[La deseducación] Dulce Introducción a la Secundaria



La (des)educación

Reedición



Venimos del paraíso de la primaria. Nos adentramos en la tierra yerma en que debes valerte por ti mismo, tomar apuntes no porque te lo digan sino por tu propia supervivencia; un páramo maldito donde los fuertes se alzan victoriosos y los débiles quedan atrás a merced de los expectantes carroñeros.

Obviamente, no.

Los que quedan atrás son los que cada vez les va dando más igual algo que no les debió importar desde el primer momento y que el rebaño solo sigue por costumbre y obligación. Si acaso algo ha cambiado, es que antes era domesticación de niños salvajes que muerden y serían pequeños criminales sin ti, es ahora inocente lavado de cerebro a gente que sabe perfectamente cómo debería comportarse pero no quiere.

Por lo demás, sitio nuevo, compañeros nuevos, profesores más o menos entusiastas pero nuevos y lo mismo. Eternamente lo mismo. Aquí ya no puedes culpar a nadie para tu identidad, así que la que consigas te parecerá que eres tú de verdad. Eres tu propia víctima, durante los primeros días decides quien quieres ser, y decides obviamente en un ambiente hostil y extraño ser precisamente el único papel que has interpretado nunca, el que te dieron algún día en la primaria y tu aceptaste para sin más porque no tenías elección.

El mundo real es el mundo real, y no una excelente película sobre desayunos. Salir del papel impuesto, y más basándote en algo que sospechas no funciona como debería, pero no estás seguro. Es difícil, deberías atravesar una fuerte tensión horizontal que no quiere que te salgas de tu sitio; porque los demás sitios están ya ocupados y sus dueños te llevan en ello una vida de ventaja.



(el hilo musical de la primera parte sirve para todas las demás, apagad el teléfono móvil y no arméis follón, muchas gracias)









Parte II 

Dulce Introducción a la Secundaria


Empieza poco a poco, se mezcla con algo de rebeldía, de independencia intelectual. Un día te levantas, piensas un poco más por ti mismo y empiezas a ver cosas que antes no, a escuchar una música de fondo que pasaba antes desapercibida. Un día ves un fallo inherente en el razonamiento de un profesor que se niega a corregir. Un día has visto miles y empiezas a sospechar. Un día no haces los deberes y es lo más rebelde del mundo. Un día no te lees ese libro, un día no haces ese trabajo, un día no escuchas en clase o incluso te echan de ella. Pero no tiene efecto alguno sobre tu rendimiento. Dejas de hacer todo lo que se asociaba con estudiar y te encuentras que aprendes y sabes lo mismo y más que antes. Sencillamente, pierdes el miedo que te cegaba. El refuerzo negativo, suya sombra antes era suficiente para atemorizarte, empieza a fallar. Había una orquesta entera detrás de las cortinas, la autoridad se muestra tal y como es. Empiezas a notar el viento en la cara, más sensible de lo habitual después de las hostias que te has llevado, y sorprendentemente nunca te habías sentido tan bien.

Lo explico para que veas que no es ninguna revelación explosiva. No se le aparece satanás, una gran fuerza externa, al estudiante modélico y le obliga a dejarse el pelo largo y rebelarse contra el sistema. Todo lo que voy a decir ya lo intuía entonces, pero fue un proceso de ir descubriendo; pues hay una diferencia muy importante entre intuir o saber, entre sospechar y actuar contra esa sospecha. Aún más cuando todo referente anterior en tu vida te dice lo contrario de lo que ven tus propios ojos, cuando tus ídolos y modelos de conducta están asociados al mundo intelectual y la asociación obvia al mundo intelectual es el académico.

Uno puede ver muchos fallos, no hace falta ser un genio. Uno ve problemas o injusticias sobre todo cuando estas le afectan directamente, o cuando quiere racionalizar un suspenso, y no por eso tiene que ocurrir nada ni cambiar su conducta. Las típicas críticas, pero carecen de consistencia y son tumbadas con un par de frases aprendidas. Pero no por eso son menos reales, si alguien está en contra de todo lo que digo, ni siquiera podrá negar que como críticas, son una realidad y que algún origen tendrán. Puedo listar unas cuantas que seguro os suenan.

(1) Nada de lo que aprendemos sirve para la vida real.

(2) Nadie está interesado en lo que se está dando en clase, y si fuese así, la clase sería el último lugar donde lo manifestaría.

(3) No tiene sentido tener profesores licenciados si todo lo que enseñan es material de bachillerato que en teoría todo quien ha pasado por la secundaria en algún momento de su vida debería ser capaz de comprender. Es un sumidero para licenciados que aprovechan el hecho de que es más fácil en cuanto a organización separar el conocimiento en compartimentos estancos y se engañan con la idea de que su educación no ha sido en vano.

(4) El objetivo de un profesor en una clase no es que la clase aprenda sino mantener su control.

Los exámenes son a menudo una herramienta más de ello. Como soy incapaz de hacerte interesar por aquello que hago aunque en teoría me interese tanto que decidí dedicarme a ello, doy como sustituto el miedo a un examen futuro.

Cuanto más miedo tiene el profesor de perder el control, más extremos se vuelven; increíblemente fáciles o increíblemente difíciles, quizás con la esperanza de que si duele cura entonces si es duro es que aprenden.

(5) Las asignaturas o temas que se venden como para tener una base de conocimiento general están limitadas al país donde has nacido e ideología dominante actual, y son a menudo puras colecciones de fechas y datos sin transcendencia, relación ni continuidad.

(6) No aprendes a funcionar en una sociedad, aprendes a no molestar y obedecer a otros.

Suena ridículo, pero mucha gente llega a la universidad y necesita pedir permiso para ir al baño. No tiene por qué ser explícitamente pedir permiso, buscan encubrir el hecho de necesitar permiso, la mayoría de veces simplemente se lo dice a alguien sin motivo para ello, para indirectamente buscar justificación. Para salir de casa cuando ya vives solo, para ir a dormir tarde. Se lo dices a alguien por de alguna forma quitarte la responsabilidad si está mal. Siempre que haces algo fuera de lo normal, o estas en un sitio donde no están todos los demás, te sientes en peligro porque sientes estar haciendo algo que no debes hacer y por ello vas a ser castigado.


Profesor, ¿puedo ir al baño? 
 
¿Qué diablos me estas preguntando, que vas a hacer si te digo que no? 
Pues, esperar a que termine la clase.  
Quedan como cuarenta minutos.  
¿Puedo? 
Claro que puedes ir, porque tendrías que no poder ir, simplemente levántate y ve.


Tienes dieciocho años, si te tienes que ir te vas y ya está y a nadie le importa, reacciona.

(7) No aprendes a gestionar tiempo ni recursos, aprendes a asumir sin cuestionar carga de trabajo.

(8) No aprendes a pensar con lógica.

Lo más cerca que hemos estado en el instituto de hacer algo parecido fue hacer sudokus en tutoría, porque en las asignaturas donde debería estar, como mínimo de forma accidental, pensar resultó ser opcional.

Intentando contentar la masa de gente que no se le da bien el cálculo o simplemente no le gusta y forzarla a hacer una vez y otra algo que ya ha aprendido a detestar, se elimina la dificultad y el ejercicio del aparato lógico que tu cerebro aprovecharía; dandoles la razón cuando dicen que no sirve para nada. Aprendes a memorizar formulas, resoluciones de problemas tipo y nunca escuché una palabra sobre falacias ni sesgos cognitivos.

(9) No aprendes idiomas.

Aprendes sus estructuras formales y cadenas prefabricadas de palabras, nunca a hablarlos ni comprenderlos porque, por otra parte, tampoco se te exige. Llenas y llenas libros esos de workbook sin saber lo que haces, en modo automático, junto con sus radiocasetes y demás. Alguien le vendió una metodología absurda para aprender inglés al estado español en los años noventa y aún debe estar riéndose entre fardos llenos de billetes.

(10) No aprendes arte aunque lo lleve en el nombre de la asignatura. Aplicas el mismo formato de historia a lo relacionado con él y el de lengua a diseccionarlo con normas y tecnicismos.

En general, aprendes a estructurar formalmente una carta o una narración junto a sus correctos usos y formas pero nunca la idea de fondo de tener algo que expresar y que esos son medios y convenciones para hacerlo. Aprendes a contar silabas de poesía que eres incapaz de sentir porque nada de lo que haces ya bajo pupitres tiene nada que ver contigo. El sistema envenena todo lo que toca, pasarán diez años y aún temerás tocar un diccionario.

Analizamos la poesía o la semántica de las frases, no porque sea importante sino porque es fácil de evaluar y corregir, así se nos queda en la cabeza que escribir poesía es un mundo elitista donde solo tienen acceso los que saben de ortografía y de poesía. Una silaba mal contada, o un acento diacrítico menos o una palabra sin traducir son errores imperdonables; un cambio en el diccionario nacional de la lengua, material para las noticias. Podría estar horas escribiendo sobre el sentido de la vida y no importaría nada ante los ojos de una persona autodenominada culta porque cometería una falta. Me importa una mierda como se escribe en realidad, escribir bien es algo estético, igual que el no empezar las frases con una partícula en mayúsculas, y todo el mundo termina haciéndolo aún sin querer. Yo lo que quiero es decir algo, y en vez de darme herramientas me estas poniendo un montón de reglas y trabas, quizás lo mejor sea no decir nada.

Imaginad el meme ese de la profesora asiática apuntando a un mapa del mundo:


- what do you think this poem means? 
 
- (...) 
- no. that's wrong


Vamos a rebobinar y poner un poco de perspectiva a la situación.

Cierra los ojos.¹

Eres ahora un hijo de puta de doce años. Te crees muy importante y que te vas a comer el mundo.

Enfrente de ti hay un inmenso edificio de color blanco resplandeciente sobre la colina como uno imaginaría un ideal. Para llegar allí hay que subir una cuesta de unos cincuenta metros desde la valla hasta la entrada principal, una cuesta con jóvenes arboles a los dos lados, un sol radiante aún de finales de verano a la espalda y tú no puedes mirar hacia adelante porque el edificio blanco de arquitecto de diseño y que hace aguas cuando llueve por todas partes contrasta bellamente con el paisaje y refleja la luz del sol directamente a tus corneas debido a que el edificio, adivinad, es de color blanco.

Queda una única opción mientras acabado de levantar subes esa cuesta, y es mirar hacia abajo.

El mundo está lleno de símbolos.

Allí descubres un escenario nuevo: acceso a los baños restringidos, cámaras en los pasillos, guardias de profesores patrullando, ventanas que dan a rejas de hierro colado, pedir permiso para hablar, para levantarte. Chicos que llevan allí más tiempo que tu haciendo pasillo a la hora del patio lo que te obliga otra vez a pasar delante suyo mirando hacia abajo. Asistencia obligatoria, código de vestimenta, lectura universal y obligatoria, comportamiento en clase reglado al absurdo; y en caso de algún problema, no te preocupes, en vez de decírtelo a ti, vamos a llamar a tu casa y contarte lo terrible que es para el futuro que a tu hijo no le interese lo más mínimo el álgebra para que le des unos azotes.

¿Qué era lo importante para el futuro? ¡Lo importante para tu futuro es estudiar mucho y hacer caso a los profesores! Eso es lo que quieres tú también en realidad, pero como aun eres un crío pues no sabes nada de la vida.

No es el infierno. No te hacen jurar frente a banderas ni crucifijos como hacían con nuestros padres. No hay castigos físicos como a muchos les gustaría ni calabozos ni villanos, si fuese así, como mínimo nadie dudaría en marcar todo aquello como tu enemigo, pero no lo es. La maldad ha aprendido sutilezas con el tiempo. Es un paso lógico, obligatorio, el paso siguiente del mismo sistema de alfabetización que iniciamos años atrás. Para ti concretamente, chico competitivo, el siguiente estadio que conquistar.

Desgraciadamente, tiene demasiadas similitudes con una prisión como para ser visto, incluso para ti, como una tierra prometida. No seas exagerado, no es una prisión. Tienes razón, digo yo, no lo es. Pasaría mucho tiempo hasta que sus paredes se acostumbraran a verme con la silla apoyada en la pared trasera de las clases solitarias, mirando durante horas el pequeño espacio entre las ventanas de metal que dejaban vislumbrar mi pequeño trozo de cielo azul.






Espero que te vayas haciendo a la idea del tipo de persona que soy.

El gran templo del saber que anunciaban en la primaria abría sus puertas; para, ahora de verdad, hacer coses importantes. La verdad es que me interesaban mucho más las chicas y las magic que las clases en sí, pero me veía seducido por la idea de un futuro prometedor; pues yo era alguien responsable, por encima de todo aquello, destinado a grandes cosas. Motivado y con confianza. Inteligente porque no conocía otra explicación para las buenas notas, brillante cuando se presentaba la necesidad.

No podía defraudar con notables: llegados a ese punto, ya no es responsabilidad, es adicción, dependencia. Yo necesitaba reconocimiento de los profesores y de todo el mundo igual que esa chica en apariencia perfecta pasa las noches contando me gustas en su página de instagram. Todos queremos ser aceptados, simplemente buscamos para ello diferentes caminos.

Por inercia más que por voluntad, iba haciendo las cosas que otros esperan que haga, convirtiéndome otra vez en uno de esos niños ejemplares sacando excelentes, pero como el resultado de ningún éxito me importaba per se ni sacaba nada tangible de ello pese amenazas de saltar de curso, empecé recortando esfuerzos sin hacer resentir mis importantes notas. Los deberes se falsean, se da alguna excusa mala, de copia con el pulso tembloroso en algún examen. Me junté con gente igual que yo, que yo interpretaba mis iguales, quizás aunque puede no tener nada que ver, porque sacaban también notables y excelentes. Nos distanciábamos y mirábamos con desprecio aquellos que parecían incapaces de pensar con claridad, pues lo que hacíamos en clase nos parecía tan obvio que las preguntas a mano alzada y las dificultades para leer un simple párrafo en voz alta producían entre nosotros ojos perdidos en el cielo y risas entrecortadas.

Ocurría entonces algo extraño.

Quizás porque habían perdido en algún momento la carrera para ser buenos en clase, y habían buscado entonces consuelo en la vida social y nos llevaban en ella años de ventaja. Aquellos a lo que mirábamos con superioridad, no conocían a Hawking ni a Nietzsche, no habían visto con mis ojos El Club de la Lucha ni iban a ser un importante físico algún día como yo, pero eran capaces de gestas con las que yo no podía siquiera soñar. Pese a ser yo el listo, ellos eran los capaces de conseguir una chica, de mostrar confianza en lo que hacían, de ser capaces de encarar un profesor cuando yo era incapaz de encarar a mis padres o en general cualquier figura de autoridad. La mayoría de la gente no sabe que tiene un problema con ello, porque puedes enmascarar el hecho de obedecer con que solo quieren lo mejor para ti, hasta que crecen se hacen mayores consiguen una faena, su jefe les grita una sola vez y tiemblan entonces durante todo un día sumisos al borde las lágrimas porque no saben cómo reaccionar. No se trataba solo de que ellos tuviesen mas habilidades en la vida social, pues como todo, el secreto está en aprender un patrón que funcione y repetirlo hasta la saciedad; sino que no parecía existir una correlación entre las notas, el conocimiento la cultura y todo lo que había siempre asociado al mundo intelectual, y ser capaz de conseguir lo que quieres en la vida. Jugaba a ajedrez los domingos con gente de hasta cinco veces mi edad, sacaba montones de excelentes y los profesores me felicitaban por ello, era bueno en general haciendo cualquier cosa que me propusiese; pero me sentí entonces realmente estúpido. No estaba aprendiendo nada, solo recreándome en algo que ya desde un principio se me daba bien.

Uno siempre está a tiempo de aprender a ser un perdedor, pero las chicas son ahora, el presente, y la vida misma florece a los trece al liarte con una chica por primera vez. Cuando vuelves de vivir una semana en una acampada urbana protestando por el gobierno, cuando tomas drogas realmente duras. Vuelves y ese limitado mundo de clases profesores y pupitres, aunque aún ligado al intelectualismo, se te antoja terriblemente pequeño y absurdo.

Es muy fácil decir que tal cosa va a ser buena para un futuro hipotético, pero no se puede olvidar como factor que los alumnos tienen unos trece años y dos de conciencia real. ¿Quién se creería, a los treinta años, que debe olvidarse de lo que quiere ahora y centrarse en preparar los sesenta? Uno lo puede argumentar, pero aunque sean ciertas son solo palabras, y la vida está justo ahí fuera.

¿Es que supone que quien debería tener como ídolos son los profesores? Todo lo que consiguen es ser amargados funcionarios sin ninguna pasión por su trabajo. Yo no soy exactamente un millenial, nací en los noventa, pero incluso a mí el ideal de la postguerra, la recompensa al trabajo duro de una pacífica mediana edad con una familia, una casa y una faena estable se me antoja como algo lejano, que no tiene nada que ver conmigo. Está bien como final de Harry Potter, pero nada más.



There was skip scene. And suddenly they were all over 30 and happy with their 2.5 children. 
 
And the Millennials were left flailing in the dust.  
Because while we recognised and empathised with everything up to that point. But seeing the Golden Trio financially stable and content and married? That was not something our generation could recognise. Because we have no idea if we’re ever going to be able to reach that stage. Not with the world we’re living in right now. (...) Because we known Voldemort was just a symptom of the disease - in the Wizarding World. 
But don’t push us off with an 'all was well’. In a world about magic, JK Rowling finally broke our suspension of disbelief by having them all hit middle-class and middle-age contentment and expecting a fanbase of teenagers to accept it.


http://inksplattersandearlyhours.tumblr.com




¿Se supone que realmente estudiar seis años seguidos lo mismo, una y otra vez las guerras púnicas sirve para mi futuro? Resulta muy difícil seguir los consejos u órdenes de alguien cuando precisamente ese alguien simboliza todo lo que no quieres ser.

La brecha generacional es incluso mayor que hace treinta años, y no se detendrá. El argumento ya no debería ser, estudiad mucho y podréis algún día ser como yo; sino estudiad mucho y podréis algún día hacer lo que querías. Pero aún esto pierde fuerza, y es hasta irónico de usar para convencerte de estudiar exactamente lo mismo que los demás durante dieciocho años con el objetivo de ser singular.

Tiene que ser ahora, todo momento tiene que ser el momento.

¿Se supone que debo considerar normal encerrar niños en aulas para que personajes que no conocemos los controlen y les metan ideas en la cabeza? Hemos normalizado la idea por nuestro estilo de vida y porque de pequeños la vemos en televisión, pero antropológicamente no es muy normal. ¿Se supone realmente que alguien que vive en ese sistema y es consciente de sus fallos debe simplemente dejar pasar el chaparrón y esperar tiempos mejores?

Es imposible pretender que todas esas personas en el aula tengan los mismos intereses, mismo nivel, mismo momento emocional para que se le enseñe lo mismo al mismo tiempo. Es el equivalente a plantear un sistema de saneamiento que para que funcione deben ir todos al baño al mismo tiempo. No es serio, es un requerimiento inaceptable, y nadie entendería una sociedad obsesionada con perpetuar ese diseño, por muchas ventajas prácticas que ofrezca. Si los niños no salieran del sistema educativo conforme crecen o molestan, habría una revolución mundial estudiantil en uno o dos años. Ninguna mente adulta no adulterada aceptaría la misma situación que imponemos, desde algún tipo de pedestal, a nuestros menores.

Pero no se hecha a nadie, no directamente. Tiene que pasar algo realmente muy gordo para que un centro tenga el lujo de echar a uno de sus alumnos, la estrategia general es aburrirlos y que se vayan solos y funciona de maravilla. Cuando te alejas del dogma central, tú mismo eres el que quiere salir. Esa idea ni siquiera era una posibilidad dentro de mi cabeza, incluso en los peores momentos aguanté porque tenía un objetivo muy claro, yo perseguía incluso sin saberlo desde mucho tiempo atrás el paraíso anunciado de la vida universitaria; y el mundo tiende a apartarse cuando ve a alguien que sabe dónde va. Algún día entendí que los objetivos del centro al hacerme estudiar no eran los mismos que los míos al hacerlo, y pese a que continuaría haciéndolo, no sería por las mismas razones.

Encontré un lugar intermedio entre mis intereses secesionistas y mi papel de buen estudiante.

Había gente en mí mismo entorno que si bien quizás no compartían mis ideas, no fondo o no con la misma radicalidad, a menudo u ocasionalmente compartían el espíritu joven de temprana rebeldía. Algunos de ellos eran ocasionales, algunos otros temporales y la mayoría abandonaron el camino después de alguna u otra reprimenda o refuerzo negativo. Al principio era solo eso, pero la hostilidad recibida como respuesta a lo que consideraba cosas menores, los discursos melodramáticos y los burdos intentos de castigo empezaron a darme razones para pensar que no solo estaba haciendo lo que pensaba sino que con ello me enfrentaba a un enemigo real.

Después de mucho tiempo trampeando, disimulando, seleccionando y aprendiendo que deberes podía dejar de hacer y cuáles no, un buen día de finales de segundo decidí unilateralmente que hasta nuevo aviso no los haría nunca más. Yo quería seguir siendo un buen estudiante y sacar buenas notas, no me separé de lo que intuía era objetivo común de mi educación pero distinguí entre objetivos y medios, y decidí que ese medio no me gustaba. Mi poderoso aliado en la materia, un chico que conocí allí mismo llamado Alex Zarza y fanático de Matrix, no siguió a ciegas mi camino pero adoptó medias medidas parecidas al respecto; en diferentes estilos, nos mantuvimos en la cresta de la ola. Solo hacía trabajos obligatorios, pese a que me insistieron durante un tiempo que los deberes de hecho también lo eran. Consideré, en un principio también de sentido de justicia, que si un profesor no había sido capaz con la de horas haciendo nada y aburriéndome que pasaba en clase, de hacerme aprender lo que sea tenga que aprender; entonces los deberes y el estudio no eran un refuerzo sino una forma de cubrir su fracaso inherente.


- Las normas son las normas.  
- ¿Pero cuál es el objetivo de esta norma en concreto?  
- Empezamos mal.


El propio plantear preguntas de aquel tipo generaba una hostilidad que no podía comprender.

Teóricamente, los deberes son para consolidar los conocimientos que se adquieren en clase, lo sé.

Aprender algo y luego ser capaz de recordarlo en otro ambiente y en otro momento consolida lo aprendido y tal y tal. Lo sé. Hay procesos como por ejemplo para tocar un instrumento, en la que la automatización de las tareas básicas como tocar un acorde concreto, con una posición de manos exacta que no te puedes detener a pensar en cada momento, no pueden asumirse si no es por repetición; pero no estamos hablando de ejemplos concretos, es una práctica generalizada, era aceptable aprender a sumar automáticamente para aprender a multiplicar, pero llega un momento en que se acaban los para y se convierten en porque sí. En ese momento de dudas me hubiesen ganado si simplemente se hubiesen molestado en dar con un modelo interesante en el que sus métodos tuviesen efecto real, pero si algo así existe nunca les interesó, porque a su manera no nos tenían que convencer de nada ya. Seamos realistas, los profesores cubren sus acciones con argumentos y conceptos sobre teoría del aprendizaje, pero si mandan deberes es porque otros mandan o los han mandado en un pasado. Seamos realistas, si hablamos de consolidación de conocimientos, están mal diseñados para ese propósito: los deberes cubren el hecho de que los contenidos tendrían que se asimilados por su aplicación en algún otro momento y lugar, ¡porque deben ser necesarios en algún otro momento y lugar de la vida real! ¡Yo también puedo explicar durante una hora el proceso de fotosíntesis y asegurar que será útil en el futuro, si en el futuro yo mismo creo la necesidad de que sean útiles pidiendo trabajos y haciendo exámenes al respecto! Si realmente quieres consolidar algo, tienes que trabajártelo y crear una necesidad real que precise de usar esos conocimientos pero no sea repetir esos conocimientos porque sí.

No es fácil, pero se supone que te dedicas a esto. Se supone que si pones deberes es porque algo en concreto merece más atención de la habitual, no porque sea una costumbre.

Seamos realistas, lo importante de los deberes no es el que aparece en ellos, sino son los deberes en sí mismos y quien los hace o deja de hacer.

Pronto se adopta como ejemplo para el resto de la clase, aquellos que son capaces de dedicar sin dudar un segundo todo su tiempo a ello. El anunciado traspaso de modelo ideal de los listos a los aplicados tiene lugar, y la medida estándar para poner faena no es la que es necesaria sino la que es posible de asumir. Muchos de esos antiguos niños sobreocupados, dejan algunas o la mayoría de sus actividades para cubrir la nueva y creciente demanda de horas de estudio, pero siguen sin cambiar el hecho de que hacen del deber su único modo de vida. Los demás, en silencio sufren de que sean los estudiosos el modelo, obsesionados ahora con impresionar se les unen los anteriores listos, y se afanan en cumplir su papel, mas y más alejados del mundo real. En un solo paso, la virtud (aunque cuestionable por sus propias razones) ha dejado de ser una importante característica de los estudiantes modelo, y perdido para siempre el perpetuo concurso de popularidad que ya desde su nacimiento tenía al mundo intelectual como su gran enemigo. Llegado el punto, si te creíste de pequeño lo de ser inteligente, tienes que asumir la decisión de que para continuar los aplausos, como el ideal de la calle queda muy lejos, debes entrar en el nuevo mundo de significado haciendo la transición de listo a obediente y por lo tanto, impopular.



Por alguna razón, digna de un análisis profundo, la sociedad española tiende, por naturaleza, a premiar al bruto, al cretino, al zafio y ante todo, al que hace bandera y exhibición de la más absoluta ignorancia. 
Debe ser la única sociedad del mundo occidental que recompensa y celebra la estulticia ajena y la eleva a la categoría de virtud o gracia nacional.


el paraíso de los mediocres - gazzeta del apocalipsis



El resultado de una cultura en la que la virtud intelectual es un pecado, el trabajador inculto la masa y el trepa, el pelota y el déspota la figura de poder. Esos valores y esas tendencias se propagan de algún modo, no surgen de las rocas desde perpignan y tras bajar suavemente las costas acarician la península en la cola del viento de levante; se filtran de alguna forma impresos en nuestra sociedad, y culpar a la televisión se está quedando ya muy viejo.

Muchas fueron las conversaciones con profesores al respecto, con otros alumnos. Muchas historias, escenas que consideré batallas importantes en su momento pero ahora veo eran solo anécdotas de una pintura mayor, que fueron lo que me hizo convencer más y más de la farsa en que nos encontrábamos metidos. No un discurso racional y estructurado, no unas ideas perfectamente sosegadas enfrentando una voluntad opuesta. Pero era algo. La sensación omnipresente de que hay algo mas oscuro de lo que debería en el mundo.






Era, por ejemplo, un día cualquiera de principio de curso a la una y doce del mediodía. 

Me encontraba comentaba con mi amigo, al que llamaremos Mark Rutzou, sobre los emocionantes eventos del verano pasado en el montclar, y yo veía como aparentemente los desafíos de la mutua competición y coordinación me habían convertido en alguien capaz de hacer cosas y a veces decir algunas interesantes. Había dejado del todo el ajedrez, sospesaba con mi amigo la posibilidad de apuntarnos algún día a baloncesto; durante el curso jugábamos al ogame, quedábamos con Dani Campos y le dedicábamos canciones y comentarios jocosos. Pero antes que todo eso, por el momento, volvíamos al instituto y eso significaba volver a nuestros papeles. En el horario había una optativa, un vacío de unas tres horas a la semana que los más listos de la clase llenaron con una actividad de vóley en el gimnasio. En cambio, no los que éramos, sino los que nos creíamos los más listos, nos juntamos con sinvergüenzas de otras clases con quien teníamos mucho en común y nos adentramos en los grandes lodos de aquello que se anunciaba en un gran letrero como genética.

Esta es la asignatura para listos, así que voy a demostrar cuan listo soy apuntándome a esta asignatura. Nadie lo hubiese formulado directamente así, ni siquiera atrevido a pensar, pero era la verdad.

Tenía en realidad interés por la genética, me he tirado incontables horas mirando conferencias, leyendo y mirando vídeos sobre algoritmos de aprendizaje por selección natural, devorando con el tiempo lecturas personales como el gen egoísta, el relojero ciego y the game, sobretodo años después cuando conseguí recuperarme de aquellas nefastas clases. Las once o doce personas reunidas en esa sala escuchábamos los primeros días en silencio el torrente de información en forma de definiciones escritas en piedra para situarnos y empezar a adentrarnos en los conceptos y la materia. Eso pensaba yo. Apuntamos esas sentencias en una libreta comprada con las características personalizadas al gusto de la profesora, y con diferentes colores nos pusimos a algo llamado genética mendeliana, que son unos emparejamientos entre unos círculos que representan seres vivos y que dan las probabilidades de que la descendencia sea de una forma particular. Descubierto el método por un monje gregoriano perdido en las montañas trescientos años atrás, no se tarda más de diez minutos en enseñar las bases para hacer susodichos emparejamientos, y diez más para trabajar con un par de conceptos asociados. Una vez has hecho un par, a partir de entonces es como una especie de juego, un buscaminas en el sentido de que mas complejidad está limitado en hacer la pantalla más grande, o como un sudoku en el sentido que con la información que tienes debes buscar las piezas que faltan.

No tengo nada en contra de los juegos lógicos orientales, son muy útiles para mantener la mente activa pero con la excepción de life, definitivamente poco tienen que ver con aprender a comprender la genética de los seres vivos.

Cuando mi hermana, quien dejó el bachillerato humanístico a los dos meses porque decía era demasiado difícil, accedió a la prueba de selectividad a través de una FP años más tarde, me pidió que le ayudase a aprender a hacer esos cruces. Tardamos aproximadamente media hora en que fuese capaz de resolver prácticamente cada problema sin mi ayuda, de todos los ejercicios que pudimos encontrar. Nosotros, los chicos listos de segundo, pasamos tres horas a la semana durante las cuarenta semanas de curso tirando a lo bajo, más las horas de cuando lo volvimos a dar exactamente lo mismo con la misma profesora en bachillerato; menos horas de teoría y otros menesteres, yo calculo unas cien horas de mi vida perdidas haciendo jodidos emparejamientos mendelianos. Hasta leímos un libro, pero no un libro sobre genética, no estamos hablando de Darwin, Dawkins, Lovelock. Leímos un libro para niños, para niños, en voz alta y entre todos. El argumento vehicular, a través del cual el chico adolescente acomplejado y su nueva maestra tenían sus aventuras, era un emparejamiento de mendel que se podía resolver en diez segundos.

El instituto compró todos los ejemplares.

Me aburrí tanto en esa clase, que aprendí a escribir y resolver los ejercicios sin apartar la vista de la profesora, una tal Brigit, y anunciar que había terminado antes de acabar la pregunta (de obligatoria copia en color diferente de bolígrafo para diferenciar de las respuestas). Es que era verdad, es que me terminé ese libro que tardamos semanas en leer en dos horas, y me pasaba las clases agonizando porque no se me dejaba hacer ninguna otra cosa porque debía estar atento a la lectura. Me aburrí tanto, que aprendí a escribir con la otra mano, y entregaba papeles arrugados y con letra de un niño de cuatro años y dibujos a los alrededores. No señores, los chicos no están en una edad tonta ni tienen PHDH: se aburren.

Como esta, mil y más; el sistema ya demasiado enfermo es incapaz de propiamente enseñar al estudiante, así que suple sus incapacidades y la necesidad de mantener la apariencia con alargadas horas de estudio, con énfasis en temas considerados centrales, que alejan al estudiante de nada que le pueda interesar. Se llenan libretas y libretas de folios de información ejercicios enteros copiados del propio libro que se podrían contestar con un número o una frase. Esos mares de pseudoinformación inútil nunca nadie los va a volver a leer, ni para estudiar ni para nada, pero se castiga su ausencia. El tamaño del conocimiento crece con los años sin ser relacionado ni tratado en profundidad, porque se vuelve a tratar en años venideros, y se convierte en sí mismo en un obstáculo para aprender hasta que no sea memorizado, inmortalizado en esas libretas, y después de un día concreto dado para siempre aprendido y aparcado hasta el año siguiente. Se vuelve un sistema rígido, donde lejos ya de comprender nada y equivocado de raíz, su objetivo no es la educación sino la propia supervivencia del método educativo.

Para ello, para mantener esa apariencia de avanzar y de aprender mucho, la acumulación de información superficial requiere de más y más deberes, libretas, exámenes y en definitiva se necesita más tiempo del que los profesores le pueden dedicar en una clase de una hora. Así que todos los profesores piden más horas en su asignatura, y como no se las dan y son incapaces en las propias de hacer su trabajo, tú te las vas a tener que inventar.

Me hartaba sin medida toda aquel argumento y normas basados en la sobreprotección. Aunque te las apañes sin ello, tienes que hacer todo correcto lo hacemos para que aprendas y lo uses cuando lo necesites de verdad. El argumento no estaba mal, pero era injuriante, cansino, altamente hartante copiar enunciados, hacer resúmenes porque contaban para nota y no para usarlos para estudiar. Ya no estaba mirando una función, la función era yo, quien estaba actuando era yo. Tú no puedes adelantar el ritmo de una clase porque un estudiante se aburre o va adelantado, eso lo entiendo hasta yo, pero tampoco no ofrecer ninguna opción. Es absurdo un modelo, no solo educativo sino empresarial o de gobierno, en el que cuando alguien quiere conseguir algo más se le castigue por ello. La única opción que queda, que por suerte ya casi no se usa, es subir a los estudiantes un nivel más arriba en el mismo edificio con problemas de construcción. No irá más deprisa, no se solucionará el problema de fondo y probablemente los esfuerzos de adaptación ocuparán la motivación que tenía que estar empleada en sí misma y no en otro lugar.

Un sistema educativo no tiene por qué ser una máquina de generar genios o personas especiales, pero tienes que dar una salida al talento, sea del tipo que sea, porque difícilmente va a coincidir con virtud académica y será una cosa un obstáculo para la otra. No prepararse para un Carlus Magnusen, que puede ocurrir, pero magnusen hay uno en el mundo; creer que no hay, no un punto medio sino un universo entero entre la mediocridad y un tipo de genio como él, es un gran error.

Creo que todo esto tiene que ver con la percepción general del talento y la imagen que se da a los genios en este país o en esta cultura. Son gente que no tienen que ver contigo. Personajes extraños de quien años después hacen películas en Hollywood. Son otras personas, nacidas con un don espectacular que sobrepasará todas las dificultadas para brillar por encima del cielo invernal. Incluso en la historia, se nombran y se memorizan sus fechas de vida y muerte, pero nunca se explica quiénes eran exactamente o porque eran especiales; es como si, se supone que lo son y ya está porque si no, no aparecerían allí, es lo suyo. Un día aparecerá alguien y será un estudiante modelo y jugará muy bien al futbol, una persona excelente y ganará un nobel de literatura. Es el complejo de inferioridad quien habla, que solo acepta la virtud ajena si es lo suficientemente lejana como para ser impersonal, y no si es una compañera de clase o el alumno que se niega a hacer tus deberes.



La educación es la única industria en la que el alumno es a la vez cliente, intermediario y producto final y en ninguno de esos papeles lleva la razón.

En cualquier otra faena, si no eres capaz de hacer tu trabajo te despedirían o nunca te habrían contratado en primer lugar, y si muchos profesores están allí precisamente porque son funcionarios como no nos pueden echar se los van rifando entre diferentes centros. Si durante todo un curso, a cuatro horas semanales, eres incapaz de hacer asimilar el veinte por ciento de un libro de cien a doscientas páginas a una mente sana es que ocurren dos o tres cosas a la vez. Tu no vales como profesor, tu método es ineficiente, y tus alumnos pese a llevar diez años sabiendo leer nadie se ha molestado a enseñarles a entender lo que leen. La solución a un motor que pierde combustible no es echar cada vez más y más para que funcione al ritmo que debería. Pero como yo soy el profesor más duro del lugar, voy a hacer que me respeten perdiendo el tiempo en clase y doblando luego el número de horas que dediquen a mi asignatura fuera de ella. Más carbón.

Poco a poco, uno va asociando el aprender, el escuchar y hasta el leer y pensar a esos deberes infernales, clases aburridas y pupitres anclados al piso. Consiguiendo que la mayoría de gente que pasa por el sistema educativo, aunque satisfactoriamente, no vuelva a coger un libro en su vida al salir de él. Al final da igual lo que diga el profesor delante la pizarra, si has empezado a dudar del sistema, te va a parecer mierda pura, porque lo vas a asociar a aquello que has aprendido a odiar. Anclaje emocional. Psicología ciento uno. Cuando las personas empiezan a caer en la desesperación, más se aferran o les hace aferrar al aspecto más duro y sacrificado del sistema, creyendo que sufrir les traerá la salvación. Profesores particulares, academias, estudiar toda la noche anterior, más deberes, más trabajos, más agachar la cabeza.

Hasta que llega un momento que se hartan y terminan creyendo que son estúpidos. Lo terminan siendo, porque les han convencido de que pensar no es algo que vaya con ellos.


- Eso son cosa de listos.


Tampoco me voy a subir al carro y decir que todo el mundo es igual, que todo el mundo es un genio a su manera y que tu hijo lo que le pasa es que es especial y tiene talento para las motos. Pero viniendo de mí, te aseguro que ya es algo.

Los resultados al final del año, no se acaban de corresponder siempre a lo que querrían los profesores.

Para su desgracia, no pueden cambiar la realidad, y están estableciendo con los exámenes la sanísima costumbre de pensar y tomar decisiones, que es precisamente lo que no enseñan en sus clases y deberes y de lo que con un poco de base, alex y yo íbamos bastante sobrados. En las notas empezaba a importar mucho más el volumen de deberes que has hecho, las faltas de ortografía de tu absolutamente correcta redacción, de las veces que has ido a hablar de lo bien que te cae el profesor. Factores, que, obviamente, corresponden a lo que el profesor quiere; tiempo dedicado más que esfuerzo real e imaginación. Tiempo que aportan el prototipo de personas obedientes que no cuestionen su autoridad intelectual y van a hacer lo que se espera que ellas aunque no les guste, sin cuestionar gran cosa. También en los exámenes había un ligero sesgo de notas, pero todo junto no podía convertir el excelente del rebelde en un suspenso ni el cero del estudiante en un aprobado.

Aún.

Nunca había entrado realmente de lleno en todo el sistema de molido y memorización, hacía años que me molestaba en tratar de comprender las cosas a mi manera. Incluso cuando dejé de hacer deberes no creía que fuesen inútiles del todo, me ponía a escuchar en clase y creía que eso era la clave del éxito y que de alguna forma con ello cubría lo que por otro lado dejaba de hacer. Me percaté que como realmente aprendía era pensando y lo de estudiar era algo que hacía porque había visto a mis hermanas hacerlo y parecía que era lo que había que hacer. Los exámenes no solían perfectos, porque obviamente palabras memorizadas puntúan más que palabras propias con signos de razonamiento, pero pese a eso, combinado con que nadie se había dado cuenta aún de cómo odiaba a mis profesores ni de que no hacia los deberes, y de que mi única motivación para ir a clase era que me gustaba alguna de mis compañeras; saque un solitario siete y unos seis o siete nueves en mi segundo año de la secundaria.

Recuerdo las palabras de una de aquellas chicas que me habían gustado en el pasado cuando le conté, a la edad con quien realmente solo puedes hablar sinceramente con chicas, que estaba triste al respecto, que me aburría sin remedio durante horas y horas y que no quería realmente estar allí ni tenía un motivo para querer ir cada día. Me contestó que estaba depre, que de que me quejaba con las notas que tenía, y que ya se me pasaría.

Esa respuesta, además ejemplificar mi fracaso en cuanto a conquista romántica, me dejó sin habla, nunca lo había pensado en ese tema así, de una forma tan simple; podía sentir crecer una brecha entra la realidad de la gente que me rodeaba. Tenía parte de razón, tampoco era la vida ninguna tortura, un día era así el otro casi ni me acordaba; otra gente lo pasaba mucho peor. Pero estar eventualmente triste o deprimido por algo no significa que ese algo no tenga importancia, que se vaya a pasar no significa que sus causas no sean reales. Algo estaba ocurriendo sin duda, tímidamente estaba empezando a cambiar mi conducta y los resultados eran buenos.

Mi desencanto era ya una carrera de largo recorrido que a otros había pasado desapercibida, como van las notas, bien; y parecía apuntar a ninguna dirección más que a la que yo mismo pudiese encontrar.

¿Cómo no apuntarse a la ola de rebeldía e independencia intelectual que me daba buenos resultados, no solo académicos, sino en mi vida personal? Perdí un poco el miedo, me sentía a la cola del viento por primera vez, sin los pies en el suelo, no haciendo lo que debía. Era tomando el tipo de decisiones que se supone no debía tomar lo que me hacía conseguir lo que quería, no dentro de diez años con una faena estable, sino aquí y ahora. Crecer como persona y encontrar retos y aventuras, eso es algo con lo que el instituto no podía competir. Los mismos valores de pensamiento crítico que nos pretendían enseñar, aunque ausentes en la práctica, apuntaban directamente contra la cabeza de su creador. Había descubierto que las palabras de mis ídolos en papel no eran solo eso, que decían cosas contra lo que siempre les había asociado. Había descubierto que mis ideas y las suyas tenían el poder de cambiar mi vida, la forma en la que los otros me veían, a mí mismo y mi mundo alrededor. Esas palabras sonaban muy por encima de las de siempre, ya sabidas perdidas el efecto tras oírlas repetidas una y otra vez.

Una nota es solo un numero en un papel, que nada puede decirme quien soy yo.

A lo que todo el mundo respondía, y deseaba, que algún día la hostia me iba a llegar y vería entonces con la conmoción la claridad, de que ellos llevan razón, y quedaría descubierto ante mi lo que ellos llaman la realidad. No se trata ahora de que necesites estudiar y hacer deberes para aprobar, sino que te acostumbres para cuando llegue el momento de la verdad.

El momento es ahora. ¿Dónde está la verdad?

¹Ya los puedes abrir.








Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End






la deseducacion, dulce introduccion a la secundaria
the decay of western civilization /?
random local guys


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