Preludio y fuga

Donde me ves, escribiré en el estilo particular en el que suelo pensar, así que, si me conocéis en persona, quizás os resulte un poco raro. A veces publico hablando de algo muy en concreto, o me hago el gracioso como en Facebook, pero aquí intento abusar de la atención e ir un poco más allá y, tranquilos, si no entendéis nada no es porque hable de cosas raras, hablo de lo mismo que pensamos la mayoría alguna vez en la vida, aunque os resulte raro leerlo en palabras de alguien más atractivo y más todo.

Incluso es diferente el mismo árbol visto por héroes que por dioses. Todo son puntos de vista.

En 1994 nací, pero yo desperté a los once años. Desde entonces he nacido varias otras veces pero nunca como aquel súbito momento de inspiración en que pierdes todo referente y te encuentras solo en la gran ciudad.

Gastas diferentes fases, seguro que las habéis leído en algún artículo de psicología, lo típico del comportamiento adolescente que queda muy bien para leerlo cuando tienes 30 años y nada recuerdas realmente de cómo te sentías realmente de joven. Poco o nada que ver.

Otra explicación: en realidad lo que pasa es que vas descubriendo otra vez y de verdad todo aquello que te rodea. Uno es el desgraciado que era a los catorce. Vas dando sentido a las cosas según ideas de dudosa procedencia, llegas a conclusiones que te van guiando sobre qué es lo que NO quiere ser, odias lo desconocido, te identificas como “lo que no eres”, persigues chicas, descubres nuevas y más poderosas ideas para explicar tu realidad. Pero, mágicamente, aunque cambia radicalmente tu visión del mundo, tu vida sigue exactamente igual. No hay revoluciones. No corre sangre, no te vas de casa, no te rebelas contra toda autoridad.

Otra vez te alejas de todo. Miras interacciones sociales en diferido sin darte cuenta que tu aparentas lo mismo con las tuyas. Desarrollas utopías para salvar al mundo de tanta falsedad, montas imperios del bien y del mal. Todo el mundo está obsesionado consigo mismo. Y aun así, eres incapaz de definirte a ti mismo, hacerlo destruiría tu bonita concepción de ti mismo y bajaría tu gran polla ego de machote. Y así hasta que tengas hijos y les pases tu frustración a ellos o te mueras o yo que se.

O si algún día tienes suerte, vas a tener algún momento de súbita inspiración y vas a llegar a la conclusión que nadie conoce las instrucciones de este juego macabro, y que si realmente aun no te has rendido en tu utópica lucha contra el mundo, has de empezar a moverte. Y hazlo rápido, y hazlo fuerte, y pierde mucho o todo por el camino, expone mucho, vuelve a vivir como un crío y fracasa una de mil intentos. Porque descubrirás que vienes con nada y te vas con nada.

Ostras en vinagreta, es tan simple que asusta, vamos a coger y a escribir sobre aquello que nos rodea. Es fácil ver como otra gente muy lejos lo hace, es fácil hablar de cosas que no influyan directamente a la gente a la que hablas y muy lejos hacerlo en tu círculo social de cómoda aceptación. Pero aquí vamos a tratar temas muy directamente, y puede que choquen a la gente que creía conocernos, o habernos enmarcado dentro de su imaginación. Y para eso escribimos.

O vivimos, según lo patéticamente pedante que quiera parecer en el momento. De momento escribimos.

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