Todos tenemos melodías en nuestro interior, a veces al escuchar una canción nueva sentimos como que ya la hemos escuchado antes, muchas veces sí que habrá sido escuchada, si no esa, alguna otra que recuerde a esta. Pero hay ocasiones en las que pasa de una manera muy extrema; esa canción forma parte de nosotros, era lo que llevábamos media vida buscando y aun no lo sabíamos.
Toda música ya existe, y no depende del hombre para ello; esta reside en nuestro entorno, o en la profundidad de nuestra mente; quizás las dos opciones sean correctas, y quizás las dos opciones sean una en realidad. Nosotros somos un instrumento a través del cual se expresa, al componer una canción estamos exteriorizando algo ya existente, que tomará una forma u otra dependiendo de la persona a través de la cual está siendo convertida en algo perceptible por todos; afectando al resultado la personalidad del individuo, su entorno, la época y el lugar en el que vive, incluso si es de día o de noche… Pero esa misma idea inicial, el concepto de esa canción, puede residir también en el interior de otra persona, o en el caso de que estén en nuestro alrededor, que haya tenido acceso a ella también; sin embargo al haber pasado por todos esos filtros totalmente diferentes, el resultado es otro, a pesar de ello mantienen algo muy fuerte en común, y podemos apreciarlo.