Tabaco Popular Soul






No estoy del todo seguro dónde se sitúa esta escena.

Tengo mala memoria y a veces se que cosas han ocurrido pero tengo dificultad en ponerlas en tiempos y lugares concretos. Quizás fue en las calles de Santa Clara. Quizás fue en Sant Feliu enfrente del Montclar, quizás ese día que volvíamos de fiesta andando bastante cansados de Skull con David y un par de desconocidos. Quizás estaba yo solo ese día volviendo a casa en Barcelona y la interacción fue conmigo mismo. En realidad, creo que da completamente igual, y si me da igual a mi no veo porque debería importaros a vosotros que sois, de hecho, y me disculpo por si alguien se siente sorprendido, aquellos que estáis escuchando (o leyendo) una historia que esta explicando otra persona. 

El caso es que estábamos andando o parados, bajo el sol del caribe al atardecer o de la profunda noche de invierno mediterráneo, y de pronto, de la nada, alguien me pidió tabaco.

No es un evento precisamente inaudito en este mundo, la mayoría de almas libres que leéis esto estaréis familiarizados con él, y no estaba tampoco fuera de lugar en cualquiera situación particular. Mi relación con las solicitudes de tabaco es compleja, y mi respuesta depende poderosamente de mi estado de animo mas que de la cantidad de tabaco que me quede disponible, pues siempre intento regirme por la máxima siguiente:

Un hermano da tabaco a otro unicamente cuando este se lo merece.

La interpretación de qué es exactamente merecer o no un cigarro pues puede variar inmensamente según el interprete y el hermano en cuestión, y la estima por ese hermano varía muchísimo dependiendo de la cantidad de alcohol o mdma que lleves en vena, de aquí el porque siempre acabo sin tabaco en las fiestas. Esa noche / tarde / madrugada yo tenía un día raro, un mes, un año, una vida tremendamente raro, y lo que la mayoría de las veces ya sea en un dirección u otra es una respuesta instantánea a la petición no ese día no fue. Ese día me detuve, miré quizás a la persona quizás a mi mismo y pregunté, de todo corazón: 

¿Estás seguro?

Porque esos días, esos meses, esos años yo no tenía en mi bolsillo un tabaco cualquiera, tenía un paquete de nada mas y nada menos que tabaco popular cubano.

Justo antes de tirar hacia el aeropuerto de vuelta a Barcelona me gasté el puñado de pesos que tenía en el bolsillo en tabaco justo en frente la fachada del hotel. Aproximadamente a unos veinte céntimos de euro de paquete entero, el tabaco Popular era la peor mierda que te puedas llevar a la boca. Hecho a partir de los desechos de las hojas de tabaco naturales que usan para los puros que venden a los turistas a precio de caviar, no-adulterado por nuestras amadas multinacionales, es de lejos demasiado fuerte como para ser fumado como un cigarro normal. Sin filtro, literalmente, el humo te destruye la vista si nunca se acerca a tus ojos, quema a la garganta y tiene un sabor horrible. Uno no fuma tabaco popular si tiene la opción de fumar otra cosa, y si uno no tiene otra cosa que fumar se lo piensa dos y tres y cuatro veces antes de hacerlo; la indecisión hace que un paquete te dure meses. Pues no es en sí una experiencia neutra a partir de la cual puedes disfrutar de fumar un cigarrillo como lo son los tabacos occidentales, fumar popular es el precio que tienes que pagar para estar fumando tabaco, no los veinte céntimos. Tampoco es una cuestión de merchandising.

¿Estás seguro?

Volvemos a la realidad.

Obviamente, antes de que explique a mis interlocutores acerca de la mierda de marca que tengo en el bolsillo, no tienen ni idea de porque les estoy preguntando si están seguros de querer preguntarme si tengo tabaco, aunque todos, de una forma u otra son conscientes de que en el fondo la pregunta es si están dispuestos a pagar el precio. Aún no conocen el precio, ni su origen, ni la moneda con la que el precio se paga, pero es una pregunta profunda, y muchos parecen tambalearse ante la idea de que sus acciones tengan consecuencias. El precio de estar quizás en invisible deuda conmigo, el precio de interaccionar con un peligroso extraño por la noche de las calles, el precio de quizás tener una vida mas corta porque el tabaco es malo y todas esas mierdas; no se cual se imaginan, si es que se imaginan alguno, pero se ponen en guardia, saben que la relevancia filosófica de su vida esta en juego. De algún modo, lo saben.

Entonces me di cuenta de algo, se me giró algo que estaría un poco suelto en el cerebro e imaginé la escena desde su punto de vista, y de como yo era en ella no un ser consciente sino un personaje interpretando un papel y forzando una interacción al personaje principal. A veces es así como aparecemos en la vida de otros, y a veces completamente desapercibidos en la marea de gente con la que interactúan a diario, y muchas veces no hay forma de distinguir; pienso a menudo y sueño en gente que se sorprenderían un montón de saber que recuerdo sus rostros y a la vez ignoro durante meses la existencia de personas que fueron o son parte de vida misma.

Al hacer la pregunta, al hacer de efigie en el medio del camino, no únicamente les estaba preguntando si estaban seguros de querer tabaco, sino que estaba juzgando si eran merecedores de él según su respuesta, una acrobática cuestión auto-profética en si misma; rechazar el tabaco significaba que tampoco eran merecedores de él, y aceptar el tabaco (que ahora sabían que era horrible) no era únicamente pagar el precio, sino también demostrar que su petición original no era en vano, que yo existo, que tu existes, que nos hemos encontrado aquí, de todo los lugares; demostrar que realmente desde un inicio querían aquello que decían querer, y estaban dispuestos, determinados a pagar un precio, no solo por este cigarro en este momento particular, sino estar siempre ocurra lo que ocurra dispuesto a pagar el hipotético precio y así ser capaz de disfrutar de la crudeza de la vida, en toda su intensidad.

Ahora fumo Malboro.