Caigo en lo que me parece un profundo y largo sueño. En mi caída, en los últimos instantes de semiconsciencia, voy viendo las luces de los fluorescentes del techo apagarse totalmente. Después de reventar con un cuchillo la garganta de un señor en el pasillo de un supermercado, voy viendo las luces intermitentes de los fluorescentes del techo apagarse totalmente. Hace solo un momento crepitaban con ese sonido y ritmo de fluorescente característico de las películas de miedo cuando va a pasar algo malo. Al mismo ritmo mi mente iba de la tensión del ataque a una profunda calma.
Sueño con nubes y cosas blandas sin manchas de sangre. Camas inmensas y blancas sabanas de seda, en un reposo más que merecido. Pues no en vano llevaba más de 48 horas despierto, con el estómago vacío y ese nudo en la parte superior del estómago. Algo malo había pasado finalmente y ahora ya no tenia de que preocuparme hasta que me despertara; cosa que ocurrió muchas horas después pero aún mucho antes de lo que me hubiese gustado. El nudo había desaparecido, me sentía fuerte, en mi sueño era muy fuerte, solo estaba un poco aturdido.
- ¡Eh! Eh! ¡Despierta! ¿Estás con nosotros? – dijo una voz.
- ¿Aún respira? – dijo una voz más suave.
- Si, si, respira. – dijo la primera voz - Parece que mueve los ojos.
- ¿Estás aquí? ¿Estás con nosotros? ¿Recuerdas algo? – dijo la voz otra vez, que reconocí como Kill.
- Fluorescentes, sombras entre las estanterías, sangre y luego calma y nubes blancas. – dije con media sonrisa y la mente clara.
- ¿Qué coño estas diciendo? – dijo Kill, reconociendo mi sonrisa y sonriendo algo nerviosamente.
- ¿Cuánto hace que estoy durmiendo? – incorporándome, frotándome los ojos derrochando naturalidad.
- ¿Durmiendo? ¿No recuerdas que has degollado este imbécil, te has desmayado y caído al suelo?
- Algo he oído. – otra vez la media sonrisa, correspondida por Joker de fondo - Vamos a ver que hacen los otros.
- ¿Espera, como sabias que…? - empezó a preguntar Kill.
- Vámonos. – ya de pie, con la voz firme y mucha seguridad.
Empecé a andar rápido, y luego a correr, sin mirar atrás. Confundidos, empezaron a seguirme inmediatamente. Todo había pasado demasiado rápido y aun no habían empezado a reaccionar que yo ya me había desmayado, levantado y empezado a correr. Volvimos corriendo el camino que habíamos hecho antes guiados por el señor que yacía desangrándose a mi lado. Corrimos entre las pilas de estanterías del supermercado para volver donde habíamos dejado a Mom y Code con las chicas compañeras de ese desgraciado. Está claro que habrán oído los gritos y golpes de cuando el señor me ha intentado estrangular sin razón aparente, con las manos desnudas y siendo nosotros 10 y él 1. Espero que las chicas no estén tan mal de la cabeza como él.
Llegamos casi ya sin aire donde las habíamos dejado y están todos tremendamente asustados, de pie, y las chicas dejan ir un pequeño grito cuando me ven cubierto de la sangre de su compañero. Claramente las chicas no están acostumbradas a tanta violencia, se quedan petrificadas, sin hacer ningún amago por escapar y sin coger nada por defenderse. Siguen pareciendo… inofensivas.
- Sois de la revolución… - dice una de ellas.
- Truth, Drive, atadlas. Su compañero me ha intentado estrangular. – ordeno.
-¿Qué? ¿Qué dices? ¡Eso es imposible! ¿Dónde está Strangler? ¿Qué le habéis hecho? – dice la chica más joven.
-Muerto. – dice Kill, mirando a Code y Mom.
-¡No! – Grita la chica joven.
-¿Quién sois, que hacéis aquí, donde nos llevabais? – les intenta interrogar Kill, sin mucho éxito.
-¡Hijos de puta! ¡Asesinos! – grita la chica joven, con la cara torcida de rabia.
-Tenemos que hablar con vosotras. – intenta dialogar Kill; hablar nunca ha sido su fuerte.
Corto a Kill, para que no diga nada mas, me mira y con un gesto le digo que se retire, pero es demasiado tarde; las chicas, completamente aterrorizadas, pero aún sin hacer ningún amago de escapar ni de atacarnos empiezan a gritar incontrolablemente, llamándonos asesinos, revolucionarios, monstruos y todo lo que se les ocurre. Yo estoy completamente calmado. Controlo completamente la situación y estoy un paso por delante de mis hermanos. Frío y afilado como el cuchillo que sujeto ahora con la mano firme apuntándolas.
-Atadlas. – ordenó con un gesto a Truth y a Drive.
Se me quedan mirando con una expresión de asombro, pues no es muy normal que dé ordenes, pero obedecen inmediatamente, contentos de saber qué tienen que hacer.
Nos quedamos hablando entre nosotros mientras atan a las chicas, analizando la situación y decidiendo que hacer. Hablar por hablar. Hay que tomar decisiones, así que yo, completamente ajeno a la conversación, aún con la manta muy manchada de sangre contrastando con el blanco de mi cara acabada de desmayar, me aparto brevemente a limpiar mi cuchillo con unos trapos sobre lo que antes debían ser las cajas registradoras.
Tengo cara de mareado, pero la verdad es que me siento realmente bien, contento de poderme apartar un instante de la gente y analizar la situación con tranquilidad. Limpio con cuidado la superficie de mi cuchillo para no desafilarlo. Es un cuchillo magnifico, hasta puedo ver mi reflejo en él una vez limpio; la cara aun blanca, los ojos casi azules, reflejando serenidad y confianza. Lo enfundo, me quito la manta manchada de encima y rebusco entre los bolsillos mi moneda de pensar.
Las chicas sollozan enmudecidas por cinta americana en la distancia y los chicos han dejado de hablar y se ocupan de sus pensamientos. Guardamos el mismo silencio de cuando perdemos a alguien a modo de respeto a la vida que me acabo de llevar. No lo hacemos a menudo. Necesitamos un minuto de reflexión. Solo se oye el golpecito que le doy a la moneda cada 20 segundos para alzarla milimétricamente al aire y volverla a coger. Yo estoy sentado contra una de las paredes de la entrada, uno a uno, dejan sus propios pensamientos, van siguiendo el ruido de la moneda y acaban por mirarme a mi. ¿Estarán esperando a que tome yo una decisión? Tengo una pinta realmente interesante en este momento. Tiro la moneda una última vez para estar seguro de mi decisión, la atrapo al vuelo y no miro el resultado.
- Quitad la cinta americana a las chicas, quiero hablar con ellas. A solas. - digo, sin levantarme, consciente que todo el mundo esta pendiente de mi.
- Pero… - empieza a protestar Kill.
- A solas, volved al autobús. No tenemos mucho tiempo. - sin mirarlos.
La conversación no fue importante. No quiero explicar lo que ocurrió, solo necesitáis saber que yo obtuve todo lo que quería de ellas y que a partir de ese día mis hermanos me tuvieron un miedo secreto más que justificado. Les hice un gesto para que volvieran al supermercado.
- Seguidme. – les dije, una vez dentro, sin dar más explicaciones.
Fuimos hasta el final de esa maraña de estantes para ir a parar a otra sala más pequeña donde había diferentes pilas de cajas numeradas. Era donde nos estaba llevando el señor del supermercado llamado Strangler.
- La pila número 18 es para nosotros. – dije señalando una montaña de cajas. Una para cada uno. Trece.
- ¿Porque te atacó? – dijo Truth, sin miramientos.
- No lo sé. – dije, sin dejar de señalas las cajas.
- ¿Pero qué vamos a hacer? Se van a enterar tarde o temprano. – dijo Mom, preocupada.
- No van a creer que nos atacaron. – dijo Truth, muy acertadamente.
- Vamos a tomar solo nuestras cajas e irnos. Nadie sabrá que hemos sido los últimos que hemos estado aquí ni nos podrán acusar de nada. Solo sabrán quien ha venido y quien no, como nadie habrá robado nada creerán que han sido los de la Revolución. - ese era mi plan.
- ¿Pero y las chicas? Saben que hemos sido nosotros. – preguntó Mom.
- ¿Que chicas?
Es el precio de la supervivencia. Quizás te repugne ahora mismo, pero he hecho lo necesario para protegerme a mí y a mis hermanos. Este es nuestro mundo. Toma decisiones o muere.
Cargamos las cajas de nuestra pila al autobús; están repletas de comida, ropa y cosas básicas de supervivencia. Realmente era una muy buena bienvenida. Una caja por persona. ¿Cómo sabrían cuántos éramos? ¿Por qué diablos siempre hay algo raro o se tuerce todo en algún momento?
- ¿Cómo sabias que te iba a atacar? – me pregunta Kill en privado, mientras estamos cargando las cajas en el autobús.
- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? – dije cambiando de tema.
- No cambies de tema. ¿Qué has hecho con las chicas? - insistiendo.
- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? – ahora con los ojos abiertos, mirando a los suyos.
- Las has matado. No te entiendo, es un comportamiento mucho más propio de mí, no eres así normalmente. - devolviendome la mirada.
- Kill, ¿cuánto tiempo he estado inconsciente? – digo mucho más alto que antes y todos paran de trabajar para escucharnos
- ¿Que te ocurre? Pues nada, unos segundos, cinco o diez como mucho. – dejando la caja que sujetábamos en el suelo.
- No puede ser. En mi cabeza ha pasado mucho más tiempo. – hago que no con la cabeza, sin dejar de mirar a Kill a los ojos.
- Eso es normal, tu mente te juega malas pasadas. – dice Kill, sacando hierro al asunto.
- No es eso. Esta atardeciendo. – sin dejar de mirarle a los ojos.
- No digas tonterías, hemos entrado al amanecer y hace como mucho hora y media de eso.
- Chicos… está atardeciendo. - empieza a decir Truth, señalando el Sol, escondiéndose lentamente tras las montañas.
- Vámonos de aquí, todos dentro de catorce y vámonos de aquí, pasaremos la noche en las afueras. – dije, cargando aprisa las últimas cajas, sacando a todos de su expresión de "que coño esta pasando aquí".
Subimos todos al autobús, Drive arranca en dirección contraria de dónde veníamos por la mañana y me parece ver gente en la distancia ir dirección al supermercado. Para evitarlos le digo que coja un camino que nos lleva a una pequeña playa de arena, rodeada de árboles, una casa abandonada y rocas.
Estamos extrañamente cansados, pero aquí nos sentimos protegidos, necesitamos descanso psicológico. No se ven luces en el mar. No se ven luces en el horizonte. Aquí sacamos comida. por fin comemos tranquilamente, no muy contentos pero tampoco muy preocupados; teniendo en cuenta lo que ha pasado hoy, se respira una tranquila paz.
No hay canciones, no hablamos mucho, nos reconfortamos mutuamente con nuestra presencia. Hasta nos atrevemos a hacer una pequeña hoguera para cocinar y apagar el autobús. No se oye ningún ruido excepto el crepitar del fuego improvisado. No hay luces en la otra orilla, no hay luces en el horizonte, se apaga lentamente el fuego sin que a nadie parezca importarle. En otro tiempo nos hubiese preocupado mucho dormir en la oscuridad; pues por la noche, indefensos, no somos más que los niños desamparados que éramos al inicio del viaje. Poco a poco, hemos ido venciendo esa oscuridad, no dejándola de temer, sino abrigándonos en ella. Ahora tememos al ruido y al fuego, ahora tememos a las luces que se abren de golpe y a las que se ven a la distancia de noche. Pero hoy nos sentimos como si ninguna luz se atreviera a entrar en nuestro nido. Normalmente somos nosotros los que debemos gritar, huir y sangrar. Hoy decidimos que luz queremos y que luz no. Hoy yo he tenido la antorcha y soy yo el que vigila la noche mientras los demás duermen tranquilos en mis brazos. Hoy, por un día, aunque para mal, nosotros hemos sido a quien temer. Hoy solo queremos que las luces del cielo nos guarden la noche hasta mañana.
Continuará.
Continuará.
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