Me encantaría reducir su poder, tachar su idealismo como un invento de la industria audiovisual, de su romanticismo ser una perversión ideológica para justificar los nacionalismos y de simplemente usar la palabra de sobrevalorado el concepto mismo de la libertad. Decir que sirve mas para crear finales bonitos que para ser realmente una motivación real humana, y que se usa para acabar justificando la disyuntiva entre el bien y el mal en las historias como una extensión de nuestro obvio y correcto por definición panorama cultural occidental. Pero no puedo. No puedo mas que rendirme ante ella y reconocer que el concepto tiene poder para explicar nuestra realidad, nuestro comportamiento; el insondable misterio del porqué nosotros, simples humanos, vamos a sitios y hacemos cosas, a veces.
Como concepto es problemático, pues su definición es un sinsentido, y su mayor logro no es ella misma sino el camino que se intuye de su propia existencia, mas allá de las palabras exactas que queremos escoger para nombrarla. Es el que el concepto no es el nombre, el concepto es tan direccional, tan instintivo, tan punto de partida en nuestro comportamiento, que se trata de una preposición. El concepto no es libre, ni es la libertad: es hacia ella.
Aparte de en el final de bravehearth, es común su uso en cualquier situación en que haya una opresión directa y alguien al otro lado a quien tal autoridad no le parezca del todo bien. También se usa como simple medida del tiempo libre, aunque nos podríamos poner finos y decir que en el fondo, todo nuestro tiempo es, por definición, libre. La libertad, vista como el nacimiento de la rebeldía contra la opresión nos trae un mundo de posibilidades que justificar en su nombre. Entonces es donde surgen reclamos por la libertad, golpes de estado, primaveras, carteles de liberación de presos políticos, sentadas en los jardines perfectamente cuidados del rectorado de una universidad del primer mundo y millones de estadounidenses acumulan armas de fuego en sus casas y asesinan con ellos a estudiantes indefensos.
Espera, ¿que? ¿No era esto un oda?
No.
Hell no.
La lucha por la libertad no es simplemente una situación de acción-reacción ante la opresión.
Toda causa política o social que pueda ser involucrada con el concepto de la libertad individual y concretamente puesta en un eslogan es automáticamente legítima en nuestros modernos sistemas de valores occidentales. Es casi una carrera a quién logra primero ligar su causa con el concepto. Tenga lógica o no. Es un poco como las justificaciones históricas de los imperios que ahora estudiamos en los libros de texto y nos convencemos de que somos mas listos y era obvio que disfrazaban sus ansias de poder y grandeza con mandatos divinos. Pero es que ellos se lo creían, igual que nosotros nos creemos los nuestros propios y vamos a ser señalados por neo-niños que nos van a apuntar y reír de nuestra ridícula manía de enmascarar nuestros instintos primarios en complicadas ideologías y juegos de poder. El problema no se solucionará prohibiendo las armas en EE.UU, ni dando una definición precisa de la libertad y tratarla de medirla para decidir entre un abanico de soluciones aquella que contenga mas libertad en sus soluciones. Pues no estoy hablando únicamente de un problema político, hablo de padres e hijos, de parejas, de profesores, de alumnos. Es un problema de fondo, es una situación endémica; una sensación, una agua envenenada desde la que se alimenta no solo nuestro sistema social sino nuestra propia vida y decisiones del día a día se ven involucrados.
Si algún día me hago famoso, algún imperio dictatorial va a usar mis palabras para justificar atrocidades. Lo presiento.
La palabra en sí no tiene mucho sentido. ¿Es un ente? ¿Un adjetivo? ¿Un recurso infinito? ¿Todo es justificable en su nombre? Tu libertad termina donde empiezan la de los demás. Usamos ese tipo de frases que parecen ciertas cuando nos quedamos sin argumentos con la esperanza de que, mas que de sean ciertas o no, de que contengan algo de significado; pero no lo hacen, la cuestión a redimir continua pendiente de la definición exacta que le demos a libertad y todo el mundo tiende a considerar una que le favorezca personalmente. ¿Es libre alguien que trabaja para conseguir una vida digna? Hay quien podría argumentar que es libre de no hacerlo. ¿Es solo esclava esa persona si solo puede concebir ese modo de vida como el único posible? Los limites de la libertad se encontrarían entonces en la expectación de lo que una vida aceptable significa para la posición social de ese señor.
Es un proceso parecido a la felicidad, y su búsqueda comparte muchas sutilezas; aunque en mi opinión este hecho no signifique mas que una (feliz) casualidad.
Como veis el concepto es mas que problemático de tratar.
Lo que no podemos negar, y es en lo que nos basaremos para lo que queda de escrito sin entrar en detalles sobre su definición, es que nos vemos atraídos sin remedio a movernos hacia aquello que nombramos libertad. En aras de conseguir un recurso y en que futuras acciones puedan ser usadas como apuesta o valor o sitio para nuevas ideas distintas cantidades de libertad, madera, oro y piedra. Pero no somos animales muy listos, acumulamos y destruimos la fuente de nuestros recursos mas valiosos, fallamos al identificar tanto nuestra felicidad futura como sus fuentes, libramos batallas para conseguir cosas que no queremos, complacemos gente que no nos importa, construimos tumbas mas grandes que las casas de los vivos y nos sacudimos y hablamos solos en la oscuridad nuestros peores temores cuando deberíamos estar descansando en los brazos del sueño y sacudimos entonces la mano que se posa en el hombro para salvarnos de ello. Así de estúpidos somos.
No siempre nos damos cuenta de nuestra lucha, de nuestro movimiento, pues es un instinto como la autopreservación. Es direccional porque nos convence andar en una dirección pero no hay dirección concreta a la que ir, porque uno puede estar caminando hacia la libertad siempre recto, dar la vuelta de cuando en cuando, seguir andando, y no estar retrocediendo en ningún momento.
Durante grandes episodios de mi vida, he tratado de huir de la realidad, de rebelarme contra autoridades invisibles y caminar hacia el espejismo de la libertad total de muchas e imaginativas formas, quizás lo he hecho y lo sigo haciendo con tanta convicción que en algún momento me he evadido de ello; pero uno no vive rodeado de drogadictos tanto tiempo sin comprender un par de cosas sobre el poder del autoengaño. En ese proceso, muchos de mis caminos pueden ser explicados como luchas hacia la libertad, sin que la libertad, ni sus conquistas, queden muy bien paradas.
Y es que la opresión casi nunca tenemos la gran suerte de que se nos aparezca como una valla metalizada y un par de botas de aspecto militar. A veces tenemos que ir muy lejos para encontrar una alambrada que cumpla nuestras expectativas.
Intenté ser libre de la autoridad inmediata, sin desafiarla totalmente, simplemente evitar la gran mayoría de imposiciones y empezar a actuar como si yo no fuese el objetivo de esas normas y poco a poco las normas y las barreras fueron deshaciéndose como humo a mi alrededor; todo el proceso me llevó un par de semanas y aprender a decir no.
Intenté ser libre de los medios, de la realidad de los medios que te da un plano donde hay cosas que son importantes y cosas que no. Esa fue fácil. Intenté ser libre de mi tiempo, de los grandes pensamientos omnipresentes, los magnánimos esquemas filosóficos y las ideas intrínsecas a nuestra sociedad. Hasta aquí todo bien.
Luego uno poco a poco se va dando cuenta de que hay cosas mucho mas importantes.
Intenté ser libre de mis profesores, no de sus autoridad, sino de su influencia. Ser libre de los adultos, padres, monitores, policías, cuidadores, abuelos que me habían dado desde mi infancia una explicación del mundo y me habían fundido lentamente en su realidad compartida y aceptada.
Intenté ser libre del tiempo, o mas exactamente de su distribución, de que no me importase el tiempo aceptable para dormir, comer o hacer lo que me gustaba. Las horas, los días, las semanas; se volvían algo etéreo y casi daba risa, las prisas, los coches y las luces de los semáforos. Deseé despertar y no saber que año es. Deseé despertar y que sea de día o sea de noche y eso marque mi carácter mi movimiento y mi vida.
Intenté ser libre de mis héroes de infancia, de los ídolos, de las letras y los libros; de la propia idea del genio, mis virtudes y su insoportable peso.
De la idealización del trabajo, de los tabús, del sexo, de la idea de muerte, de la tecnología, de la no tecnología, de quien amaba deseaba ser libre amando a muchas y que repartiendo su poder no tuviesen poder sobre mi, de los libros que he leído, de mi mismo.
Deseé ser libre y ni me daba cuenta de que estaba en el fondo luchando hacia la libertad. Todas esas cosas tenían sus propios motivos, pero el potencial mayor del concepto para explicarlas es innegable. Intenté ser libre, pero como no era consciente de mi proceso no me había podido hacer la misma pregunta que parece una tontería pero es la reafirmación de mi postura al respecto del concepto y si alguien quiere ir profundo, de mi actitud enfrente la realidad.
¿Libre de qué?
No niego que este instinto me haya mantenido cuerdo durante mucho tiempo. Que me haya enseñado cosas y obligado a moverme cuando tenía que hacerlo. Pero no siempre ha sido así.
Llegado el momento, la necesidad de volver a andar simplemente aparece.
Puede estar justificada o no, puede ser su dirección adecuada o a alejarte de aquello que mas forma parte de tí precisamente porque no tienes otra referencia de la que huír, aunque suene estupido. La rebeldía innata de tu ser te empuja contra los idolos, a veces actores e impulsores de batallas que ganaron por ti. Pero no les identificas como tales: pues pronto, aunque sin oposición directa, los idolos de las revoluciones del ayer forman parte de una oposición ideológica solo por formar parte o simplemente coexistir con la realidad dominante, ante la que nuestro instinto pese a no tener ningun sentido en la lucha por la libertad nos empuja a cargar contra alguna parte de ella. Si formas parte de ese mundo aunque pasivamente encajado de alguna forma en él, definido en la realidad que ha de ser derrocada a todo precio, vas a caer con ella aunque seas un actor principal de la lucha por los mismos valores que hacia la libertad defiende ahora; no importa si eres un revolucionario sudamericano contra la oposición yankie o un adolescente bohemio deseoso de abandonar casa de tus padres: si no mueres durante la historia siendo un héroe, vas a vivir lo suficiente como para verte convertir en el villano.
Sin mi barrera de contención y campando libre en el campo de trigo sin vallas cerca de un precipicio a diez mil metros de altura, iba en rumbo fijo en alguna dirección fija, lo que aún sin peligro a la vista obviamente conduciría hasta el desastre inevitable de caer al vacío. No importa en que dirección lo hagas, si corres lo suficiente en un mismo sentido al final vas a caer. La pregunta que andaba buscando empieza en porque. ¿Porque ser libre de la música que amo? Ser libre de mis ídolos, de querer ser simplemente feliz, de fundir tu alma con otra, de medir el tiempo, de aceptar una justa imposición a una recompensa necesaria. La libertad, el acto puntual de rebeldía, a veces forma tan parte de nosotros y otras veces nos niega nuestra identidad. No somos dueños de nuestros pensamientos; porque seguimos, a ciegas, en ese altiplano que tanto hemos luchado por conquistar, hacia el espejismo de la libertad.
¿Que voy a hacer, cuando me vea libre del tiempo, de mi pasado y de mi mismo, y descubra que ser libre de todo lo que sentía que me oprimía me ha despojado de todo lo que amaba? ¿Fundirme con el infinito y ascender a los cielos? Nunca el budismo ha sido para mi una gran fuente de inspiración.
¿Quien nos hace libres de la idea de la libertad? ¿Que ocurre cuando es la libertad el héroe convertido en tirano? Ese instinto primario, que del mismo modo que es glorificado como la quintaesencia del espíritu humano y nos permite con su fuerza arrolladora no permitir ser encerrados en una jaula; por su otro filo nos humilla, nos empuja a horizontes desconocidos sin que hayamos aún terminado aquello que habíamos venido a hacer aquí.
De golpe algo debe ser hecho, de golpe, porque si, ahora ya nada esta bien. Debo ser libre, de este instante, debo escapar, tengo que salir de este lugar.
Y respirar, en la cumbre de la montaña, después de subir kilómetros de una canal de piedras de cristal y tras cruzar el vasto campo de heno, estamos en delante del precipicio mucho tiempo después mirando al lejano mar, sonrientes, contentos del mundo conquistado que se extiende ante nuestra vista.
Cuanto tiempo hasta que la lucha por la libertad envenene sus raíces, y nos empecemos a plantear saltar de la cumbre para ser libres del miedo a caer de ella.
Titulos alternativos:
The decay of western civilization part 3/?
The Secret Society en Barcelona 2/2