Mis amigos y yo crecimos en Sant Feliu de Guíxols, un pueblo de costa perdido de la costa brava, en un local que frecuentábamos llamado Montclar en el que jugábamos a videojuegos, hablábamos de temas y destruíamos cosas. Entonces escuchábamos bastantes tipos de música, en oleadas según pedían los tiempos. Rock clásico cuando llegó el guitar hero y jugar es todo lo que hacíamos, música de barrakas cuando estábamos en barrakas y nos apetecía hacer el capullo, metal cuando empezamos a salir por bares e ir a conciertos y festivales, extremoduro y música mesetaria cuando nos apetecía, música de fiesta y bailar cuando procedía así, vas pillando la idea. Hasta creo que hubiésemos escuchado música electrónica si no la asociásemos entonces a la música maquina con la que los quillos (nuestro enemigo natural) contaminaban el aire a todas horas. Escuchábamos punk, rock y punk rock antes y después de todo eso, ya fuese llegando de lo que era popular cuando recién íbamos al instituto y venían pósters de green day en revistas pop y como influencia de las escenas surferas que aún estaban vivas y profesaban cual religión todos aquellos que frecuentaban skateparks y las tiendas de freeboard años después.
Tantas influencias no resultaban en ninguna identidad concreta, pero no nos preocupaba demasiado, tampoco fuimos nunca puristas de nada, nos limitábamos a existir.
Es decir, si que cada uno de nosotros basaba en parte su identidad personal en la música que escuchaba, como en tantas cosas, pero no una de grupal.
Es decir, si que cada uno de nosotros basaba en parte su identidad personal en la música que escuchaba, como en tantas cosas, pero no una de grupal.
Cinco años tardamos en enterarnos de que aquí se hacía música también, y bastante buena. Punk parecido al que nos gustaba y canciones de rock que tras escuchar un par de veces podíamos cantar. Introduciéndonos poco a poco en el mundo al ver a nuestros amigos en conciertillos que hacían con sus bandas, nos fuimos enterando y habituándonos a esas bandas de las que ellos hablaban y nosotros no teníamos ni idea de que existían.
Nos enteramos de que vivíamos en el aftermatch de una escena musical llamada hardcore en la que nuestro pueblo había sido protagonista. Aquello fue una sorpresa mayor. Cuando uno no crece en una ciudad, siempre tiene el pensamiento intrínseco de que allí donde se encuentra nunca sucede ni va a suceder nada. Aquello no eran las costas de california, ni los suburbios de manchester, ni nadie quemaba iglesias noruegas, pero aún así fuimos construyendo una serie de referencias con las que nos sentíamos identificados. Una identidad cultural de proximidad, con grupos de aquí de los que conocíamos los miembros, y grupos lejanos desconocidos que por alguna razón tenían canciones que eran himnos entre nuestros colegas que podíamos cantar a viva voz en las fiestas que nosotros mismos organizamos y en los conciertos y festivales de la atzavara. No era únicamente algo de nuestros amigos del principio (aunque con el tiempo hicimos amistades alrededor) sino que también lo compartíamos gente con la que en un principio no teníamos ninguna relación. Era una escena musical. Es una escena musical. Una que vivimos en primera persona, esa mezcla de pasados y futuros en la que transitamos brevemente, aunque no nos diésemos cuenta. Lo suficiente para considerar que aquello era nuestro, aunque no sabíamos exactamente el qué.
Quizás a veces un nombre es todo lo que le falta a ciertas cosas para ser.
Cinco años tardamos en enterarnos de que aquí se hacía música también, y bastante buena. Punk parecido al que nos gustaba y canciones de rock que tras escuchar un par de veces podíamos cantar. Introduciéndonos poco a poco en el mundo al ver a nuestros amigos en conciertillos que hacían con sus bandas, nos fuimos enterando y habituándonos a esas bandas de las que ellos hablaban y nosotros no teníamos ni idea de que existían.
Nos enteramos de que vivíamos en el aftermatch de una escena musical llamada hardcore en la que nuestro pueblo había sido protagonista. Aquello fue una sorpresa mayor. Cuando uno no crece en una ciudad, siempre tiene el pensamiento intrínseco de que allí donde se encuentra nunca sucede ni va a suceder nada. Aquello no eran las costas de california, ni los suburbios de manchester, ni nadie quemaba iglesias noruegas, pero aún así fuimos construyendo una serie de referencias con las que nos sentíamos identificados. Una identidad cultural de proximidad, con grupos de aquí de los que conocíamos los miembros, y grupos lejanos desconocidos que por alguna razón tenían canciones que eran himnos entre nuestros colegas que podíamos cantar a viva voz en las fiestas que nosotros mismos organizamos y en los conciertos y festivales de la atzavara. No era únicamente algo de nuestros amigos del principio (aunque con el tiempo hicimos amistades alrededor) sino que también lo compartíamos gente con la que en un principio no teníamos ninguna relación. Era una escena musical. Es una escena musical. Una que vivimos en primera persona, esa mezcla de pasados y futuros en la que transitamos brevemente, aunque no nos diésemos cuenta. Lo suficiente para considerar que aquello era nuestro, aunque no sabíamos exactamente el qué.
Quizás a veces un nombre es todo lo que le falta a ciertas cosas para ser.
playlist by: jvg
Random Local MTV (youtube)
Random Local MTV (spotify)
Random Local MTV (blogger)
No hay comentarios:
Publicar un comentario