[Semana 228] THE LOST GENERATION (final)


Cada día la radio canta antes las cuatro de la tarde, llegando un poco más tarde; cuando plego estoy energético y lleno de ganas de hacer cosas, pero los planes a los que me puedo unir están ya de bajón, no satisfaciendo mis necesidades.

Lo que vivimos y con quien lo vivimos nos moldea, nos convierte en quien somos; y perdiendo estos momentos estoy evitando convertirme en quien debería ser, es como si me arrebataran una parte de mi alma, aún peor, la estoy vendiendo a cambio de algo que no quiero.

En algunos aspectos no dejo de crecer, pero en cuanto a los pilares de mi vida, siempre intento mantenerlos, le tengo mucho miedo al cambio y nunca pongo mucho de mi parte; odio cuando forzosamente se desencadenan cambios radicales a nivel personal. Cuando eso pasa, no suelo poner de mi parte, los rechazo, abandono lo antes posible y vuelvo a mi zona de confort, comportamiento que encaja fácilmente con mi personalidad insegura.

Estuve dos días como camarero, trabajando trece horas el primer día y once el segundo, la mañana del tercer día fue terrible, no estoy acostumbrado ni a permanecer tanto tiempo despierto; como para encima pasarlo trabajando. Me pasé toda la mañana meditando, pensando en dejar el trabajo, y decidí que al ir a casa por el descanso no volvería allí, al menos no esa noche. Al llegar a casa me lie el porro de no ir a trabajar y lo encendí estirado en mi cama, llevaba unos días sin fumar, y fue brutal. Necesitaba unas horas de relax para pensar en mí, y considerar si quería seguir trabajando. Aquella noche la pasé haciendo lo que más me gusta en el sitio donde más me gusta hacerlo.

Fumar mota en casa del Nota; y pillé un buen ciegescal.


Los ojos de SKT Faker




Una puerta destrozada, olor a tabaco y a inciensos de todo tipo. En una habitación se acumula ropa que forma una escarpada montaña y en la otra cuelga una soga decorativa sobre una mesilla de noche que es en realidad un tocadiscos que no funciona. Llamamos habitaciones a las habitaciones porque hay una cama en ellas, pero no tendría porque ser así. Los muebles parecen haber llegado ahí cada uno de una forma diferente, mas una casa parece un collage. Está raramente pintada, colores vivos en los márgenes de las ventanas y puertas e incluso murales de pared entera hechos por sus mismos inquilinos. Cuadros, dibujos y frases obra de los desconocidos anteriores habitantes, letras de canciones de rock en el suelo de la sala del arte, otro tocadiscos, instrumentos de todo tipo, restos de sustancias de legalidad comprometida, lamparas de sal, lava y no suficientes bombillas de diferentes colores, por lo que quedan habitaciones enteras a oscuras durante ciertas épocas del año.


¿Como podéis vivir aquí?


Libros de aventuras, obras de Nietzsche en alemán original, algún cómic, pósteres de videojuegos, Star Wars y elementos de la cultura popular en general. Una bandera de Jim Morrison hace de cortina entre una mitad y otra del pasillo. Puertas que no cierran, un par mas de libros de filosofía, apuntes de la universidad de cursos anteriores y una gran pancarta rota de tela que reza Random Local Guys.

La cocina y baño son habitables de cuando en cuando, en ciclos de limpieza arcaicos que pueden durar semanas o meses, bastante lejanos al típico sistema de cartulinas y rotuladores de colores que usan las chicas cuando comparten piso. Caótico es una buena descripción. En un trozo de pasillo ensanchado que los habitantes de este piso han logrado transformar en una sala completamente habitable, hay un monitor de ordenador encendido, en el que se oye hablar algún idioma sin identificar, unos altavoces hacen luces azules, y extienden ese rumor hasta tres pisos mas abajo.

En lo alto de una estantería de la habitación hay un pote a medias de mermelada de melocotón y puede perfectamente llevar ahí meses sin que a nadie le importe lo mas mínimo. Un proyector encendido apunta a la pared de enfrente, repitiendo en bucle la trilogía de El Señor de los Anillos. Son las dos de la mañana pero no hay nadie durmiendo en esa habitación. Su presunto huésped solo la usa para invitados, guardar posesiones y ver películas acompañado.


Podemos vivir aquí porque que tu creas que hay una forma correcta de vivir o que tener tostadora es imprescindible para la supervivencia de la raza humana no significa que nosotros pensemos lo mismo.


Volvamos al monitor.

Una especie de juego se desarrolla en él, con estallidos y explosiones sin aparente orden ni motivo; aunque nadie está jugando. Cerca, un sofá rojo recogido de la calle subido con gran esfuerzo por cinco pisos sin ascensor, donde hay alguien durmiendo, rodeado con el toque final, un clásico desparrame de embalados de comida y latas de refresco alrededor, cerrando un pequeño ecosistema llamado quinto segunda.






Hay muchas cosas que alguien podría encontrar en este piso fuera de sitio, lamentables, no aptos para una vida respetable. Pero la que da nombre a este articulo precisamente podría ser una de las que pasan mas desapercibidas. En un rincón de la pantalla, entre todo un mar elementos desconocidos y figuras destelleantes que resultan ser jugadores profesionales de alrededor del mundo reaccionando a la milésima de segundo; hay un joven de ojos achinados calmado, que no hace ruido, que nunca dice nada.

¿Que porque se llama Faker? No tengo ni idea. No parece un nombre apropiado para él hasta que lo ves jugar y entiendes lo que esta pasando dentro de ese particular universo, un poco de la misma forma que no podrías entender a Bobby Fischer sin saber algo de ajedrez. Esa persona no tiene para nada apariencia ni formas de Faker que se puedan apreciar a simple vista. Faker es un nombre descarnado, de un tipo muy particular de ironía. Su otro nombre es Hide on Bush, una referencia obvia, absurda, al hecho básico de que en el juego si estas en un arbusto no te pueden ver, presentado al anunciarse tal cual como si fuese una estrategia o la respuesta a una pregunta que nadie ha hecho.

Pero este no es un artículo sobre porque este asiático en particular es mejor al League of Legends que otros asiáticos en particular. Eso no importa, el sentido de este articulo no cambia lo mas mínimo; aunque no sea el mejor, en su juego Faker es poderoso, es dominante. No tiembla, casi no gesticula, a veces sonríe cuando muere, no habla. Juega. Da miedo. Son sus ojos.

Meses jugando tratando de mejorar, tratando de hacer jugadas increíbles, saltando del asiento creyéndote dios cada vez que outplayeas algún desgraciado mas malo o con mas lag que tu, y él sigue con sus ojos muertos destrozando otros profesionales sin pestañear y escuchando listas de reproducción absurdas que mezclan Simon and Garfunkel, openings de Death Note y Kayne West.

En eso que la figura del sofá rojo empieza a levantarse.

Soy yo, en un absurdo recurso literario para cambiar de tercera a primera persona, que me había quedado dormido con el stream encendido. Al despertarme del todo, veo que él ya esta jugando otra vez. No tengo demasiada simpatía a los streamers, youtubers y showmans en general, pero este es diferente, no parezca que venga a exhibirse. Este simplemente juega. Este no se cansa. No como yo, yo estoy hecho polvo. Busco algo de comer que me apetezca y no tenga que preparar, pero ya llevo unos cinco días y cuatro noches solo aquí encerrado en mi Edén particular y las probabilidades de encontrar algo de esas características son mínimas. ¿Cuándo va a volver Cristian? Igual si vuelve pronto le puedo cambiar cigarros por un buen bocadillo de bacon.

Me muero de hambre pero no me veo cocinando: ir a la cocina, encender fuegos, estar pendiente, limpiar algo con lo que comer... Demasiado esfuerzo. Estoy un rato dando vueltas buscando esa inexistente comida fácil, miro el móvil sin batería en el suelo y me siento delante del monitor, donde paso unas dieciocho horas de media al día. Enciendo el lol y empiezo a buscar partida. Me entretiene, es un buen juego. Me hace sentir rápido de mente, ágil. Soy muy competitivo, me encanta jugar en serio y aquí hay mucha gente que juega en serio, incluso un poco demasiado. Ya odiaba a la humanidad antes; he participado en foros y tengo un blog, así que que me insulten desconocidos por internet no es nada nuevo para mi. Le dedico bastante tiempo y noto que voy mejorando mi juego, aunque no a la velocidad que desearía. La verdad, ahora llevo unas semanas estancado y me esta empezando a cabrear bastante.

Después de una especialmente larga y frustrante partida pierdo los nervios, cometo un error fatal y hecho a perder la faena de mas de una hora de juego, y con ella el rango conseguido en toda la semana anterior. Mi cerebro protesta por la falta de dopamina culpando al jungla, y mi falta de azúcar en vena empieza a ser preocupante. No lo puedo dejar aquí, debo enmendar mi error, ser constante,  continuar jugando, como él. Me debato internamente en unos largos segundos de reflexión que siempre hago en la pantalla principal y decido continuar. El cliente empieza a buscar alguna partida de mi nivel, y a los treinta segundos me salta la pantalla emergente, pero por algún azar del destino detengo el movimiento reflejo de mi mano en dirección a la palabra Join y le doy a Cancel después de mirar el infinito cinco segundos mas. Me pongo una chaqueta grande negra llena de bolsillos que reza Hate en la espalda con pintura blanca y salgo decidido a la calle.






Mi cuerpo va andando de memoria a la tienda 24h mas cercana, y voy sin pensar en nada mas que en la partida anterior, mirando al suelo y estirando los músculos por las calles oscuras y semivacías de la noche entre semana de Barcelona.

Tras comprar, a la vuelta, me estoy planteando sacar un cigarro cuando sin mi permiso las manos se acercan a una bebida con gas y a unos donetes de azúcar blanco que llevo en la bolsa. Normalmente me espero a subir todos los pisos para comer tranquilamente mirando alguna partida, anime o a mi transoceánico amigo, pero esta vez es diferente. Me doy cuenta con gran sorpresa que mis dedos están temblando. Alarmado y confuso, me acerco al bordillo de un bar cerrado donde me siento a comer algo. Mis manos se sienten extrañas, es como si cogiera la comida con miedo a que se me pudiese caer, casi con la palma o con todos los dedos; era una forma de comer como, mas primitiva, mas brutal. Al rato decido que estoy haciendo el idiota ahí parado, camino hasta mi portal y empiezo a subir escaleras.

A la mitad me empiezo a marear y a sudar frío. Empiezo a escalar los empinados escalones con las manos, y al llegar por fin al piso vuelvo a comer con esa brutal necesidad y caigo exhausto en el mismo sofá donde hacia nada había dormido cerca de diez horas seguidas. La puerta aún abierta a mis espaldas. La respiración me vuelve a la normalidad, me siento batir con fuerza el corazón, al mismo ritmo que me siento muy y muy cansado...


¿Qué hago en el suelo?


¿Me he desmayado?


Han pasado unas dos horas desde que he salido del piso. 


Me levanto, en silencio casi sin atreverme a pensar. Empiezo a cocinar sin excusas tratando de pensar en lo que acaba de ocurrir. ¿Comí algo ayer? Hay restos de comida por todos lados, pero soy incapaz de identificar de cuando. Sin duda acabo de tener una bajada de azúcar. Acabo de protagonizar una escena verdaderamente patética; desmayado ante el sofá, con la chaqueta de la calle puesta, no porque no tuviese comida, sino porque me había olvidado de que comer era una necesidad básica importante. Sin enemigos ni metas ni rival. Derrotado por la nada. Caído en una inexistente batalla. Sin nada que hacer ni por hacer.

De fondo, él sigue jugando.

Y Faker pierde, porque en el League of Legends se pierde mucho por bueno que seas. Él sigue. Le da a jugar otra, una vez y otra y sin pensar. Me he dado cuenta que a veces me paso horas, durmiendo o medio dormido, mirando de reojo qué es lo que hace, casi esperando que un dia levante los ojos del monitor y me mire a mi. Cuando estoy despierto lo dejo de fondo y raramente me fijo demasiado, pero estas noches me ha llamado la atención algo nuevo. En su nivel, pueden pasar treinta minutos entre que acaba una partida y el juego encuentra los suficientes jugadores para iniciar otra. En estos momentos muertos, él juega a otro juego muy simple, un plataformas de gráficos absurdos, donde te tienes que aprender los patrones de ataque de jefes finales con forma de glitch pokémon o caja de cereales y esquivarlos con aún mas complicados movimientos de un personaje que solo puede saltar y moverse hacia los lados. Es hipnotizante, imposible, y peligroso para la salud mental.

Dicen que de cuando en cuando recibe alguna oferta de mas de un millón de dólares para irse a China a jugar, pero que la rechaza todas, que prefiere quedarse en Korea supongo que por alguna razón profesional o de orgullo nacional. Dicen que su vida es ese juego, pero no parece obsesionado en el sentido en el que nos imaginamos la gente obsesionada con los videojuegos. No es antisocial, ni un hikkikomori, ni parece ningún bicho raro; creo que simplemente un día decidió que iba a dedicarse a jugar y eso es lo que hace. Ha convertido el juego en su vida profesional.

Me fijo y me doy cuenta de que es muy joven para tener su propia realidad. Resulta que le saco dos años. ¿Como puede ser, y porque me sorprende tanto? Hay miles de jugadores de fútbol mas jóvenes que cobran millones y son mucho mas famosos, pero supongo que nunca me había sentido conectado a ninguno de ellos, nunca los había tratado descifrar, identificarme con ellos.






Faker sigue entre partidas, lleva como una semana intentando derrotar un jefe del juego ese cutre y difícil del que acabo de hablar. Cada vez que le toca algún marciano tiene que volver a empezar toda la coreografiada batalla y no cometer el mas mínimo error para llegar mas lejos y mas y mas hasta que haga todo perfecto de una sola vez. Supera un ataque, y otro, ¡y otro! Parece que esta va de verdad, va muy bien. Ha muerto mas de cien veces hoy, pero creo que nunca le he visto llegar tan lejos. Al jefe final le queda poca vida y abandono completamente la sartén con bacon de la cocina para presenciar este momento histórico.

(sonido del juego cuando mueres)

Lo matan justo en el ultimo momento y hasta yo chillo de desesperación, junto a una anónima multitud unida a través de kilómetros de cable de banda ancha y monitores de ordenador. Todos los que estuviesen desperdiciando su tiempo en ver en ese momento a Faker estrellándose contra lo que fuese que ha acabado con su vida deben haber muerto hoy un poco por dentro. Pero lo peor no fue eso. No fue nada. Antes ni siquiera de darme cuenta, antes de que yo vuelva de bajar los ojos del cielo y maldecir la existencia, él ya lo esta intentando otra vez. Ahora donde miro es al recuadro donde apunta su webcam, quinientas veces mas indignado que hace un segundo. Miro en busca de alguna reacción, de algún signo de humanidad, de una mueca, un soplido. ¡Reacciona!

La pantalla emergente de una partida encontrada le hace morir otra vez ya en segundo plano. Para esta partida escoge a Blitzcrank, un robot amarillo que hace -takataka- al andar y con el que se pasea por todo el mapa cogiendo con un brazo retráctil molones y poderosos enemigos con molonas y poderosas habilidades que solo pueden girar sobre si mismos y morir en una breve pero eficaz pelea gitana ante el poderoso y absurdo robot gordinflón y sus amigos.

Es estonces cuando Faker, el mismo que ha respondido con una perfecta cara de poker a estar a un segundo de pasarse una pantalla con la que lleva estancado una semana, hace algo mágico. Sonríe. Faker sonríe, tímidamente, dando una rápida mirada avergonzada a la webcam antes de volver a concentrarse en la pantalla de su ordenador. Es maravilloso, y lo mas simple del mundo. Ríe porque  el personaje le hace gracia, porque es un personaje gracioso. Es la reacción mas normal del mundo: vas a jugar con un personaje divertido así que te ríes. No es una máquina después de todo, esta vivo, es un niño que juega con miedo a mirar a la cámara porque le da vergüenza que le vean. Quizás si rechaza ofertas millonarias es porque tiene miedo de irse demasiado lejos de casa. Quizás juega porque allí es aceptable que lo haga, ni es un genio ni tiene su propio marco de realidad. Quizás es el producto de una cultura basada en el esfuerzo en el que mostrar emociones es signo de debilidad o yo que sé no tengo ni idea, quizás no es que sea especial si no es que yo soy demasiado ignorante y he estado obsesionado con tonterías encerrado en casa y viendo virtudes y haciéndome el dramático donde no hay nada mas que un contexto que no puedo entender.

Tengo que reaccionar un poco con mi vida. Espabilar. Seguir mi camino. Pongo por fin a cargar el móbil, termino de cocinar, dejo la guitarra en su sitio, recojo un poco en general y me planteo tomar mucha cafeína para ser hoy, por fin, productivo. Signifique eso lo que signifique.

Él sigue jugando, le quito el volumen y pongo lo único de música que suena estas semanas en mi ordenador, The Secret Society. Cuando termine esta partida, voy a apagar el stream.

Pasan los minutos y al final de una partida particularmente larga y frustrante, su equipo pierde. Le brillan los ojos. Se le ve cansado. Creo que va a dejar de jugar para irse a dormir o algo, momento perfecto para terminar la emisión. Parece por lo que sale en la pantalla como si jugase en un cibercafé, y está solo, a saber que hora será en Corea ahora, porque aquí esta empezando a salir el sol y creo que mañana, dentro de no demasiadas horas, tiene un partido importante con su equipo profesional, SKT. Por mi parte yo voy a aprovechar para ordenar mi escritorio, y quizás escribir después de seis meses de no hacerlo. También voy a ir a la lavandería automática de abajo, a comprar, y también cuando sean las nueve... Pero Faker le da a Play Again.

El muy cabrón.

El muy hijo de puta.