[Vida Sedentaria] Capítulo II


Maldita sea.



Ella vuelve

Lo que pasé casi un año esperando, cuando consigo no depender de ello sucede, tal como sentía que pasaría, maldita sea.

Ahora estoy acojonado; primero desee que no estuviera pasando, a la vez que entraba en un fuerte shock. Esa noche no me pude dormir hasta pasadas las seis de la mañana, el dolor de cuello era mucho más fuerte de lo habitual, estaba tan hinchado que me costaba respirar.

Joder.





En poco más de un día pude ver la parte positiva y estar feliz, pero aun no he podido asimilar del todo esta información, en el punto en el que estoy ahora, pienso demasiado, me emparanoio, me dejo torturar un poco por mi mente, y no mola, por el amor de Dios, mis días dan asco; son una guarrada, un pésimo y triste esfuerzo perpetuo por colocarme más y más, pero sin lograr hacerme dejar de sentir este amargo e intenso desagrado. Mi mente se nubla, mis conexiones hacia todo se bloquean y mi cuerpo ya se resiente de este último mes desayunando té verde con porros y acostándome fumando, cayendo rendido al sueño con él en mi boca.

Me sale la última muela del juicio, tengo toda la zona inflamada y me duele al abrir la boca, fumar aumenta el hinchazón, y tengo que comer por el otro lado, que es el lado malo, mi moribunda y mal empastada muela inferior está al límite, nunca mastico con ella porque me duele y ahora tiene que hacer todo el trabajo. Desde hace dos semanas después de cada comida mi estomago ruge como si unas mariposas diabólicas, carnívoras y muy hambrientas y ansiadas de libertad, luchasen por escapar de mi aparato digestivo a base de devorar su túnel de salida.

Maldita sea mi condición, que me mantiene preso voluntario por cobardía, esclavo por pasión; aturdido, esperando el momento para actuar y mientras este no llega todo lo demás se mantiene en movimiento, acercándose y alejándose consecutivamente sin seguir ningún orden o patrón que pueda reconocer. ¿Cómo afrontar tu vida, futuro o día a día cuando todo lo que deseas dentro de todo el universo conocido es a la vez absolutamente todo lo que no puedes conseguir? ¿Cómo ser capaz de ver las luces a nuestro alrededor cuando tus ojos se mantienen fijos apuntando hacia la dirección prohibida, perdiéndose en ella y causando esa tan famosa ceguera?

¿Cómo lograr el coraje para atender estas graves heridas, inevitablemente ignoradas por aprendizaje y que duelen desde la profundidad del pecho o el estomago y que pueden subir al cuello?

¿Cómo aceptar unas condiciones de partida que me dejan en una desventaja tan evidente y ridícula?

Puedo formular muchas preguntas pero solo hay una respuesta.



Maldita sea mi condición.


Poco a poco me alejo de esta fuerte conexión con el mundo donde vive la música, de este flujo perpetuamente abierto de la creatividad del que estoy tan orgulloso de haberme conectado al fin. Sé que al retomar ligeramente el equilibrio volverá.





Negué mi oscuridad, pretendí extirpármela para salir de mi depresión y creí haberlo hecho; lo que me llevó hacia el más terrible de los bosques en los que me he perdido. Se pueden cambiar cosas de uno mismo, pero antes se necesita de aceptación para construir a partir de tales condiciones; el enfado y la negación a la hora de tomar una decisión así convierten el supuesto ritual de liberación en un atentado hacia tu propia persona. Maldita sea.


He aprendido que hay algunas cosas que inevitablemente, si hablas de ellas te cagas en ellas.

Sin embargo hay otras que si no hablas de ellas obtienen poder y pueden adquirir demasiado control sobre uno mismo.


No quise encontrar la luz tan pronto, maldita sea; yo quería aprender a nadar entre esa condensada masa negativa y permitir que me engullera cuando creyese que era la hora. ¿Ahora qué? Quiero lograr algo, tener una jodida vida; yo no contaba con querer vivir, esto es nuevo para mí y no sé cómo enfocarlo. Maldita sea.

Supongo que habría podido ser peor si hubiera seguido ese camino; y mientras pienso en dónde puedo encontrar otro papel pequeño arrugado ya he perdido todo el sueño, y no se me ocurre ningún otro posible cobijo que acoja la reconfortante pieza que me queda para completar el puzle que supone la gestación y nacimiento de cada canuto.

Y mientras sigo pensando dónde puedo encontrar otro papel pequeño arrugado, ya he perdido el interés en escribir, por lo menos hasta que no busque un poco.

¡He encontrado un puto librillo de raw casi entero!

¡porro!

La de noches que me he quedado sin fumar mientras este librillo esperaba el azar de nuestro encuentro, mi tan desarrollada desesperación que me permitiera ascender a un estado de lucidez en el que el encuentro fuera posible.

Mientras enciendo mi “L”, torno mi cabeza hacia la ventana esperando los primeros rayos de Sol, pero todavía no se dejan ver, escucho Joy Division, profundizo por primera vez en su obra y encuentro en ella todo lo que siempre supe. Y me fascina. Cuanta proximidad.






Ella vuelve, y yo no sé cómo demonios enfocarlo.


Me martirizo demasiado, poco comparado con como solía hacerlo pero más de lo que quisiera, aunque es normal; aún sabiendo que no tengo nada por lo que preocuparme, que simplemente tengo que dejarme guiar por lo que sienta en la tripa y tener una actitud positiva y abierta.


¿Habré perdido el control otra vez?

¿Otra vez?

Yo ya no sé.

Pero pensar en cómo nos sentiremos la próxima vez que toquemos juntos, que mezclemos nuestras voces; despeja las nubes enturbiadas asentadas sobre mi espíritu durante un rato, y me inunda con una ola de enorme felicidad que logra ponerme los pelos de punta. Es una sensación tan mágica y de una luz tan pura que logra ahuyentar los colores rojo, azul y negro.

Imagino y divago, pienso y siento, sentado en mi cuarto con los primeros rayos de Sol sobre el techo; el canuto aun dura, sigo sin sueño, me podría dormir pero en realidad no quiero, Joy Division sigue emergiendo desde mi estéreo.