Dejé de leer cuando empecé a escribir. No es una buena excusa, sustituto ni siquiera una verdadera razón, pero es así.
Antes de tan trágico suceso, acostumbraba a leer siempre alternando entre distintos libros: uno ligero, de ciencia ficción, fantasía o parecidos y segundo algún tocho de lo que fuese que me interesase en ese momento. El tercero era siempre el mismo, el Zarathustra. Era un libro de tapa dura que encontré en las estanterías de mis padres y que empecé sin tener ni idea de quien era Nietzsche ni de que cojones estaba hablando. Una de esas dos cosas ha cambiado, la otra no tanto. No se porque lo empecé, era un libro que por alguna razón parecía importante, y siempre he tenido buena intuición con los libros: basta con una ojeada a la portada, al título, al nombre del autor y un párrafo de una página abierta al azar para saber si me interesa o no. Dicen que no hay que judgar un libro por su cubierta, pero si fuese así uno no podría salir nunca de una biblioteca, hay que tener algún filtro y si el autor no ha conseguido atraerme con esas herramientas a su disposición, poco me hace pensar que logrará conseguirlo con un libro entero. Tenía una cinta de esas rojas, delgada y suave como terciopelo que se usaba como punto en el libro en sí. Su interior era críptico. Nunca había visto escribir así. Así que me lo apropié, y durante años lo llevé siempre en la mochila como un talismán, leyendo capítulos separados por días, semanas o incluso meses; algo muy opuesto a mis hábitos de consumo de empezar y no parar hasta que esté terminado. Era como el pan de lembas, un pequeño mordisco es suficiente para todo el camino.
Creo que lo empecé a principios de ir al instituto y lo terminé, de forma casi poética, en las ultimas semanas de segundo de bachillerato. A día de hoy no estoy aún muy seguro de haber sacado nada en claro, pero me llenaba de altitud. Los temas tratados, independientemente de lo que afirmase o dejase de afirmar, eran tratados con una profundidad inusual, inconcebible en la vida diaria. Cada explicación contenía mas y mas, y las sutiles implicaciones dentro de las frases, escritas como música, eran mas importantes que la frase en sí. Nadie piensa de ese modo. El problema era que luego escuchaba las clases de filosofía sobre el hombre que lo escribió y no podía sino preguntarme de quién diablos estaban hablando. Se obsesionaban y trataban únicamente un par de afirmaciones o pensamientos puntuales que si buen podían ser mas o menos centrales en su pensamiento, eran sólo árboles fáciles de ver en un profundo y oscuro bosque encantado. No pretendo decir que yo entendía Nietzsche mejor que quienes redactaron los libros de texto, pero le faltaba algo. Inconscientemente yo había creado mi propio filósofo, un titan del pensamiento en el pasado con una forma de decir las cosas suficientemente alegórica que yo podía interpretar lo que fuese que yo quería mas o menos oír. Tardé un tiempo en deshacerme de esa criatura mitológica que yo mismo había inventado con el objetivo de seguir o idolatrar.
La única cosa en la que yo compartía la importancia dada eran las tres transformaciones del hombre. Aunque sospecho que por diferentes motivos, yo porque necesitaba alguna forma de conceptualizar cosas que me estaban pasando a mi y a mi alrededor, y los libros porque era una colorida metáfora con animales que se puede fácilmente preguntar en un examen de selectividad.
El camello, el león y el niño.
Para los no familiarizados con la idea, se supone que el hombre debe pasar por esas fases en su camino al superhombre. El camello lleva sobre sus espaldas con orgullo la moral, ideales y valores que le han sido impuestos. El león es una feroz bestia que rechaza con violencia aquello que le es impuesto, no importa de donde provenga. El niño es débil e indefenso, pero tiene potencial. Viene al mundo limpio de prejuicios, sin necesidad ya de adoptar un ethos destructivo ni conformista, y tiene vía libre para inventar y seguir sus propios valores.
La mitología está clara, y es obvio porque la idea, así planteada, resulta atractiva a la imaginación. Pero como siempre, se queda, entre clase y clase, en esa nube de ideas abstractas superimportantes que hay que aprender pero que nada tienen que ver con el mundo real a la que bautizamos "filosofía".
Hay que entender, que esas "tranformaciones" no son pasos obligatorios por las que pasa toda persona, ni son porque si. Su objetivo es la revalorización de todos los valores. Que en la opinión de su autor, lleva al superhombre, pero olvidad al superhombre. Zarathustra habló del proceso para quién triunfa del mismo modo en el que una estrella de hollywood te dice que lo dejes todo y sigas tus sueños, pero no tiene porque ser así. ¿Que es la revalorización de todos los valores y porque alguien la querría emprender?
Imaginad que sois una persona. Imaginad que nacéis en un lugar. Imaginad que crecéis, y creciendo aprendéis cosas. Imaginad que crecéis y dentro de esas cosas que aprendéis adoptáis una identidad. Imaginad que esa identidad es de invención propia. Imaginad que eventualmente, por una u otra razón, comprendéis que aquello que hacéis, pensáis y sois es lo que es, no porque lo habéis decidido, sino debido a la idiosincrasia asimilada por las cosas que os fueron dadas. Imaginad que eso os importa. Imaginad que queréis hacer algo al respecto. Imaginad que probáis en viajar, ya sea con el cuerpo o con la mente, a otros mundos, otros idiomas y a otras personas. Imaginad que os rebeláis dentro de vuestro marco establecido, pero que descubrís que ello os lleva a una identidad ligeramente mas polarizada pero dentro de los confines de lo establecido. Imaginad que comprendéis que, si bien eso está bien, no puedes hacer mas que reinterpretar bajo el mismo marco de pensamiento un abanico mas grande de ideas, pero nunca cambiar de forma fundamental como piensas, y que para eso seria necesaria una ruptura total con el sistema de ideas que te vio nacer y crecer. Imaginad que eso es lo que queréis. Imaginad que dais un paso fuera de la puerta, y como el personaje de una historia a punto de ir a un mundo de aventura, todo cambia de color. Que el escenario fuera de tu percibías como asfixiante realidad no es un camino con dificultad creciente de desafíos que lleva de forma conveniente a los títulos de crédito. Que el león habitualmente lo que parece (y a veces lo que es) es un camello extraviado, y que el niño mas que crecer y construir casas se encuentra perdido en la gran ciudad.
Nada de lo que anteriormente tenia valor parece tenerlo. Nada es inherentemente bueno o malo. Hay que romper con los propios, examinarlos atentamente, y encontrar una nueva configuración de valores (existentes o nuevos) que genere una nueva forma de pensamiento sobre la que construir. Eso es la revalorización de todos los valores.
Es un viaje. Uno sin vuelta, que separa aquellos que lo emprenden del resto de la humanidad. Las transformaciones no se entienden entre si y se miran con superioridad y desprecio unas a otras. Nietzsche sugería con su jerarquía animal una jerarquía ideológica, pero yo perdí el libro hace mucho tiempo, y no tengo intención de recuperarlo. Los leones son camellos a los leones. Los camellos leones a los niños. Los camellos compiten entre ellos para ser quién lleva mas carga, despreciando a quién no se molesta, los leones destruyen aquellos de los suyos a medida que empiezan a mostrar lo que a sus ojos son signos de debilidad, los niños huyen desesperadamente del dolor buscando protección, y al hacerlo renuncian sin saberlo a su libertad. Uno da vueltas de una a otra posición para encontrarse donde había empezado. Uno cree ser una cosa y es la otra: camello en ciertas cosas, león en otras y en el tiempo libre un minotauro. Uno no puede (o no debe) vivir de forma permanente en lo que debería ser un estado liminal. Ser un eterno león no es tan bueno como suena. Si el viaje dura lo suficiente, es de esperar hacer regresiones parciales donde sea que se pueda descansar, que no solo es necesario sino muchas veces implica empezar otra vez de cero, y a las personas se les termina la voluntad. El regreso sin llegar al destino al pueblo de origen es un fracaso que solo el viajero puede entender, pues aún si no ha perdido nada por el hecho de intentar el camino, él y únicamente él sabe que ya nada es lo mismo, y que si bien la costumbre y la estabilidad de la vida de animal de carga tienen sus ventajas, estas pesan mas solo por el hecho de que sabe que en realidad están llenas de estúpidas piedras.
Al intentar separarse de la corriente de pensamiento que tiene alrededor y abrazar una colección de propios valores (aún si estos son en los que anuncia basarse la ideosincracia actual) uno se encuentra irremediablemente con la realidad de que para hacerlo tiene que abandonar la sociedad, ya sea física o figuradamente. Demasiado rápido llegan las ideas al punto de explosión. No en vano Zarathustra se marchó a vivir a la cueva no en una, sino en dos ocasiones. La alternativa es adoptar una puesta en escena temporal, al mas puro estilo Descartes, mientras uno averigua las cosas por si mismo, pero eso nunca ocurre. El último y casi único importante campo de batalla de las ideas es su ejecución en la vida real, y no lo "justas" o "ciertas" que puedan parecer dentro de una botella sino sus consecuencias en la vida real. La ausencia de aislamiento a su vez hace imposible la especiación. Así, uno se queda a la practica a medio camino de todos los lugares. Lleva la carga del camello, destruye como el león y es vulnerable como el niño, sin tener a su vez prácticamente ninguna de sus ventajas.
Si bien entiendo la intención inicial de la alegoría y veo como esta simboliza algunas de las características que puede tener una persona en diferentes momentos de su búsqueda, esta está limitada al ser pues, exactamente lo que es, una alegoría con animales. Nada parece sugerir que haya una salida final a la sucesión de transformaciones, como mínimo no una desde la que uno pueda afirmar, sin ningún rasgo de duda, no encontrarse en lo que en poco tiempo resultará ser una etapa mas. Avanzar etapas con estoica determinación aún con esa incertidumbre, puede ser interpretado como una nueva especie de camello, aquel que lleva la propia transformación de valores en su chepa como una carga mas.
Quizás lo que estoy diciendo le viene de nuevo a todo el mundo, quizás muchas personas nunca se habían planteado dar un paso en esa dirección o quizás todo el mundo cree haber hecho uno mas que los demás. Sin duda es un camino que empecé, y que creo poder reconocer en otros por como andan (aunque no son muchos) pero quizás lo que ocurre es que ignoro caminos que no son el mio, y ahí donde creo ver las características de un caminante en realidad lo que veo es similitud, y mis ojos pasan por alto trazas de barro desconocidas.