[Vida Universitaria] Gatos en la cuna, por Cristian P. Ruiz


Vida Universitaria
Gatos en la Cuna
Semanas 1 y 2

Esta serie de artículos no necesita presentación pues, todos la conoceréis por parte de Jordi. Tras mi esperada llegada a la gran ciudad he decidido hacer lo mismo, teniendo como referente su idea inicial, pero sin saber hasta dónde esta puede llevarme, pudiendo concluir o evolucionar hacia casi cualquier cosa.

Algunos de vosotros, puesto que sois unos nenúfares consumidos por vuestra adicción a facebook, o por otros medios quizás, ya sabréis que Jordi, Pep y yo nos hemos agenciado un piso en el raval, suponiendo esto el inicio de todo.





Aquí me encuentro, en mi piso, escuchando himnos y escribiendo esto; siempre soñé con tener mi lugar pero nunca me pareció algo cercano, era una fantasía avistada en el horizonte, mis esperanzas fueron consistentes y nunca derrotadas, pero a veces eclipsadas por olas de pesimismo y miedo; sin embargo, aquí me encuentro.

El piso es viejo, está en mal estado, la puerta tiene un agujero, por ahora no tenemos agua caliente y tampoco podemos cocinar, la cocina apesta y en el firmamento voces del norte nos avisan de que en invierno vamos a pasar frio, nuestro piso es el peor tocando la guitarra, el peor tocando la armónica, y el peor tocando el piano, y es el mejor.

Recuerdo cuando Jordi y yo fuimos a visitarlo, todo era oscuro, estaba (y está) sucio, roto, decadente; sin embargo, su bohemia y embriagadora esencia me absorbió; es un piso en el que han pasado cosas, y en el que van a continuar pasando. Una prueba de ello son todas las pertenencias que dejaron los antiguos huéspedes, entre las que se encuentras entre otras, pinturas abstractas, dibujos, partituras, un ejemplar de así habló zarathustra en alemán, un diccionario de alemán-español, un bombo de batería sin un parche usado como guardarropa, álbumes de fotos y diarios, y un más o menos largo etcétera.

Me enamoré del piso, supe que Pep adoraría vivir allí, pero tuve mis dudas sobre si Jordi, a veces un acomodado burgués y otras el más sucio y instintivo de los vagabundos, le iba a gustar la idea de vivir en este mágico antro. Acabada la visita y caminando en dirección contraria al simpático tío de la agencia, nos miramos, iniciamos contacto físico mientras saltábamos de alegría diciendo casi al unísono: “¡Ja tenim pis!”.



Mi primera impresión con las clases de filosofía en la UAB no fue muy positiva; había idealizado el concepto de clase universitaria de filosofía, el de profesor universitario de filosofía y el de alumno medio universitario de filosofía; y me encontré con unos profesores para nada malos, pero tampoco fuera de lo común, y unos alumnos que hablaban más de lo que pensaban.

Sin embargo mi segunda semana ha sido mucho más alentadora, tras una clase de imagen basada en la obra y vida de Dalí, me dirigí con Júlia y Yeray hacia una asamblea de los de filo para discutir si participábamos o no en la huelga en contra de la LOMCE. Un puñado de jóvenes queriendo hacer cosas, queriendo cambiar el mundo, proponiendo alternativas a la manifestación; sentí que aquel era mi lugar, era precisamente donde debía estar.

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