermizamente consciente del paso de este, la ambición se torna insatisfacción. Me sentía raro; raro y caduco. ¿Hay algún lugar a donde podamos huir? ¿Algún lugar donde pueda despertarme sin soñar quedarme en la cama durante el resto de mi vida, pegar un tiro a alguien o, mucho peor, echarme novia? ¿Hay alguna manera de defender este lugar?

Me cuesta un montón no convertir todo lo que escribo en algo parecido a un monologo de Paramount Comedy o en una profunda reflexión sobre la vida. Supongo que no tengo muchos matices; lo mío es la calma perfecta o el perfecto huracán.

Sant Feliu, Platja d’Aro, Palamós, Lloret, Blanes fue mi ruta de escape de la realidad. No me molesta moverme de sitio (excepto por el precio de los buses) y tenía gente que ver en todos lados; mi primer día de descanso en Sant Feliu acabe volviendo a casa a las 7 de la mañana.

En Platja d’Aro me esperaba una encarnizada discusión de horas sobre los fundamentos del universo con una chica pelirroja sin sombrero, discusión que nos hacía rotar de la incredulidad a la indignación por las dos partes y que aun a día de hoy me pregunto a qué venia exactamente. No era una cálida conversación ni una discusión formal realmente. Era una guerra sin cuartel ni objetivo al final del cual te despides con un abrazo de tu oponente. A veces me pregunto, a partes iguales, porque nos seguimos hablando y porque no estamos liados. 

En Palamós me esperaban dos inesperados días de enseñar a jugar al ajedrez a la hermana de una amiga (que reúne dos de mis aficiones favoritas, jugar al ajedrez y sentirme importante) junto a otras actividades de las que no tenéis que hacer nada; también me esperaba una sesión hasta las 4 o 5 de la mañana de bailoteo disfrazado de elemento del pesebre a mano de Dj Mestressa en el bar del pueblo, para compensar actividades. Al tercer día, cogí mi fiel mochila de aventuras de verano y me fui a lo que ese momento me pareció lanzarme al vacío.

En Lloret me esperaba alguien con quien, pese a llevar algo más de 3 años ya sin ver sigo hablando a veces a diario. Resulta increíblemente raro llevar hablando con alguien 3 años por internet y encontrarte de golpe durmiendo en su habitación. Me he despertado en lugares raros. En lugares muy raros. En suelos desconocidos, apoyado en una barra de discoteca, en más de un tejado, entre cartones detrás de una fábrica de Figueras. Sin embargo nunca me había despertado en un lugar que me resultase más extraño que esa habitación. Y sin embargo me sentía bien, muy bien.

Cuando llevas tanto tiempo sin ver a alguien, independientemente de lo que haya pasado antes con esa persona, te haces una idea mental de ella, a veces una idealización absurda o una caricatura grotesca. Sin muchos matices entre las dos opciones.

Así que quedamos yo, ella y mi idealización y pasamos, realmente no mucho tiempo, haciendo cosas simples de gente que hace un montón que se conoce; hablar, andar, ver otros amigos y compartir silencios sin tensión alguna. Resulto una batalla sin víctimas. Yo temía que los tres no congeniáramos del todo y que se peleasen entre sí o una marchase para siempre. No ocurrió, solo estábamos dos, y quien era ella exactamente no lo sé, pero yo no era el que normalmente escribe por aquí, habla en público o habla catalán en la intimidad; yo era el otro. Esos dos días fueron mis dos únicos días de vacaciones de mí mismo del año. En serio, muchas gracias.




De mis pequeñas y utópicas vacaciones volví a la realidad para afrontar comidas familiares varias de las que cada año me prometo tomarme de alguna forma que me resulte soportable y nunca consigo. Pase un par de días en el limbo y llego fin de año.

Me niego a hacer una crónica completa de esa fiesta de Random Local Guys que para mí duró más de 24 horas con un pequeño descanso entremedio. Todo lo que necesitéis saber sobre lo que ocurrió entre nosotros, el local y unas 50 personas se queda aquí para que no tengamos la absurda expectativa de que la siguiente fiesta tiene que molar más. Moló. Mucho. Eso es todo. Venid a la próxima y no os lo tendrán que contar.

Raudo y veloz después de fin de año habiendo dormido 6 horas en las ultimas 72 me fui, a un refugio de montaña a 3 horas andando del aparcamiento más cercano, con gente que conocí de casualidad el día de navidad cuando hui de, entre otros, mi cuñado alcoholizado. 4 días. Sin luz ni cobertura ni agua corriente. Ahí, amigos, se detuvo el tiempo del todo. Fuego, guitarra, buena gente, música, aire, el corazón de la montaña.

El refugio resultó ser una antigua cabaña mantenida por todas las personas que pasan algunos días ahí. Reformada lentamente, con comida, utensilios, herramientas que va dejando, llevando o creando todo el mundo.




El primer día costó algo la adaptación y entender dónde estaba realmente. La gente preguntaba qué hora era, se ponía el despertador y preguntaba a qué hora se comería. Madera, hueso, luz natural, viento, lluvia y ya no hubo más horas, más despertadores ni más preguntas ansiosas. Silencios cómodos, leer un libro rodeado de gente, sin ningún tipo de presión a la interacción social habitual.

Había una pila enorme de escritos guardados, mapas de la zona hechos de pura exploración; con nombres de caminos y arboles inventados por los quien fuera que lo escribiera.

Volví a la civilización viéndolo todo como en la influencia de un hechizo. Continuó su efecto hasta el próximo y definitivo encuentro familiar. Por suerte, este año conseguí, sin quedar mal y por lo tanto quedando excusado el resto del año, irme bastante pronto. Para encontrarme en una sobremesa a las 7 de la tarde de la comida familiar de una amiga. Igual que el año pasado. Jugando al UNO entre abuelas y tías desconocidísimas para mí en un ambiente muy divertido. He jugado bastantes años a básquet y nunca he visto meterle tanta pasión a un juego. Las abuelas escondiéndose cartas, la gente dando gritos a la más mínima sospecha de trampa, tensión ambiental densa y conversaciones cruzadas sobre quien va ganando y la estrategia global a seguir para que nadie se quede sin cartas. Lo encontré todo muy divertido, el año que viene voy a tener que casarme o algo con esa chica para poder ir directamente.

Este fin de año, en su totalidad, ha sido como un gran resumen de lo que ha pasado en todo 2013, que me llevaría varios tomos de explicar. Los bueno ha sido muy bueno y lo malo muy malo. Ha sido el año de la intensidad, el año de RLG, el año de muchas cosas. Tengo miedo, pues parece que esto va a más y más cada año y me pregunto qué voy a tener que hacer este para no pensar que 2014 ha sido peor que 2013. Voy a tener que construir pirámides, escribir libros, llorar como un bardo y levantar las faldas a la luna.

Acabe de aprovechar los últimos días, hablamos del futuro de RLG, encontré una chica a quien le encanta Sangtraït. Volví a Barcelona, y entre los lamentos de la gente por terminar las vacaciones, yo vuelvo afilado como una cuchilla. Se acercan exámenes, y luego, el mundo.


Vida Universitaria
Semana 18
BCN Live



¿Me echabais en falta? Ha pasado una eternidad.  

Y no porque no me hayan pasado cosas, que va. Ni tampoco de no haber tenido tiempo de escribir, que he tenido; es que yo cuando empiezo aunque sea contando un cuento infantil me pongo un poco tontorrón y acabo pretendiendo desmentir estructuras filosóficas que llevan siglos vigentes e instaurar un nuevo paradigma social en un solo tweet, así que imaginaros a la que me dan un poco de cancha; empiezo escribiendo semana y el articulo acaba tratando de un guion con final alternativo de Matrix. Que ya les contare otro día con más tiempo.

Bien, se supone que debería contar como llevo mi vida de estudiante de física, pero que quieren que les diga, es que de vida de estudiante no tiene mucho ya. Al principio sí, porque tienes unas expectativas y las intentas cumplir como buenamente puedas y como te hayas prometido a ti mismo el verano anterior; luego ya se van diluyendo y acaban por desaparecer totalmente. Pero voy a intentar contar la vida de estudiante, y luego ya, si no sale, vamos a otra cosa.

Aprobé casi todos los exámenes. El otro día envié un mail a un profesor por equivocación. El martes hice unas prácticas donde intentamos demostrar las leyes de Newton. Y son ciertas, se lo juro, tengo los datos.


¿Está funcionando? ¿Te sientes con ganas de sacarte una carrera ahora, verdad? 


Porque así de aburridos sonamos todos hablando de estudios, que parece que sea de lo único que se pueda hablar entre universitarios. La emoción reside en no saber si te aceptaran tu entrega porque la has entregado una hora tarde y la rebeldía ir a buscar un café en el departamento de matemáticas en vez de ir a la máquina donde la sacan los demás mortales. ¿Está funcionando? No, no está funcionando.

Así, en rápido y caliente, sin estar en orden y extra estudiantilmente he estado en fiestas de cumpleaños alargadas hasta el amanecer, puesto música en nombre de RLG en el bar chic de Sant Feliu, escrito el guión para una miniserie, mirado horas y horas el Twitch Plays Pokemon, siempre acompañado de cervezas, colegas y muchos, pero que muchos desternillantes comentarios ingeniosos.

Jordi, portes tot el día mirant aixo? 
Si.



También he estado en conciertos, he tenido alguna que otra borrachera, algún que otro lio, he comido el sushi más original de mi vida en un piso de estudiante, jugamos la peor partida de bolos de la historia (38 puntos que se marcó Borx). Peeero, todo eso ya lo hacemos normalmente; si escribo hoy es en un vano intento de que si hablamos guay del concierto que fuimos el miernes, alguien nos de entradas gratis para algún otro. La competencia es dura chicos. Nuevos tiempos, nuevos desafíos. También nos haremos twitter, y camisetas, algo que nos acerque a el universo de barcos y putas que todo el mundo parece vivir en internet y que al parecer nos estamos perdiendo.


[Semana 18] BCN Live! by Sony


Una delegación especial del equipo de Random Local Guys nos desplazamos al centro de Barcelona para cubrir en exclusiva para nuestros lectores el evento que da nombre a este artículo. Sinceramente, no hubiese ido si no fuese porque era el aniversario de Joan Montana, un viejo conocido por estos lares, pero los de Sony me dicen que le ponga entusiasmo a la crónica. Cortos de pasta y perezosos (porque cuesta un riñón la entrada y perezosos porque yo a las 6 de la tarde estoy acabado de levantar) nos dirigimos al teatro ese de más abajo del teatro grande que está bajando las ramblas tú me entiendes el de al lado de Wolf, ¿Sí? ¿Ahí? Bien.




El sitio molaba bastante, habían quitado las butacas y había un sitio considerable a pie de pista, perfectamente escalonado cada tres metros para dar la oportunidad de morir de caída repentina a los asistentes no invitados. Los invitados por ser sponsors y enchufados en general tenían un mega palco privado y todos lucían bonitos trajes y rebosantes gin-tonics y gin-lemons a escoger diferentes marcas de limones y hielo industrial. 

No estaba demasiado lleno y la gente en general no eran barbaros desalmados como los conciertos de pueblo a los que estamos acostumbrados, y así, más o menos, sin saber dónde poner las chaquetas sin que nos claven 2 euros de guardarropas, empiezan The Sounds y dejamos diplomaticamente las chaquetas al suelo.

El grupo, guay, pocas canciones pero bien tocadas. La chica, pues canta bien, de algo de espectáculo, pero a la que llevas dos minutos viéndola escupir en el suelo, sobre la batería y al aire, ya no sabes cómo tomártelo. A risa supongo. Como cuando se revuelca por el suelo después. 

Quitando escenificaciones y ganas de protagonismo de la cantante rubia de turno, a destacar la batería, el teclista (hoy los teclistas molaban) y las ganas que le metieron por ser las 7 de la tarde.

Recogemos las chaquetas y nos vamos al mítico Bar Social Juan, un garito que encontramos buscando pakistaníes con cerveza fría y al que volveríamos más tarde. Bebemos rápido, comentamos la jugada y volvemos al concierto sin mucha ceremonia. En los conciertos a los que yo estoy acostumbrado, tratar de llegar a las filas delanteras desde detrás del todo puede llegar a convertirse en una odisea, pero por lo visto los pijos de Barcelona tienen el culo más blando y con algo de morro te pones donde te dé la gana en minuto y medio. Caen un par de fotos, un par de comentarios sobre el Helix Fossil y empiezan The Klaxons.

Esta gente tiene un rollo que no sabría terminar de explicar. En algún momento nos disociamos entre los que estábamos escuchando y cada uno entendía lo que quería entender, escuchando cada uno a su manera. A mí me encantó el teclado. En cierta canción me quedé pillado mucho rato con un ritmo que se iba repitiendo y quedaba de fondo como clavado a la melodía, luego se repetía y se volvía la pieza principal para volver a decaer. Esa canción fue un trance de unos minutos del que desperté bastante flipado y me fui al lavabo a limpiarme la cara. Encontré un mayordomo de esos en los lavabos, hablándome inglés y ofreciéndome todo tipo de servilletas y artilugios. 

No si yo solo vengo a lavarme la cara 

Do you want this? Please take a (palabra en ingles indeterminada, ofreciéndome una servilleta). 

Thanks, no, I don’t need a servilleta. Please.

En mi confusión del momento por tener que hablar ingles de repente, cojo la servilleta, la dejo en la pica y abro el agua resultando en un desastre acuático para todos los asistentes. Le doy las buenas noches en catalán al mayordomo negro inglés, y me voy sin mirar atrás. 

El resto del concierto bien, aunque estábamos todos esperando The Hives, así que aún no había pogos ni muchas gente bailando; me molaron, pero no eran demasiado cañeros; excepto el teclista, hoy los teclistas molan. Terminan, hay una hora de recreo así que salimos.

Bueno, quien dice hora de recreo dice concierto de Russian Red, pero entre comer algo y hacer unas cervezas y Russian red en directo, prefiero la cerveza. No es que no me guste, que no me gusta, es que no creo que sea algo muy de directos y tenía mucha sed.

Vamos al paki de confianza más cercano, compramos cerveza y me clavan 2.60 por unas Pringles así que robo un bollicao dokio. No tanto por el hecho de quererlo sino por quedarme con la consciencia tranquila. Va subiendo el número de cervezas, nos quedamos filosofando un rato, nos vamos para dentro y un hipster salvaje presumiblemente hambriento me roba el paquete de Pringles que me quedaban.




Se abre el telón, salen The Hives cantando Come On y se derrumba el puto telón. 

De fondo, un dibujo gigante de un titiritero oscuro, y delante, unos chicos vestidos a conjunto empiezan a meterle caña y no paran hasta el final. Hay pogo constante, gente bailando, me encuentro gente que conozco de Palamós, gente se cae, gente alzada por la multitud y ahora sí que parece un concierto de verdad.

Tocaron bien, pero es innegable que el espectáculo que ofrecen es, en gran parte, su cantante. No para de moverse por el escenario, saluda a todo el mundo, habla castellano, vacila y pide coros. El momento cumbre viene con la clásica canción de Tick Tack Boom, se van, vuelven, se lanza a la gente, nos hace sentarnos a todos; que en ese momento estábamos haciendo un circulo de esos de la muerte y pide que quiere ir al centro del círculo, ahí estábamos nosotros, que sentados lo aguantamos y él empieza a cantar. Así, aguantando durante 5 minutos el culo del cantante de the hives, es como recuerdo más o menos el final del concierto, entre más hits y gente saltando por todas partes.

Después salimos, me fui con una gente, volví con Roger; otro conocido de por aquí, que estaba con nosotros en el concierto, nos vamos con Borx y Eric Fuentes en un bar ya cerrado de puertas al público hasta las 4 y media, vamos a su casa, me vuelvo a mi piso en metro, me ducho, encuentro una tortilla de patatas a medias en la nevera y a las 7 me voy a dormir, que he quedado con Borx a las 11 en Pl. Cataluña; nos vamos a Sant Feliu; tenemos cosas importantes que hacer este finde.


Vida Universitaria
Semana 23
La primavera ha llegado




Comentan por ahí que ha llegado la primavera, que los días son más largos, y la noches menos frías. No puedo, sin embargo, compartir vuestro entusiasmo; aquí cada día me parece igual, la cara del viejo impresa en un libro que me mira con dureza cuando escribo y el ruido de los coches y las luces de las calles de Barcelona. Entiendo lo de noches menos frías, pues ahora puedo sobrevivir en mi piso sin la necesidad de encontrar motivación para vestirme, lo cual es de agradecer; pero lo de los días más largos es un cuento chino, aquí, sigue oscureciendo siempre demasiado temprano, y la falta de día está convirtiendo la noche, mi eterno refugio, en mi medio natural. No me molesta la soledad, pero si la falta de gente con quien compartirla. Apenas unos cuantos rezagados quedan a estas horas, mas refugiados que conquistadores.

Vivo de destellos de inspiración, que serian capaces de mover pueblos enteros si estos no durmiesen por la noche, esperando en vano que el día les traiga cosas mejores; pero no lo hace.

De alguna manera tienen razón. Por el día es cuando pasan cosas, cuando tu tiempo parece útil. Parece. Durante unos días, la necesidad te obliga transportarte, lo que implica sentirte activo. Te duchas, te afeitas, lavas la ropa, te preparas la comida, le dices a todo un mundo al que no le importa lo mas mínimo tu vida que te vas a la universidad y sales por la puerta. Te encuentras, ocho horas más tarde, en la misma exacta posición, exhausto, con la sensación de merecer un descanso después de un día de trabajo. Te paras a pensar y realmente no has hecho nada. Tus sueños parecen tan lejos hoy como ayer, repasas el último mes de tu vida y lo único que has hecho es cumplir tus obligaciones.




Sales con tus amigos, te fuerzas un poco a salir del refugio que te has construido al no poder controlar un corral que te viene demasiado grande. Haces cervezas en terrazas, quizás un par más de la cuenta, pero no sabéis que hacer. Lo hicimos todo demasiado rápido y nos quedamos sin ideas, ahora avanzar ya no puede ser fruto de la inspiración puntual y el acto irreflexivo, requiere de esfuerzo constante, algo que he aprendido a evitar durante los largos años de instituto. La única aventura posible es la de ir a buscar algún veneno negado por las autoridades locales; toda aventura es ir al borde de las reglas, más que nada por seguir algún tipo de borde predefinido, por no ir a tientas por las noches de la incipiente primavera. Vuelves, anestesiado, ocho horas después al punto de partida. Te paras a pensar y realmente no has hecho nada. Tus sueños parecen tan lejos hoy como ayer.

Es sábado noche y hoy no voy a salir de fiesta. La quietud y pesadez de mi piso poco organizado y mi cama que lleva meses sin hacer puede parecer algo aburrido, pero es mi aburrimiento, lo puedo manejar; lo puedo distraer con un par de páginas de internet con información que no necesito, algún blog mal maquetado y alguna chica aleatoria con la que hablar de tonterías hasta que me duerma. Independientemente de con quien hable por las noches, hay un desfile algo cambiante de chicas que van y vienen a mi piso con cierta regularidad, con las que paso un rato deseando poseerlas y un buen rato deseando que se vayan para poder hablar con otras. Las acompaño hasta el metro, viaje por el que me niego a ponerme zapatos; finalmente se van, me doy la vuelta, veo mi piso desde la calle; me paro a pensar y me doy cuenta de que, otra vez, ocho horas después, estoy en el punto de partida.




Por otro lado…


¡LLEGA LA TEMPORADA DE LEGGINS! 


Coja al imbécil de amigo que tenga más a mano y, cada vez que veáis una chica en leggins, gritad bien fuerte LEGGINS y golpeadle el hombro con todas vuestra fuerzas, con el puño, con un plátano, con la cabeza, con una silla, que más da, lo importante es hacer de esto un espectáculo. Olvidad todo lo que he dicho antes. Que noche ni que pesadez ni qué sentido de la vida, LEGGINS es todo el sentido que la vida necesita. Los chicos cambiamos de ropa a un ritmo lento, acorde a la velocidad del cambio de temperaturas, pero a las chicas les importa el tiempo un pimiento; tienen marcadas en su calendario el cambio de estación con letras rojas el día porque implica que ya es socialmente aceptable empezar a llevar camisetas de tirantes y pantalones más cortos que la mayoría de mis calzoncillos.

Cerveza en terrazas, hablar hasta bien entrada la noche, quedarme en mi piso sin helarme, solo o con la compañía de chicas aleatorias, ir a la universidad y pasarlo de miedo haciendo prácticas de mierda,  cumplir 10.000 posts en Tumblr, hacer fotos de madrugada, escribir mas que nunca y estudiar menos que nunca, comentar la jugada en el bar de la facultad y enamorarte una o dos veces a cada viaje de metro/ferrocarril de esa chica de delante de ti que mira el móvil con indiferencia, luego a ti, sonríe, mira por la ventana con un gesto ensoñador, no la vuelves a ver en tu puta vida y en ese exacto momento en que se levanta y pasa en frente de ti sabes que esos leggins no te los podrás quitar de la cabeza y te perseguirán durante el resto de tus días en la tierra.


¡La primavera ha llegado!




Aunque haya dedicado salir de fiesta, nada me impide ir a dar una vuelta por la noche.

Concretamente este sábado iba de metal la cosa, de moverme por Marina pero, ojo, no salir de fiesta, que no es lo mismo, salir de fiesta es una actitud, y yo voy a dar una vuelta. Me avisan de un concierto el viernes, tocan unos tal Nami y otros tal Vita Imana, de los cuales no había oído hablar en mi vida y se supone tocan Trash o algo parecido, me levanto el sábado y apenas me da tiempo de vestirme adecuadamente para la ocasión porque el concierto empieza a las nueve de la noche. Almuerzo alguna cosilla y empiezo a andar hacia mi destino.

Al poco rato me doy cuenta de que no tengo ni idea de dónde voy exactamente. Si, la sala se llama Bóveda, y he estado antes con esa gente un buen día en que salí a dar una vueltecita, nos ofrecieron cerveza fría extremadamente barata y volví ocho horas después al piso. El problema es que me lo pasé suficientemente bien como para no acordarme de cómo llegamos ahí, me suena que no estaba muy lejos de Sr. Lobo pues fuimos andando desde ahí. Ese día pasó un poco de todo, sonó Héroes del Silencio en una discoteca, algo inédito para mi hasta la fecha, y cuando nos quedamos sin presupuesto, por ahí las cuatro de la noche, nos dedicamos a requisar litronas de cerveza y calimocho enteras de las barras sujeta vasos desprovistas de vigilancia, aunque le di todo el calimocho a mis acompañantes, porque beber calimocho es muy de salir de fiesta, y yo no estaba saliendo de fiesta.

Llego entonces a Sr. Lobo, me dejo guiar por mi intuición, giro un par de calles, paso de largo de l’Ovella Negre, entro dentro de un bar al azar a preguntar y me encuentro todo el ejército de gente con quien había quedado. Bien jugado Barcelona, no sé cómo coño lo haces para que me encuentre siempre gente conocida, te debo una. Resultó que Bóveda estaba bastante más lejos de lo que había pensado en un primer momento, pero finalmente llegamos ahí, y contemplo como mi chaqueta blanca me hace parecer un pijo al lado de un mar uniforme de camisetas negras de grupos de lo más variopintos (hay, esas ganas de reivindicar la individualidad a veces se vuelven contra ti). Entramos y empiezan los teloneros.

Buena gente; el guitarra molaba poderosamente y el cantante casi me provoca un ictus cuando después de la primera canción empieza a hablar en catalán. En seguida me entra la paranoia, ¿habrá cantado en catalán y no me habré enterado? Yo tenía la cabeza en otras cosas y simplemente dejaba la música entrar sin escuchar la letra; no sería la primera vez que me pasa, afortunadamente las siguientes canciones las cantó en inglés y no creo que la primera fuese una excepción. 

Fue un bolo de calentamiento, aún era temprano, la gente no iba borracha yo no había tomado nada y no hubo pogo ni grandes altercados. Yo estaba mucho pero que mucho en mi mundo, me empecé a preguntar cómo me influye según que música en nuestra manera de pensar y sentir, notando como al estar expuesto a un cierto tipo de música parece que mi cabeza funciona a su mismo ritmo; la música reflejando actitudes, ritmos y noté el cariz ritual, como pagano, que se refleja los conciertos de metal y no todo el mundo puede entender. Semejante fumada no me ocurría desde el último H-Titud Fest, aunque en ese caso el THC me acompañó en la velada.

Terminaron, salimos un rato, y al poco ya empezaba el plato fuerte de la noche, Vita Imana, y en ese momento tomé una decisión inaudita en mí, escuchar el siguiente concierto desde el fondo.

Yo siempre he defendido que la música hay que vivirla, que hay música que está hecha para bailar, para saltar, golpear, emborracharte, cantar a pulmón y que los conciertos de metal están hechos para ello, sobretodo el estilo que nos esperaba. He estado en muchos conciertos en mi vida, e incluyendo conciertos de grupos desconocidos con diez personas de público, casi siempre he estado al pie del cañón y quejándome después de que la mayoría, que bailan solo con su rítmica aceptación con la cabeza, no entienden el espectáculo. Pues bien, el sábado fue diferente, la multitud eran los de pegarse y cantar y no a mí no me apetecía formar parte ello, y menos de un grupo que no conocía, di un par de pasos atrás, miré, y luego di unos cuantos más. No renuncié al concierto porque no me gustaba como otras veces, como por ejemplo con No More Lies en Sant Feliu (aunque seguro me voy a ganar un par de enemigos por lo que acabo de decir), simplemente quería experimentar, continuar la sensación de dejar fluir la música que había tenido en la primera parte.

Empezó el concierto y durante las primeras canciones no los entendí. Quizás fueron el par de interrupciones por problemas técnicos, pero temí no entrar en la música. Veía rabia, veía energía, pero parecía injustificada, veía el cantante gritar saltar y contorsionarse pero como si fuese una conducta aprendida. Pasaron así las primeras tres canciones, empezaba a notar el hambre en mi estómago y las ganas de irme a mi refugio; pero un amigo me había prometido un kebab al termino del concierto y, ciertamente, en la sala se estaba bastante bien, yo estaba en una posición elevada, al lado de donde un par de semanas antes había cantado I want to break free subido a un banco de madera, había bastante gente pero cero sensación de agobio porque la gente se concentraba en el centro de la pista, y así, sonó la cuarta canción.

Suerte que decidí quedarme.

Sonó una canción llamada Mar de Cristales, y conforme iba empezando, notaba que esa era diferente. De golpe, los entendí, entendí su música. La canción dura unos diez minutos, pero a mí se me pasaron volando, en una nube; mi única preocupación durante la canción fue que no se terminase, y el estado de inmersión volvió a mí durante lo que quedó del genial y lleno de energía concierto, que así continuó hasta que se terminó.

Salimos, hablamos de metal, de actitudes, del insoportable peso de las apariencias, de vikingos y de traspasar aquellas actitudes y músicas que te sientes atraído a tu propia vida y como mucha gente lamentablemente se queda solo con las estéticas o las costumbres propias de la tribu suburbana. Obtuve mi querido kebab, nos encontramos gente y entramos con una amiga en Lobo a pasar un poco el rato, corear rock español, hacer futuros planes, bailar openings desconocidos y me marché a las 4 a escribir The Game, porque, total, yo solo había salido a dar una vuelta.


Vida Universitaria
Semana 27 – Primera parte
Preludio...


Una vez pasados los exámenes con mi revolucionario método, mi destino durante semana santa era volver a mi Costa Brava way of life, donde revirar mi vida y alejarme de la comodidad, conformidad y tendencias auto-destructivas en general de los últimos meses. 

- ¿Tajarla?

- Básicamente.

Random Local Guys no celebrando carnaval en el Montclar

De hecho no es que tenga tendencias autodestructivas en el sentido propio de la palabra, es que tengo una definición muy amplia de lo que son tendencias autodestructivas. En general, considero toda actitud que premie el ostracismo, la conformidad y la ignorancia como algo destructivo. Es decir, lo que hacen ustedes a todas horas, con la diferencia que a vosotros ya no os queda nada que destruir. 

En el fondo me parece que la cuestión principal es que no quiero ser como vosotros.

Sí, yo también me tiro en el sofá a no hacer absolutamente nada, miro anime cuando debería estudiar y me da pereza salir a la calle a hacer cosas y hablar con gente; aunque si me pongo a hacer vida social, a escribir o a estudiar lo haga bajo la ondeante bandera del putoamismo general. Pero en mi caso se perfectamente que me estoy comportando como un inútil sin futuro, si lo hago no es por miedo e inseguridad, sino porque soy un vago y, en general, una mierda de persona; pero no un inútil sin futuro.

Tenía cosas medio pendientes y a medio hacer por todos lados. Había que reformar el blog de RLG, empezando por el diseño y revisar algunos conceptos en si aprovechando la ocasión. Tenía algunas personas que recuperar, algunas que probar y otras que conquistar. Ha sido una semana santa fantástica, probablemente la mejor de la historia, y pese a ello no puedo sino sentir que he fracasado en mis objetivos básicos. Quizás es que me he acostumbrado tanto a los altos vuelos que se me hace realmente difícil disfrutar velocidades inferiores a match3.

Semana santa tenía potencial, y todo potencial es como una gran promesa esperando su culminación. Durante el transcurso de nada te das cuenta. Durante es siempre una promesa, y no son hechos hasta que, a tus ojos expectativos, ya se han convertido en decepciones.

Si es que este sitio tiene algo. No sé si es porque bajo poco y cuando bajo tengo demasiadas cosas que hacer o qué coño pasa con este lugar que uno no puede dar un par de pasos sin encontrarte dos horas más tarde liado con alguien, en casa de Cristian con unas seis personas más, en skull alcoholizado, rechazando sexo o haciendo cosas raras en general. No me quejo, son geniales pero es que en el fondo son las mismas de siempre. No es que uno se levante y decida: hoy voy a hacer cosas raras pero que sean como un reciclado de ideas anteriores; es que aunque no quieras, las circunstancias te llevan a ello; pero mejor vamos por partes. 

Esta semana santa tiene diversos capítulos que han contribuido de manera diferente a mi evolución de nihilista a nihilista misántropo, que es lo mismo pero con un rebelde toque de odio a la humanidad. Y con más mala leche.




Viaje en tren de Barcelona a Caldes con Pep

Yo no sé de qué habláis con vuestros amigos. Se lo que habláis con vuestras amigas, porque cois unos mariconazos más blandos que el pan bimbo a la que alguien no se ríe de vuestros profundos miedos y sentimientos (delante vuestro); pero no sé de qué habláis con vuestros amigos.

Pues con Pep hablamos de… chicas. Y chicos, a veces. No creo que le sorprenda a nadie. Algunas de las amistades más maravillosas que he tenido en mi vida se han basado íntegramente en hablar de chicas. Aunque el enfoque ese día fue algo turbio y terminamos hablando, con el volumen de voz que caracteriza a unos machos cabríos de pueblo como nosotros, sobre moralidad, orígenes del cristianismo, cultura occidental, subculturas asociadas a la música y la contraposición individualista con el sentido de la manada; conversación solo interrumpida por el paso de chicas en leggins por el pasillo de nuestro vagón. Os puede parecer raro, pero os juro que, en el fondo, seguíamos hablando de chicas, os lo juro.

Más que la conversación en sí, lo importante fue las reacciones de la gente a nuestro alrededor. Obviamente, no estábamos solos en el vagón, y sois malísimos disimulando que estas escuchando conversaciones ajenas. Yo me entero de todo, chico de enfrente con un solo auricular que parecía no conectar a música alguna y que se sobresaltaba cada vez que te miraba directamente.

Por alguna razón, mis conversaciones llaman la atención de gente. No sé si es por mis ideas extremistas en la mayoría de temas que trato, o si porque los temas en si o la profundidad con la que los tratamos sin ser unos imbéciles intelectuales se encuentran completamente fuera de lo que os atrevéis a hablar con vuestros allegados. Más de una y más de dos veces me he encontrado gente unirse a una conversación porque han oído algo que les ha llamado la atención, o ser el centro de atención de un bar entero solo por estar hablando de sexo por Skype con paula o de drogas psicodélicas o de satanismo con algún genio de parecido calibre.




No sé de qué coño habláis. En serio. Verborrea, supongo, por lo que oigo cuando estoy en el tren sin auriculares deseando morir. Frases y frases con miles de adverbios y muletillas sin decir nada realmente. Anécdotas que tienen como hilo argumental alguna patética conversación de whatsap de típico tío sexualmente frustrado. ¿Os habéis parado a escuchar el 99% de conversaciones que tenéis a lo largo del día? Tenéis un móvil con internet para hablar con quién sea en cualquier momento, y, ¿qué os dedicáis a decir? Pensadlo, en serio, ¿de que habéis hablado hoy? Pues esa es la impresión que dais. A mí me gustan los cotilleos hasta cierto punto, hasta el punto en que no me afectan en absolutamente nada. Depende de con que tema me salgas, soy capaz de dar media vuelta e irme de la conversación sin decir nada más; porque sé que estáis hablando por hablar.

Habláis de chicas, y vosotras de chicos, pero os quedáis en la ignorancia más absoluta; lo sabéis todo de todos, os atrevéis a dar consejos y sois incapaces de aplicar uno solo a vuestra vida diaria. Habláis del sexo opuesto como si no fuese la fuente más grande de confusión en vuestro mundo, soltáis un todas putas y os creéis muy listos. 

O todo lo contrario, en un intento de parecer intelectuales, habláis de alta cultura, moralidad y religión como si nada tuviese que ver con coños y pollas; como quien comenta una partida de ajedrez, discutís sobre Thoreau y Nietzsche para superar que vuestra ex pasa de vosotros, y os creéis muy listos. Todos lo parecemos en nuestros adentros, y vemos los otros como ovejas sociales sin aspiraciones. Y no es nada malo, al creerlo así os comportáis precisamente como me gustáis, blanditos y beeando. Y con leggins.




Random Local Guys poniendo temazos en la goleta

Bajé con Judit a la goleta y me fui encontrando con un montón de gente sin poder hacer nada en la entrada. El concierto de Nord y Please Wait que se suponía empezaba a las diez, empezó a las doce, momento hasta el cual nos dedicamos a comernos los mocos. Empezó Nord, duró veinte minutos, medio hora después empezó PW y a la una estaba chapado porque vino la policía a decir que había vecinos pijos de Barcelona con muchos lereles que quieren dormir para no tener ojeras en sus inmaculados jetos de hormigón armado. Dijeron que bajaran el volumen tanto que, comprensiblemente, los Please Wait se rallaron, se subieron los amplis y tocaron el último tema mientras el responsable del local les desconectaba los instrumentos. Bastante épico, casi que quedaron mejor así que si hubiesen tocado el concierto entero.

Cuando supimos del evento la tarde anterior, Cristian y yo comentamos casi en broma que estaría bien pinchar nosotros después del concierto para así tener alcohol y música gratis y no tener que ir a playa de aro. Incomprensiblemente, a los de la goleta les parecía buena idea, así que dicho y hecho, estuvimos cuatro horas poniendo temazos, hinchándonos a gin-tonics e intentado impedir que Borja accediera a la lista de reproducción. Ser DJ mola, sobre todo cuando no eres DJ y simplemente haces lo mismo que podrías estar haciendo con los colegas en algún local pero con más gente y droga. Normalmente si nos ves a varios mirando a la pantalla es que estamos mirando algún tumblr realmente lleno de chicas desnudas interesante, porque estamos en Omegle o porque no atinamos a poner canciones sin asistencia.

A la gente le fliparon bastante los videos que usamos, que hice a principio de curso durante unas semanas de inspiración audiovisual remezcla de infinitos videos encontrados en YouTube.

El primero es un repaso a animes icónicos de nuestra vida, remezclando escenas para que sean historias individuales, el segundo pretende imitar los efectos de diferentes tipos de drogas en nuestra mente, y es una fumada importante.

Los videos son esenciales, porque así nadie se entera de que pinchamos directamente desde el jodido Spotify a capela, sin tabla de mezclas ni nada y que todo lo que hacemos es escoger las canciones de mi lista de destacados según nos salga del nabo, el tipo de gente en la sala, y depende de lo que pidan los que nos van cayendo bien. Si sois cincuenta motoristas pidiendo metal, os ponemos Cowboys from Hell y os quedáis sentados toda la noche, vamos a poner lo que le mole al calvo de metro cincuenta que lleva onfire desde que ha llegado, así de simple. A la gente le mola bastante nuestro sistema; nos lo pasamos de miedo con clásicos como Stayin Alive, Dont let me be Misunderstood, Light my Fire y el atemporal Demà; tema en catalán de los inicios de Please Wait en el que me dejé la jodida garganta. 

Los chicos de Sant Feliu por alguna razón que aún no acabo de comprender estuvieron fuera del local casi toda la noche, quizás porque no sabían que se podía fumar dentro o que el subministro de alcohol era altamente liberal. En su ausencia la música fue bastante más clásica que de costumbre, cosa que les moló bastante a los que fueron llegando hacia las 3, momento en el que había un ambiente respetable (por ser una noche de sábado en Sant Feliu de Guíxols esta guay) y acabamos bien la noche, pese a que la alta densidad de ex rollos y actuales rollos míos que había por metro cuadrado al principio de la noche auguraba lo contrario.

- Buah Jordi, molaria que sonés tal tema ara mateix

- Ja, pero no el posaran, sempre diem el mateix

- De fet estem punxant nosaltres

- ¡!!!!

En mi infinita sabiduría, me retiré temprano con una amiga rumbo a mi casa (6am) para ir el día siguiente a jugar a fútbol 4 horas con los chicos del Ponteeufórico Fútbol. Acabamos en karaoke de la goleta los RLG con un par de invitados más a acabar de hacer el gamba con el dinero que nos dieron de la noche anterior y las agujetas terribles me duraron unos cuatro o cinco días.




Videoclip en el Panorama

El panorama es un antiguo hotel en la costa de Sant Feliu de Guíxols que se quemó y resta abandonado y en ruinas lleno de las almas aterrorizadas de los que se quemaron dentro. O quizás no.

No había entrado nunca, y eso que es lugar de culto por adolescentes sin nada mejor que hacer. Esta más que chapado y si te ven los vecinos llaman a la policía. Quizás porque como esta en ruinas es un peligro pero más probablemente por la afición que tiene la gente de este pueblo a llamar a la policía. Así no se sienten tan solos. Haremos un partido político para presentarnos a alcaldes, nuestra primera medida va a ser algo así:

- ¿Policía? Llamaba para denunciar al vecino de abajo, que está montando una fiesta un sábado por la noche a las 12 de la noche.

- En seguida venimos, no se mueva.

- Que bien, a ver si aprenden esos jovenzuelos.

- A ver si aprende usted señora, queda detenida, serán diez mil euros de multa, la mitad para nosotros y la otra mitad para financiar futuras fiestas de sus vecinos de abajo.

Estábamos en casa de Borx con Paula, Cristian, Nil y otra vez Judit, con quien he pasado gran parte de estas vacaciones y con quien también salí a dar una vuelta y hacer fotos el día de luna llena. Grabamos algunas escenas para el videoclip que está montando Cristian de la canción The End, alguien fumó salvia o algo parecido y necesitábamos escenas chachis de algún sitio que pareciese oscuro y diese mal rollo. Raudos y veloces, a las dos de la mañana saltamos la verja del hotel con unas cervezas, dos cámaras y una linterna grandota.

Nos perdimos varias veces, grabamos escenas realmente chungas gracias al flash de enfoque automático de mi cámara, encontramos de todo, nos cagamos de miedo varias veces y subimos a la terraza a hacer fotos al pueblo, pillar wifi y jugar a Magic.

Bueno, de momento, visto así, tampoco es una semana santa tan mala, y eso que solo vamos por la mitad. Pero es que realmente no lo ha sido. Ese es el problema, ha sido genial y aun así una mierda. Hemos hecho cosas nuevas, y cuando estoy en ellas prefiero la comodidad de lo conocido. He hecho cosas viejas que me siguen gustando, y cuando estoy en ellas prefiero la emoción de lo desconocido.


Vida Universitaria
Semana 27 – Segunda Parte
...y fuga


Fiesta casa del Pep

Estábamos tocando distraídamente en casa de Cristian y me dijo que había mejorado, que algunas cosas que tocaba estaban bien. Yo no sé nada, no lo había notado. Simplemente a veces voy por mi piso, son alguna tonta obligación que evitar, hambre, el Facebook sonando y ruido de la calle de fondo, veo la guitarra, la cojo, el volumen del mundo baja, y yo tengo veinte minutos de tranquilidad. Me gusta la guitarra, aunque casi ni la toqué esta semana santa, espero Borja, que no te importe si me la llevo conmigo adonde me voy.

La llevé a Sant Feliu con la esperanza de que mis padres se fueran de vacaciones durante la semana y así poder hacer un par de “cenas” en casa como ya iba siendo tradición semanas santas pasadas, pero no resultó ser así y mi plan de hacer de bardo de grupos de chicas adolescentes se fue al garete, aunque realmente, tampoco era un plan demasiado bueno. El único día que podríamos haber hecho alguna fiesta hubiese sido el viernes, peeero ese día ya estaba ocupada por la archiconocida, anunciada y más que re-anunciada por whatsapp fiesta en casa del Pep. Compramos alcohol y volvimos a casa de Cristian a cenar.

Llevaban dos semanas planeando por whatsapp, escogiendo canciones para la noche, hablando de juegos, de alcohol y diciendo que se morían de ganas de que llegara el día. Había un par de cosas que no acababa de ver demasiado claras, pero yo tenía ganas de ir igualmente.

La primera cosa que no veía demasiado clara era que en teoría era una fiesta privada de reducida asistencia teórica, pero que conforme iban pasando los días, mas i mas gente se iba enterando, y, en algunos casos, auto apuntando. Eso me preocupaba sobremanera cuando, bajando de casa del Cristian, con Pablo y Borja nos encontramos a Muñoz y Nil de pura casualidad, delante de un bar tomando las que deberían ser la cerveza numero 7 o 8 de la noche. (10 de la noche, aproximadamente). Obviamente los convencimos de que se uniesen a nuestros planes y nos separamos para ir a buscar cosas imprescindibles para una buena fiesta: mi disfraz de pollo y el pokémon rubí.

La segunda cosa que no veía demasiado clara es si la cosa no sería un apalanque masivo, como a veces ocurre en fiestas de estas características, en que todo el mundo ya se conoce, hay mucha maría en el ambiente y no hay incentivos para que pasen cosas. Para amenizar un poco traíamos los disfraces, con la idea de, llegados a alguna hora donde alguien se lo pudiese creer, ponérnoslos y fingir que habíamos venido así; como era deseo de Pep desde el principio.

La tercera cosa que no veía demasiado clara era mi falta de objetivos y de ganas de emborracharme. Tampoco tenía muchas ganas de fumar, ya que eso hubiese contribuido a mi apalanque de forma extraordinaria, pues casi no fumo nunca así que me afecta demasiado. Tampoco tenía ninguna droga divertida que probar ni ningún objetivo con quien liarme. 

Durante mucho tiempo he estado tan pendiente de ello y he conseguido quien fuese que quería cada noche. Ha llegado un momento que me cuesta hacer balance positivo de una fiesta si al final de esta, aunque me lo haya pasado bien, no he roto alguna barrera; que generalmente es liarme con alguien. No ha sido hasta hace unos meses que saliendo a dar una vuelta (porque ya no salgo de fiesta) que he conseguido volver a salir como lo hacía tiempo atrás y pasármelo francamente bien, sin follar y sin acabar con más cerveza que sangre en vena. Me lo hubiese pasado bien igualmente, porque realmente es un buen ambiente, la música era divertida y pasaron cosas, pero quería que fuese un día especial. No necesito drogas ni chicas para pasármelo bien saliendo de fiesta. Aunque, ¿para que arriesgarse?

Así que le pedí la Gameboy Advance SP, desenfundé mi querido pokémon rubí y me dispuse, años y años después de no jugar, a pasarme la liga, sin guardar, en una sola noche.

Estaba inspirado.

Cuando anuncié, una vez allí, mi objetivo, la reacción fue desigual. Algunos no podían creérselo, algunos no tenían fe en mí, algunos me decían vas a estar así toda la noche una y otra vez. Otros me profesaron su incondicional apoyo moral. A todos muchas gracias.

Escogimos, un poco entre todos un poco con tongo el pokémon inicial, fumé algo que me indujo a un estado pokémon-reflexivo que quizás os cuente algún día y empecé muy lento el juego, parándome a hablar con gente, a combatir con quien no debía y a entrenar a quien tampoco debía.

He olvidado mencionar el cuarto problema, que Pep vive en un piso en medio del pueblo y su terraza da a un patio de vecinos donde de oye todo. Así que, rollo a las doce y medio, nos echó la policía a todos, bastante bebidos ya algunos, y tuvimos que marcharnos. Putos nazis.

Nuestro éxodo fue dirección a la playa, donde nos pusimos en formación botellón y pasamos varias horas. Alguna chica se tiró al mar a cambio de una botella de vino, se fumó mucho, terminé jugando a pokémon con tres chicas, que cansas de decirme que dejase el juego de una vez, se rindieron y se pusieron a jugar conmigo, para desespero y frustración de Borja y otros chicos que no disfrutaban de la atracción magnética de chicas guapas que produce poseer un Combusken al 33 apodado Gato2 y un Kirlia al 29 apodado La Bestia. Esos fueron sus últimos niveles, pues en ese momento, en el que me encontraba en el gimnasio quinto, la SP dijo basta, y falta de un sitio donde enchufarse, murió la batería y con ella mi excelsa partida.

Siempre os recordaré.

Desde aquí, puedo prometer y prometo, que en alguna fiesta próxima voy a reintentar mi proeza. Lo voy a hacer, a lo largo de una noche, escogiendo de pokémon inicial alguien que yo designe magna decisión, y escogiendo yo, posteriormente, la versión del juego que quiera, rubí o zafiro.

Nos intentamos mudar al Montclar en un intento de huir del frio y buscar un sitio tranquilo con sofás, mantas y musiquita, pero por culpa de los rumores infundados de que allí hicimos una fiesta en carnaval nos encontramos una nueva cerradura, así que no pudimos entrar. Aunque ciertamente, tampoco teníamos la llave de la cerradura antigua, porque no teníamos permiso para tenerla ninguno de nosotros y tampoco veo para que la quisiéramos, no la queremos para montar ninguna fiesta en ningún solsticio ni ninguna orgia después del Sant Feliu Fest ni ningún niño muerto.

Nos quedamos en un parque allí cerca donde terminar de pasar la noche, hablando con Borx, Iker y demás individuos de talla mundial. Ya no estábamos de fiesta, la fiesta quedó allí, en el piso de Pep, entre gritos de Muñoz a los vecinos y la potada de Pep en su propia habitación. La fiesta no volvería hasta el día siguiente en Skull, aunque eso ya es otra historia, y yo no salí, fui a dar una vuelta.


Saturday Night Fever

Quedamos con unas amigas y Cristian en mi casa, hacemos unos mojitos, miramos una película y poca cosa más. Tenía que ser una quedada de otra forma, no sé exactamente como me lo había imaginado, pero son unas amigas con quien llevo hablando muchísimo desde la última vez que estuve aquí. Supongo, que nuevamente, mis expectativas me traicionan, pero en ese momento no lo vi así.

Ellas se marcharon, Cristian se quedó en su casa haciendo el videoclip y yo tenía diferentes opciones, podía ir a terminar la fiesta con los de ayer a playa de aro, quedar en ese mismo sitio con gente diferente, ir a Palamós a visitar muchísima otra que tengo pendiente, quedarme en Sant Feliu…

Decidí por ciertas razones ir a playa de aro, pero antes tuve ganas de arreglar antes lo de la tarde, quedé y realmente fue un buen rato antes de ir a playa de aro. No me lie con nadie, no hice nada del otro mundo. Últimamente, hago cosas que mi yo de 14 años me hubiese matado por hacer. Renunciar a sexo. Dormir con una chica y no querer nada con ella. Quedar con una y quedarnos mirándonos a los ojos sin decir nada. Es complicado de explicar. Creo que busco otras cosas en las chicas de las que buscaba antes, y mi camino a través de todas las chicas de mi vida me han llevado a ello. Follo con ellas se ha convertido casi en una forma de conocerlas, quizás me estoy ablandando, pero quien quisiera esa forma de ablandarse.

Salí por playa, bebimos fumamos, pasaron cosas, fue la fiesta que faltó ayer, aunque no para mí, hablamos de temas importantes (de chicas) con cervezas en la mano, y he de decir que muy acertadamente, ya os contare en la próxima de The Game. Fue una buena noche, cantamos muchos openings y me desperté demasiado tarde como para ir a jugar a fútbol y pasé lo que quedaba de Semana Santa en casa, con alguna visita ocasional de Judit.




Miedo y asco en Sant Feliu

Como ya os dije, he dejado de salir de fiesta. Voy a dar vueltas de noche, o a tomar algo como mucho. Tampoco me drogo porque si, considero las drogas como un instrumento para un propósito concreto, no un propósito en sí mismo. Tengo miedo de que todas las situaciones sociales se hayan convertido en lo mismo que hacíamos a los catorce pero con drogas por en medio. Y chicas. Bueno, eso tampoco me da tanto miedo. Ni lo otro tampoco. Lo que me da miedo la repetición, la sensación de que eso ya lo he hecho antes, de lo ya conquistado. Hay situaciones que me gustan ahora, que las hecho durante años y me van a seguir gustando en el futuro, pero son una minoría, son islas que han quedado de una extensión pasada ya inundada.

Pasé dos días en mi casa, la misma en la que tendré que volver este verano y de la que me fui de puro agobio el pasado durante tres semanas. No hice nada. Y se me quedó esa sensación al volver a Barcelona. Malas sensaciones. Estuve yo solo modificando lo que pude del blog, les pedí a Cristian (que seguía ocupado con el videoclip) y a Borja (que no seguía ocupado pero siempre está ocupado) que hiciesen una cosa muy simple, unas pequeñas descripciones de 90 palabras cada una. Se lo repetí cada día, y cada día me dijeron que si, que el siguiente. Yo lo hice, pero tampoco me sentí bien haciéndolo.

La sensación de que se te pegan los huevos en los pantalones, de estancarse, de sentir asco de tu propio apalancamiento. De las tardes medio-sentado en el sofá, cambiando canales. Siete días aquí me han bastado para recordar lo peor de aquí, lo que me he pasado haciendo durante 18 años. Me da miedo y asco. Tengo que salir de este lugar.




Miedo y asco en Barcelona

Si la semana santa me pareció que le faltó algo, y no ha cumplido mis expectativas, la semana de vuelta a Barcelona se me ha pasado como un enorme agujero negro en mi vida. Un nada constante, de la misma sensación de los últimos días en Sant Feliu. Ha tenido cosas buenas, pero no me gusta como estoy, estoy igual que de la manera que huí hace un año casi empezando a engendrar en mi cabeza la idea de Random local Guys, cuando me pasaba los días con Alicia en la Vila, sin hacer nada más que mirar series y jugar al civilization. 

Tengo que salir de este lugar.




Dulce Introducción al Caos

Les seguí pidiendo, casi a diario, las descripciones a Borja y Cristian. Les mandé un ultimátum el viernes: si no las tenía el lunes, dejaba el grupo/asociación/alianza. Es martes. No las tengo. 

Creo que he quemado una etapa. Me voy de Barcelona, iré Sevilla a vivir con mi primo, una idea que tenemos desde hace ya un tiempo, no sé si volveré este verano, pero por si acaso, me despido de todos vosotros. Creo que he quemado una etapa. Dejo Random Local Guys. No es una decisión fácil, soy de tener decisiones planificadas que palidecen frente a las más impulsivas e irracionales, pero siempre he tenido una cierta tendencia a correr hacia el horizonte, y creo que ahora es lo que necesito hacer.

Me despido pues de todos vosotros, hemos vivido momentos únicos todos juntos, y os voy a echar en falta; aunque no dejare de escribir, pero lo haré en un proyecto personal, y renaceré como Nanaky, en un blog, aún en construcción, al que llamaré Universidad de los Sueños, un blog dedicado a filosofía, coaching y programación neurolingüística. Realmente no ha sido una despedida tan mala esta semana santa, mirando en perspectiva me lo he pasado bien, solo lamento haber dejado gente sin ver o algunas cosas que decir, hasta me he pasado una semana con el móvil apagado por miedo de hablar claramente y dar la cara con quien la tenía que dar, pero nunca más.

Prefiero que me seguís recordando como ahora, antes de que degenere más y sea algo que tengáis que extirpar, lo hago por mí, pero también por vosotros. Mucha suerte a todos lo que seguís y formareis futuramente parte de este proyecto, espero que Borja, o algun nuevo fichaje me substituya como redactor del blog y este proyecto continúe sin mi; espero que os vaya estupendamente sin mí, en serio, cuidaros mucho.




Vida Universitaria
Semana 28
Vuelta a empezar


No voy a dejar Random Local Guys.

De hecho, nunca me lo he planteado realmente. Va a tener que pasar algo más grave que una sensación de inutilidad, pesadez e irrelevancia casuales para echarme de aquí. Pienso en esas sensaciones, las que me impiden a veces disfrutar de la simpleza de mi vida, no tanto como depresores sino como un tipo de motivación constante para no mantenerme quieto y luchar por lo que quiero. Precisamente Random Local Guys es lo que me permite canalizar todo eso en crear algo, en vez de consumirme por dentro; es el contrapuesto de los atributos de nuestra sociedad que nos llevan al ostracismo y la conformidad: premia el trabajarse las cosas, el crear sin miedo a equivocarse y el llevar tus ideas a un sitio donde puedan tener importancia, a la vida real. Para eso lo creé, hace poco menos de un año, y no tendría sentido alguno que me dehagase de ello precisamente para huir de aquello contra lo que lucha.

No me voy a vivir a Sevilla.




Realmente hace unos años sí que tenía la necesidad de huir. Necesitaba abrirme de alguna forma urgentemente, pues los años de bachillerato habían aplastado mi espíritu y me sentía encerrado; solo las chicas suponían un oasis para mí, y tampoco sabía disfrutarlas. No tiene sentido dejar mi vida en Barcelona-Sant Feliu, que es bastante mejor que la más optimista de las expectativas que tenía durante mi preadolescencia. Marcharme seria huir de un lugar, donde tengo muchas cosas que aunque no valoro frecuentemente y echaría en falta, con la esperanza de que por el simple hecho de cambiar de lugar mi vida algo dramático hubiese de cambiar también en ella. 

La huida de Sant Feliu fue diferente, fue una huida física, pero también intelectual, huir de Barcelona solo pondría en manifiesto mi incapacidad para construir algo de valor y mi habilidad de culpar a otros o a lugar de una situación que me he buscado yo mismo, que tampoco es la que cuento en el blog, pues las entradas vida universitaria no son más que una dramatización y en ningún caso se pueden tomar literalmente, quizás es culpa mía por no puntualizarlo.

Siempre he mantenido en mi mente una posibilidad de salir corriendo hacia el horizonte, pero ahora mismo es más una bocanada de aire. No sé qué voy a hacer en el futuro, pero siento que, de momento, mi lugar está aquí. Aún quedan cosas que conquistar.

¿Por qué he hecho un post anunciando mi final, y he publicado en Facebook que abandonaba el grupo?

Obviamente, tenía una parte de hype, una de broma y también la curiosidad de que ocurriría y de cuanta gente se lo iba a tragar, pero también las mías propias, tanto por motivos dentro de Random local Guys como personales. Claramente, como ocurrió con orson Wells, mi historia se ha sobredimensionado y mucha gente me ha escrito despidiéndose, llamándome y preocupándose por mí; a todos vosotros os digo que sois unos crédulos, unos idiotas sentimentalistas de pacotilla y que os quiero un montón.

Me tomo todo esto como la despedida que nunca voy a tener de Random local Guys, porque aunque puedo disminuir mi actividad, escribir menos, o tener otros proyectos, esto es para toda la vida.

Y por supuesto no me voy a hacer un blog llamado Academia de los Sueños ni a lanzarme como filosofo amateur ni a dejar la redacción del blog a Borja, ¿estamos locos?


Vida Universitaria
Semana 32
Maxwell House


Dado la histeria provocada por la última vez en: Preludio… y fuga, voy a volver a pegar en estos artículos el disclaimer que he ido dejando de poner por considerarlo redundante, pues creía que estaba claro que, aunque basado en mi vida, las historias que cuento son un poco una dramatización, una forma de ver lo sucedido, o directamente tiene partes inventadas para preservar la sensación que yo he vivido con ellas y vosotros, insignificantes mortales, solo aspiráis con leer.




Hoy vengo con instrucciones.

Toda historia tiene su trasfondo, o quizás el trasfondo es todo lo que tiene. 

Puedes leer esto de tres formas.

Si te interesa un pimiento mi vida y has entrado aquí porque quieres saber que ocurrió en Maxwell house, porque no fuiste y te mueres de envidia o tienes curiosidad, puedes intentar leerte La Historia, algo más abajo. Pero yo no tendría demasiadas esperanzas, este es un blog personal y ni puedo condensar tres días en unas pocas líneas. Si has ido y quieres revivirlo en formato literario, pues intentar también leer La Historia, pero yo no tendría demasiadas esperanzas, este es un blog personal y mi historia no será demasiado parecida a la tuya; quizás comerte un flan mientras ibas puesto de vodka y te tiraban harina es una gesta heroica en tu mundo, pero en el mío es completamente irrelevante, mientras que la vuelta a casa fue un momento crucial para el mío pero completamente irrelevante para ti.

Si te interesa un pimiento Maxwell house y no sabes de qué coño te estoy hablando, puedes leer solo el prólogo y considerarlo un capítulo más de mi atareadísima vida universitaria, con sus desmanes, sus dramas, sus historias de héroe trágico y sus mierdas habituales.

En ningún caso puedes intentar leer los dos. Aunque bueno, soy una frase, no un policía, haz lo que quieras.




El Prólogo


Me han pasado bastantes cosas aun sin querer las últimas semanas pese a mi ascendente comportamiento de maestro zen autodestructivo y ermitaño; mi etapa de 24 horas como filosofo en Sevilla, alguna que otra taja en mi piso, alguna que otra visita a la Vila, alguna que otra excursión, algún que otro intento de fumar salvia, escribir mucho y pensar mucho sobre The Game. Hasta he ido al teatro a ver a unos amigos, uno de los cuales conocéis bastante por aquí. 

Durante los días que estuve con la serie de artículos (hay bastante más de lo que publiqué el otro día) estuve en mi piso quizás un poco demasiado capficat. La satisfacción de cuando lo terminó se tornó en una especie de vacío raro y un cabreo con el mundo más que considerable. Me discutí con casi todo el mundo que tenía y mi alcance y me fui a dormir cabreado como una mona. Fuese como fuese, al final reaccioné y me fui a Maxwell House bastante ilusionado. Noté durante un instante el viento en la cara y me recordó al inicio de verano pasado, siempre heraldo de grandes aventuras. No sé si realmente fue mi predisposición o el acto en sí, pero suerte del cambio de actitud, porque al principio no lo tenía nada claro.

Os explico.

Maxwell House es el nombre de las colonias de física, organizadas por primera vez este año por un par de héroes locales que se encomendaron a tan magna tarea. Para aclarar toda posible ambigüedad, voy a traducir “colonias de física” a lenguaje habitual, es decir, casa de campo + estudiantes de física + alcohol.

Las colonias son un sitio entretenido, todos recordamos excursiones con el instituto con más o menos cariño, el colegio, el Montclar o lo que sea en las que hemos ido de colonias; se hacen actividades, conoces gente, hay monitores dando la brasa y al acabar te das cuenta de que dos días te han pasado como una semana y que habéis vivido en una especie de mundo paralelo en el que ahora impera una rara sensación de compañerismo alimentado por las bromas internas, las inevitables anécdotas, las historias que contar, las referencias a alguna persona externa al encuentro que no comprende después nada del hype organizado. En las colonias de mayores, la única diferencia es que en vez de monitores hay alcohol y en vez de actividades hay… más alcohol.

Razones para no ir

Últimamente no salgo de fiesta, no tengo ganas algunas de emborracharme ni acostumbro a beber por beber pese a que penséis lo contrario. La mayoría de fiestas, si voy sin alcohol en sangre me aturden; empiezo a observar el comportamiento de la gente y me deprimen cosas como el buitreo generalizado. Hay fiestas que no, hay fiestas en las que te sube el ambiente que hay, aunque tenía mis serias dudas de que se tratase del caso. Las expectativas no eran buenas, más que nada por la música que empezaban a colgar en el evento, aceptable para las 4 de la mañana en Playa de Aro, pero bastante menos apropiado para lo que intuía serian unas colonias de física.

Los estereotipos del estudiante medio de física tiran bastante para atrás en lo que estar de fiesta se refiere, así como en la sociabilización. Estamos hablando de una carrera donde la mayoría de gente no se apunta a una fiesta porque "estamos en la recta final" quedando cuatro semanas para los exámenes. Las colonias tal y como las pintaban solo les faltaba pedir una autorización de los papis para personarse; comida de catering que disparaba el precio a 55 euros dos noches sin contar transporte, una encuesta de 7 u 8 páginas sobre preferencias alimenticias y llevaban la organización del viaje en un Google Docs. Aconsejaban llevar ropa de repuesto, una bolsa para la ropa sucia, cepillo y pasta de dientes.

No conocía a los organizadores, pero parecían cumplir el triste hecho que los que más querrías que organizaran cosas son los menos organizados, y que los que son más organizados son los que no querrías organizando algo como una fiesta; y en este sentido las preparaciones rozaban lo infantil. El sectarismo imperante; aunque se da a todos niveles de la población, que ocurra en un campus universitario me parece bastante patológico y algo más que un simple estereotipo. No conozco ni una quinta parte de la gente que va, a algunos los he visto, a algunos no, con algunos llevo dos años haciendo las mismas clases y pese a eso quizás me suena un poco.

El porcentaje de chicas era deprimente; más que por el hecho de poder liarte o no con alguien, me preocupaba el hecho de que las fiestas con número reducido de chicas carecen de alicientes para que los chicos beban como cosacos, se comporten como salvajes, bailen absurdamente o saquen sus talentos mierder a relucir, lo que reduce sustancialmente la calidad de dichas fiestas.

Pero quizás la razón más obvia para no ir es en general la falta de alicientes. Yo me muevo por objetivos claros, por desafíos y competitividad. Ese es mi motor social, buscar siempre algo más, ya sea liarme con quien quiera esa noche, a proclamarme el rey de los lagartos. Me da igual cómo, siempre fronteras que conquistar, y, más importante aún, que yo vea como conquistables. Todas las impresiones que me daban estas colonias de física se alzaban delante mío como un muro social del que sabía que podía escalar pero que para ello debía hacer concesiones, reír sin gracia, conocer gente por la que no siento curiosidad y reunirme en grupos que no me apetecen a beber alcohol que no quiero para liarme con chicas que tampoco me gustan demasiado y así impresionar gente que me da igual.

En la vida social adolescente, todo ese conjunto de vivencias son algo nuevo, cada encuentro es una oportunidad, cada interacción durante alguna actividad un señuelo de que algo mejor va a pasar a continuación. Pero ya he recorrido ese camino, volver a ello, a una situación inicial, y descubrir que acostumbrado a un relativo éxito social aquí debo empezar de cero como todo el mundo, iba a ser algo demasiado difícil con lo que lidiar. Un muro demasiado alto en una ya de por sí muy homogénea, aplicada, responsable y ordenada colección de estudiantes de física, dada a un tipo de líderes más fiel a su propia imagen que a alguien como yo.

Para asegurarme de no encontrarme en una situación en la que no me sintiese Napoleón, hasta pensé en llevar mi portátil para retirarme a escribir si la situación me era demasiado alienígena, o un libro y unas setas alucinógenas, para así convertir esas colonias en una retirada espiritual. Fiel a mí estilo, en perfecta calma o en perfecta tempestad.




Razones para ir

Aunque no salga de fiesta ni beba porque si, unas colonias con buena gente es un buen motivo para hacer una fiesta y beber alegremente.

La música durante la noche me seguía preocupando, pero íbamos a llevar la guitarra de Borx. Entre mi compañero de piso, yo, y algún virtuoso guitarrista que sospechaba iba a venir, ya teníamos un mínimo de calidad sonora asegurado. Además, de torcerse la noche siempre podríamos huir y montarnos nuestro propio rollo en alguna habitación.

Los estereotipos del estudiante de física me seguían preocupando, pero oye, que yo también tiendo a ser un friki acabado y antisocial, escribo en un blog contando mi vida y pese a eso molo bastante. Y que bueno, ya sabemos todos que los estereotipos no son tales, yo mismo carezco de buena parte de los asociados a una carrera de estas características, y el tipo de gente que se apunta a unas colonias así ya es un filtro en sí mismo.

Deporte, mucho deporte. Había piscina, había pista de básquet, de futbol, de vóley. Además, haciendo deporte la comunicación sigue existiendo, es no verbal pero es comunicación, y para mí siempre ha sido una buena forma de entenderme con la gente. Además, es un campo en el que puedo demostrar mis más que evidentísimas capacidades atléticas superiores al resto de los mortales.

Me estoy quitando de eso de asociar mucho alcohol a liarme con chicas, y que mejor ambiente para eso que unas colonias de física, que son para mí lo que una librera a un alcohólico anónimo.

Bueno, sí, conozco a pocos, los que conozco no les veo nunca pero, joder, me caen bien. Son realmente buena gente, con un mínimo de inteligencia rara en el mundo exterior. Las ralladas, enfados sin sentido y el postureo extremo no existen en tanta medida como en el mundo exterior, entienden las cosas y tienen inteligencia emocional. Y a los que no les conozco, quizás todo teórico defecto se vuelva pasto del insoportable peso de la evidencia experimental al hacerlo, y que mejor lugar para ello que unas colonias en vez de ir a clase y sentarme cinco horas en silencio con ellos.

Total, que al final fui. 

Abrí la Game Boy Advance SP de Cristian y me dispuse a avanzar en mi nueva y flamante partida del Golden Sun. Entré en el tren en el primer vagón que encontré después de correr un poco, aun algo aturdido por la repentina necesidad de cerrar la Game Boy, guardar el móvil y correr a un tren que yo estaba esperando en el sitio equivocado. Depuse mis pertenencias donde pude dentro del vagón atestado de gente y unos señores empezaron a tocar Hit The Road Jack con un acordeón y una viola con unas cuerdas que parecían de tender la ropa. Mucho más aturdido, mire a mí alrededor y me quedé parado mirando la chica de delante de mí. Yo mismo no sabía porque la miraba; si porque era guapa o porque la conocía de antes. 

Terminó la canción y le pregunté. La conocía. Aunque tambien era guapa. Hace unos cuatro años. Es una historia muy corta; fui a Barcelona con el instituto, me encontré mágicamente una amiga, que conoció a esa chica del tren y fuimos los tres juntos a dar una vuelta, hablar un poco y, realmente, nada más. Me cayó muy bien y casi nunca más me acordé de ella, he estado muy liado los últimos cuatro años. Hablamos, entre nosotros y con una amiga suya durante una hora que se me pasó volando y bajé en Vic.

¿Porque os cuento todo esto? Bueno, me animó bastante el encuentro en sí, pero también me sorprendió mucho, pero mucho, que me dijera que lee Random Local Guys. Cada vez me lo dice más gente, y veo como subimos últimamente visitas de una forma bastante exagerada, pero que me lo dijese esa chica de la que me había olvidado me dejó K.O. Ya hemos conseguido algo, nos leéis, ahora solo hace falta que se os pegue algo. Porque a mas aumentamos mas me da la sensación de que os entran las cosas en la cabeza y salen sin mas, como una voz mas que oís en el metro y a la que no prestáis demasiada atención.

Y ya está.

Esa es la semana 32.

¿Qué cómo fue Maxwell House?

Pues exactamente como os podíais esperar vosotros, exactamente todo al revés de lo que había pensado yo.

¿Queréis la Historia? Tampoco no da para tanto, muchas cosas, muy concentradas, imposibles de entender si no habéis estado allí. Esta es una entrada floja, realmente floja. El resumen es que no me ha pasado nada importante, y que pese a ello ni he estado mal ni me he ido a Sevilla. Esta es una semana normal, de persona normal. A lo que tendría que estar acostumbrado. De seguro he hecho cosas que os resultarían mas impactantes que encontrarme alguien en un tren o jugar una partida del Golden Sun, pero no son importantes en mi historia. En mi historia ha sido mas importante la decisión de ir, y en que estado he llegado allí, con que ideas y la dirección del viento que soplaba que las colonias en si mismas.

Intentar impresionar con relatos de leyenda no es lo mio, ni el modo en que vivo mi vida no pretende ni debe ser extrapolable a ninguna otra persona, buscaros otro héroe si queréis eso, mas a medida de vuestros propios ideales.




La historia


Si sospechas quien soy pero no te acuerdas exactamente, puedes intentar identificarme como un atractivo joven caucásico ornado con un opulento colgante de zanahoria. También quizás me recuerdes como el hijo de puta del vodka en la carrera de sacos, por mi camiseta del Shohoku o por algún evento ajeno a la línea editorial de este blog.

Pero bueno, vamos al grano.

Uno no puede hacer predicciones muy buenas cuando realmente se trata de aventuras. Sin planteármelo, realmente la decisión de ir era una aventura bastante arriesgada, será que se me está yendo un poco la olla, pero de pronto me encontré el viernes, en una estación con un billete de tren destinación Vic, ciudad por la que hace años que no paso, con una mochila pequeña, sin el número de nadie ni habiendo quedado con nadie, yendo a una casa que no sabía dónde estaba con mucha gente que no conocía.




En cuando me di cuenta, encendí el chip de supervivencia y todo cambió. 

Bajé del tren y para mi sorpresa en el último vagón estaba mi compañero de piso. Bueno, todo parece mejorar, ya tengo alguna forma de llegar a la casa. Esperamos aproximadamente una hora en la estación, y llamado por un amigo mi compañero, nos pasaron a recoger para ir a la casa. Detalles aparte como la presencia de un matadero de cerdos al lado y un olor particular, mi primera impresión fue buena. Encontramos sitio rápidamente en una de las habitaciones, la casa era inmensa, había otra guitarra, mucha bebida, sistema de sonido potente traído por la organización, multitud de pelotas de básquet y fútbol traídas por los asistentes.

Voy a resumir mi estancia en modo cronológico y rápido porque si no esto se va a hacer eterno y todos tenemos cosas que hacer.

Primer día: Instalación, exploración, fútbol, básquet, piscina, vóley, alcohol, colegueo, cena, alcohol, pseudojuegos, alcohol, música, alcohol, fiesta, EDM, rock, alcohol, yo pidiendo fuego desde lo alto de un contenedor giratorio en medio de la parte exterior llena de gente bailando, mas alcohol, colegueo, EDM, escena en blanco, Golden Sun y dormir hasta las 12 del mediodía.

Segundo día: Despertarme en perfecto estado pese lo que daba a intuir mi estado en la noche anterior, desayuno, futbol, básquet, llegada de una segunda oleada de gente, comida, guitarra, gincama de la que participé poco o nada, el Barça pierde la liga, alcohol, guitarra, colegueo, ducha, cena, colegueo, alcohol, EDM, alcohol, rock, colegueo, alcohol, cosas turbias, falta escena, habitaciones, alcohol, guitarra, colegueo, juegos absurdos, mas alcohol, putadas varias, sale el sol por el horizonte, Golden Sun y dormir hasta las 12 del mediodía.

Tercer día: Despertarme en perfecto estado cognitivo pese lo que daba a intuir mi estado en la noche anterior después de dormir ininterrumpidamente pese el ruido infernal de despertadores y orquestas varias que me dijeron que sonaban. Desayunar, guitarras, recoger, comer, colegueo, más guitarras, preparación, salida.




Para algunos se terminaba aquí la cosa, con la voz más que afónica de cantar, gritar y beber más de lo común, repetir clichés y frases o conceptos o palabras que se hacen legendarias inevitablemente al pasar cierto número de días rodeado de la misma gente y un ambiente agradable y social; pero no fue así: entramos en el tren y poco a poco empezamos a proclamar lo rallados por los kilómetros que estábamos, como nos fumábamos la distancia, y afirmando cosas como puta vida tete, cuando toco cama me pongo sereno y demás lindezas. 

En algún momento nos damos cuenta de que teníamos una harmónica y una guitarra con nosotros, y, qué demonios, así se hace el viaje más corto para llegar cuanto antes a nuestro refugio habitual de hormigón armado, con nuestra comida, nuestros portátiles, nuestra música, nuestros portátiles, nuestras camas, nuestros portátiles, etc.

Empezamos a tocar, primero algo calmados y luego más animadamente, con la complacencia o maldición de los otros habitantes del vagón, algunos de la propia Maxwell House, que se encontraban en ese momento bastante consumidos. Se nos unió un grupo de niños y niñas de algunas colonias ajenas. Llegaron en tropel y nos acompañaron casi todo el viaje, pidiendo temazos tales como “pajaritos pintados”, canciones de “Els Pets”, “rojitas las orejas”. No nos sabíamos nada, pero les daba igual, se quedaban con nosotros a vernos hacer el idiota con la guitarra y una harmónica que ninguno sabia tocar, ellos se ponían contentos y nosotros nos íbamos animando por el inesperado público.

El monitor de su grupo se unió a nosotros, también tocando alguna cosa, y sintiéndose culpable si las niñas nos pedían la guitarra o si nos estaban molestando, pero realmente no nos importaba nada, estábamos en nuestra salsa; simplemente el ambiente y la droga no tomada nos había subido y cantábamos a pulmón con la poca y mala voz que nos quedaba.

La gente se fue marchando por el camino. Nosotros, lejos de parar, con alguna reincorporación de físicos algo recuperados, seguimos cantando y tocando, hasta llegar finalmente a nuestro destino. Nos despedimos de los últimos físicos y de unas chicas desconocidas que nos saludaban muy efusivamente desde el otro lado del vagón.

¿Qué quiero decir cuando digo que todo fue al revés?

Lo importante, pese a todos los pros y contras, pequeños y grandes, es la sensación que te transmite estar en un lugar con una cierta gente. Se pudieron plantear las colonias de muchas formas, pero fuese como fuese, se creó algo muy bueno que a veces es muy difícil de conseguir.

En algún momento me sentí algo extraño, la gente reuniéndose en corrillos que no me apetecían, y yendo de un lado para otro porque no tenía nada mejor que hacer, pero fueron solo momentos puntuales. 

Todo lo que creía bueno fue malo. 

Debido a la falta de tiempo libre que tuve y los entretenidos viajes en tren, no he podido avanzar nada en mi partida de Golden sun. 

Hice mucho deporte solo para comprobar que mi estado físico está lejos de ser el que debería, que he olvidado como jugar a básquet y que si me tengo que basar en como jugáis y la inteligencia y vivacidad que ofrecéis durante los partidos de futbol y vóley parecéis alumnos de magisterio extraviados. 

Todo lo que creía malo fue bueno.

Debido a la seguridad de un ambiente de gente parecida unida, debido a la excepción de ese encuentro que no está sujeto a las mismas normas de comportamiento no escritas del comportamiento entre aulas y pupitres, el ambiente fue agradable y de bastante colegueo. Las fiestas de las dos noches fueron animadas, con sus locuras, sus momentos estúpidos, sus ralladas por la música, sus motivaciones por la música (bendito seas el que ponía Mago de Oz y el héroe poniendo openings), sus bajones y sus subidas. 

Las comidas estuvieron bien pese algún problema técnico, animadas, los juegos estúpidos tuvieron su gracia, la gincama se me hizo corta, toqué tanto la guitarra que aún me duelen los dedos. Todo funcionó bien. Cuando las cosas funcionan bien es fácil olvidarse de que es algo muy raro. La organización fue increíble. Realmente me lo pasé bien, fue un paréntesis en lo que normalmente es un ambiente universitario tirando a gris. Un buen parentesis, mas que necesario para recuperar mi maltrecha fe en las personas.

Os voy a contar algo.

Hay diferentes formas de organizar un evento. 

Las dos no fiestas que hemos hecho como Random Local Guys han sido de una cierta manera, dejando lo máximo posible a la improvisación, ocupándonos de lo mínimo al inicio para luego poder desentendernos completamente de todo. Puede ir bien, se puede hacer fácilmente un buen ambiente debido a la permisividad y no requiere de agobios ni de mucho trabajo, pero también puede ir muy mal.

La otra forma contrapuesta es intentar controlar el máximo de cosas posibles, planeando mismos juegos o actividades intentando asegurar la situación, dar sensación de seguridad y que todo esté al gusto de todos. Mayormente va bien, el único peligro es controlar demasiado e intentar forzar, sobrepasando el simplemente crear las condiciones adecuadas, un ambiente que tiene que surgir por sí mismo. No se forzó demasiado. La otra pega, es que es un cargo de trabajo muy importante, mayor aun si el número de personas es grande y si involucran actividades, comidas, duchas, fiestas, etc.

Visto así, yo me quejaba de que parecía un planteamiento algo moñas en cuando vi las colonias pero no tenía mucha razón, sin duda el segundo planteamiento es el adecuado para estas circunstancias. ¿Hubiese hecho cosas diferentes? Probablemente. ¿Hubiese sido capaz de ello de la forma en que lo han sido los organizadores? Ni de coña.

Si nosotros montamos fiestas es para disfrutar de ellas, aunque también mole hasta cierto punto organizarlas. Quienes lo han llevado se merecen todo y más, pues se de primera mano lo que conlleva montar cosas y pretender que funcionen perfectamente. No sé porque lo han hecho, no sé si les gusta el reconocimiento, si lo han disfrutado, si se les ha ido de las manos; no tengo ni idea y poco me importa ya; simplemente os dedico mi más sincero:




Vida Universitaria
Semana 34
Festa del Gat


La cosa funciona así. Hoy tengo fotos, bastante fotos, que van a contar el grueso de la historia en mi nombre.

La primera serie de fotografías corresponden a un jueves, en el que fui a la Vila a visitar gente en la señalada data de "La festa del Gat", que es algo así como la fiesta mayor de la Vila, dedicada a los gatos; amos y señores indiscutibles del campus universitario.

La tarde empezó inocentemente, unos frisbies, saludando gente, concierto, bailes y demás. Mi intención era volver antes de cenar, intención que se vio frustrada dado el nivel de la gente que me iba encontrando. Mi determinación cambió de volver antes de cenar a volver antes del último ferrocarril, que rápidamente cambió a quedarme en la Vila en alguna cama a medias o en algún sofá caritativo pero sin salir de fiesta. Un nuevo giro de los acontecimientos inesperado me llevó a mí, junto a Miquel y Joan, que tampoco iban a salir, a Mundo Caníbal hasta las cinco de la mañana. A esta hora volví a Barcelona y en el camino de vuelta me crucé con Sol, quien iba al aeropuerto por la mañana y con quien decidimos desayunar. Rápidamente entabló conversación con todo el que su puso en su camino como es habitual en ella y almorzamos divinamente con unos alemanes recién salidos del after majísimos.

Como yo solo iba a dar una vuelta por la Vila, me llevé la cámara de fotos, que conservé toda la noche sin daños perceptibles y gracias a la cual hice un montón de fotos, primero a conocidos, luego a todo el mundo que creyera que yo era el fotógrafo oficial de la discoteca. También gravé videos, incluyendo una etílica representación de una escena de Black Books, la serie que recomendé hace unos días.
























La segunda serie de fotografías corresponden a la misma noche, pero esta vez centrada alrededor de la figura y evolución de Joan Montana, ampliamente conocido por sus famosas colaboraciones.

- NADA

- ¡Resulta que puede no gustarte Pink Floyd!

- Canciones para un día de lluvia

Esta serie de imágenes muestra un Joan muy cercano, en su mejor papel, él mismo. Algunos dicen que es su mejor trabajo hasta la fecha, pero quizás solo son habladurías.















Cuando desperté en mi piso, alrededor de las seis de la tarde, abrí el móvil para preguntar a Cristian cuando iba a venir, a lo que me contestó con un sonoro pitido del portero automático.

Habíamos quedado con Pep para tomar las tres trufas mejicanas recién llegadas de las tierras bajas. Se nos unió también al último momento mi fiel compañero de piso, y nos embarcamos en un viaje que pudo durar entre una y cincuenta horas, sin ninguna diferencia entre una cantidad de tiempo y otra.

No voy a contar como fue así sin más, pues sería una terrible simplificación que no estoy dispuesto a perpetrar, para más adelante queda pendiente esta explicación, hasta incluso para otro idioma.

El sábado, salimos de fiesta por Marina, (yo a dar una vuelta) sin demasiado éxito, pero encontrando sin aparente explicación a David Román dentro de Lobo. Fue una noche más o menos tranquila, y cuando digo más o menos tranquila significa que fue un caos absoluto. 

Durante la siguiente semana estuvimos en mi piso Cristian David y yo, intentando sobrevivir, pasándonos juegos de la Gamecube como el Pokémon Colosseum sin ninguna memory card. Cocinando manjares increíbles, dando vueltas de medionoche, mirando muchas pelis de Star Wars y escuchando mucho Bob Dylan. Cristian yendo a tocar al metro para conseguir tabaco y un billete de vuelta a Sant Feliu, y David durmiendo en el sofá para desespero de mis compañeros de piso habituales y mi gratificación.

Realmente, hay mucho más que contar, pero os tendréis que quedar con eso, con eso y la tercera serie de fotografías.









El jueves, una exacta semana después de La Festa del Gat, muchas cosas habían cambiado. Me esperaba mi camping anual, mi oasis particular; esta vez con una sensación diferente, estaba en un estado, como antes del viaje, del que no quería partir ni explorar, solamente potenciar, y tenía miedo de que el camping actuara como el gran deformador, como la parta abrasiva del verano.


Vida Universitaria
Semana 35
Sin palabras hablan



Al grano.

Como siempre, han pasado más cosas en estas semanas que las que tardaría una vida mía en escribir y tres o cuatro vuestras para vivir. He estado a medio caballo entre ser el señor del espacio y el tiempo a perderme cual niño asustado en las profundadas de mi propia inseguridad. A ratos, mi brutal franqueza era mi única arma y a otros ni mil Poseidones me impedirían andar sobre las aguas de la incertidumbre del futuro como si planeara construir sobre ellas un enorme castillo, matar un kraken o seducir alguna sirena.

Sintiéndome fuerte vuelvo, con la sensación de que no hay sitio donde volver.

Después de remover cielo y tierra, encontrarme en una vida que supera las más imaginativas fantasías de mi juventud, no hay sitio donde volver. Solo un par de sofás, una cama conocida, una ventana a las siempre activas y siempre estáticas calles de Barcelona. Estoy activo, estoy fuerte, conozco las aguas; pero me encuentro incapaz de canalizar eso en hacer una simple entrega de veinte minutos de electromagnetismo.

Supongo que es lo de siempre.

Es lo mismo que pretendía crear con Random Local Guys, sobre cuyo futuro tendréis más que noticias próximamente.




Hace un par de semanas cambiaron bastantes coses en medio del huracán que conté en Semana 34.

Como ya os conté, el viernes de hace un par de semanas tomamos trufas mexicanas en mi piso cuatro genios en ciernes. Y fíjate que digo tomamos en vez de "tome con", pues acepto el conjunto de la situación como su todo, en vez de la diseminación puntual de que éramos cuatro tíos y tomamos algo que nos hizo alucinar un ratito. No exagero cuando digo que tardaría una vida en contarlo todo, pues una vida es lo que me lleva a mí a vivirlo, igual que la tuya te lleva, con todas tus acciones y decisiones, irremediable e irrevocablemente a el punto en que estás leyendo estas líneas. Un sistema axiomático, tratando de comprender a otro cuya propia existencia como tal ignora de raíz.

No contaré aquí el viaje en si mismo, pero si sus consecuencias, si su continuación; porque de alguna manera, de todo viaje vuelves diferente, cargado de cosas de vuelta a la imperturbable realidad, que ya no percibes como tal.

Soy un chico de por aquí que dice cosas, hace cosas y va a sitios. Imperativo. En esa aparente reducción del concepto del Yo me sentí ondulando la realidad, acariciándola, como un ente que dice, hace y va a sitios, planea basándose en tenues brumas y brisas invisibles, improvisa paladas, giros de timón de una forma que el mismo ignora y misteriosamente siempre llega a su destino. Arquitecto y artista, pero ganador. Ganar no como fin, ganar como medio. Ganar como actitud. Aunque eso no es nada nuevo, quizás solo necesitaba recordar.




Según como entiendo yo el mundo, todo puede ser considerado una mentira en si misma, lo que no significa que alguna mentiras sean mas importantes que otras. En mi afán de negarlo todo, a veces se me olvida.

Entiendo que os pueda parecer raro tal y como estáis leyéndome, más acostumbrados a gestas, fiestas e incongruencias propias del egocentrismo de esta generación que a reflexiones más allá de la última fumada intelectualoide de tu amigo El Porros.

Conformo la extensa experiencia social en su totalidad como un gran viaje colectivo, sus palabras son sus conceptos, y sus conceptos la definen y deforman.

Algo esta cambiando en nosotros.

Últimamente, hablamos en otros conceptos. Inventamos los nuestros propios. Reinventamos los olvidados. Poco a poco, creamos nuestra realidad. No hay mañana, el diego, consumirse, el lado oscuro, quedarse piu; no son solo una jerga que usamos sin conexión con nuestra forma de ver la vida. Hablamos de estructuras, hablamos de crear, hablamos de conceptos, hablamos de proyectos, hablamos del tiempo y hablamos del fluir. Hace tiempo que usamos nuestras propias palabras, pero no había comprendido la importancia hasta ahora de ese hecho.

Quizás porque fluir es todo lo que queremos hacer; a nuestra manera. Cristian hacia el corazón del mundo, yo hacia su superficie.




Poco a poco voy ligando mi futuro más a RLG, la aparente locura, que a mi carrera universitaria, el charco salvavidas de un estanque al que no pertenezco. Es algo que viene ocurriendo desde hace tiempo, y no he hecho nada por evitar. Esta serie de artículos es una constatación de este hecho, y lo sabéis. Mi viaje a través del camino del puño rápido así me lo exige, con su innegable lógica aplastante:

Si quieres algo, cójelo.

Seguramente ya pensabais en mi como en el chico que pasa mucho del instituto, la universidad y en general cualquier cosa ligeramente impositiva; pero esas ideas han llegado a unos limites que mi yo de hace unos años se aterraría de mi extremismo, a la misma vez que se sentiría seducido por la idea de que puede imponer sus propias normas y desafiar aquellas cumplidas por quienes odia, independiente de la idea en si misma; lo se porque yo también me siento seducido por ello, pero quien no lo estaría si viese en su palma la posibilidad de crear su propia realidad.

Me hago completamente culpable de mi irresponsabilidad y a la vez soy incapaz de sentir culpa alguna por algo de lo que no me siento responsable. No contemplo el proyecto como una salida, como un viaje que parte de una estación para volver algún día al camino de la mano derecha. Si quieres hacer alguna estúpida metáfora con caminos y trenes y estaciones, quizás deberías primero mirar a tu alrededor y ver en que viaje estas embarcado tú sin darte cuenta; a miles de kilómetros por hora alrededor de la vía láctea, junto a siete mil millones de almas, hacia el más profundo vacío interestelar.




No me siento culpable de querer todo esto, siento nostalgia de la sensación de la que os he hablado antes, de la sensación de integrar con las aguas en vez de querer alejarme de la orilla, sensación de fluir, sensación de ganar.

No le pidas a alguien que abandone algo así. No le digas al vagabundo que vuelva a su casa, no le digas al inmigrante que se vuelva a su país ni al navegante que el mar no puede ser su patria. Es normal que quiera estar donde me sienta fuerte, igual que en el viaje inducido por las trufas todos sentimos en algún momento la necesidad de que no se terminara, igual que negarte a salir de una cama cuando tienes a tu lado la fuente mas importante de felicidad, por la simple razón de que cuando eres feliz quieres seguir siéndolo. Es algo que puedes manipular ligeramente, boicotear, es algo que puedes posponer, es algo que puedes decidir; pero solo para que vuelva, imperativamente, a manifestarse en tu vida en un sentido mucho más amplio; eventualmente vas a dar un paso hacia atrás y veras que ha sido así a lo largo de toda tu vida.

Tiempo habrá de hablar con tranquilidad de mi experiencia, de la figura de escritor, sobre el escribir y sobre Random Local Guys. Pero de entrada, me niego a contemplar el viaje como una parada a estaciones sin conexión, quizás si cuento lo ocurrido a su alrededor, la situación fluctuante de mi vida, podréis tener la sensación de algo parecido a entenderme, pero hasta dudo de que eso sea mi intención; la comunicación no es siempre lo que parece.




Este fin de semana volví a Sant Feliu, solo de paso, a ver gente que me importa, a recoger un par de cosas, y como puente al camping donde cada año vamos con gente cambiante y espíritu constante. Me encantaría hacer una crónica, explicar en su totalidad como fue o tener alguna foto que enseñaros. Pero lo he consumido todo, todo es para mí y no os pienso dar. Podéis repetir mi experiencia, pero no mi aventura.

El camping ha sido siempre un punto de oasis en los últimos tres inicios de verano. Yo mido los años en campings, y si por mi fuera se empezaría el calendario cada año al volver de él.

Para que os hagáis a la idea, el primer año me presente conociendo tres de las once o doce personas que fuimos. Me embarqué en ese viaje, casi de casualidad, con David Román y Jess, su novia por aquel entonces. Con David hablaba en clase cuando no estábamos ambos durmiendo durante el primer año de bachillerato, un día nos encontramos delante de una panadería, empezamos a hablar y emprendimos una aventura a Figueras que culminó con la compra de una ingente cantidad de cerveza a las cinco de la tarde, un par de anécdotas con la policía, un concierto de los Mojinos Escocios y dormir en una cuneta de la carretera. Eran otros tiempos. Esa aventura condujo irremediablemente a la siguiente, y esa a la siguiente. Hasta el camping. Ni siquiera me importaba hacer de sujetavelas, ni me sentía como tal.

Venga va, ya que estoy voy a contar un poquito más.

La tercera persona que conocía del grupo era una chica por la que sentía bastante curiosidad en aquel entonces. Quedamos en un supermercado para poner rumbo a Sant Pere Pescador, y nada más marcharse el coche de su madre después de descargar una maleta enorme llena hasta los topes de los diminutos de trapitos que usaba como ropa, se maquilló delante de un espejo de la entrada del súper y se cambió a una ropa digamos, más ajustada. Un poco forzado todo, pero no puedo sino sentir sana admiración pagana a este tipo de conductas, rayanas a un tipo de neorrealismo icónico contemporáneo (estoy trabajando en este concepto, el nombre aún es demasiado largo). Me gustó, eran otros tiempos.

Antes de nada, tenéis que comprender que yo no era el mismo gigante de la industria de la manufacturación de dildos personificados que soy ahora, ni tampoco tan fantasma. 

Había un grupo de pseudos (pseudo-canis, para que me entendáis) en el camping que conocieron a los otros integrantes en años anteriores. Eran unos cinco o seis chicos adolescentes, completamente embobados por la chica vestida de pseudogotica que veían ante sus ojos, que interpretaban como fácil por vestir la ropa que le daba la santa y real gana. No se molestaban en ocultar sus intenciones reproductivas con la muchacha, a quien seguían, junto a Jess, a todos lados; validándose entre sí, intentando atraer su atención y demás ritos de apareamiento del pseudocani contemporáneo.

La chica, junto con Jess, se dejaban querer por la atención y nos encontramos David y Yo completamente a nuestro aire, ajenos a un grupo del que sentíamos poco menos que asco y del que no queríamos participar. Teníamos nuestro propio rollo, forjado a lo largo de curso a golpes de conversaciones en voz alta durante clases eternas y de siestas conjuntas en innumerables mañanas de invierno. Bebimos cerveza de unas litronas que quedaron elegantemente esparcidas por la parcela de nuestra tienda, y escuchamos música mirando al techo de la tienda, riendo y contentos en la mejor borrachera que he tenido el gusto de pillar nunca.




Por alguna razón que en ese momento no nos preguntamos en absoluto, las chicas vinieron a buscarnos, y obviamente una vez nos encontraron no se fueron a ningún sitio. Nos pusimos a leer una libreta llena de chorradas que habíamos llenado a lo largo del curso. Los pseudos se arremolinaron alrededor de nuestra tienda, alguno intentando entrar en nuestro rollo, a lo que no puse impedimento alguno, todo lo contrario; cuanto mas entraban en mis dominios, mas se manifestaba mi posición dominante.

En aquel entonces yo estaba aprendiendo un par de cosas sobre dinámicas sociales, psicología evolutiva y chicas. Ahí donde fuera, era todo un experimento, y para mi sorpresa, funcionaba.

No podían sino asistir impotentes a un espectáculo que no podían comprender. Desde mi mp3 yo me limitaba a poner Openings y Endings de animes y cantarlos a viva voz, a rechazar la atención de una chica la que ya no quería, hablar entre risas con David y hablar directamente con los pseudos desde una posición claramente dominante, cuya naturaleza no entendían. Pasaron un par de cosas más, me fui a una de las habitaciones de la tienda, y desde allí agarre la mano de la chica, que entró a pasar la noche conmigo.




Fue divertido, aunque no pasó de ese día, pues nunca más nos hemos vuelto a liar, que yo recuerde. El día siguiente fue un reset de la situación; nos despertamos separadamente y uno a unos fuimos yendo sin decir nada a la piscina, donde nos reuniríamos y acabaría siendo un inevitable punto de reunión después de las borracheras nocturnas que suelen marcar estos eventos. Llegaron nuevas chicas que yo solo ligeramente conocía pese a haber mediotonteado con una de ellas alguna semana antes. Los pseudos, diligentes, reagruparon filas y se propusieron aprovechar su nueva oportunidad para rehacerse del desastre de la noche anterior.

Obviamente, no lo consiguieron, desaparecimos nuevamente con David, completamente a nuestro rollo hasta que un número desconocido sonó en mi móvil. Era Borja, quien me preguntaba por los legendarios planes para esa noche. Tuve que declinar muy a mi pesar esa invitación y miré el móvil, que contaba con unas 10 llamadas de números diferentes que resultaron ser de las chicas.

Fuimos con ellas, jugamos a absurdeces, hablamos y nos refugiamos en un ciber a beber más cerveza y decir burradas. Los pseudos nos observaban desde el otro lado de los sofás, con una expresión difícil de definir. A lo largo de la noche se emborracharon masivamente dando muestras cada vez más patéticas de pretender follar esa noche con cualquiera, me robaron una chaqueta en un intento de chafarme la noche que después calificarían como épica, supongo que para cubrir sus egos.

Pero fue demasiado tarde; para ese momento yo me estaba liando con la amiga de la chica con la que había mediotonteado semanas antes. Una chica que me gustó, con la que pasé algún tiempo después de ese camping, con la que vivimos algunas aventuras y seguimos en contacto, aunque ya en otra clave; nuestra atracción mutua era un eco de esos días, mezclada con algún encuentro posterior, mi necesidad de sentirme necesitado y su necesidad de una teórica estabilidad emocional.

Estos años ha seguido viniendo al camping, y fue indudable protagonista del segundo, que también fue esplendido, aunque carece de giros inesperados y de la fuerza narrativa del primero y el tercero.

El tercero ha sido esplendido, con giros inesperados y una importante fuerza narrativa. Pero es mío, solo mío.

No lo necesitaba esta vez, quizás por eso ha estado tan bien. Tampoco necesitaba el viaje psicodélico. Hablando con propiedad, no necesitaba nada en esta vida excepto beber, comer y dormir. En mi organización cronológica de los días del año como pre o post-camping, interpretaba el evento como el fin de un ciclo, como el destino de un viaje, y quería escribir sobre todo antes de ello, para tener una página en blanco a mi llegada.

Me equivoqué.

Igual que hiciese hace unos meses en el concierto de vita imana, dar un par de pasos atrás fue el mejor paso adelante posible. Mi entusiasmo no es palpable; llevo un par de días en mi piso y nada se ha hecho. No hay excusas, no hay Sevilla, no hay futuro, no hay mañana. No hay nada, no hay reacción, no he recargado energías para hacer algo que ya no quería hacer en primer lugar.

Suenen campanas de una dirección que no esperaba. Porque lo que menos esperaba era que todo fuese tal y como había planeado. Que se materializasen mis ideas. Después de todo, solo puedo actuar como un sorprendido excéntrico Doctor Frankenstein que contempla con asombro como su creación cobra vida propia, pese a ser lo que exactamente pretendía. Asombrado, observo como ilumina algo que yo mismo he puesto allí. Concepto y forma se confunden, hay grandes ideas pero requieren trabajo. Solo quedan gestos y solo quedo yo. 




De todo, me quedo con Cristian, con sus llantos a la luna y su suerte jugando al pokémon stadium.

De todo, me quedo con Borja, entrando esta mañana en mi piso, con una sonrisa radiante y energía nueva.


¿Habéis notado,
el olor a verano en el aire?

En el calor,
en la piel,
en el tacto.

¿Alguien recuerda la risa?

¿Que mueve el viento, 
crea las mañanas
y oculta las noches?


¿Alguien se acuerda de cuando tenía veinte años, cuando todo lo que importaba era una chica, una canción y un par de planes?


¿Alguien recuerda mirar a los ojos?
¿Alguien recuerda siquiera algo?

Ya ni me importa si lleva leggins
ya nada me importa nunca mas
excepto los gestos,
excepto los leggins,
excepto si esa chica
tiene en la cara dos soles
que sin palabras hablan

(tan tan tan tantantan)

(silencio)

que sin palabras hablan.



Semana 39
Vida Universitaria
Café y litio


Tiempo ha de la última actualización. Escribir aquí es un serio ejercicio de memoria y recolección de recuerdos, que se dificulta al no poder acceder a ningún registro de datos que me informen qué coño he estado haciendo el último mes de mi vida. Por suerte.

Ayer roteé el móvil, borrando algo que no debía y que trajo como consecuencia pasar un día entero intentando arreglar el estropicio y la perdida de la totalidad de conversaciones guardadas que tenía en él. Puedo acceder a los archivos del último mes, no como un analista observaría un conjunto de datos organizados en fechas y gráficos, sino como una especie de sueño de endeble consistencia. Son los recuerdos de otro, que no tuvo tiempo, o ganas de escribir; momentos que no quería definir aún en mi mente, y que ahora arranco de los brazos de la abstracta consciencia a la que llamamos raciocinio para dejar testimonio.




La semana después de la última actualización, en la que escribí el artículo del camping, dudé mucho de como hacerlo. Esos eventos siempre vienen para retumbar mi vida desde los cimientos, pero no lo necesitaba, de la misma forma que no necesitaba el viaje con setas mejicanas de hace unas semanas, ni decidir pedirle la guitarra a Borja para aprender a tocar hace unos meses ni hacer un pseudotrio con la novia de un colega hace unos veranos.

Técnicamente, no necesito nada excepto comer, dormir, respirar, beber y una conexión fiable a internet. Pero lo hice.

Dudé mucho de cómo escribirlo, pues cada enfoque es otra persona diferente. Tenéis que entender que escribir no es solo un acto de poner en papel y bits aquello que te ocurre, tú mismo defines tus recuerdos, tu vida, a medida que lo haces y una vez escrito, lo dejas atrás, mucho mas fuerte que esculpido en piedra viva.

Paralelo a mi proceso esos días, de alimentar mi vida social y sentimental, también alimenté otro monstruo abominable, mi sentido crítico, cínico, insensible y en definitiva, mi yo realista. A ratos, miraba el camping y veía un lugar y un momento donde ser feliz, pero a otros miraba el camping y veía un juego absurdo. Gente media, gente rica, gente pobre, juntada en un paraíso y resort vacacional de cinco días, jugando a vivir en una sociedad idílica, con sus versiones en miniatura de las cárceles enormes donde se encierran durante el día; haciendo todo lo que normalmente hacen, o normalmente harían si en la vida real no se entestaran en trabajar ocho horas al día; su vida, pasa a ser extraordinario simplemente cambiando de sitio pero haciendo las mismas cosas, cotidianas, mirando la tele desde una posición diferente de la tierra, aunque sean los mismos canales. Podrían ser felices haciendo lo mismo en otro lugar, pero su felicidad es la excepción, nunca se perdonarían ser contentos, entusiastas y apreciar la vida dentro de su día a día.

Hombres adultos, jugando a las casitas.

Jugando a ser felices.

El que piensa esas cosas también soy yo, o tampoco lo soy, según como se mire.




Una semana después de la última actualización, pasé una semana entre el cielo y el infierno esperando una visita a Barcelona que no llegaba nunca y empezando a inundar mi mente de culpabilidad por no ser capaz de concentrarme, ni en escribir, ni en los inminentes exámenes, que más que abalanzarse sobre mi estaban presentes, como un volcán en tu ventana, que sabes que un día va a explotar, y simplemente esperas que no lo haga.

Los exámenes, las clases, los trabajos, la responsabilidad; pesan como una losa invisible sobre tus aspiraciones. Es indiferente el hecho mismo de que los suspendas, de que no vayas o de que la eludas. Pesa. Asfixia. Es el insoportable peso del deber. Del debo en vez del hago, si Shakespeare dudaba entre ser y no ser; no ser seria un deber y ser seria una voluntad. En realidad hablaba de voluntad, de poder y del camello el león y el niño cien años antes de que Nietzche naciese.

O quizás no, quizás solo sean excusas; miedo, inseguridad que el hecho de creer bajo tierra impidió sepultar. Ese era mi infierno.

Empezamos a fantasear con la idea de irnos a vivir juntos Pep, Sol, Casper y Enric el curso siguiente por algún lado de Barna, idea seductora pero peligrosa, decisión que no quería tomar aún pero disfrutaba de su presencia. Miré abundante anime, terminé Cosmos, comí muy bien, me sentí bien. Era casi como si tratara de llenarme literalmente de energía, para regenerarme. A expensas de caer en la trampa de que todo tiempo anterior fuese mejor, me notaba lento. Observaba el tablero de ajedrez encima de una de las repisas, el mismo con el que intento desafiar cualquiera que atraviese los muros de mi piso; el tablero se alza como un monumento a tiempos en lo que me intuía indestructible, y en la resignación a no abandonar esa creencia sacaba fuerza, capaz de pasar horas y horas concentrado en un solo punto del universo ante un adversario evidentemente más fuerte que yo para demostrar al mundo simplemente que podía.

Pese a eso lo hacía, pese a eso luchaba; más que alguna habilidad innata o suerte extraordinaria, intuyo que si no fracasé en el instituto fue por mi capacidad heredada de esos días de mantener toda mi fuerza en un solo punto, de vivir de inspiraciones puntuales pero intensas, de hacer en una hora lo que otros hacen en veinte pensando en esa hora lo que otros no llegan a pensar en toda su vida. Mi energía mental se veía desafiada por agentes externos, y yo, competitivo, cabezota, e indestructible, reaccionaba. Problema y solución. Tercera ley de Newton. Dígale como quieras.

Necesitaba sentirme fuerte otra vez, oponerme y ser opuesto. Necesitaba creer que algo en mi se había perdido, para así justificar la mediocridad de los últimos meses y en un ejercicio de mala praxis lógica también concluí que ese algo, si se había perdido, también la iba a poder encontrar. Hasta iba a correr una vez cada par de días, de madrugada, tomando diferentes rutas cada vez; solo, ridículo, cuando ya todo dormía. Ese era mi cielo.




Dos semanas después de la última actualización, los exámenes eran ya una realidad, y decidí centrar en ellos toda mi atención.

Bueno, de hecho, no. 

Mi cabeza en otro sitio, pero no en otro en concreto, en todos, es solo una forma de hablar. La luna empezaba a crecer. La pesadez, un constante de estos últimos tiempos, se hacía presente; pero tenía un toque raro. La música de Anathema empezaba a sonar otra vez. Unos aires de inspiración soplaban desde el oeste, suficientes para refrescarme, pero no para resucitarme. No recuerdo que hice exactamente esa semana, juraría que bajar a la Vila, escuchar para mi desgracia Pont Aeri, hablar con una antigua compañera de piso hasta las tantas, dar vueltas con una antigua compañera de cama hasta las tantas, dar vueltas en una cama con una antigua compañera hasta las tantas. Una de esas cosas, o dos, o tres. Que importa.

Entonces, en la querida soledad de los fines de semana en Barcelona, esperando el gran advenimiento; ocurrió la noche. Pasada la noche, pasada la luna, vinieron a verme fugazmente, y me volví a quedar solo y aturdido.

Algo me empezaba a subir. Pero no como la última vez. El verano pasado empezó a lo largo de un día triple en el campus de la universidad, dos días sin dormir que me abrieron un mundo nuevo, un levantarse como un cohete por las mañanas, un llamar a Borja y decirle que aceptaba su oferta de poner música en Skull un día de estos, que se preparase, que tenía planes, y que nos íbamos a llamar Random Local Guys.




Tres semanas después de la última actualización, empezaron los exámenes, y me di cuenta de que podría estar mucho, pero mucho más preparado para ellos de los que estaba. Mi situación era la siguiente, cinco asignaturas, cuatro de primero de carrera. Dos cursos sin asistir a ellas, notas justitas del primer parcial, entregas no entregadas. Disponía de tiempo aún, pero nuevamente, no disponía de voluntad.

Tengo la sensación de haberme evaporado lentamente sin notarlo. Mi voluntad ya no es una cuchilla afilada, lista para ser usada allí donde crea conveniente; se ha convertido en algo etéreo, una nube de probabilidades, enorme, extensa; pero también inabarcable, caprichosa.

Disponía de tiempo, según mis estándares de tiempo, para aprobar. Mi historia en el mundo educacional os va a contar que eso es realmente muy poco tiempo. En una mezcla de optimismo desmesurado, ego arrollador y ligera capacidad innata, tiendo a sobreestimar mis capacidades. Soy consciente de ello, el problema es que esa confianza está basada en hechos, palpables cuantificables y ubicables en momentos concretos de mi pasado y presente. Si esa confianza estuviera suspendida en el aire, aún podría pegarme algún testarazo y comprender finalmente que soy la misma mierda en descomposición que vosotros, pero cada día la competencia es más dura y el universo se encarga de continuamente enviarme toneladas de gente más estúpida que yo para que me siga creyendo superior.

Me sigo viendo igualmente en descomposición, pero seria absurdo negar que hasta hay mejores mierdas que otras. 

Pero tiene razón la moral cristiana, ante la evidencia, bajar la cabeza, presuponer que somos todos iguales. Al fin y al cabo, esa supuesta superioridad a lo único que me ha llevado en mi vida, excepto a éxitos continuos en todos los ámbitos posibles, ha sido a ligeramente fracasar en mi primer año de universidad.




Un año menos un día antes de la ultima actualización, me encontraba en la antesala de las recuperaciones de unas asignaturas cuyo propio contenido ignoraba de raíz, cuyo estudio llevaba horas, y días y semanas y meses a mis otros compañeros; que lejos de ser los inútiles con quien me cruzaba en bachillerato, sabían lo que se hacían y eran lo más parecido intelectualmente a mí en bastantes kilómetros la redonda. Frente al abismo, me armé con los contenidos de cada asignatura solo para comprobar la hora antes de cada examen que no sabía nada, que los apuntes eran inútiles y que los exámenes se basaban en problemas tipo. Mi figura de chico que no hace nada y misteriosamente aprueba todo se desvanecía al mismo ritmo que a mí me inundaba un manto de mediocridad.

Salvo honrosas excepciones, suspendí casi todas las asignaturas. Me había sobreestimado. ¿Quién hubiese imaginado que una semana de estudio intercalado con sexo con Lizzy y partidas al Age of Mitology no iban a bastar para aprobar todo un año de la carrera de Física? Yo, desde luego, no. La experiencia me indicaba que sería capaz de hacerlo sobradamente, que tenía tiempo y que aún si saber casi nada llegaría al examen y mi imaginación y capacidad de concentración intensa servirían para redescubrir siglos de física a los que la humanidad le llevó siglos calcular y encontrar.

Los precedentes estaban allí, ¿porque iba a ser diferente esta vez?

Sin duda, ya no era el de antes, había perdido mi garra, mi épica, mi muchedad. Si tenía algo de extraordinario en mi juventud, lo había perdido, y yo, mi atenuación, era el único culpable. Se había autocumplido el canto de los mediocres, la violencia horizontal de los normales.

Al canto de "no eres especial", y del principio moral que uno no se puede creer superior a sus semejantes aunque tenga pruebas para ello; aprobé durante el bachillerato en muy peores condiciones, y no solo una vez, una asignatura aislada. Fue una proeza que repetí durante tres cursos, tres veces por curso, ante la mirada atónita, resignada y acusatoria de aquellos de susodicha moral, creada por y para lo que nuestro amigo Federico definiría como débiles o decadentes.

Es una moral circular; tenga usted una superficie horizontal, apaleé a todo aquel que sobresalga y va a crear un universo de tipos bajitos.

¿Os imagináis que después de todo sois todos imbéciles excepto una élite de gente capaz de salir mínimamente de convicciones básicas sociales, ser conscientes de la subjetividad del mundo, abrasarse con la propia experiencia, ser capaces de manipular a voluntad su entorno, crear, escribir en rlg, inspirar, dudar y capaz de sentir y comprender y enseñar más allá de lo que indican sus títulos académicos?

Sin duda sería un gran descubrimiento.

¿No os habéis fijado que hay gente que siempre gana en los deportes, aunque no lo practique casualmente, sea el deporte que sea, aunque no tengan mejor complexión física? ¿No os habéis fijado que hay gente que parece que siempre tiene suerte, el viento de cara, "algo", pero que no sabrías decir que es ese algo? ¿No os habéis fijado, en que hay gente que cumple sus objetivos, que plantee lo que plantee a la larga le sale bien, mientras en el otro lado del charco suyo hay un puñado de rumiantes, hablando, criticando y nunca haciendo nada?

¿Os imagináis que vuestro juzgar desde la distancia, el no hacer nada pese a creeros mucho, sea solo un bluf, una ilusión, y aquellos que realmente importan son lo que crean, influyen y crecen?




Tres semanas después de la ultima actualización, los exámenes empezaron, y yo no estaba ni listo, ni preparado, ni motivado, ni afilado, ni convencido ni inspirado. Anathema seguía sonando de fondo, se avistaba una fiesta de RLG que no podría organizar, una exposición oral, una reunión con dos futuros miembros que no me veía con fuerzas de afrontar. Mi guitarra llevaba semanas encerrada en la funda sin querer salir y pese a todo, en mi refugio, en mi piso, en mi habitación, yo me seguía encontrando bien. Tranquilo, postergando, procrastinando, jugando al Golden San, conociendo pero ignorando el inminente peligro. El problema es que, pese a todo, seguía siendo feliz. 

Hay muchas formas de ser feliz. Comúnmente conocemos mas a los estados depresivos complejos, y los llenamos de matices, porque son estos los que nos impulsan a intentar salir de la propia situación.

Los desgranamos, intentando encontrar explicación a nuestro infelicidad, y en ese proceso encontramos melancolía, dolor, soledad, odio, rabia, filtrándose por nuestros muros de contención emocional como una espesa bruma agrietando solida roca a su paso. En cambio, felices, inundados de dopamina, no hay nada que analizar, ni que desgranar. Con nuestra mente nadando en endorfinas, ni nos damos cuenta de que somos felices, asi que todo pasa a nuestros ojos como un gran éxtasis continuo, sin llegar a pensar nunca que de la misma forma que existen mil formas de tristeza también existen mil formas de felicidad; algunas perversas, algunas de las cuales saben a hierro y cadenas.

Estamos drogados, incapaces de tomar decisiones, culpables de una propia condición que se desvanece en cuando la empezamos a analizar, pues el análisis es el contrario a su objetivo; la felicidad como refuerzo positivo nos otorga el beneficio no de la comodidad física, sino nos otorga el poder de dejar de pensar. Nos movemos, drogados, inconscientes, dependientes. Enamorados.

La felicidad puede destruir a las personas. La felicidad, mal subministrada, acaba con ellas. Otorgada con demasiada facilidad, pierde su función como refuerzo positivo, deja de ser un aliciente, algo que buscar, para ser simplemente una condición; algo con lo que negocias y administras el tiempo, algo que no luchas para conseguir pues se convierte en la norma y su ausencia te provoca dolor. En chutes, grandes e inmerecidas dosis, la felicidad química te mata en unos dos o tres años, según el caso y la cantidad de inyectada en vena. La felicidad continuada, mata en ochenta-y-ocho años de media, pero te empieza a atenuar a las dos semanas; acostumbrado a las grandes comidas, ni la más grande te parece suficiente. Te haces pequeño, dependiente, anulado. No te abandona el deseo sexual pero dejas de hacer nada para satisfacerlo aunque sea decir un tímido ven.




Un año antes de la ultima actualización, atribuí mi apalancamiento a la chica con la que viví los últimos meses, y empezado el verano, la identifiqué mi fuente de estabilidad emocional y la extirpé de mi vida con la energía de mil bombas termonucleares. Me inundaba un ardor, un sentimiento fuerte, de plenitud. El mundo era mío, era feliz, pero era un feliz diferente, activo, hiperactivo. En nada se parecía a la comodidad encerrada, en el conformismo de tener un mundo de ochenta metros cuadrados.

Frenético, buscaba algo de lo que desprenderme de la misma forma que había hecho un año antes. Algo a lo que atribuir mi inactividad, mi pasividad, el no estar sacando dragones del sombrero día si y día también. Lo encontré en mi más evidente fuente de felicidad, que pese a criticable, seguía siendo gran parte de mi vida. Ya ni siquiera salía de fiesta, salía a emborracharme para luego encontrármela allí mismo o a la vuelta y follármela durante horas al llegar de nuevo al campus. Luego o se quedaba y se dormía, o la echaba de mi cama y me quedaba haciendo lo que fuese estuviese haciendo esa tarde, jugar al civilización, escuchar música, leer...

Pese a que intuyo que mi vida es bastante mes activa que la de la mayoría de la población, a que salgo de fiesta si no más, bastante mejor que la mayoría, es algo que ha dejado de apetecerme. Mi motor para ese tipo de actividades, se ha vuelto si no más irrelevante mucho más sofisticado; y ha dejado de expresarse por ese lado de la noche. La noche que se me manifiesta a menudo de formas parecidas a como analizaba la gente que iba al camping a pasar sus vacaciones, con un ligero toque macabro. Un silencio creativo, que no vacío, se sigue apoderando de mis silencios, de mis pausas. Esa culpabilidad, y el peso del deber, que solo puedo alejar garabateando poemas absurdos en hojas de papel que me encuentro por las estanterías del piso. Esa culpabilidad, que apago con comida fácil para mi cerebro, o con otra muesca más en el cabecero de mi cama, o con una buena comida y bebidas azucaradas compradas en el súper de abajo de casa, al que voy en albornoz, o pijama, o pantuflas, o sin dinero. Ni siquiera fumo, así que no tengo ninguna excusa, ni ninguna necesidad de cruzar la calle y encontrarme con la gente, con el sol, con el viento. A un máximo de cien metros, tengo todo lo que se necesita para hacerme feliz.

Yo, de noche, con un volcán enfrente, viento del oeste propiamente ignorado o insuficiente, viento del este propiamente ignorado e insuficiente. Con música de fondo, mirando por la ventana, sujetando un malboro apagado y metafórico; en un cuadro que se intuiría de ducha fría, manta, café y litio; pero peso a todo, despierto, feliz, mirando muy lejos; pero atenuado.


Semana 40
Vida Universitaria
Random Local Guys, Joan, Paula y la Física Termonuclear






Esta pequeña historia es uno de esos casos en los que mis obligaciones chocan con mi empeño en irme a dormir cuando me da la gana; un día perfecto en el que el Sol se empezaba a alzar filtrado por encima de los edificios de siete plantas de alrededor de Glorias, Barcelona.

Parecía erigirse un día hermoso, yo llevaba despierto toda la noche y estaba en un estado óptimo para irme a dormir. Me la había pasado intentando distraerme, dormir o decidir finalmente no hacerlo porque lo que no quería era dormir menos de tres horas y quedar inservible durante el día siguiente, que precisamente era lo que iba a conseguir. Llevaba toda la noche escuchando música, planeando ir a correr, comiendo e intentando sacar algo en claro de lo que se suponía debía hacer. Revoloteaba intentando hacer poco ruido alrededor de mis sitios preferidos de la casa; mi cama, la cocina, la mesa y la ventana; exactamente en el mismo sitio y solo unas horas después en donde acabó Café y Litio.

Tenía una exposición oral de IFE, una odiosa asignatura que estaba repitiendo y que no quería volver a hacer nunca mas. Era a las doce de la mañana y esos días me estaba yendo a dormir alrededor de las diez.

A mi pesar, tenía que ir sí o sí; y aunque esa exposición en particular llevaba meses programada, solo tenía una vaga idea de lo que iba a decir para llenar 15 minutos de silencios incómodos y miradas de ¿este quién es?. Todas las instrucciones de las que disponía provenían de mi siempre fiel compañero de practicas.

 Tienes que exponer algo relacionado con la física o algún fenómeno físico. 
 Puedes llevar un PowerPoint. 10-15 minutos.

Decidí que la mejor forma de aprobar iba a ser sentarme, absorber información, procesarla por el camino y luego improvisar allí mismo sobre la marcha una exposición a partir de mis flamantes conocimientos recién adquiridos. Sacar petróleo de la nada era algo que se me daba bastante bien, y llegados a esas alturas pocas alternativas tenía. No me veía con fuerzas para escribir y memorizar un discurso; algo que, por otra parte, no había hecho nunca.

Mi estrategia era entonces parecida a la de los exámenes, aprender un poco de todo, y confiar en mi habilidad mágica; pese a la evidente falta de información básica y preparación practica, salir de la situación airoso. Un poco como Argentina en los mundiales.

Pero esa no era mi preocupación principal. Eso no era nada. Dos o tres horas de recoger información por internet en blogs, revistas y Wikipedia, hacer un esquema mental de la estructura de mi discurso y ubicar en ella frases preprogramadas que me sirvan de muleta y de regla mnemotécnica para recordar el resto de la argumentación. No me suponía ningún reto. No me preocupaba el hecho en si mismo, me molestaba tener que ir y redirigir en esa dirección parte de una energía mental. Esos días era particularmente escasa y aún mas con otra ocupación inminente y mas importante.

Me estaba lanzando al vacío, y lo sabia.

Quizás así reaccionase. El vacío siempre se me ha dado bien.




En RLG llevamos meses haciendo muchos planes y cumpliendo los justos. El summum llegó cuando escribí Preludio ...y fuga debido a que Cristian y Borx se negaron a hacer unas descripciones de 180 palabras. Teníamos multitud de planes y buenas ideas que raramente se materializaban. Estábamos creciendo en popularidad y visitas; mi escritura evolucionaba, las fiestas se volvían mas y más grandes.

Pero en poco se parecía RLG al concepto dinámico con el que lo había creado: el reunir gente, el conectar gente, el ser ese espacio constructivo, ese concepto arrollador. Pues el aumento de popularidad, aunque beneficioso para nuestra inmediata valía social, iba ligado a un mayor anclaje psicológico: cuanto mas hacíamos, mas nos catalogaban y clasificaban por aquello que hubiésemos hecho, si montamos una fiesta es que nos dedicamos a montar fiestas, si escribimos, es que nos dedicamos a escribir. En algo lógico, no podemos pedir a todo el mundo que se lea ¿Qué es RLG?, pero sigo sin estar contento con la situación.

Empezamos en este viaje cuatro genios y en ese momento éramos dos y medio, nos estábamos estancando, y no solo en número. El desgaste era inevitable, y yo no me sentía con furia como para mantener girando algo condenado a caer, y menos cuando ese algo debía estar haciéndome girar a mi. Quizás el número de gente no era suficiente para que la masa alcanzara el estado crítico y empezara a reaccionar por si misma. El mismo Borja, miembro fundador, describía el grupo como tenemos un blog. Cristian no hacia nada mas que fumar maría desde hacía semanas.

Lo último que quería era que la gente empezara a pensar eso, pero uno es lo que hace, y realmente eso es lo que hacíamos; aunque de concepto abierto a efectos prácticos, eso era lo que éramos. Un blog y unos colgaos que dan fiestas.

La regeneración, a mis ojos pasaba por un punto clave, imprescindible.

Un paso natural y primario que habíamos estado evitando: incorporaciones.

Habíamos estado postergando la adquisición de nuevos miembros indefinidamente, y eso no solo tenia efectos en como nos percibía la gente, sino que nosotros mismos íbamos interiorizando RLG como algo muy nuestro, y ese camino lleva a la exclusión de aquellos que percibíamos por debajo de nosotros en el escalafón social.

Encumbrados y egoístas, teníamos una lista considerable de gente que reunía las cualidades que queríamos para formar parte de nosotros. No ignorábamos la lista, pero siempre encontrábamos alguna excusa, algún inconveniente en esas personas que nos hacía deshacernos de ellos; lo que estábamos haciendo era buscar gente parecida a nosotros; y si no los encontrábamos, pensábamos en como convertirlas. 

En cierto modo es algo normal, nos sentimos atraídos por aquellos en los que percibimos cosas positivas, o influyentes, o poderosas, o, como mínimo, interesantes; y si uno tiene un ego como una catedral solo va a ver esas cualidades en personas parecidas a él.




Como muchas otras veces, dimos un paso atrás y miramos a nuestro alrededor. Queremos construir un grupo desde abajo, desde lo básico; desde unas pocas personas, inteligentes, con ambición, con una llama interior que quizás ellos mismos desconozcan. Miramos y miramos, y solo encontrábamos gente no preparada, gente a la que le falta algo. Se aproximaba el verano, pronto haría un año de la fundación, pronto habría que tomar decisiones importantes, pues cada vez más RLG me representaba una parte más y más importante de mi vida y había que moverse, había que ser un tornado de furia.

Veía este verano como un importante punto de inflexión, y temía que cayese en la nada; en las tardes aburridas, en cuatro planes sin cumplir (y aún lo temo). Había que estimular a las personas concretas, en el punto concreto. Yo no tengo porque ser el centro ni el responsable de todo lo que ocurra en este mundo; lo que si puedo hacer es intentar dar la chispa a aquellos que la necesitan.

Entonces lo vi claro. 

Vi aquellas personas, a las que les faltaba algo y luego me vi a mí mismo, tanto hace un año como ahora. Me vi durante el primer artículo de mi vida. Un aborto que golpeé en un bar de Palamós, durante las horas previas a follar con una chica y justo después de una llamada telefónica de media hora en la que dejé a otra con la que llevaba un año liado. Vi a Cristian, la primera vez que quedamos juntos, andando dirección a casa de Nil, hablando de chicas, de música y de drogas a gritos. Vi a Borx, totalmente ebrio, afirmando en un bar atestado de gente que había que bajar un poco los agudos de la música. Vi a Rojas, volverse budista y escribir un libro sobre su vida delante de mis narices.

Estábamos completamente locos. No teníamos ni puta idea. Por una vez el egocentrismo no iba a ser la solución a todos nuestros problemas. No me lo podía creer.

Por definición, todo fichaje en RLG no es un fichaje, es en toda regla una refundación.




Pregunté los días anteriores a gente de mas o menos confianza que encontré por facebook. Yo nunca lo tengo demasiado claro así que iba abriendo gente y preguntando ¿Que es RLG? y de quien esperaba mas me encontraba con respuestas del tipo tenéis un blog o se tomaban la pregunta como una pregunta de examen. Cuanto daño ha hecho el sistema educativo. De pronto, de quien no me esperaba, contestó justo lo que necesitaba oír.

RLG sois vosotros.

Nos reunimos, llamamos a Borx para que diera el OK y empezamos a planear como les íbamos a comunicar a Paula y Joan que querríamos que entrasen inmediatamente en el equipo. Lo habíamos enfocado mal desde el principio. Habíamos ignorado nuestra propia esencia. Llevaba diciendo meses esa frase, y hasta que no la he oído de otra persona no la he escuchado con atención. Tan simple y tan obvio. RLG somos nosotros. Solo teníamos que mirar quién, a la hora de la verdad, sin excusas, había hecho algo. Quién, aún sin etiquetas, ya formaba parte de ello.

No se trataba de a quien necesitásemos. Se trataba de quiénes éramos.

Viéndolo con perspectiva, no habríamos podido escoger mejor.

Sondeamos durante unos días como se lo íbamos a comunicar. Originalmente envié un mail de unas 10 páginas a los primeros fundadores explicando el concepto. Era un manuscrito caótico de gran importancia histórica y poco fundamento práctico que aún a día de hoy dudo que Borx haya abierto nunca; y bien que hace. Mucho había cambiado desde que lo tecleé, a principios de verano, a lo largo de todo un día natural. Empezando por un viaje de ferrocarril de una hora, lo escribí mientras cocinaba, lo escribí mientras iba al baño y finalmente lo acabé en la cama con Blonde, que ya harta de que ignorase todas sus indirectas, yacía directamente desnuda a mi lado. 

¿Qué haces? 
Nada, nada, tu duerme.

Pensamos actualizar ese mail a los tiempos que corren y enviarlo, pensamos en enviarlo en forma de carta, comprar una valla publicitaria; de todo. No tenía demasiado sentido. Había que hablar con ellos cara a cara. Quería enfrentarme a ellos, ver sus reacciones. Los argumentos originales se han ido diluyendo, quería infundir de nuevos, no reciclarlos. Quería que lo viesen como un punto de inflexión, como el punto de inflexión que era para mi.




Acordamos decírselo en persona. Cristian, de exámenes y en SFG no iba a poder asistir, solo iba a contar con la ayuda de Borja.

Decidí juntar a lo que a partir de ese momento ya percibía como mis dos adversarios, pues ellos mismos eran los dos grandes escollos para su propio éxito, que pasaba, a nuestros ojos, por formar parte de RLG cuanto antes. En ese momento eran mis dos enemigos, a quien debía convencer. En ese momento me parecieron dragones, y si quería vencerlos no podía repetir una gesta heroica; la gesta debía ser suficientemente grande como para vencerlos a los dos. No me veía capaz de decir dos veces el mismo discurso, porque terminaría por aburrir y descreer mis propias palabras. Perderían la fuerza. Mi decadencia era palpable. Había que hablar con los dos a la vez, no había otra forma. 

No me preparé nada. Confié en mi habilidad mágica; pese a la evidente falta de información básica y preparación practica, salir de la situación airoso. Un poco como Argentina en los mundiales.

Borja me llamó el día antes en el último momento para decirme que no iba a venir, me enfadé mucho, me dejó en la estacada, solo. Sabía que dependía igualmente de mí, que Borja solo iba a servir de apoyo, para tomar aliento, para reconducir la situación. Pero ahora, ni con eso podía contar. Dependía de mí, de cuan fuerte me sintiese, de lo despierto, de si ardía algo en mis ojos y de si los demás serian capaz de verlo.

Lo sabrían. Si era capaz de llegar a ese estado, lo sabrían. No sabrían qué sabia, pero sabrían que yo lo sé. (Paula dixit)

Sabia la sensación que debía sentir, conocía el estado para ello; el estado en el que inmerso podia convencer a cualquiera de cualquier cosa. En ese estado, podría convencer a Gandhi de enrolarse en la marina, podría conquistar cualquier chica del mundo. Todo lo que me propusiera se volvía, ya no fácil o difícil, sino inevitable; una cuestión de tiempo. Inducir ese estado era completamente diferente. Acercarse a él requerirá sentirme bien, de cuerpo y mente, activo, afilado. Sin eso, era imposible.




Y aquí me encontraba yo, amigos. Momentos antes de que Paula llamara a la puerta del piso, completamente destruido, habiendo dormido dos horas, solo, sin nada preparado, con síntomas preocupantes de desorientación y malestar general, y llevando meses casi recluido en que lo más serio a lo que me había enfrentado era al estúpido empleado cubano de debajo de casa. No ardía nada y me veía en un callejón sin salida en el que me había metido yo mismo.

Llegaron mientras me estaba chutando de cafeína para combatir lo que me parecieron claros signos de estar aún algo dormido. Hablamos, comentamos la jugada, y no conseguía sentirme cómodo del todo. Ellos no tenían ni idea del motivo de la quedada, y me miraron extrañados cuando les dije que solo iba a estar con ellos un par de horas, que después tendrían de marcharse porque tenía una exposición.

¿Entonces porque nos ha hecho venir? 
¿Que hacemos aquí?

Sonaban como preguntas que yo me haría a mí mismo si estuviese en su situación. Por suerte, si las pensaron, no las pronunciaron nunca. Espero que simplemente creyeran que yo era un aburrido y esa una quedada absurda.




Yo me empezaba a encontrar incapaz de seguir una conversación decente. Intentaba cubrir los silencios para disimular su existencia. Cambiábamos de un tema a otro intentando encontrar algún punto de enganche pero no había forma. Me encontraba torpe, no iba a poder hacerlo.

No estaba siendo lo suficientemente ágil para reconducir la conversación en la dirección que querría. Preguntas poderosas como que quieres hacer con tu vida se perdían en el más absoluto vacío argumental, sin que yo pudiese hacer nada. Solo quedaba una cosa que hacer, un ataque frontal; pero me sentía débil para un monologo y el nerviosismo se apoderaba de mí. Iba a hacer tarde a la exposición si no me daba prisa y desaprovechaba todos los giros de timón del flujo de la situación aletargando, ya no el discurso y la pregunta en sí misma, sino la decisión de si lo dejaba para otro día. 

No, no, no. 

Resonaba la negativa en mi cabeza.

Mejor lo dejaba para otro día. 

Negociaba conmino mismo. Vi en dejarlo estar como una salida al callejón antes cerrada a mis ojos. Racionalizaba, lo atribuía a factores externos; los astros no estaban de mi parte; Borja no ha venido, etc. Definitivamente no es la situación propicia. No se trata solo de plantear la pregunta, se trata de convencerlos, de lanzarlos. No quería decir nada concreto; mi única ambición es decirles lo que necesitaban oír: que se lanzasen, que eran especiales, que eran listos, guapos o taciturnos. Me daba igual. Miré el reloj.

Si, si, sí. 

Ahora llegaba la afirmación, la situación no subía, pero mi cabeza era un hervidero. 

Ahora, tiene que ser ahora, justo ahora. 

Ahora.

Us he dit que vinguessiu avui aqui perque us he, us hem de proposar una cosa.

Se quedaron mudos, opté por dejarlo caer de golpe y ganar un segundo de ventaja con el efecto sorpresa, y fue mi oportunidad. Fue ese segundo de silencio. Dudaron, Paula abrió la boca ligeramente, me lancé y empezamos a liarnos sobre la mesa del comedor ante la mirada atónita de Joan y mis compañeras de piso. 

Que no, que es coña.

Volem que entreu a Random Local Guys.

No era como lo había deseado, desde luego no era mi mejor momento, ni tenía todas las bases ni la situación era la mejor. Vi una chispa, me sentí despegar. Confié, como tantas otras veces en mi supuesta habilidad e inteligencia futuras, y como tantas otras veces, acerté de lleno; pleno, jackpot, splash, strike y demonfire de diez mil a la cabeza.

Lo que dije durante los siguientes minutos no os lo voy a poder decir porque sencillamente no me acuerdo. 

Me fui creciendo; hablé reposado, hablé rápido. No tengo ni idea de cómo hablé. No quise ni oír la respuesta, llame a Borja para que se lo dijeran a él y yo fui, a toda velocidad, después de haber perdido el tiempo inútilmente, a vestirme decentemente y coger las cosas para marcharme a esa exposición oral de quince minutos que me parecía ya poco más que una broma comparado a los dos dragones que acababa de asesinar.

Three hundred lives of men I have walked this earth and now I have no time.



Incapaz de mantener ese estado de iluminación temporal, mi energía se evaporaba al mismo ritmo que releía la Wikipedia en el tren y las palabras caían sin que yo fuese capaz de aslimilarlas.

Solo quería hacerla ya, antes de perder el poder que acababa de conseguir. 

En el ferrocarril me empecé a encontrar francamente mal, los síntomas que tenía no eran de falta de sueño, era fiebre y dolor de cabeza. El café, más que revitalizarme me había acelerado el pulso y desorientado completamente. Estaba blanco y en cuando llegué a la sala de exposiciones, temblaba.

Allí escuche un par de exposiciones que supongo fueron académicamente correctas pero nada interesantes. Efecto Coriollis, Efecto fotoeléctrico y Capilaridad. Nada que se salga de lo común, una práctica fallida, una explicación ensayada, algún vídeo de YouTube y tres PowerPoint con ecuaciones. Alguien que sacó mas nota que yo intentó un experimento absurdo con unas barras de cobre, una linterna y agua con sal intentado explicar el efecto fotoeléctrico. Cuando le preguntaron por la potencia de la linterna, contestó que llevaba tres pilas pequeñas.

Decidí intervenir y adelantar mi presentación porque temía desmayarme antes de que me pusieran la nota.

Yo había decidido no llevar PowerPoint, pues el tema a tratar tenía mucha información y solo hubiese servido para distraer con datos aleatorios y ecuaciones puntuales; pues en mi tema trataba tal cantidad de conceptos físicos que directamente hubiese tenido que llevar un formulario completo de todo primero de carrera y un par de tablas periódicas. No, no me interesaba si el uranio se desintegra en platino e iridio; es una información importante, sí, pero no determinante en mi explicación, donde importa mucho más la visión global del fenómeno que un par de datos aislados.

Me equivocaba.

Yo no he traído PowerPoint, así que sintiéndolo mucho, tendréis que mirarme a mí.

Dije, sin ser consciente de mis propias palabras, con una sonrisa en la cara y gotas de sudor en la frente. Si algo tengo es una expresión mas o menos buena y la capacidad de analizar lo que ocurre a mi alrededor. Corregí los principales errores de los anteriores conferenciantes: no me escondí detrás del escritorio como los demás, me expuse al público, moviéndome a la vez que hablaba y proyectando mi voz; haciendo altos y bajos en la modulación según el momentum de la charla.

Podía ir bien después de todo, al fin y al cabo, si es una exposición, de lo que se trata es de comunicar, no tanto del tema en sí que igualmente va a ser una burda copia de lo que ponga en la Wikipedia.

Me equivocaba.

En tu exposición hay poca física.
Tendrías que haber llevado PowerPoint. 
Tendrías que haber dado algún dato, ¿En que se desintegra por ejemplo, el uranio?

No es hoy, el día ni el momento, para hablar de academicismo, tiempo habrá de acabar la serie de entradas, La (des)educación. Lo único que se es que, por no saltarle a la yugular, me fui; cabreado, pero me fui. Sin un gran peso en mis espaldas, me fui. A casa de Miquel, en el campus, con la faena hecha y un viaje que se antojaba a punto de comenzar. Solo diré un par de cosas, las mismas que le dije a Miquel, quien cuando me abrió la puerta de mi piso del campus aún me encontró encolarizado y bastante hecho mierda.




Para entender mi exposición, he tenido que explicar conceptos por encima de estructura de la materia, termodinámica, expansión de gases, desintegración atómica, ondas electromagnéticas, fusión caliente y astrofísica.

El PowerPoint, no es más que una herramienta, cuyo uso a veces es apropiado y otras veces, no tanto. Su uso era opcional. En todo caso, solo es una forma de comunicar, no el contenido mismo de la exposición.

¿Es la física memorizar y exponer el mayor número de datos y ecuaciones posibles, aún a costa de la propia explicación de un fenómeno? ¿En el mundo de la física, aquel que queda mejor en una exposición, es aquel que hace el trabajo de la forma más ordenada y no el que tiene ideas más interesantes? ¿Es la física un conjunto de científicos elitistas, anclados a sus puestos en las universidades, que han perdido el contacto con la realidad, con el conocimiento, con las ideas, con el explorar, para convertirse en una clase más de academicista y formadora de FP?

Yo ya no sé lo que es la física, pero si es cualquiera de estos casos; yo no quiero formar parte de ella.




Para los curiosos, el tema de mi exposición era el funcionamiento de un arma termonuclear. Para bien o para mal, es uno de los resultados mas bestias a los que nos ha llevado nuestro conocimiento de como funciona la materia, de como funciona el mundo, de como encender un Sol solo con la ayuda de materiales que encontramos en la tierra y nuestra inteligencia. Si me preguntan, es la consumación de siglos de esfuerzos; una máquina cuyo funcionamiento reúne una gran retahíla de conocimientos de distintas áreas y en la que los mejores físicos del mundo trabajaron conjuntamente durante años. Hay poca física dice, podría haber puesto alguna ecuación, dice.

El muy hijo de puta.

Saqué un cinco, la nota más baja de todo el curso pese a que no poca gente me ha dicho que es la que encontró más interesante. He estado a punto de suspender esa asignatura por culpa de esa nota que, francamente, en ese momento tampoco me importaba mucho mientras pasara del aprobado. Ahora tenia otras cosas en las que pensar, la excitación me embargaba y tentado estuve de abandonar esas dos semanas cruciales del curso para perderme en el horizonte.

Pero tenia que volver a tierra. No podía echarme a volar aún.

Pregunté a una amiga si realmente lo había hecho tan mal.

Set notava força nervios (quizás porque estaba a punto de desplomarme), pero tot i aixi em va agradar. Es nota que, cuan vols, saps com ser el centre d'atenció.

Sonreí. Tardé unos segundos y un par de intentos en teclear la respuesta, acababa de dar noticias e instrucciones sin parar a Cristian referentes a la nueva situación de RLG; pensé en esa misma mañana, en el camino de ida al metro con Joan y en la energía inacabable de Paula.

Borré lo que había escrito y simplemente dije:

Ho se.



Semana 42
Vida Universitaria
De vuelta a lo fundamental



Debía abandonar mi piso. Acabados los exámenes, me volvía a trabajar a mi pueblo, y allí no podría volver más. Ese día se me presentaba como la fecha límite en que todo volvería a su estado original. Este hecho se me hizo presente de golpe el día que llamó Pepi, la portera, a la puerta para preguntarme si podía venir gente a ver el piso de la agencia de alquiler. Le dije que ni de coña. Extrañada, me dijo que había hablado con los de la agencia y que, como nos íbamos, necesitaban enseñar el piso, que habían hablado con mis compañeros y que rescindían el contrato y que les habían dado permiso para venir.

Yo no sabía nada, igual se estaba confundiendo la pobre mujer, igual no le sentó demasiado bien que nombráramos nuestro wifi Red Hot Chili Pepi’s o que robásemos las bolas del árbol de navidad que puso por esas fechas.

Fui a hablar con Mery y resultó que esa vieja hija de puta tenía razón. Habían decidido ya no continuar allí y habían rescindido el contrato sin preguntarme, completamente convencidos cada uno de ellos de que los otros dos si habían hablado conmigo. No es que esté rajando, son buena gente, me lo he pasado bien y pese a ser un universo aparte dentro del piso, he tenido bastante más relación con ellos de la que creía en un principio. Quizás yo tenga algo que ver su partida; quizás es la completa dominación de la sala principal de la casa donde habitaba casi permanentemente a hora intempestivas, las visitas que llevaba sin avisar a nadie en especial la vez que vinieron Cristian y David y se quedaron una semana entera, que mis amigos le miraran el culo sin apenas disimular a Mery cada vez que venían por aquí, etc. 

Que recuerdos.

La sorpresa fue que no me sorprendió. Me había hecho a la idea, tenía esbozos de planes en mi mente y dejar ese piso habría sido cuestión de tiempo; y ahora que era ineludible, todo tomó forma en mi cabeza. No es que sea ningún sitio especial, he descubierto que puedo sobrevivir perfectamente en cualquier sitio siempre que tenga comida, agua, corriente alterna, un rinconcito y conexión a Internet. Lo demás, es superfluo.

Pero el ser humano le coge cariño a los escenarios donde interpreta sus dramas, una consecuencia obvia de que nuestro cerebro trabaje con asociaciones y no con hechos y conceptos racionales. 

Realmente no ha sido escenario de grandes acontecimientos. Bueno, de un par, pero no es ese su encanto. La épica no es el que otorga a cuatro paredes su valor. Hay que buscar de otras cosas. De tantas noches, solo o acompañado. De tantos escritos, de tantas canciones. De tanta comida, de tanto sueño, de tantas mañanas. De tantos momentos de sosiego asomando la cabeza por la ventana, mirándola a ella.

El sitio era una cosa, pero el estilo de vida, esa vertiente playboy del hikikomori japonés era a mis ojos un lujo más que una maldición. A no hacer nada, a no tenerlo todo y conformarme con ello. Me recuerda esos días en que me quedaba encerrado jugando partidas de 48 horas al Civilization IV, o mirando la serie de Breaking Bad a temporada y media por día, sin ir a clase, comiendo precocinado entre carga y carga de capitulo. Era tan feliz... Mi máximo exponente era conservar para siempre algo parecido al estilo de vida de esos meses pero con juegos de azar y mujerzuelas. 

Sabia, y a la vez aún no había interiorizado, que la misma vista que tenia de la calle, nunca la iba a poder observar desde el mismo lugar. Que nunca iba a pasar por esa calle y sentirme que ya estaba en casa.

No sé cómo veis vosotros vuestros pisos de donde sea que estudiéis. Quizás volvéis cada fin de semana, quizás os traen tuppers de casa, quizás cuando volvéis mencionáis casa de vuestros padres como mi casa, donde esta vuestra habitación, exactamente igual, congelada en el tiempo desde hace años o décadas.

Pero yo no.




Uno de esos últimos días los pasé en la Vila con Miquel, en el hueco que había dejado el famosisimo desde mi última entrada Joan Montana al retirarse a la Costa Brava, y sus compañeros me acogieron con gran regocijo. Su sorpresa con mis más mundanas costumbres me impactó bastante; supongo que simplemente mis compañeros se han ido acostumbrando con el tiempo a ellas y yo me he adentrado demasiado en mi realidad. Fueron días de exámenes, días de inactividad. Sin grandes historias. Ya no hay sitio en Semana para grandes historias. Pasamos los días a medio camino entre el debo y el no quiero. Jugamos a ping-pong, recordando esas míticas noches de hace un año en las que nos pasábamos allí hablando de chicas hasta que cerraban las luces para nos fuésemos a nuestra puta casa. Emulamos los días del pasado, en que mezclados en un mismo piso Miquel, una simpática futura abogada y yo compartimos suspensos, risas y culpabilidad.

Estábamos a un paso de estudiar y de la seguridad que otorgan las asignaturas aprobadas, y a la vez tan lejos de mover un dedo para conseguirlo. 

Hubiese sido capaz de correr una maratón pero hacer un solo ejercicio se me antojaba una tarea hercúlea.

No, no era debilidad.

No, no me faltaba nada. No había nada que recuperar. Era yo y era entero. Simplemente no quería hacerlo. No tenía nada que demostrar a nadie. Ni imaginarme la expresión de todos al comprobar que había aprobado todo muy sobrado sin hacer nada durante un año conseguía que abriese un solo folio de apuntes. Quizás un par de años antes. Quizás si mi vida universitaria dependiera de la gente que he conocido en la universidad. A diferencia de en el instituto, no me importaba ni su humillación ni mi encumbramiento. Creo que me ven mas como una fuerza de la naturaleza, como la encarnación de un personaje de ficción que de una persona real, y me gusta que sea así.

Simplemente, me daban igual. 




Mis principales motores de interacción con el mundo se apagan. El reconocimiento social ha dejado de ser un objetivo inmediato busca cotas más amplias como la directa adoración, y renuncio a casi toda chica que tenga más lejos de un whatsup de distancia.

Pasada la primera ronda de exámenes sin demasiada intensidad (para que, si todavía tengo las recuperaciones), pasé algunos días en el piso, junto a Cris, mi compañera, y una sonriente amiga suya. No coincidimos mucho en los horarios, que se nos cruzaban en un ir de venir, ellas de fiesta y yo de revolotear por Barcelona para librarme de la sensación de culpabilidad por no estar estudiando. Es un círculo vicioso, no haces nada que requiera esfuerzo porque deberías emplear ese esfuerzo en estudiar, no estudias porque requiere esfuerzo y acabas gastando el tiempo en tareas menores de forma pasiva para no pensar en todo aquello ya que te genera ansiedad, lo que hace que tengas cada vez menos tiempo, mas ansiedad, y pierdas más el tiempo.

La amiga de Cris me sonreía, yo le sonreía de vuelta. Me la habían presentado antes, creo, pero no recordaba cómo se llamaba. Un leve viento sopló del oeste. Me recordó cuando volví del verano pasado con la intención de descansar y huir del vertiginoso verano del que provenía. Ese mismo día, el día de mudarme, me estaba enrollando en el sofá con una amiga de mi nuevo compañero de piso a la que acababa de conocer.

Ahora, ni un año después, me conformaba con una sonrisa de vuelta.

Reconocer a nosotros mismos que queremos algo como una chica y no conseguirla destruiría nuestro ego, asi que dejamos de intentar coneguir cosas si nos suponen una leve posibilidad de fracaso.

Opté por no hacer nada, se marcharon y me volví a quedar solo, asomado a una de las ventanas a Barcelona, como cada fin de semana, feliz como una ovejita, ajeno al apocalipsis inminente con fría indiferencia y suave complacencia. Se me dan bien los apocalipsis, me sentía mejor pensando en yo afrontándolo, sudando en los exámenes, desesperado, trabajando al límite durante unas horas que estudiando cómodamente durante días antes.




Mis metas, lejos de desaparecer, han saltado de magnitud. Mis expectativas, se han vuelto ya no difíciles, sino ridículas. Y todo por culpa precisamente de mi éxito, de mi insondable seguridad. De mis victorias fáciles en el pasado.

Es la historia de siempre, aquello que consigues, te deja de interesar. La solución era renunciar a todo o poseer el mundo, y yo normalmente me veía decantado hacia la segunda opción. Me he desbancado de los objetivos inmediatos, esperando que vengan solos a mi, como consecuencia de un tratamiento a la realidad más general, sin enfrentarla realmente.

El mundo, vuestro mundo, solo se había convertido en una distracción a mis ojos.

Ella me ha seducido. Sus armas no han sido la inmensidad, con sus faros resplandecientes de fiesta y libertad que ansían todos los chicos de pueblo cuando vienen aquí. Ha sido la aceptación; el sentimiento de que, pase lo que pase, todo va a ir bien; siempre voy a poder volver a mi piso, a mi cama, a sentir su cálido abrazo sin esperar nada a cambio. Aquello que buscamos, aquello primario a lo que volvemos, cuando regresamos cansados, agotados y hechos mierda. Cuando no hay nada de lo que regresar, nos sumimos en ese propio estado; de ser cuidados sin necesitar cuidados, de mostrarnos frágiles cuando deberíamos aprovechar para crecer fuertes.

En ese estado, en esa felicidad, en esa forma de vida autocomplaciente de felicidad a menos de diez metros del sofá de tu casa, es donde perecen las idas, se vuelven mansos los guerreros y convertimos lobos en cachorritos de felpa.

Si, Barcelona es una mujer.




Aun formando parte activa de un ambiente constructivo que es RLG, de nada sirve si no te ves sumido a él, si no te envuelve, si encima depende de ti y trabaja a acelerones. Es la respuesta, no estoy buscando alguna revelación que se me haya pasado por alto. La respuesta está aquí. No hay Sevilla.

Desde aquí, en una Barcelona que me venía demasiado grande, me he recluido, y eso mas allá de ser bueno o malo o ineludible, ha sido. El tiempo, ha dejado de ser algo contante y sonante para convertirse en el aire que sopla entre los diferentes estados de nuestra existencia. Estos estados, imposibles de reproducir y generar en espacios demasiado abiertos a la inmediatez y la estanquidad, rellenos de avatares de sepultureros de ideas y visiones del mundo alternativas a la corriente occidental.

El tiempo fluía dentro de esas cuatro paredes a otra velocidad. Veía el tiempo como una herramienta, y ahora como un proceso de maduración. Bueno o malo no quiero volver a ese piso, pero ha sido necesario, y si no lo ha sido, simplemente ha sido. Ya no hay tiempo para excusas. 

Podría decir que he perdido el tiempo durante un curso entero, (suponiendo, claro, que una carrera es perder el tiempo); pero también podría decir algo muy diferente, que me estaba gestando, que tenemos tiempo, que este no se siente obligado a cumplir con nuestras expectativas, que fluye. David, somos jóvenes.

Podría decir que retrocedí, en el sentido de que mi vida ha ido acelerando en intensidad, actividad, genialidad y reconocimiento social desde que tengo uso de memoria. Pero también podría decir que me he desechado de lo inútil, de las miles de pequeñas formas que se incorporan en nuestra conducta cuando no nos damos cuenta, a partir de recompensas positivas, a partir de referentes engañosos, a partir de vivir en una realidad que no era la mía.

Decía Darwin que uno de los requisitos para la especiación era el distanciamiento geológico, y no comprendía hasta qué punto eran ciertas sus palabras.

Aquí, me aislé. Las visitas de Pep, aunque fueran anecdóticas y no tan constantes como hubiesen podido ser, representaban ya no el contacto, sino la realización que un mundo exterior podía existir más allá de mi realidad; curvada, alejada del funcionamiento de recompensas estándar en el que actúa un cerebro en el mundo real. Sumergirme demasiado en ese estado hubiese tenido consecuencias imprevisibles, y no creo que Pep mismo sea inconsciente de su importancia en este escenario.

Yo sabía que me estaba encerrando, pero no podía evitar que, cuando se hacía muy tarde, quisiese que se marchase ya, para dejarme a mí, en mi realidad reducida, con mis cosas, con mi ordenador, en mi mundo.




No hay nada que recuperar. 

Está todo aquí, si algo no ha pasado, si las expectativas no se han cumplido, solo tengo que mirarme a mí mismo, pues soy quien las ha creado. No sé lo que esperaba exactamente de la vida universitaria, soy consciente de que este curso que ahora estoy exponiendo casi como un fracaso probablemente fuese para vosotros en mi lugar, el mejor año de vuestras vidas. Pero eso no es suficiente para mí.

Veía la universidad como algo que simplemente tenía que vivir, nunca me plantee en serio que iba a hacer exactamente aquí, a que iba a invertir mi tiempo. Supongo que cosas que ahora no me apetecen: birreo, aprender de otros, fiestas, chicas, colegas, aventuras absurdas.

Quizás el problema es que todo esto ya lo hemos hecho; quizás el problema es que vivimos una juventud tan genial, que nos quedamos sin ideas demasiado pronto. Ahora, hay un hall enorme, ineludible, que se nos antojaba anecdótico, situado entre aquellos días y lo que esperábamos sería el futuro de conquistas inmediato; y estamos en medio atrapados, pues nadie nos dijo cuál era el paso intermedio entre comernos nuestro pequeño mundo en el Montclar y conseguir ser los putos amos de un universo que nos venía grande desde el principio. Todos encontramos nuestra forma particular de afrontarlo: Borja fuma cincuenta euros de hierba a la semana, Roger finge ser una persona normal, Muñoz bebe alcohol, Alf desaparece, Rojas y Paula para bien o para mal abandonaron su destino manifiesto, Miquel mira series, vosotros tiráis la caña ocho horas al día por Internet y yo fundé RLG.

El exceso de expectativas te hace infeliz, así que pese a que es lo que te hace cumplirlas, renuncias a la voluntad. Pero uno no debe renunciar a la ambición, uno no debe renunciar a su infelicidad. Es aprendiendo a respetarla, a tomarla como un factor, a ser capaz de superarla como se aprende a jugar.

Me acusé a mí mismo de no ser el mismo porque el año pasado suspendí casi todas las asignaturas pese a armarme con todo mi potencial y estudiar durante una semana antes de los exámenes. Fallé, sí. Vamos a analizar lo que realmente intenté.

Intenté, con un día y medio por asignatura, entre partidas del Age of Mitology, aprobar asignaturas de una carrera que la gente palidece cuando oye nombrar. Unas asignaturas de las cuales algunas no he asistido nunca a clase, y cuyo contenido tanto temático como de dificultad en nada se puede comparar al bachillerato. Intentaba estudiar de unos apuntes que no se correspondían con lo que salía en los exámenes. Intentaba aprobar sin hacer las entregas, es decir, teniendo que sacar sietes y seis en los exámenes. Intentaba hacer los ejercicios en el examen sin haber practicado antes, solo a partir de una teoría que solo comprendía de forma conceptual.

Una cosa es tener confianza en uno mismo, y otra jugar a ser Dios.




Me presentaba tres horas antes de los exámenes preguntando de qué asignatura era el de hoy, sin boli, ni calculadora, ni un gramo de inseguridad. Pasaba tres horas de examen intentando responder algo cuya base ignoraba de raíz, aprendiéndola, improvisándola o inventándomela sobre la marcha; incomprensiblemente sacando treses y cuatros e incluso aprobando alguna asignatura.

Estaba tan acostumbrado a hacer lo que los otros daban por imposible, que no me paré a pensar que yo también tenía límites. Si aprendo a tocar la guitarra, lo quiero hacer sin ayuda, por mí mismo y en una décima parte del tiempo que un ser humano normal. Si escribo, quiero escribir como el mejor a la primera pese a no teclear dos líneas seguidas desde las redacciones de inglés del instituto. El problema, es que durante un tiempo lo conseguía, antes de que la gente se especializase alrededor de una única actividad para toda la vida, era capaz de hacerlo todo mejor que la mayoría en la mitad de tiempo. Esas expectativas me empujan a cumplir aquello que mi ego propone, pero cuando se vuelven irreales, todo el sistema se tambalea. Culpas al entorno, a quien sea. Al sistema educativo, a que el sofá se hunde demasiado, a la chica de turno, a ti mismo,

El entorno es importante, pero a veces, solo son excusas.

Durante el bachillerato también me decían que eso no se podía hacer. ¿Si estaban equivocados entonces, porque no iban a estarlo ahora? Para mí era solo un juego. ¿Cuán poco puedo hacer y aprobar igualmente? Era un juego mucho más divertido que simplemente estudiar y sacar buenas notas. Me permitía andar por el filo de una navaja que nunca cortaba realmente, supongo que por seguir algún filo. Es emocionante, tiene un toque de rebeldía, una justificación moral porque el sistema educativo apesta, tienes más tiempo para tus mierdas, y si todo falla puedes achacar tus fracasos a la falta de preparación: era el sistema perfecto. Aprendí grandes cosas, a jugar con fuego, a fracasar, a ir contra corriente en la corriente; y otras no tan útiles como evitar trabajo y eludir responsabilidades, materia en la que me doctoré.




Y de la nada, llegaron unas recuperaciones finales por las que, de nuevo, no me había preparado. El volcán acababa de estallar frente a mis narices, y yo seguía mirando por esa estúpida ventana sin siquiera pestañear.

¡Maldita sea, muévete! ¡El miedo es un acto instintivo, deberías reaccionar! ¿Que diablos te pasa?

Durante los exámenes, me concentro con la intensidad heredada de mis tiempos de joven promesa descarriada ajedrecística, y paso horas en un minuto, contento de tener delante un desafío y no un trámite, aunque esa diferencia me suponga graves consecuencias en el mundo exterior. En ese momento, solo estamos yo y el examen. Malabarismos, papel, tinta, inventiva y potencial.

Tenía la sensación de que podía sacar cualquier cosa si simplemente empleaba suficiente concentración y energía mental en ello, aunque no conociese el problema. Además, como la mayoría de asignaturas eran repetidas, aunque no hubiese asistido a clase, contaba con un as en la manga.

La gente aprueba los exámenes porque se aprenden la resolución de los problemas tipo, los practican y luego, ya si eso, sus conocimientos les ayudan a redondear. Pues yo, al repetir, había algún ejercicio que ya había practicado en las pasadas recuperaciones. Así, que a mi manera, me sentía haciendo trampas, pues no estaba pensando, sino emulando un problema cuya solución iterativa ya conocía.

Es lo que los otros llamarían estudiar.

Esos últimos exámenes del curso, en mi mente duraban unos instantes. Entraba en fase de flujo y no era consciente de nada. Simplemente, de golpe, pasaban tres horas y se había terminado. Me gustaba.

Ya no es ambición, a partir de ese momento los exámenes son supervivencia. Se me da bien sobrevivir ante la adversidad inmediata, dame un campo de batalla, y entonces sí que soy un genio. 

Y de la nada, se terminaron.




Volví a mi piso, otra vez en mi ventana, esta vez mirando para adentro, centrando la vista y la vida en el tablero de ajedrez en el que jugaba (otra) partida conmigo mismo.

Me enfadé en Semana 40 porque solo saque un 5 en una exposición oral de 15 minutos que improvise un día que me encontraba mal. Me sentía un fracasado si no era capaz de conquistar cualquier chica que se me cruzase por la calle sin tener que decirle nada; pues solo con mi imagen (atípica) y mi lenguaje corporal debería ser suficiente.

Delante de un oponente más fuerte que yo, ganando una competición de natación o de noche en mi piso observando un patético tablero de ajedrez seguía siendo el mismo; realmente nunca fui un gigante jugando, era simplemente un romántico especialmente tenaz. 

Me giré, miré a la calle donde había unos chicos desmontando unos andamios y me entraron ganas de bajar y ayudarlos, porque si, porque quería sentirme útil, quería mover grandes cargas con mis manos desnudas, volver a usar la fuerza física. Después de tanta carga intelectual, de tanto no hacer nada, de tanto ordenador, de tanto escribir, de tanto pensar y teorizar sobre la sociedad, quería volver a su elemento básico, la fuerza de trabajo, la fuerza fundamental.

Todas mis habilidades, todo mi potencial, todo mi ser, como mis manos, mi cuerpo y mis músculos, abandonados ahora que no los usaba, se veían inútiles, sin utilidad si no era en un campo en las que las pudiese necesitar. Empujarme a mí mismo, a arenales y arrecifes puntiagudos, para ver mis propios brazos girar sobre sí mismos y abrazar la roca dura.

Mi pensamiento es que nadie vale nada si no está en el lugar propicio y exacto para que pueda dar valor a todo aquello que posee o sabe hacer. La labor de uno es ponerse, o construir ese lugar acorde a sus propias necesidades. El tiempo pone cada uno en su lugar y una mierda, en tu lugar te pones tu solito.

De golpe me acordé, a esa conclusión había llegado hace mucho tiempo. No debía buscar ninguna revelación. Sin saberlo, por otra senda, había vuelto en algún momento anterior a mi vida, a algo que di por absoluto.

Estaba de vuelta a lo fundamental.




Volver a lo fundamental es volver a las raíces, es un estado, o es una razón. Es esa sensación cuando dices o escribes una frase y notas que has tocado mucho mas hondo de lo creías estabas escarbando.

Este año, a diferencia de los anteriores, he notado semanas antes como me llamaba volver a la tierra, volver a tierra firme; que irónicamente no es más que el mar, el barco, Sant Feliu, mi trabajo de los veranos. Todos mis esfuerzos estos tiempos, estos días y años, parece que vayan ligados a una regresión sin límites conocidos. 

De vuelta a lo fundamental, para comprender por fin aquello de lo que ha surgido, uno debe volver a su base, a su nacimiento. Al sueño por el cansancio, al trabajo físico, a la tierra, al océano y los mares. Hablo de ideas, hablo de analizar la realidad. Hablo de cavar hondo, de erigir cimientos fuertes. Hablo de desaprender. De vuelta a lo fundamental, a sentirme conectado con las mismas raíces del propio mundo. Este no es el verano pasado, nunca va a ser nunca más el verano pasado. Esto no es el típico texto de automotivación. Este no es el típico vamos allá.

Vamos a ningún sitio. 

Siguiendo la tendencia habitual de casi todos los buenos momentos de este curso, di un paso atrás, observé, di un par más, y comprendí.

En lo fundamental, solo quedan los gestos. Yo, cerrando las persianas en pleno día, porque quería oscuridad y luz artificial. Yo, saliendo de la ducha de un salto, porque de pequeño decidí que prefería soportar un golpe de frío que la indecisión de salir o no de la ducha. Yo, en la ventana del piso contemplando un paisaje que ya nunca veré exactamente igual, renunciando a él, en una escena que algunos creerían de café y litio; pero con los ojos mirando muy lejos, perforando el cielo oscuro, con la vista fijada al infinito.




¿Cuál será mi campo de batalla?

¿La física? A donde se supone pertenezco, lo que se supone que me gusta, a donde debo estar; a donde soñaba desde que era crio y que ahora se me aparece diferente, distante, quizás por mi propia expectación, quizás porque es lo que debería hacer y quizás por mil excusas para no afrontar que tengo mucho que aprender.

¿RLG? La aparente locura, el camino sin final y sin camino.

¿El mar? De donde vengo, a donde voy. A donde regreso. Mi llamada a la cordura. Me he pasado este último mes, esperando el momento en el que vuelva a estar hecho mierda, trabajando en el barco, muerto de sueño de frío y de dolor. Porque en ese estado, uno regresa a lo primario, una disfruta de lo simple, de las pequeñas conquistas. De la comida, de la música, de dormir al volver hecho polvo. De las chicas, del tiempo, del fluir.

Allí, es donde todo esto que escribo carecería de sentido, allí es donde todo parece tomar lugar. Sobre sus aguas, uno no puede imaginar nada más grande que uno mismo, y ve el horizonte amanecer como una línea de fuego que te envuelve, viniendo desde muy lejos, ascendiendo sobre las aguas como un mundo por explorar. 

Después de una de esas noches, cuando vuelves a casa, calado hasta los huesos, habiendo sobrevivido a duras penas tu cordura recordando una canción y pensando en una chica; entonces te has ganado tu cama, entonces te has ganado sus besos, las canciones y la fama. No solo estas de vuelta a casa; estas de vuelta, a lo fundamental.


Quizás es porque mi niñez
sigue jugando en tu playa



Semana 43
Vida Universitaria
El corazón del sueño



No tengo un horario lo que se llamaría precisamente normal

Ya desde pequeño, siempre tenía tendencia a alargar un poco más el día, a apurar la colilla al máximo; era consciente de que el día terminaba y debía morir para dejar paso a una mañana siguiente, pero de la misma forma que ahora nos negamos a terminar la noche, entonces yo me negaba a terminar el día: ¡que sea la falta de combustible y no una decisión lo que acabe con él!

Siempre querría algo más, sabía que debía haber algo más para mí; una conversación más, de las de las dos de la mañana un domingo, un capítulo más, una partida más, una página más; quizás después de todo mi inconformismo tiene raíz en lo mismo que en lo que me hace mantenerme despierto por las noches.




Durante años, temí las horas en las que no podía dormir, no por no encontrarme a solas con mis pensamientos como a tantos otros les ocurre; sino porque me iba a dormir sin razón para ello, solo por la convención y una supuesta necesidad fisiológica no demasiado temprana para manifiestarse.

Me sentía absurdo, como un pasmarote, mirando el techo, perdiendo el tiempo.

Ante la desesperación de mis padres, decidí hacer algo al respecto en vez de resignarme a ello de por vida.

Mis hábitos de consumir horas de sueño a expensas de la mañana siguiente han ido evolucionando desde entonces; de esconderme con la luz apagada y una linterna a leer y a jugar a la Game Boy en el primer acto clandestino del que tengo memoria, he pasado por muchos estados diferentes. A mirar la tele, a hablar con chicas por el Messenger, a mirar anime, a escuchar música, montar Warhammers, jugar al Civilization IV, masturbarme, mirar documentales, etc. Actividades que hoy en día voy alternando en cuanto se me empiezan a cerrar los ojos y que disfruto con gran placer mientras me entrego al abrazo del sueño sin ninguna resistencia ni obligación.

Aunque siguiese mis propias normas, o me lo pareciese, en casa de mis padres lo seguía viviendo con un toque de rebeldía, de estar haciendo algo prohibido. Iba a dormir a las tantas de la madrugada, cosa que mis padres sospechaban, y luego recuperaba el sueño en clase una media de tres horas al día, cosa que mis padres felizmente ignoraban. No estoy hablando de excepciones, era una costumbre. Que lo viera como un acto de rebeldía tenía dos vertientes, la primera que aumentaba el atractivo de la situación en sí: ir a dormir tarde era ya en sí mismo un desafío a las normas establecidas de proporciones parecidas a no hacerse la cama. La segunda que precisamente por ello, aunque la rebeldía frente una cierta ley o sistema te aleje de él, tiene su razón de ser y por lo tanto su anclaje emocional en aquella ley o sistema que se intenta rechazar, marcándolo como dominante desde el mismo momento que se acepta como rebeldía su propia oposición.

Vamos, que aun rechazándolo, seguía anclado a ese sistema de horarios y despertadores.

Los motivos eran obvios y menos etéreos que las consecuencias de la rebeldía: debía ir a clase, era incomodo dormir en una silla, hacia básquet y también tenía la extraña costumbre de tener vida social. Pese a eso, ese distanciamiento conceptual, unido a que salir cada fin de semana hasta el amanecer, me proporcionó una cierta plasticidad horaria, a la vez que una fobia a los despertares externos.

Cuando duermes en clase, o en alguna casa ajena, o en la tuya propia a horas intempestivas, siempre hay más cosas que te despiertan de las que uno esperaría. El profesor a quien no le parece bien que te interese una mierda su clase, los padres que habitan en casa de la chica con la que te liaste o los tuyos para comprobar si llegaste vivo a tu habitación.

Cuando empecé a trabajar en la mar, todo se exageró hasta el absurdo; un empleo nocturno, de horarios variables, en el que estas durmiendo una fracción variable del tiempo en literas minúsculas con ruido de motor constante y luces cegadoras. Te despiertan cuando hay que trabajar sin forma alguna de preveer  ni cuando ni cómo; y segundos después debes estar ya perfectamente despierto y activo si no quieres caerte por la borda a un destino incierto y una vida nueva en el fondo del mar. Algo que te planteas constantemente; pues a lo mejor una vez muerto, te dejaran dormir.

Pasé dos veranos en esas condiciones, y no sé si me liberalizó o simplemente destruyó por completo mis ritmos circadianos. Lo único que sé es que, cuando llegué a la universidad, no quería que nada ni nadie me despertase.

Mi método de postergar el momento de ir a dormir se tornó de rebeldía a norma; me vi libre, empecé a preparar e incluso convertir ese momento en un ritual, excepto ocasiones en las que simplemente llegaba hecho mierda y me entregaba durante un día entero con ropa y zapatos a ese cielo de telas blancas; y nunca jamás saqué el despertador de la maleta en la que lo había empaquetado.

Después de unos ciertos desajustes y dudas iniciales, interioricé el simple concepto de irme a dormir cuando tengo sueño y despertarme cuando no quiero dormir más.

Irme a dormir y despertarme ha pasado de ser un aburrimiento y una tortura a convertirse en mi momento, mio e intransferible. Probablemente el mejor momento del día.

Mi libertad horaria me lo permitía, mi ausencia de cadenas y de alguien diciendo que haces despierto a estas horas me dejaba volar. Hice el experimento; si me quería pasar dos noches sin dormir, me las pasaba, pues no debía guardar fuerzas para ninguna obligación. Si quería dormir un día entero, no había motivo para salir de la cama. Gracias a mi nueva perspectiva radicalmente opuesta a los despojos de una sociedad colonialista, descubrí un montón de cosas sobre el funcionamiento del sistema en el que estamos inmersos.

Devolví el sueño a su estado fundamental. 

Mi percepción del tiempo cambió; los calendarios y los relojes dejaron por un instante de ser algo que rellenar, un banco con el tiempo necesario para mis cumplir mis objetivos, que debía arrancar para aprovechar. Sentía su paso como fluyendo mas que arrastrase por un caprichoso océano de días y horas y gente con obligaciones; y yo observaba, rey y guardián de mi navío, por el sueño perseguido, flotando sobre su superficie.


El sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas 
en el corazón del sueño.

El tiempo va sobre el sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.

Sobre la misma columna,
abrazados sueño y tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.

Y si el sueño finge muros
en la llanura del tiempo,
el tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.


La Leyenda del Tiempo - Federico García Lorca




A veces, como azotado por el sueño, pasaba noches enteras sin dormir, ocupado con alguna otra actividad o momento de inspiración al que sencillamente no quería renunciar. A veces, como rendido a su causa, pasaba la mayor parte de mis horas en la cama con mi ordenador, consumiendo mi propio cansancio, cansado de mi inactividad, hasta que la simple necesidad de comida o descanso me obligaba a salir.

Lo viví como un viaje, todo resultaba extraño, no era un simple cambio más en mi vida. Blonde me acompañó durante unas semanas, hasta que me la encontré durmiendo a las 4 de la mañana murmurando que quería volver a ver la luz del sol. Comprendí que quizás era un viaje en solitario.

Una vez estabilizado, descubrí que lo más regular que tengo es un ciclo de unas 26 horas; 16 despierto y 10 durmiendo. Eso significa ir a dormir dos horas más tarde cada día, por lo que cada doce días daba la vuelta al horario. En ciertos momentos de ese ciclo, convivía con mis compañeros de piso y durante otros ni los veía. Al principio les causaba bastante sorpresa, pero nunca les sentó tan mal como a mi vecina del campus, aunque he de reconocer que poner The Doors a las cinco de la mañana a todo volumen no era la jugada más interesante para la buena convivencia estudiantil.

Lo viví como un viaje puntual, y se volvió algo a lo que no quise renunciar. El año siguiente, de vuelta a los estudios, empecé desde el primer dia a entregarme al sueño en vez de forcejear con él. No queria volver nunca al estado de vivir esperando los fines de semana, a maldecir los lunes.

Las semanas, si no los días, se me antojan absurdos.

Me maravillo con que salga el sol cada día por el horizonte, ¿porque iba a querer una vida que me obliga a maldecirlo, a temer la hora de levantarme?

Nuestra organización social esta pensada para una mayor funcionalidad, para obtener el máximo rendimiento. Lo que se olvidaron de decirnos es que el sujeto de esa mejora, el beneficiario de tal organización, no somos nosotros.

Pueda que nos repercuta individualmente a mejor en bastantes niveles, pero no somos nosotros, es el sistema quien viene moldeando nuestros horarios hasta la estandarización completa, ya no tanto por la utilización de la luz solar sino por el hecho de que con la industralización los procesos en cadena requerían horarios comunes. Nos acostumbran desde pequeños a dormir en intervalos terrible e ilógicamente regulares en la escuela e instituto: medio como parte de nuestra formación de futuros trabajadores, medio para que nuestros padres puedan ir a trabajar en vez de educar ellos mismos a sus hijos.

El mensaje implícito, como siempre, es claro para quien lo quiera ver: si quieres vivir, tienes que seguir nuestras normas.

Incluso los mismos descansos están regulados para que sean vistos como un resort de libertad sin ocupaciones en el que podemos jugar a ser felices pero con el tiempo limitado no sea el caso hagamos algo productivo por nuestra cuenta o nos demos cuenta de que algo así es posible. Los descansos del instituto son mas que suficientes para desconectar (en realidad necesitaríamos diez minutos entre clase y clase) pero solo están pensados para eso, pues no dan tiempo de realizar ninguna actividad organizada ni tiempo de aburrirse en el que nos planteemos buscar hacer algo productivo fuera del sistema. La misma proporción de descansos ocurre en las vacaciones de verano, en las del medio del curso, en las pausas del horario partido español, en los partidos de fútbol, en los anuncios de televisión.

¿Cual es su función? Ofrecer un descanso, poner publicidad. ¿Cual es su limitante? Que sea un tiempo suficientemente corto para que las personas al otro lado de la pantalla no se aburran, cambien de actividad o desarrollen alguna propia; nuestra mente sigue en las pantallas y con el tiempo las acaba aceptando como algo que esta haciendo, como una interacción, en vez de simplemente algo que esta entrando en su cabeza.

Bebemos café durante la semana para estar activos en tareas repetitivas y alcohol los dos días de fin de semana para ser menos conscientes de que odiamos nuestra vida. Durante esos descansos, nos sentimos libres de toda carga, e interiorizada la idea de que nuestros estudios o nuestra faena es todo lo que tenemos que hacer en la vida, damos por supuesto que nada mas tenemos que hacer, básicamente porque nadie nos lo ha pedido como parte de esas ocupaciones oficiales, y dedicamos todo ese tiempo a evadirnos.

Las vacaciones no son un regalo que nos hace la empresa, repercuten en nuestra productividad porque volvemos descansados pero centrados en lo que en ningún momento hemos olvidado es nuestra misión.

En realidad es lo que queremos: seguridad, creer que nuestros esfuerzos están justificados y no corresponden a perseguir la luna, construir castillos en el aire ni de batirnos en duelo sin conocer si hay un oponente.




Aunque solo sea una pequeña parte de mi utopía, dormir a mi ritmo me permite ir a la mía, sentirme bien, y ver el mundo desde doce estados diferentes cuando sigo mi ciclo habitual. A veces, cuando la gente va a trabajar, yo vuelvo de una larga noche de cavilaciones, a veces, me despierto un martes a las siete de la tarde y al amanecer, mi hora de la cena, todo parece fuera de lugar; los coches y las prisas. Otras veces, participo de la psicosis y de la hipnosis colectiva de frenesí, sol y ferrocarriles; ante la mirada atónita de mis compañeros de carrera, que me ven aparecer como un torbellino de actividad y me perciben como un constante desafío a lo que un hombre sensato debe hacer.

Pero lo cierto es que nunca me había sentido tan bien.

Es increíble como tu visión del mundo se tambalea con el simple gesto de obedecer tus propios horarios.

No pensaba nada de todo esto antes de emprender este viaje. Precisamente por encontrarse tan integrado en nuestras vidas, nunca me había planteado la importancia capital de los horarios y las prisas. De cambiar una sola norma en tu vida, a partir de tus propias ideas. De golpe, como a tantas otras cosas, lo ves como algo ajeno, como lo que realmente son, una convención fruto de la revolución industrial, que seguimos a viento y marea aunque no se corresponda con nuestra vida personal. Un estado de hipnosis colectiva. Un viaje más, en el que nos vemos inmersos, en una nave redonda y metálica junto siete mil millones de personas, hacia el más profundo vacío interestelar.

Quizás sea solo la desrealización producida por la falta de sueño, quien sabe.

Eso implicaría que realmente lo que estoy haciendo es destruir el sistema de descanso de mi cerebro, pero no me siento como si nada malo le estuviera pasando, todo lo contrario. Ante lo que parece a todos como una insensatez, una rebeldía sin nombre y dios sabe que más, mi cuerpo responde sintiéndose bien.

Quizás eso es lo que sea la mayor revolución de todas, que cambiemos cosas que creíamos allí por naturaleza, descubramos que eran por imposición y alterarlas funcione bien.




Realmente, modificar un sistema regulado de sueño-vigilia con ordenadores y habitaciones cerradas al sol no creo que sea lo más natural del mundo, aunque entonces podríamos entrar en una diatriba de lo que significa exactamente natural. ¿Lo natural es lo beneficioso en un cierto ambiente? ¿Es lo que carece de injerencias externas? ¿Algo carece realmente de injerencias externas? Un hombre en una cueva sin percepción de los ciclos día-noche, duerme en ciclos de unas 32 horas. Un chico de mi edad en presencia de ciclos día-noche, sin luz artificial ni horarios definidos, sigue de forma variable según la situación en ciclos de 24 horas, influidos por la luna y las estaciones del año que hacen oscilar las horas de sueño entre doce y seis al día con una media de nueve y medio.

Entonces, ¿qué mierdas significa natural?

Una persona que consideraríamos con un horario normal, sigue ciclos de exactamente 24 horas, perturbados por los fines de semana, durmiendo siete u ocho horas, aguantado de pie gracias al café y la sobreestimulación lumínica y sonora que inunda ya no nuestras ciudades sino también nuestros propios hogares. Soportando niveles de estrés, una reacción al peligro, de forma constante; lo que nos hace estar alerta.

Un horario regulado puede ser importante para ocasiones particulares, el problema es su uso continuado, como el de la cafeína. Un estado de vigilia reforzado te puede llevar a solucionar mejor un día complicado, un examen, o reaccionar mas rápido al ataque de un oso a tu aldea prehistórica (lo que explica su origen evolutivo, evitar depredadores); pero convivir en perpetua sensación de peligro nos hace antisociales, irritables, ansiosos, depresión, disminución del deseo sexual, insomnio, enfermedades cardíacas, obesidad, con problemas de aprendizaje y en la toma de decisiones (sumisos).

Busca los síntomas del estrés (provocados por vivir en ciudades y el ritmo de vida), y los síntomas de la falta de sueño continuada (provocados por ideas absurdas como la estandarizacion horaria) en la jodida Wikipedia, y tendrás una radiografía casi exacta de los principales problemas de las sociedades modernas occidentales.

Me preguntan con bastante frecuencia:

¿Qué haces cuando estas despierto por la noche?

Vivir, joder, ¿qué quieres que haga?

¿No te aburres?

¿Me estás diciendo que de no trabajar ni estudiar y tener todo el tiempo del mundo para ti, te aburrirías?

La gente no va a trabajar por el dinero.

Es decir, uno se mete por el dinero, pero después son otras cosas. La gente va a trabajar por el mismo motivo que se mete en actividades extraescolares durante la juventud hasta la extenuación. Si tuviesen mas tiempo, se inventarían nuevas obligaciones con las que rellenarlo. La gente va a trabajar para sentirse útil, para dormir por las noches, para que la comida sepa a algo. Se sienten realizados, aceptados por un sistema que te valora en función de lo que pueda sacar de ti. Ven justificada, dignificada su existencia, aparcada su inseguridad patológica. Lo peor que les podría pasar es descubrir cuan extremadamente prescindibles son para el mundo. Trabajan porque así los días se hacen más cortos, trabajan ocho horas porque tienen empleos con cero carga intelectual; pues aunque su faena requiera de esfuerzo de ese tipo igualmente acaba por mecanizarse, por seguir patrones aprendidos.

El simple hecho de observar desde un par de pasos lo que significan los horarios regulares, te lleva a replantearte los puntales de la sociedad, que ya no ves como simplemente industrial, sino absolutamente burocrático, estandarizada y que sigue unas directrices que ella misma desconoce. Esa es la diferencia entre idear o pensar y cristalizar; la sabiduría no se estudia, la sabiduría es la consecuencia de usar tus ideas como mazas, no sombreros; la sabiduría es mujer, y no ama sino al guerrero; parafraseando a nuestro amigo Federico.

Mi madre, ese ente literario que uso para todo tipo de justificaciones, tiene problemas para dormir. Se va a dormir temprano, quejándose de que se despierta por lo mas mínimo y que no tiene sueño por la noche. Por la mañana se levanta muy temprano, con un despertador, y eso que no tiene nada que hacer.

Le sugerí: ve entonces a dormir cuando tengas sueño y levántate cuando no quieras dormir más.

Y me miró como se miraría al más loco de los dementes.

Yo a veces no sé si nací en el planeta correcto.

Uno de mis objetivos en la vida es tener un trabajo, o no tenerlo, que me permita ir a dormir y despertarme como y cuando quiera, con el único imperativo de mi cuerpo, mi mente, el sol y la luna.

El problema es obvio; los de la universidad no creen conveniente cambiar las horas de los exámenes, las clases, prácticas y exposiciones según mi cuerpo, mi mente el sol y la luna, prefieren hacerlo según un convenio estipulado por nuestra posición respecto al meridiano de Greenwich, las divisiones angulares de un objeto omnipresente y circular y unas modificaciones que el gobierno de turno va haciendo un par de veces al año para aumentar el beneficio empresarial nuestra calidad de vida. El caso es que, como mínimo una vez a la semana, como en Semana 40, me veía obligado a renunciar a mi libertad para asistir a algo que raramente, por alguna extraña razón, coincide con lo que sería mi tiempo normal de vigilia. Me veía obligado, al equivalente para vosotros de ir a clase o al trabajo a las tres de la mañana, con los evidentes problemas que acarrea.

Y pese a eso, no renuncié.

Las repercusiones sociales son diferentes y bastante limitadas en mi realidad particular de este curso como sabréis si me leéis con algo de frecuencia; realmente no quedaba con casi nadie, y si lo hacia, quedaba cuando coincidía la hora convenida con mi estado de vigilia, lo que por una parte me limitaba aún mas pero me permitía por ejemplo salir a tomar algo por la noche y marcharme a desayunar cuando los otros se iban a dormir, en un estado zen de consciencia poscoital y pleno rendimiento, agrandando mas la brecha entre la gente que salia de fiesta y los que simplemente estábamos despiertos por la noche. Las excepciones fueron por ejemplo cuando fui a ver el Hobbit y me dormí en el cine o cuando iba a casa de alguna chica y me quedaba como un estaquirot en la cama junto a ella hasta que decidía levantarme, conseguir un ordenador y pasarme la noche en vela, ante la incredulidad de sus compañeros de piso recién llegados de fiesta, que me encontraban en perfecto estado de relajación, leyendo casualmente con un café al lado en la mesa del comedor a las cuatro de la mañana.

- Buenos días caballeros. 
- Mnñas díaz.

El año pasado, yo dormía cuando Blonde iba a clase o a comprar o a drogarse o a cocinar o lo que fuese que hacia por las mañanas; venia por la tarde, se quedaba a dormir en mi piso por la noche y cuando ella dormía yo sacaba el ordenador y jugaba al Civilization o veía películas. Lo que surgiese. Daba paseos por la tranquilidad de la vila por la noche, posicionaba el sofá en dirección a la ventana y disfrutaba de la noche escuchando música. Me sentía libre. No solo libre de poder hacerlo, libre de no ser juzgado, o de que me importarse una mierda serlo.




Todos esos problemas no es eran ni remotamente suficientes para que renunciase a mi horario habitual, o a la falta de uno. Sabia, no obstante que seguir mis propias normas, aunque aislado, era una utopía ahora mismo que solo como un lujo podía mantener. El verano acabaría con ese estado, y probablemente también el siguiente curso.

Pero ya nada volverá a ser como antes.

Ya nunca voy a volver a tomarlo como algo natural, de la misma forma que se que no voy a poder estar nunca mas seis horas al día cinco días a la semana en una aula cumpliendo las expectativas de otros, ni ocho horas cinco días a la semana cumpliendo el sueños ajenos.

No, ya nunca voy a poder volver. Tampoco es que me suponga un drama inmenso, simplemente se que es así. Quizás si por necesidad si de mi dependen otras personas, pero a lo que mi respecta, solo necesito techo, un rincón, comida, agua e Internet; todo lujo aparte es renunciable a cambio de la sensación de navegar mas que arrastrarme, sobre las aguas del tiempo y el sueño.




Mis métodos para afrontar las disonancias con el resto de la humanidad son variables, desde intentar inducirme el sueño, hasta emborracharme, o dormir poco o dormir nada. En cualquier caso, acabo allí oscilando entre estados de zombieficacion, episodios de euforia injustificados, desrealización y otros síntomas de la falta de sueño continuada, pues las prácticas son todo lo opuesto a excitantes o divertidas. Esas jornadas siempre terminan con un somnoliento viaje de vuelta y unas doce o trece o catorce horas de sueño al volver a mi particular refugio de hormigón armado. A veces, la simple perspectiva de uno de esos eventos sirve para joderme una semana entero, que me paso más pendiente de ese día de desajustes que voy a pasar que de los tres días enteros anteriores.

Dejando de lado los efectos exactos de la sociedad tecnológicamente moderna sobre el hombre evolutivamente troglodita, no es un secreto concluir que el modo de vida considerado normal, muy basado en los ciclos astrales no es; la luz artificial ha cambiado por completo nuestras costumbres, y donde hace unos pocos siglos la gente dormía porque no había nada que hacer y para combatir el frío que se filtraba por sus paredes imperfectas; ahora nuestros refugios de cemento armado a prueba de radiación son un hervidero de luces, calefacciones, televisiones y actividades de todo tipo.

Lejos de ser un hándicap, la noche se convierte para gente como yo en exactamente un escape a toda esa realidad ajena a la propia y absurdamente sobreestimulada, que impide ver el suelo, que impide sentir el tiempo, volver a lo fundamental.

Heredera de interacción social poco corriente en la vida real, la noche se volvió mi eterno refugio, y luego, en mi medio natural.

Yo, en mi piso de Barcelona, soñaba cuando el mundo latía. Y yo latía cuando el mundo dormía. Ajeno, yo era el guardián de la ciudad, el encargado de ligar la muerte del sol con un nuevo amanecer.




Vida Universitaria
Semana 44
Barcelona (y fin)



Me invento el número de los Semana desde aproximadamente el cuarto artículo.

No sé si os habéis fijado en que el desarrollo de este curso, plasmado en esta serie, poco tiene que ver con el desarrollo de lo que sería mi vida en la universidad, o vida de estudiante. Supongo que refuerza el tópico de que la vida es lo que pasa cuando tú te empeñas en hacer otros planes, pero realmente, he sido yo el que he tenido la carrera en tercer plano, pero también como una superficie a la que debo mantenerme encadenado, moldeando mi sensación de no estar haciendo lo que debería constantemente. Quizás me ha impedido volar, pero también quizás me ha impedido que me pierda en el vacío intergaláctico; he tardado diecinueve años en acostumbrarme a vivir en mi antigua realidad, a aprenderme de memoria las paredes de mi casa ¿como esperas que ahora cree y sobreviva en una de mi propia invención sin el peligro de una caída que no pueda controlar?

Después de todo siempre he sido de llevar cinturón de seguridad, construir torres en los juegos de estrategia y solo empezar guerras cuando ya están ganadas.

Esto es un final. Ya lo dejo claro en el propio título. Quizás no el final que necesita esta larga historia pero si el que le corresponde. Me gustaría un final en forma de fuegos artificiales, lasers, dinosaurios y RLParty, pero no seria fiel a la realidad. Las historias se acabaron hace ya un par de entregas, y las dos últimas entradas, si bien muy desarrolladas, ya no cumplen la función de contar lo que ocurre propiamente en mi vida. Son ensayos, son justificaciones, son el desarrollo de pensamientos internos y un intento de comprender lo que ha ocurrido este curso, y porque, pese a haber hecho de todo, me he ido con la sensación de haberlo dejado todo por empezar. De porque me aislé, de porque dormía de dia, de porque no iba a la universidad, de porque no quería chicas y de porque, pese a todo el tiempo del mundo disponible, no escribía ni hacia prácticamente nada. 

A mis ojos, pues aparte de sacarme un año de carrera he escrito este curso unos cincuenta artículos para Random Local Guys, montado fiestas increíbles, leído innumerables ensayos, pseudoaprendido a tocar la guitarra. Nunca es suficiente. Es lo que tiene estar acostumbrado a ir a cien por hora, mis queridos y crónicos caracoles de carreras.













No me aislé por miedo, no por ansiedad ni por agorafobia, me aislé porque no tenía necesidad de hacer lo contrario, porque allí yo era el rey.

¿Que sentido tiene salir de fiesta si no eres el completo centro de atención y no te llevas a la reina del baile sin ni siquiera hacer ningún esfuerzo para conseguirla? Te haces tu propio mundo. Un mundo en donde no llueve ni hace frío ni hay nada que no puedas conseguir. Nada se mueve si tu no quieres, nada te empuja y cada avance que haces se convierte en una celebración. Es el típico cuento de pasar de comerse el mundo a esconderse en una pequeña parcela, pues la misma voluntad que te lleva a luchar por algo, también te enseña a defender-lo, y conformarte. 

Es un sábado por la tarde, estoy solo en el piso en mi paraíso, comiendo alitas de pollo, mirando anime, y llaman a la puerta. No abro. Llaman una segunda vez. No abro. Dejan de llamar. Soy feliz. El mundo es un infierno si tu estas enfadado, el mundo es maravilloso si tu iluminado. Obedece como en un palacio lleno de espejos a tu estado emocional. Tu casa se convierte en tu pequeño mundo, y hasta ese momento no te das cuenta de que nunca habías estado un lugar al que llamar propiamente tu casa, quizás casa, por la fuerza de la costumbre, pero nunca había sido tuya.

Crecemos en una realidad que aceptamos como nuestra, pero que realmente pertenece a la proyectada por nuestros padres. Esta se manifiesta de muchas formas, a veces más directas a veces menos, pero que nos dejan insertadas en nuestro cerebro, en lo más profundo, como las cosas deberían ser. Aunque luego, de forma consciente los rechacemos, acabamos pareciéndonos a ellos y buscamos las mismas cosas, acabamos en los mismos gestos, y en lo fundamental somos las mismas personas. Es su realidad, no la nuestra; implícita en su casa, hecha a medida de sus propias necesidades, en su círculo de amistades, en su lógica, en su comida, en los azulejos, en las paredes.

Yo llevaba un par de años disfrutando de mi recién conseguida realidad, pero lo cierto es que no sabía qué hacer con ella o carecía de los mecanismos necesarios para conseguirlo, y me sumí en un viaje individual, una especie de sueño del que aun hoy no sé si quiero despertar del todo y que me niego a aceptar como tal.

Para mi suerte o desgracia, mi mente rechaza su propia felicidad, su propio éxito. En los momentos de mi vida que puedo considerar felices a posteriori, siempre alguna decisión radical, o algún desapego injustificado, me sacaba de esa situación. Si soy feliz, si tengo todo lo que quiero, no tengo excusas para justificar mi vacío existencial, el no querer levantarme, el no hacer nada. Renegando de esa posibilidad, de la incapacidad humana de la felicidad ultima y absoluta, me extirpaba a mí mismo de esos estados. Pero esa es aún una batalla por librar, pues antes de poder hacer nada, se cruzó en mi camino una vieja amiga que decidió por mí: la necesidad.

Debía irme.









Mis días tal y como los había conocido se terminaban. Dormir y vivir según mis propias reglas había tenido pros y contras, pero en lo esencial es algo que debía acabar. Ahora sé que es una concesión. Ya nunca voy a volver a tomarlo como algo natural, de la misma forma que sé que no voy a poder estar nunca más seis horas al día cinco días a la semana en una aula cumpliendo las expectativas de otros, ni ocho horas cinco días a la semana cumpliendo sueños ajenos.

Algo ha cambiado.

Tampoco es que me suponga un drama inmenso, simplemente sé que es así. Todos esos pensamientos profundos sobre la naturaleza humana se borran cuando debes usar tus propias manos para ganarte de la vida, cuando estas hecho polvo después de trabajar diez horas. Lo que ahora me suponen abismos insondables son tonterías sin sentido enfrente de ese gigante al que llamamos necesidad.

Las ideas que tenemos, nuestras actitudes, nuestros propios pensamientos no son tan resultadas de un análisis consciente de la realidad como consecuencia de un determinado estilo de vida en un cierto entorno social. Decía Julio Cesar, ¿cómo le voy a pedir a mis soldados que sean valientes si están hambrientos? De las necesidades del alma y el cuerpo poco entiende la razón, embarrancada durante siglos en dilemas existenciales que se solucionarían de dotar el lenguaje de un sistema axiomático funcional o al filósofo de un martillo y una fragua. Mi situación, independiente me de que hubiese servido de algo en mi vida, había que ser terminada y regresé al punto fundamental de mi pensamiento, el que me había llevado a esa forma de vida. Entonces recordé; no tenía ningún tipo de salida ni solución en forma de una idea revolucionaria o momento de inspiración.

Debía volver a batallar, volverme a encontrar en encrucijadas. Volver a correr, volver a ganar, volver a sudar, a estar bien alimentado, tanto de energía como de ideas. En el día de semana 40, en el día que fue una batalla, ¿qué es lo que me impulsó a batallar? ¿Fue la ambición? ¿Fue la presencia de un campo de batalla? ¿Fue un ambiente constructivo? ¿Fue una idea inspiradora, largamente buscada, o el sentido de la vida misma; producto de años de meditación? ¿Fue una cámara mejor, una guitarra afinada, veinticuatro horas de libertad al día? No. Te diré lo que fue.

La necesidad.










Todas mis tendencias y pensamientos aislados iban apuntando a una misma dirección; los horarios solo me consiguieron un refugio, alimentando y formando parte de la realidad cultivada estos meses, pero no fueron lo único, ni el objetivo ni la razón de ser de mi hibernación. Cuando llegué a este piso, exhausto después de un verano entero de emociones y aventuras, quería descansar. Poco a poco, las salidas se convirtieron en algo que me obligaba a hacer, el tiempo que pasaba fuera de casa, algo desperdiciado. En un ejercicio de mala lógica, pensé que si tenía todo el tiempo del mundo libre para crear y producir y que si en verano lo hacía pese a no tener tiempo suficiente, entonces mi obra seria inmensa en cuando lo tuviese, y que lo que consiguiese al respecto se vería proporcionado por una sencilla regla de tres entre trabajo y horas disponibles.

Los días lentamente se envenenaron. Ella era demasiado grande, ni siquiera le podía mirar a la cara.

Y me recluí. Feliz, y atenuado. Perdiendo las ocasiones y mi energía en información de poco procesado para mi cerebro. Sin batallas, no me sentía fuerte. Mis ideas, por muy novedosas, por muy excitantes, raramente lograban sacarme nada más que unas frases que parecen fuertes pero con poca intención detrás. Yo era el muro. Es frustrante no poder hacer nada para evitarlo, precisamente porque no quieres evitarlo; lo notas como un comportamiento negativo, pero tu felicidad te lo impide. Es frustrante a la vez que revelador ver como tu comportamiento en realidad esta guiado por el sistema de recompensas de tu cerebro, quien estimula tu inconsciente, remueve relaciones entre conceptos, decide, y luego tú te apuras a racionalizar, como yéndole a la carrera. Si me encontraba feliz todo el rato, si no merecía esta felicidad, si comía dormía y me permitía lujos sin hacer nada por los que merecerlos, entonces mi sistema de recompensas recompensaba la atenuación. La voluntad, al igual que la sabiduría y la ciudad de Barcelona, es una mujer.

Y que mujer.

A veces mi situación me provocaba asco, dudas, culpabilidad y otras veces, sensación de libertad absoluta, calmada, azul y con un viento ligero entrando por la habitación, con el único ruido de un ventilador a ralentí y los esporádicos coches de las calles. Ya hablé sobre como se siente uno en el corazón del tiempo. Ya hablé sobre la universidad en sin palabras hablan. Quizás ya está todo dicho.











Esas segundas ocasiones, mimetizado con mi entorno, fueron aumentando conforme se acababa mi tiempo, contrariamente a lo que uno esperaría. No tenía ganas de aprovechar esos últimos días en el sentido que los aprovecharía un estudiante solo en la gran ciudad. Eran días para mí, en los que de tanto replantear conceptos y discutir realidad ya nada tenía demasiado sentido.

De vuelta a lo fundamental, a mi estado más básico, volví a apreciar el viento, la soledad, el silencio, la lluvia. Estar en un sitio más grande que mi propio ego me dejó pequeño, recluido y sin alicientes para la interacción social; la gente me empezó a importar muy poco. Así que no me resultaba ningún problema actuar sin ningún pudor, actuar de forma que sería inmediatamente rechazada si nunca hubiese salido de mi pueblo, pues la recompensa negativa lo hubiese sepultado en el más fondo armario de la persona que no voy a ser.

Había pasado el tiempo. El tiempo necesario. ¿Un año? Pues un año. Hay que fluir, tengo tiempo, soy joven.

Tenéis tiempo, sois jóvenes.

Hay que fluir.













Una vez comprendí la necesidad, abandoné la culpabilidad, dejé fluir mi voluntad y todo mejoró, dando lugar a una de las etapas más extrañas de mi vida. Aprendí a dejar de preocuparme, y empecé amarla, a Ella. Pues todo este tiempo había estado detrás, en segundo plano, observándome debatir en la oscuridad.

Al día, igual que a ella, no lo puedo controlar; pero la noche, desde que me levanté, la noche es solo mía, y bajo su abrazo ella se rinde a mis pies. No hablo de bares y discotecas, la noche es más prosaica que eso; esos lugares no son más que una extensión del día, quizás con el punto de locura que saben extraer a la falta de luz y a la sobreexcitación de la falta de sueño estimulada.

Los que salen de fiesta no son seres nocturnos, de la noche y su sutileza nada entiende; solo son turistas, pues esta va realmente ligada a la soledad. A la noche van ligadas otras normas, otros ritmos, otros gestos; para entenderla, hay que volver a lo fundamental. Ella se viste ante mí con su presencia, más débil, más atractiva, mas mía. Quizás significa la reducción a un mundo que soy capaz de controlar; pero el caso es que ella brilla, la puedo ver desde la ventana, haciendo compañía a las chicas solitarias que toman el bus en la parada de la acera de enfrente. También acompaña a los hombres que salen por los balcones a inhalar y exhalar humo, con la mirada pérdida. Cuando creen que están solos, Ella está con ellos.








Decía en el último artículo, que Darwin había acertado de lleno en su idea de que el distanciamiento geológico era uno de los requisitos de la especiación, y no sabía cuan acertadas eran sus palabras, pues también eran aplicables a ideas y realidades. Pero en este caso que nos ocupa, debemos pensar en otro factor, la libertad.

Dar paseos a la luz de la libertad que te brinda Ella, pues, a quien le va a importar lo que hagas o dejas se hacer, no va a haber nadie pidiendo explicaciones, ni pensando en lo raro que resulta. Con el tiempo, aprendes que la seguridad es la llave maestra del éxito social, ya casi nada importa lo que hagas o digas, hazlo con fuerza, y es tuyo.

Pero pese a saber eso, uno debe ponerlo en practica.

El simple hecho de dormir cuando estoy cansado, es un ejemplo potentísimo de cómo cambia tu vida, imprescindible para entender mi año; sea una decisión correcta o incorrecta, precisamente es importante porque hizo valer mis ideas. A no limitarme a tenerlas, a llevarlas a su cristalización, a su máxima expresión, a su estado fundamental. Bien podría haber estado siempre quejándome, aborreciendo los despertadores, acusando a esos aparatos y a un etéreo sistema opresor que los impone. En un estado casi embrionario, aunque recluido y atenuado, apartado de las normas y las moscas del mercado pude ver, aunque por ello debí rodear antes mis ojos con una cinta de oscuridad.

Decidí escuchar, a mi mente, mis ideas, y a mi cuerpo, mi necesidad. Ella me proporcionó el lugar, la seguridad, la estabilidad para ello. El sitio, el aislamiento, el tiempo necesario, las puertas del cielo. A donde quería regresar cuando todo iba mal, a quien siempre iba a estar allí, a quien quería complacer. Al final, a quien me ha llevado a una situación de la que quiero huir, a la causa de mi atenuación, no ha sido una relación de odio, ha sido un amor platónico. Otra vez. Paralelo al que también, de forma casi idéntica, renuncié hace un año para lanzarme al mundo; al que identifiqué como mi motivo felicidad y por ello mi propia condena, y por eso abandoné. 

La historia, se repite.

Buscaba alguien a quien culpar, como antaño, de lo que veía como fracasos y atenuación. Identifiqué mi piso, la noche, la carrera, la chica, como la fiel representación de mis días de letargo, pero me equivocaba. Hay muchas formas de felicidad, y muchas formas de amar. Algunas las podemos hasta confundir con la tristeza, el abandono; pero a Ella no la puedo culpar, porque la culpa implicaría la existencia de algo que maldecir, en vez de algo que recordar.

Ha sido un amor más sutil, mas impersonal, más puro; pues ella era más sutil, más impersonal, más pura que esos otros entes que uso para simbolizar mis semana, con sus barcos y putas, sus fracasos, sus ida y vuelta, sus did you miss me, sus primavera, sus festa del gat, sus preludio y su fuga, sus maxwell house, con sus sin palabras hablan, con sus café y litio, con sus Joan y Paula, con sus de vuelta a lo fundamental, con su corazón del sueño.

Desde mi ventana, la ventana en la me veía atraído por alguna fuerza ineludible, desde la ventana en la que podía sentirme a la vez pequeño y enorme, pequeño y feliz, ridículo y poderoso, absurdo y lleno de furia y fuego; desde la ventana la miraba a ella. Desde ese particular e irrelevante lugar del mundo, puerta de mi realidad, un respiro a aire fresco, el viento de lleno del oeste, meciendo el velero, haciendo crepitar las puertas, haciéndome vivir entre dos noches: la presente, y la siguiente.

Ella, mi amor, inabarcable e inmensa; ella era Barcelona.









 Fin


No hay comentarios:

Publicar un comentario