Parte II: Estudiantes Secundarios Oprimidos
Parte III: Estado Social Orweliano
Parte IV: Critica destructiva
Pienso que una ardilla puede cruzar toda España de gilipollas en gilipollas sin pisar el suelo y un gilipollas puede cruzar la ESO de examen en examen sin pensar.
Algún profesor se percató durante las buenas notas y comportamientos ejemplares de que empezaba a seguir mis propias normas y establecer objetivos que poco tenían que ver con los del sistema educativo. No era un enfrentamiento directo, pero ya era algo. Tenemos mucho que decir cuando nos damos cuenta de que hemos estado oprimidos sin, esperamos en vano alguien que nos pregunte, se escandalice, buscamos pruebas que nos respalden en nuestra lucha contra el mundo. Pero nadie pregunta, así que, bien entrenados, nadie responde.
Maleante haciendo grafitis en vez de estar en la escuela estudiando. |
Ad hominem es dar por falso un argumento menospreciando al que lo pronuncia en vez de lo que dice, es una falacia lógica común y su contrario, dar por cierto algo porque lo dice alguien listo o importante también es una falacia como una catedral. En algún momento tienes que coger las armas que no te ha dado tu educación, luchar contra un algo que nunca habías creído que era tu enemigo y empezar a dar tus propios pasos. Lo que los adultos solo se atreven a llamar adolescencia muchas veces es para seguir cubriendo las falacias que les permiten ser felices y no derrumbarse. Ad Hominem. No hay argumento más cobarde para negarse a bajar de la palestra a filosofar con los puños que menospreciar a alguien por su “condición”, en este caso, condición de no estar doctorado en alguna mierda. Y escudados en su título, el profesor de secundaria es el animal más débil de la clase, y vive en la palestra más alta. Para compensar, supongo.
Los roles se forman por un mínimo prejuicio o manía personal; y ahora, en el instituto, más que ser inconscientes polarizaciones son clasificaciones reales; creadas por cualquier cosa menos por conocer bien al alumno, a veces hasta puedes seguir el rastro de esa clasificación, rastreando notas erróneas, faltas invisibles y revisiones extraoficiales. Es lo que tiene la masificación y que ser docente sea de chiste en cuanto a preparación. Además de no tener ni idea de enseñanza, normalmente los que acaban en un instituto es porque han fracasado en su vida profesional. Seamos realistas. ¿Quién se mete a hacer Física para ser profesor de secundaria? Pues eso.
A veces las notas se ponen antes de hacer ningún examen. Y si no coinciden, se arreglan. Y si no, el mismo profesor al corregir inconscientemente puntúa mas eso o aquello, ve o no esa falta de ortografía, de manera que las notas cuadran con lo que ellos creen que los alumnos deberían sacar. Si tú le haces la pelota todo el día, le hablas después de clase, vas a todas la revisiones, haces ver que te interesa mucho lo que dice y que te esfuerzas, el examen tiene mágicamente tres puntos más. Si pasas de él igual no te dejan ni ver el examen. ¿Porque? Porque he visto exámenes “corregidos” que solo tienen una nota puesta en rojo en la parte de arriba. La misma redacción presentada por dos personas suele tener hasta 5 puntos de diferencia. Métodos de corrección subjetivos. Todos los ejercicios del examen se han hecho en clase. Puntúa bien el que estaba escuchando no porque ha aprendido sino porque se aprende de memoria la resolución. Los ganadores en este sistema saben camelar a los profesores; que muestran como ejemplo a seguir a la gente con baja inteligencia emocional que solo sabe hacer que lo que les mandan y a la gente que los trata con una sonrisa mientras se pasan chuletas por la espalda. Los perdedores son los que acaban convencidos de que no valen para estudiar y declinan para siempre todo lo que tenga que ver con el mundo intelectual.
Aproximadamente a principios de cuarto empecé a mostrar por activa y por pasiva que me importaban una mierda sus deberes y sus notas. ¿Qué importancia tiene la diferencia entre un 5 de un 10 en la ESO? Absolutamente ninguna, ni académica ni de conocimiento; tus padres quieren ese numerito alto, igual que los profesores. Supuestamente es un símbolo de tu dedicación al futuro, de tu preparación para la vida. Pues bien, para mí ese numerito, es solo una mancha de tinta en una libreta, y que ese número sea un 5 o un 10, implica horas de mi vida que, sinceramente, prefiero destinar a otras cosas que a memorizar datos inservibles. No voy a dejar que el resultado de un examen decida mi destino.
La reacción no se hizo esperar. Los profesores que un par de años antes me hacían de palmeros y me mostraban orgullosos de mí ahora me despreciaban abiertamente por negarme a copiar los enunciados de los ejercicios. “Esto no lo esperábamos de ti.”, “Si tienes algún problema en casa nos lo puedes decir.”, “Yo soy el profesor y debes obedecer”, “No eres nadie”. Al final todo se reduce a hacer caso. Un título de literatura no implica una autoridad intelectual en gramatica. Un profesor que no aporta nada, que solo molesta, que no deja hablar, que te hecha de clase por absurdeces, que es el que te retiene en clase contra tu voluntad y el que te denuncia si no vienes, tiene el respeto que da su título, se convierte en una autoridad legal. Llegados a ciertos puntos, podría dejar de decirse profesor y llamarse controlador de la clase o algo parecido. Y que tenga el mismo estatus que un vigilante de la playa ciego.
Los alumnos aventajados o los pelotas, que casi siempre son los mismos; esperan ser tratados mejor, aunque nieguen contra viento y marea la existencia de los roles. Recuerdo un profesor de catalán llamado Josep Llorenç, que nada sabía de quien éramos a ojos de los otros profesores, que es lo que normalmente averiguan los nuevos cuando llegan, ni le importaba una mierda. Trató a todo el mundo igual, se deshizo de formalismos y echó de clase a “buenos” y a “malos” por igual cuando fue necesario (para sorpresa y llantos a los padres de los primeros), nunca dejó que nadie le hiciese la pelota. Le importaban los resultados, no las notas. Podía tener defectos y ser nada convencional, pero era consecuente. Le presenté un texto argumentativo titulado: “Las lecturas obligatorias fomentan el odio a la literatura”, y me eximió de leer nada que no quisiera ese curso. Las formas también le importaban, pero no eran más que un marco, que también puede ser flexible y tener contenido per se. ¿Resultado?. Dejé de lado el libro de sudokus que hacia normalmente en clase de catalán y empecé a escuchar sus clases.
Lo único peor que tener que ir al ritmo medio de la clase son los que solo buscan la aprovación de los demás. |
De alguna manera, lo que hacíamos normalmente en todas las clases eran ensayos de algo que no alcanzamos a ver; nada tenía utilidad propia, nunca había la gran función, un momento donde hay que dar utilidad a lo aprendido; la clase servía para hacer los ejercicios, copiar los enunciados para poder estudiar mejor, los ejercicios para el examen, el examen para exámenes posteriores, los trabajos de historia tenían que parecer comentarios de texto, “porque en la carrera os lo van a pedir así”, “cuando presentéis un informe en vuestro trabajo” o “multiplicar a mano os va a servir porque no siempre llevareis en el bolsillo una calculadora”. No sea el caso de que alguien se dé cuenta de que no han aprendido casi nada útil en los últimos 12 años. Pues este profesor quería productos acabados. No pretendía joder a nadie, solo hacer que reaccionásemos y nos tomáramos en serio nuestro trabajo, por su importancia, no por las notas.
A la semana, todos los profesores y alumnos bien lo criticaban y le decían de todo a sus espaldas. Los profesores se retroalimentan entre sí, lo que hacen en clase, y los resultados que tienen y a quien ponen dieces o ceros influye también en su preciada vida social con otros profesores. Se reúnen en grupitos y hablan de temas muy profesionales, critican otros profesores, se quejan de alumnos, beben café, etc. Si alguien no quiere entrar en su mundillo, lo vilipendian. Son una subcultura más del instituto, como los canis o el típico grupillo de pijas best friends forever que se hacen llamar pink ladies y luego resultaban ser unas zorras.
Duró un curso.
En segundo, con una de las supuestas buenas profesoras hice una asignatura optativa de esas que ponen para hacer ver que tienes libertad de elección. En realidad todas esas asignaturas eran adelantos de otras asignaturas de cuarto. Cogimos todos los que nos suponíamos listos, y nos metimos en genética dos horas a la semana. Entre todo el ciclo del instituto debimos hacer un total de unas 100 horas muy redondeando a la baja. Esa es una parte del temario de biología que sale en la selectividad. Como mi hermana no hizo biología y tenía que hacer la selectividad, me ofrecí a enseñarle la parte de genética. 50 minutos más tarde, ya sabía hacer todos los ejercicios del libro. Y no es que sea superdotada, es que es tremendamente sencillo.
¿Que hicimos entonces las restantes 99 horas? Brigit Comas sabe la respuesta, esa querida entre las queridas personas que he tenido el placer de conocer. De esas que encima están convencidas de que hacen una gran labor y de que nadie debe decirle como hacer su trabajo; porque claro, si alguien sabe de eso son los profesores de instituto y nadie más.
Sigue leyendo esa mierda hasta que te se cristalice en el cerebro. |
La cosa fue más o menos así.
-Aprendimos que 1+1=2 y otras cosas de creciente dificultad.
-Aprendimos a hacer los crucigramas esos de emparejamientos mendelianos simples.
-Nos dedicamos el curso entero a hacer más crucigramas mendelianos, dibujarlos, pintarlos y explicarlos en la pizarra uno por uno y por turnos alfabéticos.
-Nos dictaba “problemas” a ritmo de oruga discapacitada, de los cuales debíamos copiar el enunciado en la libreta, y cuya solución eran los mismos crucigramas de antes.
-Leímos un libro con el óptimo sistema ese de leer cada uno un parágrafo en voz alta (¿?). Era una historia infantil pésima a la que habían encorsetado un problema/crucigrama de esos de antes que se puede resolver en 10 segundos. Tardamos unas 9 clases en leerlo y tenía unas 80 páginas. El instituto compró todos los libros para torturar futuros estudiantes. Al menos no nos obligó a copiar el libro en la libreta.
Mi sensación era de estar perdiendo el tiempo siete horas al día y que a nadie le importase. Me acuerdo en concreto de que en genética aprendí de puro aburrimiento a escribir sin mirar al papel, así que a medio dictar la pregunta yo ya tenía la respuesta escrita, argumentada, dibujada y con manchas de café de dos díasm sin apartar la vista de los ojos de esa bruja en ningún momento del proceso. No le sentaba muy bien, y peor le sentó cuando en bachillerato volvimos a hacer genética, me pasé todas las clases durmiendo y saqué de lejos la mejor nota en el examen. “Bueno, eso es que algo aprendiste.”, “Algo había que hacer mientras leíais cuentos infantiles.” Lo mismo podría haber inventado un código de escritura propio, aprendido a dibujar hombres de palo o leerme la triologia de el señor de los anillos un par de veces. Ah, no, espera, que eso también lo hice.
En tecnología de tercero saqué, por trimestres, un 9, un 10, y un 4. El último porque Salvi Sagué me pidió que le entregara mi libreta con los ejercicios y le contesté que no tenía libreta alguna. Durante los próximos días, un alud de profesores vino a buscarme durante clases a decirme que le diera la libreta, que no jugara con mi futuro que era muy importante.
-“¿Para qué quiere una libreta que no existe?”
-“Para ver si has hecho los ejercicios.”
-“¿Porque iba a querer hacer ejercicios?”
-“Porque sino no vas a aprender nada.”
-“Entonces, según usted, los dos exámenes de 10 que he sacado este trimestre, ¿han sido de pura casualidad?”
-“Los ejercicios son parte de la avaluación de la asignatura.”
-“¿Qué objetivos tiene la asignatura?”
-“Aprender el temario de tecnología.”
-“Y si el temario viene evaluado por un sistema de exámenes; y alguien demuestra saber hacer los ejercicios durante el examen, ¿Qué importancia tiene si ha seguido el sistema reglado o lo ha aprendido a su manera?”
-“Eso no tiene nada que ver.”
Noam Chomsky hablando de la educación a una velocidad de 10 verdades/minuto.
Estela Pastor era una envidiable mujer de esas que en nadie, en la vida, y con razón, le debe haber hecho ni puto caso. Así que aprovecha un sitio donde la gente este obligada a escucharle para decir sus cosas, darse importancia, hablar de su vida dramáticamente y mostrarse a sí misma como un ejemplo de superación personal. ¿Libros de autoayuda? ¿Psicólogos? ¡Para qué si tengo tropecientas clases de castellano de 30 alumnos cada una para sentirme importante! Si me respetan es por mi gran estar y sabiduría, no porque les obliguen a estar ahí. Es de ella que aprendí, que, por encima de todo, los profesores cuando entran en una clase, lo que quieren es mantener su ego.
Es el tipo de persona que pasa un cuestionario anónimo a los alumnos para que valoren su faena; le pongan nota, y comenten los fallos de la asignatura. Al acabar nos hace leer en voz alta y de pie a los que hemos dicho cosas malas. Remarcando después cada uno de nuestros errores, criticando nuestra forma de hablar, nuestras ideas y nuestra escritura; para ridiculizarnos delante de todos sin que podamos contestar de ninguna manera, porque obviamente, ella es la profesora y elige cuando hablamos o dejamos de hablar. Se tiró dos clases hablando de ello. Eramos uno de sus temas favoritos al lado de un par de referencias culturales que se había aprendido de memoria y que repetia a todas las clases minimo una vez al mes.
Entre otras cosas, le dije inútil y le puse su nota en forma de una ecuación matemática simple de una variable. La resolvió mal regodeándose de lo fácil que era, delante de toda una clase enmudecida, que no se atrevió a ver ni a decir nada. No sé si por miedo o por ceguera programada. Me gustaría pensar que por miedo.
Lo más triste de todo es que dentro de 50 años empezarás a pensar por ti mismo y te darás cuenta de un par de cosas. Uno: que los pedantes sobran, y dos; que has tirado diez mil pavos en una educación que te hubiese costado dos dólares por los retrasos en la biblioteca pública.
En química de primero de BAT me suspendieron una práctica que estaba perfectamente. La estábamos corrigiendo en voz alta y levante la mano, salí a explicar mi caso a la pizarra donde todo el mundo, Kostopoulos incluido dijo que como iba a saberlo yo si nunca hacia nada, que estaba bien que a todo el mundo le había dado lo mismo. “Tú solo quieres tener razón siempre, y no eres tan listo, solo quieres llamar la atención”. Me enfurecí, me fui al final de la clase maldiciendo y redacte en una hoja en blanco explicando exactamente donde el profesor se equivocó y porque lo mío era correcto.
Antes de terminar la clase, me senté con él, se lo entregué, se lo expliqué, y me dio la razón. Y se quedó quieto. Le pregunté si no pensaba corregirlo o decir a la clase que el ejercicio no se resolvía de la forma que él había explicado durante mas media hora delante de todos, si no iba a admitir que yo tenía razón. Me dijo que no. Hice una bola con mi explicación, con mi practica y con mi libreta de química y encesté un triple en la papelera. No era mala gente en el fondo, en otras culturas hubiesen considerado ofensivo no darle un puñetazo en la cara, pero me levanté, me fui a mi sitio y nunca más hablé en su clase. Ni abrí un libro. El griego llamó a mis padres para contarle que dormía en clase. Estuve sin paga meses. Seguí sin hacer nada. Aprobé. Me empecé a acostumbrar a que todo el mundo me llevase la contraria de vez en cuando, le debo parte de mi autoestima. Que te follen Kostopoulos.
Entre las dramáticamente importantes tareas de una farsa y pantomima impresionante para hacer ver que los estudiantes importamos algo en las decisiones de las juntas educativas a puerta cerrada representante estudiantil elegido democráticamente está la de asistir a las avaluaciones.
Fui a la primera de ellas después de ser elegido contra la voluntad de mi tutor; entré, me miraron, soltaron un discurso apoyándose entre ellos sobre lo malos estudiantes que éramos, alguien dijo que sin una media de 8 no nos deberían dejar entrar en bachillerato, y me dijeron que era mi turno para exponer las opiniones de la clase. Pues bien, se suponía que en tutoría teníamos que haber hecho dos sesiones de hablar entre nosotros para que yo dijese después las conclusiones a la junta de avaluación. Miré al tutor y le pregunté porque no me había dicho nada, porque es él el que dirige esas sesiones. A lo que saltó alguien diciendo que era culpa mía y que si no tenía nada que decir me podía ir, que iban a empezar la avaluación y que yo, obviamente, no podía asistir.
La avaluación es donde ponen las notas a conveniencia entre ellos y comentan alumno por alumno lo que piensan; pues claro que no puedo asistir, es como si dejaran entrar un obrero en el Club Bieldelberg, a Ned Flanders en Pont Aeri o a alguien honesto en el parlamento.
Pero claro, mi comportamiento tenía una explicación razonable durante la ESO; hacia cosas que no me importaban nada y resultaban insultantemente fáciles si te dejabas de copiar enunciados absurdamente y aprendías a pensar un poco. Eso iba a cambiar en el Bachillerato, donde puedes escoger la modalidad que quieras con las asignaturas que quieras, y no te siguen paso por paso como en el colegio sino que tú eres responsable de ti mismo. Todo esto ha sido un paso previo para entrar aquí, donde la cosa ya se pone seria y vas a tener que estudiar de verdad.
Notase la ironía.
OLÉ! más razón que un santo! Si es que la educación pública no educa, adoctrina.
ResponderEliminarSublime Jordi, como las demás partes, aunque creo que esta es la más bestia.
ResponderEliminarMe siento muy identificado con todo, aunque ahora mismo ya me siento bastante desgastado por este mismo sistema educativo. He perdido muchos años de mi vida para aprender cosas que ya no recuerdo, gastándome en el proceso y perdiendo la motivación en estudiar. Espero conseguir cambiar el planetamiento y empezar de nuevo
ResponderEliminarReflectats els meus pensaments sobre el sistema educatiu. Ja teniu una seguidora més ! pd: Sóc la Gemma "Stonem"
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