[La deseducación] Obras Completas



La (des)educación

Reedición



Considero que alguien que se no ha rebelado nunca en contra de nada en su vida, carece de credibilidad. Porque ya no pongo en duda que haya existido la ocasión en que estaba siendo manipulado para cumplir unos intereses que no son los suyos, o que se haya encontrado directamente oprimido bajo alguna autoridad. Doy por hecho de que ha sido así; y que no haber sabido identificarlo como tal, es igual o peor que no haber levantado ante ella la cabeza. Rebelarse en el futuro contra cualquiera imposición nunca será realmente una opción, porque aun cuando hacerlo no sea quizás la mejor opción, si no lo ha hecho antes fuera del propio pragmatismo nunca sabrá cuando es la respuesta correcta. Tenemos una facilidad increíble, para ver desde lo que llamamos occidente o el mundo desarrollado, las doctrinas, dogmas e imposiciones de las demás culturas; se nos aparecen claras, ineludibles y degradantes a nuestros ojos. Quizás por esa misma razón, por creernos la epitome de las culturas que han habitado este planeta, estamos ciegos para ver las nuestras, y nos pasamos la vida culpándonos de nuestros defectos como sociedad unos a otros sin poder ver que todo el bosque nace de una misma tierra.

La deseducación es la historia de mi paso por los diferentes centros educativos, y también un ensayo general sobre la educación.

Quizás esto suene ya a trillado, a demasiado viejo. ¿Se habrá convertido este tema, en mis manos, una excusa más que una crítica? ¿Dónde están los artículos en los que ya hablé de todo esto? Están aquí, fundidos en esta reedición que parece conforme pasan los días un libro entero. Otra vez a hablar de los años de instituto, del sistema educativo y de la deseducación; a citar las mismas frases de chomsky y contar las mismas estúpidas anécdotas. ¿Es el mundo y yo mismo diferente a como lo imaginaba cuando era un adolescente? Sin duda alguna. ¿Es la crítica ahora, después de tanto tiempo, al sistema educativo al que tanto me enfrente, una distracción, racionalización o excusa de mis propios errores y fracasos cuando ya estaba aparentemente fuera de su alcance?

Aparte de que nunca salimos realmente de su alcance, yo creo que el propio planteamiento de esas preguntas, además de no existir respuestas claras, encierra uno de los grandes problemas. El hecho de que tenga que hablar aún, y el hecho de que tenga que hablar ahora. El hecho de que aquellos que más sufren un sistema, sea el que sea, son usualmente los que no tienen voz, sea porque no estén listos para tener una, o sea porque no se les quiera escuchar. No tiene los medios, no ha aprendido a colocar bien las imágenes en HTML como para pretender tener razón. Porque cuando eso ocurre, uno está ya fuera del sistema, y no quiere mirar atrás.

Con su mejor moral, se contenta de los latigazos sufridos siempre y cuando otros los reciban en el futuro en su lugar. Porque todos hemos pasado por allí, porque es un mal necesario. Porque el alcance de la educación termina cuando se cierra el libro y las luces de la clase se apagan.

Me pregunto cuantas frases bonitas, cuantas letras en Times New Roman sobre fondo blanco, imágenes estéticamente atrayentes y ausencia de faltas de ortografía son necesarias para convencer a alguien de algo cuando se niega a ver la realidad que se encuentra justo delante de sus propios ojos. Pero no os dejéis impresionar, esta no es una historia de horror crueldad y terrible sufrimiento; esta es una mala historia de un mal protagonista que ni siquiera tendría que existir como tal.









Parte I

Education Labor Through (re)


De hecho, del comienzo de la escuela primaria no recuerdo nada más que tomarme el ir a clase como un juego con el que competir con otros niños y sacar puntuaciones altas. Sigo siendo tremendamente competitivo, pero antes lo era el doble. Pon un chico curioso delante de un sistema reglado de puntos lo suficientemente complejo y espera sentado a que compita con otros por la más alta puntuación. De alguna forma, el primero de incontables concursos de popularidad de nuestras vidas tiene lugar entonces: si sabes leer y sumar bien, o eres un chico y corres muy deprisa, entonces eres popular.

Pero algo más crudo se empieza a gestar entre algodones e inocencia. Están las profesoras que ven a los niños como una extensión de su familia y el amor que te transmiten es exactamente el apego que tendrás a esas arbitrarias pero aún inocuas puntuaciones. Luego están las típicas profesoras buenazas acabadas de salir de la uni se meten a esto no por tener talento ni conocimiento ni vocación real a enseñar ninguna sino porque le gustan los niños. Ocurre en seguida el primer problema, y es que resulta que descubre que hay niños que le gustan más que otros, ocurre que demasiado pronto empiezan las calificaciones, y con ellas, las clasificaciones. Los buenos y malos comportamientos. Las tendencias. ¿Nadie se ha percatado de la casualidad de que las notas sean casi siempre muy homogéneas? Quien saca notables saca notables en casi todo, quien saca aprobados, saca aprobados en casi todo. Lo lógico, más que separar por listos y tontos, sería que los diferentes niños tuviesen distintas habilidades y conocimientos al hacer cosas distintas; esa homogeneidad revela que en realidad lo que estamos midiendo no es eso sino la adaptación a un modelo concreto de comportamiento.

¿Cómo se forman esas tendencias? Pues muy fácil, de alguna manera, mucho antes, muy mucho antes de que lleguemos a ese punto, en la mente de los profesores de nuestra infancia y dependiendo del amor que sintiesen por ti uno va adoptando diferentes roles. A quién se le ha inculcado mejor el sistema de aprendizaje, ya sea por aprecio o por obligación, actúa mas bajo su influencia y lo adopta como eje central de su vida; lo que hace que cumpla lo que los profesores quieren que cumpla y vuelve a empezar el ciclo de comportamiento e identificación. Y así como yo me portaba bien y tenía la motivación de competir por el afecto de los profesores de mi infancia, yo era el que se suponía que era listo, y había los que se suponían que eran tontos. Una vez esa idea en la mente de la profesora inútil de turno, el ciclo continúa y los mismos patrones aceptables de comportamiento aparecen en todos los aspectos de la vida precurricular; comportamiento, orden, necesidad de aprobación. No digo que sea necesariamente un proceso consciente, digo que surgen diferencias entre los niños que nos apresuramos en catalogar y clasificar con números y notas a pie de página del cuaderno, cuando la realidad es mucho más compleja. En algún momento se nos fue la cabeza e hicimos el paso a asociar inteligencia a esos números que parecían cada vez más serios y consistentes frente a las valoraciones individualizadas, probablemente para protegernos de esas mismas, y nunca miramos atrás.

¿Qué dice realmente ese número o ese progresa adecuadamente, de ti? Quizás, si pudiésemos regresar al pasado y cambiar todos los números que se quedan en los archivos que hablan de ti, sin cambiarte directamente, ahora serias otra persona.

Así, los niños también entran es sus roles. Talentos e intereses son palabras demasiado complicadas, no importan una mierda, te vamos a decir si vales o no, a los seis años, por tu capacidad de escribir correctamente un jodido dictado. Por si sabes las suficientes matemáticas. Seguro que ya se saben la típica frase de valorar un pez por su capacidad de trepar un árbol. ¿Quién ha decido que eso es lo importante? Quizás lo sea, pero ese no es el motivo por el que lo hacen, es porque están ansiosos por empezar lo suyo, por traerte dentro de su sistema de valores. Simplemente les parece sólido, es más fácil puntuar un dictado o una suma que, por ejemplo, valorar la creatividad; así que de necesidades educativas a necesidades del sistema educativo las cosas importantes de la vida empiezan a definirse ellas solas. No le caíste bien a tu profesora de infantil y vas a pagar los platos rotos toda una vida. Lentamente, te vas haciendo a la idea de cuál es tu sitio.



The child of three or four is saturated with adult rules. His universe is dominated by the idea that things are as they ought to be, that everyone's actions conform to laws that are both physical and moral - in a word, that there is a Universal Order. 

Jean Piaget



No se debe, a esa edad ni a ninguna, castigar de forma que el castigo sea una humillación, una exposición pública; porque del mismo modo que toda publicidad es buena, todo vale en la lucha por la atención; los niños la buscan, y acostumbrados a tenerla en ingentes cantidades de padres, ahora tienen que competir por ella. La atención es un recurso, y saber actuar conforme a eso es terriblemente complejo. Ahora todo puede ser solucionado con un momento puntual de reprimenda o llamada de atención, pues los niños te tienen miedo. Cuando llegan años posteriores la cosa quizás cambia un poco, los medios y el lugar, pero si para entonces no han sabido gestionar sus emociones y necesidades por sí mismos, el rol ya estará establecido y no habrá sala de expulsados suficientemente oscura para dar marcha atrás.

Por una razón u otra, a mí me tocó el papel de chico listo. Cometí el error de ser ligeramente más inteligente que la media durante la primaria y lidié toda mi vida con expectaciones propias y ajenas de genio atemporal. Quizás lo era, en ese momento, o lo parecía, si es que ser listo a los cinco años significa realmente algo. Quizás era capaz de hacer ejercicios o sumas mejor o más rápido que los demás. Quizás nuestro desarrollo no es lineal y yo simplemente estaba un poco más adelantado y con el tiempo acabaríamos todos en el mismo lugar. No lo sé, lo que sé es que me tocó ese papel y lo adopté como propio durante muchos años. Algunas veces acababa la faena antes que los demás y me mandaban a hacer más faena de un montón de folios y yo encantado me ponía a hacer aquello lo que fuese por la recompensa del trabajo hecho y los distantes aplausos a los que te has acostumbrado y eres ahora un vulgar adicto.

Quizás sea un método para conseguir cosas en la vida, buscar la aprobación de las personas correctas, pero en ese momento no puedes escogerlas, son las que son; y nunca te dicen cuando parar.

Mi experiencia durante esos años esta terriblemente limitada a la perspectiva que ese rol ofrecía y no puedo ver mucho más allá. ¿Cómo era la vida desde los otros sitios, si hubiese sido más nervioso, estaría hablando ahora de un problema de identificación o si hubiese sido más nervioso y nacido en los estados unidos, estaría hablando de como un diagnóstico de ADHD me cambió la vida para siempre? Es un ejemplo más de como las escuelas empiezan ese proceso de buscar en los niños el comportamiento que deben tener para encajar bien en la escuela en vez de dejarlos ser niños per se; y solo sacábamos de empezar.






Hay otros tipos de alumnos, otros roles, todos los hemos visto también. No importa exactamente el grado de obediencia total o la clase social de las personas, te encontrarás los mismos roles emergen dentro de su realidad una y otra vez. En una clase, hay los listos, los empollones, los que llaman la atención, los que forman el montón, los que entretienen a los demás. Aunque individualmente tengan características dispares y en otras situaciones cumplan otros papeles, esa es su función aquí. Durante años después, desde el pedestal al que te subes de los chicos listos o empollones y aprendes a desarrollar una falsa modestia, sigues viendo los demás debajo de tu nivel, precisamente porque eso es lo que hacen las notas y ese odio sirve como una fortificación más en la que mantener tu papel. 

Esos roles se van manteniendo hasta que poco a poco se van diluyendo en el tiempo si nadie los refuerza, algo que debería ocurrir al iniciar el siguiente paso en educación. Uno los podría aceptar como un mal necesario del proceso de alfabetización y de la transición de niño a algo que empieza a poder pensar y comprender por sí mismo el mundo, pero el mundo tiene otros planes para nosotros.

Hay los pelotas, los raros, los del fondo de la clase. Más adelante, los roles reforzados por el sistema se separarán de los ganadores de los concursos de popularidad, y en una expresión de inherente rebeldía al sistema que los ha dejado de lado, venganza y sentimiento de inferioridad, los malotes se meterán con los que antes eran los listos marcando un clásico precedente en la jerarquía social. Uno de esos roles se empieza también durante esa época a formar, el formado por los niños que sus padres o ellos mismos se ocupan el tiempo con infinitas horas de actividades secundarios y clases extraescolares. No necesariamente tienen porque ser empollones o de ningún otro tipo particular, pero acabarán convertidos en los modelos de comportamiento vendido por los profesores en la secundaria, pues su obsesión y necesidad de tener toda una agenda no llena sino justificada será la que mejor se ajuste a las necesidades académicas del futuro. Así, el problema se acrecentará indefinidamente y la necesidad de hacer cosas, mantenerse ocupados y conseguirse obligaciones acabará siendo patológica, enterrando sus problemas y careciendo de ambiciones detrás de ese gran muro de actividad. He conocido muchos casos, y todos terminan igual, con una crisis nerviosa y años de desorientación. Los niños necesitan tiempo para aburrirse y pensar, los adolescentes necesitan tiempo para dormir y sentarse junto a otros adolescentes tirados por la noche en un aparcamiento fumando porros y sin nada que hacer.

Es ley de vida.

Pese a todos los problemas que hemos hablado, que tienen reverberaciones profundas en el resto de proceso, no considero que la escuela primaria sea un lugar particularmente malo. La mayoría de estas cuestiones mejorarían infinitamente por el simple hecho de ser conscientes de ellas. Puedo llegar a comprender que se aprovechen ciertos momentos de nuestra infancia en que nuestra plasticidad neuronal es mayor para que, pese a ponernos en un sistema obligado del que no somos totalmente conscientes, podamos aprender ciertas bases como de lenguaje o de pensamiento lógico (no necesariamente matemáticas). Tiene sus propias reglas, sus propios juegos de poder entre niños, los mismos problemas de estructuración en clases autoridad y asignaturas; pero es hasta cierto nivel casi aceptable porque funciona a un nivel elemental hasta que llegue un momento que sea un crimen a la propia inteligencia cuando tú mismo te das cuenta de sus propios fallos y limitaciones.

No es de extrañar que funcione durante unos años, pues el formato es simplemente una herencia de los procesos de alfabetización ligados al colonialismo, y esa era precisamente su objetivo, enseñar a escribir y leer a muchas personas a la vez. Por eso se llama colegio, que significa literalmente, leer colectivamente.


Pero el sistema se vuelve pernicioso cuando sale de sus objetivos, se toma como modelo precisamente porque funciona y se alarga mucho más de lo que debería. Como los que llevan el aparato institucional son mayores de edad, no distinguen entre la enorme diferencia que pude haber, y tú mismo has reforzado al separar, entre un niño de diez y uno de doce años. Ni siquiera tienen porque tener distinta edad, una pequeña diferencia de percepción puede convertir una escuela en la que ir a aprender y compartir espacio con tus amigos, motivo por el que a mí genuinamente durante muchos años me gustaba ir, en un principio de muro o tu primera versión de un infierno personal. Si eso te ocurre, en la escuela o en el momento que sea, estas perdido, porque nunca te vas a librar de esa sensación.






No te das cuenta, haces tu vida entre hora del patio y hora del patio y un día de golpe y porrazo voces de venganza al agravio de ser joven y libre te informan por megafonía de que se empiezan a poner las cosas serias, de que has nacido maldito y nadie te había informado hasta hoy. Ahora es cuando tienes que trabajar de verdad y hasta el día que te jubiles, pues es quinto de primaria y deben prepararte porque en secundaria os vais a cagar.

Sin cambio perceptible en la profundidad ni dificultad de los contenidos, que si aumentaban en cantidad pero eran repetidos a lo largo del tiempo, ahora era imperativo mandar mucha faena para hacer a casa. No porque la faena sea importante, faena absurda mecánica sin contenido que tiene como objetivo enseñarte a hacer deberes que no enseñar nada en sí mismo, sino porque quizás es importante mostrar a los padres cual ocupado estas, o a que te acostumbres a obedecer absurdeces son preguntar porque como el tener que copiar los enunciados o escribir una y otra vez las mismas cosas que ya están en el libro. Me molesta, intento evitar lo que buenamente puedo, pero en esencia yo sigo con lo mío, lo que se supone que es lo que debo hacer. Hago los deberes, me despierto a media noche a terminarlos si súbitamente me acuerdo de algo que se me ha pasado. El escenario en que yo me presento en cuarto de primaria sin el cuaderno de problemas resuelto y tengo que decirle al profesor que no los he hecho simplemente no existe en mi cabeza. Se supone que tengo que ser el bueno. Se supone que debo sacar buenas notas. Ya sin aplauso ni recompensa, solo porque debo. No se ser otra persona, ni siquiera sé que existen otras personas. Miro a compañeros llegar sin los deberes hechos, ser castigados por ello y yo no puedo llegar a comprender.

¿No podían, simplemente, hacerlos y ya está?

Realmente me interesaban algunos de los temas que tratábamos, los imperios, la prehistoria, las matemáticas; pero era tedioso el ritmo al que avanzamos, y junto a que todo se basa en patrones altamente repetitivos, el interés junto al aprender, quedó rápidamente en segundo plano y redirigido a otros aspectos extraescolares de mi vida; deportes, fórmulas de calcular daño de pokémon, ajedrez, magic the gathering, naciente vida social. El motivo, o uno de los motivos, es que cada año se dan exactamente los mismos contenidos, algunos los empiezas a dar en primaria y seis años después sigues dando los ríos de España, que ni me importan ni me acuerdo ni me quiero acordar. Acabas sin tenerle respeto alguno al contenido en sí, y ninguna explicación sobre su importancia futura te puedes convencer, aunque no sea en sí mismo un problema tan grande de contenido (en esa etapa) como lo es de formato y repetición.

Vas a clase, te explican dos páginas del libro de texto, luego te hacen subrayar lo importante, te hacen copiarlo en una libreta y te mandan a hacer los ejercicios, cuyas respuestas están siempre y de forma literal sin ni siquiera tener que cambiar el tono o convertir una explicación es una definición, en la parte subrayada.

¿En serio no hay en el mundo otra manera de aprender nada que no sea por repetición? Se hacen exámenes en las que te dan antes las preguntas y respuestas que tú tienes que memorizar, escupir y olvidar en dos días. Los deberes no son para aprender nada ni consolidar conocimiento alguno, son para mantenerte ocupado, que tus padres vean como que haces algo y para poder ver quien hace lo que le digan sin rechistar demasiado.

Esos métodos se perpetúan en el tiempo por alguna razón, y no es que sea porque son útiles para aprender sino porque son útiles para enseñar. Aquí nos encontramos las obvias limitaciones del propio sistema y que no tienen por qué ser culpa de malas decisiones ni ideas equivocadas. Infinitas serían las posibilidades si nos pudiésemos permitir como en países nórdicos un profesor cada ocho alumnos en edades tempranas, singulares miembros de la sociedad salían de la ignorante pero dedicada uno-a-uno formación de los jóvenes nobles de la europa medieval. La diferencia de medios está allí, pero no puedo dejar de pensar en que la imposibilidad del cómo, se ha convertido en la prohibición del sí. Como no podemos ofrecer educación individualizada y si pasásemos más tiempo con un alumno que con otro nos saltarían padres a la yugular, vamos a convertir la individualización de interés temprana en un crimen, vamos a convertir el aprendizaje en un modelo fijo de procesado, aunque las sociedades más individualizadas del mundo no lo apliquen en su educación, aunque venga del propio alumno y nosotros más que hacer deberíamos la complicada tarea de dejar hacer. Así a los seis años a un chico que le enseñaron a multiplicar y dividir en casa por voluntad propia y se preguntaba que había más allá, le vamos a llamar a sus padres a declarar y contarles que deben dejar de hacerlo, y en su sitio, quizás darle unas pinturas y que se dedique a cosas más propias de su edad.

No son casos aislados.

Eh, pero no os penséis que yo me daba cuenta de nada de eso. Yo intentaba hacer el mínimo esfuerzo y gastar el mínimo tiempo posible para cumplir las expectativas. Llegados los diez, once años, tenía prioridades como escuchar a Green Day, jugar a fútbol en el patio, me empezaban a gustar las chicas, conseguí tener messenger y solía hacer lo imposible para tener más tiempo con el que jugar a videojuegos en casa y con ello indirectamente aprendiendo, más para trampear el sistema en sí que con él en sí mismo. No pongo en duda que en el instituto o en el colegio se aprenda, repetirás toda tu vida los mecanismos sociales del patio del colegio, la duda es si ese aprendizaje es por el mero hecho de juntar niños o por el edificio en sí.

Aprendes a manejar el tiempo no por necesidad, pues para ellos todo lo mandado es importante y no hay grados de prioridad, aprendes a hacerlo para no responder de ello, aprendes a gestionar la irresponsabilidad. De ahí la procastinación en el futuro y el verte sobrecogido por tareas simples, porque nunca has aprendido a moverte alrededor de un objetivo mayor. Tenía mis prioridades, pero no cabía en mi cabeza posibilidad alguna de no sacar mínimo siete u ocho excelentes por trimestre. A esa edad no tienes objetivos propios, sigues refuerzos positivos y negativos. Tus padres y profesores, acostumbrados a tus resultados, esperan que los mantengas. Tu familia o quien sea te felicita cuando le dices tus notas. Su presión se siente aunque no la mencionen, aunque no se diga una palabra ni tengas la obligación real. Es la tensión de la realidad. Un sistema de recompensas institucionalmente administrado como cimiento, edificio entero y única posibilidad de vida.

Refuerzo negativo, refuerzo positivo.


Fin.



La (Des)educación by JVGay

Education Labor Through - Part 1/1




Así sigue hasta que terminas de estudiar.

En serio.

Eso es todo. Siempre es así.

Nos quedamos eternamente en esa aula, esperando a que llegue el momento de la verdad.

El sistema, con sus problemas, adopta otras formas, otras caras; se traslada a cada vez mayores edificios y te convence en su perpetuidad de la realidad de un mundo. El modelo nunca termina, de hecho, empeora: no solo polariza, hecha la gente fuera. Convence genios de su mediocridad y convierte aduladores en modelos a seguir. Perdona tus errores y castiga tus virtudes. Memorizar, refuerzo positivos, rol y estereotipo, obedecer, refuerzo negativo. El caballo, sota y rey de la pública y también concertada educación masificada.

Durante ciertos años es una locura juntar muchas personas en una clase y pretender que todos hagan lo mismo al mismo tiempo. Si ahora, siendo adultos, nos pretendiesen hacer pasar por lo mismo, no tardaríamos dos días en dejarlo, porque somos capaces de trabajar en una fábrica, pero no en una donde el producto y a la vez la recompensa es en teoría nuestro propio conocimiento. Pues soy incapaz de entender porque pretendemos hacerlo con los niños y nos sorprendemos luego de que no les siente demasiado bien. De hecho es una enorme tontería el no dejar que hagan lo que les plazca y motive, que los profesores sean guías en ese proceso y no intentar perpetuar infinitamente el formato que usaron para enseñar los números y las letras a otros objetivos que se encuentran obviamente muy lejos del alcance de ese método. Pero como se empeñan en que aprendamos a leer y hacer sumas, para lo que en realidad, no hay tanta prisa, antes de que a pensar, la clave para que los niños te hagan caso es tener la clase controlada. No buscan que los escuchen activamente, solo que se detecte el profesor como autoridad y este cree que está tendiendo éxito al enseñar si todo el mundo está sentado haciendo como que le escucha. Pero de hecho es muy normal. El profesor la mayoría de los casos no es un demonio, solo alguien mediocre con un trabajo, un jefe, y un ego que alimentar. Eres un recién salido de la carrera con un par de ideas absurdas sobre lo que le debes enseñar a los niños, pero lo que te encuentras es una clase de veinte personitas a las que le importas una mierda. ¿Cómo van a saber quién está aprendiendo nada? La clave para que el profesor sienta que está haciendo su papel es hacer lo que le hicieron a él cuando era pequeño; controlar. Algunos gritan, otros castigan, otros cuentan cosas interesantes, otros dejan estar el temario para hacer tonterías, otros humillan, otros intimidan, otros dan una cantidad de faena exagerada para sentir que están haciendo que trabajas muy duro. ¿Os va sonando? ¿Vais asociando comportamientos a caras de profesores que habéis tenido? Ambos los hemos tenido todos. No creo que, ni en la primaria ni en la secundaria, me cruzase con centros o profesores especialmente malos; si así fuese así mi historia y sus particularidades serían un montón de casualidades alineadas en mi contra sin un problema mayor detrás y miles de personas no se sentirían identificadas.

Pacíficamente y mientras piensas en otras cosas que te importan bastante más, van guiando tu forma de comportarte en sociedad. No eres para ellos una persona, sino un estereotipo; un alumno. La culpa no es de un señor malvado dirigiendo el mundo, ni siquiera de unos cuantos. Las propias personas que quieren lo mejor para ti, se supone, en un intento inconsciente de salvar su identidad.


Lo que puedo rescatar con nota positiva durante esos años fue jugar al ajedrez con el bedel y los problemas lógicos que hicimos durante años en clase de matemáticas. No implicaban en realidad muchas matemáticas, solo las operaciones básicas, eran más bien problemas lógicos en los que no podías poner el piloto automático con un método de resolución porque cada uno era diferente y te obligaba a pensar; algo que brillaría mas adelante por su ausencia y el motivo por el que durante años fui bueno en ciencias. En la forma en que hacíamos las letras, en cambio, no me gustaba nada. Eran como puzles donde había que poner en el lugar la palabra o letra que corresponde y si bien era creativo al respecto al principio pronto aprendí a poner siempre la correcta. Por último el profesor de música renunció durante meses a dar el temario de su clase porque se nos ocurrió que sería buena idea hacer una obra de teatro que escribimos nosotros mismos y porque sí, y nos cedió sus clases.







Otros han hablado, antes, más y mejor que yo sobre la educación temprana, sus peligros sutilezas y verdades. No es mi campo. Según como lo entiendo yo, esos años de plasticidad neuronal son complejos y su desarrollo a veces, contra intuitivo. Hay gente más capacitada que yo para hablar de ello, y lo han hecho, y lo deberíais leer y mirar. Quizás no le doy tanta importancia en mi deseducación porque me acuerdo menos y de alguna forma aunque sé que no es verdad tengo la sensación de que ocurrió muy rápido. Quizás es precisamente porque en ese momento me encontraba en la cúspide de la pirámide alimentaria establecida por los profesores, y otros que no lo estaban hablarán de esos años con palabras más duras y quizás más ciertas.




Abandoné la primaria cuando quizás hacía ya años que se me quedaba algo pequeña pero me encontraba en general bien, perdonaba todo lo que había ido en aumento esos años porque daba por sentado que sería diferente cuando llegase al siguiente lugar. No hice un drama como tantos otros pues el instituto me esperaba y con él la siguiente conquista.

En el fondo, la mayoría de problemas que puedo encontrar son efectos secundarios que tienen los sistemas educativos fragmentados y creados más por apaños para enjaular más alumnos por aula por ideologías absurdas de comportamiento social. El problema real, es cuando los defectos se vuelven endogámicos. Aceptar ese modo de enseñanza y ese modo de vida como el único bueno o aceptable, negar que nos marque de por vida, aceptar la autoridad de una persona que esta pues allí por causas externas, asociar buenas notas a buena inteligencia y aceptar y callar porque lo dice el profesor, son los primeros signos del tipo de persona que quieren y vas a ser en el futuro. Quizás lo suficiente como para ser mucho tiempo después parte de los mismos que lo perpetúan.

Es curioso que en los países que teóricamente son democráticos y la libertad es un derecho fundamental, se enseñe a los niños esos mismos valores dentro de un sistema autoritario del que no es correcto querer salir. Uno acaba aceptando que hay gente por encima de ti, sea verdad o no. No porque el profesor sepa más, que quizás sí; sino porque tiene el título de profesor, porque es más grande y está por encima de ti. Esa es la verdadera enseñanza.


Lo siento, si no lo habías pensado nunca de ese modo, quizás es demasiado tarde ya.







Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End







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La (des)educación

Reedición



Venimos del paraíso de la primaria. Nos adentramos en la tierra yerma en que debes valerte por ti mismo, tomar apuntes no porque te lo digan sino por tu propia supervivencia; un páramo maldito donde los fuertes se alzan victoriosos y los débiles quedan atrás a merced de los expectantes carroñeros.

Obviamente, no.

Los que quedan atrás son los que cada vez les va dando más igual algo que no les debió importar desde el primer momento y que el rebaño solo sigue por costumbre y obligación. Si acaso algo ha cambiado, es que antes era domesticación de niños salvajes que muerden y serían pequeños criminales sin ti, es ahora inocente lavado de cerebro a gente que sabe perfectamente cómo debería comportarse pero no quiere.

Por lo demás, sitio nuevo, compañeros nuevos, profesores más o menos entusiastas pero nuevos y lo mismo. Eternamente lo mismo. Aquí ya no puedes culpar a nadie para tu identidad, así que la que consigas te parecerá que eres tú de verdad. Eres tu propia víctima, durante los primeros días decides quien quieres ser, y decides obviamente en un ambiente hostil y extraño ser precisamente el único papel que has interpretado nunca, el que te dieron algún día en la primaria y tu aceptaste para sin más porque no tenías elección.

El mundo real es el mundo real, y no una excelente película sobre desayunos. Salir del papel impuesto, y más basándote en algo que sospechas no funciona como debería, pero no estás seguro. Es difícil, deberías atravesar una fuerte tensión horizontal que no quiere que te salgas de tu sitio; porque los demás sitios están ya ocupados y sus dueños te llevan en ello una vida de ventaja.


(el hilo musical de la primera parte sirve para todas las demás, apagad el teléfono móvil y no arméis follón, muchas gracias)









Parte II 

Dulce Introducción a la Secundaria


Empieza poco a poco, se mezcla con algo de rebeldía, de independencia intelectual. Un día te levantas, piensas un poco más por ti mismo y empiezas a ver cosas que antes no, a escuchar una música de fondo que pasaba antes desapercibida. Un día ves un fallo inherente en el razonamiento de un profesor que se niega a corregir. Un día has visto miles y empiezas a sospechar. Un día no haces los deberes y es lo más rebelde del mundo. Un día no te lees ese libro, un día no haces ese trabajo, un día no escuchas en clase o incluso te echan de ella. Pero no tiene efecto alguno sobre tu rendimiento. Dejas de hacer todo lo que se asociaba con estudiar y te encuentras que aprendes y sabes lo mismo y más que antes. Sencillamente, pierdes el miedo que te cegaba. El refuerzo negativo, suya sombra antes era suficiente para atemorizarte, empieza a fallar. Había una orquesta entera detrás de las cortinas, la autoridad se muestra tal y como es. Empiezas a notar el viento en la cara, más sensible de lo habitual después de las hostias que te has llevado, y sorprendentemente nunca te habías sentido tan bien.


Lo explico para que veas que no es ninguna revelación explosiva. No se le aparece satanás, una gran fuerza externa, al estudiante modélico y le obliga a dejarse el pelo largo y rebelarse contra el sistema. Todo lo que voy a decir ya lo intuía entonces, pero fue un proceso de ir descubriendo; pues hay una diferencia muy importante entre intuir o saber, entre sospechar y actuar contra esa sospecha. Aún más cuando todo referente anterior en tu vida te dice lo contrario de lo que ven tus propios ojos, cuando tus ídolos y modelos de conducta están asociados al mundo intelectual y la asociación obvia al mundo intelectual es el académico.

Uno puede ver muchos fallos, no hace falta ser un genio. Uno ve problemas o injusticias sobre todo cuando estas le afectan directamente, o cuando quiere racionalizar un suspenso, y no por eso tiene que ocurrir nada ni cambiar su conducta. Las típicas críticas, pero carecen de consistencia y son tumbadas con un par de frases aprendidas. Pero no por eso son menos reales, si alguien está en contra de todo lo que digo, ni siquiera podrá negar que como críticas, son una realidad y que algún origen tendrán. Puedo listar unas cuantas que seguro os suenan.

(1) Nada de lo que aprendemos sirve para la vida real.

(2) Nadie está interesado en lo que se está dando en clase, y si fuese así, la clase sería el último lugar donde lo manifestaría.

(3) No tiene sentido tener profesores licenciados si todo lo que enseñan es material de bachillerato que en teoría todo quien ha pasado por la secundaria en algún momento de su vida debería ser capaz de comprender. Es un sumidero para licenciados que aprovechan el hecho de que es más fácil en cuanto a organización separar el conocimiento en compartimentos estancos y se engañan con la idea de que su educación no ha sido en vano.

(4) El objetivo de un profesor en una clase no es que la clase aprenda sino mantener su control.

Los exámenes son a menudo una herramienta más de ello. Como soy incapaz de hacerte interesar por aquello que hago aunque en teoría me interese tanto que decidí dedicarme a ello, doy como sustituto el miedo a un examen futuro.

Cuanto más miedo tiene el profesor de perder el control, más extremos se vuelven; increíblemente fáciles o increíblemente difíciles, quizás con la esperanza de que si duele cura entonces si es duro es que aprenden.

(5) Las asignaturas o temas que se venden como para tener una base de conocimiento general están limitadas al país donde has nacido e ideología dominante actual, y son a menudo puras colecciones de fechas y datos sin transcendencia, relación ni continuidad.

(6) No aprendes a funcionar en una sociedad, aprendes a no molestar y obedecer a otros.

Suena ridículo, pero mucha gente llega a la universidad y necesita pedir permiso para ir al baño. No tiene por qué ser explícitamente pedir permiso, buscan encubrir el hecho de necesitar permiso, la mayoría de veces simplemente se lo dice a alguien sin motivo para ello, para indirectamente buscar justificación. Para salir de casa cuando ya vives solo, para ir a dormir tarde. Se lo dices a alguien por de alguna forma quitarte la responsabilidad si está mal. Siempre que haces algo fuera de lo normal, o estas en un sitio donde no están todos los demás, te sientes en peligro porque sientes estar haciendo algo que no debes hacer y por ello vas a ser castigado.


Profesor, ¿puedo ir al baño? 
 
¿Qué diablos me estas preguntando, que vas a hacer si te digo que no? 
Pues, esperar a que termine la clase.  
Quedan como cuarenta minutos.  
¿Puedo? 
Claro que puedes ir, porque tendrías que no poder ir, simplemente levántate y ve.


Tienes dieciocho años, si te tienes que ir te vas y ya está y a nadie le importa, reacciona.

(7) No aprendes a gestionar tiempo ni recursos, aprendes a asumir sin cuestionar carga de trabajo.

(8) No aprendes a pensar con lógica.

Lo más cerca que hemos estado en el instituto de hacer algo parecido fue hacer sudokus en tutoría, porque en las asignaturas donde debería estar, como mínimo de forma accidental, pensar resultó ser opcional.

Intentando contentar la masa de gente que no se le da bien el cálculo o simplemente no le gusta y forzarla a hacer una vez y otra algo que ya ha aprendido a detestar, se elimina la dificultad y el ejercicio del aparato lógico que tu cerebro aprovecharía; dandoles la razón cuando dicen que no sirve para nada. Aprendes a memorizar formulas, resoluciones de problemas tipo y nunca escuché una palabra sobre falacias ni sesgos cognitivos.

(9) No aprendes idiomas.

Aprendes sus estructuras formales y cadenas prefabricadas de palabras, nunca a hablarlos ni comprenderlos porque, por otra parte, tampoco se te exige. Llenas y llenas libros esos de workbook sin saber lo que haces, en modo automático, junto con sus radiocasetes y demás. Alguien le vendió una metodología absurda para aprender inglés al estado español en los años noventa y aún debe estar riéndose entre fardos llenos de billetes.

(10) No aprendes arte aunque lo lleve en el nombre de la asignatura. Aplicas el mismo formato de historia a lo relacionado con él y el de lengua a diseccionarlo con normas y tecnicismos.

En general, aprendes a estructurar formalmente una carta o una narración junto a sus correctos usos y formas pero nunca la idea de fondo de tener algo que expresar y que esos son medios y convenciones para hacerlo. Aprendes a contar silabas de poesía que eres incapaz de sentir porque nada de lo que haces ya bajo pupitres tiene nada que ver contigo. El sistema envenena todo lo que toca, pasarán diez años y aún temerás tocar un diccionario.

Analizamos la poesía o la semántica de las frases, no porque sea importante sino porque es fácil de evaluar y corregir, así se nos queda en la cabeza que escribir poesía es un mundo elitista donde solo tienen acceso los que saben de ortografía y de poesía. Una silaba mal contada, o un acento diacrítico menos o una palabra sin traducir son errores imperdonables; un cambio en el diccionario nacional de la lengua, material para las noticias. Podría estar horas escribiendo sobre el sentido de la vida y no importaría nada ante los ojos de una persona autodenominada culta porque cometería una falta. Me importa una mierda como se escribe en realidad, escribir bien es algo estético, igual que el no empezar las frases con una partícula en mayúsculas, y todo el mundo termina haciéndolo aún sin querer. Yo lo que quiero es decir algo, y en vez de darme herramientas me estas poniendo un montón de reglas y trabas, quizás lo mejor sea no decir nada.

Imaginad el meme ese de la profesora asiática apuntando a un mapa del mundo:


- what do you think this poem means? 
 
- (...) 
- no. that's wrong


Vamos a rebobinar y poner un poco de perspectiva a la situación.

Cierra los ojos.¹

Eres ahora un hijo de puta de doce años. Te crees muy importante y que te vas a comer el mundo.

Enfrente de ti hay un inmenso edificio de color blanco resplandeciente sobre la colina como uno imaginaría un ideal. Para llegar allí hay que subir una cuesta de unos cincuenta metros desde la valla hasta la entrada principal, una cuesta con jóvenes arboles a los dos lados, un sol radiante aún de finales de verano a la espalda y tú no puedes mirar hacia adelante porque el edificio blanco de arquitecto de diseño y que hace aguas cuando llueve por todas partes contrasta bellamente con el paisaje y refleja la luz del sol directamente a tus corneas debido a que el edificio, adivinad, es de color blanco.

Queda una única opción mientras acabado de levantar subes esa cuesta, y es mirar hacia abajo.

El mundo está lleno de símbolos.

Allí descubres un escenario nuevo: acceso a los baños restringidos, cámaras en los pasillos, guardias de profesores patrullando, ventanas que dan a rejas de hierro colado, pedir permiso para hablar, para levantarte. Chicos que llevan allí más tiempo que tu haciendo pasillo a la hora del patio lo que te obliga otra vez a pasar delante suyo mirando hacia abajo. Asistencia obligatoria, código de vestimenta, lectura universal y obligatoria, comportamiento en clase reglado al absurdo; y en caso de algún problema, no te preocupes, en vez de decírtelo a ti, vamos a llamar a tu casa y contarte lo terrible que es para el futuro que a tu hijo no le interese lo más mínimo el álgebra para que le des unos azotes.

¿Qué era lo importante para el futuro? ¡Lo importante para tu futuro es estudiar mucho y hacer caso a los profesores! Eso es lo que quieres tú también en realidad, pero como aun eres un crío pues no sabes nada de la vida.

No es el infierno. No te hacen jurar frente a banderas ni crucifijos como hacían con nuestros padres. No hay castigos físicos como a muchos les gustaría ni calabozos ni villanos, si fuese así, como mínimo nadie dudaría en marcar todo aquello como tu enemigo, pero no lo es. La maldad ha aprendido sutilezas con el tiempo. Es un paso lógico, obligatorio, el paso siguiente del mismo sistema de alfabetización que iniciamos años atrás. Para ti concretamente, chico competitivo, el siguiente estadio que conquistar.

Desgraciadamente, tiene demasiadas similitudes con una prisión como para ser visto, incluso para ti, como una tierra prometida. No seas exagerado, no es una prisión. Tienes razón, digo yo, no lo es. Pasaría mucho tiempo hasta que sus paredes se acostumbraran a verme con la silla apoyada en la pared trasera de las clases solitarias, mirando durante horas el pequeño espacio entre las ventanas de metal que dejaban vislumbrar mi pequeño trozo de cielo azul.






Espero que te vayas haciendo a la idea del tipo de persona que soy.

El gran templo del saber que anunciaban en la primaria abría sus puertas; para, ahora de verdad, hacer coses importantes. La verdad es que me interesaban mucho más las chicas y las magic que las clases en sí, pero me veía seducido por la idea de un futuro prometedor; pues yo era alguien responsable, por encima de todo aquello, destinado a grandes cosas. Motivado y con confianza. Inteligente porque no conocía otra explicación para las buenas notas, brillante cuando se presentaba la necesidad.

No podía defraudar con notables: llegados a ese punto, ya no es responsabilidad, es adicción, dependencia. Yo necesitaba reconocimiento de los profesores y de todo el mundo igual que esa chica en apariencia perfecta pasa las noches contando me gustas en su página de instagram. Todos queremos ser aceptados, simplemente buscamos para ello diferentes caminos.

Por inercia más que por voluntad, iba haciendo las cosas que otros esperan que haga, convirtiéndome otra vez en uno de esos niños ejemplares sacando excelentes, pero como el resultado de ningún éxito me importaba per se ni sacaba nada tangible de ello pese amenazas de saltar de curso, empecé recortando esfuerzos sin hacer resentir mis importantes notas. Los deberes se falsean, se da alguna excusa mala, de copia con el pulso tembloroso en algún examen. Me junté con gente igual que yo, que yo interpretaba mis iguales, quizás aunque puede no tener nada que ver, porque sacaban también notables y excelentes. Nos distanciábamos y mirábamos con desprecio aquellos que parecían incapaces de pensar con claridad, pues lo que hacíamos en clase nos parecía tan obvio que las preguntas a mano alzada y las dificultades para leer un simple párrafo en voz alta producían entre nosotros ojos perdidos en el cielo y risas entrecortadas.

Ocurría entonces algo extraño.

Quizás porque habían perdido en algún momento la carrera para ser buenos en clase, y habían buscado entonces consuelo en la vida social y nos llevaban en ella años de ventaja. Aquellos a lo que mirábamos con superioridad, no conocían a Hawking ni a Nietzsche, no habían visto con mis ojos El Club de la Lucha ni iban a ser un importante físico algún día como yo, pero eran capaces de gestas con las que yo no podía siquiera soñar. Pese a ser yo el listo, ellos eran los capaces de conseguir una chica, de mostrar confianza en lo que hacían, de ser capaces de encarar un profesor cuando yo era incapaz de encarar a mis padres o en general cualquier figura de autoridad. La mayoría de la gente no sabe que tiene un problema con ello, porque puedes enmascarar el hecho de obedecer con que solo quieren lo mejor para ti, hasta que crecen se hacen mayores consiguen una faena, su jefe les grita una sola vez y tiemblan entonces durante todo un día sumisos al borde las lágrimas porque no saben cómo reaccionar. No se trataba solo de que ellos tuviesen mas habilidades en la vida social, pues como todo, el secreto está en aprender un patrón que funcione y repetirlo hasta la saciedad; sino que no parecía existir una correlación entre las notas, el conocimiento la cultura y todo lo que había siempre asociado al mundo intelectual, y ser capaz de conseguir lo que quieres en la vida. Jugaba a ajedrez los domingos con gente de hasta cinco veces mi edad, sacaba montones de excelentes y los profesores me felicitaban por ello, era bueno en general haciendo cualquier cosa que me propusiese; pero me sentí entonces realmente estúpido. No estaba aprendiendo nada, solo recreándome en algo que ya desde un principio se me daba bien.

Uno siempre está a tiempo de aprender a ser un perdedor, pero las chicas son ahora, el presente, y la vida misma florece a los trece al liarte con una chica por primera vez. Cuando vuelves de vivir una semana en una acampada urbana protestando por el gobierno, cuando tomas drogas realmente duras. Vuelves y ese limitado mundo de clases profesores y pupitres, aunque aún ligado al intelectualismo, se te antoja terriblemente pequeño y absurdo.

Es muy fácil decir que tal cosa va a ser buena para un futuro hipotético, pero no se puede olvidar como factor que los alumnos tienen unos trece años y dos de conciencia real. ¿Quién se creería, a los treinta años, que debe olvidarse de lo que quiere ahora y centrarse en preparar los sesenta? Uno lo puede argumentar, pero aunque sean ciertas son solo palabras, y la vida está justo ahí fuera.

¿Es que supone que quien debería tener como ídolos son los profesores? Todo lo que consiguen es ser amargados funcionarios sin ninguna pasión por su trabajo. Yo no soy exactamente un millenial, nací en los noventa, pero incluso a mí el ideal de la postguerra, la recompensa al trabajo duro de una pacífica mediana edad con una familia, una casa y una faena estable se me antoja como algo lejano, que no tiene nada que ver conmigo. Está bien como final de Harry Potter, pero nada más.



There was skip scene. And suddenly they were all over 30 and happy with their 2.5 children. 
 
And the Millennials were left flailing in the dust.  
Because while we recognised and empathised with everything up to that point. But seeing the Golden Trio financially stable and content and married? That was not something our generation could recognise. Because we have no idea if we’re ever going to be able to reach that stage. Not with the world we’re living in right now. (...) Because we known Voldemort was just a symptom of the disease - in the Wizarding World. 
But don’t push us off with an 'all was well’. In a world about magic, JK Rowling finally broke our suspension of disbelief by having them all hit middle-class and middle-age contentment and expecting a fanbase of teenagers to accept it.


http://inksplattersandearlyhours.tumblr.com




¿Se supone que realmente estudiar seis años seguidos lo mismo, una y otra vez las guerras púnicas sirve para mi futuro? Resulta muy difícil seguir los consejos u órdenes de alguien cuando precisamente ese alguien simboliza todo lo que no quieres ser.

La brecha generacional es incluso mayor que hace treinta años, y no se detendrá. El argumento ya no debería ser, estudiad mucho y podréis algún día ser como yo; sino estudiad mucho y podréis algún día hacer lo que querías. Pero aún esto pierde fuerza, y es hasta irónico de usar para convencerte de estudiar exactamente lo mismo que los demás durante dieciocho años con el objetivo de ser singular.

Tiene que ser ahora, todo momento tiene que ser el momento.

¿Se supone que debo considerar normal encerrar niños en aulas para que personajes que no conocemos los controlen y les metan ideas en la cabeza? Hemos normalizado la idea por nuestro estilo de vida y porque de pequeños la vemos en televisión, pero antropológicamente no es muy normal. ¿Se supone realmente que alguien que vive en ese sistema y es consciente de sus fallos debe simplemente dejar pasar el chaparrón y esperar tiempos mejores?

Es imposible pretender que todas esas personas en el aula tengan los mismos intereses, mismo nivel, mismo momento emocional para que se le enseñe lo mismo al mismo tiempo. Es el equivalente a plantear un sistema de saneamiento que para que funcione deben ir todos al baño al mismo tiempo. No es serio, es un requerimiento inaceptable, y nadie entendería una sociedad obsesionada con perpetuar ese diseño, por muchas ventajas prácticas que ofrezca. Si los niños no salieran del sistema educativo conforme crecen o molestan, habría una revolución mundial estudiantil en uno o dos años. Ninguna mente adulta no adulterada aceptaría la misma situación que imponemos, desde algún tipo de pedestal, a nuestros menores.

Pero no se hecha a nadie, no directamente. Tiene que pasar algo realmente muy gordo para que un centro tenga el lujo de echar a uno de sus alumnos, la estrategia general es aburrirlos y que se vayan solos y funciona de maravilla. Cuando te alejas del dogma central, tú mismo eres el que quiere salir. Esa idea ni siquiera era una posibilidad dentro de mi cabeza, incluso en los peores momentos aguanté porque tenía un objetivo muy claro, yo perseguía incluso sin saberlo desde mucho tiempo atrás el paraíso anunciado de la vida universitaria; y el mundo tiende a apartarse cuando ve a alguien que sabe dónde va. Algún día entendí que los objetivos del centro al hacerme estudiar no eran los mismos que los míos al hacerlo, y pese a que continuaría haciéndolo, no sería por las mismas razones.

Encontré un lugar intermedio entre mis intereses secesionistas y mi papel de buen estudiante.

Había gente en mí mismo entorno que si bien quizás no compartían mis ideas, no fondo o no con la misma radicalidad, a menudo u ocasionalmente compartían el espíritu joven de temprana rebeldía. Algunos de ellos eran ocasionales, algunos otros temporales y la mayoría abandonaron el camino después de alguna u otra reprimenda o refuerzo negativo. Al principio era solo eso, pero la hostilidad recibida como respuesta a lo que consideraba cosas menores, los discursos melodramáticos y los burdos intentos de castigo empezaron a darme razones para pensar que no solo estaba haciendo lo que pensaba sino que con ello me enfrentaba a un enemigo real.

Después de mucho tiempo trampeando, disimulando, seleccionando y aprendiendo que deberes podía dejar de hacer y cuáles no, un buen día de finales de segundo decidí unilateralmente que hasta nuevo aviso no los haría nunca más. Yo quería seguir siendo un buen estudiante y sacar buenas notas, no me separé de lo que intuía era objetivo común de mi educación pero distinguí entre objetivos y medios, y decidí que ese medio no me gustaba. Mi poderoso aliado en la materia, un chico que conocí allí mismo llamado Alex Zarza y fanático de Matrix, no siguió a ciegas mi camino pero adoptó medias medidas parecidas al respecto; en diferentes estilos, nos mantuvimos en la cresta de la ola. Solo hacía trabajos obligatorios, pese a que me insistieron durante un tiempo que los deberes de hecho también lo eran. Consideré, en un principio también de sentido de justicia, que si un profesor no había sido capaz con la de horas haciendo nada y aburriéndome que pasaba en clase, de hacerme aprender lo que sea tenga que aprender; entonces los deberes y el estudio no eran un refuerzo sino una forma de cubrir su fracaso inherente.


- Las normas son las normas.  
- ¿Pero cuál es el objetivo de esta norma en concreto?  
- Empezamos mal.


El propio plantear preguntas de aquel tipo generaba una hostilidad que no podía comprender.

Teóricamente, los deberes son para consolidar los conocimientos que se adquieren en clase, lo sé.

Aprender algo y luego ser capaz de recordarlo en otro ambiente y en otro momento consolida lo aprendido y tal y tal. Lo sé. Hay procesos como por ejemplo para tocar un instrumento, en la que la automatización de las tareas básicas como tocar un acorde concreto, con una posición de manos exacta que no te puedes detener a pensar en cada momento, no pueden asumirse si no es por repetición; pero no estamos hablando de ejemplos concretos, es una práctica generalizada, era aceptable aprender a sumar automáticamente para aprender a multiplicar, pero llega un momento en que se acaban los para y se convierten en porque sí. En ese momento de dudas me hubiesen ganado si simplemente se hubiesen molestado en dar con un modelo interesante en el que sus métodos tuviesen efecto real, pero si algo así existe nunca les interesó, porque a su manera no nos tenían que convencer de nada ya. Seamos realistas, los profesores cubren sus acciones con argumentos y conceptos sobre teoría del aprendizaje, pero si mandan deberes es porque otros mandan o los han mandado en un pasado. Seamos realistas, si hablamos de consolidación de conocimientos, están mal diseñados para ese propósito: los deberes cubren el hecho de que los contenidos tendrían que se asimilados por su aplicación en algún otro momento y lugar, ¡porque deben ser necesarios en algún otro momento y lugar de la vida real! ¡Yo también puedo explicar durante una hora el proceso de fotosíntesis y asegurar que será útil en el futuro, si en el futuro yo mismo creo la necesidad de que sean útiles pidiendo trabajos y haciendo exámenes al respecto! Si realmente quieres consolidar algo, tienes que trabajártelo y crear una necesidad real que precise de usar esos conocimientos pero no sea repetir esos conocimientos porque sí.

No es fácil, pero se supone que te dedicas a esto. Se supone que si pones deberes es porque algo en concreto merece más atención de la habitual, no porque sea una costumbre.

Seamos realistas, lo importante de los deberes no es el que aparece en ellos, sino son los deberes en sí mismos y quien los hace o deja de hacer.

Pronto se adopta como ejemplo para el resto de la clase, aquellos que son capaces de dedicar sin dudar un segundo todo su tiempo a ello. El anunciado traspaso de modelo ideal de los listos a los aplicados tiene lugar, y la medida estándar para poner faena no es la que es necesaria sino la que es posible de asumir. Muchos de esos antiguos niños sobreocupados, dejan algunas o la mayoría de sus actividades para cubrir la nueva y creciente demanda de horas de estudio, pero siguen sin cambiar el hecho de que hacen del deber su único modo de vida. Los demás, en silencio sufren de que sean los estudiosos el modelo, obsesionados ahora con impresionar se les unen los anteriores listos, y se afanan en cumplir su papel, mas y más alejados del mundo real. En un solo paso, la virtud (aunque cuestionable por sus propias razones) ha dejado de ser una importante característica de los estudiantes modelo, y perdido para siempre el perpetuo concurso de popularidad que ya desde su nacimiento tenía al mundo intelectual como su gran enemigo. Llegado el punto, si te creíste de pequeño lo de ser inteligente, tienes que asumir la decisión de que para continuar los aplausos, como el ideal de la calle queda muy lejos, debes entrar en el nuevo mundo de significado haciendo la transición de listo a obediente y por lo tanto, impopular.



Por alguna razón, digna de un análisis profundo, la sociedad española tiende, por naturaleza, a premiar al bruto, al cretino, al zafio y ante todo, al que hace bandera y exhibición de la más absoluta ignorancia. 
Debe ser la única sociedad del mundo occidental que recompensa y celebra la estulticia ajena y la eleva a la categoría de virtud o gracia nacional.


el paraíso de los mediocres - gazzeta del apocalipsis



El resultado de una cultura en la que la virtud intelectual es un pecado, el trabajador inculto la masa y el trepa, el pelota y el déspota la figura de poder. Esos valores y esas tendencias se propagan de algún modo, no surgen de las rocas desde perpignan y tras bajar suavemente las costas acarician la península en la cola del viento de levante; se filtran de alguna forma impresos en nuestra sociedad, y culpar a la televisión se está quedando ya muy viejo.

Muchas fueron las conversaciones con profesores al respecto, con otros alumnos. Muchas historias, escenas que consideré batallas importantes en su momento pero ahora veo eran solo anécdotas de una pintura mayor, que fueron lo que me hizo convencer más y más de la farsa en que nos encontrábamos metidos. No un discurso racional y estructurado, no unas ideas perfectamente sosegadas enfrentando una voluntad opuesta. Pero era algo. La sensación omnipresente de que hay algo mas oscuro de lo que debería en el mundo.






Era, por ejemplo, un día cualquiera de principio de curso a la una y doce del mediodía. 

Me encontraba comentaba con mi amigo, al que llamaremos Mark Rutzou, sobre los emocionantes eventos del verano pasado en el montclar, y yo veía como aparentemente los desafíos de la mutua competición y coordinación me habían convertido en alguien capaz de hacer cosas y a veces decir algunas interesantes. Había dejado del todo el ajedrez, sospesaba con mi amigo la posibilidad de apuntarnos algún día a baloncesto; durante el curso jugábamos al ogame, quedábamos con Dani Campos y le dedicábamos canciones y comentarios jocosos. Pero antes que todo eso, por el momento, volvíamos al instituto y eso significaba volver a nuestros papeles. En el horario había una optativa, un vacío de unas tres horas a la semana que los más listos de la clase llenaron con una actividad de vóley en el gimnasio. En cambio, no los que éramos, sino los que nos creíamos los más listos, nos juntamos con sinvergüenzas de otras clases con quien teníamos mucho en común y nos adentramos en los grandes lodos de aquello que se anunciaba en un gran letrero como genética.

Esta es la asignatura para listos, así que voy a demostrar cuan listo soy apuntándome a esta asignatura. Nadie lo hubiese formulado directamente así, ni siquiera atrevido a pensar, pero era la verdad.

Tenía en realidad interés por la genética, me he tirado incontables horas mirando conferencias, leyendo y mirando vídeos sobre algoritmos de aprendizaje por selección natural, devorando con el tiempo lecturas personales como el gen egoísta, el relojero ciego y the game, sobretodo años después cuando conseguí recuperarme de aquellas nefastas clases. Las once o doce personas reunidas en esa sala escuchábamos los primeros días en silencio el torrente de información en forma de definiciones escritas en piedra para situarnos y empezar a adentrarnos en los conceptos y la materia. Eso pensaba yo. Apuntamos esas sentencias en una libreta comprada con las características personalizadas al gusto de la profesora, y con diferentes colores nos pusimos a algo llamado genética mendeliana, que son unos emparejamientos entre unos círculos que representan seres vivos y que dan las probabilidades de que la descendencia sea de una forma particular. Descubierto el método por un monje gregoriano perdido en las montañas trescientos años atrás, no se tarda más de diez minutos en enseñar las bases para hacer susodichos emparejamientos, y diez más para trabajar con un par de conceptos asociados. Una vez has hecho un par, a partir de entonces es como una especie de juego, un buscaminas en el sentido de que mas complejidad está limitado en hacer la pantalla más grande, o como un sudoku en el sentido que con la información que tienes debes buscar las piezas que faltan.

No tengo nada en contra de los juegos lógicos orientales, son muy útiles para mantener la mente activa pero con la excepción de life, definitivamente poco tienen que ver con aprender a comprender la genética de los seres vivos.

Cuando mi hermana, quien dejó el bachillerato humanístico a los dos meses porque decía era demasiado difícil, accedió a la prueba de selectividad a través de una FP años más tarde, me pidió que le ayudase a aprender a hacer esos cruces. Tardamos aproximadamente media hora en que fuese capaz de resolver prácticamente cada problema sin mi ayuda, de todos los ejercicios que pudimos encontrar. Nosotros, los chicos listos de segundo, pasamos tres horas a la semana durante las cuarenta semanas de curso tirando a lo bajo, más las horas de cuando lo volvimos a dar exactamente lo mismo con la misma profesora en bachillerato; menos horas de teoría y otros menesteres, yo calculo unas cien horas de mi vida perdidas haciendo jodidos emparejamientos mendelianos. Hasta leímos un libro, pero no un libro sobre genética, no estamos hablando de Darwin, Dawkins, Lovelock. Leímos un libro para niños, para niños, en voz alta y entre todos. El argumento vehicular, a través del cual el chico adolescente acomplejado y su nueva maestra tenían sus aventuras, era un emparejamiento de mendel que se podía resolver en diez segundos.

El instituto compró todos los ejemplares.

Me aburrí tanto en esa clase, que aprendí a escribir y resolver los ejercicios sin apartar la vista de la profesora, una tal Brigit, y anunciar que había terminado antes de acabar la pregunta (de obligatoria copia en color diferente de bolígrafo para diferenciar de las respuestas). Es que era verdad, es que me terminé ese libro que tardamos semanas en leer en dos horas, y me pasaba las clases agonizando porque no se me dejaba hacer ninguna otra cosa porque debía estar atento a la lectura. Me aburrí tanto, que aprendí a escribir con la otra mano, y entregaba papeles arrugados y con letra de un niño de cuatro años y dibujos a los alrededores. No señores, los chicos no están en una edad tonta ni tienen PHDH: se aburren.

Como esta, mil y más; el sistema ya demasiado enfermo es incapaz de propiamente enseñar al estudiante, así que suple sus incapacidades y la necesidad de mantener la apariencia con alargadas horas de estudio, con énfasis en temas considerados centrales, que alejan al estudiante de nada que le pueda interesar. Se llenan libretas y libretas de folios de información ejercicios enteros copiados del propio libro que se podrían contestar con un número o una frase. Esos mares de pseudoinformación inútil nunca nadie los va a volver a leer, ni para estudiar ni para nada, pero se castiga su ausencia. El tamaño del conocimiento crece con los años sin ser relacionado ni tratado en profundidad, porque se vuelve a tratar en años venideros, y se convierte en sí mismo en un obstáculo para aprender hasta que no sea memorizado, inmortalizado en esas libretas, y después de un día concreto dado para siempre aprendido y aparcado hasta el año siguiente. Se vuelve un sistema rígido, donde lejos ya de comprender nada y equivocado de raíz, su objetivo no es la educación sino la propia supervivencia del método educativo.

Para ello, para mantener esa apariencia de avanzar y de aprender mucho, la acumulación de información superficial requiere de más y más deberes, libretas, exámenes y en definitiva se necesita más tiempo del que los profesores le pueden dedicar en una clase de una hora. Así que todos los profesores piden más horas en su asignatura, y como no se las dan y son incapaces en las propias de hacer su trabajo, tú te las vas a tener que inventar.

Me hartaba sin medida toda aquel argumento y normas basados en la sobreprotección. Aunque te las apañes sin ello, tienes que hacer todo correcto lo hacemos para que aprendas y lo uses cuando lo necesites de verdad. El argumento no estaba mal, pero era injuriante, cansino, altamente hartante copiar enunciados, hacer resúmenes porque contaban para nota y no para usarlos para estudiar. Ya no estaba mirando una función, la función era yo, quien estaba actuando era yo. Tú no puedes adelantar el ritmo de una clase porque un estudiante se aburre o va adelantado, eso lo entiendo hasta yo, pero tampoco no ofrecer ninguna opción. Es absurdo un modelo, no solo educativo sino empresarial o de gobierno, en el que cuando alguien quiere conseguir algo más se le castigue por ello. La única opción que queda, que por suerte ya casi no se usa, es subir a los estudiantes un nivel más arriba en el mismo edificio con problemas de construcción. No irá más deprisa, no se solucionará el problema de fondo y probablemente los esfuerzos de adaptación ocuparán la motivación que tenía que estar empleada en sí misma y no en otro lugar.

Un sistema educativo no tiene por qué ser una máquina de generar genios o personas especiales, pero tienes que dar una salida al talento, sea del tipo que sea, porque difícilmente va a coincidir con virtud académica y será una cosa un obstáculo para la otra. No prepararse para un Carlus Magnusen, que puede ocurrir, pero magnusen hay uno en el mundo; creer que no hay, no un punto medio sino un universo entero entre la mediocridad y un tipo de genio como él, es un gran error.

Creo que todo esto tiene que ver con la percepción general del talento y la imagen que se da a los genios en este país o en esta cultura. Son gente que no tienen que ver contigo. Personajes extraños de quien años después hacen películas en Hollywood. Son otras personas, nacidas con un don espectacular que sobrepasará todas las dificultadas para brillar por encima del cielo invernal. Incluso en la historia, se nombran y se memorizan sus fechas de vida y muerte, pero nunca se explica quiénes eran exactamente o porque eran especiales; es como si, se supone que lo son y ya está porque si no, no aparecerían allí, es lo suyo. Un día aparecerá alguien y será un estudiante modelo y jugará muy bien al futbol, una persona excelente y ganará un nobel de literatura. Es el complejo de inferioridad quien habla, que solo acepta la virtud ajena si es lo suficientemente lejana como para ser impersonal, y no si es una compañera de clase o el alumno que se niega a hacer tus deberes.



La educación es la única industria en la que el alumno es a la vez cliente, intermediario y producto final y en ninguno de esos papeles lleva la razón.

En cualquier otra faena, si no eres capaz de hacer tu trabajo te despedirían o nunca te habrían contratado en primer lugar, y si muchos profesores están allí precisamente porque son funcionarios como no nos pueden echar se los van rifando entre diferentes centros. Si durante todo un curso, a cuatro horas semanales, eres incapaz de hacer asimilar el veinte por ciento de un libro de cien a doscientas páginas a una mente sana es que ocurren dos o tres cosas a la vez. Tu no vales como profesor, tu método es ineficiente, y tus alumnos pese a llevar diez años sabiendo leer nadie se ha molestado a enseñarles a entender lo que leen. La solución a un motor que pierde combustible no es echar cada vez más y más para que funcione al ritmo que debería. Pero como yo soy el profesor más duro del lugar, voy a hacer que me respeten perdiendo el tiempo en clase y doblando luego el número de horas que dediquen a mi asignatura fuera de ella. Más carbón.

Poco a poco, uno va asociando el aprender, el escuchar y hasta el leer y pensar a esos deberes infernales, clases aburridas y pupitres anclados al piso. Consiguiendo que la mayoría de gente que pasa por el sistema educativo, aunque satisfactoriamente, no vuelva a coger un libro en su vida al salir de él. Al final da igual lo que diga el profesor delante la pizarra, si has empezado a dudar del sistema, te va a parecer mierda pura, porque lo vas a asociar a aquello que has aprendido a odiar. Anclaje emocional. Psicología ciento uno. Cuando las personas empiezan a caer en la desesperación, más se aferran o les hace aferrar al aspecto más duro y sacrificado del sistema, creyendo que sufrir les traerá la salvación. Profesores particulares, academias, estudiar toda la noche anterior, más deberes, más trabajos, más agachar la cabeza.

Hasta que llega un momento que se hartan y terminan creyendo que son estúpidos. Lo terminan siendo, porque les han convencido de que pensar no es algo que vaya con ellos.


- Eso son cosa de listos.


Tampoco me voy a subir al carro y decir que todo el mundo es igual, que todo el mundo es un genio a su manera y que tu hijo lo que le pasa es que es especial y tiene talento para las motos. Pero viniendo de mí, te aseguro que ya es algo.

Los resultados al final del año, no se acaban de corresponder siempre a lo que querrían los profesores.

Para su desgracia, no pueden cambiar la realidad, y están estableciendo con los exámenes la sanísima costumbre de pensar y tomar decisiones, que es precisamente lo que no enseñan en sus clases y deberes y de lo que con un poco de base, alex y yo íbamos bastante sobrados. En las notas empezaba a importar mucho más el volumen de deberes que has hecho, las faltas de ortografía de tu absolutamente correcta redacción, de las veces que has ido a hablar de lo bien que te cae el profesor. Factores, que, obviamente, corresponden a lo que el profesor quiere; tiempo dedicado más que esfuerzo real e imaginación. Tiempo que aportan el prototipo de personas obedientes que no cuestionen su autoridad intelectual y van a hacer lo que se espera que ellas aunque no les guste, sin cuestionar gran cosa. También en los exámenes había un ligero sesgo de notas, pero todo junto no podía convertir el excelente del rebelde en un suspenso ni el cero del estudiante en un aprobado.

Aún.

Nunca había entrado realmente de lleno en todo el sistema de molido y memorización, hacía años que me molestaba en tratar de comprender las cosas a mi manera. Incluso cuando dejé de hacer deberes no creía que fuesen inútiles del todo, me ponía a escuchar en clase y creía que eso era la clave del éxito y que de alguna forma con ello cubría lo que por otro lado dejaba de hacer. Me percaté que como realmente aprendía era pensando y lo de estudiar era algo que hacía porque había visto a mis hermanas hacerlo y parecía que era lo que había que hacer. Los exámenes no solían perfectos, porque obviamente palabras memorizadas puntúan más que palabras propias con signos de razonamiento, pero pese a eso, combinado con que nadie se había dado cuenta aún de cómo odiaba a mis profesores ni de que no hacia los deberes, y de que mi única motivación para ir a clase era que me gustaba alguna de mis compañeras; saque un solitario siete y unos seis o siete nueves en mi segundo año de la secundaria.

Recuerdo las palabras de una de aquellas chicas que me habían gustado en el pasado cuando le conté, a la edad con quien realmente solo puedes hablar sinceramente con chicas, que estaba triste al respecto, que me aburría sin remedio durante horas y horas y que no quería realmente estar allí ni tenía un motivo para querer ir cada día. Me contestó que estaba depre, que de que me quejaba con las notas que tenía, y que ya se me pasaría.

Esa respuesta, además ejemplificar mi fracaso en cuanto a conquista romántica, me dejó sin habla, nunca lo había pensado en ese tema así, de una forma tan simple; podía sentir crecer una brecha entra la realidad de la gente que me rodeaba. Tenía parte de razón, tampoco era la vida ninguna tortura, un día era así el otro casi ni me acordaba; otra gente lo pasaba mucho peor. Pero estar eventualmente triste o deprimido por algo no significa que ese algo no tenga importancia, que se vaya a pasar no significa que sus causas no sean reales. Algo estaba ocurriendo sin duda, tímidamente estaba empezando a cambiar mi conducta y los resultados eran buenos.

Mi desencanto era ya una carrera de largo recorrido que a otros había pasado desapercibida, como van las notas, bien; y parecía apuntar a ninguna dirección más que a la que yo mismo pudiese encontrar.

¿Cómo no apuntarse a la ola de rebeldía e independencia intelectual que me daba buenos resultados, no solo académicos, sino en mi vida personal? Perdí un poco el miedo, me sentía a la cola del viento por primera vez, sin los pies en el suelo, no haciendo lo que debía. Era tomando el tipo de decisiones que se supone no debía tomar lo que me hacía conseguir lo que quería, no dentro de diez años con una faena estable, sino aquí y ahora. Crecer como persona y encontrar retos y aventuras, eso es algo con lo que el instituto no podía competir. Los mismos valores de pensamiento crítico que nos pretendían enseñar, aunque ausentes en la práctica, apuntaban directamente contra la cabeza de su creador. Había descubierto que las palabras de mis ídolos en papel no eran solo eso, que decían cosas contra lo que siempre les había asociado. Había descubierto que mis ideas y las suyas tenían el poder de cambiar mi vida, la forma en la que los otros me veían, a mí mismo y mi mundo alrededor. Esas palabras sonaban muy por encima de las de siempre, ya sabidas perdidas el efecto tras oírlas repetidas una y otra vez.

Una nota es solo un numero en un papel, que nada puede decirme quien soy yo.

A lo que todo el mundo respondía, y deseaba, que algún día la hostia me iba a llegar y vería entonces con la conmoción la claridad, de que ellos llevan razón, y quedaría descubierto ante mi lo que ellos llaman la realidad. No se trata ahora de que necesites estudiar y hacer deberes para aprobar, sino que te acostumbres para cuando llegue el momento de la verdad.

El momento es ahora. ¿Dónde está la verdad?

¹Ya los puedes abrir.








Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End






la deseducacion, dulce introduccion a la secundaria
the decay of western civilization /?
random local guys




La (des)educación

Reedición



Los profesores empezaban a notar en mi mirada un deje de superioridad y rebeldía adolescente hacia su figura, a lo que yo, con mis propias palabras, llamaba no dejar que te traten como a una mierda porque sí. Hablan de ti en tu presencia como si no fueses capaz de pensar y te miran por encima del hombro no porque sí sino por defecto. Mis padres me dijeron alguna vez, cuando les conté años después alguna discusión con un profesor:

Es que se sienten atacados, no solo les discutes sino que te encaras con ellos y les dices como tienen que hacer su trabajo. Debe dar mucha rabia cuando te pones así y siendo un enano les miras como diciendo yo se mas que tú.

Creo que en este punto, está la raíz de un problema cultural y conceptual. Uno que me gusta llamar:

El niño es tonto.

En la lista de cosas que debí responder en su momento, aquí debí decir: es que parece que necesiten que alguien les recuerde porque están aquí, claro que se sienten atacados, y deberían sentirse más aún; porque es un acto de violencia no reconocer la legitimidad de una autoridad aun cuando estas bajo su dominio. El acto de dignidad ante una situación que me obligan a pasar y hacer lo que dicen, aunque tú o ellos digan que es por mi bien en contra mi ahora voluntad; es no querer simpatizar con mi opresor aunque no salga de su necesaria tiranía, porque las pérdidas son mejores que las ganancias y no conozco otro mundo que no sea este en donde tú me pusiste.

Por suerte, no era aún tan insoportable, y nunca pronuncie esas palabras.

He sido informado de haber sido de pequeño algo repelente, pero es porque no comprendía el problema de saber de algo más que un adulto, o querer corregir a alguien, ni porque en este país esta tan mal visto hacer algo así. Es el supuesto cultural de creer a aquel que lleva las formas, de crear un derecho a saber, ligado a una posición o autoridad. El de que los adultos aprendan por memoria y repetición los movimientos y posturas socialmente aceptadas, y por esa razón y no por su valía parezca que saben lo que se hacen y se permitan el lujo de llamarse maduros unos a otros cuando se derrumban al primer signo de inestabilidad emocional. Solo se levantan y organizan su vida de la única forma que han aprendido a conseguir algo: cumplir obligaciones impuestas, y en esa creencia educan a sus hijos.

Extrañas virtudes, las que nos tomamos el lujo de llamar adultas, las de pagar un gimnasio para cubrir con la obligación la falta de voluntad. Ya me gustaría a mí tener la mitad de voluntad que tenía a los quince años. No señores, el niño no es tonto. El niño sabe menos porque lleva menos tiempo aquí y no ha aprendido como fingir lo contrario, ni siquiera a sí mismo, pero no es tonto. Un niño te gana a ajedrez, a las damas, a emparejamientos mendelianos, porque ha aprendido a hacerlo, ha invertido más tiempo y es mejor en ello que tú, triste adulto; que los años comprarán conocimientos pero no necesariamente sabiduría. Si lo que vendes como virtud es tu colección de hechos y actitudes aprendidas, no te sorprendas cuando alguien menor que tú, con verdaderas ganas de aprender y sin tiempo para la autoindulgencia te pase por delante y te encuentres algún día que se ha subido al pupitre y te mira desde arriba. Porque has sido tú el primero que ha planteado la autoridad moral como una cuestión de altura.


(mic drop)







Parte III

I Met God, She's Gay and He's Black


Lo que otros llamaron rebotes típicos de la edad yo lo llamé exigir ser tratado como una persona. Los mismos individuos que te tratan de tonto por ser más pequeño, tengan dos o cincuenta años más que tú, son los mismos que querrán ser respetados porque son mayores pero nunca ser tratados de viejos ni de en general de ningún concepto peyorativo a la edad. Estos días he estado viendo la televisión y sacaron como noticia el caso de una chica desaparecida. De unos diecisiete años, tenía problemas en casa, dejó una nota y se fue. Entiendo que los periodistas tengan que ganar dinero de alguna forma, pero hasta los telediarios y los programas de opinión política aprovecharon la ocasión para entrevistar a gentes llamadas expertos en la adolescencia, empezar a echar mierda sobre la generación. Sin demora, empezaron los adjetivos: impulsivos, sin sentido de la responsabilidad, que si una media de cinco chicos desaparecían al día en nuestro país.

A lo que ellos llaman falta de responsabilidad yo lo llamo llevar toda tu vida consciente en un lugar en el que no quieres estar y querer actuar en consecuencia antes de que el peso de las cadenas, la casa del diego y la edad te lleven a aceptar. Recordar que para un adulto, seis años de tu vida en el instituto es un sacrificio aceptable, pero que cuando tienes dieciséis, seis años son prácticamente la totalidad de esta; que el tiempo que hace de tu nacimiento no es igual a cómo percibes el tiempo digan lo que digan los números.

Empiezo a pensar que utilizo un diccionario diferente que la mass media.

Es la forma que tenemos de volcar nuestros propios problemas, traumas y expectativas a las nuevas generaciones. El adolescente en sí, se convierte en el enemigo público número uno, epitome de todo lo que no hay que hacer, la música que no hay que escuchar, la forma en que no hay que vestir. Es la resistencia de los tiempos, que ha existido siempre y siempre existirá. La sociedad creó a la adolescencia para tener algo a lo que culpar, pero no le creó una identidad propia; no le adjudicó una época de la vida con sus pros y sus contras, nació bajo el ideal de parecer un adulto completamente funcional, algo que obviamente no es, y nos atrevemos a que nos sorprenda la inconsistencia de nuestra propia creación.

El hombre medio construyó un mundo sobre el de sus padres que existiría para su propio consumo y no estaría solo formado por casas y edificios sino también de un cierto orden y unas ciertas ideas; incluso en su momento el hombre medio llegó a crear un dios a su propia imagen y semejanza. La disonancia entre esa realidad y las mentes que luego crecen y no la aceptan como propia se fue haciendo más pequeña a medida que esos métodos mejoraban, y la resistencia al cambio de tiempos más fuerte. Ese mundo fue heredado por unos hijos que olvidaron el motivo y la necesidad original de sus características, aceptaron como la verdad de una divinidad que realmente nunca habían visto, y cuando crecieron se refugiaron en sus hogares, interiorizaron su forma de vida aprendida como la normal y volvieron a construir el mundo para su propio consumo y para los tiempos ligeramente modificada nueva necesidad.

La resistencia de los tiempos, una vez más y quizás siendo la última generación (baby boomers) que se identifique en bloque como tal; no solo tenía edificios, ejércitos y banderas, así que sin distinción empleó los medios a su alcance para difundir sus ideales sobre el trabajo y creó entre muchos otros un producto, uno formado de genéricas señas de identificación social para niños, una representación ridícula de como ellos veían a los jóvenes que acabó siendo cierta por el poder la identificación y lo llamaron adolescencia. Tras filmar física o química y todas las series cancerígenas de institutos de la historia, lo hicieron oficial, buscaron justificación biológica, y colocaron en el sitio que quedó huérfano tras el premeditado asesinato cultural y muerte del otrora siempre libre espíritu de la juventud.

Por suerte el panorama no es tan sombrío, pues quizás el avance desbocado de la tecnología que ha dado herramientas a la resistencia está significando también un cambio de necesidades y paradigma más grande del que pueda resistir.

Esa mezcla explosiva de mentes divergentes, ya suficientemente encerradas en roles desde la primaria, empiezan a volar libres cuando las puertas del instituto se abren, pero vuelven siempre tras la llamada del septiembre al mismo sitio a hacer las mismas cosas y a mirar la tele porque todo lo que te ocurre es una fase. Esa mezcla, de adultos que quieren ser tratados como tal, de niños que aún son niños, de adultos queriendo ser tratados como niños y niños como adultos; eso es a lo que llamamos adolescencia. Por un lado es el producto de una obsesión con el relacionar de forma directa edades (en las que las personas ya desarrollan su divergencia) a comportamientos, y por otro lado es la respuesta de esas edades a esa injusta situación, que pasado el momento aprovechan para excusar su propio comportamiento.

Pasa un tiempo, miramos atrás, y el sistema de defensa emocional de nuestro cerebro dice: tengo una idea, vamos a fingir ser muy diferentes a unos años atrás para dejar atrás nuestros errores, y por ello nos refugiamos en la idea de haber cambiado mucho pese a hacer básicamente las mismas cosas. La realidad es que eres más cercano a aquel chico de catorce años que a cualquier otra persona sobre la faz de la tierra. El adolescente también es un producto de nosotros mismos, el nombre que le damos a nuestros errores y con el que nos convencemos de que aún no somos el mismo estúpido que los cometió.


Después de otro verano, suficiente para desconectar de las clases pero también para conectar con otro mundo, la realidad asumida por defecto ya apenas podía contener la realidad fuera de las paredes del instituto. Volvemos allí, año tras año, pese a ser otras personas desde la última vez que estamos, y volvemos a empezar desde cero. Pero me sentía extraño, más de lo habitual con pereza de asumir otra vez el mismo papel. Estaba en el limbo, en una cuerda floja y un paso más allá quizás vaya a ser muy lejos para decidir volver. Vivimos los últimos momentos de mi fe en el sistema, de la relación de las cosas que tienen valor en él y las que tienen valor para mí.






Me acuerdo de que lloré delante de la clase y todo el mundo lo vio o se enteró, aunque a nadie excepto a mí le pareció importar lo más mínimo. No voy a intentar quedar bien, esto no es una historia plana en la que ya soy el héroe justiciero y los demás el sistema maligno opresor. Tenía unos trece o catorce años y aunque en realidad, aunque pensara racionalmente que esa nota no tenía importancia y era capaz de razonar; me derrumbe ante la autoridad y la presión y lo que yo se suponía que era y tenía que hacer y se esperaba de mí. Había empezado un camino del que solo había aún piedrecitas, y aquel episodio, perfectamente en cualquier otra persona, hubiese sido el toque de atención para volver al cauce y dejar a un lado y al deseo y a la esperanza una revolución imaginaria como en los vídeos de Pink Floyd que nunca tendría lugar. Dejar en un cajón la idea aún lejana de la desobediencia. Estoy a día de hoy convencido de que a otros les ha pasado exactamente eso, y me vienen a la memoria escenas parecidas a la de mi patetismo en momentos clave de la evolución de mis compañeros, que después asustados, durante un tiempo casi no querían saber más de expulsiones, de llamadas aterradoras a los padres, ni de hablar en clase, ni de negarse a hacer deberes; y volvían con casi fervor, más fuerte que nunca, a la obligación y a la política de no hacer mucho ruido.

Teníamos uno de esos seres que utilizan el hecho de estar al cargo de una clase para satisfacer su propia sed de atención y ego personal. Ese vampiro emocional en cuestión se llamaba Estela Pastor, profesora de castellano, convencida de que nostradamus era un profeta real y también protagonista (como no) de episodios que aun vienen al caso.

El hecho es que puso unas lecturas obligatorias terribles al principio de curso, y anunció que las iríamos dando a lo largo de este. Como me sobraba tiempo y eran igualmente obligatorios me los leí el primer mes todos los libros para quitármelos de encima. Confié en que me acordaría de lo suficiente como para poder demostrar que me los había leído cuando hiciésemos algún control en el futuro, pero el control resultó ser un examen de aquellos de aprenderse de memoria los nombres de los personajes secundarios y hechos concretos, y como mi memoria para esas cosas es terrible fracasé en ello miserablemente. Me habré leído mis libros preferidos decenas de veces y aún a día de hoy fallo al intentar recordar los nombres según quien, simplemente no creo que recordarlos y comprender el libro sean dos factores necesariamente relacionados ni tengo la habilidad para acordarme de forma natural. Suspendí con todas las de la ley, y aquella profesora a quien ya tanto odiaba desde el principio, expuso mi fracaso ante toda la clase como humillación, y me encargó un resumen de la totalidad de aquel libro que ella sabía perfectamente que yo había leído.

Me fui a casa, y como no soy ningún héroe, con el libro en mano redacté el mejor resumen de diez páginas que nadie pudiese imaginar, con su final moralista de pacotilla y todo. Cuando lo entregué y su amplitud y perfección eran una patética queja y un patético orgullo del que debe buscar una forma de hacer lo que le dicen y a la vez no dejar morir su sanidad. El trabajo fue aplaudido por más de un profesor y expuesto este hecho como mi redención ante el resto de la clase.

Por primera vez, no solo pensé en la absurdez de la situación sino que tuve una respuesta emocional: me di mucho asco.

Quizás eso me salvó.

Me dejó en situación en la que no importa cual, pero en la que sentí que tenía que tomar alguna decisión porque si no esa misma escena, en sus infinitas variantes, se iba a repetir en un ciclo sin fin. Confiar en mi razón y mis instintos o dejar que otros decidiesen que era importante y que no. Creo que decidí bien, aunque seguramente algunos dirán que decidí demasiado temprano, o que esa decisión está bien para el heroísmo en los campos de auswitch pero no para segundo o tercero de la eso. Quizás tienen razón, nunca me he caracterizado por escoger bien mis batallas. Tampoco soy un defensor de la libertad incondicional como objetivo último de la vida, pero pese a todo, tomé la decisión y aunque al principio disimuladamente, me rebelé.

Llegué a pensar, si resulta relevante mostrar mi ingenuidad, que quizás más que realmente pensar imaginaba y dejaba volar la imaginación; en donde ese instituto, colegios y demás, era en realidad una prueba en la que debías descubrir por ti mismo que todo era una tontería y luego pasabas de nivel, se abría el telón, ibas al instituto, o a un mundo de la élite intelectual de verdad y continuaba la farsa para todos los demás. No lo pensaba en serio, pero jugar con esa fantasía era un último oasis de realidad. Era una idea tan infantil y simple, la de esconder la complejidad del mundo en una dualidad, que hasta platón hubiese podido dar con ella. Todo el mundo adulto estaba detrás del cristal expectante: ¿hasta cuándo va a seguir haciendo los deberes y sacando buenas notas? ¡Cómo no se da cuenta Truman del mundo que hay tras el cristal!






Estigmatizamos errores.

Aunque resulte paradójico, un error es lo peor que puedes cometer y a la vez, se te intenta proteger de la idea de que puedes fracasar.

En esta historia, pese a la aflicción, el crimen no era suspender o dejar de leer un libro, sino que alguien que no debe suspender lo haga. De que alguien solo levante la mano cuando sabe que tiene la respuesta correcta, porque contestar en clase es para la gente que acierta y el profesor tenga feedback, y no para humillarte con tu ignorancia. Es de un error donde nace todo el conflicto, en vez de ser una oportunidad para enseñar algo más. Si alguien saca buenas notas en tu asignatura no es un halago, es porque o bien memoriza las respuestas o porque no le estás enseñando nada que no supiese ya o pueda aprender en cinco minutos, pero no parecen tener problema con ello. El error, en cambio, es imperdonable, así que mejor vale no contestar.

Por el otro lado eso tiene una consecuencia, en lo que casi parecería una contradicción, y es que nunca se fracasa porque el sistema pone un precio demasiado alto a hacer algo fuera de tu alcance y no llegar. Enseñar a lidiar con el fracaso, poner en la línea de fuego a aquellos acostumbrados a ser la elite, es demasiado complicado, así que damos un paso más allá en la infantilización y después de jurar y perjurar que en tercero y cuarto de eso las cosas van a cambiar os volvemos a tratar a todos como a niños: nada de ceros, no suspensos sino insuficientes, eufemismos y cada oveja en su corral. Porque así es como nos vemos, como una gran masa de niños. Como niños os han enseñado a comportar, y como niños vais a reaccionar cuando se os trate como tal, casi deseando para ello la oportunidad. 

He visto personas de veinte años llorar en medio de una clase en la universidad con un seis en la mano porque nunca en la vida habían sacado menos de un ocho sin contar educación física. El profesor la consolaba, a todo el mundo le parecía normal y yo la miraba atónito, contentísimo con un de dos con veinticinco en una mano y un cappuccino en la otra.

La gente por alguna razón cree que educación física juega en otra liga y no cuenta, cuando es la más importante de todas las asignaturas.

Siempre medias tintas, vida a medio gas; en la vida real uno puede intentar algo con todas sus fuerzas y no ser suficiente, uno puede implicarse al máximo, estudiar todos los días y aun así suspender en el momento de demostrar lo que sabes, uno puede intentar algo de mil maneras y pese a eso fracasar por todo lo alto. Es así, no hay más, todas nuestras acciones tienen un margen de error, aunque a veces sea ridículo lo asumimos constantemente. Conocer, respetar y saber manejar con ese margen es parte muy importante del juego, y para conocer el límite hay que sobrepasarlo muchas veces.

No quiero correr el riesgo de convertir esto en un discurso motivacional, lo último que quiero es motivar a las personas equivocadas, pero probablemente Tony Hawk (escribí esto sin tener ni puta idea del mundo del skate) se ha caído más veces, Michael Jordan fallado más triples y Bruce Lee recibido más ostias que todos nosotros juntos. Fracasar, como resulta demasiado traumático para los pobres niños el contacto directo en rugby, queda expulsado de la educación y a partir de ahora jugaremos un sucedáneo que vamos a llamar rugby con cola. Que venga alguien que haya jugado en su vida a rugby o futbol americano y me diga que la preocupación por la integridad del propio cuerpo no es parte fundamental del instinto y espíritu del deporte. Los exámenes se repiten, hay dos recuperaciones en cada curso cada una más imposible de suspender que la anterior, si el profesor ve que te esfuerzas y no lo consigues, te deja más tiempo, te cuenta más ese trabajo que hiciste en casa con ordenador, wikipedia y el grupo de whats de tus compañeros de clase. Parece que premie el trabajo duro, pero lo único se hace es crear la sensación de seguridad de que si no has hecho nada malo tus problemas se van a solucionar por arte de magia, que si no llegas no pasa nada porque eres especial y te has esforzado mucho. No se puede monitorear el trabajo de treinta personas a la vez, así que el sistema premia aquellos que se saben vender, no los que saltan más.

En esa aplicación mal entendida de la cultura del esfuerzo que hablaban en contraposición a los puros resultados de los exámenes, injustos de mutu propio, llevaban una idea profunda; la idea de que las horas de trabajo mirando al reloj, resoplando y mirado al infinito son más productivas por ser más horas que la mitad trabajando de verdad aun disfrutando de lo que se hace. La clásica táctica española de hacer entre diez el trabajo de cinco y en diez horas una jornada laboral de seis para lamer el culo a tus superiores hace aquí su primera aparición estelar.

En el eterno concurso de popularidad, esta vez el de cara a los estudios y los profesores, ganaba lo que presuntamente escenificaba un oculto trabajo de fondo; la falta de sueño, el tedio y la rutina eran the new black.

Se han hecho estudios y se encontraron que la mayoría de los métodos convencionales para estudiar no aumentaban las notas en exámenes imparciales, pero que la capacidad para hacer deberes a una edad temprana y resolver problemas en general si lo hacía; independientemente de si los deberes tenían nada que ver con el contenido de los exámenes. La conclusión era clara, los métodos de estudio en sí mismos no servían pero la capacidad de concentración y resolución necesaria para get shit done era muy importante, la capacidad de, no la faena en sí. Esta situación crea una falsa relación entre estudio y resultado que se encargan luego los profesores de reforzar artificialmente, pero muy lejos de la realidad. Veía gente que me caía bien, gente que no era ni mucho menos estúpida, dedicando muchas horas y esfuerzos a aprobar, y fracasando. Apuntaban en la dirección errónea; no importa la cantidad de horas que inviertas en memorizar el temario si eres incapaz de hacerlo bailar. Las personas resolutivas, que ya de por sí sin que nadie les haya entrenado, nunca memorizaban por memorizar, se acercan a una probablemente más adecuada idea de inteligencia académica. Sacaron buenas notas cuando estaban en primaria porque eran capaces de hacer cosas y luego pasaron página. Están ahora haciendo otras cosas con su vida sin tampoco agobiarse demasiado; mientras los demás nos conformamos con ser los patéticos vencedores del juego de las notas que funcionaba cuando éramos unos niños. Porque si pudiésemos aplicar nuestra inteligencia en conseguir chicas, ser realmente buenos en algo, seguir un propósito en la vida: entonces ya lo estaríamos haciendo. Las personas más inteligentes que me he encontrado en la vida han sido, tarde o temprano, maltratadas y expulsadas del sistema más a menudo que apreciadas dentro de él.


relevante al caso: what works in education



Hay una idea fundamental para comprender el problema entre condenar errores y ocultar fracasos. La diferencia está en la tensión. Uno puede castigar todos los errores que quiera, pero no puede estigmatizar la posibilidad del error por encima del intento. Uno puede proteger a alguien de la idea del fracaso y poner una colchoneta para otorgar una sensación de seguridad; pero nunca abandonar la tensión de no tener que caer. Tenemos la falsa idea de que ayudar a alguien significa no dejarlo caer nunca, que significa socorrerlo cuando pide un poco de ayuda o cuando está un poco cansado o dejar que no haga clase de educación física porque dice que le duele ligeramente algo. Pero esto es un campo de prácticas, es donde aunque hay que disparar de verdad y tirar a dar, no se supone que aún puede fallar sino que dado el fallo se puede perdonar. Intentar con todo como si no hubiese segunda oportunidad, no con el cojín perpetuo de la seguridad temporal a los errores ni bajo su peso insoportable.


Lidiar con esa final línea es complicado así que se hacen las dos cosas, castigar las desviaciones más que las abstenciones en un mundo donde una respuesta es correcta o incorrecta, y a la vez dejar claro al principio que nada de lo que haces importa al final del día porque era para aprender. Se pierde la tensión, porque los profesores son incapaces de dar una importancia de suficiente intensidad al trabajo de sus alumnos sin recurrir a castigos. Es sustituida por un menos útil estrés perpetuo por la sobrecarga de trabajo que contiene lo peor de los dos mundos. Se tiende a cada vez dar menos importancia a los exámenes y se diluyen en miles de intentos para mover la línea de fuego siempre un poco más allá. Incluso en la universidad. Porque un examen lo puedes suspender si llega el tren y no estás preparado. Hacer un examen debería ser un ejercicio de gestión y tus conocimientos los recursos, no una copia de los mismos. No es que sean la panacea, pero es un elemento igualador; mismo examen, mismo tiempo, mismo sesgo al corregir, un momento de dejarse de pamplinas y ver quién sabe y quien no sabe responder lo que ponga en ese papel. Aprendí a hacer exámenes porque aprendí a ir hacia ellos siendo consciente de que no sabía todo lo que tenía que saber, ir a un examen tendiendo la seguridad de que las respuestas se encuentran entre lo que has memorizado es absurdo, una forma de copiar usando tu Random Access Memory mental a modo de chuleta, y sin conceptualmente ningún sentido. 



Los exámenes tienen sus propios problemas, imparcialidad, binaridad, de necesidad de una calificación. Propagan el miedo escénico porque saca a los alumnos de su zona de confort. El aprendizaje continuo, y no el ultimo día, es lo que se pretende conseguir, pero esa no es la verdadera razón para su potencial desaparición o disipación en miles de micropruebas. Es porque el seguimiento, mal entendido como ejercicios prácticas y entregas continuas, es una cuerda más corta que las demás. Porque si verdaderamente persiguiésemos los objetivos de calificaciones imparciales que significan algo para nuestro futuro, nos miraríamos al espejo de las sociedades nórdicas; en la que hay seguimiento continuo, exámenes importantes de acceso en edades claves desvinculados de los objetivos propios de los centros educativos. Seguimiento continuo, que no estricta guía docente día a día. Objetivos propios de los centros educativos, no prepararte para el siguiente curso de secundaria, selectividad o lo que sea haya después. No libertad de escoger con que color de cuerda te van a atar a los parámetros de una asignatura en particular, sino libertad curricular del alumno no del profesor, en centros sin acomplejar por una prueba diseñada para ser aprobada por un estudiante medio; no como temario, objetivo único y final, de dos años y medio de educación semiobligatoria. 


En vez de eso, decidimos mirarnos en los espejos del pasado y en hacer caso de cuando algún alumno modelo pero estúpido se queja de que algo es demasiado complicado porque no se ajusta a sus métodos de libreta, libro de texto y tres colores diferentes de rotulado. Así que nada de exámenes importantes: trabajos y evaluación continuada, deberes que cuentan nota, veinte por ciento de actitud a clase, exámenes corregidos por la misma persona que te conoce de cada día, exámenes cada tema porque si no es demasiada información de golpe. 


Aunque sean el objeto de nuestra ira e indignación, los profesores, esos funcionarios, son tan poco responsables al respecto como los policías del redactado de la ley. Su esfuerzo reside en mantener su status quo como empleados de una empresa estatal, no de enseñar realmente; y aunque se les diese más libertad o poder, lo aprovecharían para ese mismo cometido. Desorientados ante la manada de gente que desde los seis años sabe comportarse en una clase pero simplemente no quiere hacerlo, recurre a los mismos mecanismos autárquicos que habían funcionado con él y se lamenta de que sus alumnos no sepan apreciar la diferencia de trato entre esos colegios fascistas y la de su brillante interpretación del club de los poetas muertos.


Somos seres humanos y tenemos que aprender a sobrellevar esas situaciones de fracaso, a correr cuando crees que no puedes más, a caer y aprender de ello, a soportar dolor e incluirlo en tu margen de error. A basar nuestra autoestima, ya de por si suficientemente maltrecha ante tanto ídolo y expectativa irreal, en hechos y capacidades reales, no en ideas de que todo el mundo es muy especial ni en seguridad externa en forma de aprobación. 


Años más tarde, como me daba igual sacar un cinco que un nueve, empecé a ir a recuperaciones y me encontraba las personas que iban a subir nota.



- ¿Después de tanto trabajo durante el curso, no te da rabia saber que sacando un cinco y haciendo luego este mismo examen, hubieses sacado la misma nota que tienes ahora sin hacer nada? 
- Sí, pero no sé.


Pues yo si lo sé, si no lo hacen, no es porque valoren todo lo aprendido en el camino y no quieran tomar atajos, sino porque llegase la situación en la que tres o cuatro puntos enteros de una nota de un semestre de un año intranscendente de secundaria dependiese del examen que están a punto de hacer, pese a ser capaces de llegar al excelente llegarían aterrados y no pasarían del cinco. El mismo motivo por el que muchos parece que se atragantan en la selectividad y no pueden dejar de comentar exámenes y tener sudores fríos y misteriosas enfermedades pese a lo fácil que es.


Aprende eso por ti mismo, sino nunca por el mismo miedo al fracaso nunca vas a poder salir de los caminos establecidos cuando entres en bachillerato o sigas en la empresa familiar, porque eso es lo que vas a hacer después de años tras esa estrategia educativa de tierra quemada y de dragones más allá de este lugar. El miedo te embargará ante el campo abierto, y a los veinticinco tengas los títulos que tengas, cuando estés realmente allí fuera por primera vez, entonces recordaras los aburridos pero cálidos, autómatas pero cómodos, días en que otros vivían la vida por ti y te obligaban a gregarios horarios sin razón. Responsabilidades ya tenías antes, no te engañes, si lo echarás de menos es porque además de tu ropa sucia y la voluntad de vivir también se llevaban el peso existencial de tener que tomar decisiones que dan miedo, y vivir acorde a ellas.









Tampoco es el plan llevar una carrera de dificultades como vida y de la competición tu razón de ser, pero existe en el sistema una extraña sobreprotección, ya sea en las infinitas oportunidades, en la negación del fracaso o en la atadura a un plan educativo preestablecido.

Renunciar como buen estudiante a una asignatura o un tema que simplemente no va contigo es un buen ejercicio de cara a no convertirte en un robot académico. ¿Para qué forzar a alguien a estudiar lengua si lo suyo es, yo que sé, cocinar? Estará bien tener una base para comprender el mundo, sea lo que sea eso, pero no se necesitan dieciocho años de educación obligatoria para tener una base y si pretendes comprender su totalidad una vida tampoco será suficiente. Es natural que surjan diferencias de interés y de habilidad, aunque los roles y las prácticas de estudio lleven a una otrora extraña uniformidad de notas entre la mayoría de asignaturas. En todo caso, que exista una asignatura rechazada sistemáticamente por aquellos que son buenos en todo lo demás es, cuanto menos, sintomático; y nada tiene que ver en ello la forma física per se.

Es ese tiempo de reacción, es el enfadarse consigo mismo por no ser los suficientemente rápido en vez de culpar al otro niño por tirar la pelota demasiado fuerte. El cansarse de ser simplemente un poco bueno en algo e ir más allá porque tú quieres y no por una lejana sensación de deber. Por eso los buenos deportistas, por ejemplo, no solo son buenos en su deporte, también son capaces de jugar a la mayoría más bien de lo normal. Eso es precisamente lo que no se hace con los buenos alumnos. No pones tu objetivo en la línea donde la diferencia es un segundo más rápido o más lento, pese a excepciones no es la competición con un rival más fuerte ni la auto superación lo que empuja a tener notas más altas; y cuando así lo es, mientras el deporte es obviamente un oasis de realidad, las notas y la actividad en aquello que no deberíamos estar queriendo hacer desde un primer momento sí que arrojan sobre ambos lados de las tinieblas una sombra de superioridad intelectual. 

En última instancia no se exige ni se aprieta, no se sacan ceros, todo está lleno de segundas oportunidades, de eufemismos. En la parte alta, aunque de forma ya enfermiza los alumnos modelo buscan cotas más altas, no es la nota, es la comparación con la nota de los demás. Pese a todo, el sistema está pensado para el nivel medio de la clase y acepta retrasos pero no adelantos, así que la parte baja, aunque asume y sufre su posición no es expulsada del sistema como nos habían anunciado. Otra dualidad toma su lugar.

La filosofía de integración y moderación abandera los criterios de decir que alumno es bueno y que alumno es malo y desaparece al entrar en el sacrosanto temario de las asignaturas, donde todo lo que no sea lo que el profesor tenga en su libreta, está mal y es un tremendo error. No importa el origen, originalidad u objetivo de la acción, ahora un error es un error y se castiga, así que piénselo mejor la próxima vez antes de salirse del guion. Por un lado quien aunque saca malas notas no se arriesga y finge interés tiene un sinfín de segundas oportunidades en nombre de la cultura del esfuerzo, y por el otro quien intenta algo fuera de lo común aunque sea con su propios medios y nacido de propia voluntad está condenado desde el principio a cometer errores y ser castigado por ellos. No se trata de conseguir los objetivos sino de seguir el espíritu de nuestras normas. Igualdad de oportunidades mal entendida. Vivir entre algodones. Eliminar las desviaciones e integrar a las masas. Todo sistema tiene tendencia hasta un estado de equilibrio.


Perpetua doble moral y negación de la realidad.









Ellos dicen: Cualquier duda levantad la mano. Cuando en realidad lo que dicen es: si alguien se quiere poner en ridículo, yo os aporto el momento y el lugar. Porque no quieren saber si tienes alguna pregunta, quieren tener una excusa para volver a decir lo mismo y si la pregunta no va en esas líneas, esta fuera del temario.

Aunque a nadie se le ocurriese aprovecharlo, no hay espacio para intereses propios, y nada se soluciona con decir a los alumnos que busquen algo que les guste y hagan de ello una redacción; porque lo último que quieres es asociar lo que te gusta a la maquinaria aplastante del deber. No puedes compensar en una clase imaginativa años de silenciosa malformación. No ganas nada abriendo una clase de debate, proponer un tema y quedarte mirando como los alumnos, confusos, no saben que decir. No ganas nada, mandando a hacer trabajos y a exponerlos, si interrumpes a los alumnos para corregir lo que dicen. Nos pasamos dos horas escuchando extractos del libro de texto casi literalmente copiados, viendo como cada dos minutos la profesora interrumpía para decir exactamente lo mismo que acabábamos de oír, llegó nuestro turno y cuando nos interrumpió nos sentamos y negamos a continuar.


Cuando en esos libros hay un ejercicio que pone: debatid en clase tal cuestión, los profesores, después de meses de seguir el hilo conductivo docente propuesto en ese objeto como si se tratara de las sagradas escrituras, pasan de él como de la mierda, no dejan hablar a nadie durante clases de sesenta minutos y después se quejan al final de curso que la clase no interactúa con la asignatura.

¿Cómo que no se puede hablar en clase? Estamos compartiendo habitación con literalmente decenas de personas que están trabajando en lo mismo que nosotros, se nos intenta vender como un espacio social constructivo, se pretende que estemos una hora de muy optimista concentración sin interrupciones cuando todo el mundo con internet y cinco minutos puede comprobar que se sabe que la concentración viene en paquetes de diez a veinte y después la mente ya no puede más. Si intentases hacer las clases como lo pretenden los profesores, pasarías a primera o segunda hora dos periodos de concentración de treinta minutos y luego cinco horas con un cerebro frito con patatas que ya solo quiere mirar al infinito. Ah no, espera, que eso es exactamente lo que ocurre. ¿Será que los profesores, que llevan décadas en su trabajo, no saben nada de métodos de aprendizaje, concentración ni educación? ¿Será el Sistema Educativo un nombre en neolengua, el equivalente al Ministerio del Amor en mil novecientos ochenta-y-dos? Esta gente no tiene ni idea de donde salen las ideas. Se contentan en formar parte de un eslabón educativo en el que se supone que los alumnos, de base, están equivocados, y por lo tanto no pueden cuestionar tu trabajo.

Las ideas surgen de la comunicación, de la libre circulación de palabras, de plantear preguntas que parecen muy estúpidas. Ese no será el mejor mecanismo para aprender quien fueron los reyes godos, pero si para comprender su importancia relativa a otros factores históricos, algo que no puedes aprender con el por años obsoleto método de subrayar cosas importantes (que es una herramienta, no un método didáctico señores); porque no puedes poner un número a la influencia árabe en la península, ni decir en un texto que fue más influyente en la historia de Europa, si aquello o el fin de la ruta de la seda oriental. Es un planteamiento seudológico que se usa hasta en las asignaturas de corte artístico, y el argumento pseudoartistico de que aunque una respuesta no tenga que ver con la pregunta este medio-bien si incluye muchas características asociadas. Aparte del hecho ya obvio que diferentes conocimientos requieren diferentes enfoques y métodos, plantear el mismo tiempo histórico en una línea recta de hechos encadenados plantea en sí mismo un problema conceptual en el que somos muy listos deduciendo el resultado de los advenimientos cuando estos ya han ocurrido pero nadie ni el más afamado experto o estudio más avanzado parece ser capaz de predecir con consistencia que va a pasar ahora. En parte por la hiperrealidad, por la situación moderna de un mundo interconectado, pero también en gran parte porque cada momento histórico tiene infinitas particularidades que nunca más se van a exactamente repetir y no se anulan entre sí como le gustaría a Hari Seldon. Las viejas frases hechas sobre conocer el pasado no son base para un sistema educativo, porque el conocimiento histórico es transversal y va en aumento exponencial, e intentar adecuar los contenidos a un universo en expansión no tiene ya sentido cuando el mundo cambia tan rápido que, junto a sus retos, va a ser irreconocible en treinta años. Los problemas y giros argumentales antiguamente de siglos, serán ahora problemas de décadas, y los hechos del pasado relativos al presente serán diferentes varias veces durante el transcurso de una vida normal.

¿Hasta cuándo seguiremos obsesionados con los helenos, el imperio romano y las patéticas intentonas de imperio colonial de este ridículo país? 

La humanidad seguirá existiendo durante cientos de miles de años, la pregunta no es cuando la historia pasada se va a hacer demasiada extensa como para poder, en un tiempo razonable, ser aprendida y tratada en su totalidad, sin omitir los hechos importantes con sus causas y precedentes; sino cuando vamos a admitir que ya no es posible.

Si aún lo fuese, no ignoraríamos en clase todo lo ocurrido del antiguo talón de acero para allá antes del siglo veinte, ni al otro lado del pacifico antes de que colón, que era catalán, descubriese por primera vez en la historia de la humanidad un continente en el que ya vivían millones de personas. No solo leeríamos a pensadores griegos y alemanes, ni creeríamos que Nabucodonosor es solo el nombre de la nave de la película de Matrix; porque lo que estamos haciendo no es aprender historia ni historia de la filosofía, ni historia del arte sino permanecer obsesionados con nuestra propia herencia cultural. A la sombra de la silenciosa pero aún omnipresente moral católica, resulta que luego de sembrar vientos un día amanece; y restamos detrás del televisor ante la tormenta preocupados, y de alguna forma aun sinceramente sorprendidos, ante el auge del racismo, el fundamentalismo islámico y el nacionalismo radical.






El punto general, es que las limitaciones del sistema pueden parecer anecdóticas porque todo lo que se hace está dentro de sus confines, pero realmente abrumadoras cuando te das cuenta de la complejidad y transversalidad del mundo real. Quizás son útiles para memorizar largas listas de cosas, ¿pero alguien ha usado alguno de los métodos aprendidos en esos años para aprender a hacer algo fuera del mundo académico? Ensayo y error, ser capaz de relacionar, imaginar y mantener conceptos en tu mente, crear y no copiar tus propios mapas conceptuales de información, trabajo en equipo, gestión a largo plazo, inteligencia emocional, reconocer las propias capacidades límites y virtudes particulares. Mezclar práctica específica con información general, aplicar corrección de errores particular y juntarlo todo en práctica real y frecuente.

El último es el único que se intenta, que es básicamente el funcionamiento de todo entrenamiento en el deporte, y el cual se hace tan mal en el instituto que no aprendí que funcionaba hasta años después de salir de él. No aprendes a aprender porque quienes deberían enseñarte no son educadores ni se espera que lo sean.




Los mecanismos para aprender esas cosas cuando sean necesarias o para entender mejor el mundo son mucho más importantes que esos conocimientos en sí, que para aprenderlos tanto el método como el hecho debes despertar en la persona no una obligación sino una necesidad, aunque sea nacida de una curiosidad aparentemente alejada del tema que querías tratar. No tiene sentido echar a los lobos un grupo de gente y esperar que cooperen entre ellos si uno es un gladiador que se merienda un par de ellos cada mañana. Aunque cooperen, o se pongan de acuerdo para matar en casa luego más tarde uno cada uno, saben perfectamente que es una pantomima y el gladiador de tener tiempo o ganas lo hubiese hecho todo él mismo en menos tiempo. No es suficiente con dar una charla o repartir una fotocopia, estas dinámicas tienen que estar integradas una vez aprendidas a partir de la necesidad de su uso, y no de leerlas en una lista.

Porque las verdaderas dinámicas de trabajo en equipo no son sentarse en un círculo y cooperar, objetivo muy nobles pero que nadie te ha enseñado nunca a hacer. Esperas que esos mecanismos aparezcan mágicamente cuando reúnes cuatro chavales y los llamas a hacer un resumen entre todos cuando llevas años ya enseñando exactamente a hacer lo contrario sin darte cuenta. Esperas un día de pura inspiración plantear un debate formal en clase y te sentarás a observar cómo, si sale en algún momento del completo silencio, se convierte en un chicos contra chicas o en un plató del sálvame: porque es el único precedente. Seguimos con los ejemplos de doble moral; esta vez estamos en un sistema educativo diseñado contra el individuo y que cumple muy bien su cometido de aplastar el ideal de este bajo una férrea bota de metal, pero donde debes ser un perfecto y funcional individualista para a la práctica salir del paso de sus intenciones súbitas de trabajar en hermandad. Pasados los primeros años nunca me sentí con ganas de forzarme a formar parte de una comunidad que solo tenía la edad biológica en común conmigo, pero académicamente nunca fue necesario. Aunque se acumulen fotos de clases en las estanterías de los exalumnos y las miremos a veces con nostalgia, lo cierto es trabajar, trabajas solo, y tus amigos de aquella época eran los amigos del tiempo libre entre, durante y fuera de clase; pues trabajar en equipo significa aprender a cargar como un camello con las obligaciones de los demás. 

No, después de horas de machacar el cerebro con cantidades absurdas de información que memorizar en vez de tratar de comprender, no puedes dar un discurso y pretender que lo aprendido a la fuerza de años trabajo las cubran bellas intenciones.

Si la gente un día se pusiese a hablar en clase, no para evadirse y contar lo que le pasó por la tarde, sino de lo propio que ocupa sus estudios; se encontraría con dos cosas.

Primero, descubrirían que en realidad les interesan los temas y que en realidad lo que desprecian son las asignaturas; que de alguna forma han logrado convertir el álgebra y la segunda guerra mundial en algo aburrido y sin magia. Segundo, que la dialéctica igual que el conocimiento es un campo transversal y entonces se vería claro como el agua que nadie tiene ni idea de lo que en teoría llevan aprendiendo los últimos cinco años, porque no saben relacionarlo fuera de su marco conceptual. Todo el mundo oye pero nadie escucha, y es que hay un motivo detrás de que la comprensión oral y escrita de este lado de los pirineos roce los límites de lo absurdo.

Había alguien que escribió en su momento sobre un mundo en el que el infierno existía pero en vez de estar poblado siguiendo juicios basados en sistemas morales prehistóricos lo habitaban todos aquellos que cuando murieron creyeron que irían al infierno. Estaba todo absolutamente lleno de cristianos, pues los pecados del cristianismo no están hechos para ser evitados sino por representar instintos básicos humanos, ser cometidos, y luego sentir arrepentimiento y culpa por ellos. En nuestra historia, pese a ser cristianos y por ello, los buenos de la película, ni uno de ellos cuestionaba su lugar en el infierno, pues todos ellos sabían íntimamente porque estaban allí. La manera más fácil de tener a alguien sometido es hacerle creer que está ahí por su propio beneficio, o por su propia culpa.

Todo en el cristianismo está hecho para cubrir alguna necesidad, sea relevante a nuestro tiempo aún o no, el motivo por el que es en sí mismo una rebelión asociar a dios a unas ciertas características en principio sin sentido al ser asociadas a una figura divina pero distintas a las consideradas estándar. Podría ponerme a hablar de la moral cristiana y de como vivimos bajo su influencia aún y sobre como los colegios de curas eran la resistencia a los tiempos en su momento, pero el caso es que como antes comprábamos la idea de dios ahora también compramos algo. Nos venden que estamos allí para aprender, nos venden la preparación para el futuro, y la compramos porque no tenemos nadie más a quien escuchar y porque creemos que ese es nuestro lugar.

Lo cierto es que nadie, ni siquiera: sobretodo nuestros padres, sabe qué hacer con nosotros y ceden el control a alguien más. Los padres a los profesores, los profesores a las normas o la institución, la institución a los políticos y a estos se los lleva el viento.

Somos una de las sociedades más acomplejadas e inseguras del mundo. Decía mi profesor de álgebra un día, de quien aprendí más sobre la sociedad que durante diez años escuchando profesores de ciencias sociales. Sonreía ante la escena de una clase entera asustada de responder a una pregunta fácil que acababa de plantear. Un complejo mejunje de gente una a una intelectualmente capaz y preparada, que sin aparente explicación se comportan en presencia de otros como una masa silenciosa aun con libertad para hablar; y es debido a algún sentimiento de inferioridad e inseguridad que no puedo acabar de comprender.


Líderes sin carisma, sin estudios de nivel, ni talentos destacables; incapaces de hablar otro idioma que no sea el castellano sin correr el riesgo de caer en el más lamentable de los ridículos; politicuchos del tres al cuarto con una oratoria vulgar y que apenas dominan los rudimentos más básicos del que debería ser su oficio; personajillos lamentables que no saben ser ni estar y que no merecen ni la más breve reseña en los libros de historia.

En cualquier otro país la suya sería una existencia anodina y gris, imperceptible para el devenir del país, engullidos por la marea humana y disuelta su nula personalidad en el ácido de las masas.

Pero sin embargo, en España, llegan a presidentes del gobierno. (...)

¿Qué sucede pues en España? ¿Qué extraños mecanismos llevan al poder a los mediocres y a los necios? ¿Es algo casual, se trata de una gran conspiración o es el reflejo de la degeneración psicológica de toda una sociedad?

No hace falta ser demasiado observador para ver que se trata de la tercera opción.


el paraíso de los mediocres - gazzeta del apocalipsis




Nunca me cansaré de citar este artículo.

Es que lo aprendemos, es que es exactamente lo que aprendemos. 

Aquello que nadie te intenta convencer, aquello intrínseco al sistema como adoptar a los del pedestal como modelos de conducta es lo que transmite el verdadero mensaje. Los americanos se ven a sí mismos como líderes del mundo, pero lo relevante no es que se vean a ellos mismos y no a otros, sino que piensen en el mundo como algo que deba ser liderado; porque el liderazgo es su sistema de organización grupal. Nadie lo dice en voz alta, no hace falta; mencionarlo sería no darlo por sentado. Sería terrible darse cuenta de que la forma en que vivimos podría ser distinta en miles de millones de formas diferentes que ni siquiera logramos ver tomamos parte de una en particular arbitrariamente elegida y a la que nos aferramos con violencia. Los profesores mismos no saben de todo aquello que silenciosamente nos van convenciendo de cómo funciona el mundo y cual es en él nuestro lugar, porque son ignorante y porque se protegen a sí mismos del peso existencial.

¿Cómo explicas sin la acción de un sistema educativo una sociedad en la que se asocia seriedad a inteligencia? ¿Respeto, a autoridad? ¿Introversión, a buen comportamiento? ¿Tener una vida triste a ser responsable? ¿Seguir clichés sociales asociados al éxito, al éxito en sí? ¿Desobediencia frente a un sistema injusto, a problemas mentales y personales?

Estas relaciones no caen de la nada, son producto de algo y finalmente me di cuenta de qué. Puede parecer algo fuerte así dicho, pero la primera reacción de los profesores cuando empecé a mostrar públicamente desdén a su profesión y sus clases, fue preguntarme si tenía algún problema en casa, si tomaba drogas o si era gay. Puedo ver en algunos de vosotros como estas convencidos de que alguna de estas cosas fueron el obstáculo para no poder aprobar a la primera cuarto de la eso, te puede parecer una buena explicación si viste esos años desde el otro lado de una cortina de humo de hachís, pero raramente son la razón de fondo. Yo no tenía ninguno de aquellos problemas, y casi podía imaginar su mecanismo de razonamiento.


Teníamos un perfectamente mediocre estudiante promedio y ahora no quiere hacer los deberes, ¿alguien ha encontrado ya algún culpable?


Acabaron concluyendo que es adolescente, ya se le pasara, que era una fase, que no se les pasaba por la cabeza ser el propio problema. Hiperactividad, déficit de atención, esquizofrenia temprana. Categorías de enfermedades mentales enteras inventadas para no admitir que a nadie cuerdo a los catorce años le importa una mierda lo que dicen esos señores que simbolizan una vez que hemos abierto los ojos todo lo que está mal en nuestro mundo, quienes nos dicen que hacer y nos castigan si nos negamos.

Pues sí, yo tenía un problema, un gran problema en la vida como nunca antes lo había tenido. Tenía, mínimo, tres años y medio por delante en un sistema que estaba aprendiendo ver como a un enemigo, como a un gigante de mármol blanco sobre la llanura, para llegar al objetivo final de un acceso a la universidad. Quedarte al margen y limitarte a cumplir tu papel en un lugar que no solo sabes absurdo, sino que antes defendiste y por el que te sientes traicionado; es solo una opción razonable años después cuando lo puedes echar como uno más al carro de los traumas del pasado. Pero yo tenía catorce años, medía uno setenta, y estaba bastante cabreado.

Mi problema se llamaba IES Sant Feliu.






Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End






la deseducacion, i met god she's gay and he's black
the decay of western civilization /?
random local guys




La (des)educación

Reedición



¿Si me llega a interesar algo, tú crees que me voy a esperar a que lo hagamos en clase, o preguntar a un profesor que lleva claramente veinte años sin salir de su silla? ¿Si lo hiciese realmente por interés, me contentaría con esa respuesta? ¿Si fuese así, lo habría hecho en realidad solo para buscar su aprobación? 

Propongo otro método, deja florecer tu curiosidad innata. Si tienes que perder una tarde de trabajo siguiendo enlaces en wikipedia, hazlo. Si algo te interesa, por estúpido o con pocas salidas profesionales que te parezca, búscalo en google. Sin más. No esperes mejores ocasiones o métodos más refinados, cierra la pestaña y teclea ahora mismo: how to learn lo que sea que quieras aprender

Mira videos de gente que sabe más que tú y combínalo con la práctica. Es importante que te encuentres tú mismo los obstáculos que requieren la solución del conocimiento pero no te obsesiones ni desmoralices con ellos. Aprende y experimenta con lo que has aprendido, ve un paso más allá de lo razonable hasta que hables de ello con entusiasmo a tus amigos y conviertas tu obsesión en algo constructivo. Si te interesa la biología, perfecto, coges el libro de biología y te lo lees durante las clases en lo que ellos tardan en hacer medio tema, porque el material didáctico resulta ser útil después de todo. En tercero me leí todos los libros de texto en un par de semanas. Todos ellos. No cambies de asignatura porque ha sonado un timbre o las trompetas del día del juicio final ni tampoco te estés de cambiar de materia cuando has terminado aunque ellos no lo han hecho aún. Descansa cuando sientas que tu atención se diluye, divide el trabajo en partes más pequeñas, piensa sin distracciones, anda si llevas mucho tiempo sentado, ten siempre una botella de agua encima de la mesa para mantenerte hidratado y desayuna fuerte por la mañana.

Exactamente todo lo que no te dejan hacer.

Esos días de curiosidad me ahorraron semanas de estudio a lo largo de todo el curso y me proporcionaron un montón de horas libres en las que ellos hacían cosas que escuchaba solo de fondo porque aún me acordaba de ellas. Te lo recomiendo, el único inconveniente es que te coserán a negativos por estar haciendo sudokus, leyendo el señor de los anillos o un libro de historia en vez de estar siguiendo la clase, de historia. 

- Me da igual lo que leas, lo que tienes que hacer es escucharme, abrir el libro de texto y poner la página que toca hoy.

Transforma nuestra curiosidad en algo aburrido, prohibido o esclavo de su necesidad curricular. 


Estaba harto.







Parte IV

Independent Thought Alarm


Durante los años que siguieron desde segundo de eso a primero de bachillerato, pasé de sospechar que había otra forma de hacer las cosas que la que nos habían dicho, a odiar profundamente a cualquier persona que osase decir que era profesor.

He hablado mucho ya, de generalidades, de deberes, de cómo influyen las formas, la estructura, en la vida educativa, pero apenas he mencionado un par de profesores en concreto. Tiene un cierto sentido que lo haya hecho así hasta el momento, pero son realmente ellos quienes canalizan toda la situación, ellos son los que están ahí y simbolizan el establishment vengan las normas de donde vengan. No quiero convertir esto en un juego de acusaciones ni de ataques personales, pero hay personas realmente detrás de todas esas ideas que, aunque sea de forma pasiva formando parte de un sistema cuyos objetivos no comparten, sí que tienen parte de culpa de la situación, y desde luego gran parte de la responsabilidad.

Uno diría que hay profesores buenos y malos; algunos que valen la pena, algunos atados de pies y manos, algunos que te suspenden porque te tienen manía, algunos que entienden mínimamente lo que ocurre con el sistema y algunos que no lo quieren entender. Luego hay personas que simplemente su mente no da para comprender su vida, ni su entorno, ni su nada. Todos y cada uno de ellos tienen a su disposición centenares de horas para hablar con la obligación de ser escuchados, y lo relevante no es que algunos consigan dejar en nosotros una imprenta, sino que decenas de ellas logren pasar anónimos y desapercibidos después de horas hablando sin que nada relevante se quede en tu memoria. He visto conferencias de diez minutos que me han cambiado la vida, pero tú solo has conseguido aplastar mi cerebro y dejarlo en un estado inservible en el que imprimir sobre la vida únicamente tu propio fracaso y pesadez.


Esto no es un juego de buenas o malas intenciones, no importa las veces que hayas visto el club de los poemas muertos, eres una parte del sistema más y eso es lo que representas.


Quima Pastor era una profesora de historia con un título de geografía, así que no entiendo qué coño hacia dando clases historia alguien que no ha estudiado para dar clases ni tampoco sabe nada de historia. Dejemos ese detalle como un ejemplo más de lo ridículo de la separación conceptual del conocimiento del que hablaremos más adelante. Lo mismo podría poner a mis primos italianos a dar clase de francés, aunque dado el nivel de las clases, hasta podía funcionar. Como cuando enseñas piano, solo tienes que ir una clase por delante del alumno.

Su envidiable metodología se basaba en hacer leer por turnos trozos del libro de texto a alumnos, luego volver a leerlo ella misma teatralmente haciendo gestos con las manos como si añadiese algo a la explicación; mandarnos a hacer ejercicios, cuya respuesta se encontraba siempre en la parte explícitamente leída, haciendo callar cualquier atisbo de conversación o dialogo con el sonido una regla de metal golpeando la mesa. Eso hacía que de puro aburrimiento ni siquiera quisieses acabar los ejercicios, pues largos minutos de contemplar silenciosamente la pared te esperaban después. Luego, el día siguiente, corregíamos lo hecho el día anterior, donde unos mismos alumnos modelo decían lo que habían puesto, y, independientemente de la respuesta ella decía que sí, que estaba bien pero que mejor borrasen y copiasen la suya, literal del libro de respuestas para profesores, que estaba mejor y nos iba a servir para estudiar. Pasaba dando una ronda estilo de chequeo de las nueve por las celdas de prisión, nadie la tomaba en serio, miraba durante diez minutos quien había hecho los ejercicios y quien no apuntando caras sonrientes y caras tristes en una libreta, y vuelta a empezar. 


Cuando le daba por innovar, mandaba hacer trabajos que eran básicamente del mismo estilo que los deberes y no requerían más investigación que una rápida visita a la wikipedia ni análisis ni opinión. Uno puede aprobar toda la eso sin pensar una sola vez solo sabiendo los lugares ideales que copiar, en la misma página que la pregunta o la anterior, donde se introduce el concepto mencionado en el planteamiento del ejercicio, segundo párrafo saltando la tercera o cuarta línea. Como más te alejes de la literalidad de la respuesta esperada, peor nota. Aunque en realidad, las notas de los trabajos eran de pura casualidad siempre las mismas independientemente de la calidad propia del trabajo solo ligeramente desviadas por su presentación, como si cada alumno ya tuviese un rango de notas escrito en su frente antes de empezar y tu objetivo sea moverte entre ese paréntesis. 



En aquella asignatura y en cualquier otra, sería fácil pedir los trabajos en ordenador, poner un código y corregirlos sin saber de quién es. Pero no lo hacen. Él porque es obvio, tiene miedo de equivocarse y suspender a quien no deben. Una vez cometieron ese error y casi gano un concurso de literatura si no hubiese sido porque al final tras ser nominado no me presenté.


Exámenes en puramente memorísticos, de esos de recordar fechas, siglas de sindicatos y nombres de reyes. Nuevamente nada a la inventiva si puede ser: ejercicios ya hechos en clase, que muchas veces ya habían sido anunciados como tal en voz baja o entre bastidores. Obviamente la gente que escuchaba toda la mierda que decía en clase pues era capaz de pescar entre la morralla esa información clave y apuntarla sigilosamente en la libreta, mientras que los demás no. No era cuestión de saber más o saber menos, era cuestión de si uno había estado atento a lo que salía y a lo que no. Por eso sacaban buenas notas en historia gente que luego llegaba a bachillerato y no sabía quién era Hitler, y he visto muchos amigos suspendidos que podrían dar ellos la clase. Las notas creaban la ilusión de una correlación entre hacer caso y aprender, cuando en realidad era entre aparentar ser buen alumno y conseguir que te aprueben trabajos y exámenes. No es un caso aislado ni una profesora especialmente mala, simplemente era tonta y se le notaban todas estas cosas más que a los demás.

Pasaba de todo, ya no seguía la clase, no estudiaba, no hacia los deberes y llegados a ese punto disfrutaba cada punto negativo que se apuntaban en la libreta como una brisa de viento fresco, a la que respondía con risas y sarcasmo junto a mis compañeros. Porque llegaba el examen y después de reclamar puntos que casualmente siempre se le olvidaba contarme, o ejercicios que no había visto, o explicaciones de una página que no se había leído, sacaba ochos, sietes y nueves. Porque el refuerzo negativo tiene sus límites, y el intento tardío y demasiado obvio de aplicarlo y escribir caras tristes en una libreta era una confirmación de que no iba por mal camino.

Éramos crecientemente insoportables a los profesores y alumnos pero intentábamos contribuir a nuestra manera a la comunidad. Un amigo suspendió un examen importante para el que le ayude a estudiar mucho más de lo que yo había estudiado para mí mismo en todo un año y todo el mundo daba por sentado que suspendería. Cuando vi su examen con un número tres escrito encima, él se puso triste y aceptó resignado, pero yo me levanté, dejando mi examen ignorado sobre la mesa e hice algo que esa comunidad de gente que se lleva tan bien pero disfruta del fracaso ajeno porque justifica el suyo propio nunca había visto: reclamé fallos al corregir y respuestas correctas de un examen que no era el mío. Lo mejor no es que tuviese razón, es que nadie se hubiese percatado de la diferencia porque ese tres era una nota previsible para todos menos para mí, que sabía que esta vez mi amigo estaba preparado para el examen de verdad independientemente de sus notas anteriores y de no haber memorizado un estúpido libro de texto.

Salió de la clase con un siete entre los brazos. 


Era solo un examen más, pero para muchos hay una línea de no retorno, un momento en el que tu esfuerzo ha dado fruto después de tanto tiempo pero no ha sido reconocido, un momento en que necesitas una confirmación de que aún eres capaz y te vas para siempre si no la recibes. No si te esfuerzas y convences a otros de que lo haces no pasa nada todo irá bien, no es lo mismo. La cultura del esfuerzo que pretendían defender no es solo valorar el trabajar, sino que este debe dar valor a tu trabajo. Perder un año de tu vida suspendiendo cuando no lo mereces porque todo el mundo está acostumbrado a ello te aparta del sistema para siempre, te llevas a cuestas la relación entre buenas notas e inteligencia para siempre y pasarás la vida creyendo que eres estúpido porque toda relación con el mundo intelectual te recordará únicamente al instituto sitio al que no perteneces. 


Éramos unos cuantos los que hacíamos a nuestra manera. Una curiosa mezcla de gente que aprobaba sin hacer nada, repetidores esperando tener la edad para ir a trabajar, gente que apenas sacaba suficientes pero era capaz de ver el sinsentido y gente con sinceramente mejores cosas que hacer con su tiempo. Algunos se quedaron en esa actitud durante años, haciendo sonar música en móviles escondidos o haciendo pequeñas trastadas. Yo me encontraba habitualmente hablando con Eric López, sentado a mis espaldas, durante un montón de horas al día con la silla de lado, sobre el pro evolution, la vida, y una chica de fuera del instituto a la que llamábamos diecisiete.

Los días transcurrían con normalidad con alguna charla de cuando en cuando con los profesores sobre mi creciente indiferencia. Mi actitud de mínimo esfuerzo era entonces bastante cómoda y no tenía más planes con ella. De cuando en cuando me planteaba que quizás la situación no fuese tan terrible ni la adulteración tan literal, y casi me convencieron de que lo que estaba haciendo era alguna especie de travesura y que pronto, cuando me viese apretado por la siguiente subida de nivel, volvería a mi cauce habitual. Hasta que un día quería preguntar algo sobre váyase usted a saber qué a una profesora, y como había salido un momento de clase la esperé al lado de la puerta y escuché alguien al otro lado comentar en voz no lo suficientemente baja alguna cosa parecida a: 


Es que estos que no estudian y luego me aprueban todos los exámenes parece que se quieran reír de nosotros, yo hago todo lo posible para que suspendan por ejemplo cuando pongo los exámenes intento que sean más… ya sabes.

Sobre la Filosofía - Quima Pastor, tutora de segundo



No llegué a escuchar nada más.






Era exactamente lo que pensaba que ocurría, pero cuando lo escuché aquel día de forma literal no me lo podía creer, y no dije nada porque sabía precisamente que nadie me creería.

Quizás era que nuestra forma de actuar se estaba volviendo popular, supongo que eso y no la rebeldía lo que disparó realmente esas alarmas metafóricas no tan metafóricas por primera vez. De vez en cuando, en alguna asignatura del montón, digamos por ejemplo inglés, preguntaban quien había hecho los deberes y alarmados por la tímida respuesta de unos pocos preguntaban quien no los había hecho. Un ejército de brazos, que se habían ido cambiando de sitio a lo largo del curso, se alzaba en más de la mitad de la clase alrededor de un grupo concreto o hardcore. Un par de reprimendas y discursos institucionales sobre el futuro después, la multitud se disipaba durante los días posteriores, pero nunca desaparecía del todo, porque sencillamente no hacer nada en clase funcionaba, y fuera había cosas mejores que hacer.

Tenía mi vida social en otro lugar. También tenía aquí, no era ni mucho menos ningún marginado, me llevaba más o menos bien con todo el mundo, teníamos un grupito para salir al patio, para hablar entre clases y a veces quedábamos algún fin de semana. Pero por una cosa u otra no la consideraba mi gente, lo que quizás hizo más fácil mi distanciamiento con los valores de ese mundo en su totalidad.

Quedaba con mis amigos en un lugar llamado Montclar. Pertenecientes a recortes de anteriores grupos del colegio, participantes a campeonatos de ping pong y genios en general, nos reuníamos ocasionalmente para jugar a magic y terminamos siendo una familia. Teníamos más o menos la misma edad pero nunca habíamos coincidido en una clase, así que no sabíamos cómo era cada uno dentro de su mundo. Allí, éramos prácticamente otra persona. Hacíamos todo tipo de locuras, salíamos de fiesta mucho antes de siquiera estar cerca de tener para ello edad legal, robábamos en los supermercados, secuestramos unos conejos, cavamos una piscina en el jardín. Una vez jugamos a futbol con una pelota encendida en queroseno. Baloncesto, vóley, Mario Kart, SSBM, ir a skull, Guitar Hero, quedar con grupos de chicas, Warhammer Fantasy; sabíamos lo que nos gustaba, sabíamos quién queríamos ser y descubrimos que éramos buenos en ello. Competíamos entre nosotros en cuanto caía en nuestras manos, y nos proporcionaba aquello que el colegio había fallado durante años en proporcionar, un reto emocionante. Nos mantuvimos activos, mentalmente preparados, y raramente alguna de las formas en que conseguíamos lo que queríamos tenía nada que ver con los viejos patrones aprendidos en las clases.

Durante un tiempo e inevitablemente, uno de nuestros pasatiempos favoritos fue contar trastadas y actos de micro rebeldía que cometíamos de cuando en cuando en clase. Con roger y muñoz en la vanguardia, al principio era para contar alguna buena historia, pero no estas no tardaron en terminarse y se convirtió en un motivo más para hacer de nuevas. No grandes cosas, no prender fuego a la entrada con gasolina como se cuenta la leyenda ocurrió un año antes de que yo entrase en tal instituto, ni cerrar todas las puertas del edificio con silicona porque alguien tenía ganas de no ir a clase ese día. Las nuestras eran tonterías menores, actos que dejaban antever de alguna forma la poca importancia que dábamos a las clases, lo sobrados que íbamos sin los consejos de ningún profesor, sin ofrecer a la postura oficial una oposición directa.

Pero no se quedó en eso.

Cada semana tenía que ir un poco más allá, tenía que haber algo que contar. De cuando en cuando otra gente se nos unía durante estas conversaciones y se reía, o entraba por un tiempo en nuestro juego, nos miraba desde la distancia sin estar muy seguro o simplemente resoplaba con cansancio o superioridad. Éramos bastante pesados. Pero no iba con ellos, tampoco era el objetivo llamar la atención, era una competición con uno mismo con sus propias normas no escritas, ver hasta donde podías llegar sin romperlas, no un intento de ser mejor que otros; una catarsis de algo mayor, una desintoxicación. De alguna forma al principio no era vandalismo en sí, eran acciones que dejaban de alguna forma al descubierto aquello que era ridículo, con lo que no estábamos de acuerdo, o nuestro creciente desapego; todo antes de adoptar nuestra rabia en el caso particular de roger, una forma más puramente destructiva. Andando sobre la línea de lo legal, mas por andar sobre alguna cosa que por interés en el otro lado, de alguna forma buscábamos un conflicto, un castigo fuera de lugar, una exposición del sistema como tal que nos diese la seguridad de tener la razón. Y lo encontrábamos. No éramos niños racionalizando nuestros límites, buscando excusas o manías de profesores o decir tras suspender para sentirte mejor que en realidad no había estudiado. Todos sacábamos buenas notas si así lo queríamos, de hecho era precisamente a lo que nos habíamos dedicado nuestras vidas antes de juntarnos. Había allí algo más que una simple expresión de rebeldía adolescente contra lo establecido. No siempre, pero a veces nos quedábamos hablando de ello más tiempo de lo normal, sin ya velocidad en la voz, en su lugar una profunda indignación. Delante de nuestras casas hasta muy entrada la noche, era porque había algo muy de fondo; aunque no pudiésemos o quisiésemos expresarlo directamente más que con esos pequeños actos. Quizás detrás había la inmensa tarea que intuíamos, que si realmente teníamos razón, íbamos a tener que aprender por nosotros mismos.

Nuestro paso por los centros educativos, conflictivo o no, exponiendo los fallos del sistema o no, terminaría; y sería olvidado tarde o temprano ante la siguiente e imparable avalancha de nuevos jóvenes. Pero para nosotros, una vez conscientes del problema, ya no había marcha atrás ni una segunda oportunidad. No puedes volver sin más a una vida que sabes ya no tiene sentido. Nos quedaba la inmensa tarea de encontrar que hacer realmente con nuestro futuro, delante de lo que deberían ser nuestros referentes, caídos. Convertirlo en una broma fácil y pavoneo era la mejor forma que teníamos de reaccionar ante la situación, quizás la única.

Años más tarde recuperamos el tema, pero la desconexión que habíamos realizado cada uno por nuestra cuenta era ya total, y estábamos orgullosos de nuestra radiante identidad de rebeldes y saboteadores. Sobre la irracionalidad de la rebeldía, no tenía ningún valor por sí misma, no conseguía nada ni su objetivo era cambiar el sistema porque la rebeldía no es una decisión racional de ventajas e inconvenientes; pero teníamos el control. 


The first and only evidence that is supplied me, within the terms of the absurdist experience, is rebellion … Rebellion is born of the spectacle of irrationality, confronted with an unjust and incomprehensible condition.

 The Rebel - Albert Camus



Muñoz, repitiendo curso, me contaba cómo se llevaba los jóvenes estudiantes a tomar cerveza en horas de clase y, antes de ir a baloncesto, quemábamos en el patio del montclar (donde por ese entonces teníamos terminantemente prohibida la entrada) todos los miércoles las hojas de los trabajos, ejercicios, libros enteros que nos mandaban para hacer, y que perfectamente podríamos haber tirado a la papelera pero nos gustaba conservar para nuestro pequeño y pagano ritual.

Cuando volvías al instituto después, ya no del verano, sino de un simple fin de semana en el montclar, aparecías en un mundo en el que ya no formas parte. Eras un fantasma. De repente te ves a ti mismo haciendo las mismas cosas que hacían quienes tomabas por idiotas años atrás y lo peor es que te importa una mierda. Los cantos de sirena anunciando que tercero y cuarto eran muy diferentes a primero y segundo resultaron ser obviamente una farsa más. Los profesores, quienes no se podían estar de expresar su desaprobación, me castigaban o expulsaban de cuando en cuando y yo pasaba el día en una posición que inventé reclinado con la silla al fondo de la clase con dos o tres genios del mundo del espectáculo más. Cada día veía más y más incoherencias, dobles morales y comportamientos sospechosos. El velo había desaparecido y no había dejado una vista muy agradable detrás.

Recuerdo una vez que saqué una media de nueve y pico en tecnología y al entregarme las notas finales comprobé con sorpresa que había suspendido el último trimestre. Me pareció curioso, pero realmente me daba igual, solo quería que me dejasen en paz. Aparentemente, como no entregué la libreta para que le diesen el visto bueno, eso significaba no poder pasar la asignatura y el mismo diálogo de besugos se repitió con diferentes profesores que interrumpieron sus agendas para intentar negociar el rescate de tan enigmática libreta.



- ¿Pero porque no la entregas? 

- No es que no quiera, es que no hay libreta, no existe. 

- Venga va, no te cuesta nada, entrégale lo que sea. 

- Para que se supone que sirve una libreta de la asignatura. 

- Para hacer los ejercicios y con ella poder estudiar para el examen. 

- Pues ya está, tengo un diez en el último examen, qué más da como haya estudiado. 

- Podrías haber copiado. 

- Podría haber copiado con libreta también, y tampoco es que tenga que demostrar que no lo haya hecho, se llama presunción de inocencia. 

- No me líes. Si no entregas la libreta te tiene que suspender, está en los criterios de avaluación. 

- Entonces suspenderé, iré a recuperación, sacaré otro diez y me quedará un cinco de la asignatura, como si alguien le importase en el futuro que nota de tecnología te queda en tercero de eso. 

- Pero venga, ¿qué te cuesta entregar la libreta?



Así durante horas y horas, muchas menos de las que me hubiese llevado crear una desde cero.
















La verdad es que yo no tenía libreta que pudiese llamarse de tecnología. Le pedí dinero a mi madre para material escolar, compré una y me gasté lo demás en algún que otro Ángel de Serra. Usaba esa libreta para todas las asignaturas, con información aleatoria, dibujos, historietas y demás, que era más para adornar que otra cosa. Por aquel entonces, los profesores, y diferentes alumnos también, estaban convencidos de que yo aparentaba no hacer nada para hacerme el rebelde o hacerme notar, ignorando todo el proceso de desencanto que llevaba años gestándose a la vista de todos. También creían en libretas secretas con los ejercicios hechos y demás seres mitológicos, y por supuesto, que yo estudiaba cuando nadie podía verme.

Entonces empezaron a jugar una carta que si bien les sirvió y emplearon en muchas otras ocasiones, les marcó definitivamente como mi enemigo, por muy de buenas que me saludasen por la calle después.

Llamaron a mis padres.

Porque cuando una figura de autoridad no es suficiente para convencer a un alumno de algo, lo mejor es conseguir más. Al final, cedí, arranqué todas las páginas escritas de una libreta antigua y copié de una compañera la resolución de un par de ejercicios de cada tema; la entregué y nunca más nadie la volvió a mencionar.

Nos bajaban deliberadamente las notas, una sustituta que no había visto en mi vida y llevaba una semana intentó que me suspendieran todo un curso el último día de clase, una tarde de verano ya tras los exámenes, por mal comportamiento. Pero tampoco éramos inocentes, a veces hacíamos ruido, nos reíamos de la clase, ese tipo de cosas. Una vez me hice expulsar de educación física porque consideré que habían expulsado injustamente a un compañero y monté una escena al respecto. Me separaron, a la fuerza y a petición popular, de Alex mí entonces compañero de mesa, a quien yo era una muy mala influencia, y pusieron en su lugar a una chica a quien yo le gustaba porque a la tutora la pareció una bonita historia de amor. No la era. El instituto no daba buenas ocasiones para hacer campanas, así que las pocas veces que optábamos por algo así la actividad se limitaba a jugar a las cartas en los lavabos o tomar el sol en los patios interiores infestados de gatos y de ventanas cerradas. Pronto nos dimos cuenta de que era más cómodo hacer esas cosas en clase directamente si podías evitar que te confiscasen la baraja, excepto en las clases de matemáticas, donde prefería apalizar a quien se ofreciese a jugar conmigo al ajedrez.

Recuerdo en especial una de esas ocasiones. Normalmente esperábamos un tiempo prudencial antes de empezar a jugar, pero ese día estaríamos más emocionados y el profesor, uno de los únicos por los que tengo algún tipo de aprecio y respeto real aun a día de hoy, decidió que habíamos cruzado una línea invisible con ello y nos expulsó. Eso nos condujo a una epopeya digna de leyenda alrededor de todo el instituto, porque nos echaron otros expulsados de los superpoblados lavabos. Nos cruzamos con un chico algo oscuro con una sudadera de Héroes del Silencio que siempre me había parecido algo desagradable, también expulsado, que como nosotros había decidido no informar de ello a la sala de guardias y dar una vuelta; y todos juntos escapamos de las garras de la jefe de estudios asegurando a la chica profesora de cicles formatius pertenecer a una clase llamada cuarto-a, a-tron.

Tras múltiples aventuras, Gerard y yo, acorralados, volvimos a clase y nos montamos una historia en la que estábamos muy avergonzados de nuestra conducta y habíamos vuelto a pedir perdón media hora más tarde de ser expulsados. La escena era inaudita, improvisada, sin duda la reacción digna de un genio, y ante la atónita mirada del profesor de matemáticas y la clase entera entramos a salvo y de fondo los pasos de la jefa de estudios retumbando por el pasillo sin salida.


Eran otros tiempos, más sencillos. Todo, aún nuestra rebeldía sin sentido, lo tenía en un mundo tan absurdo.










Había pasado ya el momento en que esperaba algún salvador, alguien de quien aún valorase su aprobación y volver con él a los cauces de una vida a favor de la corriente. 

Alguien, algún profesor, un mecenas, quien sea, que se me apareciese del cielo reconociese mi virtud y mi justa lucha. Una ilusión infantil más para cubrir la verdad. Con algún profesor hablé cuando se puso de moda expulsarme y hablar de mi comportamiento en la sala de estudios, ya tarde pero aún temprano comparados con los demás, un hombre llamado Fede, que había sido mi tutor en primero y había visto de cerca mi evolución resultó impactado por esas noticias que no se correspondían con la imagen que tenía de mí; se podría decir que genuinamente se preocupó aunque no tuviese ninguna obligación para ello y me fue a encontrar. No fue el único, no me estoy refiriendo a ninguna conversación particular porque sinceramente ya no las recuerdo. Pero las intenciones solas no bastaban, yo no buscaba consuelo, buscaba razones y las que me daban eran tan parecidas al discurso típico de los demás y del institucional, que no tenían efecto sobre mí. La conversación era de un nivel muy bajo en parte porque no daba para más y quizás porque yo tampoco era capaz de explicar todo desde su raíz como ahora lo estoy haciendo, la desinformación y el malentendido nos gobernaban. La conclusión siempre era la misma: aunque esté todo mal, como no puedes ni yo puedo hacer nada para cambiarlo porque estamos atados de pies y manos lo mejor es tragar, como nos enseñaron en catequesis.


- no quiero 
- y que propones entonces, listo, como harías tú que funcionase todo

Fue en ese momento en el que descubrí que me correspondía a mí, en ese momento, proponer la siguiente reforma del modelo educativo. No lo hice, porque no tenía una respuesta. Aunque si desde el gobierno me hubiesen avisado con más tiempo y estuviesen dispuestos a financiar a mi equipo de investigación, no tendría ningún problema en ponerme a trabajar.

El nivel de los argumentos era increíble.


se podría hacer perfectamente una prueba de competencias básicas como ya se hacen en algunas partes del país a cierta edad, incluso seguir haciendo un examen de tienes que ser x alto como para pasar de aquí acceso a las universidades; pero no basar en ellos doce años de proceso educativo desde que entras a la escuela primaria. no como objetivo último de todo el proceso de educación. que si quieres puedes centrar alrededor de temas parecidos o incluso poner los mismos nombres a las asignaturas que los diferentes temarios que salen en susodicho examen, aunque sea un desperdicio conceptual. un examen todo en conjunto no como es ahora aunque manteniendo ciertos parecidos; presentado como un culminación de lo que debes ser capaz de aprender, y demostrar esa capacidad aprendida de gestión de recursos, tiempo y propio conocimiento dando un par de meses previos para su preparación.

pero como somos una gran nació de indefensión aprendida, nunca nos vamos a atrever a dar ese paso, ni ningún otro.


gran compendio de cosas que debí decir en su momento - yo mismo



No tenía entonces una alternativa, no tenía una solución como tampoco la tengo ahora, pero uno no tiene por qué tener una alternativa completamente desarrollada a algo para decir que lo que se está haciendo no funciona. uno no necesita tener redactado un nuevo tratado de ginebra para quejarse del hecho de que las emisiones de co va a convertir a la larga su país en un erial desértico, ni saber de derecho internacional para horrorizarse ante millones de refugiados en las fronteras cerradas de europa. Imagínese los políticos saliendo a la calle con los manifestantes y exigiéndoles conocimientos de química avanzada y macro ecologismo, es una trampa del poder pedir a los ciudadanos que sufren las consecuencias de sus políticas un mayor conocimiento en ellas que los que toman las propias decisiones para poder tener derecho a opinar, igual que lo era permitir mis quejas pero no las de mis compañeros porque para hablar primero tenían que sacar buenas notas. Pese a no tener un modelo perfecto, estoy convencido de que se podrían arreglar músicas cosas simplemente siendo consciente de los fallos estructurales del sistema, cambiando la forma en la que yo haría una clase o corrigiendo comportamientos o posturas de los profesores en particular; pero no tengo en la mano una solución magnifica estructural, una solución universal a todos los problemas, entre otras cosas porque no la hay. Porque aún que nos hayan enseñado por repetición que las respuestas siempre están ahí, en el libro del profesor, escritas con fuego en el firmamento a modo de verdad histórica, no siempre es así. Estas tratando de convencerme de que eres el mal menor, pero no creo que te interese ese planteamiento, más cuando estás hablando con alguien que no le temblaría el pulso para mañana mismo, no cerrar, sino abrir las puertas a la vida y a la sociedad de todas las escuelas e institutos del mundo y que dejasen de llamarse así.

Reconozco el campo, al contrario que los profesores, como una compleja mezcla de psicología, aprendizaje, gestión de recursos y comportamiento social que debería ser estudiada y aplicada como tal. No como parches unos encima de otros, y apaños para hacer la educación más parecida a un proceso industrial y la vida más cómoda a los profesores que son después de todo los que se levantan cada día en las trincheras entre más días de vacaciones que de faena para dar clase a esos salvajes.

Los profesores se escudan de los cambios que modifican su modelo de trabajo porque solo ellos conocen las condiciones exactas porque son ellos después de todo quien están en la clase, pero a la vez la opinión de quienes están en ella tampoco vale porque, recordamos los alumnos están, de base, equivocados. Una solución no mágica, requeriría la planificación e implicación durante años no solo de unos profesores titulados en sus respectivos campos, sino la participación de puros pedagogos, educadores sociales, familia, bibliotecarios, psicólogos infantiles, monitores, entrenadores físicos y en última instancia toda una sociedad; y seamos sinceros como sociedad no estamos dispuestos a ello porque no queremos ser responsables del resultado y porque nos convencen de que tenemos alguna otra urgente y política prioridad.

No se trata de tener una alternativa, que estoy segura gente más preparada que yo puede llegar con los años dar con una o quizás hasta buscar en google el modelo de educación nórdico. Bastaría en muchos casos ser conscientes de que un modelo de educación equivale a un modelo de sociedad y ser después sinceros con nosotros mismos. De lo que se trata, es de que nunca, ni aunque fuese falso interés, he entrado en una clase de instituto y alguien me ha preguntado qué es lo que quiero aprender. Hay un vacío cuántico entre el último momento en el que cuentas en la escuela qué quieres ser de mayor a los seis años hasta que cumples dieciocho y tienes que escoger una carrera para el resto de tu vida. 

Eso, para mí, no es el síntoma de una enfermedad que pueda definirse como el mal menor. Si todo lo que tienes que decir al respecto es que no sabes hacerlo mejor, entonces lo que tienes que hacer es hacer un paso al lado y dejar que se encarguen otros.

Entiendo el concepto de atado de pies y manos. No puedes ahora simplemente dar pequeños pasos hacia dónde quieres llegar, es el mismo motivo por el que es cuestionable andar hacia las utopías y por el que mucha gente quita el azul a la bandera por la independencia; a veces en línea recta el norte te aleja de él, porque el mundo es más complejo de lo que parece, y sino que le pregunten a los esquimales y sus estúpidas veinte palabras para definir el color blanco. Un pacífico cambio de modelo no tiene futuro, porque si tu mañana, aunque yo lo haría igualmente, quitas la asistencia obligatoria y no ofreces el trofeo final de un título de graduación, a las dos semanas días cuando la gente se dé cuenta de que no es un sueño no vendrá nadie. Entonces no aprenderán aunque sea ni lo poco que aprenden con vosotros, ni tampoco harán nada que les beneficie ni quieran aprender por ellos mismos; se tumbaran frente al televisor, andarán por las calles y se levantarán al mediodía hasta que harten a sus padres y les manden a trabajos poco cualificados. Sería absurdo, porque es absurdo, pero eso es porque ya llevas diez años haciendo las cosas mal y asociando todo el mundo de buenas intenciones que acabas de abrir como un infierno al que estás obligado. Quizás no tú, pero si al sistema al que representas y bajo el que estás obligado a jugar, profesor.

Habrá quien lo haga, pero yo no defiendo tampoco el haz lo que quieras y ya; porque vas a fracasar como no seas un genio incontenible de los que hay uno cada cien años y las personas somos horribles escogiendo lo que es bueno para nosotros, pero eso no significa que necesitamos como a los ocho años que decidan otros por ti. Necesitas aprender a cómo hacer aquello que quieras, a desarrollar tu propia motivación e ideas, como gestionarlo, como no estancarse y seguir aprendiendo; necesitas un guía, no un dictador ni un supervisor de que hagas lo que dice un libre de texto ni tiene porque ser un genio atemporal, ni la viva representación del éxito porque él no es lo importante. Necesitas también ser capaz llegado el momento de escribir, manejar información, concentrarte y quizás estudiar para pasar unas pruebas, pero no pasarte la vida haciendo ensayos sobre ensayos. Alguien que no necesariamente sepa de aquello que haces más que tu pero te de las herramientas para ayudarte a ti mismo. Todo aquello que deberíais haber estado enseñándonos, y aun no es demasiado tarde pero prefieres sentarte aquí y preguntarte que puedo ya hacer porque no quieres correr el riesgo, porque para ti es un trabajo que no quieres perder pero la mayoría es lo que recordaran de la educación durante toda su vida.

¿Si los dos estamos ligados de pies y manos, quien nos ha atado en primer lugar?


¿Eres tú el que me está intentando convencer ahora de una conspiración, crees que eso no es también lo que quieres aquellos que ponen las normas y tú interpretas a tu favor?







Teníamos que hacer un trabajo por grupos parecido al trabajo de recerca que se entrega después de segundo de bachillerato, así que nos reunimos y tras muchas clases haciendo deliberaciones concluimos que nuestro tema no iba a ser de los preseleccionados sino sobre explosivos, o como lo llamamos, reacciones altamente exotérmicas. Fue la primera vez en la historia del centro que por orden directa del director se vetó un trabajo de recerca por no encajar con los objetivos del centro o alguna payasada por el estilo.

Cuando se nos informó, no atendimos a los razonamientos de la profesora que teníamos asignada como marioneta y nos tiramos más de una hora pidiendo explicaciones a un director viejo y cansado de nosotros. Cabreados y decepcionados, no hicimos nada durante todo el curso hasta la última semana, e invertimos el tiempo de clase en jugar a tonterías por internet y hablar entre nosotros. En uno de esos días, antes siquiera de que todos los grupos estuviesen formados y mucho antes de que nadie se pusiese a trabajar, hicimos una lista completa de todos los alumnos de la clase. Las notas, aunque el trabajo fuese en grupo, eran de corte personal, teniendo en cuenta la estimación de cuanto ha participada cada uno en el escrito final y de la calidad de este. Así que, junto a esa lista de nombres, escribimos del uno al diez las notas que creíamos que sacaría cada una de las personas de la clase antes siquiera de que ellos mismos supiesen qué iban a hacer.

Ninguna de las notas que nos inventamos fue a más de un punto de diferencia al final de curso de las notas reales. Ni una sola. En cuanto a las nuestras, nos sacamos de la manga en el último momento un trabajo finalizado, que los profesores no entendieron ni habían visto en ninguna fase de construcción. Esa famosa estimación personal de trabajo resultado resultó no un trabajo de minuciosa guía y supervisión durante todo el proceso, sino una especie de encuesta, unos papeles en las que nos pedían que valorásemos en multitud de complicados aspectos a nuestros compañeros con una nota y una explicación. Acordamos entre nosotros, responder siempre, en todos los apartados, páginas y páginas de preguntas rellenados con la misma respuesta escrita del mismo modo aunque no tuviese sentido dentro de la pregunta en sí.


- ¿Qué aspecto consideras más importante de vuestro trabajo?
 
- Un diez, porque hemos trabajado en equipo.


Dos de nosotros sacamos un cinco, el que se suponía era un poco más trabajador un seis, y el que era considerado listo y aplicado un ocho, exactamente la nota que habíamos predicho al principio del curso.

Lo realmente preocupante no eran las canalladas o las injusticias ni el trato personal. Era la inacción del resto de la clase, la indefensión aprendida, a la que nos vamos acostumbrando y aceptando como algo normal, el tú no te quejes que igualmente apruebas, la culpa es de los que estudian poco, la culpa es de los que estudian mucho, la culpa es de los inmigrantes ilegales, la culpa de que gane trump es de los que votan terceros partidos, el que nadie se pregunte si no está perdiendo su tiempo, energía y juventud es el verdadera problema. 

Sus críticas, las de los demás alumnos, precisamente las de quien eran más víctimas que nosotros, son las que suenan aún en mi cabeza. Les podría preguntar, aún ahora, y seguramente no recordarán todo el tiempo perdido sino la mayoría de sus profesoras con gran cariño, aquella en particular como una profesora empática, que se preocupaba por ellos y que nosotros solo queríamos molestar, pretender saberlo todo y llamar la atención.


¿Nadie se da cuenta de que las características que se van asociado como resultado del sistema educativo, son exactamente las que uno podría asociar a nuestra realidad política y social?






No sé si es porque la estructura inherente del sistema crea un modelo de persona que luego interactúa en sociedad, o si tenemos este sistema porque queremos una sociedad futura en la que podamos mirarnos al espejo y no sentirnos inferiores ni menos sufridos que nosotros, porque si era verdad después de todo que todo ese trabajo duro fue en vano eso convertiría esos años de sacrificios en años perdidos. 

Tampoco sería justo simplemente ver todo lo que no te gusta del mundo y culpar de ello al sistema y la sociedad, o en nuestro caso, al sistema educativo. No sé si fue antes el huevo o la gallina, pero sería una tontería pensar que no están emparentados. 


Busca los síntomas del estrés (provocados por un cierto ritmo de vida), y los síntomas de la falta de sueño continuada (provocados por ideas absurdas sobre la estandarización horaria) en la jodida Wikipedia, y tendrás una radiografía de los principales problemas de las sociedades modernas occidentales.
yo otra vez, pero en otro lugar



Nos levantábamos a una hora que es un crimen fisiológico despertar a cualquier mente adolescente, la mayoría sufrían por la acumulación de trabajo estrés y tensión ante la constante amenaza de exámenes para mantener el control. Nosotros, los chicos del fondo de la clase, pasábamos de seis o siete horas al día de tortura intelectual diaria en unos lugares que odiábamos y a los que solo íbamos porque no teníamos realmente ningún otro sitio adonde ir. Un atisbo de responsabilidad y de deber con los padres, junto la esperanza de un mañana mejor, nos hacía continuar a unos y por la misma razón dejar la educación y todo lo que para ellos significaba a otros. 

Nuestra pequeña revolución, que nos empezaba a pasar facturas tanto personales como académicas, solo servía para molestar un poco a nuestros carceleros de vez en cuando y ponerlos más en nuestra contra. No tenía ningún sentido, pero nos daba una identidad.


Ahora sí que te entiendo, el problema es que no te gustan las asignaturas, pero no sufras, ahora cuando termines el curso podrás escoger el tipo de bachillerato y estudiar por fin lo que te gusta.


La que nos espera.





Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End






la deseducacion, independent thought alarm
the decay of western civilization /?
random local guys




La (des)educación

Reedición



Conservo recuerdo de trabajos y redacciones increíbles llevarse malas notas por no seguir la narración lineal de introducción-nudo-desenlace. Dios te regaló en su eterna sabiduría un teclado y un fondo en blanco, y tu la has jodido confundiendo cosas que han hecho otros con normas inquebrantables para el resto del futuro de la humanidad. Nueves y dieces en escritos perfectamente presentados pero sin absolutamente nada que decir. Trabajos suspendidos por ser a mano en vez de a ordenador aunque nadie hubiese pedido una cosa ni la otra, textos argumentativos cuyo argumento ya no vale la pena ni considerar porque se ha usado una estructura propicia de uno explicativo. Gente con muchísima imaginación tan encorsetada en las formas artísticas oficiales que acaban por asfixiarse en ellas porque nadie les dice que lo realmente importante es tener algo que decir y no aprender la solución de los poemas románticos como si fuese un problema de física. No estoy diciendo que no necesitemos una base de conocimiento de todas las materias para poder situar todo aquello que aprendamos en un futuro, pero ¿cómo eso justifica el aprender a hacer raíces cuadradas manualmente? ¿qué sentido tiene aprender a hacer ciertas figuras geométricas con lápiz y compás? ¿qué sentido tiene aplicar exactamente los mismos métodos en materias que de forma evidente requieren distinto enfoque y preparación?

Al final, como siempre, la enseñanza se queda en las formas, y como has entrenado a los alumnos a buscar con una linterna una respuesta correcta absoluta, de absolutismos y respuestas correctas es de lo único que van a entender. Como el método es de múltiple uso, lo vas a gastar y desgastar hasta que ya no tenga ningún efecto más que el rechazo y la uniformidad del contenido.

¿Quieres dibujar? ¡Dibuja! ¿Quieres hacer cine? Compra una cámara de veinte euros por ebay y graba, ¡maldito! ¿Músico? Consigue una guitarra, una tabla de mezclas, lo que sea; escucha, aprende, escribe e interpreta música como si no hubiese mañana. ¿Qué estas esperando? No a cuando acabes tu educación, porque ésta es tu educación. ¿No sabes por dónde empezar?


recurso: google



Aprende a tomar decisiones y a vivir con ellas. No te despiertes un día a los treinta con la sensación de que han decidido la vida por ti, y tengas entonces que empezar a hacer viajes espirituales o cocinar meta para redimir tu alma. Las formas empaquetadas y servidas en forma de asignaturas aisladas nos hacen creer que hay un curso para todo, que el conocimiento viene en paquetes individuales. Que la educación es algo que se puede terminar. Un cursillo con normas y profesores que seguir, y que sin poner nada de tu ser en riesgo ni hacer nada a ciegas, te van a enseñar a ser aquello que quieres ser. En clase de música se da historia de la música, en dibujo, dibujo técnico, en física, historia de la física. ¿Quieres hacer cine? Usted debe guardar la cámara, atender a clase, y ya si eso cuando sea abogado y tenga hijos podrá hacer todo el cine que quiera.

No hagáis bachillerato.







Parte V

The Times They Are A-Changing


Hacía ya muchos años, desde que cayó a mis manos un libro de divulgación científica entre los de filosofía y literatura fantástica, había decidido que iba a ir a la universidad a estudiar física. No sabría explicar exactamente porque, es decir, me atraía el tema y la visión que me ofrecía del universo no tenía nada con lo que se pudiese comparar, era una decisión de uno debe hacer la carrera que le gusta y no para acceder a un trabajo. Pero en esos momentos no te gusta una carrera; nunca la has cursado y las asignaturas equivalentes no tienen nada que ver, lo que te seduce es el conocimiento y la identificación con una figura, con una idea de ti mismo. Las mismas artes y literatura, también constituían mis intereses pero no existía esa identificación, y una vez me decidí era muy cómodo ideológicamente mantener mi decisión contra viento y marea. Además tenía la ventaja respecto a otros que no sabían lo que tenían que estudiar y por lo tanto no tenían ningún objetivo en cuanto a nota que yo si sabía que física era una carrera bastante olvidada, ya sea por asociada a las matemáticas, a ciencias demasiado puras o asociada incorrectamente a la genialidad; así que no necesitaba más que aprobar con un cinco para acceder. En realidad lo que necesitaba era acceder a las pruebas de acceso a la universidad, y no el bachillerato en sí, pero no existe una opción para ir directamente y no consideré las alternativas porque nunca constituyeron a mis ojos alternativas reales. 

Si fuesen realmente sinceros cuando dicen que la secundaria postobligatoria es imprescindible, no solo para la universidad sino también para aprobar la selectividad, dejarían que te presentases por tu cuenta a tu propio riesgo, pero como no lo son, tenía que gastar dos años en un trámite para ir. Porque si lo hiciesen la gente pagaría cursos privados de unos pocos meses en vez de veinticuatro y se presentarían en la universidad con dieciséis años.

El instituto era pues a la vez mi enemigo y el vehículo más rápido disponible para llegar. Tampoco tenía plan b, no tenía una pasión romántica en la vida que seguir a ciegas imprudentemente contra la voluntad de los padres pero que las expectativas me arruinaron; uno podría decir que lo más parecido a ello era precisamente el ir a la universidad. No tenía una fuera de esos muros, quizás porque tampoco la había buscado o había relegado a aficiones todo lo que no me parecía serio o no tenía salidas profesionales como genio atemporal. Buscad esa pasión, aunque no sea eterna, aunque no tenga salidas visibles, huid del instituto y no miréis atrás.

Hacer bachillerato ha sido, con diferencia, la peor decisión de mi vida.

No solo la cadena de suceso o decisiones que empezaron allí pero terminaron en otro lugar; la propia estancia en sí. En ese momento ni siquiera lo vi venir, ni lo viví como una elección; era el camino lógico, el siguiente paso que estaba en la lista de cosas que iban a ocurrir desde que alguien decidió a los cuatro o cinco años que yo era un chico listo. Tiré una moneda al aire durante un concierto de hardcore y escogí física sobre matemáticas días antes de la selectividad y los demás detalles no importan; me apunté sin dudar al bachiller científico con la que todo el mundo me asociaba desde pequeño porque simplemente se me daban bien lo que en ese momento yo creía que eran matemáticas. También lo escogí porque quería huir de todo aquello que tuviese que ver con formalismos innecesarios, memorizar fechas y todo cuanto yo creía pertenecía al mundo del social y el humanístico, y por supuesto tambíen huir del abrir chakras y fumar THC que entienden hoy en día como estudiar artes. 

Me presenté, otra vez, delante de las puertas del mismo instituto. Al fin y al cabo, se suponía que ahora iba a ser diferente, pues como se habían hartado de insistirme, ahora no tendría motivo para quejarme porque finalmente haría lo que me gustaba, y si no, me podía ir.

Aún me pregunto como pude ser tan estúpido.

Me pregunto qué sentido tiene que un profesor te diga que si quieres te puedes ir de clase cuando legalmente no puedes abandonar el edificio y salir por la puerta al pasillo sin permiso significa una falta de asistencia, conducta contraria y llamada a tus superiores. Si dijesen la verdad, dejarían que la asistencia fuese realmente opcional pero altamente recomendada; que fuese el peso de perder una sesión y no el castigo por ese hecho lo que importara. Pero si lo hiciesen la gente no iría, no se sentiría desplazada por faltar, se comunicaría entre ella, seguiría aprobando y ello demostraría la global inutilidad.

Ciertamente había habido un filtro intenso, pues mucha gente que había abandonado los estudios después de esos magníficos cuatro años. Pero ese no fue un gran cambio para mí, pues éramos prácticamente los mismos en clase que durante los primeros años de secundaria, pues en un gran alarde de igualdad de oportunidades, sensibilidad social y ominosa creatividad en el campo de la ingeniería social, nos agruparon al llegar con doce años en cuatro o cinco clases separadas por niveles o por conflictividad. Solo un par de personas de las clases inferiores llegaron a selectividad y la de las clases superiores restamos prácticamente intactas. Para que luego digan que la segregación es cosa del pasado. La separación de clases sociales conseguida entre colegios de pago y públicos ya existe de por sí, pero no termina allí; una clase en la educación publica, ya por definición, es una separación por edades, por gente que no repite, por localización y, ahora también por nivel de vida. Total, una frontera más no va a ser la gran diferencia.

La idea era crear un elo hell de alumnos conflictivos y que se despedazasen en unos contemporáneos juegos del hambre y así no molestasen a los alumnos de verdad. Lo que no conseguía ese sistema era que nosotros los superlistos fuésemos mas rápido, pero en cambio hacía muy bien la faena de reforzar los roles de conducta de las clases inferiores, quienes al principio se metían con nosotros en el patio y más tarde solo me encontraba de cuando en cuando en la sala de expulsados, haciendo cuadernos de colorear para niños.


(sin comentarios)


La primera enorme decepción me la llevé cuando comprobé que, de las llamadas horas de asignaturas optativas, matemáticas eran obligatorias y solo había dos posibilidades pues era obvio que iba a necesitar Física. Ni siquiera eran asignaturas optativas, eran las asignaturas troncales de diferentes modalidades de bachillerato, al que te cambiaban el nombre de científico a tecnológico si escogías unas u otras. No me había molestado tampoco a informarme al respecto, así que no sé exactamente que me esperaba, desde luego no un papel en el que vas a estudiar lo que quieras de ahora en adelante significaba escoger entre Biología y Dibujo Técnico. Cuando terminé de decidir, descubrí también que las clases eran puras estructuras fijas en las que no nos teníamos ni que levantar para ir de clase en clase porque total todo el mundo de cada una de los dos tipos de bachiller hacia prácticamente lo mismo. Mi horario, que nunca llegué a imprimir ni apuntar, tenía exactamente el mismo aspecto que durante los años anteriores, con prácticamente los mismos profesores pero sin historia y en su lugar algo llamado ciencias del món contemporani. Por lo demás, inglés, catalán, castellano, historia de la filosofía (que en realidad es historia de unos señores que alguien catalogó como filósofos), educación física y demás.

Realmente, no sé qué me esperaba.

No entiendo esa división conceptual entre ciencias, letras y artes. La encuentro tendenciosa, absurda para cualquiera que se adentre cualquiera de las tres. ¿Sale de ahí la creencia de que los científicos tienen la mente cerrada, que para hacer ciencia no hace falta imaginación ni creatividad? ¿Son las carreras de letras un mecanismo de escape para la gente a quien le llevan enseñando reglas mnemotécnicas y cálculo bajo la bandera de las matemáticas? ¿Es la rigurosidad, la exactitud y el trabajo duro algo ajeno al mundo del arte? Si las asignaturas cometen el pecado de presentar el mundo en diferentes apartados sin conexión, esto me parece ya otro nivel. Pero sigamos adelante, no habíamos ni acabado de empezar que me llevé una sorpresa nostálgica, y es que me topé con un discurso que ya me era familiar.

Todos y cada uno de los profesores, a quien previamente habíamos tenido y ya nos asociaban a un cierto papel, destinaron sus primeras horas de clase a un discurso increíblemente aburrido sobre qué primero de bachillerato no tenía nada que ver con la eso y que a partir de ahora, y en segundo muchísimo mas, nos íbamos a tener que esforzar de verdad.

Estábamos tan obviamente en quinto de secundaria que durante el primer día no podían hablar de nada más. Si no lo hubiese sido, nadie se habría sentido con la necesidad de explicarlo. ¿No es lo mismo que dijeron, ese discurso de que viene el lobo, cuando en primaria pasamos a quinto y sexto porque la eso iba a ser importante? ¿Cuándo en primero y segundo teníamos que pasar a tercero y cuarto? ¿Cuándo en tercero y cuarto, si queríamos seguir estudiando, teníamos que pasar a bachillerato?






Ahora hay que trabajar mucho porque el lobo nos espera en forma de un terrible examen de selectividad para el que, para vuestra suerte, nosotros os vamos a preparar. Menudo monopolio, ¿no podría yo presentarme a tal examen sin necesidad de pasar por aquí? No. Entonces no es que el bachillerato sea algo útil a tal efecto, sino que lo haces obligatorio para el acceso a la universidad; carece de objetivos propios porque no los necesita, porque sigue siendo obligatorio para acceder al mismo examen así que por decreto siempre será relevante. Se parece a sacarse el carnet de conducir, donde lo importante no es tanto saber conducir para acceder al examen, sino pagar todas las tasas de la autoescuela antes de pasar al siguiente nivel. Pasar por el aro.

Escuchaba discurso tras discurso y el cansancio se acumulaba en mis párpados. 

No hay ni uno que diga ahora. - pensé con tristeza. 

No hay ni uno que diga, lo que os voy a enseñar es importante y la selectividad la podéis pasar sin problemas si estudiáis un poco para preparar su temario un mes atrás; aquí tenemos dos años de tiempo y los vamos a aprovechar. No nada de eso; caras largas, voces pesadas, cansancio y falta de pasión. No lo dicen porque tampoco nadie les creería. Decidí esperar unas semanas antes de decidir mi postura oficial, me senté en medio de la clase como los demás, hice algún ejercicio y escuché en clase esperando el tan aclamado salto de nivel.

De verdad que yo era realmente estúpido.

Libretas de cierta forma y color obligadas a comprar para cada asignatura, desfiles de nuevos profesores amargados en más creativas formas, un discurso de la nueva jefa de estudios de bachillerato. Ciencias del món contemporani resultó ser un nombre en clave para cultura general con cosas que remotamente tienen a ver con la ciencia. En pleno bachillerato científico nos faltó por un pelo dar plástica e historia de la música clásica. 

Incluso las asignaturas propias del científico, las que en principio me podían interesar y por las que había escogido aquella modalidad, tenían un alarmante bajo ritmo y nivel, adaptándose a quien no las podían seguir. La anunciada subida de dificultad, que en la eso fue un aumento en cantidad de contenido, era ahora, no solo en las ciencias puras sino también en las letras suplantada por una carrera conceptual. Me explico, unos temas deben conocerse en profundidad y hasta alguien diría con automatismos para acceder a los siguientes; uno debe comprender las bases del movimiento lineal para comprender el tiro parabólico, eso es cierto. Quizás no entrenar constantemente la técnica, pero tener en ella conocimiento de lo que se habla y cierta fluidez; alguien dirá que a veces en la técnica es como se comprende realmente o donde reside el significado o necesidad del siguiente paso, pero le aseguro que no en el nivel de secundaria. Pero todo ese hecho, de necesidad de conocimientos previos a la explicación de los siguientes, lleva siendo abusada años como excusa para justificar aprender cosas de dudosa utilidad, así que lo que se hace tanto en esas asignaturas como en las ciencias sociales en un intento de parecerse a ellas y ganar credibilidad, participar de una progresión infinita de conceptos y tecnicismos innecesarios que, por diseño y no necesidad, requieren de los anteriores para ponerte a jugar. Así, se auto cumple la predicción de futura necesidad, se da una apariencia de nivel o competencia y se deja de lado la comprensión en profundidad y relación con la realidad de lo que se estudia.

De ese modo, tienes alumnos capaces de resolver problemas complejos sobre relatividad pero dejas de poner preguntas teóricas porque no tienen ni idea de lo que están haciendo.

Mi actitud pronto volvió a los cauces de los años pasados, pero esta vez no se detendría allí sino que iría más allá de lo que cuatro años atrás hubiese podido imaginar. Aquello era quinto de la eso, había sido estafado.

En segundo de eso dejé de hacer deberes para siempre y en tercero dejé de pretender que los hacía. En cuarto ya apenas prendía atención en clase, en teoría mi gran arma para aprobar, y en el bachillerato la situación quería de otro paso y no solo no me molestaba en ocultar lo anterior sino que fui más allá y traté por todos los medios dejar de escuchar. Durante años mi sensación era de estar perdiendo el tiempo siete horas al día y que a nadie le importase, pero mis padres solo decían tienes que ir, así que iba pero ya que estaba las iba a perder de verdad, exponerlo como tal, y dejar claro que si aprobaba no era porque aunque no hiciese la faena escuchaba las útiles lecciones de los profesores. En el fondo, era algo que llevaba haciendo año tras año, pero lo que molestó fue que no me molestase en disimular. No quería escuchar porque no quería que mi cerebro distraído captase esas palabras, esos profesores, esa forma de ser; y sin darse cuenta los adoptase para sí, como suyas. No quería ver a esa gente como modelos de conducta, no quería escuchar sobre sus vidas, no quería que el sistema entrase en mi cabeza. Yo en esa época, al igual que Cristian, estaba algo obsesionado al respecto; y aún a día de hoy me guardo mucho de lo que leo o de lo que miro, porque sé que nuestro cerebro no separa realidad y ficción, y la simple pantomima de poner a alguien de pie y hablando y otros escuchando es para él como si aceptases en la realidad esa posición.

Dejé de escuchar, dejé totalmente de prestar atención. Para mi nada tenía sentido ya, la sensación de perder el tiempo era muy antigua como para que ningún intento de empatía conmigo funcionase ya. Eso causó sorpresa y controversia desde un principio. Al principio era también una suerte de protesta silenciosa, nos sentábamos y no hacíamos nada; mirábamos al infinito en silencio. Pero nos estábamos volviendo un poco mayores para juegos, así que terminó siendo algo que hacíamos para nosotros mismos. A la clase ya no le importábamos y se fue dividiendo, al final solo dos de todos los que criticábamos la situación permanecimos en esa posición: yo, y el chico raro que nos encontramos haciendo campana el año pasado, David Román.

Pronto nos dimos cuenta de que el curso se nos iba a hacer muy pero que muy largo, había que hacer algo para hacer pasar el tiempo. Pedimos un cambio temporal y reversible de modalidad de bachillerato porque total, si solo tienes una oportunidad para cambiarte, ¿cómo vas a saber que te gusta el sitio donde vas? En realidad solo queríamos pasar el rato en algún sitio diferente durante una semana, y funcionó para ese propósito bastante bien. Pasábamos largos minutos entre clase y clase en el pasillo hasta que finalmente por obligación nos hacían entrar, dos distanciamos esta vez físicamente del resto de la clase, aunque no mucho, para poder estar más cerca de la ventana. Hacíamos alguna campana, nos expulsaban a veces y así pasaban los primeros meses. No eran tiempos tan malos, no proveníamos del mismo lugar, él nunca pasó por todo ese proceso de idealización, desencanto y rebeldía; simplemente era así. Cuando te llevas mejor con alguien no es cuando coincidís para compartir vuestros gustos o aficiones, sino cuando ambos os encontráis en un lugar en el que no queréis estar.

Recuerdo uno de los profesores nuevos al que le resultó muy llamativa mi actitud. Él no me conocía y no sabía que llegado el momento igualmente iba a aprobar, así que no entendía nada. Creía que lo hacía para hacerme el listo y me llamaba a salir a la pizarra.



- ¿Ves? Tienes que mirar el libro, eso significa que no lo sabes hacer.



- El libro está allí, está para usarlo.



- Pero en un examen no lo vas a poder utilizar.



- ¿Insinúa que lo que enseña solo sirve para hacer exámenes?



- No entiendo porque vas de que lo sabes todo si no puedes hacer los ejercicios más simples.



- Nunca he dicho que lo sepa todo, pero lo que si se es que media hora antes del examen voy a coger ese mismo libro y aprender todo lo que tenga que aprender para sacar un cinco.





No era un genio ni sabía más que los profesores ni que los demás alumnos. No era ningún mago, no podía saber una fórmula de termodinámica sin abrir un libro de texto solo contemplando las constelaciones. Años anteriores podía dar la sensación de ser algo así, ya me sabía todo un tema antes de que ellos lo tocasen en clase, pero eso solo ocurría ahora en clase de cultura general. Mi método era darlo todo en los exámenes, aprovechar la gran capacidad de concentración que desarrollé jugando a ajedrez de pequeño, ir sin miedo ni estrés porque aprendí a suspender, a pensar en situaciones límite y a gestionar la información. Mi método era leer el tema una hora antes del examen y no solo memorizar si no tratar de comprender la información, intentarla comprender en su elemento más básico y deducir a partir de la raíz aquello de lo que no me lograse acordar. No podían estrechar más el cerco, no podían hacer las materias mas difíciles de memorizar o con mas contenido porque eso era exactamente lo que hacía todo el mundo ni tampoco podían prohibirme pensar en sus exámenes aunque que para ellos no fuese el momento ni el lugar para algo así.

La memoria nunca ha sido en mi nada espectacular, tengo problemas recordando nombres y números de teléfono hasta después de años de marcarlos, pero es que tampoco era tan necesaria. La gente se queja siempre de las horas y extensos temarios que tienen que estudiar pero nunca he visto a nadie hacerlo con el grado de intensidad que yo considero realmente estudiar; sin distracciones, sin hacer nada más ni contestar al móvil ni pensar en nada, veinte minutos, pausa, veinte minutos. Que fuese listo podía explicar cierto éxito, pero yo nunca he sido listo nivel deducir el campo eléctrico de un cilindro sin saber newton - listo. No era ninguna fórmula secreta, solo aprovechar cualidades que ya poseía o había entrenado a lo largo de los años compitiendo con mis amigos o jugando al ordenador en vez de matarme a utilizar los mismos patrones para resolver problemas y ejercicios una y otra vez.

Si cada vez que suspendes algo, la solución es estudiar una hora más, nunca vas a optimizar el estudiar ni tu propio proceso de pensamiento. El tiempo es un factor. Esa chispa de velocidad, ese estado de agudeza, punto de lucidez, es algo que las clases no te van a enseñar y algo a lo que no puedes renunciar. Algo que sobre todo cuando eres joven debes cuidar y aprovechar porque a los veinticuatro empiezas a perder si no usas y ya nunca vuelve.

Kostopoulos, no aprendió la lección ni entendió que no quisiese participar en su clase y me llamó una vez más a salir días después. Me avisó con tiempo, para que yo tuviese tiempo a hacer los problemas que nos había dado. Era una ficha llamativa, no tenía nada más que hacer en aquel momento (a veces me cansaba u olvidaba en casa la música o los libros) así que me animé. Había unas conversiones entre cantidades molares en una cuadrícula que casi me llevaron a cometer a un sutil error pero aparte de eso, resolví con bastante solvencia. Nos resaltó la importancia de hacer los ejercicios para saber hacerlos y también para corregirlos y con las respuestas luego poder estudiar. Hice un problema, corrigió un detalle que estaba mal pero él pareció contento, yo estaba contento, todo el mundo contento; pero luego corrigió la cuadrícula con otro alumno y cuando vi el mismo error en el que yo casi había caído ocurrió algo impactante para los presentes. Levanté la mano. Comenté el error. Toda la clase disentía conmigo y el profesor también. Me levanté y empecé a discutir. Él terminó diciendo que yo no era capaz de admitir que había cometido un error, que no era nadie y que volviese a mi sitio, y escuché a mis compañeros comentaron como yo solo quería hacerme notar.

Como una furia volví a mi sitio y arrebaté un folio en blanco a quien tenía delante de mi pupitre. En él, expliqué con todo lujo de detalle cómo, porque y donde se había equivocado y cuál era la forma correcta de llegar al resultado final, el cual era el único que tenía sentido físico, algo que era fácil de comprobar. Se le entregué, minutos más tarde con una clase que ya había pasado página y estaba en silencio haciendo otra cosa. Esperé junto a su pupitre. Con sus flamantes y perfectamente ejercicios corregidos para poder luego estudiar, la multitud no prestaba ya mucha atención y hablaba de sus cosas contenta de tener una excusa para no tener que fingir que la química les importaba muy poco. Finalmente levantó el profesor la vista y me admitió que sí, de que yo tenía razón y él había cometido un error, me devolvió el papel y luego, se hizo el silencio entre nosotros dos.


- ¿Y bien?



- ¿Y bien? - me contestó, algo pálido pero con cara de no saber de qué le hablaba



- ¿Después de esta escena no vas a reconocer que al final la respuesta correcta era la mía?



- No es el momento.






Ya lo creo yo que no era el momento. 

Hice una bola con el papel y lo tiré en la papelera más cercana sin dejar de mirar aquel profesor. El ejercicio nunca salió en un examen y pasé de sus clases durante el resto del curso. Eso provocó que llamase a mis padres porque me ponía a dormir en todas sus horas. Me molestó enormemente, le dije que si tenía algún problema lo podía hablar directamente conmigo, seguí durmiendo y aprobé la asignatura con un cinco para nunca más volver a saber de él.

Me dieron una razón para hacer lo que hacía, una motivación. No se trataba ya nunca más de ser listo o tonto, de conocer o no conocer, se trataba de demostrar que ellos estaban equivocados y yo tenía razón, de que su método y su copiar los enunciados en la libreta y todo lo que simbolizaban no era nada comparado con un hombre y su mente enfrentados en un papel. Me volví más cercano a David, quien hacía más años que yo que seguía el sendero de la indiferencia rebelde nuestro odio mutuo a aquel lugar me llevó a parecerme más a él, que él a mí. Hasta Gerard, que era un año mayor que yo y me había conocido en baloncesto como a un chico reservado y obediente, se sorprendía ahora de mi comportamiento. Aunque ya no en su equipo, seguía siendo obediente y de trabajo duro en baloncesto, no había perdido la capacidad de serlo sino aprendido a escoger cuando y porque. En el fondo ya no estábamos siempre en silencio, sino que dormíamos la primera o segunda hora y luego nos enzarzábamos en fieros debates encendidos por algún simple comentario u observación, que duraban horas y tenían que ser a menudo apagados desde el otro extremo de la clase. De cuando en cuando, sobre todo al principio, daba la casualidad de que estábamos hablando de algo relacionado o de la misma asignatura en la que estábamos; incluso cuando aún no estábamos marginados al fondo del todo eso ocurría con la participación de más alumnos, pero ni en un momento ni en otro a los profesores les importó la diferencia y solo querían hacernos callar.


- Porque estáis hablando, deberíais empezar a hacer los deberes.


No nos conocíamos realmente, conocíamos nuestra versión personal de estar sentados tras un pupitre, éramos otras personas fuera de allí y dio la casualidad que los cuatro nos caímos bien así que las personalidades propias se fueron mezclando entre sí.

Dibujábamos, o más bien dicho él dibujaba y yo hacía garabatos imitando los suyos, jugábamos a consolas portátiles, leíamos mangas absurdos propiedad de Roger y nos tenían que llamar la atención para parar de reír, escribimos una historia por turnos que perdí hace ya tiempo junto al dibujo de una escena de Nausica que me inventé en las clases en las que nos separaban, desarrollé un código no bilineal increíblemente impráctico de usar y clasificamos con un complejo sistema de seis características independientes o variables a las chicas de la clase de más a menos guapa. Ambos habíamos pasado ya la época del punk rock adolescente, y aunque en rebeldía, no estábamos particularmente enfadados. Héroes del Silencio, Tolkien y Pink Floyd. Leía el mismo libro de Nietzsche desde la primaria sin lograr aún entender nada, y él leía libros y cartas de amor que le mandaba su novia Jess, con quien también acabé teniendo muy buena relación. Fuera del instituto yo seguía con los chicos del Montclar y los del baloncesto, pues no por algo que no me gustaba había cambiado ser una joven promesa del ajedrez por un eterno suplente en el banquillo de un equipo de una ciudad menor. Pero pese a tener vidas separadas fuera a veces nos íbamos juntos de aventuras por el mundo junto a cantidades ingentes de cerveza; eran épocas de campings, de lúa, de dormir en un campo de zanahorias y de conciertos perdidos de la mano de dios.

Era como estar en otra dimensión, cuando pasamos a ser los outliners oficiales, de golpe comprendí como se sentían aquellos cuyo rol era el de liante en los primeros años de instituto; las normas no se te aplican de la misma forma, a la vez tienes privilegios porque a nadie le importa ya que no cumplas tu papel de listo y también dejas de tenerlos porque de alguna forma no quieren que tu forma de actuar se vuelva popular como nos ocurrió años atrás cuando los pasotas éramos la primera fuerza política. Así que al final les resulta más cómodo aceptar tu posición como en caso singular de un par de chicos muy listos en vez de reconocer el fallo generalizado del sistema. No eres libre, pero tienes cierta libertad.

Llegábamos cinco, diez, quince minutos tarde a cada clase, no traíamos libros y pedíamos uno para estudiar la hora antes si había examen, no nos daba pudor alguno suspender porque sabíamos que luego íbamos a ir a recuperación igualmente. Me leí tres sombreros de copa en menos de una hora y saqué la mejor nota de la clase la hora siguiente. Aún a día de hoy no tengo ni idea de que iba el libro. El primer día que saqué un cero fue porque sabía que igualmente la media no me daba para nada y prefería aprovechar la hora para leer un inmenso libro de psicología que llevaba esos días a todas partes. Entregué ese examen sin escribir nada y no fue hasta que me lo devolvieron en blanco con un cero pintado en color rojo que no me di cuenta de lo lejos que había llegado comparado con el chico llorando en clase de castellano y lo poco sinceramente poco que me importaba ahora todo aquello que tanto me hubiese afectado en el pasado.

Salíamos de clase exactamente cuando sonaba el timbre, independientemente de las instrucciones directas del profesor para contener la avalancha de gente que quiere salir a la hora aún al estar a media explicación. Nosotros salíamos y los demás se quedaban dentro. Prácticamente, terminó habiendo una hora aceptable de entrada y salida para nosotros y una diferente para los demás.

No hacíamos totalmente lo que queríamos, hacíamos lo que considerábamos justo pero la posición de nuestra ética, normalmente egoísta e individualista, dejaba a veces en duda a la considerada convencional.

Como ejemplo, durante casi todo primero tuvimos una simpática pero irrelevante profesora de filosofía a quien en teoría a todo el mundo caía bien y hacía la pelota. Llegó el día del examen importante y la hora antes nos enteramos de que alguien había robado las respuestas y se podía ver desde nuestro grupo de Facebook de la clase. Nos las ofrecieron en bandeja de plata. Nosotros, completamente ajenos hasta el momento, ya nos habíamos leído el tema correspondiente al examen y decidimos que perdería toda la gracia saber las respuestas, pues después de todo hacer un examen era más entretenido que dar clase e igualmente nos daba pereza aprendernos las soluciones de memoria. No fue una decisión moral, tampoco os equivoquéis, éramos insumisos, no ángeles. Saqué creo que un seis y similar nota le tocó a David. La media de la clase fue un nueve con cinco.

El tongo era obvio. Era demasiado increíble, demasiado sospechoso y además el grupo de Facebook resultó ser público y un profesor del mismo departamento lo vio. Gran escándalo, la reputación de mediocres estudiantes destruida, alumnos llorando, una profesora adulta emocionalmente devastada por la confianza traicionada y discursos del director y jefe de estudios diciendo que nos debería caer la cara de vergüenza. No dijimos nada, pero cuando anunciaron que para nuestra suerte no nos iban a hacer suspender a todos directamente sino que sólo iban a repetir el examen, estallamos en protestas sobre la silenciosa multitud, y nos negamos a repetir examen alguno aún bajo la explicita amenaza de suspender todo el curso si nos negábamos. Se repitió el examen y luego le hicieron como una ceremonia de perdón con regalos y firmas y fotos con toda la clase, menos con nosotros, quien nos habíamos negado a poner dos euro para comprar un pastel y las rosas.

Era surrealista.

Finalmente vieron que era imposible que hubiésemos hecho trampas porque nuestras respuestas en las pruebas eran, cuanto menos, insólitas. Así mientras los demás hacían el examen, nosotros nos fuimos a jugar a hándbol al patio trasero por donde todos los profesores pasan continuamente y descubrimos que aún sin saber nada de lo ocurrido nadie nos decía nada ni preguntaba qué hacíamos allí. Meses y meses haciendo campanas ocasionales en sucios lavabos y temiendo las rondas de guardia (si, como en las prisiones) por los pasillos y sanitarios, descubrimos que el mejor sitio para saltarte clase era debajo de sus narices, siempre bajo la apariencia de tener un motivo por el que estar en aquel lugar. La realidad era dura, veías a los que habían sido tus amigos como ganado, ese mundo cerrado te oprimía la mente y me sentía siempre cansado, lento e incómodo bajo la luz de los fluorescentes. Pasar fuera del edificio, ya no digo una hora sino aunque fuesen cinco minutos, te devolvía la sonrisa y la cordura. El chollo duró unas pocas semanas, porque abusamos de él y porque no éramos perfectos ni nada disimulados y pronto volvimos a hacer el gamba en clase; pero fue casi un mes de saltarnos estupideces, de respirar, hacer el imbécil, poder estirar las piernas y respirar el aire limpio que no conseguía entrar en las clases porque con las ventanas abiertas había demasiado ruido.





(representación gráfica)



Siempre me ha parecido curioso como hay profesores que aunque los hayas tenido durante años ni siquiera recuerdas. Eran como los NPCs de los videojuegos, seres con un dialogo preestablecido y con una función particular. Tuve durante todo un año una profesora de historia joven y bien preparada y todo cuanto de ella puedo recordar es una guardia que nos hizo en tecnología, en la que por alguna razón nos pusimos con ella a conversar y Gerard le dijo en toda la cara que, para él, ser un profesor de secundaria era ser un fracasado.

Algunos profesores se asustaban o se sorprendían al ver que no tenías ningún rastro de frente a ellos sentimiento de inferioridad. La mayoría con el tiempo se vician de esa realidad, de ese estatus de formador, y lo usan también cuando no están dando clase en su vida real, como si no estuviesen conversando sino dando la lección. Incapaces de reconocer los propios errores como el chico de química, incapaces de comprender la realidad como la tutora de historia, y la clase incapaz de verlo porque por otro lado nunca le contaron lo que era una falacia de autoridad. Esa chica no tenía asimilado ese papel aún en los rincones oscuros de su corazón, así que quizás por ello nos sentimos cómodos ese día hablando con la persona tras el profesor y me acuerdo más de una tarde de conversación normal que de un par de años de enseñando, anonimato.

He conocido la gente sacándose las carreras que terminan luego en centros de secundaria, he visto con mis ojos exámenes de la carrera de magisterio; no me impresiona una titulación. Esas personas no cambian con la edad, los mismos compañeros de clase demasiado incompetentes como para construir una frase sin un molde serán los futuros profesores de tus hijos.

Los roles se forman por un mínimo prejuicio o manía personal mucho años atrás, y ahora, en el instituto, más que ser inconscientes polarizaciones son clasificaciones reales; creadas ignorando que hay una persona tras el alumno. Hasta puedes seguir el rastro de esa clasificación, rastreando notas erróneas, faltas invisibles y revisiones extraoficiales. Es lo que tiene la masificación y que ser docente sea de chiste en cuanto a preparación: que además de no tener ni idea de enseñanza en sí, normalmente los que acaban en un instituto es porque han fracasado en su vida profesional. Sería hasta más lógico tener educadores sociales en las clases, pero entonces no sé dónde iríamos a poner como sociedad todos los titulados incompetentes. Existe un ciclo de depreciación en el oficio de profesor sobretodo en este país; la devaluación del puesto lleva a los mejores a ni planteárselo, lo que da sitio a los peores, lo que devalúa más el puesto. Pero es que es real, no es una simple percepción social arbitraria.

Seamos realistas. ¿Quién se mete a hacer Física, una carrera de cuatro años, para luego olvidar todo lo aprendido, porque no te va a servir de nada al enseñar física a nivel de bachillerato una y otra vez? ¿Para tener más juego de pies al evitar preguntas que se salen del temario? Pues eso. No se debería permitir trabajar de profesor durante un cierto número de años seguidos, al igual que ser un liberado sindical de un oficio que no has pisado nunca; porque pierdes el contacto con la realidad. ¿Cómo vas a convencer a alguien que está allí por trámite u obligación de que lo que enseñas es importante si lo único que sabes hacer con ello es enseñarlo?

Pobre chica, de verdad, yo no sabía que cara poner porque no se podía decir que estuviese en desacuerdo con Gerard. Ni siquiera recuerdo como se llama ella.

Hablando de nombres, tardé unos tres años pero al final se me gravó de alguna forma el nombre del profesor de física, Josep Martí. No recuerdo un profesor más desapasionado para algo que se supone que ha estudiado para ser su profesión. Aún a día de hoy me pregunto cómo podía convertir el a mis ojos apasionante mundo de la física en algo tan mundano y habitual. Después de años de quitarme puntos de exámenes por no poner la fórmula de la conversión entre metros y kilómetros, por no desarrollar todos y cada uno de los pasos algebraicos para dar la vuelta a la tercera ley de newton o para nombrarla cambiando la palabra opuesta por la palabra contraria, me lo volví a encontrar en la pre-sala de lo que había de ser mi carrera profesional. En esos oscuros años, él solito se las apaño para casi borrar esa idea de mi mente, tal y como le expliqué en el dorso de un examen junto a unas instrucciones detalladas de cómo hacer una buena tortilla de patatas para cuatro personas.

La costumbre, la pesadez de los propios métodos empezaba a comerse el interés en el tema como una maquinaria implacable, prácticamente el último que me quedaba. Aún en primero, antes de hacer todas esas canalladas, tras un examen que me fue particularmente bien, corregimos entre todos en la siguiente clase. Uno tras uno, todos los resultados que iban saliendo en la pizarra coincidían con mis respuestas, las apunté con lápiz el mismo día del examen sobre mi mesa; estaban todas las cifras exactas, hasta el último decimal. No miento, por primera vez en años tenía ganas de sacar buena nota y demostrar que aún lo podía hacer.

Saqué un dos con veinticinco.


Los resultados no son lo importante, lo importante es la resolución y aquí te faltan más de la mitad de pasos. ¿Cómo se yo que no has copiado?


Alguien dirá que es un caso aislado. Pero cuantos casos aislados necesitas antes de explotar, cuantos antes de perder la ilusión que acabas de recuperar. No fue un tratamiento injusto, no me puntuó mal por manía; simplemente para él todo aquello era más importante que dar con la solución, la idea de la forma sobre el contenido, de esa sobreprotección al guiar paso a paso, de ese castigo desmesurado a salirse de la norma frente a la indulgencia que mostraba ante quien no era simplemente capaz.

Vosotros mismos lleváis vendiendo que nos tendremos que valer por nosotros, que la secundaria iba a ser quizás cruel hasta en ese sentido, que muchos se iban a quedar atrás. Pero nunca se dibuja la línea, quien se queda atrás no es por nivel sino porque se desencanta con el sistema. El hecho de que esos exámenes, no digo ya el propio funcionamiento de la asignatura, no sean ni sean percibidos como neutralmente ideológicos en cuanto a filosofía de método de enseñanza ni imparciales en cuanto a la persona, causa como ya hemos hablado un colchón y esperado trato de favor a los que siguen las normas y una sensación de mano negra detrás a los que no. Por alguna razón los alumnos racionalizan sus suspensos con manías inventadas de los profesores, tanto de un lado como del otro.

En mi vida diaria, y en la de todo el mundo que haya jugado al League of Legends con menor o mayor asiduidad, veo una cantidad alarmante de negación de la realidad que nada tiene que ver con la madurez del jugador ni habilidad; y es en parte por la sensación constante de falta de estándar y desarrollo en un sistema tramposo por sistema, después del cual la gente, ante una regulación fija e impersonal de puntuación, no sabe reaccionar, porque ante el fracaso buscan un trato de favor o culpables no solo en un juego sino gritando a funcionarios, trabajadores cara el público del banco y recepcionistas de hotel.

Pasé los dos siguientes años de la asignatura de física durmiendo, me separaron de David porque conversábamos demasiado, y entregué todos los demás exámenes en blanco o llenos de vivos dibujos a todo color porque para que la pregunta puntué debéis hacer un esquema de la situación. 

No me jodas, entiendo que hacer un esquema puede llegar a ser necesario por ejemplo en un problema complejo de fuerzas, pero no me obligues a hacer un esquema para un problema de trenes en aceleración. El enfoque general de tener que repetir métodos una y otra vez porque en el futuro los vas a necesitar aunque ahora no ya cansa; si de verdad crees que es importante, dame algo para lo que necesite utilizarlo, no me vendas tu historia que ya me la sé. Si por alguna particularidad del destino, me las apaño para resolver tu problema sin el método que tenías en mente cuando lo diseñaste o copiaste de una guía directamente en el examen; me lo puedes decir y explicar y aconsejar de usar, pero nunca contar mal, porque entonces la pregunta o problema del examen no era la pregunta o problema escrito sino un: haz lo tuyo. No es la única asignatura donde eso ocurre, una vez en catalán me contaron mal en un examen un ejercicio porque había que rellenar palabras sin contexto con la letra que fuese correcta y especificar su significado, y rellené ( )inc con una (z) significando zinc (elemento de la tabla periódica que como tal no tiene traducción) pero aún yendo a revisión la profesora me decía que como ella tenía en su libro que la respuesta tenía que ser (c) significando cinc (el número cinco) pues estaba mal.

Aprobé la estúpida asignatura de josep martí que no dignificaré llamando otra vez física en la recuperación y, como sabréis quienes me conocéis en persona, me fui a estudiar Física en Barcelona pocos años después.






Las notas a veces se ponen antes de hacer ningún examen. Si no coinciden con lo esperado, se arreglan. No hace falta la acción voluntaria de una persona para manipular unas notas, es suficiente con la falta de una voluntad para evitarlo. El mismo profesor al corregir inconscientemente puntúa mas eso o aquello, ve o no esa falta de ortografía, de manera que las notas cuadran con lo que ellos creen que los alumnos deberían sacar. Es un sesgo cognitivo; si tú le haces la pelota todo el día, le hablas después de clase, vas a todas la revisiones, haces ver que te interesa mucho lo que dice y que te esfuerzas, el examen tiene mágicamente tres puntos más. Ni siquiera los profesores tienen que darse cuenta de ese proceso, su mente cansada al corregir cientos de ellos les hace la faena. Igual que los niños quedaban marcados en parvulario dependiendo del amor que recibían de su cuidador, ahora los profesores agotados e ignorados en sus casas, amor y atención es lo que buscan de sus alumnos.

No hace falta la acción voluntaria, pero muchas veces existe. ¿Es que crees que los profesores no rajan de ti, entre los pasillos de sus departamentos o en el bar con su pareja tomando un café? ¿Cuánta distancia hay entre ello y encontrarse delante de un examen y poner un cuatro donde tendría que haber un cinco si sabes que nunca vas a ser cuestionado al respecto? Muchas veces no te dejan ver el examen o te ponen trabas a ello o se lo toman como un ataque personal en vez de un derecho. ¿Porque? Porque he visto exámenes corregidos que solo tienen una nota puesta en rojo en la parte de arriba y sobre los que no puedes hacer nada al respecto porque el siguiente paso es llamar un inspector a venir al centro y sabes que te van a joder. La misma redacción, literal, presentada por dos personas diferentes al mismo profesor pero en diferente año, con hasta cinco puntos de diferencia. Métodos de corrección subjetivos. ¿No hay diferentes profesores capaces de corregir una misma asignatura en todo el estado, no digo ya en el mismo centro? ¿Porque no puede corregir los exámenes una persona distinta de la que tienes que interaccionar todos los días y puede tener algo en contra o a favor tuyo? Aunque conociéndolos, también así lo corromperían. Todos los ejercicios del examen se han hecho en clase para asegurar la jugada, la manipulación es estructural. Puntúa bien el que estaba escuchando no porque ha aprendido sino porque se aprende de memoria la resolución.

Es una verdad incómoda, yo era incomodo porque mi existencia, mi aprobar y los ejemplos cada vez más claros de manipulación eran cosas incómodas no solo al profesor que las cometía sino a todos ellos como conjunto. Incómodo, pero es así; igual que el hecho de que a esa edad los alumnos no sean ya los únicos en la clase que piensan en follarse a sus compañeras y por ello les den trato de favor.

¿Porque os creéis que las avaluaciones son a puerta cerrada? No recuerdo que año fue que me presenté a delegado para saltarme horas de clase y ya de paso tener un poco de acceso al backstage del mundo estudiantil. Se suponía que las avaluaciones eran a puerta cerrada para que no sean un caos, y ni siquiera puedes ir a cuando hablan de ti; pero como representante de los estudiantes yo sí tendría acceso. En teoría. Ese día, un miércoles por la tarde que podría haber estado haciendo cualquier otra cosa, me presenté in-situ y me hicieron esperar hasta que terminaron, una a una, de poner todas las notas y luego me llamaron a entrar. Se acababa de acabar la avaluación. No había sido testigo del proceso de poner una sola nota, se lo acababan de arreglar entre ellos y a mí me dijeron que si tenía una duda concreta sobre algún alumno podía preguntar. Dije que no, que yo quería ver el proceso en su totalidad y que no decidiesen sobre el futuro de la gente entre bastidores.

Yo era a sus ojos el diablo mismo en aquel momento. Se me informó, vía una multitud de docentes levantados, que yo solo estaba allí para decir lo que en tutoría hubiésemos preparado para decir en nombre de la clase (primera noticia, miré a mi tutor con interrogación mientras él se hacía el despistado) y que si no habíamos preparado nada, ya me podía ir. Criticaron la actitud de la clase en general durante los últimos meses y la mía en particular, la profesora esa horrible de ciencias del món contemporani dijo que si no sacábamos mínimo un ocho en la eso no íbamos a tener el nivel para hacer bachillerato y yo me fui sin decir nada más. Al siguiente día de tutoría, pedí un momento de atención, expliqué lo sucedido y que a lo que mi respectaba, el consejo de avaluación estaba muerto y el sistema de representación estudiantil una farsa de la que no pensaba tomar parte, pero que si alguien quería, tenía mi apoyo.

Nadie acudió a la siguiente.

Mi tutora de primero de bachillerato me confesó en una ocasión las fiestas y el mamoneo que eran en realidad esas reuniones, en las que se adjudicaban matrículas a dedo, comían bombones y bebían cava, se hinchaban las notas de sus alumnos preferidos y ponían, por turnos y educadamente, a los demás niños a parir.

Los ganadores en este sistema son los que saben camelar a los profesores; que muestran como ejemplo a seguir a la gente con baja inteligencia emocional que solo sabe hacer que lo que les mandan y a la gente que los trata con una sonrisa mientras se pasan exámenes robados por la espalda. Los perdedores acaban convencidos de que no valen para estudiar y declinan para siempre todo lo que tenga que ver con el mundo intelectual, porque pierden el carro del lenguaje y los tecnicismos en los que se basa la educación aunque sean capaces de comprender el fondo de las cosas si están bien explicadas.

Los profesores que cuatro años antes me hacían de palmeros y me mostraban orgullosos de mí ahora me despreciaban abiertamente, así que supongo que algo cambió en el momento en el que cometí el pecado de empezar a negarme a copiar los enunciados de los ejercicios y ahora estaba pagando las consecuencias. Desde el esto no lo esperábamos de ti, al preocupado si tienes algún problema en casa nos lo puedes decir, hasta llegar al yo soy el profesor y debes obedecer, no eres nadie para decir que estoy equivocada. Parece mentira que tenga que decirlo, pero un título de literatura no implica una autoridad intelectual en gramática. Un profesor que no aporta nada, que solo molesta, que no deja hablar, que te hecha de clase por absurdeces, que es el que te retiene en clase contra tu voluntad y el que te denuncia si no vienes, tiene el respeto que da su título y ninguno más: se convierte en una simple autoridad legal, como si hubiese un guardia de seguridad en su lugar.

Año tras año eran casi siempre siendo los mismos, los alumnos modelo esperan ser tratados mejor aun negando contra viento y marea la existencia de los roles. Recuerdo un profesor de catalán llamado Josep Llorenç, llegó ese año como gran novedad desde la Universitat de Girona y nada sabía de quien éramos a ojos de los otros profesores, que es lo que normalmente los nuevos averiguan cuando llegan, y tampoco le importaba una mierda. Trató a todo el mundo desde cero, valoró cosas y puso notas a las que no estábamos acostumbrados y echó de clase a buenas y malos cuando fue necesario por igual (para sorpresa de los segundos y llantos y padres hablando con jefes de estudio de los primeros), nunca dejó que nadie le hiciese la pelota. Le importaban los resultados, le importaba un pepino quienes fuésemos. Podía tener defectos y ser nada convencional, pero era consecuente. Le presenté un texto argumentativo titulado Las lecturas obligatorias fomentan el odio a la literatura, y me eximió de tener que leer nada que no me apeteciese durante ese curso. Como daba la casualidad de que ese año era el mismo en el que fui delegado me trataba como tal y me reuní con él en dos ocasiones al final del segundo y tercer trimestre para pactar como íbamos a hacer para aprobar a todo el mundo y que por no aprobar catalán nadie se quedase sin el título de cuarto de la eso. También me expulso y suspendió varias veces, la mayoría justamente. Las formas, entrando más en su manera de interpretar la asignatura, le importaban, pero no eran más que un marco, que también puede ser flexible y tiene contenido per se. ¿Resultado? Dejé de lado la revista de sudokus que hacia normalmente en catalán y de cuando en cuando escuchaba sus clases antes de que gracias a los alumnos modélicos intentasen hacer con él lo mismo que intentamos nosotros con todo el sistema en la época del montclar y se volviesen otra vez aburridas.

Por respeto o interés y también porque eran un show en vivo; no era necesariamente un buen profesor ni la mejor forma de llamar la atención de un grupo de alumnos pero como mínimo era algo diferente.

Este profesor quería productos acabados. No pretendía joder a nadie, solo hacer que reaccionásemos y nos tomáramos en serio nuestro trabajo, por su propia importancia; no le obsesionaban las notas. 

A la semana, todos los alumnos bien lo criticaban y los profesores gastaban el precioso tiempo de sus respectivas asignaturas para dedicarse a hablar mal de él. Los profesores se retroalimentan entre sí, lo que hacen en el aula, los resultados que tienen, los alumnos preferidos que tienen en común; todo influye en su preciada vida social con otros profesores. Es normal que tengan tanto en común, nada une más que querer secretamente acostarse con sus alumnas adolescentes. Si alguien no quiere entrar en su mundillo, lo excluyen como si estuviésemos en el patio del colegio. Son una subcultura más del instituto, como los canis, los empollones o el típico grupillo de pijas best friends forever que se liaban con los novios unos de las otras a sus espaldas. 

Ese profesor no duró ni un curso antes de volverse a estudiar a la universidad.

Años después, dentro de la misma asignatura pero con otra profesora me negué a leer, como era lógico que haría, las lecturas obligatorias. Empecé una exposición oral sobre una de ellas con algo parecido a esto:


- El libro que me tenía que leer se llama (ni idea), pero no me lo he leído así que os voy a contar sobre otro que sí que me leí porque me apetecía llamado Forrest Gump.


Tras lo que improvisé una exposición sobre el libro Forrest Gump.

Para mi sorpresa y la de todos, la profesora, con la que no tengo ni tenía ni tendré ningún tipo de simpatía, no me suspendió en el acto. En vez de eso, me recomendó un par de los mejores libros que he leído en toda secundaria. Lo cual, más que demostrar la injusticia de mi odio reforzaba la absurdez del concepto de lecturas comunes obligatorias. Pues si aquella mujer, de quien no tengo nada bueno más que decir tras tres años de profesora de mi lengua materna, era capaz tanto de echar a perder una asignatura como de hacer recomendaciones personales tan increíbles, cualquier otro profesor puede hacer algo parecido. ¿Cuantas horas se pasan hablando o preparando en su casa o en su departamento las clases o ejercicios que hacer, y cuando tardarían en interesarse por los intereses de cada alumno y recomendar un par de libros al año a cada uno de ellos? Compara la influencia que ha tenido en tu vida algún de los mejores libros que has leído, con la influencia de un año escuchando un profesor más del montón. Entiendo que no se trata de un concurso de causar impacto, pero es que tampoco les estas enseñando nada con esas listas de recursos literarios o pronoms febles.

Me podría poner a profundizar sobre porqué las asignaturas de lengua se dan mal, pero solo diré que uno la literatura no es historia de la literatura, dos que las faltas de ortografía no son el santo grial si no una convención que aceptamos para que los demás no crean que somos incultos o no sabemos usar el auto corrector y tres que las formas y los recursos no tienen sentido si no es como solución a un conflicto o problema que te has encontrado expresando y que no son la expresión en sí.






He mencionado anteriormente el tema por encima, pero realmente las chicas de mi clase jugaron durante la eso un papel esencial en mi dinámica en clase. Quizás al principio eran un motivo más por el que querer impresionar o el único por el que ir, quizás después cuando cambie mi actitud con el mundo y fuera del instituto empecé a tener éxito y ligar, intenté de alguna forma replicar el mismo patrón que me funcionaba en otro lugar y eso explica la radicalización de mi conducta. Porque ya saben que rebelarse vende. Pero nunca conseguí nada con ninguna de ellas, supongo que por una cuestión de violencia horizontal: alguien te ha conocido en algún momento de tu vida y serás para ellos la persona que eras en aquel momento, y de forma inconsciente intentaran devolverte si te sales a tu lugar. A nadie le importa una mierda que tire de una alarma de incendios un repetidor, pero si tú eres buen estudiante, no tienes derecho a cometer ese error. Tampoco tienes derecho a ser misterioso, ni un genio, ni sexy si te conocieron hace mucho tiempo y no lo eras entonces. Nadie es profeta en su tierra. En cualquier caso, a partir de algún momento ya no me importaron más así que empecé a actuar con real indiferencia; de hecho, todas las chicas con las que acabé en algún momento u otro liado y he compartido clase alguna vez, eran posteriores a la primera fase de secundaria; solo tenían entre ellas en común que no me habían conocido en mi rol social original.

Ese año suspendí, en ese gran año de conquistas personales que nada tenían que ver con el instituto y solo parcialmente con las chicas, un total de cinco asignaturas, de las cuales tenía que recuperar tres para pasar de curso. Esos días estábamos en pleno 15M y yo me encontraba acampado en el paseo del mar del pueblo; estudiando en medio de una revolución o en silencio en el fondo de la clase mientras los otros hacían sus mierdas de, ya he aprobado el curso ha terminado pero sigo aquí porque estoy obligado.

Hasta el último momento, un día de finales junio al ir a recoger las notas, no supe que había pasado de curso. Me quedaron un par de asignaturas a recuperar el año siguiente, castellano de ese ser del que ya hemos hablado pero no terminado llamado Estela Pastor, y otra más que no puedo recordar.

Lidia, respondió a mis aires de importancia con una sonrisa. Quizás la profesora que hubiese necesitado años atrás, la única que pasados los catorce me intentó motivar con algo diferente a la amenaza de un castigo mayor. Me dio medios para avanzar y plantearme retos. Pero yo estaba demasiado ocupado, demasiado absorbido por el cambio inevitable, la tormenta perfecta de mi nuevo rol y victoriosa rebeldía.

No merecí una tutora como esa, y la valoré mucho más cuando la perdí de vista el año después, pues creo que tuvo un hijo con su novia o quizás intentaría construir otra casa en el bosque después de que acabase el juicio de lesiones a la funcionaria que les mandó derruir la primera. También David, entre algunos más, se quedó en el camino. Repitiendo él primero, el día a día con el que habíamos logrado sobrevivir en territorio hostil ya no se iba a poder repetir. El verano del amor™ se abría a mi alrededor, lejos de aquel lugar. Quizás el futuro año aparecía sombrío pese a la primera batalla superada, pero antes, un mundo de distancia había entre el siguiente mes de septiembre y aquel inesperado nuevo amanecer.

Sin ya lugar a duda, de un modo u otro, los tiempos estaban cambiando.








Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End





la deseducacion, the times they are a-changing
the decay of western civilization /?
random local guys




La (des)educación

Reedición



Durante las recuperaciones de primer de bachillerato, los profesores andaban algo descuidados pensando ya en sus asuntos, y escuché conversaciones sobre su desacuerdo con la elección de nuevo director. Aparentemente, las asociaciones de padres, los de los ciclos formativos y consejos de algún sitio estaban preocupados por la falta de disciplina (sin comentarios) y el rumbo en general poco profesional del instituto, y habían impuesto una directora en contra de la voluntad de la mayoría de profesores. Me pregunto que pensarían entonces del otro instituto del pueblo, con vistas al mar rodeado de árboles y donde cualquiera, incluso yo, podía colarse a pedir agendas y escoger asignaturas optativas bajo el nombre de otra persona. En cualquier caso, esa directora impuso rápidamente a principio del curso medidas draconianas que castigaban con cerca de diez años en siberia a aquel que llegase un minuto tarde por las mañanas, dobló las horas de guardia en los pasillos (no me extraña que los profesores estuviesen cabreados, son los mismos que solo secundan una huelga estudiantil si les bajan el sueldo o les hacen trabajar más) y demás decisiones de corte marcial.

No la conocía, pero ella sabía perfectamente quien era yo, y cuando llegué como diez minutos tarde al instituto por primera vez en el curso me encontré a David también retenido, quien sabía perfectamente ya el procedimiento estándar en esas situaciones. Nos tumbamos cómodamente en el suelo mientras la directora en persona venía cabreada a nuestro encuentro. Estaba cantado que nos íbamos a matar a escopetazos. Eventualmente la directora me contó que como habíamos llegado tarde no podíamos entrar en clase y yo le comenté que eso no era precisamente un castigo, a no ser que su plan sea hacer morir de frio a los alumnos cuando llegase el invierno, lo cual sería probablemente bastante ilegal.

Eso último no lo dije, pero sin que venga al caso, ¿tiene usted idea, por ejemplo, de que aplicar un castigo colectivo por ejemplo a toda una clase porque no se conoce el culpable concreto de algo, al ser el instituto una institución del gobierno, va en contra de la convención internacional por los derechos humanos? Podría literalmente presentarme a la ONU y presentar una denuncia formal contra mi país, pero por desgracia nunca nos enseñan esas cosas.

Anyway, nos pasamos una hora sentados afuera en el banco de piedra haciendo lo mismo que haría en clase pero con una falta de asistencia de regalo. ¿Cuál es la diferencia entre esto y hacer campana en los lavabos? No tenía ningún sentido, el suelo no era un buen sitio para dormir y me aburría así que terminamos teniendo con esa señora una breve conversación. En ella me quejé del refuerzo negativo como único argumento que tenían para hacer cumplir las normas, que la hora oficial del instituto iba un minuto adelantada y que las sillas de la clase eran de un tamaño ridículo para alguien que mide metro ochenta. Ella me habló de que el instituto era un centro no solo educativo sino también formativo para justificar que sus políticas se centrasen en el comportamiento y no en el uso cómodo y lógico de las instalaciones y que meditaría sobre lo que había dicho acerca del refuerzo negativo.

Dos días después cuando ya no me acordaba de ello, entré en clase y en mi sitio, únicamente en mi sitio, había una silla de tamaño normal y una mesa de esas con barras debajo para poder apoyar cómodamente los pies. Nada más en la clase había cambiado, parecía literalmente que alguien hubiese entrado, cambiado mi mobiliario (fácilmente reconocible por estar ubicado al fondo del todo) y salido sin más.

No me lo podía creer. ¿Creía, esa bruja, que yo iba a cambiar mi comportamiento y las ganas de criticar y denunciar el sistema, solo por tener un par de privilegios más?

Pues tenía razón.

No soy ningún justiciero, ni un genio atrapado. Tampoco diré que soy alguien normal, pero ya no siento rebeldía por el trato injusto ni la perversión del sistema sino cansancio; pese a algún puntual arrebato argumentativo, yo no quería liderar ninguna revolución, solo quería sentarme en silencio en el fondo de la clase, ver pasar el año, y salir para siempre de aquel oscuro lugar. Aún a día de hoy, estoy convencido de que aquella directora fue, junto a Lidia, que estaban sin duda detrás de que no me expulsaran del centro cuando surgió la ocasión para ello. Supongo que si en ocasiones uno se equivoca al escoger a sus aliados, también lo hace al juzgar quienes son sus enemigos.







Parte VI

Jesus of Suburbia I



Había llegado un momento en el que ya no necesitaba argumentos, tenía a las espaldas tantos hechos absurdos sobre injusticias y emperadores desnudos que no necesitaba siquiera una opinión razonada para tener razón y justificar mi comportamiento; ir contra el sistema se justificaba por sí mismo, por la estupidez e ineficacia de este, y no por lo que yo pensase al respecto. Tanta acción en mi contra, especialmente diseñada para putearme convirtió la escena en buenos contra malos. No me tenían manía en secreto como fantasean los adolescentes, algunos directamente me odiaban y no se molestaban en ocultarlo porque estaba socialmente aceptado hasta en la sala de profesores. Estela Pastor, que ya os irá sonando si habéis estado atentos, era una envidiable mujer de esas que en nadie, en la vida, y con razón, le debe haber hecho ni puto caso. Así que aprovecha un sitio donde la gente este obligada a escucharle para decir sus cosas, darse importancia, hablar de su vida dramáticamente y mostrarse a sí misma como un ejemplo de superación personal. ¿Libros de autoayuda? ¿Psicólogos? ¡Para qué si tengo tropecientas clases de castellano de treinta alumnos cada una para sentirme importante! Si me respetan es por mi gran estar y sabiduría, no porque les obliguen a estar ahí. Es de ella que aprendí, que por encima de todo, los profesores cuando entran en una clase lo que quieren es mantener su ego.

Es el tipo de persona que pasa un cuestionario anónimo a los alumnos para que valoren su faena; le pongan nota, y comenten los fallos de la asignatura, y luego al acabar nos hace leer en voz alta y de pie a los que hemos dicho cosas malas. Remarcando después cada uno de nuestros errores, criticando nuestra forma de hablar, nuestras ideas y nuestra escritura; todo para ridiculizarnos delante de una clase sin que pudiésemos contestar de ninguna manera, porque obviamente ella es la profesora y elige cuando hablamos o dejamos de hablar. Se tiró dos clases, dos horas enteras, hablando de mi crítica y la de Gerard y si nunca lee todo esto que estás leyendo tu ahora, invertirá si es necesario un curso entero en explicar por qué estamos equivocados y buscando faltas de ortografía, de expresión o un recurso mal utilizado como excusa para tratar de tachar con un rotulador rojo el escrito o la idea entera directamente sobre la pantalla del ordenador. Nos convertimos entonces en uno más de sus temas favoritos, algo a lo que recurría con frecuencia al lado de las dos referencias culturales que se había aprendido de memoria y que repetía a todos los cursos mínimo una vez a la semana. Que si Góngora esto, que si joder no es lo mismo que estar jodido, que si Quevedo lo otro, que ayer en cuarto milenio dijeron, que si una vez hice un examen en una huelga y las alumnos tuvieron que venir igualmente.

Dije algunas cosas en ese papel y a lo largo de los años, lo reconozco, más razonables que otras. Una vez dije que si la biblia era un libro tan bien escrito porque no se hacían películas de ella. Pero también dije que uno aprendía más historia jugando al Civilization que en clase de Historia y que probablemente leer o escribir lo que te dé la gana era también más útil que intentar obligar a amar la literatura. Será verdad o no, pero ese juego me ha enseñado herramientas de gestión de recursos y estrategia a largo plazo con las que la educación secundaria no puede lograr soñar, con un punto de curiosidad era también una fuente intensa de información, y las propias mecánicas del juego te obligaban a comprender las necesidades históricas de los hechos y avances que marcaron la humanidad para intentar ganar en vez de aprenderlos de una lista. No es un juego educativo, no es su finalidad enseñar; la información no tiene por qué darse con un embudo, basta con en el momento preciso en que nace la chispa de la curiosidad, estar allí. Dije que la historia del joven que es inspirado a leer y estudiar por los profesores entre un entorno de violencia había acabado y nada tenía que ver con lo que hacíamos, que nada íbamos a recordar de sus clases y solo era importante para una cadena sin fin de cursos académicos.

Pero de lo que me siento particularmente orgulloso, fue de poner la nota final a la profesora en forma de una ecuación matemática simple de una variable que todo alumno de segundo de secundaria debería poder resolver. El sistema no me necesitaba para hacer el ridículo, solo devolver sus propios argumentos con un poco de ironía y mala leche. Estela resolvió la ecuación mal, regodeándose de lo fácil que era, delante de toda una clase enmudecida que no se atrevió a decir nada. No sé si por miedo o porque no vieron nada debido a la ceguera programada. Me gusta pensar que por miedo, pero sé que no tengo razón. Quienes debiesen enseñarte a identificar las formas de abuso del poder, qué hacer cuando ridiculizan y tratan injustamente a tus iguales, el pensamiento crítico, las bases del arte y la ilustración; estaban ocupados descontextualizando la realidad en test estándar, haciendo multiplicaciones, memorizando formas de expresión.

Porque precisamente las cualidades que deberían promover, son las mismas que te llevan a alejarte más y más de ellos mismos. Aunque fuese sin querer, como efecto colateral, si el sistema lograse promover la confianza en el trabajo de uno mismo, la autocrítica, el dar valor a sus propias obras, la curiosidad innata y el rechazo a imposiciones externas, la voluntad de expresión libre, la diferencia entre correlación y causalidad; se encontraría un ejército de alumnos con el corazón de la ciencia como escudo capaces de expresarse a sí mismos y entenderse entre sí, reclamando un trato justo y para ellos mismos y no para un sistema de calificación el fruto de sus horas de trabajo. Se quemarían páginas enteras de ejercicios con el anunciado copiado íntegramente en color diferente que la respuesta, trabajos de recerca incongruentes sin real pregunta que resolver ni conclusión, con mensaje emocional pero llenos de perfectamente copiada información; exámenes memorísticos sin lugar ni oxígeno para pensar porque cuando suene el reloj deberás estar en la siguiente clase, asfixiados espacios de una hora que parecen interpretaciones teatrales de despliegue de conocimiento para el profesor en lugar de tener ningún valor en sí mismos.

Mi día a día evolucionó hasta una nueva rutina.

Después del principio de curso con sus expulsiones y profesores irrelevantes que no me conocían aún, establecido en el fondo de la clase con uno, dos, tres pupitres de distancia hasta el compañero más cercano, me instalé en mi propio mundo. Me levantaba veinte minutos antes de empezar las clases, me ponía algo de ropa encima del pijama o usaba directamente como pijama la ropa del día siguiente. Desayunaba rápidamente y en cinco minutos había cruzado la puerta de casa. Llevaba un par de libros de texto con el plástico aún de nuevo para dar forma a la mochila y que mis padres no sospecharan; una única libreta, un par de novelas o comics para leer y el reproductor de MP3 que me enchufaba nada más salir y me acompañaba durante el largo camino hasta la clase que ocurría una vez empezó el frío como aún en un sueño. Una vez allí dejaba todo sobre la mesa, acercaba mi silla al radiador para quitarme el polo norte del cuerpo y me ponía otra vez a dormir, sin dejar de tener la música puesta, hasta la hora del patio. Me dejé el pelo largo para que se notase menos, pues aunque los profesores supiesen exactamente lo que hacía, la visión del chico en el fondo de la clase durmiendo y escuchando música no les resultaba especialmente agradable. De cuando en cuando a que me despertasen para echarme de clase, pero no se lo tenía en cuenta si solo era de cuando en cuando, si se pasaban, sabían que me iba a encarar. Salía lo más lejos que podía durante la hora del patio a dar una vuelta solo o con quien fuese, volvía a clase, ocupaba como fuese tres horas más de mi vida, me iba a casa a comer el equivalente de para dos personas adultas, me pasaba la tarde jugando al ordenador o escuchando música tumbado en mi cama, me preparaba para ir a baloncesto a darlo todo o al montclar, y volvía ya muy de noche; tras andar solo veinte minutos y llegar a una casa donde todo el mundo dormía ya. Me hacía la cena y me pasaba hasta muy pasada la medianoche hablando con chicas, leyendo o mirando series. Completamente agotado, a las tres o cuatro de la madrugada, me dormía y el ciclo volvía a empezar.

Un día tras otro.






Había clases en las que a veces escuchaba, o cuando íbamos al laboratorio los taburetes eran especialmente incomodos para dormir así que buscaba alguna forma de entretenerme. Una vez me encontré usando un microscopio con la mano izquierda y la profesora me dijo que se usaba al revés.



- ¿Que ocurre entonces si tu mano buena no es la derecha?



Seguramente me tendría que haber limitado a un más conciso: déjame en paz.

Pues, según, ella, aprendes de la forma normal como todo el mundo, pues así como no existen guitarras para zurdos tampoco microscopios. Me reí durante nueve meses. No es el hecho de que una profesora de biología tenga que saber de guitarras, es el hecho de que actúe como si supiese. Les inculcaron que no saber o equivocarse esta mal y en vez de aprender durante sus vidas, reconocer errores y mejorar, se inventaban un mundo en el que siempre llevaban la razón y lo llamaron puesto de trabajo.

Hacía algunos exámenes, pese a que la mayoría los dejase para la recuperación, y algunos los hacía porque era la mejor forma de estudiar, porque me aburría o porque aprobar era una mera cuestión estadística, como en inglés con sus listenings y readings. Nunca aprendí inglés en la escuela primaria, donde la chica que me gustaba venía de Inglaterra y me dejaba copiar todas las fichas. Nunca aprendí ingles en el instituto, donde aprendí a aprobar la asignatura por mí mismo pero nada más. Aún no soy ni siquiera un hablante medio pero del único modo que aprendí a hablar fue por necesidad. De hecho, nuestra profesora era la misma que nos hizo de tutora en el trabajo de recerca de cuarto, y cuando nuestro instituto fue parte de un programa experimental nacional e hicimos unas pruebas especiales de inglés bajo su supervisión, no entendí nada de lo que ponía y rellené todas las hojas con una familiar frase que rezaba:


- Un diez, porque hemos trabajado en equipo.


Los exámenes que hacía en serio, a veces era para entretenerme o para probarme a mí mismo que aún lo podía hacer. Siempre he sido de reafirmarme, como en educación física, de cuando en cuando había la oportunidad para correr todo lo que puedas, ir más allá. Yo aún era bueno en ese tipo de situaciones, podía concentrarme, ponerme en serio y pensar cuando me lo proponía, más allá que todos aquellos que estaban acostumbrados a sacar buenas notas, tenían buena forma física o lo que sea pero nunca habían aprendido a poner en la línea entre aprobar y suspender nada de valor. En cuarto hicimos una prueba de resistencia física, me pique, como dicen las niñas despectivamente a poner en algo toda tu voluntad, y saqué una marca que se quedaba fuera de las estadísticas. Nos examinaron sobre genética en biología, la clase estaba llena de aquellos que hicimos esa optativa de genética en segundo así que yo también sabía de qué iba la cosa, y no estudié pero hice el examen en serio y saqué la mejor nota de una clase que se convenció a si misma que había hecho trampas. No es que tenga nada en contra de hacer trampas, pero la última vez que me hice una chuleta esta contenía un listado de los países y capitales de Asia. ¿Qué sentido tiene hacerte chuletas cuando aprovechas mejor el tiempo simplemente comprendiendo aquello que pretendías memorizar? A los profesores les encanta obsesionarse con ellas y mostrar su valor y determinación y seriedad al ser implacables con su uso, de la presencia de móviles y demás, cuando con lo que realmente deberían estar preocupados es de que un trozo de papel sea suficiente para desarmar tu preciado sistema de avaluación.

La solución no tiene por qué ser eliminarlos o que la principal avaluación sean notas que pones sobre la clase, simplemente tienes acercar los exámenes a la realidad y reconocer que en cualquier momento del futuro vamos a poder hablar con nuestros compañeros de faena y consultar la infinita base de datos que es increíblemente ineficiente pretender aprender. Si pese a todo lo haces y lo consigues, vas a encontrarte con un montón de información de dudosa utilidad pero el drama real será que el propio volumen se convertirá en un obstáculo para interpretarla y utilizarla fuera de su contexto original.


Eso eres, ¿verdad? Una máquina de memorizar fechas, ecuaciones, conceptos e ideas. Tampoco te pidieron nunca que fueras nada más. ¿Te lo pidieron? No, qué va. 
 
(...)  
Eres otro idiota. Otro idiota juzgado por parámetros predefinidos para generar "alumnos tipo", obviando por completo que responder una hoja de preguntas sin consultar un libro no es una manera de evaluar la capacidad ni el esfuerzo de alguien, sino simplemente una manera de ver cuántos de los imbéciles ahí sentados memorizan mejor o peor cuatro ideas que en dos semanas habrán volado al País de Nunca Jamás para no volver, valga la redundancia, jamás.


Señores de la educación - Racek Rushiro




No ponía el nombre, apellido y fecha en aquellos exámenes; los firmaba. Escribía citas en los márgenes, poemas en la parte de atrás. Porque estaba orgulloso de ellos, algo que ni siquiera aquellos que pasaban semanas preparándolos podían decir. Sacaba un dos, pero aquel ejercicio de donde vienen los dos puntos es el mejor ejercicio de dos puntos que has visto en los últimos cinco años. No está sencillamente bien, recuerdo en que sitio exacto del libro donde está la resolución; mi respuesta es mejor. Estaba en plena forma, no tendría miedo escénico llegado el momento de la verdad, sabía que sería capaz de tomar una semana de mi vida y sustituir con ella un año entero; sabía que llegarían las recuperaciones y sería una máquina de matar. La nota para entrar a mi carrera era muy baja, el cebo de una beca no me atraía porque me ligaría demasiado incluso luego de salir de aquí. Solo necesitaba un cinco, y hasta ese momento, haría lo que considerase conveniente para conseguirlo y me dedicaría a mis propias cosas.

Así es como debería ser. El formato de horas de la educación publica, el ratio clases horas entre clases, jornada y descanso, semana y fin de semana, curso y vacaciones; es un ratio para despejarte, hacer deberes, ser libre durante un instante de aquello que haces pero para volver el lunes y volver a empezar. No deberías pasar una semana esperando a que llegue su final, cada día debería ser importante en sí mismo, cada día debe contar. Durante unos años, muchos años, viví así, saliendo de fiesta como si no hubiese un mañana precisamente porque lo había y luego tendría que estar otra vez allí; pero se terminó, si quería hacer algo lo hacía, sin importar momento ni lugar. Me iba a dormir muy tarde y por ello tenía mucho sueño por las mañanas; cuando haces lo que debes hacer aquello que sabes perfectamente y puedes hacer en piloto automático, lo que debes hacer es descansar, tomar una cerveza y cuando llega tu momento en el fin de semana no diluirte simplemente y procrastinar, sino tomar café y fabricar tus propios proyectos, construir tu propia vida.

Mucha gente puede ver esta situación y pensar, lo mejor sería fingir que te interesa, saber internamente todos los problemas y ser el mayor rebelde de pensamiento que ha visto la humanidad. Pero eso no ocurre así, quizás algunos se convencen de ello, de que están quizás hasta un paso más allá en su pirámide moral que aquellos que se rebelan y están siendo más listos ahorrándose problemas para sí. Pero no es real, no es lo mismo, es otra racionalización. Si una situación así fuese posible reaccionarían a ello, porque no existe en el sistema educativo la distancia tan grande entre ideales y donde se imponen las cosas que hay en nuestra sociedad habitual, tienes los profesores delante tuyo cada día, solo los tienes que reconocer como tal. No tendrían los mismos síntomas que la multitud, hablarían de ello en vez de evitar el tema, su cuerpo reaccionaria contra esa realidad. El tema de las becas puede ser el motivo de continuidad de mucha gente que si no habría mandado todo a dar por saco años atrás. Actúa como un soborno, como un objetivo indispensable porque cada vez las tasas universitarias son más altas y tu familia no tiene recursos; así que con un motivo real, se te alarga el proceso y te acabas convirtiendo en el propio personaje que interpretas, otro alumno modelo y aunque te creas objetor de conciencia los mismos problemas se te van a pegar a ti, porque no puedes huir de la influencia. Si aceptas esa condición como el motivo de tu indefensión, si aceptas la influencia, aunque sea solo la aprobación de tus profesores; es elección tuya, pero probablemente estarás pagando por ello un precio más alto del que crees imaginar.

Nunca he sido buen actor, pero ni aunque hubiese querido es imposible actuar veinticuatro horas al día. Llegados a este punto, te conviertes en lo que haces.






Cuando uno se acostumbra a estar solo, tiene poder lo quiera o no para definir su propio ambiente. Las emociones, en un campo de resonancia, salen de ti y acaban tiznando tú alrededor y acorde a ello la visión que tienes de los demás. Si te sientes hostil, a veces todo lo que puedes ver alrededor es hostilidad, si estas calmado, el mundo puede parecer un remanso de paz; o completamente al revés. Me sentía como un pequeño centro zen en el mundo, con mis propias influencias, ideas, distancia: delante de una clase en ebullición y nerviosa por un examen o algo de relativa importancia yo era nunca más el epicentro de actividad conocido habitualmente como los chicos del fondo sino un Gautama Buda particular sentado en la fila de atrás. Leyendo cuando tenía que leer, estudiando tranquilamente cuando todos ya habían dado su curso por terminado. Nunca me ha importado estar solo, tengo una parte de introvertido aunque no de antisocial y yo mismo a menudo me encuentro buscando la soledad. Pero estar siempre solo no por elección sino por estar siendo apartado, a metros y metros de distancia de una multitud, genera una sensación particular porque no estas escogiendo estarlo, aunque de alguna forma te están obligando a ello. Era una situación de rechazo que los mismos profesores habían forzado, al adelantar más y más las filas de mesas de la clase sin que nadie se diese cuenta, en algo que podría definir ya como una campaña organizada de acoso y derribo. La nueva faceta de nosotros o el caos, el mismo argumento por el que hasta yo dudaría de, pese a todo lo dicho, mandar sobre mandar a mis hijos al instituto por miedo de que no hacerlo les convirtiese en marginados. Esa era la elección que me intentaban forzar.

Puede ser peligroso, a veces no te lo puedes permitir. De vez en cuando la tensión se acumulaba tras pacíficos días y salía en forma de alguna queja o alguna pequeña señal de rebelión contra algún profesor en concreto que a veces no venía a nada de particular y constituía a la práctica un ejemplo de autodestrucción.

En una de esas reacciones critiqué la asignatura de biología por ser una putita del señor que decide que sale y deja de salir en selectividad, y derivó en una breve discusión con una chica llamada Anna con la que había salido en su momento. Cinco minutos después, me disculpé con ella y volví a callar durante meses. Un profesor de prácticas presenció la escena, se percató de mi presencia por primera vez, pues yo ser normalmente invisible desde el otro lado de la realidad, y trató durante los días siguientes, silenciosamente llamar mi atención. Finalmente, sin éxito, al terminar una clase se me acercó directamente y me confesó que en realidad hacía prácticas para experimentar la vida y tener ideas, pero que su profesión era ser escritor. Me contó que mi persona le había inspirado para protagonista de una novela que quería escribir, que quería hablar conmigo, que estaba creando un circulo de artistas más cosas que ya no logré escuchar.

Esa misma situación, uno o dos años atrás, hubiese sido algún tipo de fantasía rebuscada de alguien que de alguna forma quiere ser notado, llamar la atención sobre algo o él mismo. Para mi propia sorpresa, solo pude mostrar escepticismo ante la idea, me pasó un mail que nunca apunté y los días restantes nos terminamos ignorando mutuamente hasta que terminó las prácticas y se largó del instituto. Yo no era un personaje de novela. Aún con el pelo largo y vestido digamos, de forma original, estar sentado en el fondo de la clase mirando el cielo no me convertía en el incomprendido protagonista de un anime. No un genio, no un justiciero, no un rebelde, ni siquiera un autodidacta. No me molestaba la idea de que alguien escribiese sobre mí, algo que me ha ido ocurriendo de cuando en cuando; pero esa persona no quería escribir sobre mí, esa persona veía a mí un personaje, un estereotipo, la herramienta para contar algo de un escritor, la idealización de una conducta.

Me daba mucha rabia, yo era una persona real, algo que estaba pasando a tiempo real.

Terminé de leer, por fin, página a página desde que empecé casi cuatro años atrás, el Also Sprach Zarathustra. Tenía mucho, muchísimo tiempo libre ahora que no tenía con quien hablar, así que arrasé también la librería de mis padres. Una biografía histórica sobre el sitio de Stalingrado, una novelización de la vida de Julio Cesar, George Orwell, el Ecce Homo, Isaac Asimov, Milan Kundera. Llegado el momento decidí que mi postura en relación al mundo educativo era en realidad una parte muy importante de mi vida, así que debía informarme para hablar con propiedad y quizás algún día poder escribir lo que entonces me estaba ocurriendo. Leí la Deseducación, de Noam Chomsky, de quien plagié el título del libro algunos años después aunque no el contenido; su libro trataba el tema desde otro angulo, era más antropológico, más político, más histórico sobre los orígenes del sistema educativo y su uso como arma de colonización.




Mass education was designed to turn independent farmers into docile, passive tools of production. That was its primary purpose. And don't think people didn't know it. They knew it and they fought against it. There was a lot of resistance to mass education for exactly that reason. It was also understood by the elites. 
 
Emerson once said something about how we're educating them to keep them from our throats. If you don't educate them, what we call "education," they're going to take control -- "they" being what Alexander Hamilton called the "great beast," namely the people. The anti-democratic thrust of opinion in what are called democratic societies is really ferocious. And for good reason. Because the freer the society gets, the more dangerous the great beast becomes and the more you have to be careful to cage it somehow.

Miseducation - Noam Fucking Chomsky



Leí ensayos variados de psicología y algo llamado Estupids Homes Blancs de Micheal Moore. Miré conferencias en TED sobre educación y encontré que mucha gente estaba interesada en el tema. Documentales sobre Korea del Sur, sobre los países nórdicos, artículos, papers científicos. Luego volví la vista otra vez hacia aquí.

Eran libros increíbles, sentí que por fin alguien, quizás no me daban directamente la razón en mi lucha particular, pero no podía evitar darme por aludido. Por algunos directamente, otros en el tamaño de la perspectiva del mundo, otros me daban el poder para escoger el propio camino. No pude evitar la sensación de que todo aquello llegaba tarde. Todo aquello que si hubiese sabido años antes me hubiese hecho reaccionar y no perder el tiempo ni estudiando ni en bravatas absurdas para demostrar que tenía razón. Daba la sensación de que esa gente podía ver un mundo más grande del que terminaba en las puertas y paredes del instituto; tendencias más allá de palabras obvias, criticas sin sentido. Más allá de las apariencias y los modelos de conducta, la culpabilizarían de la virtud en pos de la mediocridad, los moldes sociales y de los profesores asustados de sus alumnos.

Cambios suceden continuamente en el ámbito de la educación, sin duda, pues no es un campo terminado. Pese a la resistencia de los funcionares a hacer cambios, hay mucha gente interesada en hacer que las cosas mejoren; o que como mínimo, siguiendo la moda de una reforma educativa por ronda electoral, cambien.

La mayoría no tienen ni puta idea porque participan en debates en la que la edad media es de cincuenta años y se dan la razón entre sí quedando muy progresistas queriendo cambiar un par de horas.

Preparaos porque viene un carro de mierda. Nuestros años no fueron una excepción, y en este momento de la historia en particular empezaron a hacer cambios para seguir tecnológicamente en la vanguardia mundial. Pusieron un ordenador en el aula, una pizarra inteligente que nadie usaba, una cortina con un proyector, un carrito lleno de ordenadores pésimos que tampoco servían para gran cosa. ¿Cuantas aulas de informática que los profesores debían buscar excusas para usar había? ¿Cuatro, cinco? Aún me acuerdo de un día haciendo el gamberro entre clase y clase se encontraba Alex apoyado como siempre en la caja negra cerrada con llave que contenía el ordenador de la clase pegada a la pared. Justo al entrar la tutora; algunos dicen que por accidente otros que por un ataque neo luterano, nuestro fiel amigo destruyó el anclaje que mantenía ese mueble futurista pegado a la pared causando grandes destrozos y una nueva ventana por la que saludar a la clase de al lado.

Eso sirvió para causar un gran arrepentimiento, hacerle pagar la reparación y hacer que bajase la cabeza unas semanas; pero además del continuo y nunca cesante descojone me sirve también para ilustrar una simple idea que a miles de educadores parece habérseles pasado por alto.

No importa la obsesión ciega con el uso del PowerPoint, que es además más que cuestionable como herramienta y desde luego no mejora la capacidad para hablar en público y estará enterrado en un par de años. No importan las pizarras digitales, ni usar porque si libros en formato pdf o un campus virtual del mismo modo en que usarías uno en papel forzando utilizar la tecnología solo porque está ahí, lo que por cierto tiene un nombre técnico y se llama Efecto Everest. No importa que tengas tres ordenadores por alumno o un maldito satélite propio geoestacionario; no va a cambiar nada hasta que aceptes que la tecnología e internet no son una herramienta más para tus viejos métodos sino un cambio absoluto en el paradigma mundial de acceso a la información, comunicación y aprendizaje. Ese hecho tiene efectos muchos más profundos sobre la educación que cualquier cantidad de ordenadores que quieras comprar, excepto para Microsoft, que se embolsa cien ñapos por cada computador que compre la administración con Windows preinstalado cuando existe software libre desde hace décadas perfectamente capaz.

El factor de la información no es ahora su accesibilidad, sino su fiabilidad, coherencia y procedencia.

No es importante el eterno debate de móviles en clase si, móviles en clase no; ni de poner a la vez wifi gratis e inhibidores de señal remota. Por mi puedes encerrar el maldito instituto entero en una jaula de Faraday, el mundo no va a para de girar. El hecho significativo no es que ahora haya un método más de tantos otros para procrastinar en clase o hacer trampa en exámenes, el hecho significativo es que toda la información del mundo va a estar disponible desde ahora hasta el resto de nuestros días a unos pocos clics de distancia. No es tan importante aprender un hecho concreto como ser capaz y tener la curiosidad, herramientas y voluntad suficientes como para informarte por ti mismo y no perder diez años de tu vida aprendiendo cosas que te dicen son importantes pero a toro pasado resultaron ser para tener cultura general. La cultura general está allí, en muchos más matices dimensión y diversidad que nunca en la historia de la humanidad ha sido posible aprender en la más selecta escuela privada, y los principios para educativos en los que puedas escudarte para enseñar las materias se encuentran más eficientemente enseñados en lo que vosotros consideráis simples videojuegos.








¿Cómo quieres que te respete una generación digital si no sabes hacer funcionar el Reproductor de Windows Media? Parecerá cruel, pero es la verdad, en los medios de comunicación siempre hablan de la brecha generacional en cuanto a lenguaje, lo que no es más que el resultado de una realidad cambiante a objetivos y expectaciones como ya hablamos en la cuarta parte, y ahora nos encontramos con otra en cuanto a medios.

Es una prueba más de que el sistema no premia la inteligencia, porque esta si es versátil, adaptativa y multidisciplinar; no como los profesores.


- Ya me gustará verte a ti cuando tengas cincuenta años con las cosas modernas que inventen entonces. 
 
- Pues quizás en lugar de estar disgustado conmigo por exigirte que estés al día, deberías estarlo con quien te vendió una educación que caducaba en veinte años en vez de la capacidad de continuamente aprender y adaptarte a cosas nuevas. Pero eh, es solo mi opinión.

Los tiempos os superan. Nos terminan superando a todos, ni siquiera yo puedo saber cómo será el mundo en veinte, treinta años; quizás todo lo que estoy diciendo será un anacronismo en cinco porque las condiciones habrán cambiado tanto que nos meteremos la información en el cerebro a través de conexión directa con una RAM. ¿Podemos reconocerlo ya y en vez de enseñar apilados de conocimientos, y la idea de que estos nos proporcionan seguridad en el mundo, preparar a las personas para un universo en constante movimiento? Nos queda un largo camino, entre el mundo que es obvio será, y en el que nos encontramos ahora. Ni siquiera el argumento laboral tiene sentido cuando incluso ahora las empresas especializadas, más y más busquen perfiles personales, pues los títulos son de alguna forma abstracta garantes de una actitud obediente, pero no una indicación directa de capacidad para un trabajo.




El mundo tendrá que reorganizarse, y el problema supera el alcance de este artículo; en lo que nos concierne, quedarán los puestos especializados cuyo alcance de conocimientos no podrá ser tratada como integral en una educación pública general. Además si yo tuviese una empresa seria y especializada, no querría la persona con notas altas y ya está. Eso me dice que eres capaz de tirarte diez horas haciendo faena, pero no que seas bueno en ella. Yo te pago por ocho el día, yo aporto la motivación que no existe en los estudios, voy a tener que invertir igualmente en tu formación particular así que quiero alguien que no vaya a estallar en los próximos cinco años cuando se dé cuenta de lo que es la vida.

Ahora mismo, si hay una correlación entre estudios y trabajo no es por los conocimientos a granel en sí, sino porque son garantizadores de una mentalidad de esclavo y que, dado a que ha superado el trámite sin sentido para obtener el título, también eventualmente aprenderá a hacer lo que sea se pida en el puesto de trabajo. El producto acabado no es un ciudadano informado y capacitado sino un trabajador y, en menor medida, un consumidor de otros productos educativos o de titulación. La especialización será la norma pues los puestos no cualificados acabarán desapareciendo cuando maquinas tomen esos trabajos, no es ciencia ficción, es la realidad. Hubo una primera, una segunda revolución industrial y estamos viviendo una tercera con la informatización que tampoco será la última. La especialización será tal, que los títulos genéricos no darán ninguna garantía para un puesto de trabajo, las empresas y los gobiernos tendrás planes de formación especialmente diseñados para tareas concretas que darán a quien cumpla un cierto perfil personal. Hasta ahora, a medio caballo entre ideales de la ilustración, educación post-colonial e hiperespecialización, las universidades como continuación del sistema educativo obligatorio o mismas sus pruebas de acceso son las que cumplen ese papel, pero llegará un momento en el que se darán cuenta de que no es necesario. ¿Qué ocurrirá con el motivo de ser de la educación obligatoria cuando eso suceda? ¿Que debería ocurrir ahora que ya está sucediendo?

El argumento laboral.

Un amigo estuvo estudiando en China y me contó como los grandes bancos y fondos de inversión, entraban en las universidades y se llevaban los mejores estudiantes de letras para trabajar en sus departamentos de estadística. No era para hacerles el lio ni participasen en su eje del mal sin saber lo que ocurría. Decían, no importa en absoluto que lleves estudiando años literatura alemana clásica, ni que no toques una calculadora en ocho años, si has llegado hasta aquí me sirve, porque en seis meses te vas a poner al día en lo que exactamente necesitas saber y me va a salir más barato pagarte a ti la formación que contratar un licenciado que lleva diez años estudiando económicas y dos trabajando en el sector pero pese a saber mucho de un campo demasiado amplio nada de eso me sirve si nunca ha tocado una bolsa de inversión.

No significa todo esto que no tengamos que enseñar conocimientos básicos o tácitos sobre el mundo por miedo a que dejen en algún momento de ser útiles, pero tenemos que vincularlos con el hecho de que nuestra realidad actual es solo una pieza más del gran marco histórico que por otro lado nos encargamos de separar de nosotros mismos. Creo que lo más lejos que llegamos nunca fue a la primera guerra mundial, porque cuando se terminaba el curso había que volver a empezar desde el principio porque lo considerado verdad histórica sufre de las sutilezas y del hecho de que la historia la escriba el vencedor pero es menos obvia y nos da más de lejos que la historia real que, si siguiesen su propia máxima de estudiamos el pasado para entender el presente, seria completamente esencial.

Pero no quiero desviarme demasiado del tema, cuenta la leyenda que la ciudad de Londres gastó mucho dinero en intentar dar con una solución millonaria al problema de la acumulación de mierda de caballo en las calles durante la época victoriana, tras muchos estudios calcularon que unos cien años el modo de vida de las metrópolis no sería sostenible debido a ello y la población tendría que volver al campo. A los veinte se inventaron los automóviles y nadie se acordó de aquel gran problema que iba a cambiar el futuro nunca jamás. ¿Significa esto que debemos ignorar la situación actual, el cambio climático por ejemplo porque en diez años pueda ser risible cualquier referencia al respecto porque el mundo puede cambiar drásticamente en ese período? No, pero hay que vincular la realidad con su contexto, el hecho con su significado, no tirar al aire una colección sin fin de información con un orden temporal pero sin relación compleja entre sí. No mencionar los actos políticos que definirán el futuro del mundo occidental como un comentario al principio de una clase de historia o tutoría y luego volver al contexto agrario del siglo quince en Cataluña.

No se hace porque hay un miedo a que los jóvenes interpreten por si mismos el pasado y lo hagan de forma diferente. Porque detrás de todo esto hay una cuestión más profunda, la lección aprendida de que no se está haciendo nada en la vida si no estás trabajando o estudiando para trabajar, la lección aprendida de que el trabajo el dejarse los codos aunque no tenga ningún sentido ni provecho estudiando o trabajando es lo único que da propósito y dignifica al hombre. Quizás lo que tienen es miedo de descubrir que llevan una vida trabajando para ganar un dinero que se gastan en mejoras del nivel de vida que en realidad no necesitan y les han vendido el materialismo del mismo modo que a hacen ahora con nosotros con la identificación.


consejo offtopic del día: si a lo largo de todos estos años te han logrado convencer de que los números no son lo tuyo, toma un curso o aprende por tu cuenta de estadística básica en cuando tengas oportunidad, de lejos la más útil y potente herramienta que las ciencias te pueden ofrecer si no te dedicas a ellas.


La misma percepción de esos cambios a usar ordenadores en la clase es testigo por si misma de mi cambio total de actitud y forma de pensar, que me entusiasmaba al principio hasta que vi cómo se usaba en realidad. También puede verse como un cambio destinado a que quien no tiene acceso a esa tecnología la pueda utilizar, como un elemento igualador, un ejemplo de las instituciones educativas como herramientas de integración social; y seria genial que todo lo relacionado con el instituto se pudiese gestionar desde una plataforma virtual. Pero ningún numero de deberes por el modle (algo que nunca usé ni una sola vez en el instituto y empezó a ser medianamente usable durante la universidad pero muy lejos aún de lo que debería ser) puede hablar por encima de las salas llenas de ordenadores cerradas, de tener que pedir hora para un limitado uso de media hora bajo supervisión del único ordenador en toda la biblioteca que funcionaba. Es una actitud, o la falta de un cambio de actitud.

No sé cómo estarán las cosas ahora, pero os aseguro que cuando yo iba al IES Sant Feliu, el avance tecnológico era simplemente otro ejemplo de la fábula en la que el cielo cambia, el sabio apunta, y el tonto mira el dedo. Como he dicho, la tecnología no es el medio para tener libros de texto en una tablet. Es un paradigma completamente nuevo en el que el viejo argumento que te dan en primaria para aprender a multiplicar de no siempre vas a llevar una calculadora en tu bolsillo se vuelve absurdo más allá de la imaginación. Nos enseñaron durante la primaria una cantidad aberrante de horas a mecánicamente buscar palabras y copiar las definiciones en un diccionario, no por las palabras en sí, sino porque resultaba que en la universidad nos íbamos a hartar de hacerlo y era mejor estar ya preparados. Resulta que el mundo ha girado un par o cinco o diez años más y ahora después de todo nos vamos a pasar la vida, no solo con una calculadora; sino con un reloj, un traductor, un diccionario, un corrector ortográfico, una enciclopedia, un teléfono, una base de datos, una agenda, un GPS, mayor capacidad de cálculo por segundo que el superordenador que llevó el hombre a la luna por primera vez en la historia de la humanidad, todo junto en el bolsillo del pantalón y nos sobra sitio para un paquete de tabaco. Obviamente para poner todo eso en un espacio tan pequeño, o para crear el diccionario en sí, alguien tuvo que aprender muchas matemáticas y alguna otra persona mucha lengua, así que no son conocimientos inútiles ni serán conocimientos perdidos si los dejamos de imponer. No quiero decir con eso que aprender a multiplicar o a hacer con rapidez tareas mentales de lógica y plasticidad no sean útiles para el aprendizaje; simplemente digo que ahora hay que buscar otras razones más originales si de verdad quieres justificar seguir haciendo las cosas igual que hace cien años.


No hace mucho tuve que volver a estudiar el cálculo de las raíces cuadradas que me enseñaron en mis tiempos de EGB (era el equivalente a primaria y los dos primeros cursos de la ESO actual) para enseñárselo a mi hijo que, ¡oh, sorpresa!, seguía usando el mismo. En este punto alguien se preguntará si los métodos de cálculo cambian con el tiempo y no, no es eso a lo que me refiero. 
 
Evidentemente aquel método que nos enseñaron de pequeños sigue siendo válido (...) pero no es de eso de lo que quiero hablar, de hecho, lo que pienso es que no hay por qué saber calcular raíces cuadradas a mano, yo soy doctora en Matemáticas y no recordaba cómo hacerlo. Lo que sí debería saber una niña buena (de primaria o secundaria) es plantear problemas para cuya solución, en algunos casos, se necesitara el cálculo de la raíz cuadrada, que la niña buena sabrá hacer, eficientemente, con la calculadora de su ordenador o, mejor aún, con algún programa de cálculo simbólico de los que le han enseñado en su clase de matemáticas, preferiblemente de software libre que, haberlos, haylos.



La niña buena no aprende el catón - Carla Grima



Es fácil ver una razón de fondo por la que enseñar algo durante los años de infantil. Quizás porque por alguna razón somos más flexibles con la educación de los muy pequeños porque es más fácil aceptar que sabemos muy poco de ellos, pero no necesariamente tiene que significar que funcionen. Le ofreces a los niños cualquier tarea interactiva, el mundo es nuevo y hagas lo que hagas van a aprender: interactuar con su alrededor, conocer los objetos, las palabras, aprender a controlar su cuerpo, aprender a aprender, ya me estas entendiendo. Además de cosas de supervivencia básica que evidentemente tienen que aprender. Realmente ahí sí que es cierto que estás dando una base para el mundo que les espera, pero es que sería difícil no hacerlo. Un cierto grado de aprender un cierto modo de comportamiento es necesario y perfectamente aceptable.

Pero cuanto más avanzamos, menos son las excusas que quedan detrás del anteriormente pilar fundamental de la razón humana de no llevar siempre encima una calculadora. Ya no se trata de no entorpecer el natural flujo del crecimiento y aprendizaje, llega el momento en que tienes que aportar algo. El momento en que solo mantener la situación y el mismo modelo, no tiene una función fuera del mundo educativo. Si no haces nada para prolongar ese impulso, para guiar aquellos intereses sin rumbo ni sin saberse expresar pero que están ahí, entonces estás haciendo daño; estas estancando una generación. Empieza a ser más difícil justificar según que cosas, aunque por suerte no mucha gente las cuestiona. Se podría continuar esa serie de conocimientos tácitos sobre el mundo, y enseñar a la gente igual que enseñabas a atar los zapatos, a moverte en transporte público. Encargar algo por internet, hacer un trámite con la administración, hacer un currículum, construir algo con tus propias manos, navegar, conducir. Se podría renunciar a ello y, en vez de eso decidir que todo eso se puede aprender ahí afuera y aquí vamos a hacer cosas con el objetivo abstracto de prepararte para ello. Solucionar problemas de lógica, gestión de recursos, estrategia, expresión artística, inteligencia emocional. Se podría tratar de hacer las dos cosas, y mediante el aprendizaje de cosas útiles de nuestro mundo también entrenar la mente de una forma específica que quizás no haríamos en el mundo real. Aprender música y coordinación física tocando un instrumento, lógica aprendiendo matemáticas o programación informática, gestión de recursos y emocional al trabajar en equipo para ganar un simulador de batallas. Estoy convencido de que eso es exactamente lo que pretenden los educadores, lo que todos coinciden sería lo ideal. Pero a la hora de la verdad, no saben, son incapaces, no están entrenados para ello, no tienen el nivel o no tienen vocación. No importan las razones, el caso es que no saben.

Así que como no saben, te mienten, y se mienten a ellos mismos para salvar su imagen. Quizás no con palabras pero sí con los hechos. Sacan enormes fardos de información acumulada y te dicen que es importante para el mundo. Quizás como es realmente lo único que tienen de ventaja respecto nosotros, creer que aquello es todo lo que vamos a necesitar para el mundo les da a ellos mismos seguridad. Cuando estas en ello te convencen y resulta que todo es de lo más importante, todas y cada una de las veces que durante la primaria y secundaria estudias el jodido imperio romano. Yo perdí la cuenta. Pero luego desde la distancia, cuando hablas sobre ello con un profesor, toda justificación al respecto es que todas las veces anteriores eran entrenamiento, sentar unas bases. Un paso más de un sistema de aprendizaje por capas del cual no sé si su virtud es su eficiencia, o la eficacia del hecho que asumes, que si tienes que aprender algo tantas veces, es que es importante. El año siguiente, otra vez. No se trató de que bachillerato fuese quinto o sexto de secundaria, sino que primero de la eso nunca dejó de ser séptimo de primaria. ¿Era entonces, cada vez que repetíamos una asignatura, toda la importancia y determinación dejada atrás solo una mentira? Les sorprenderá luego que a cada canto de sirenas sobre la importancia de tal y de cual, aun cuando algo sea realmente importante todo sean caras largas y mentes distraídas. Porque no solo nunca llega el momento definitivo de aprender a hacer algo entre tanta meta educación y formación, sino que nunca está dirigida a los intereses individuales de aquellos niños a los que va dirigido que, oye, pues ya escogerán lo que quieren estudiar cuando tengan dieciocho y vayan a la universidad.

Váyase usted a la mierda.

¿Es que se piensa que los niños de diez años no se saben comportar o concentrarse? Deles algo que tengan ganas de hacer, déjales salir al patio a jugar más a menudo y déjate de tanto diagnosticar hiperactividad y de poner cámaras de seguridad en los lavabos.

El argumento de que no es para tanto, que el instituto no son unos años buenos a veces pero que de alguna forma hay que sacar a los niños de los colegios y empezar a introducirlos en que la vida está muy dura. ¿A qué punto hemos llegado, en el que para defender la decisión de encerrar a nuestra juventud, tenemos que compararlo con una estancia penitenciaria y otra vez la idea del mal menor? ¿Tan bajos tenemos nuestros estándares al hacer algo, que solo podemos decir que podría ser peor? No se trata de que debería ser malo de por sí e intentamos hacer lo menos malo, es que no debería ser algo ya de por si contra tu voluntad, ni un sacrificio personal de cara a un futuro mejor. Tendría que ser la oportunidad para desarrollarnos a nosotros mismos y todo lo que puedes decir es que yo he tenido suerte pero ya se acabará. De alguna forma, parece que si no sufres no estés progresando en este país, si te interesa no estas realmente estudiando, si te gusta no es un trabajo de verdad; estamos enfermos, de pesadez y de seriedad. Si yo he pasado por ello, no se te ocurra a ti ser feliz allí donde yo no lo he sido, no se te ocurra tener las oportunidades que yo no. Que no me quiten el lugar, que si llevan la gorra del revés, que en mis tiempos vivíamos sin tanta chorrada, que no se pasen de listos. Una generación de padres con seguridad financiera sacrificándose y cargando el peso existencial en empujar a sus hijos hacia las universidades porque ellos no tuvieron oportunidad, sin saber que cumplido el sueño de un mayor estatus social no se es más feliz.

No puedo evitar tener la sensación de que estamos castigando a las jóvenes generaciones, por ser eso, jóvenes.

Es otra vez como en el parvulario donde la respuesta de los niños era proporcional al amor de sus profesores; si tú no te implicas, si tú a pesar de haber dedicado a ello tu vida profesional, no muestras pasión real por lo que haces, no puedes tener el valor de esperar una respuesta a nivel emocional de tus alumnos, que llegado este momento será más importante que lo que sea les tengas que enseñar. Si no eres capaz, si no quieres involucrarte porque temes la indiferencia de tus alumnos, la solución es simple y deberías haberte planteado en un primer momento: no te metas a profesor.






Hasta en segundo de bachiller cuando finalmente aprobaba el examen que aseguraban, este no podía pasar sin atender en clase, luego ante mi actitud triunfal me intentaban convencer de que lo importante realmente no eran los exámenes sino acostumbrarse a mantener un ritmo de trabajo. No me convencía entonces, pero no os voy a engañar; es una buena explicación.

En realidad, fallo mío, en este caso reconozco mi equivocación:

Es una puta mierda de argumento.

¿Por qué? Llevaba una vida sin un maldito ritmo de trabajo, porque me habían impedido encontrar la razón para tener uno propio. No querían un ritmo de trabajo, querían su ritmo de trabajo. Imponer un horario no solo responde a necesidades de organización sino que es un fin en sí mismo. Porque de lo único que sirve un sistema de trabajo nacido crecido y madurado no en una decisión propia sino en un balance de derechos y castigos, es para trabajar en sumisión a una voluntad externa. Podría decirlo más alto pero no más claro, podría decirlo más finamente evitando la frase hecha o evitando la frase entera; pero el sistema educativo actual es directo heredero de un producto más del colonialismo imperial, y luego imperialismo americano, y como tal su objetivo principal es crear masas controladas y trabajadores asalariados, y no es ninguna conspiración porque no hay ninguna mente maligna detrás sino que todos estamos colaborando porque es la opción más fácil.

Quizás cuando los profesores, intentando justificar su trabajo fuera de los contenidos en sí, se llenaban la boca con palabras como formar y formación, se referían sin quererlo la formación y procesado industrial de alumnos mediante moldes con forma de obreros. No confundan, mi uso de la palabra obrero, con una referencia directa a la educación pública como herramienta desde arriba para la lucha de clases. Podría ser así en algunos países, podría haber sido así en un pasado reciente, definitivamente era así en su origen, pero ahora va más allá.

La identidad del obrero o trabajador se ha forjado, es un molde de persona genérico y sin nivel social asociado, un modo de ser y una cultura contemporánea con directrices tan suaves, tan diluidas en el aire, que entran y se instalan en tu mente sin que las puedas percibir como tales; y precisamente por ello son tan peligrosas. Por eso no solo dejé de hacer deberes: por eso dejé de escuchar, de mirar aquellas personas que decían cosas delante de una pizarra y sin saberlo me instalaban de forma abstracta un modo de vida, una de diferentes posibilidades de mente. Aunque hagan lo posible para evitarlo, aunque genuinamente intenten ser plurales y buenos profesores y hacernos pensar por nosotros mismos; eso es algo más profundo que elude el alcance de nuestra racionalidad. El contenido, el significado, el peso inherente al resto de nuestra existencia al hecho de estar ahí escuchando la persona en un altar y no en algún otro sitio, cualquier sitio, afecta de por si a nuestras vidas, mas allá de la mucho más obvia imagen retrato de la escena simbolizando el poder y la aceptación.

Aunque como dije no hace mucho tiempo hablando de la libertad, raramente tenemos la suerte de que la opresión se nos aparezca en forma de una valla de metal, autoridad y controles de seguridad; pero en el caso de un instituto lleno de cámaras, quizás la importancia de la más sutil influencia no parece tan grande.






Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End






la deseducacion, jesus of suburbia i
the decay of western civilization /?
random local guys




La (des)educación

Reedición




Resultó que mandar mensajes por el móvil a mi madre cada semana con el número de faltas de asistencia, conductas contrarias y detenciones no era suficiente. Empezaron a llamarla de cuando en cuando para hacerle sentir que algo no estaba haciendo bien con la educación de su hijo y me quedé como un par de años sin paga semanal.

Se puso de moda, pese a mis intentos de que me dejase solucionar mis problemas a mí, y a la situación del instituto se le unió la presión de mis padres, quienes convencidos de que me ocurría algo, no se convencían de mi autogestión ni de que el instituto era el problema, y me daban largos sermones que me negaba a escuchar y daba la sensación iban dirigidos a alguien de doce años.


Tienes que ir, es tu obligación, los deberes son importantes, tienes que hacer caso a los profesores.


Sonaba todo tan de otro mundo, de otro tiempo y otro lugar; tan alejado de mi mundo que no podía creer estar escuchando esas palabras. Hasta mis hermanas mayores y mis tíos se tomaban a libertad de darme consejos sobre la vida. No me podía creer tener que escuchar ahora de nuevo esas historias, y de verdad que me cabreaba mucho. Convirtió a mis padres en una parte del problema más, un escollo que tenía que superar; pero a los profesores eso no les importaba, todo lo contrario lo veían como una oportunidad para hacer más daño. La situación se volvía insostenible pero no cambié mi actitud ni retrocedí un milímetro mi postura, si acaso lo contrario.

Lo que no entendían, ni mis profesores ni mi familia ni los alumnos promedio ni nadie, la pieza del puzle de su versión de la historia que no encajaba con lo que estaba ocurriendo era que pese a años de hacer lo mismo, después de tanta historia, yo seguía aprobando.








Parte VII

Jesus of Suburbia II


No era que ya no intentasen suspenderme; pues entre ejercicios de clase, actitud y pamplinas (más de diez por ciento de nota de comportamiento en segundo de bachillerato) tenía que sacar sietes largos para rascar cincos en las avaluaciones. Las asignaturas suspendidas en primero se acumulaban con las de segundo y algunos profesores me devolvían los exámenes sin nada escrito y un suspenso en la parte de arriba sin más explicación. Si exigía ir a revisión, a lo que ponían trabas administrativas, simplemente me decían lo que había hecho mal y decían que con esos errores aunque lo demás estuviese bien, no me podían aprobar. Nuestra profesora de filosofía volvió después de la baja médica que se adjudica cada año y como para corregir lo hacía ligeramente al azar, ligeramente por lo que creía que el alumno sacaría, y como yo no hacía nada en clase me suspendió un examen de Descartes sin sospechar que un año antes me había leído el discurso del método. Examen que casualmente haría, casi calcado otra vez en la selectividad, y que sin estudiar a ese señor un minuto más de mi vida me aportaría un nueve con setentaicinco, por eso de que las faltas de ortografía restan puntos.

Ningún profesor, a partir de tercero de la eso y con la excepción de Lidia, me intentó nunca más convencer de que su asignatura sí valía la pena sin emplear la coerción. 

Si el sistema y los profesores no se molestan en darme ideas y argumentos válidos para lo que me obligan a hacer, ¿porque me obligan, como pueden exigir después tener conocimientos específicos e ideas y argumentos perfectos para tener derecho a quejarse por ello o desobedecer?








Llegaba un momento, en el que perdían la noción de porqué me estaban castigando en primer lugar.



La autoridad concedida para lograr los objetivos o ideales educativos, se transforma entonces para cubrir la necesidades del funcionamiento de una clase en sí. Rápido se olvida la diferencia entre tener una función y ser de necesidad, y la autoridad deja de ser una herramienta para enseñar, educar o formar en esos conocimientos designados, para bien o para mal, para convertirse en el fin en sí mismo.

yo mismo - hace un rato



Mucho había pasado ya de eso, eso ya lo sabía, lo daba por hecho; pero reconocerlo no cambiaba mi situación. Era un mártir, el último de mi especie, un Jesucristo olvidado en los confines del fondo de una clase de secundaria, donde ya no hay peligro de contagio porque nadie quiere ser como yo en los dos años más largos y perdidos de mi vida.

Lidia, un día que nos quedamos hablando en el pasillo cuando se suponía que teníamos que estar en clase, nos confesó a David y a mí, que se hacía una reunión semanal exclusivamente sobre el curso y que habitualmente éramos uno de los puntos del día. Con periodicidad y de forma oficial, decidían que nuestra situación se había acabado, que si no queríamos estar en clase no fuésemos, y que si estábamos teníamos que participar; pero a la hora de la verdad los profesores nos ignoraban. Todos estaban convencidos que éramos un problema pero nadie quería poner nada personalmente para solucionarlo. Para castigarme de formas más imaginativas cuando estaba ya solo, sí, pero nada más.

Por eso cuando hicieron una reunión en el instituto muchos años después hablando de los peligros de las fiestas de random local guys, e intentando averiguar si había niños del centro implicados, me hizo mucha ilusión y me invadió una ola de nostalgia.

Que si no queríamos ir no fuésemos, como si el bachillerato fuese un producto más, como ir a una academia o dejar de ir, y no el sistema estándar de educación publica. He visto lo que habéis hecho con la gente que os molestaba tener en clase, como la habéis ido expulsando del sistema lentamente igual que ahora estáis haciendo conmigo, y como habéis hecho de los despojos cursos de formación profesional. Como si durante los años anteriores, alguien no nos hubiese hablado de cualquier posibilidad alternativa como algo que no fuese degradante y para los demasiado tontos como para dar continuar el camino lógico. Aquí hay dragones, ponía un cartel encima del instituto a distancia, que nos enteramos tarde que existía por otros medios y donde no había ni un alma porque la educación publica parece tener el monopolio de la integración social. Sinceramente, hubiese dado igual, tampoco nuestros padres hubiesen aceptado ver en casa lo poco que hacíamos aquí.

Durante la secundaria temprana, bautizaron a nuestra área de influencia postura del mínimo esfuerzo, como un antagonista de su cultura trabajadora y su culto a la voluntad ajena. Ahora, tras un par de años que parecían muy lejanos, esa postura era irónicamente para mí un gran esfuerzo y esa contradicción en parte mi obra; una lucha que servía a los demás pero yo hacía por mí, para sobrevivir, y en la que nunca saldría ganando aún si salía vencedor. No iba a dar a nadie la satisfacción de verme abandonar y que contar mi historia en el futuro fuese una forma de lamentarme por las batallas no libradas. Aunque nadie me siguiese, mi existencia implicaba la existencia de otro mundo, de la posibilidad de decir no.



- Una clase más así y me voy a sentar con Jordi.



- Cuando ocurren cosas como estas, te entiendo.



- Es que en el fondo tienes razón.




Con el transcurso de los años, intentaron desarrollar diferentes tácticas al respecto de mi figura con dispares, a veces contraproducentes e siempre impredecibles resultados. Como cuando el profesor juega a eso de mandar a buscar algo al payaso de la clase en secretaria y aprovecha para hablar con la clase sin su presencia para decir que no le rían las gracias, pero más complejo.

Aislarme pero respetarme reforzaba la sensación de ser una alternativa, criticarme directamente me daba motivos para hacer lo que no quería hacer que era hablar, exponer, criticar y convencer, porque aun así, o precisamente por ello, encontrar oposición revitalizaba mis esfuerzos y daba a todo sentido y con ello los profesores encontraban un claro dilema. Se oponían directamente a mí, yo ganaba crédito porque se hablar mejor que ellos, y con el mismo hecho me reconocían como valido interlocutor. Me desacreditaban a mis espaldas y me dejaban en paz, bueno, yo conseguía que me dejasen en paz; así que yo aprobaba y el resultado me daba la razón. La solución era ignorarme en clase, aislarme pero dejar claro que yo era un caso especial porque era listo y si no sacas buenas notas tú no te puedes quejar, (no me malinterpretes, creo que lo soy, pero no por ser capaz de aprobar esas mierdas) y ponerme trabas invisibles para que de dos pájaros en un tiro mi fracaso demostrase su tesis de que por muy inteligente que fuese no podía aprobar sin estudiar y que aun aprobando nadie se me quisiese asociar. Eso dio lugar a un acuerdo no escrito en el que yo no cuestionaba su trabajo, me intentaban hacer suspender, y no participaba en clase pero si les apetecía podían castigarme por ello.





- ¿Qué es exactamente el espín de un protón? - Pregunté un día cuando vi que estaban hablando de partículas subatómicas en química y les habían mandado para aprender de memoria el espín de las principales, una magnitud cuyo significado exacto no viene al caso.  
- El giro angular. 
- Si, yo también se leer la definición, ¿pero como puede tener giro angular una partícula perfectamente lisa y sin estructura interna? ¿cómo lo sabríamos? 
Se hizo el silencio 
- Si no participas en todo lo que hacemos en la clase, no puedes tampoco hacer preguntas.  
- Me parece justo.


No mentía, me parecía justo, pero se suponía que su interés era que yo participase; supongo que esa voluntad no era mayor que el hecho de que la profesora no tuviese ni idea de lo que era exactamente un espín. Esa mujer, por cierto, fue mi tutora ese segundo año.

Por mi parte, ya no me molestaba en intentar forzar la situación para de alguna forma dejar al descubierto la hipocresía del sistema. No me tenía que convencer a mí mismo de nada como años atrás, yo sabía que tenía razón y tampoco era mi prioridad dejar de tenerla; porque el convencimiento, ya casi maníaco, de estar en lo cierto en medio de un mar de gente que te dice lo contrario, me daba el control y permitía sobrevivir en territorio hostil.

Asociarse conmigo era asociarse con el mal y entre una cosa y la otra me distancié de mis mejores amigos del instituto, que dejaron de ser tal aunque nunca dejé de llevarme bien con ellos. Me juntaba durante el patio si me apetecía, con gente que había conocido en otras partes siendo otra persona y luego me encontraba que estudiaban allí. Las personas de mi misma clase no me importaban ya en absoluto y la fingida intención de hermandad en las fotos grupales me parecía muy divertida. Me podía pasar días sin decir una palabra y nadie iba a enterar, era maravilloso. Hace ya años dejé de ir a las excursiones que me parecían estúpidas del instituto, y ese curso me las salté todas incluido mi propio viaje de graduación porque era, precisamente, un viaje estúpido y, sencillamente tenia mejores cosas que hacer.

Esa frase que me estoy apropiando constantemente es de David, por cierto, tenía mejores cosas que hacer es su contestación absoluta cuando hace un par de años empecé a escribir todo esto y le pregunté como resumiría sus años en el instituto. Creo que resume muy bien ese tiempo en general y te hace aceptar la idea de que el resto de tu vida pagaras ocho horas al día de peaje para vivir.

La mayoría de estudiantes se quedan en algún estado estacionario de su iniciativa rebelde, dejan de hacer los deberes, sacan malas notas y hacen otras cosas que yo también hacía, así que creo que a veces es difícil distinguir mi caso y situación de un fracaso académico normal. Creo que el punto clave es que fui capaz de mantenerme activo y mantener mi desarrollo intelectual, y encontrar gracias a él una forma de autodidactismo que sería cuestionable pero funcionaba muy bien para hacer exámenes. El otro punto clave es cuando decidí de forma activa, no solo dejar de hacer cosas, no estar distraído o no prestar mucha atención; sino dejar absoluta, consciente y voluntariamente de escuchar en clase exponiendo a los profesores su fracaso y alejándome conceptualmente más de todo aquello.

Voy a tratar una vez más de explicar por qué hice eso otra vez, con la esperanza de que no me repita.

Existe sin lugar a dudas un problema de contenidos, no un problema de contenidos exactos y concretos sino en su propio planteamiento y utilidad. La pregunta ¿de qué me va a servir esto en la vida? es tan antigua como vigente, y no tiene explicaciones sencillas, pero podría llegar a tener una justificación si se hiciese bien, ya hemos hablado de ello. El problema que yo encuentro va más allá, es más estructural, más sutil.

La influencia.

Siempre se puede rechazar una idea. Aunque te la intenten inculcar, aunque alguien intente aplicar la influencia de una forma demasiado explicita como ocurriría si fuese un esfuerzo consciente, porque toda idea va ligada a su contrario. Siempre se puede rechazar una idea si está expuesta como tal, una opción de muchas: es discutible, es cuestionable, incluso cuando puesta en el más alto pedestal. Pero aquello que nos llega en otras formas, de fondo, de estructura, de sensación de un sentido de realidad, no nos dicen si pensar algo o su contrario no se centran en el que sino que forman los cimientos desconocidos difícilmente desensamblables del cómo. Compartimentar el conocimiento en áreas separadas. Obedecer una figura de autoridad. Que exista el mismo hecho de una figura de autoridad como necesidad de un orden. Es más de lo que yo pueda describir con palabras. Eso no se enseña en una asignatura, nadie te lo dice ni nada creo que pretenda decirlo. Se filtra, en las paredes de las clases, en las palabras de los profesores, a través de la luz fluorescente que causa incomodidad. Es difícil de entender el hecho de que, te caigan bien te caigan mal, aquellos que tienen poder para ser escuchados sin oposición durante horas ante mentes cansadas, dormidas y por lo tanto vulnerables, filtren lentamente quizás no el modelo que tu escojas, pero si el modelo normal, de referencia, de cómo los humanos deben ser, pensar y, en última instancia, vivir.

No es la idea de izquierdas o derechas la que te venden los medios vendidos a los poderes por una porción del share informativo en particular, sino la propia idea de gobierno que damos por sentada; porque es más cómodo y simplista creer que el debate es entre colores que intentar entender las complejidades de un mundo gobernado por la hiperrealidad, fuera de los estándares históricos que hemos aprendido como nuestros. Gestionar el mundo para que el debate parezca entre esas opciones y dar la sensación de libre elección entre ellas es exactamente lo que te hace olvidar, o no ver, que el mundo lo dirigen otras personas.

El título del libro no fue lo único que saqué de leer de Chomsky, después de todo.






Es lo mismo que ocurre cuando cada cuatro años pretenden hacer una reforma educativa y mover horas o asignaturas de un lugar para otro y en las opiniones dispares, discusiones de corte ideológico como horas de religión u horas de ciudadanía, te convencen de que ese es el problema, cuando el problema es que el sistema está podrido hasta el fondo. 

De la misma forma la publicidad te vende no solo una marca sobre la otra, sino el estilo de vida en el que la propia decisión es lo importante, lo que identifica. La identificación personal a través de objetos, de productos. Utiliza como modelos, precisamente esa palabra, conocidas caras que cuestan mucho dinero contratar porque son de famosos que te resultan a la vista familiares, y el mensaje pasa más claramente cuando confías en esa persona, aunque sea a través de un papel de una serie, porque tu cerebro no sabe distinguir realidad de ficción, confía en lo conocido y es como si te lo recomendase un verdadero familiar. ¿Creías que era fortuito, que contrataban a actores y futbolistas que salen en las noticias, solo porque su magia a través de la pantalla les hace vender más? Las ficciones modernas ya no se separan entre fábulas o historias como se hacía en la antigüedad. Descubrieron que mientras la enseñanza de la fábula se puede negar, no se puede hacer lo mismo con el trasfondo de una historia, su hilo vehicular, la consonancia con el personaje con el que te identificas, el modelo de mundo y sociedad vendido y la relación con este; así que empezaron a hacer historias donde las virtudes griegas eran vendidas en el orden lógico de la necesidad durante la guerra de troya y transmutadas a un ideal romano del modélico ciudadano. Eso te lo pueden haber explicado, pero nunca intentado aplicar a tu realidad. Te pueden decir a la cara, eso se hacía para poner trasfondo divino a los dictadores, pero nunca te dicen que también se aplica a lo que ellos mismos te estarán explicando dos meses después cuando hablen de las virtudes de Napoleón. Esas historias aún existen hoy, y aunque han perdido la pretensión de ser reales, no les hace falta; tienen en lo más profundo impresas la enseñanza, el quien son los buenos y quien son los malos, y cosas más profundas, mas estructurales, que ni siquiera sus creadores saben que están imprimiendo en su obra. 

Es imposible huir de la influencia, la influencia está en todas partes y no la podemos controlar. Es como la moral cristiana controlando el mundo occidental pese a que nadie, o casi nadie, crea ya en los ángeles o en el dios abrahámico de las sagradas escrituras, donde esas reglas de comportamiento están escritas. Cuando uno empieza a poder verla, ocurre como con la misofobia y empieza a verla en todas partes; uno podría dejar de ver la televisión, de escuchar música, de hablar con los demás pero nunca podría huir del todo porque no existe una expresión pura de pensamiento sin influencia en ella. Dejar de escuchar a los profesores fue un paso esencial. Me cambió tan rápido, sin tener esa ancla constante a la que no prestaba intención, que no me lo podía creer. Aún a día de hoy me parece aberrante la cantidad de poder en ese sentido que damos a los profesores, les entregamos a cambio de un ligero conocimiento en dispares materias el poder de definir con la suya nuestra realidad. Esas personas están allí porque no han triunfado en su campo, porque no han encontrado nada más que hacer y se han puesto de profesor. Esas, son las personas que te hablan y resuenan en tu cerebro diciendo, aunque tú hagas lo que quieras después, lo que es aceptable y lo que es lo normal. Eso ocurre exactamente cuando tu cabeza está cansada en un estado casi vegetativo, con el brazo siendo lo único impide que caiga encima de la mesa. 

Aquí se ve la virulencia de la imagen de la adolescencia que nos venden en series y programas hechos por adultos y para niños, donde muestran una imagen, unos roles y una identificación que luego nos apresuramos a hacer real. 

Por tomar un ejemplo, yo soy incapaz de ser profundo cuando hablo catalán, no porque sea una mala lengua para ello, sino porque de quien yo aprendido catalán es de las situaciones cuotidianas de la vida que no son participes de una gran profundidad. El sonido de mi voz, y más importante, el sonido en mi propia mente de mi voz, es una heredera de esas influencias. Escribo en castellano, porque yo aprendí el castellano en la escuela a los cuatro o cinco años pese a que sea la lengua materna de mi padre; aprendí castellano como lengua literaria, leyendo con ella mucho más que usándola, y la identidad de esa voz en mi cabeza suena como los libros y las voces de la gente de la televisión y por ello cuando empecé a escribir sin pensarlo ni dudarlo ni tampoco siendo consciente del porqué, empecé a escribir en castellano. Nunca aprendí ingles en la escuela, ya lo he dicho en otras ocasiones; he tenido el poder de escoger a través de mis influencias como suena mi voz interna en ese idioma, y aunque no la domine suena a canciones, películas y poesía. Uno piensa como su voz interior cree que debe pensar, siguiendo el hilo argumental y de pensamiento de todas las conversaciones y diálogos internos que uno ha escuchado en su vida que se mezclan indistintamente como propios, reales o de ficción en tu cabeza. De la misma forma que un modelo de educación crea un modelo de sociedad, un modelo de comportamiento aunque pasivamente aceptado crea un modelo de pensamiento a través por ejemplo del lenguaje. Uno no puede huir de su influencia, pero cuando la ve, uno puede decir no; y apagar la tele o encender el reproductor de música en clase. Eso es exactamente lo que hice. 

Es una de las épocas de tu vida en que las referencias, los ídolos y la información subyacente al contexto serán la que ya nunca podrás olvidar. Es el tiempo que recordarás más nítidamente durante los próximos cincuenta años. Es la edad de la idealización y el heroísmo por un motivo en particular, porque ofrecen una forma más sencilla de ver una realidad que se empieza a presentar ante ti como una gran avalancha de nieve, y es la edad en la que aprovechan precisamente ese momento para edulcorar a voluntad. 

Darás palos de ciego durante el resto de tu vida, revolviéndote quizás en chaquetas de cuero o, no sabiendo contra que más rebelarte, quien es el siguiente gran enemigo o gran conspiración, otras simplificaciones del mundo menos virulentas que las que te ofrecieron en tu momento y ni siquiera te diste cuenta que acordaste comprar. Nunca podrás deshacer aquello que te enseñaron, eres la persona que eres porque alguien decidió por ti en primer grado, la mezcla de los profesores que te hablaban mirando a los ojos en secundaria y la pesadez en el alma que te transmitieron todo los demás. Hace mucho tiempo, cuando la educación era de uno a uno, no se escogía al profesor con más conocimiento, ni quizás al con mejor sistema didáctico ni siquiera tenía que haber sido nunca profesor. Escogían a aquellos que habían sido también grandes hombres, que eran importantes en aquello que hacían más allá de su capacidad para transmitir el conocimiento en sí, los grandes músicos de la historia se ganaban la vida enseñando a hijos de nombres y no interpretando sus propias obras, porque el conocimiento en si no es lo único que se transmite. ¿Será casualidad que entre tres de las consideradas mayores personalidades de la historia del mundo, hayan sido maestro el uno del otro? ¿Contrató pagando la fortuna de un país Filipo II, a Aristóteles como mentor de su hijo porque sabía más que nosotros de ciencias naturales y que él de estrategia militar? Una sociedad pone de maestros y por lo tanto modelos de comportamiento, a aquellos que quiere que sus hijos se parezcan. La realidad de esa gente que se pasa cientos de horas al año hablando enfrente de ti, sus actitudes y sus miedos, se filtra lentamente entre tus resistencias y te conviertes lentamente esas personas; y lo preocupante es que esas personas están allí precisamente porque son unos fracasados en su campo. 

La influencia no se trata solo de ello pero, ¿cuáles son los ideales que te venden? es algo que debes preguntarte. 

Porque si necesitan cacarear continuamente sobre las valores de la democracia, es porque te lo pretenden enseñar desde un sistema que es claramente no democrático y en el que la representación estudiantil, igual que la sindical en el mundo laboral, es un chiste de mal gusto. De la misma forma que repetían una y otra vez lo de que bachillerato no era quinto y sexto de eso porque lo era; también necesitan explicar el valor de las libertades y el sufragio parlamentario y la cuestionable separación de poderes, porque con sus métodos ya te han hecho aprender a comportarte en un estado autoritario. 



Because they don't teach the truth about the world, schools have to rely on beating students over the head with propaganda about democracy. If schools were, in reality, democratic, there would be no need to bombard students with platitudes about democracy. They would simply act and behave democratically, and we know this does not happen. The more there is a need to talk about the ideals of democracy, the less democratic the system usually is.


Miseducation - Noam Chomsky, son of Arathor 



Solo con ello, ya puedes entender que si se aplica el modelo autoritario a un sector de la población particular, no es porque nuestra sociedad rechace el modelo autoritario, sino que está a favor de usarlo si las condiciones son propicias para ello, la mayoría en este caso los adultos se benefician de ello, y sobre todo si los que lo sufren no lo pueden votar. 

Cae un poco el idealismo del mundo occidental a pedazos, ¿verdad? 



- Estoy de acuerdo con muchas cosas que dices, pero no creo que sea para tanto. 



Es ilógico que el hecho de exponer las cualidades manipuladoras al sistema educativo sea visto como inusual, exagerado, conspiranoico y radical. Si realmente hubiésemos estado estudiando el imperio romano para entender el presente, hubiésemos aprendido que precisamente la educación era lo que utilizaban por arma de conquista, como pegamento para su imperio. Fue un gran imperio que duró mil años, eso lo sabemos pero nunca se aprende el porqué, qué tenía de diferente a los demás pueblos beligerantes de la historia, porque fue el imperio romano el que se alzó, ¿por qué bonaparte y no otro soldado cualquiera de artillería y metro ochenta lideró una revolución? Quizás sus características personales fuesen realmente casualidad y otras parecidas hubiesen hecho el mismo efecto siguiendo el camino del materialismo histórico, pero se sigue cometiendo el pecado de no mencionar ni una cosa ni otra como una posibilidad. Muchos imperios más extensos que el romano se han alzado, y más rápidamente, a lo largo de la historia tras años de batallas y han caído tras una generación. Los romanos salen en los libros de historia no solo porque prácticamente inventasen la ingeniería militar postclásica y fuesen buenos conquistadores sino porque fueron unos maestros en el noble arte de derribar bustos, estatuas, y dejar intactos los pedestales. En nuestra visión de la historia, se elimina la singularidad de la ecuación, el hecho distintivo, la batalla que hizo cambiar la historia; para centrarnos solo en las características cuantificables de la historia en sí. Su virtud era la ser capaces de mantener un imperio por la violencia conquistado mediante el comercio, los ideales y la educación. 

No quiero insultar a vuestra inteligencia pretendiendo que imaginéis a los romanos como misioneros benevolentes con el solo propósito llevar al mundo la llama del conocimiento. Los romanos sabían que aunque pudiesen conquistar mil pueblos, sería imposible mantenerlos de forma razonable bajo su control con la fuerza de las armas, porque la opresión directa tiene un coste desproporcionado comparado con la sutil manipulación. ¿Cuánto tardó EE.UU. en conquistar Irak y cuantos años de agonía antes de huir por patas estuvo después intentando que no les disparasen civiles por las calles? Los romanos derrotaban a tu ejército, entraban en tu ciudad, esclavizaban los soldados violaban a tus mujeres, pero mantenían a los reyes; quienes participaban como invitados de honor en las celebraciones en roma por la victoria conquistada. Luego volvían a traer el rey de vuelta, empezaban planes de infraestructuras civiles y se llevaban a los descendientes de las familias poderosas. Esos niños y niñas crecían, siendo educados, siendo romanos, y volvían luego a su tierra para gobernar por derecho divino. Esas personas, refinadas y con vastos conocimientos en comparación a los pueblos nómadas, se convertían en el nuevo ideal del pueblo derrotado, quienes habían visto a sus familiares oprimidos y esclavizados pero no hubiesen tolerado ver a sus líderes suplantados. La voluntad del pueblo, iluminada por el nuevo ideal, era no luchar contra, sino conquistar el pleno derecho a la ciudadanía romana. Así, la moral del señor, como diría nietzsche, gobernó el mediterráneo durante más de mil años. 

No es una crítica al imperio romano, ni siquiera estoy hablando del imperio romano. Estoy ilustrando primero la idea de que todo status quo social, combinación de genes o método educativo sobrevive porque logra perpetuarse y eso no significa que sea culturalmente mas avanzado, ni que produzca descendencia mas fuerte, ni tampoco mejores estudiantes, respectivamente. La segunda idea es que llevamos toda la historia de la humanidad usando la educación como herramienta política y nos parezca que ahora ya no. A nadie le impresiona si digo que Hitler utilizaba las escuelas como propaganda, porque adolf era malo y hacía cosas nazis. A algunos les impresionaría ver la propaganda antisoviética en las escuelas y dibujos animados para niños de lo que nos atrevíamos a llamar el mundo libre; quizás hasta la perdonarán al considerarla un mal necesario para defender nuestros valores de la maquinaría de guerra y muerte de Stalin. Pero hasta el más tonto podrá ver lo ingenuo que es pensar que si los romanos antes de cristo la utilizaban como tal, la escuela no sea ahora también una herramienta voluntaria e involuntaria de manipulación política e ideológica. 

¿De dónde crees que vienen los ideales por los que luchas, aunque los acabes dirigiendo contra el sistema en sí? Hay verdades detrás de las verdades. Hay quien diría que hay verdades hasta el fondo. 

Uno podría decir que ese comportamiento ya no es tal y su efecto no es conducido por ninguna voluntad política como antaño sino que heredado el formato, solo transmite un sistema de valores como en ruido de extrarradio, y podría parecer tener parte de razón. ¿Pero entonces porque mantenemos ese mismo formato creado y tan útil para propaganda, tanto por influencia como por unos contenidos asumidos bajo el argumento de autoridad? No hay motivo para no adaptarlo a las necesidades más modernas, menos alienantes de nuestra ideal y democrática sociedad. 

Nos lo venden como un pack, nuestro sistema de gobiernos y esas ideas, pero no lo son. La democracia parlamentaria constitucional es solo una de las infinitas cosas que puede llevar la palabra democracia delante, y que lo haga no es garantía de nada. E incluso si algún día hablásemos de ello, detrás de esa verdad que tiene que ser así, estaríamos centrando el debate y olvidando que la democracia es en sí misma algo que también se puede cuestionar. Habrá muchos, miles y millones de formas de gobierno en el futuro de la humanidad y a todos les parecerá que su sistema de valores es el único decente, aceptable, y mejor. La prueba de que la educación no te ha convencido, sino alienado al respecto del ideal de la libertad es que yo no puedo decir esto sin que automáticamente alguien me acuse de fascista o se me lleven detenido si estoy en Alemania, si no vivimos también tiempos de fundamentalismo, sea por ti reconocido como bueno o como malo, no puedo creer que no lo sea.






Creo que me saltaré la parte en la que hice llorar a mi profesor de treball de recerca por los pasillos de la segunda planta. Para resumir, fue reclamándole que me suspendieran porque, según tres profesores licenciados, Carl Sagan no era un divulgador científico. Diré la verdad, el trabajo era una mierda, ¿pero tres profesores corrigiendo un trabajo titulado Divulgación Científica, literalmente afirmando que Darwin era un divulgador científico y que Carl Sagan no? Estoy bastante convencido de que no se leyeron realmente el trabajo, y no te digo ya de que no se molestaron en buscar en la wikipedia el significado de las palabras del título. Pues en la parte teórica explicaba claramente la diferencia entre, debido al interés y la especialización de la ciencia hacer divulgación científica, y la necesidad histórica de divulgar los conocimientos científicos antes de la gran revolución. El caso es terminé aprobando en una segunda ronda tras reescribir la introducción y pasar todo por el auto corrector; y tras aquello ya no tenía ningún escollo en el camino para poder acceder a intentar aprobar la recuperación de casi la totalidad de un curso en una semana, gesta a todas luces imposible para alguien que lleva cuatro años sin dar un palo al agua.

¿Que si aprobé?

Claro que aprobé.

Claro para mí, porque nadie daba un duro por ello. Haciendo cuatro exámenes a la vez de filosofía en una hora y media. Estudiando física y calculo mezclando con energía formulas y números en una pizarra que me compré en los chinos. Apostando en un examen de catalán todo o nada a que cierta palabra era de uso común del dialecto mallorquín o no. In-extremis, recuperando un total de cinco asignaturas más las dos del curso anterior, aprobé el curso en la primera ronda de exámenes de recuperación, así que pude ir en junio a los exámenes de selectividad también conocidos como de acceso a la universidad. La tutora, también profesora de ese chiste del mundo contemporáneo en primero y de química en segundo, me dio el sobre con las notas evitándome la mirada y una sonrisa demasiado forzada. Yo no sonreí, no dije nada, pero un gran bramido de victoria inundó mi pecho, incontenible. Era consciente de que si hubiesen querido, habrían podido forzar y hacerme suspender. Eso hubiese supuesto ir a la selectividad al setiembre para putearme, pero también había entonces el riesgo de que suspendiese y quisiese repetir curso. Sinceramente, creo que antes me hubiese exiliado.

Se regalaron matrículas de honor a los alumnos modelo y se hincharon notas para participar en el festival anual de inflación de notas de corte para la universidad. Así se mejoran resultados para las estadísticas internacionales. Pero si a nadie parecía importarle, a mi menos. Me quedó una media de esos dos años de un cinco con sesenta-y-tres por culpa de educación física y me sobraron exactamente sesenta-y-tres décimas para tener todo lo que quería, permiso para presentarme a la selectividad.

Después de aquello, hubo un mes clases de preparación para la gran prueba, como si todos estos últimos tres años no hubiesen sido precisamente eso. Aparecí solo en una de las clases porque ya no me podían suspender por faltas de asistencia y le prometí a mi profesor de matemáticas que me pasaría a saludar; la próxima vez que me vieron por esos pasillos fue años más tarde a recoger el título y pasearme con Nil en gafas de sol. Determinado en no perder más tiempo de mi vida en aquella forma, empecé el verano más temprano que los demás, y esa hora que fui a visitar a juan, la aproveché para llevarme después a la gente por la que aún tenía simpatía a hacer campana, jugar a vóley en la playa y beber cerveza. Los demás días me los pasaba en el montclar y de noche en mi habitación a felizmente pensar en el curso siguiente, en él me iba a ir a vivir a Barcelona con una chica mencionada un par de artículos más atrás como diecisiete.

Faltaban dos días para empezar los anunciados como exámenes más importantes de mi vida y aproveché la ocasión para volver a mirar una vez más Full Metal Alchemist desde el principio. El fin de semana anterior, me fui con una chica pseudogótica llamada Lia al h-titud fest y repasé el domingo por encima las asignaturas que me tocaban el día siguiente. Los exámenes se hacían en la UDG junto a gente de otros institutos, así que entre exámenes íbamos a tomar cañas al bar de al lado y a comentar la jugada entre risas. Como era previsible, los exámenes en sí resultaron ser un chiste y saqué una media de un siete o un siete con cinco. El ultimo día, volviendo realmente cansado con autobús, pedí una calculadora y la use para sumar aproximadamente el número de horas que había destinado los últimos años a hacer deberes, exámenes, escuchar en clase o leer temario; y me salió que con estudiar a mi aire cuatro horas al día durante tres semanas, hubiese tenido exactamente el mismo resultado que después de dos años de miedo y asco en el instituto.

Ya tengo título alternativo por si Chomsky viene a reclamar algún día lo que es suyo.

La publicación de las notas, por la que todo el mundo estaba tan ansioso, me pilló de fiesta por Palamós y tuve que colgar el teléfono a mi madre varias veces porque me pedía la contraseña para poder verlas ella misma porque a mí no me corría ninguna prisa y no tenía la intención. Cuando terminó la fiesta y casi no podía ni andar, nos retiramos a casa de mi primo y desde allí abrí la página de la generalitat, puse el código, vi que había entrado en Física primera opción en la Universidad Autónoma de Barcelona, publiqué algo en facebook llamando cocainómana a una profesora en lo que es aún a día de hoy mi publicación más popular de todos los tiempos, y caí destruido en un sofá cercano.

Los japoneses se han rendido.

Había terminado la guerra,

y yo la había ganado.










Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End





la deseducacion, jesus of suburbia ii
the decay of western civilization /?
random local guys




La (des)educación

Reedición



From the coast of gold across the seven seas
I'm traveling on far and wide
But now it seems I'm just a stranger to myself
And all the things I sometimes do, it isn't me but someone else

I close my eyes and think of home
Another city goes by in the night
Ain't it funny how it is, you never miss it 'til it's gone away
And my heart is lying there and will be 'til my dying day

So understand, don't waste your time
Always searching for those wasted years
Face up, make your stand
And realize you're living in the golden days










Parte VIII y Final

The Beginning and the End or "Knokin' on Heaven's Door"


Me saqué un curso presencial de navegación básica durante las semanas previas a la selectividad. Fui cada día a Palamós durante casi un mes, y al acabar empecé a trabajar de marinero en un barco por las noches, empresa de mi padre, durante todo el verano tras la idea del futuro prometedor.

Desgraciadamente, al final la chica con quien me tenía que ir a vivir suspendió sus recuperaciones, así que, para mi disgusto, me apunté en la lista para entrar a vivir al campus universitario en lo que resultó una buena decisión. Fue un inconveniente pero solo una parte de mi plan, estaba preparado para vivir con quien fuese, simplemente el ideal de tener un compañero de piso o habitación con quien me acordaría de estos años toda la vida y que pese a haber sido escogido al azar casualmente sería la persona indicada para ser mi alma gemela, estaba muy lejos ya de la versión de mí que llegó a la universidad. Por decirlo de otra forma, yo estaba cansado ya de idealismos. Me adapté rápidamente al ambiente y una vez pude cerrar la puerta detrás de mí y llamar a aquel sitio mi hogar, nunca quise volver. Me despedí de mi pueblo como si fuese la última vez y ciertamente no fueron años pero si pasaron un montón de meses hasta que me decidí a hacer una visita. La libertad y sobretodo la posibilidad de crear mi propia realidad me sedujeron rápidamente, nuestro piso en concreto era un desastre a ojos de cualquiera, pero no tener que dar cuentas a nadie por ello lo hacía un paraíso a los míos. Compartí piso con médicos que fumaban diez euros de maría al día, con un buen matemático, con un chico muy majo de canarias, dos japoneses homosexuales y un conejo del que yo no conocía el propietario; pero aparentemente alguien sí lo hacía, y yo lo cuidaba cuando el dueño, sea quien sea, se iba de vacaciones. Me levanté un día a las once de la noche en semana santa, yo estaría solo durante una semana y allí estaba él, junto a una bolsa de comida sin ninguna nota ni explicación.

Nos llevábamos bien, aunque ya no mantenemos contacto.

Me hice un tatuaje que me cubre gran parte de la espalda y se me podía ver a menudo por el campus en batín, con el pelo teñido de amarillo o vestido de jugador de baloncesto en los meses de invierno. Pasaba la mitad del tiempo en casa de Mark, el amigo del instituto, y Miquel, un indispensable del montclar que la casualidad llevó justo al piso de al lado. También en ese piso conocí a Joan, actualmente un random local guy. La otra mitad, la pasaba junto a Alicia, mi novia de aquellos días que prácticamente vivía conmigo. Salíamos todos separados pero al mismo lugar todos los jueves sin excepción en lo que constituyen algunas de las mejores noches de fiesta que nunca he vivido, y volvía cada vez en mejor o peor estado, pero siempre con la chica que quería. Dejé de jugar al baloncesto y lo eché de menos, pero compensé con un equipo de fútbol hecho entre compañeros del campus y frecuentes horas de conversación alrededor de una mesa de ping pong que nos cerraban a las dos de la mañana. Conocí un montón de gente de la que ni me acuerdo y con la quien que conviertes en alguien que puedas resumir en un par de minutos, jugamos al Super Smash Bros, tomábamos café en el departamento de matemáticas aplicadas con mis nuevos amigos de la universidad porque era más barato que en la cafetería normal, se podía pillar hierba por el grupo de facebook oficial, compraba toneladas de cerveza barata y doritos marca blanca, y estoy bastante convencido de que una vez casi me ligué a una chica erasmus.

Creo que sí, yo creo que viví satisfactoriamente la experiencia universitaria. Era la tierra dorada, aquello que tanto había luchado por conseguir. Quizás ese era el problema.

No podía evitar tener la sensación de que todo eso ya lo había vivido. Que estaba disfrutando un premio, no consiguiendo nada más. Aquello estaba lleno de gente que hacía todas esas cosas por primera vez, que había esperado toda su vida a llegar a la universidad para ser aquello que no se había atrevido a ser antes. Al principio participé de su locura, pero no podía evitar verlos como niños, ver sus fallos, las obviedades de lo forzado de su conducta. Me daban muy igual.

Las clases parecían prometedoras en un principio, realmente había allí gente muy lista y gente también parecida a mí, demasiado parecida a mí. En un par de días de algebra resumimos el temario de dos años de bachillerato y el ritmo nunca se relajó. Aprendí que era profundamente más ignorante de lo que había creído en un principio, que en lo que creía era bueno de física o matemáticas eran en realidad nada parecido a la física y las matemáticas, y me sentí traicionado por ello. Me mintieron durante largos años y también te mintieron a ti nombrando de esa forma a lo que en realidad era, a lo sumo, cálculo y reglas mnemotécnicas para calcular. Nos mintieron también cuando nos segregaron por bachilleratos y le quitaron el sentido a los números para vosotros, nos convencieron que las artes eran para los que creen en la magia a nosotros y a ambos que las humanidades no tenían nada que ver con una cosa ni con la otra. Amigos, las matemáticas son un lenguaje.

Me mintieron también al decir que el bachillerato me iba a servir de ayuda para todo lo que me esperaba en la universidad cuando resultó todo lo contrario: probablemente sin esos años de instituto habría sido capaz de disfrutarlo. Estaba preparado para todo esto cuando crucé la puerta de salida de cuarto de secundaria, incluso antes, pero ahora ya no.

Era ignorante pero no más que los demás. Entre una sala llena de gente ligeramente más inteligente que la media que aprobó en su momento sin rebelarse pero tampoco estresarse demasiado el bachillerato, y yo no me quedaba atrás. No se cumplía en ese sentido la profecía de que si no atendía durante la secundaria llegaría un momento que no tendría el nivel: estaba sobradamente preparado para ello. La voluntad podría haber sustentado mi falta de costumbre.

¿Pero en que se sustentaba ahora mi voluntad?

Después de tantos años, estaba sentado en una segunda fila apuntando cosas en una libreta y escuchando al profesor. Era irreal, me sentía viviendo la vida de otra persona, jugando a ser alguien que ya no era.






No tenía sentido, me encontraba hasta mal físicamente en esa situación, no estaba cómodo, tenía hambre, sed constantemente; mi propio cuerpo reaccionaba con rechazo ante aquel escenario. Poco a poco dejé de ir, me iba antes de hora ante la llamada de miquel haciendo lo mismo desde el otro lado del cristal, me quedaba dormido, mirando un capítulo más de una serie o esperando a lizzy para despertar juntos. No me equivoqué de carrera como tantos otros hacen o creen que hacen. Me interesaba el tema, la física y aún lo hace, de verdad que sí; había cosas que no tanto pero que podía llegar a entender que fuesen necesarias para tarde o temprano hacer lo que verdaderamente me gusta. Otra vez. ¿Es que hay algo que realmente me gusta en todo esto, o solo me gustaba la idea general, la idea de yo en esta situación haciendo estas cosas, pero nunca realmente me había preguntado cómo sería todo una vez aquí? Me dejé seducir, como un estúpido, una vez más, y pronto empezaron las mismas mecánicas memorísticas y normas residuales. La misma forma de hacer exámenes y dar clases que yo asociaba y me sabían al azufre del infierno mismo que había derrotado para poder llegar hasta aquí.

Los alumnos buscando la aceptación de los profesores, iniciando otro concurso de popularidad social, llamando la atención y haciendo nuevos amigos. Esa gente nunca había tomado una cerveza y estaban ante lo que a sus ojos era jesucristo garcía en persona, pero me aburrí rápido de interpretar ese rol. El sistema de clases se había asociado a todo lo negativo del mundo en mi mente, y yo no me sentía cómodo. Los grupos de gente que tan bien me cayeron al principio los fui distanciando, quizás porque todos eran chicos listos que aprobaban sin mayor problema en el instituto y se parecían a mí, yo no tenía sitio en aquel lugar.

Mi forma de ser se había vuelto inherente al rechazo, al odio, a la singularidad. Atado por el mismo hecho de acostumbrarme a la rebeldía, a un mundo del que había conseguido escapar.

Fui intentando replicar sin éxito todos los motivos que me habían atado en el pasado a las clases. Por ejemplo hubiese podido, buscar más injusticias, más cosas que estaban con aquel sistema y volver al papel de exponer su hipocresía; que seguro que existen, pero no ya no era mi batalla, aquella que entre ellos y yo habíamos creado. Aparecía a veces y me encontraba en mi salsa leyendo el periódico en conferencias o siendo una vez cada dos semanas un torbellino de actividad durante las dos o tres horas que aguantaba en la universidad hasta que el silencio de las clases me sobrecogía. Cuando me hube liado con el par de chicas que me hacían medio gracia de la clase y sido arañado por una de ellas, ya solo aparecí puntualmente para saludar, tomar unas cervezas y preparar los exámenes. Intenté dar, como anteriormente, sentido a mí aprobar como demostración de que podía pese a no ir, de demostración de voluntad e inteligencia; pero no me quedaba nadie que me importase ni a quien demostrar nada.

El primer año suspendí un total de unas siete asignaturas y conocí a quien sería mi compañero de piso el año siguiente. 

Como todo el mundo cada año, tras el desastre me mentalicé en tomarme en serio el curso próximo de aquello que en realidad disfrutaba haciendo: física. Pero después del mejor verano de nuestras vidas, de dejarlo con mi novia, volver a trabajar en mi pueblo y con ello abandonar la comodidad física y emocional a la que me había acostumbrado, después de tomar acido, releer The Game y La Biblia Satánica, en pleno auge de Random Local Guys y lucha declarada contra el ostracismo y la conformidad; aterricé en un piso de Barcelona espiritualmente agotado y ya solo quería descansar de la vida. Salía de fiesta por marina los sábados y mantenía largas conversaciones sobre música y física con mi compañero de piso y fiel aliado Alberto a las tantas de la madrugada. Entre otras aventuras me lie el primer día en el piso con una amiga suya, que ese año empezaba primero de física, y aquello contribuyó a que aprobase un montón de asignaturas, recordándome las fechas de los exámenes, preparando juntos trabajos y prácticas; pero seguí sin ir a clase.


writer¡s note: ese segundo año se encuentra mucho más extensamente, mejor y extremadamente de forma distinta explicado, en algo que escribí sobre el terreno llamado vida universitaria o semana x, a la que podéis dar un vistazo si os interesa.


Resumidamente, me las ingenié de alguna forma (lectura recomendable) para aprobar más de sesenta créditos ese segundo curso, hazaña a la que mis compañeros de clase no daban apenas crédito y que me permitió continuar a tercero. Me estaba sacando una carrera al estilo de los más grandes de la historia pero sentía que nada de lo que hacía tenía ningún valor. Ni siquiera me tome la molestia de engañarme a mí mismo esta vez, supe que eventualmente durante ese curso lo dejaría. Nos mudamos con Cristian en el mejor piso de nuestras vidas y esperamos a la muerte. Mi cuerpo rechazaba el sistema, solo encontraba una cierta comodidad sentado solo en el fondo de la clase escuchando durante una hora y poco más conferencias interesantes, pero no era suficiente para volver el siguiente día. Es que tampoco quería, no había trofeos más allá, solo más años de estudios y especializaciones; nunca llegaría el momento de la verdad, el momento ilusorio de ser un gran físico que me llevó aquí en primer lugar. Me leía libros de teoría por mi cuenta, consultaba los apuntes oficiales, daba lo máximo de mi capacidad en los exámenes, intentaba hacer una proeza imposible, condensando el temario de una carrera como física en algo que estudiar durante dos semanas y me frustraba porque no era capaz. Mi mente sacaba humo como nunca antes lo había sacado, pero delante de mí se alzaban problemas a los que la humanidad le había costado siglos resolver y la dificultad, otra vez, no era resolverlos, sino acordarse de la resolución planteada en clase.

Había gente que sí, gente que continuó hasta la muerte con todo aquello porque no sabían que más hacer con su vida y nunca habían aprendido a desobedecer, ni siquiera cuando nadie les obligaba a nada. Se congregaban horas antes y horas después de las clases en las bibliotecas y creaban una desviación en la campana de gauss que debiesen ser las notas de la clase. Cursaban dobles titulaciones porque entre camellos el mejor es el capaz de llevar más carga. No les culpo, porque yo he sido ellos. No les culpo, porque no es que el sistema vaya demasiado deprisa, es que somos incompatibles; hemos crecido incompatibles. No eran genios, genios hay uno entre mil millones. Aquella gente sacando matrículas y labrándose una reputación había sido como yo y habían tomado el camino infinito de seguir haciendo lo que deben hacer, no necesitaban una voluntad para trabajar, continuaban moviéndose por otra voluntad, hacia un camino en el que el objetivo último no era pero conducía a ser profesor de universidad. ¿Hubiese sido mejor? No acostumbro a hablar de mejor o peor cuando se trata de revisar las posibilidades del pasado. En mi opinión no se trata de si habría sido mejor, se trata de que yo apartándome del camino hubiese sido inevitable. Quizás, si hubiesen sido un poco más vivos, y quizás para su mala suerte, también lo habría sido para ellos.

En tercero lo dejé definitivamente, después de un par de años más queriendo seguir vivir el sueño universitario, tras la apariencia de estar cursando una carrera y bajo la eterna esperanza de que al fin encajásemos en aquel lugar. Ese año terminé no solo la carrera que estaba cursando sino un proceso que empezó antes siquiera de ser suficientemente mayor para recordar. Somos realmente estúpidos, comentábamos a menudo con Cristian, en nuestro piso del tercer año bohemio en pleno barrio del raval. Año tras año nos han ido prometiendo y asustando desde que tenemos diez, de que lo que buscábamos estaba detrás de la siguiente esquina del proceso de la educación formal. Llevamos años doblando esquinas y pese a saber todo esto, esperábamos que detrás de esta en concreto estuviese el final, el quinto elemento; todo lo que siempre habíamos querido hacer, la oportunidad de brillar, el reconocimiento a nuestro talento, la cúspide social y nuestros años dorados.

Somos realmente estúpidos. No se trata ya del fallo de un sistema, se trata del idealismo que habíamos creído superar y estallaba ahora directamente a nuestras estúpidas y bellas caras.

Podría hacer muchas críticas al sistema universitario. Podría explicar la infantilización de los planes de estudios, las actitudes de los estudiantes, los exámenes memorísticos, la estructura en clases, las carreras como paquetes prefabricados de asignaturas, las carreras como un grado más complejo que una formación profesional de grado superior pero con el mismo objetivo. Antes la meta era el instituto, después la selectividad, ahora cualificarte para encontrar faena, el siguiente santo grial. La inflación y la sobretitulación en el mundo laboral. La universidad como ideal ha muerto, lo que queda de ella es lo que la gente durante esos haces hace con el tiempo que se les ha dado. Pero nada de lo que podría explicar en dos eternos capítulos inmensos en mi historia y hablando sin parar, absolutamente nada, se compara al fracaso que cometimos al creer que aquel sería un mundo al que llamar nuestro.

Así, la predicción de que nuestra rebeldía terminaría con nosotros, resulto ser autoprofética. Pues fue esa propia identificación, ese dar un significado y propósito a nuestro rechazo al sistema, lo que nos privó de aceptar aquello que habíamos conseguido; aunque no por las razones que se nos había dicho.






Hay una consecuencia, del tipo de motivación que se consigue siguiendo unas normas, que siempre me ha llamado la atención y aún no he tenido oportunidad de mencionar. Incluso en la universidad, las personas que trabajaban mucho, se obsesionaban con las notas porque significaban algo para ellos, tendían siempre a asegurar al máximo aquello que podían. Asegurar, que no mejorar o traspasar esos límites. Aquellas personas no daba la casualidad que su objetivo era aprender y las notas venían además, pues no se contentaban con saber hacer algo y no tener reconocimiento después. Ante la duda del profesor de si entregar un trabajo de diez páginas o hacer un pequeño examen de media hora, siempre escogerían el trabajo porque es la opción más segura, aunque estén el doble de tiempo que estudiando para un examen más que con toda probabilidad también se sacarán. Conseguían lo que se proponían, pero no ganaban con ello seguridad ni motivación. Estos eran además los mejores considerados por los profesores, y vendidos como modelos de conducta a los demás, así que su opinión solía imponerse, ante las caras atónitas y miradas al cielo de la gente cuerda de las filas de atrás.

De las personas que nos vendieron en la recta final de la secundaria como el máximo ideal, tres de cuatro dejaron la carrera y dos se intentaron suicidar en los años venideros. Su participación entusiasta en el sistema no era el símbolo de éxito que decían los profesores sino síntomas de enfermedad mental. Ellos también fueron traicionados a su manera, obligados una vez en la universidad a hacer más y más para mantener el mismo estatus que tenían ante gente que ya no les importaba, tampoco ellos fueron los ganadores. Los que hacían su parte pero del montón y no se cuestionaban gran cosa; esos son los que ahora han terminado su carrera y, aún en piloto automático hacen algún master o trabajan en lo suyo, y todos me explican en cafeterías como tienen la sensación de nunca haber decidido nada, de haber hecho nada en la vida, teniendo en principio lo que querían pero sin sentirse diferentes, siempre esperando el siguiente lugar.

Siguiendo la tendencia conservadora de cero riesgos, se quejaban cuando los exámenes incluían cualquier cosa en la que entrase en juego precisamente jugar con los conceptos, darla la vuelta a la tortilla, replantear un tema diferente de los apuntes o en general, todo lo relacionado con tener que pensar. Aparte de porque realmente nunca habían aprendido, porque asegurar era su prioridad y eran los modelos de conducta, y nosotros a quien se suponía había que molestar y había que suspender poco a poco. Pero en los exámenes era precisamente donde nos salíamos, desafiando cualquiera de sus explicaciones. Nos encontramos con gente con ansiedad ante la perspectiva de una prueba y memorización como única herramienta, así como la seguridad sujeta al hecho de que memorizar será el último paso. La receta a corto plazo es obvia: memorizar especialmente los dos días anteriores, repetir como un loro y después olvidar. Porque eso es lo que ocurre cuando haces eso, olvidar. Será la ocupación de su vida durante todo el curso, aquello a lo que dedicarán horas y días enteros. Aprender no aprender, me da igual, no es mi batalla; el fenómeno curioso es que, un año después, cuando el siguiente profesor entre en la clase y pregunte si ese tema lo hemos hecho ya el año pasado, esa misma gente que memorizaba, porque son la voz cantante de la clase, va a contestar que no.

¿Cómo que no, pequeño hijo de puta?

Va a ser mentira, obviamente; aunque quizás no para quien lo digo, porque puede ser que realmente no se acuerde de haberlo hecho, porque en ese momento el miedo a dar por sabido aquello y pasar a la siguiente cosa le va a bloquear lo poco que recuerda, porque aunque lo recuerde va a pensar es más fácil si volvemos a hacer lo mismo otra vez, que si nos ponemos a avanzar. Lo que hay que destacar aquí no es la falta de aprendizaje. Ni la mentira. Es la falta de orgullo, la conciencia del propio valor.

Independientemente de tus motivos, buenos o malos, para dar importancia a las notas o fingir o realmente creer que tienes interés en el tema estudiado; tu voluntad, tu trabajo, tus horas de ansiedad y preocupación y memorización residen ahí, en tu mente, en esa asignatura. ¿Cómo de poco te valoras a ti mismo, para querer ocultar el fruto de tu trabajo a cambio de tener un poco menos el día siguiente?

¡Sí!, di con el puño, si tu postura es realmente la contraria a la de la quien dice No

Dí yo esto si lo he hecho, ahí reside mi trabajo, aquí algo estoy haciendo; para bien o para mal yo he sido quien ha construido esas pirámides, erigidos estos puertos. Esta es mi obra, eterna, en mi mente; en vez de balbucear con miedo que no os acordáis mucho y creer con ello que le haces un favor a la clase y a ti mismo.

Eso sería alguien, aunque de opinión diferente, que podría respetar. Así podría creer que quien sigue esas normas es porque verdaderamente cree que funcionan y no por obligación.

Pero eso no ocurre, porque la realidad no es así. Hablas con ellos entonces y te dicen que sí, que es todo una mierda, pero que hay que hacer lo que hay que hacer. Hablas con ellos ahora y hasta te dan la razón, leen estos artículos y luego me vienen personalmente a decir que están muy bien y que están de acuerdo. ¡No! ¡Tú no! Hablo de ti, te estoy insultando ¡no me puedes dar la razón, no tienes derecho ya a hacer tal cosa! Porque es la masa obediente quien da legitimidad al opresor, por su culpa también yo lo pasé mal. Pero es en ello donde reside también mi propia hipocresía, de una forma u de otra, la suya fingiendo o dando significando y trabajando duro encontrando aceptación, la mía con un enfrentamiento tolerado a las normas establecidas, aceptando no criticar a cambio de una tranquilidad inestable en el fondo de la clase, trabajando poco y encontrando solitud. He sido y sigo siendo también una oveja por aceptación, por ignorancia, por tolerancia y también por conveniencia, y no creo que saberlo marque demasiado la diferencia.






El propio planteamiento de una sesión normal en el ecosistema de una clase me parece en sí mismo incorrecto. No debería ser, estamos aquí porque vamos a aprender a hacer cosas que serán importantes después. No importa que sea verdad, o puedes vivir eternamente de eso. Debería ser: vamos a hacer cosas que son en sí mismas ahora y aquí y para cada uno de vosotros importantes, y cuando os deis cuenta de que estáis aprendiendo ya será demasiado tarde.

¿En serio no hay en el mundo otra manera de aprender nada que no sea por repetición? ¿No hay nada en el mundo que aprender que no se pueda aprender así o clasificar en una nota final? ¿Me vas a convencer de que para eso están las excursiones, me vas a convencer con la patética y aparentemente profunda excusa de que lo demás lo dejáis en el aire porque místicamente las personas lo tengan que aprender por si mismas? Quizás como recurso puntual, quizás como frase final de las enseñanzas de buda, pero no como explicación de porqué se enseña historia de la música pero no se enseña a expresarte a través de la música ni siquiera que la música puede servir para eso y no para llenar listas de éxitos o libros de historia antiguos. A gestionar o aprovechar tus emociones en vez de castigarte por sentirlas, a hacer una maldita declaración de la renta, a aprender a aprender, a aprender a enseñar a otros.

Escuchándolos propiamente, esos argumentos son una gran fuente de humor.

"La vida, como el viento, te enseñará mágicamente todas esas cosas mientras nosotros insistimos en la estructura interna de la célula vegetal."

Llevas más de diez años de filosofía, ciencia, arte y literatura ignorando todo lo que está más lejos que Berlín y ahora me sales con barata filosofía oriental. ¿Quién eres y que has hecho con mis profesores, José Luís Rodríguez Zapatero?

¿Hasta dónde llegan las excusas? Tengo veintidós años y aún me acuerdo de la función del mitocondrias, pero no tengo ni idea de cómo hacer uso del sistema de sanidad público, ni de hacer una declaración de la renta, ni de las leyes del país en el que vivo.

¿Cómo tiene eso sentido?

De alguna forma, entiendo todo el proceso. Lo entiendo porque yo soy una persona que piensa que según como, el hombre parece un animal destinado a ser gobernado y sus sociedades tienen una tendencia inapelable a vivir bajo normas y realidades impuestas; el único problema es que no queremos saberlo. Yo he sido llamado despreciable fascista por tener esta opinión, pero es precisamente esa opinión la que da una mejor explicación de lo que ocurre en las instituciones y porque debe ser así. Si yo fuese un supervillano, así es exactamente como quería las escuelas e institutos. Una de dos, las instituciones educativas deben destruirse o profundamente transformar sus cimientos porque el efecto que provocan a una sociedad no se corresponde con los valores de la misma, o yo tengo razón.

En el caso de que la tenga, simplemente hay que buscar un sistema más eficiente para aprovechar la gente que descubre el pastel y no quiere vivir así, o si verdaderamente estamos bajo un supervillano entonces entiendo el instituto como un intento de matarnos de aburrimiento.

Como ya sabéis lo que se vive durante toda esta etapa es una temporal y controlada vida en un mundo autoritario. Un mundo donde la autoridad y el poder vienen regido por fuerzas externas y hay castigos a todo aquel que no quiera jugar bajo las reglas del juego o a los que a los carcelarios les parece que transgreden en espíritu. Se quejaban mucho de mí en bachillerato porque si tan poco me gustaba realmente nadie me había obligado a cursarlo, pero a la práctica es la única opción viable para acceder a la universidad cuando te has presentado siempre como un alumno, quizás no modelo, pero funcional. Se supone que tengo libertad de acción, pero una vía es increíblemente más rápida, directa, lógica, publicitada y aceptable por los padres que las otras; que reposan en sitios oscuros y solo son mencionadas cuando las has pasado de largo y al pasar por el aro te quejas de que esté prendido en llamas cuando la idea era ser capaz de superar una cierta altura.

Los niños, y los chicos, y los adolescentes y los jóvenes inteligentes, observan con incredulidad un mundo que condena las dictaduras y cuya historia moderna viene marcada por el totalitarismo, pero que se comporta ante ellos como una perfecta maquinaria fascista. A mí, a lo contrario que a la mayoría que se les plantease la cuestión con estas palabras, no me parece especialmente mal. Si uno fuese de mi opinión, podría pensar que hay que aprovechar esos años en que los jóvenes no pueden valerse por sí mismos y porque la mayoría son estúpidos y porque no saben lo que quieren, y obligarlos a gastar este tiempo invirtiendo en mí futuro, tiempo que de otra desperdiciarían en obtener conocimientos y aprendizajes útiles para el suyo.

Nunca se van a rebelar. Porque son jóvenes, son estúpidos y quienes les cuidan y les muestran películas de Hollywood repletos de ideales patrióticos americanos sobre la libertad, son los mismos que los preparan cada día para ir al colegio. “¿qué quieres decir que no te gusta? tienes que ir a clase”. Cuando sean suficientemente mayores como para comprender donde están y que la edad es algo arbitrario como para decidir el grado de libertad que merece cada persona, ya habrán pasado toda o la mayor parte de esa etapa y entonces, como buenos ciudadanos modernos con mentalidad de esclavo estarán felices de haber recibido latigazos en el pasado, siempre y cuando los nuevos también reciban los suyos en su debido momento; quizás hasta de sus propias manos.

Quizás no sea, después de todo, la mejor idea el rebelarse y empezar todo ese camino que empieza por un día no hacer los deberes. Pero no se trata de cuál es la mejor idea sino de donde te lleva la tendencia de descubrir los engaños y las decepciones. ¿Aunque no le convenga, que ocurre cuando alguien se da cuenta de que su mundo es un escenario antes de terminar la función? El rechazo por, para y hacia todo el sistema es solo cuestión de tiempo. Llega un momento, en cuanto cierta posibilidad nace como idea, en el que se escucha un clic, y se inicia una cuenta atrás. Hasta donde va a poder aguantar, ahora que ve con sus propios ojos. Cuantas más humillaciones va a soportar, ahora que las ve como tales y no como justos castigos con la ceguera de que le van a llevar de algún modo a dónde quiere llegar.






Nos encontramos al llegar a la universidad, en un punto fatal con el que nunca habíamos realmente pensado. Una calle sin salida tras lo que creímos una victoria sin condiciones. Los japoneses se habían rendido, había sobrevivido a algo que podríamos llamar llegado este punto bullying institucional, pero nuestra implicación en el conflicto había empezado la mayor, más cara y más absurda escalada armamentística de la historia de la humanidad. Durante todos los años en el instituto, nos habíamos alimentado de la perfectamente justificada rebeldía contra el sistema, y al vernos huérfanos de ese papel, de significar nada ni tener que demostrar cuanto ellos estaban equivocados, nos dimos cuenta de que nunca aprendimos a dar significado, a dar valor, a nuestros propios esfuerzos y acciones. Aprendimos a vivir contra algo, porque era muy cómodo ideológicamente vivir en contra de una realidad en la que teníamos de forma completamente obvia toda la razón.

Habíamos superado con creces necesitar la aprobación de los demás, pero nunca habíamos siquiera pensado que necesitábamos su desaprobación. Detrás del gran salto hacia la libertad de pensamiento, había un páramo yermo, desconocido y casi hostil. ¿Temían nuestros padres y profesores, ese mundo nihilista, vacío de objetivos y significados, y en vez de armarnos para él se habían dedicado a escondernos en oscuros castillos e instituciones? ¿A marcar un futuro empleo y formar parte de la clase media como un ideal, a perseguir mejores notas, y la aceptación de nuestros superiores?



- y que pasaría sin la escuela y el instituto, querrías que no existiesen 
 
- quizás 
- pero entonces seriamos como los chicos aquellos de áfrica que no saben nada ni escribir  
- tantos esfuerzos que hacen esos niños para ir a la escuela y tu diciendo que no quieres que exista  
- no es lo mismo la alfabetización que todo el sistema entero de educación pública  
- tú lo que quieres es no estudiar ni hacer deberes  
- obviamente que no quiero  
- ves, sabes perfectamente que no tienes razón



La elección implícita, la elección que no plantean, el motivo detrás de todo es: nosotros, o el caos.

La anterior es una conversación real entre yo de catorce años, una estudiante sobresaliente, y mi tutora de segundo de secundaria. Prometo que es real. A ver quién le dice a la profesora y a la estudiante que si esos chicos van a la escuela es porque sueñan con el modo de vida de los países desarrollados, que es porque es su único acceso a un mundo mayor que su aldea y no tienen medios, recursos, libros ni bibliotecas ni internet ni ordenadores para acceder al conocimiento y no por una devoción completa al sistema educativo establecido por la Generalitat de Catalunya. A ver quién le dice, que un sistema de alfabetización y aprendizaje básico no ocupa los primeros dieciséis años de la vida de una persona y le obliga a seguir el camino recto marcado por ideologías y códigos morales.

El tiempo va pasando, desde que eres chico, y el argumento de nosotros contra el caos adapta otras formas pero igual que el método de castigos y recompensas nunca desaparece. Nosotros, o ser un niño tonto. Nosotros, o llamamos a tus padres. Nosotros, o ser un inculto. Nosotros, o trabajar en la obra. Nosotros, o la selva y los niños del tercer mundo.


- Nosotros, o el caos. 
 
- No os necesito.


Así es como los vences. Así es como empiezas a forjar tu propio sentido de las cosas. La rebeldía está bien, es un paso necesario, uno del que si hubiese sido más listo lo hubiese dudado en alcanzar, dudado en retroceder, sino luchado por ir más allá. Las comparaciones de a ver quién hace menos, las mañanas durmiendo en clase, las peleas innecesarias con los profesores. No es el final, es el principio. Empieza, lentamente, a educarte a ti mismo. Desasocia, tan rápidamente como puedas de tu mente, tu educación y aquellos que dicen serla. Aprueba luego si es necesario, pero nunca más confundas una cosa con la otra.

Este es el comienzo.

Lee. La mayoría de la gente deja de leer después de terminar los estudios, ya sean luego de ellos marineros, payasos o abogados. Nunca dejes de leer. Olvida ser de letras, ciencias, artes. Seas quien crees que eres, pinta, compone, escribe, encuentra alguna forma de expresarte a ti mismo y recuerda que toda regla o norma sobre el lienzo y el papel es solo una convención, que las reglas son las que tú mismo te impongas. Encuentra algo que te apasione, aunque sea jugar al league of legends, y se mejor en ello de lo que cualquiera de esos profesores pueda llegar a imaginar. Trata de adivinar como aprendí a escribir.

a) Siendo un genio.

b) Tras más de diez años en la escuela pública aprendiendo recursos estilísticos y memorizar las distinciones entre diferentes tipos de tiempos, narradores, personajes, protagonistas y demás.

c) Escribiendo.

Reconoce tus errores como parte de tu entrenamiento y no racionalices tus fracasos. Sin un par de correcciones sin ningún tipo de guía puedes llegar lejos igual que te puedes estancar en un callejón sin salida. Sea lo que hagas, mira lo que otros han hecho antes que tú, busca información para mejorar y mantenerte al día en aquello que hagas, aunque te tirases ocho años en una academia con ello, especialmente si te tiraste ocho años. Recíclate, no deniegues la realidad, toma pausas de meses cuando te lo pida el cuerpo. Pregunta y acepta consejos y maestros cuando sea necesario pero sin ponerte por debajo de nadie. No estas renunciando al mismo conocimiento que te ofrecen, ni a la inteligencia como ellos creen estás haciendo al rechazarlos a ellos. Estas renunciando a sus métodos únicos, a sus edificios, a sus libretas de negativos y positivos. Estas renunciando a ellos. Eres el maldito Che Guevara, en una guerrilla en la jungla bolivariana construyendo escuelas entre cuarteles; sin afeitar, con un aspecto terrible, un AK-47 bajo el brazo, un puro en la boca y un libro de poemas de Goethe en la otra mano.

Ve a la biblioteca y pide si tienen algo en concreto que lleves un tiempo oyendo hablar y que tiene que ver con algo que te interesa. Te van a mirar y preguntar si es para algo del instituto. Si nunca dices algo inteligente o informado, si nunca demuestras saber mucho más que los adultos a tu alrededor, lo aludirán a que tienes estudios. Si dices algo humanístico, dirán que es porque eres de letras. Si haces algo artístico, que porque eres de artes. Si dices algo lógico, porque que eres de ciencias.

- ¡No!

Me da igual que no se pueda gritar en la biblioteca, no, no y no significa no. Esto es mío, producto de mi propio trabajo, de mi propia voluntad, de mi propio esfuerzo. Ciertamente me han dado una mínima base, y agradeceré por ello a quien tenga que personalmente agradecer, pero esto no es el mérito de ellos. Ellos, el sistema, los profesores, eran nuestras representaciones personales de the man; eran los que se llenaban la boca con conceptos sobre el poder del conocimiento y luego te dijeron que no podías leer en clase si no era algo de su asignatura, que preferían en su lugar que no hicieses nada. Es un problema estructural logístico y formativo que no se pueda individualizar la educación a los intereses de cada alumno, me parece muy bien, ¡pero tú, prohibiendo y criminalizando el interés, la organización propia, castigando los intentos por encima de los errores, todo ello te desenmascara como falso intento de neutral educador! ¡Eso les desenmascara!

Aún más cuando pagamos fortunas que no tenemos por matrículas de carreras que son en realidad leer una secuencia concreta de libros, que te hubiesen costado dos dólares por retrasos en la biblioteca pública.

Esto no es una cita, estoy directamente plagiando el indomable will hunting, película que según mi información sigue el profesor de matemáticas del instituto enseñando a sus alumnos.






Hace ya dos años que dejé la universidad, y lo que parece una eternidad desde que caminé por última vez como alumno en los pasillos de un instituto.

Desde entonces no he vuelto a formar parte de una clase y no creo que eso vaya a ocurrir en ningún futuro próximo, pero de todos modos, nunca me he dejado de formar y educar a mí mismo. He seguido mis propios consejos y sigo leyendo, e intentado comprender este mundo y porque vamos a sitios y hacemos cosas. Tengo un trabajo familiar al que siempre puedo volver, pero ahora mismo busco la forma de poder sustentarme con mis propios medios. Aunque nada de lo que hago o me interesa, ahora mismo me aporte beneficios, seguiré escribiendo mis artículos e historias, jugando al ordenador y escuchando y creando música; porque eso es lo que quiero hacer. Quizás, algún día, me lleve a poder pagarme con ello un techo y la comida, definitivamente esa es mi intención, pero sobrevivir no como meta absoluta en la vida, sino como condición para seguir con mi camino.

El otro día le dije a un amigo que no quería ser para él una mala influencia, pero que si quería hacer algo de provecho con su vida tendría en algún momento que empezar a plantearse seriamente dejar sus estudios, tomar drogas y empezar salir de fiesta. Fue una broma pero luego pensé y era exactamente lo que debía hacer, lo pensaba en serio. A veces, si no lo digo, es porque no quiero tener la responsabilidad de haber impactado de forma directa en la vida de alguien, y quizás es por el mismo motivo por el que todos dejamos pasar a los niños y que descubran que el sistema es una mierda por si mismos; nadie quiere tomar responsabilidad.


Estamos aquí para desaprender las enseñanzas de la iglesia, el estado y nuestro sistema educativo. Estamos aquí para tomar cerveza. Estamos aquí para matar la guerra. Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos.


Charles Bukowski



Quizás porque eran parecidas a mí y, me tengo en alta estima, quizás porque nos influimos unos con otros; las personas más inteligentes que me he encontrado en la vida acabaron, igual que yo, en un momento u otro rechazando o siendo rechazados por el sistema. Cristian dejó la universidad el mismo año y juntos volvimos derrotados a casa de nuestros padres, Roger se retiró a vivir a las montañas cuando estaba a medio camino de terminar dos carreras a la vez, Muñoz trabaja ahora felizmente de portero de discoteca, David esta justo ahora haciendo un curso de bachillerato a distancia pese a no saber qué hará con él después. A otros, como a Gerard y Eric les he perdido la pista y están seguramente en algún lugar rebotando entre diferentes carreras o cursos de formación o empresas familiares. Algunos más simplemente lo dejaron y ahora trabajan, o estudian y trabajan sin muchas esperanzas en una cosa ni la otra, como Jess o diecisiete. Creo que el resto, y que no se ofenda nadie si no lo menciono, Alicia, Mark, Joan, Alberto... aún están en ello, con algún máster por delante y la vida prometida una vuelta de esquina más allá, quizás el camino les sea más de provecho que a mí.

No importa por lo que entres o crezcas buscando en esos edificios. Probar que eres el mejor, superar tus limites, ser aceptado, no ser aceptado, formar parte de una comunidad, cumplir las expectativas de tus padres, vislumbrar más allá del mundo conocido, conseguir un título para hacer lo que realmente crees es tu objetivo final. Desde que eres pequeño, en vez de aprovechar o cultivar esas propias ambiciones y singulares virtudes y usarlas para enseñar lo que sea consideren tienes que aprender, las han maltratado e ignorado; hecho pequeñas, irrelevantes a los intereses del grupo e invisibles y te han convencido de que todo el proceso era algo normal. Ahora te sueltan, en un mundo donde descubres que desde el principio eran todo lo que tenías, pero nunca las has aprendido a usar.

Deambularás, como un pez abisal en las profundidades, buscando la luz perdida. Buscando un motivo, una señal, un sustituto; entre cada vez mayores instituciones educadoras y carreras que con el tiempo te dejarán de interesar.

Con la voluntad y no con el paso de los años, aprenderás todo lo que debiste aprender en su momento y lo harás por ti mismo; sé que la tienes porque nada más que ella y una identificación te puede haber llevado a leer esta historia hasta su anunciado fracaso final. Aprenderás, ya sea en la calle viviendo tu vida o intentando luchar por la integridad de lo que convencieron era el orden y sentido del mundo. Tendrás que quedarte con lo útil y desechar lo innecesario; embarcar la ardua tarea de olvidar todo aquello que en un principio los que te querían quizás ni siquiera pretendieron enseñarte. Pues si no lo haces, tu lugar en el mundo será el que aprendiste; y no ocurrió en una fantasía distópica sino durante esas tardes largas frías y demasiado reales frente a un pupitre, tardes de deberes, inocencia y deseducación.









Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End






La deseducación es la historia de mi paso por los diferentes centros educativos, y también un ensayo sobre la educación, pero la deseducación es también la historia de un fracaso. Es la historia de una decepción, de algo que podría ser y no es, de una oportunidad perdida más entre muchas otras historias completamente diferentes; quizás no es la que esperabas leer pero esta es la mía.






la deseducacion, the beginning and the end
the decay of western civilization /?
random local guys


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