[La deseducación] Independent Thought Alarm



La (des)educación

Reedición



¿Si me llega a interesar algo, tú crees que me voy a esperar a que lo hagamos en clase, o preguntar a un profesor que lleva claramente veinte años sin salir de su silla? ¿Si lo hiciese realmente por interés, me contentaría con esa respuesta? ¿Si fuese así, lo habría hecho en realidad solo para buscar su aprobación? 

Propongo otro método, deja florecer tu curiosidad innata. Si tienes que perder una tarde de trabajo siguiendo enlaces en wikipedia, hazlo. Si algo te interesa, por estúpido o con pocas salidas profesionales que te parezca, búscalo en google. Sin más. No esperes mejores ocasiones o métodos más refinados, cierra la pestaña y teclea ahora mismo: how to learn lo que sea que quieras aprender. 

Mira videos de gente que sabe más que tú y combínalo con la práctica. Es importante que te encuentres tú mismo los obstáculos que requieren la solución del conocimiento pero no te obsesiones ni desmoralices con ellos. Aprende y experimenta con lo que has aprendido, ve un paso más allá de lo razonable hasta que hables de ello con entusiasmo a tus amigos y conviertas tu obsesión en algo constructivo. Si te interesa la biología, perfecto, coges el libro de biología y te lo lees durante las clases en lo que ellos tardan en hacer medio tema, porque el material didáctico resulta ser útil después de todo. En tercero me leí todos los libros de texto en un par de semanas. Todos ellos. No cambies de asignatura porque ha sonado un timbre o las trompetas del día del juicio final ni tampoco te estés de cambiar de materia cuando has terminado aunque ellos no lo han hecho aún. Descansa cuando sientas que tu atención se diluye, divide el trabajo en partes más pequeñas, piensa sin distracciones, anda si llevas mucho tiempo sentado, ten siempre una botella de agua encima de la mesa para mantenerte hidratado y desayuna fuerte por la mañana.

Exactamente todo lo que no te dejan hacer.

Esos días de curiosidad me ahorraron semanas de estudio a lo largo de todo el curso y me proporcionaron un montón de horas libres en las que ellos hacían cosas que escuchaba solo de fondo porque aún me acordaba de ellas. Te lo recomiendo, el único inconveniente es que te coserán a negativos por estar haciendo sudokus, leyendo el señor de los anillos o un libro de historia en vez de estar siguiendo la clase, de historia.


- Me da igual lo que leas, lo que tienes que hacer es escucharme, abrir el libro de texto y poner la página que toca hoy.


Transforma nuestra curiosidad en algo aburrido, prohibido o esclavo de su necesidad curricular.

Estaba harto.







Parte IV

Independent Thought Alarm



Durante los años que siguieron desde segundo de eso a primero de bachillerato, pasé de sospechar que había otra forma de hacer las cosas que la que nos habían dicho, a odiar profundamente a cualquier persona que osase decir que era profesor.

He hablado mucho ya, de generalidades, de deberes, de cómo influyen las formas, la estructura, en la vida educativa, pero apenas he mencionado un par de profesores en concreto. Tiene un cierto sentido que lo haya hecho así hasta el momento, pero son realmente ellos quienes canalizan toda la situación, ellos son los que están ahí y simbolizan el establishment vengan las normas de donde vengan. No quiero convertir esto en un juego de acusaciones ni de ataques personales, pero hay personas realmente detrás de todas esas ideas que, aunque sea de forma pasiva formando parte de un sistema cuyos objetivos no comparten, sí que tienen parte de culpa de la situación, y desde luego gran parte de la responsabilidad.

Uno diría que hay profesores buenos y malos; algunos que valen la pena, algunos atados de pies y manos, algunos que te suspenden porque te tienen manía, algunos que entienden mínimamente lo que ocurre con el sistema y algunos que no lo quieren entender. Luego hay personas que simplemente su mente no da para comprender su vida, ni su entorno, ni su nada. Todos y cada uno de ellos tienen a su disposición centenares de horas para hablar con la obligación de ser escuchados, y lo relevante no es que algunos consigan dejar en nosotros una imprenta, sino que decenas de ellas logren pasar anónimos y desapercibidos después de horas hablando sin que nada relevante se quede en tu memoria. He visto conferencias de diez minutos que me han cambiado la vida, pero tú solo has conseguido aplastar mi cerebro y dejarlo en un estado inservible en el que imprimir sobre la vida únicamente tu propio fracaso y pesadez.

Esto no es un juego de buenas o malas intenciones, no importa las veces que hayas visto el club de los poemas muertos, eres una parte del sistema más y eso es lo que representas.

Quima Pastor era una profesora de historia con un título de geografía, así que no entiendo qué coño hacia dando clases historia alguien que no ha estudiado para dar clases ni tampoco sabe nada de historia. Dejemos ese detalle como un ejemplo más de lo ridículo de la separación conceptual del conocimiento del que hablaremos más adelante. Lo mismo podría poner a mis primos italianos a dar clase de francés, aunque dado el nivel de las clases, hasta podía funcionar. Como cuando enseñas piano, solo tienes que ir una clase por delante del alumno.

Su envidiable metodología se basaba en hacer leer por turnos trozos del libro de texto a alumnos, luego volver a leerlo ella misma teatralmente haciendo gestos con las manos como si añadiese algo a la explicación; mandarnos a hacer ejercicios, cuya respuesta se encontraba siempre en la parte explícitamente leída, haciendo callar cualquier atisbo de conversación o dialogo con el sonido una regla de metal golpeando la mesa. Eso hacía que de puro aburrimiento ni siquiera quisieses acabar los ejercicios, pues largos minutos de contemplar silenciosamente la pared te esperaban después. Luego, el día siguiente, corregíamos lo hecho el día anterior, donde unos mismos alumnos modelo decían lo que habían puesto, y, independientemente de la respuesta ella decía que sí, que estaba bien pero que mejor borrasen y copiasen la suya, literal del libro de respuestas para profesores, que estaba mejor y nos iba a servir para estudiar. Pasaba dando una ronda estilo de chequeo de las nueve por las celdas de prisión, nadie la tomaba en serio, miraba durante diez minutos quien había hecho los ejercicios y quien no apuntando caras sonrientes y caras tristes en una libreta, y vuelta a empezar. 

Cuando le daba por innovar, mandaba hacer trabajos que eran básicamente del mismo estilo que los deberes y no requerían más investigación que una rápida visita a la wikipedia ni análisis ni opinión. Uno puede aprobar toda la eso sin pensar una sola vez solo sabiendo los lugares ideales que copiar, en la misma página que la pregunta o la anterior, donde se introduce el concepto mencionado en el planteamiento del ejercicio, segundo párrafo saltando la tercera o cuarta línea. Como más te alejes de la literalidad de la respuesta esperada, peor nota. Aunque en realidad, las notas de los trabajos eran de pura casualidad siempre las mismas independientemente de la calidad propia del trabajo solo ligeramente desviadas por su presentación, como si cada alumno ya tuviese un rango de notas escrito en su frente antes de empezar y tu objetivo sea moverte entre ese paréntesis. 

En aquella asignatura y en cualquier otra, sería fácil pedir los trabajos en ordenador, poner un código y corregirlos sin saber de quién es. Pero no lo hacen. Él porque es obvio, tiene miedo de equivocarse y suspender a quien no deben. Una vez cometieron ese error y casi gano un concurso de literatura si no hubiese sido porque al final tras ser nominado no me presenté.

Exámenes en puramente memorísticos, de esos de recordar fechas, siglas de sindicatos y nombres de reyes. Nuevamente nada a la inventiva si puede ser: ejercicios ya hechos en clase, que muchas veces ya habían sido anunciados como tal en voz baja o entre bastidores. Obviamente la gente que escuchaba toda la mierda que decía en clase pues era capaz de pescar entre la morralla esa información clave y apuntarla sigilosamente en la libreta, mientras que los demás no. No era cuestión de saber más o saber menos, era cuestión de si uno había estado atento a lo que salía y a lo que no. Por eso sacaban buenas notas en historia gente que luego llegaba a bachillerato y no sabía quién era Hitler, y he visto muchos amigos suspendidos que podrían dar ellos la clase. Las notas creaban la ilusión de una correlación entre hacer caso y aprender, cuando en realidad era entre aparentar ser buen alumno y conseguir que te aprueben trabajos y exámenes. No es un caso aislado ni una profesora especialmente mala, simplemente era tonta y se le notaban todas estas cosas más que a los demás.

Pasaba de todo, ya no seguía la clase, no estudiaba, no hacia los deberes y llegados a ese punto disfrutaba cada punto negativo que se apuntaban en la libreta como una brisa de viento fresco, a la que respondía con risas y sarcasmo junto a mis compañeros. Porque llegaba el examen y después de reclamar puntos que casualmente siempre se le olvidaba contarme, o ejercicios que no había visto, o explicaciones de una página que no se había leído, sacaba ochos, sietes y nueves. Porque el refuerzo negativo tiene sus límites, y el intento tardío y demasiado obvio de aplicarlo y escribir caras tristes en una libreta era una confirmación de que no iba por mal camino.

Éramos crecientemente insoportables a los profesores y alumnos pero intentábamos contribuir a nuestra manera a la comunidad. Un amigo suspendió un examen importante para el que le ayude a estudiar mucho más de lo que yo había estudiado para mí mismo en todo un año y todo el mundo daba por sentado que suspendería. Cuando vi su examen con un número tres escrito encima, él se puso triste y aceptó resignado, pero yo me levanté, dejando mi examen ignorado sobre la mesa e hice algo que esa comunidad de gente que se lleva tan bien pero disfruta del fracaso ajeno porque justifica el suyo propio nunca había visto: reclamé fallos al corregir y respuestas correctas de un examen que no era el mío. Lo mejor no es que tuviese razón, es que nadie se hubiese percatado de la diferencia porque ese tres era una nota previsible para todos menos para mí, que sabía que esta vez mi amigo estaba preparado para el examen de verdad independientemente de sus notas anteriores y de no haber memorizado un estúpido libro de texto.

Salió de la clase con un siete entre los brazos. 

Era solo un examen más, pero para muchos hay una línea de no retorno, un momento en el que tu esfuerzo ha dado fruto después de tanto tiempo pero no ha sido reconocido, un momento en que necesitas una confirmación de que aún eres capaz y te vas para siempre si no la recibes. No si te esfuerzas y convences a otros de que lo haces no pasa nada todo irá bien, no es lo mismo. La cultura del esfuerzo que pretendían defender no es solo valorar el trabajar, sino que este debe dar valor a tu trabajo. Perder un año de tu vida suspendiendo cuando no lo mereces porque todo el mundo está acostumbrado a ello te aparta del sistema para siempre, te llevas a cuestas la relación entre buenas notas e inteligencia para siempre y pasarás la vida creyendo que eres estúpido porque toda relación con el mundo intelectual te recordará únicamente al instituto sitio al que no perteneces. 

Éramos unos cuantos los que hacíamos a nuestra manera. Una curiosa mezcla de gente que aprobaba sin hacer nada, repetidores esperando tener la edad para ir a trabajar, gente que apenas sacaba suficientes pero era capaz de ver el sinsentido y gente con sinceramente mejores cosas que hacer con su tiempo. Algunos se quedaron en esa actitud durante años, haciendo sonar música en móviles escondidos o haciendo pequeñas trastadas. Yo me encontraba habitualmente hablando con Eric López, sentado a mis espaldas, durante un montón de horas al día con la silla de lado, sobre el pro evolution, la vida, y una chica de fuera del instituto a la que llamábamos diecisiete.

Los días transcurrían con normalidad con alguna charla de cuando en cuando con los profesores sobre mi creciente indiferencia. Mi actitud de mínimo esfuerzo era entonces bastante cómoda y no tenía más planes con ella. De cuando en cuando me planteaba que quizás la situación no fuese tan terrible ni la adulteración tan literal, y casi me convencieron de que lo que estaba haciendo era alguna especie de travesura y que pronto, cuando me viese apretado por la siguiente subida de nivel, volvería a mi cauce habitual. Hasta que un día quería preguntar algo sobre váyase usted a saber qué a una profesora, y como había salido un momento de clase la esperé al lado de la puerta y escuché alguien al otro lado comentar en voz no lo suficientemente baja alguna cosa parecida a:


Es que estos que no estudian y luego me aprueban todos los exámenes parece que se quieran reír de nosotros, yo hago todo lo posible para que suspendan por ejemplo cuando pongo los exámenes intento que sean más… ya sabes.

Sobre la Filosofía - Quima Pastor, tutora de segundo



No llegué a escuchar nada más.






Era exactamente lo que pensaba que ocurría, pero cuando lo escuché aquel día de forma literal no me lo podía creer, y no dije nada porque sabía precisamente que nadie me creería.

Quizás era que nuestra forma de actuar se estaba volviendo popular, supongo que eso y no la rebeldía lo que disparó realmente esas alarmas metafóricas no tan metafóricas por primera vez. De vez en cuando, en alguna asignatura del montón, digamos por ejemplo inglés, preguntaban quien había hecho los deberes y alarmados por la tímida respuesta de unos pocos preguntaban quien no los había hecho. Un ejército de brazos, que se habían ido cambiando de sitio a lo largo del curso, se alzaba en más de la mitad de la clase alrededor de un grupo concreto o hardcore. Un par de reprimendas y discursos institucionales sobre el futuro después, la multitud se disipaba durante los días posteriores, pero nunca desaparecía del todo, porque sencillamente no hacer nada en clase funcionaba, y fuera había cosas mejores que hacer.

Tenía mi vida social en otro lugar. También tenía aquí, no era ni mucho menos ningún marginado, me llevaba más o menos bien con todo el mundo, teníamos un grupito para salir al patio, para hablar entre clases y a veces quedábamos algún fin de semana. Pero por una cosa u otra no la consideraba mi gente, lo que quizás hizo más fácil mi distanciamiento con los valores de ese mundo en su totalidad.

Quedaba con mis amigos en un lugar llamado Montclar. Pertenecientes a recortes de anteriores grupos del colegio, participantes a campeonatos de ping pong y genios en general, nos reuníamos ocasionalmente para jugar a magic y terminamos siendo una familia. Teníamos más o menos la misma edad pero nunca habíamos coincidido en una clase, así que no sabíamos cómo era cada uno dentro de su mundo. Allí, éramos prácticamente otra persona. Hacíamos todo tipo de locuras, salíamos de fiesta mucho antes de siquiera estar cerca de tener para ello edad legal, robábamos en los supermercados, secuestramos unos conejos, cavamos una piscina en el jardín. Una vez jugamos a futbol con una pelota encendida en queroseno. Baloncesto, vóley, Mario Kart, SSBM, ir a skull, Guitar Hero, quedar con grupos de chicas, Warhammer Fantasy; sabíamos lo que nos gustaba, sabíamos quién queríamos ser y descubrimos que éramos buenos en ello. Competíamos entre nosotros en cuanto caía en nuestras manos, y nos proporcionaba aquello que el colegio había fallado durante años en proporcionar, un reto emocionante. Nos mantuvimos activos, mentalmente preparados, y raramente alguna de las formas en que conseguíamos lo que queríamos tenía nada que ver con los viejos patrones aprendidos en las clases.

Durante un tiempo e inevitablemente, uno de nuestros pasatiempos favoritos fue contar trastadas y actos de micro rebeldía que cometíamos de cuando en cuando en clase. Con roger y muñoz en la vanguardia, al principio era para contar alguna buena historia, pero no estas no tardaron en terminarse y se convirtió en un motivo más para hacer de nuevas. No grandes cosas, no prender fuego a la entrada con gasolina como se cuenta la leyenda ocurrió un año antes de que yo entrase en tal instituto, ni cerrar todas las puertas del edificio con silicona porque alguien tenía ganas de no ir a clase ese día. Las nuestras eran tonterías menores, actos que dejaban antever de alguna forma la poca importancia que dábamos a las clases, lo sobrados que íbamos sin los consejos de ningún profesor, sin ofrecer a la postura oficial una oposición directa.

Pero no se quedó en eso.

Cada semana tenía que ir un poco más allá, tenía que haber algo que contar. De cuando en cuando otra gente se nos unía durante estas conversaciones y se reía, o entraba por un tiempo en nuestro juego, nos miraba desde la distancia sin estar muy seguro o simplemente resoplaba con cansancio o superioridad. Éramos bastante pesados. Pero no iba con ellos, tampoco era el objetivo llamar la atención, era una competición con uno mismo con sus propias normas no escritas, ver hasta donde podías llegar sin romperlas, no un intento de ser mejor que otros; una catarsis de algo mayor, una desintoxicación. De alguna forma al principio no era vandalismo en sí, eran acciones que dejaban de alguna forma al descubierto aquello que era ridículo, con lo que no estábamos de acuerdo, o nuestro creciente desapego; todo antes de adoptar nuestra rabia en el caso particular de roger, una forma más puramente destructiva. Andando sobre la línea de lo legal, mas por andar sobre alguna cosa que por interés en el otro lado, de alguna forma buscábamos un conflicto, un castigo fuera de lugar, una exposición del sistema como tal que nos diese la seguridad de tener la razón. Y lo encontrábamos. No éramos niños racionalizando nuestros límites, buscando excusas o manías de profesores o decir tras suspender para sentirte mejor que en realidad no había estudiado. Todos sacábamos buenas notas si así lo queríamos, de hecho era precisamente a lo que nos habíamos dedicado nuestras vidas antes de juntarnos. Había allí algo más que una simple expresión de rebeldía adolescente contra lo establecido. No siempre, pero a veces nos quedábamos hablando de ello más tiempo de lo normal, sin ya velocidad en la voz, en su lugar una profunda indignación. Delante de nuestras casas hasta muy entrada la noche, era porque había algo muy de fondo; aunque no pudiésemos o quisiésemos expresarlo directamente más que con esos pequeños actos. Quizás detrás había la inmensa tarea que intuíamos, que si realmente teníamos razón, íbamos a tener que aprender por nosotros mismos.

Nuestro paso por los centros educativos, conflictivo o no, exponiendo los fallos del sistema o no, terminaría; y sería olvidado tarde o temprano ante la siguiente e imparable avalancha de nuevos jóvenes. Pero para nosotros, una vez conscientes del problema, ya no había marcha atrás ni una segunda oportunidad. No puedes volver sin más a una vida que sabes ya no tiene sentido. Nos quedaba la inmensa tarea de encontrar que hacer realmente con nuestro futuro, delante de lo que deberían ser nuestros referentes, caídos. Convertirlo en una broma fácil y pavoneo era la mejor forma que teníamos de reaccionar ante la situación, quizás la única.

Años más tarde recuperamos el tema, pero la desconexión que habíamos realizado cada uno por nuestra cuenta era ya total, y estábamos orgullosos de nuestra radiante identidad de rebeldes y saboteadores. Sobre la irracionalidad de la rebeldía, no tenía ningún valor por sí misma, no conseguía nada ni su objetivo era cambiar el sistema porque la rebeldía no es una decisión racional de ventajas e inconvenientes; pero teníamos el control. 


The first and only evidence that is supplied me, within the terms of the absurdist experience, is rebellion … Rebellion is born of the spectacle of irrationality, confronted with an unjust and incomprehensible condition.

 The Rebel - Albert Camus



Muñoz, repitiendo curso, me contaba cómo se llevaba los jóvenes estudiantes a tomar cerveza en horas de clase y, antes de ir a baloncesto, quemábamos en el patio del montclar (donde por ese entonces teníamos terminantemente prohibida la entrada) todos los miércoles las hojas de los trabajos, ejercicios, libros enteros que nos mandaban para hacer, y que perfectamente podríamos haber tirado a la papelera pero nos gustaba conservar para nuestro pequeño y pagano ritual.

Cuando volvías al instituto después, ya no del verano, sino de un simple fin de semana en el montclar, aparecías en un mundo en el que ya no formas parte. Eras un fantasma. De repente te ves a ti mismo haciendo las mismas cosas que hacían quienes tomabas por idiotas años atrás y lo peor es que te importa una mierda. Los cantos de sirena anunciando que tercero y cuarto eran muy diferentes a primero y segundo resultaron ser obviamente una farsa más. Los profesores, quienes no se podían estar de expresar su desaprobación, me castigaban o expulsaban de cuando en cuando y yo pasaba el día en una posición que inventé reclinado con la silla al fondo de la clase con dos o tres genios del mundo del espectáculo más. Cada día veía más y más incoherencias, dobles morales y comportamientos sospechosos. El velo había desaparecido y no había dejado una vista muy agradable detrás.

Recuerdo una vez que saqué una media de nueve y pico en tecnología y al entregarme las notas finales comprobé con sorpresa que había suspendido el último trimestre. Me pareció curioso, pero realmente me daba igual, solo quería que me dejasen en paz. Aparentemente, como no entregué la libreta para que le diesen el visto bueno, eso significaba no poder pasar la asignatura y el mismo diálogo de besugos se repitió con diferentes profesores que interrumpieron sus agendas para intentar negociar el rescate de tan enigmática libreta.



- ¿Pero porque no la entregas? 

- No es que no quiera, es que no hay libreta, no existe. 

- Venga va, no te cuesta nada, entrégale lo que sea. 

- Para que se supone que sirve una libreta de la asignatura. 

- Para hacer los ejercicios y con ella poder estudiar para el examen. 

- Pues ya está, tengo un diez en el último examen, qué más da como haya estudiado. 

- Podrías haber copiado. 

- Podría haber copiado con libreta también, y tampoco es que tenga que demostrar que no lo haya hecho, se llama presunción de inocencia. 

- No me líes. Si no entregas la libreta te tiene que suspender, está en los criterios de avaluación. 

- Entonces suspenderé, iré a recuperación, sacaré otro diez y me quedará un cinco de la asignatura, como si alguien le importase en el futuro que nota de tecnología te queda en tercero de eso. 

- Pero venga, ¿qué te cuesta entregar la libreta?



Así durante horas y horas, muchas menos de las que me hubiese llevado crear una desde cero.
















La verdad es que yo no tenía libreta que pudiese llamarse de tecnología. Le pedí dinero a mi madre para material escolar, compré una y me gasté lo demás en algún que otro Ángel de Serra. Usaba esa libreta para todas las asignaturas, con información aleatoria, dibujos, historietas y demás, que era más para adornar que otra cosa. Por aquel entonces, los profesores, y diferentes alumnos también, estaban convencidos de que yo aparentaba no hacer nada para hacerme el rebelde o hacerme notar, ignorando todo el proceso de desencanto que llevaba años gestándose a la vista de todos. También creían en libretas secretas con los ejercicios hechos y demás seres mitológicos, y por supuesto, que yo estudiaba cuando nadie podía verme.

Entonces empezaron a jugar una carta que si bien les sirvió y emplearon en muchas otras ocasiones, les marcó definitivamente como mi enemigo, por muy de buenas que me saludasen por la calle después.

Llamaron a mis padres.

Porque cuando una figura de autoridad no es suficiente para convencer a un alumno de algo, lo mejor es conseguir más. Al final, cedí, arranqué todas las páginas escritas de una libreta antigua y copié de una compañera la resolución de un par de ejercicios de cada tema; la entregué y nunca más nadie la volvió a mencionar.

Nos bajaban deliberadamente las notas, una sustituta que no había visto en mi vida y llevaba una semana intentó que me suspendieran todo un curso el último día de clase, una tarde de verano ya tras los exámenes, por mal comportamiento. Pero tampoco éramos inocentes, a veces hacíamos ruido, nos reíamos de la clase, ese tipo de cosas. Una vez me hice expulsar de educación física porque consideré que habían expulsado injustamente a un compañero y monté una escena al respecto. Me separaron, a la fuerza y a petición popular, de Alex mí entonces compañero de mesa, a quien yo era una muy mala influencia, y pusieron en su lugar a una chica a quien yo le gustaba porque a la tutora la pareció una bonita historia de amor. No la era. El instituto no daba buenas ocasiones para hacer campanas, así que las pocas veces que optábamos por algo así la actividad se limitaba a jugar a las cartas en los lavabos o tomar el sol en los patios interiores infestados de gatos y de ventanas cerradas. Pronto nos dimos cuenta de que era más cómodo hacer esas cosas en clase directamente si podías evitar que te confiscasen la baraja, excepto en las clases de matemáticas, donde prefería apalizar a quien se ofreciese a jugar conmigo al ajedrez.

Recuerdo en especial una de esas ocasiones. Normalmente esperábamos un tiempo prudencial antes de empezar a jugar, pero ese día estaríamos más emocionados y el profesor, uno de los únicos por los que tengo algún tipo de aprecio y respeto real aun a día de hoy, decidió que habíamos cruzado una línea invisible con ello y nos expulsó. Eso nos condujo a una epopeya digna de leyenda alrededor de todo el instituto, porque nos echaron otros expulsados de los superpoblados lavabos. Nos cruzamos con un chico algo oscuro con una sudadera de Héroes del Silencio que siempre me había parecido algo desagradable, también expulsado, que como nosotros había decidido no informar de ello a la sala de guardias y dar una vuelta; y todos juntos escapamos de las garras de la jefe de estudios asegurando a la chica profesora de cicles formatius pertenecer a una clase llamada cuarto-a, a-tron.

Tras múltiples aventuras, Gerard y yo, acorralados, volvimos a clase y nos montamos una historia en la que estábamos muy avergonzados de nuestra conducta y habíamos vuelto a pedir perdón media hora más tarde de ser expulsados. La escena era inaudita, improvisada, sin duda la reacción digna de un genio, y ante la atónita mirada del profesor de matemáticas y la clase entera entramos a salvo y de fondo los pasos de la jefa de estudios retumbando por el pasillo sin salida.


Eran otros tiempos, más sencillos. Todo, aún nuestra rebeldía sin sentido, lo tenía en un mundo tan absurdo.










Había pasado ya el momento en que esperaba algún salvador, alguien de quien aún valorase su aprobación y volver con él a los cauces de una vida a favor de la corriente. 

Alguien, algún profesor, un mecenas, quien sea, que se me apareciese del cielo reconociese mi virtud y mi justa lucha. Una ilusión infantil más para cubrir la verdad. Con algún profesor hablé cuando se puso de moda expulsarme y hablar de mi comportamiento en la sala de estudios, ya tarde pero aún temprano comparados con los demás, un hombre llamado Fede, que había sido mi tutor en primero y había visto de cerca mi evolución resultó impactado por esas noticias que no se correspondían con la imagen que tenía de mí; se podría decir que genuinamente se preocupó aunque no tuviese ninguna obligación para ello y me fue a encontrar. No fue el único, no me estoy refiriendo a ninguna conversación particular porque sinceramente ya no las recuerdo. Pero las intenciones solas no bastaban, yo no buscaba consuelo, buscaba razones y las que me daban eran tan parecidas al discurso típico de los demás y del institucional, que no tenían efecto sobre mí. La conversación era de un nivel muy bajo en parte porque no daba para más y quizás porque yo tampoco era capaz de explicar todo desde su raíz como ahora lo estoy haciendo, la desinformación y el malentendido nos gobernaban. La conclusión siempre era la misma: aunque esté todo mal, como no puedes ni yo puedo hacer nada para cambiarlo porque estamos atados de pies y manos lo mejor es tragar, como nos enseñaron en catequesis.


- no quiero 
- y que propones entonces, listo, como harías tú que funcionase todo

Fue en ese momento en el que descubrí que me correspondía a mí, en ese momento, proponer la siguiente reforma del modelo educativo. No lo hice, porque no tenía una respuesta. Aunque si desde el gobierno me hubiesen avisado con más tiempo y estuviesen dispuestos a financiar a mi equipo de investigación, no tendría ningún problema en ponerme a trabajar.

El nivel de los argumentos era increíble.


se podría hacer perfectamente una prueba de competencias básicas como ya se hacen en algunas partes del país a cierta edad, incluso seguir haciendo un examen de tienes que ser x alto como para pasar de aquí acceso a las universidades; pero no basar en ellos doce años de proceso educativo desde que entras a la escuela primaria. no como objetivo último de todo el proceso de educación. que si quieres puedes centrar alrededor de temas parecidos o incluso poner los mismos nombres a las asignaturas que los diferentes temarios que salen en susodicho examen, aunque sea un desperdicio conceptual. un examen todo en conjunto no como es ahora aunque manteniendo ciertos parecidos; presentado como un culminación de lo que debes ser capaz de aprender, y demostrar esa capacidad aprendida de gestión de recursos, tiempo y propio conocimiento dando un par de meses previos para su preparación.

pero como somos una gran nació de indefensión aprendida, nunca nos vamos a atrever a dar ese paso, ni ningún otro.


gran compendio de cosas que debí decir en su momento - yo mismo



No tenía entonces una alternativa, no tenía una solución como tampoco la tengo ahora, pero uno no tiene por qué tener una alternativa completamente desarrollada a algo para decir que lo que se está haciendo no funciona. uno no necesita tener redactado un nuevo tratado de ginebra para quejarse del hecho de que las emisiones de co va a convertir a la larga su país en un erial desértico, ni saber de derecho internacional para horrorizarse ante millones de refugiados en las fronteras cerradas de europa. Imagínese los políticos saliendo a la calle con los manifestantes y exigiéndoles conocimientos de química avanzada y macro ecologismo, es una trampa del poder pedir a los ciudadanos que sufren las consecuencias de sus políticas un mayor conocimiento en ellas que los que toman las propias decisiones para poder tener derecho a opinar, igual que lo era permitir mis quejas pero no las de mis compañeros porque para hablar primero tenían que sacar buenas notas. Pese a no tener un modelo perfecto, estoy convencido de que se podrían arreglar músicas cosas simplemente siendo consciente de los fallos estructurales del sistema, cambiando la forma en la que yo haría una clase o corrigiendo comportamientos o posturas de los profesores en particular; pero no tengo en la mano una solución magnifica estructural, una solución universal a todos los problemas, entre otras cosas porque no la hay. Porque aún que nos hayan enseñado por repetición que las respuestas siempre están ahí, en el libro del profesor, escritas con fuego en el firmamento a modo de verdad histórica, no siempre es así. Estas tratando de convencerme de que eres el mal menor, pero no creo que te interese ese planteamiento, más cuando estás hablando con alguien que no le temblaría el pulso para mañana mismo, no cerrar, sino abrir las puertas a la vida y a la sociedad de todas las escuelas e institutos del mundo y que dejasen de llamarse así.

Reconozco el campo, al contrario que los profesores, como una compleja mezcla de psicología, aprendizaje, gestión de recursos y comportamiento social que debería ser estudiada y aplicada como tal. No como parches unos encima de otros, y apaños para hacer la educación más parecida a un proceso industrial y la vida más cómoda a los profesores que son después de todo los que se levantan cada día en las trincheras entre más días de vacaciones que de faena para dar clase a esos salvajes.

Los profesores se escudan de los cambios que modifican su modelo de trabajo porque solo ellos conocen las condiciones exactas porque son ellos después de todo quien están en la clase, pero a la vez la opinión de quienes están en ella tampoco vale porque, recordamos los alumnos están, de base, equivocados. Una solución no mágica, requeriría la planificación e implicación durante años no solo de unos profesores titulados en sus respectivos campos, sino la participación de puros pedagogos, educadores sociales, familia, bibliotecarios, psicólogos infantiles, monitores, entrenadores físicos y en última instancia toda una sociedad; y seamos sinceros como sociedad no estamos dispuestos a ello porque no queremos ser responsables del resultado y porque nos convencen de que tenemos alguna otra urgente y política prioridad.

No se trata de tener una alternativa, que estoy segura gente más preparada que yo puede llegar con los años dar con una o quizás hasta buscar en google el modelo de educación nórdico. Bastaría en muchos casos ser conscientes de que un modelo de educación equivale a un modelo de sociedad y ser después sinceros con nosotros mismos. De lo que se trata, es de que nunca, ni aunque fuese falso interés, he entrado en una clase de instituto y alguien me ha preguntado qué es lo que quiero aprender. Hay un vacío cuántico entre el último momento en el que cuentas en la escuela qué quieres ser de mayor a los seis años hasta que cumples dieciocho y tienes que escoger una carrera para el resto de tu vida. 

Eso, para mí, no es el síntoma de una enfermedad que pueda definirse como el mal menor. Si todo lo que tienes que decir al respecto es que no sabes hacerlo mejor, entonces lo que tienes que hacer es hacer un paso al lado y dejar que se encarguen otros.

Entiendo el concepto de atado de pies y manos. No puedes ahora simplemente dar pequeños pasos hacia dónde quieres llegar, es el mismo motivo por el que es cuestionable andar hacia las utopías y por el que mucha gente quita el azul a la bandera por la independencia; a veces en línea recta el norte te aleja de él, porque el mundo es más complejo de lo que parece, y sino que le pregunten a los esquimales y sus estúpidas veinte palabras para definir el color blanco. Un pacífico cambio de modelo no tiene futuro, porque si tu mañana, aunque yo lo haría igualmente, quitas la asistencia obligatoria y no ofreces el trofeo final de un título de graduación, a las dos semanas días cuando la gente se dé cuenta de que no es un sueño no vendrá nadie. Entonces no aprenderán aunque sea ni lo poco que aprenden con vosotros, ni tampoco harán nada que les beneficie ni quieran aprender por ellos mismos; se tumbaran frente al televisor, andarán por las calles y se levantarán al mediodía hasta que harten a sus padres y les manden a trabajos poco cualificados. Sería absurdo, porque es absurdo, pero eso es porque ya llevas diez años haciendo las cosas mal y asociando todo el mundo de buenas intenciones que acabas de abrir como un infierno al que estás obligado. Quizás no tú, pero si al sistema al que representas y bajo el que estás obligado a jugar, profesor.

Habrá quien lo haga, pero yo no defiendo tampoco el haz lo que quieras y ya; porque vas a fracasar como no seas un genio incontenible de los que hay uno cada cien años y las personas somos horribles escogiendo lo que es bueno para nosotros, pero eso no significa que necesitamos como a los ocho años que decidan otros por ti. Necesitas aprender a cómo hacer aquello que quieras, a desarrollar tu propia motivación e ideas, como gestionarlo, como no estancarse y seguir aprendiendo; necesitas un guía, no un dictador ni un supervisor de que hagas lo que dice un libre de texto ni tiene porque ser un genio atemporal, ni la viva representación del éxito porque él no es lo importante. Necesitas también ser capaz llegado el momento de escribir, manejar información, concentrarte y quizás estudiar para pasar unas pruebas, pero no pasarte la vida haciendo ensayos sobre ensayos. Alguien que no necesariamente sepa de aquello que haces más que tu pero te de las herramientas para ayudarte a ti mismo. Todo aquello que deberíais haber estado enseñándonos, y aun no es demasiado tarde pero prefieres sentarte aquí y preguntarte que puedo ya hacer porque no quieres correr el riesgo, porque para ti es un trabajo que no quieres perder pero la mayoría es lo que recordaran de la educación durante toda su vida.

¿Si los dos estamos ligados de pies y manos, quien nos ha atado en primer lugar?

¿Eres tú el que me está intentando convencer ahora de una conspiración, crees que eso no es también lo que quieres aquellos que ponen las normas y tú interpretas a tu favor?







Teníamos que hacer un trabajo por grupos parecido al trabajo de recerca que se entrega después de segundo de bachillerato, así que nos reunimos y tras muchas clases haciendo deliberaciones concluimos que nuestro tema no iba a ser de los preseleccionados sino sobre explosivos, o como lo llamamos, reacciones altamente exotérmicas. Fue la primera vez en la historia del centro que por orden directa del director se vetó un trabajo de recerca por no encajar con los objetivos del centro o alguna payasada por el estilo.

Cuando se nos informó, no atendimos a los razonamientos de la profesora que teníamos asignada como marioneta y nos tiramos más de una hora pidiendo explicaciones a un director viejo y cansado de nosotros. Cabreados y decepcionados, no hicimos nada durante todo el curso hasta la última semana, e invertimos el tiempo de clase en jugar a tonterías por internet y hablar entre nosotros. En uno de esos días, antes siquiera de que todos los grupos estuviesen formados y mucho antes de que nadie se pusiese a trabajar, hicimos una lista completa de todos los alumnos de la clase. Las notas, aunque el trabajo fuese en grupo, eran de corte personal, teniendo en cuenta la estimación de cuanto ha participada cada uno en el escrito final y de la calidad de este. Así que, junto a esa lista de nombres, escribimos del uno al diez las notas que creíamos que sacaría cada una de las personas de la clase antes siquiera de que ellos mismos supiesen qué iban a hacer.

Ninguna de las notas que nos inventamos fue a más de un punto de diferencia al final de curso de las notas reales. Ni una sola. En cuanto a las nuestras, nos sacamos de la manga en el último momento un trabajo finalizado, que los profesores no entendieron ni habían visto en ninguna fase de construcción. Esa famosa estimación personal de trabajo resultado resultó no un trabajo de minuciosa guía y supervisión durante todo el proceso, sino una especie de encuesta, unos papeles en las que nos pedían que valorásemos en multitud de complicados aspectos a nuestros compañeros con una nota y una explicación. Acordamos entre nosotros, responder siempre, en todos los apartados, páginas y páginas de preguntas rellenados con la misma respuesta escrita del mismo modo aunque no tuviese sentido dentro de la pregunta en sí.


- ¿Qué aspecto consideras más importante de vuestro trabajo?
 
- Un diez, porque hemos trabajado en equipo.


Dos de nosotros sacamos un cinco, el que se suponía era un poco más trabajador un seis, y el que era considerado listo y aplicado un ocho, exactamente la nota que habíamos predicho al principio del curso.

Lo realmente preocupante no eran las canalladas o las injusticias ni el trato personal. Era la inacción del resto de la clase, la indefensión aprendida, a la que nos vamos acostumbrando y aceptando como algo normal, el tú no te quejes que igualmente apruebas, la culpa es de los que estudian poco, la culpa es de los que estudian mucho, la culpa es de los inmigrantes ilegales, la culpa de que gane trump es de los que votan terceros partidos, el que nadie se pregunte si no está perdiendo su tiempo, energía y juventud es el verdadera problema. 

Sus críticas, las de los demás alumnos, precisamente las de quien eran más víctimas que nosotros, son las que suenan aún en mi cabeza. Les podría preguntar, aún ahora, y seguramente no recordarán todo el tiempo perdido sino la mayoría de sus profesoras con gran cariño, aquella en particular como una profesora empática, que se preocupaba por ellos y que nosotros solo queríamos molestar, pretender saberlo todo y llamar la atención.

¿Nadie se da cuenta de que las características que se van asociado como resultado del sistema educativo, son exactamente las que uno podría asociar a nuestra realidad política y social?






No sé si es porque la estructura inherente del sistema crea un modelo de persona que luego interactúa en sociedad, o si tenemos este sistema porque queremos una sociedad futura en la que podamos mirarnos al espejo y no sentirnos inferiores ni menos sufridos que nosotros, porque si era verdad después de todo que todo ese trabajo duro fue en vano eso convertiría esos años de sacrificios en años perdidos. 

Tampoco sería justo simplemente ver todo lo que no te gusta del mundo y culpar de ello al sistema y la sociedad, o en nuestro caso, al sistema educativo. No sé si fue antes el huevo o la gallina, pero sería una tontería pensar que no están emparentados.


Busca los síntomas del estrés (provocados por un cierto ritmo de vida), y los síntomas de la falta de sueño continuada (provocados por ideas absurdas sobre la estandarización horaria) en la jodida Wikipedia, y tendrás una radiografía de los principales problemas de las sociedades modernas occidentales.
yo otra vez, pero en otro lugar



Nos levantábamos a una hora que es un crimen fisiológico despertar a cualquier mente adolescente, la mayoría sufrían por la acumulación de trabajo estrés y tensión ante la constante amenaza de exámenes para mantener el control. Nosotros, los chicos del fondo de la clase, pasábamos de seis o siete horas al día de tortura intelectual diaria en unos lugares que odiábamos y a los que solo íbamos porque no teníamos realmente ningún otro sitio adonde ir. Un atisbo de responsabilidad y de deber con los padres, junto la esperanza de un mañana mejor, nos hacía continuar a unos y por la misma razón dejar la educación y todo lo que para ellos significaba a otros. 

Nuestra pequeña revolución, que nos empezaba a pasar facturas tanto personales como académicas, solo servía para molestar un poco a nuestros carceleros de vez en cuando y ponerlos más en nuestra contra. No tenía ningún sentido, pero nos daba una identidad.


Ahora sí que te entiendo, el problema es que no te gustan las asignaturas, pero no sufras, ahora cuando termines el curso podrás escoger el tipo de bachillerato y estudiar por fin lo que te gusta.


La que nos espera.





Parte I             Education Labor Through

Parte II            Dulce Introducción a la Secundaria

Parte III           I Met God, She's Gay and He's Black

Parte IV           Independent Though Alarm

Parte V            The Times They Are A-Changing

Parte VI           Jesus of Suburbia I

Parte VII          Jesus of Suburbia II

Parte VIII         The Beginning and the End






la deseducacion, independent thought alarm
the decay of western civilization /?
random local guys