What a Wonderful World





Estábamos el otro día, Ruben y yo (si, el mismo de la entrevista) varados en la orilla del mediterráneo bebiendo cerveza, fumando cigarros y viendo a la gente pasar. Se que suena florido, pero es la verdad. De pronto, por ninguna razón en particular, él dijo:


"Joder tío, es que ya podrían existir los pokemon."

"Bueno, los animales existen y no les hacemos ni puto caso."

"Yayayaya." 


Lo que empezó una larga conversación que no voy a intentar recrear, pero que siguió mas o menos la línea de lo que voy a explicar.

Recordé al instante que ya había tenido esa misma conversación, si bien en contexto y vocabulario ligeramente diferente, con Cristian una década atrás. Joder como me gusta presumir de décadas. Lo suyo es que no importaría demasiado que existieran los pokemons o no. Si existieran, nos acostumbraríamos a ellos y ya esta. Estaríamos igual aquí sentados en el mismo banco quejándonos de que no existe vete a saber que. ¿Tu sabes el trabajo que llevaría tener un Charizard? No solo la comida y las mierdas que dejaría por todos lados, sino que además lo quemaría todo. Nada, nada. Tenemos una capacidad impresionante de convertir todo aquello que existe en aburrido e irrelevante. El mundo esta lleno de cosas fascinantes que no tendrían porque existir. Es decir, existen porque existen, porque emergen de las leyes de la física de forma natural, pero si diseñaras un mundo o el mundo fuese una simulación, nadie miraría al cielo y diría "¿Porqué no existen los rayos? ¿Qué raro, no?" El fenómeno de un rayo divino de pura energía emergiendo de las nubes como por arte de magia no parece una condición necesaria para que un mundo sea creíble o parezca tener sentido. Pero existe. Esta ahí.

Cuando uno lo piensa fríamente, en sí, el mundo es fascinante. Maravilloso. Puedo dar mas ejemplos. Los sueños. En un mundo sin sueños, trata de explicarle a alguien que debería haber, rollo, viajes psicotrópicos turbios que son una reinterpretación o yo se que de la realidad mientras duermes. Te tomarían por loco. La electricidad, los animales, volcanes. Cualquier fenómeno o comportamiento humano que emerge de la enormidad y complejidad de nuestras interacciones y que tomamos como obvio simplemente porque es común pero que nunca en un millón de años podríamos predecir aunque conociéramos a cada persona del planeta. Los animales son el resultado de una especie de inteligencia de enjambre de billones de células individuales que han decidido, mediante una conversación de millones de años, que la mejor forma de sobrevivir es un elefante. Las estrellas y galaxias. En el cielo hay bolas de plasma en perpetua fusión nuclear a miles de millones de años luz de distancia y nos da lo puto mismo. De pequeño me quedaba pasmado, maravillado por su incomprensible enormidad. Ahora, da gracias si me da por darle un vistazo al cielo una noche de verano. No se nada de constelaciones. Nunca me han interesado. El verano pasado estaba tumbado en una playa junto a chica y empezamos a hablar de lo bonitas que eran y que era una lástima que la astrología era fuese una idiotez. Me enamoré al instante. Me dio una vergüenza enorme no poder nombrar mas que un par. Durante un momento estuve tentado de hablar de como de fascinante era que fuesen las mismas estrellas que veían nuestros antepasados miles o quizás millones de años atrás, de cómo sus nombres y formas encerraban de alguna forma aún la consciencia colectiva perdida de aquellos tan conectados a nosotros tanto tiempo atrás. Pero no me salió del alma. Lo pienso, si. No hubiese sido una mentira ni para hacerme el interesante ni nada. Pero era simplemente una observación intelectual. Una fascinación técnica. Un interés académico. No sentía nada mas. Joder cerebro, ya se que llevamos un par de cervezas y acabas de salir del agua, pero si hay algún momento para sentirte espiritualmente conectado con el universo o algo así, es este. Pero nah.

Estamos enfermos. No tiene nada que ver con "darse cuenta" de lo maravilloso que es el mundo ni la "forma en la que te lo tomes", ni siquiera en tu actitud. Estamos programados para que nos de lo mismo. Que asco.

Volar. Los aviones. Estamos cumpliendo el sueño de la humanidad, surcando los cielos sentados en una silla a miles de metros de altitud, viajando a toda hostia. Pero la peli que ponen es una mierda, y el café que dan sabe a caca. Este juego de consola, esta maravilla de la ingeniería que funciona a base de pasar la energía de un hamster dando vueltas a una ruedecilla a través de una cierta combinación de ceros y unos no me termina de convencer. La animación de esa invocación no me gusta.

Tengo, continuamente a mi disposición, al alcance de mi mano, de gratis, el resultado de cientos (miles) de años de creación cultural. Incontables clásicos y obras maestras en forma de libros, películas, series, música, poesía. En una de estas tardes, si me apetece, podría ponerme a aprender latín. Sin embargo, llego a mi casa y lo único que quiero hacer es mirar otra vez una reposición de dragon ball en latino o cualquier mierda que me aplaste el cerebro y así obligar a mi cerebro a no pensar en nada de más de un par de dedos de profundidad. 



Deberíamos estar pegados a la ventanilla con las dos manos y los ojos abiertos durante las cuatro míseras hora que dura lo que en su momento sería la Iliada.

¡La música en sí! ¡La música! ¿Cómo de arbitrario es que ciertos ritmos, frecuencias y timbres nos den cosquillas en las partes del cerebro destinadas a lo emocional? No solo eso, sino que esos efectos sean no arbitrarios y aleatorios sino moderadamente consistentes a través de individuos, grupos, culturas y eras. No solo eso, sino que además la entendamos intuitivamente y la podamos crear con el objetivo de hacer unas u otras cosquillas en particular. Es un escándalo.

Incluso yo, que no tengo un puto duro, puedo ir a un edificio raro grande, y llevarme cientos de tipos distintos de comida a cambio de unos papeles que ni me van ni me vienen que hace medio siglo ni siquiera existían en este continente. No le cambiaría mi sitio a ningún emperador romano. Me da igual que tuvieran sirvientes, tierras y poder. Prueba de ser un rey de hace quinientos años y pedirle a alguien que te haga sushi. Que te apetece jugar al Final Fantasy. Que quieres escuchar la novena de Beethoven. Nada, nada. Quita. Pero aún así, con todo eso, nos da puto igual. Ser consciente de ello no lo hace mejor, si acaso al contrario.

¿Solución? No hay solución. Lo siento. No tengo "uplifting conclusion" para todo. El mundo es maravilloso, si eso te sirve de algo, aunque sea para saber que ese no es el problema. Ninguna combinación de palabras, terapia o sustancias psicoactivas te va a hacer experimentar el mundo como si fueses niño otra vez. Ni siquiera creo que querer eso sea bueno. Ni siquiera se si es esto lo que estoy echando de menos en realidad. Creo que no. Tiene que haber algún tipo de fascinación que no sea regresiva. Pero a saber dónde está. No en el fondo de una sesión de motivación. Ni de meditación. La contemplación puede estar bien de vez en cuando, pero Siddhartha nunca tuvo de pequeño una Gameboy Advance. Todo esto ni siquiera es porqué yo tenga depresiones y esas cosas. La gente está mas o menos bien y tampoco se amorran a la ventana ni caen desmayados ante la belleza de nada en particular. A la mayoría les da completamente igual las exposiciones de arte, la poesía o el atardecer (excepto si pueden ganar puntos en instagram con ello). Tampoco creo que sea la presencia de problemas en el mundo o de guerras televisadas es lo que oscurece la realidad. Quizás lo hace por alguien. Los problemas, desgracias y conflictos que emergen de interpretamos como las partes oscuras de la humanidad solo consiguen, a mis ojos, hacerla aún mas interesante. Tampoco los problemas cotidianos de cada uno. No estamos distraídos, sino activamente evitando. Por supervivencia, por necesidad. Porque cada segundo de interés en una flor nos quita de cosas mas importantes, como hacer la cena, o comprar una camiseta. El motivo por el que nuestra fascinación existe en primer lugar es como indicativo de aquello que tiene, como juego, la profundidad necesaria para potencialmente enseñarnos algo. Pero no es una medida objetiva de nada. Está balanceada acorde a lo que tienes alrededor y las necesidades de tu momento. Es importante que la persigas cuando interesa, pero es algo instrumental. Mas allá de a qué te conduzca a hacer lo que tienes que hacer, a tu cerebro le importa un pepino que tu estado por defecto sea estar maravillado o aburrido como una ostra. Igual que con la felicidad. Es intentar cambiar el punto de equilibrio de una balanza para que siempre esté mal en la dirección equivocada. Tratar de encontrar un estado consistente de felicidad o fascinación es esencialmente intentar que el sistema de recompensas de nuestro cerebro haga algo para lo que no está diseñado, y además, se nos da fatal.

Casi un exploit de obscuras leyes físicas sobre el electromagnetismo en baja entropía provoca que el movimiento de una carga eléctrica en el núcleo de un átomo genere un campo magnético, que a su vez genera uno eléctrico perpendicular, que a su vez genera otro y esa reacción en cadena continua en una particular dirección; dando pie a lo que percibimos como un rayo de luz dónde, pensándolo fríamente, solo debería haber oscuridad.

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