La (des)educación
Reedición
Durante las recuperaciones de primer de bachillerato, los profesores andaban algo descuidados pensando ya en sus asuntos, y escuché conversaciones sobre su desacuerdo con la elección de nuevo director. Aparentemente, las asociaciones de padres, los de los ciclos formativos y consejos de algún sitio estaban preocupados por la falta de disciplina (sin comentarios) y el rumbo en general poco profesional del instituto, y habían impuesto una directora en contra de la voluntad de la mayoría de profesores. Me pregunto que pensarían entonces del otro instituto del pueblo, con vistas al mar rodeado de árboles y donde cualquiera, incluso yo, podía colarse a pedir agendas y escoger asignaturas optativas bajo el nombre de otra persona. En cualquier caso, esa directora impuso rápidamente a principio del curso medidas draconianas que castigaban con cerca de diez años en siberia a aquel que llegase un minuto tarde por las mañanas, dobló las horas de guardia en los pasillos (no me extraña que los profesores estuviesen cabreados, son los mismos que solo secundan una huelga estudiantil cuando significa que ellos van a trabajar más o cobrar menos) y demás decisiones de corte marcial.
No la conocía, pero ella sabía perfectamente quien era yo, y cuando llegué como diez minutos tarde al instituto por primera vez en el curso me encontré a David también retenido, quien sabía perfectamente ya el procedimiento estándar en esas situaciones. Nos tumbamos cómodamente en el suelo mientras la directora en persona venía cabreada a nuestro encuentro. No nos conocíamos pero estaba cantado que nos íbamos a matar a escopetazos. Eventualmente la directora me contó que como habíamos llegado tarde no podíamos entrar en clase y yo le comenté que eso no era precisamente un castigo, a no ser que su plan sea hacer morir de frio a los alumnos cuando llegase el invierno, lo cual sería probablemente bastante ilegal.
Esto último que diré ahora no lo dije entonces, pero sin que venga al caso, ¿tiene usted idea, por ejemplo, de que aplicar un castigo colectivo por ejemplo a toda una clase porque no se conoce el culpable concreto de algo, al ser el instituto una institución del gobierno, va en contra de la convención internacional por los derechos humanos? Podría literalmente presentarme a la ONU y presentar una denuncia formal contra mi país, pero por desgracia nunca nos enseñan ese tipo de cosas.
Anyway, nos pasamos una hora sentados afuera en el banco de piedra haciendo lo mismo que haría en clase pero con una falta de asistencia de regalo. ¿Cuál es la diferencia entre esto y hacer campana en los lavabos? No tenía ningún sentido, el suelo no era un buen sitio para dormir y me aburría así que terminamos teniendo con esa señora una breve conversación. En ella me quejé del refuerzo negativo como único argumento que tenían para hacer cumplir las normas, que la hora oficial del instituto iba un minuto adelantada y que las sillas de la clase eran de un tamaño ridículo para alguien que mide metro ochenta. Ella me habló de que el instituto era un centro no solo educativo sino también formativo para justificar que sus políticas se centrasen en el comportamiento y no en el uso cómodo y lógico de las instalaciones y que meditaría sobre lo que había dicho acerca del refuerzo negativo.
Dos días después cuando ya no me acordaba de ello, entré en clase y en mi sitio, únicamente en mi sitio, había una silla de tamaño normal y una mesa de esas con barras debajo para poder apoyar cómodamente los pies. Nada más en la clase había cambiado, parecía literalmente que alguien hubiese entrado, cambiado mi mobiliario (fácilmente reconocible por estar apartado al fondo del todo) y salido sin más.
No me lo podía creer. ¿Creía, esa bruja, que yo iba a cambiar mi comportamiento y las ganas de criticar y denunciar el sistema, solo por tener un par de privilegios más?
Pues tenía razón.
No era ningún justiciero, ni un genio atrapado. Tampoco diré que era alguien normal, pero ya no sentía rebeldía por el trato injusto ni por la perversión del sistema sino cansancio; pese a algún puntual arrebato argumentativo, yo no quería liderar ninguna revolución, solo quería sentarme en silencio en el fondo de la clase, ver pasar el año, y salir para siempre de aquel oscuro lugar. Aún a día de hoy, estoy convencido de que aquella directora fue, junto a Lidia, que estaban sin duda detrás de que no me expulsaran del centro cuando surgió la ocasión para ello. Supongo que si en ocasiones uno se equivoca al escoger a sus aliados, también lo hace al juzgar quienes son sus enemigos.
Parte VI
Jesus of Suburbia I
Había llegado un momento en el que ya no necesitaba argumentos, tenía a las espaldas tantos hechos absurdos sobre injusticias y emperadores desnudos que no necesitaba siquiera una opinión razonada para tener razón y justificar mi comportamiento; ir contra el sistema se justificaba por sí mismo, por la estupidez e ineficacia de este, y no por lo que yo pensase al respecto. Tanta acción en mi contra, especialmente diseñada para putearme convirtió la escena en buenos contra malos. No me tenían manía en secreto como fantasean los adolescentes para justificar sus fracasos, algunos directamente me odiaban y no se molestaban en ocultarlo porque estaba socialmente aceptado dentro de la sala de profesores.
Estela Pastor, que ya os irá sonando si habéis estado atentos, era una envidiable mujer de esas que en nadie, en la vida, y con razón, le debe haber hecho ni puto caso. Así que aprovecha un sitio donde la gente este obligada a escucharle para decir sus cosas, darse importancia, hablar de su vida dramáticamente y mostrarse a sí misma como un ejemplo de superación personal. ¿Libros de autoayuda? ¿Psicólogos? ¿Amigos? ¡Para qué si tengo tropecientas clases de castellano de treinta alumnos cada una para sentirme importante! Si me respetan es por mi gran estar y sabiduría, no porque les obliguen a estar ahí. De ella que aprendí, que por encima de todo, los profesores cuando entran en una clase lo que necesitan es mantener su ego.
Es el tipo de persona que pasa un cuestionario anónimo a los alumnos para que valoren su faena; le pongan nota, y comenten los fallos de la asignatura, y luego al acabar nos hace leer en voz alta y de pie a los que hemos dicho cosas malas. Remarcando después cada uno de nuestros errores, criticando nuestra forma de hablar, nuestras ideas y nuestra escritura; todo para ridiculizarnos delante de una clase sin que pudiésemos contestar de ninguna manera, porque obviamente ella es la profesora y elige cuando hablamos o dejamos de hablar. Se tiró dos clases, dos horas enteras, hablando de mi crítica y la de Gerard y si nunca lee todo esto que estás leyendo tu ahora, invertirá si es necesario un curso entero en explicar por qué estamos equivocados y buscando faltas de ortografía, de expresión o un recurso mal utilizado como excusa para tratar de tachar con un rotulador rojo el escrito o la idea entera directamente sobre la pantalla del ordenador. Nos convertimos entonces en uno más de sus temas favoritos, algo a lo que recurría con frecuencia al lado de las dos referencias culturales que se había aprendido de memoria y que repetía a todos los cursos mínimo una vez a la semana. Que si Góngora esto, que si joder no es lo mismo que estar jodido, que si Quevedo lo otro, que ayer en cuarto milenio dijeron, que si una vez hice un examen en una huelga y las alumnos tuvieron que venir igualmente.
Dije algunas cosas en ese papel y a lo largo de los años, lo reconozco, más razonables que otras. Una vez dije que si la biblia era un libro tan bien escrito porque no se hacían películas de ella. Pero también dije cosas que a mis ojos siguen teniendo sentido, como que uno aprendía más historia jugando al Civilization que en clase de Historia, y que probablemente leer o escribir lo que te dé la gana era también más útil que intentar obligar a amar la literatura. Será verdad o no al final del dia, pero ese juego me ha enseñado herramientas de gestión de recursos y estrategia a largo plazo con las que la educación secundaria no puede lograr soñar, con un punto de curiosidad era también una fuente intensa de información, y las propias mecánicas del juego te obligaban a comprender las necesidades históricas de los hechos y avances que marcaron la humanidad para intentar ganar en vez de aprenderlos de una lista. No es un juego educativo, no es su finalidad enseñar; la información no tiene por qué darse con un embudo, basta con en el momento preciso en que nace la chispa de la curiosidad, estar allí. Dije que la historia del joven que es inspirado a leer y estudiar por los profesores llegando de un entorno de violencia había acabado y nada tenía que ver con lo que hacíamos en clase y se quitase esa imagen de su cabeza, que nada íbamos a recordar de sus clases y solo eran importantes porque formaban parte de una cadena sin fin de cursos académicos.
Pero de lo que me siento particularmente orgulloso, fue de poner la nota final a la profesora en forma de una ecuación matemática simple de una variable que todo alumno de segundo de secundaria debería poder resolver. El sistema no me necesitaba para hacer el ridículo, solo devolver sus propios argumentos con un poco de ironía y mala leche. Estela resolvió la ecuación mal, regodeándose de lo fácil que era, delante de toda una clase enmudecida que no se atrevió a decir nada. No sé si por miedo o porque no vieron nada debido a la ceguera programada. Me gusta pensar que por miedo, pero sé que no tengo razón. Quienes debiesen enseñarte a identificar las formas de abuso del poder, qué hacer cuando ridiculizan y tratan injustamente a tus iguales, el pensamiento crítico, las bases del arte y la ilustración; estaban ocupados descontextualizando la realidad en sucesiones de test estándar, haciendo multiplicaciones, memorizando formas de expresión.
Porque precisamente las cualidades que deberían promover, son las mismas que te llevan a alejarte más y más de ellos mismos. Porque aunque fuese sin querer, como efecto colateral, si el sistema lograse promover la confianza en el trabajo de uno mismo, la autocrítica, el dar valor a sus propias obras, la curiosidad innata y el rechazo a imposiciones externas, la voluntad de expresión libre, la diferencia entre correlación y causalidad; se encontraría un ejército de alumnos con el corazón de la ciencia como escudo capaces de expresarse a sí mismos y entenderse entre sí, reclamando un trato justo y para ellos mismos y no para un sistema de calificación el fruto de sus horas de trabajo. Se quemarían páginas enteras de ejercicios con el anunciado copiado íntegramente en color diferente que la respuesta, trabajos de recerca incongruentes sin real pregunta que resolver ni conclusión, con mensaje emocional pero llenos de perfectamente copiada información; exámenes memorísticos sin lugar ni oxígeno para pensar porque cuando suene el reloj deberás estar en la siguiente clase, asfixiados espacios de una hora que parecen interpretaciones teatrales de despliegue de conocimiento para el profesor en lugar de tener ningún valor en sí mismos.
Mi día a día evolucionó hasta una nueva rutina.
Después del principio de curso con sus expulsiones y profesores irrelevantes que no me conocían aún, establecido en el fondo de la clase con uno, dos, tres pupitres de distancia hasta el compañero más cercano, me instalé en mi propio mundo. Me levantaba veinte minutos antes de empezar las clases, me ponía algo de ropa encima del pijama o usaba directamente como pijama la ropa del día siguiente. Desayunaba rápidamente y en cinco minutos había cruzado la puerta de casa. Llevaba un par de libros de texto con el plástico protector aún intacto con la unica intencion de dar forma a la mochila y que mis padres no se molestasen demasiado, una única libreta, un par de novelas o comics para leer y el reproductor de MP3 que me enchufaba nada más salir y me acompañaba durante el largo camino hasta la clase que ocurría una vez empezó el frío del invierno como aún en el sueño del que no había terminado de despertar.
Una vez allí dejaba todo sobre la mesa, acercaba mi silla al radiador para quitarme el polo norte del cuerpo y me ponía otra vez a dormir, sin dejar de tener la música puesta, hasta dos o tres horas después. Sin David no tenía realmente nada que hacer ni con quien hablar, así que simplemente dormía. Me dejé el pelo largo para que se notase menos, pues aunque los profesores supiesen exactamente lo que hacía, la visión del chico en el fondo de la clase durmiendo y escuchando música no les resultaba especialmente agradable, pero podían soportarlo mejor si no me veían hacerlo. De cuando en cuando me exponía a que me despertasen para echarme de clase, pero no se lo tenía en cuenta si solo era de cuando en cuando, si se pasaban, sabían que me iba a encarar y ni yo ni ellos queríamos perder el tiempo en disquisiciones sobre porqué no hacen bien su trabajo. Salía lo más lejos que podía durante la hora del patio a dar una vuelta solo o con quien fuese, volvía a clase, ocupaba como fuese las tres horas más de mi vida que me quedaban ahí ese día, me iba a casa a comer el equivalente a dos personas adultas, me pasaba la tarde jugando al ordenador o escuchando música tumbado en mi cama, me preparaba para ir a baloncesto a darlo todo o al montclar, y volvía ya muy de noche; tras andar solo veinte minutos y llegar a una casa donde todo el mundo dormía ya. Me hacía la cena y me pasaba hasta muy pasada la medianoche hablando con chicas, leyendo o mirando series. Completamente agotado, a las tres o cuatro de la madrugada, me dormía y el ciclo volvía a empezar.
Un día tras otro.
Había clases en las que a veces escuchaba, o cuando íbamos al laboratorio los taburetes eran especialmente incomodos para dormir así que buscaba alguna forma de entretenerme. Una vez me encontré usando un microscopio con la mano izquierda y la profesora me dijo que se usaba al revés.
- ¿Que ocurre entonces si tu mano buena no es la derecha?
Seguramente me tendría que haber limitado a un más conciso:
déjame en paz.
Pues, según, ella, aprendes de la forma normal como todo el mundo, pues así como no existen guitarras para zurdos tampoco microscopios. Me reí durante nueve meses. No es el hecho de que una profesora de biología tenga que saber de guitarras, es el hecho de que actúe como si supiese pese a no tener ni idea. Les inculcaron que no saber o equivocarse esta mal y en vez de aprender durante sus vidas, reconocer errores y mejorar, se inventaban un mundo en el que siempre llevaban la razón y lo llamaron puesto de trabajo indefinido.
Hacía algunos exámenes, pese a que la mayoría los dejase para la recuperación, y algunos los hacía porque era la mejor forma de estudiar, porque me aburría o porque aprobar era una mera cuestión estadística, como en inglés con sus listenings y readings. Nunca aprendí inglés en la escuela primaria, donde la chica que me gustaba venía de Inglaterra y me dejaba copiar todas las fichas. Nunca aprendí ingles en el instituto, donde aprendí a aprobar la asignatura por mí mismo pero nada más. Aún no soy ni siquiera un hablante medio pero del único modo que aprendí a hablar fue por necesidad. De hecho, nuestra profesora era la misma que nos hizo de tutora en el trabajo de recerca de cuarto, y cuando nuestro instituto fue parte de un programa experimental nacional e hicimos unas pruebas especiales de inglés bajo su supervisión, no entendí nada de lo que ponía y rellené todas las hojas con una familiar frase que rezaba:
- Un diez, porque hemos trabajado en equipo.
Los exámenes que hacía en serio, a veces era para entretenerme o para probarme a mí mismo que aún lo podía hacer. Siempre he sido de reafirmarme, como en educación física, de cuando en cuando había la oportunidad para correr todo lo que puedas, ir más allá. Yo aún era bueno en ese tipo de situaciones, podía concentrarme, ponerme en serio y pensar cuando me lo proponía, más allá que todos aquellos que estaban acostumbrados a sacar buenas notas, tenían buena forma física o lo que sea pero nunca habían aprendido a poner en la línea entre aprobar y suspender nada de valor. En cuarto hicimos una prueba de resistencia física, me pique, como dicen las niñas despectivamente a poner en algo toda tu voluntad, y saqué una marca que se quedaba fuera de las estadísticas. Nos examinaron sobre genética en biología, la clase estaba llena de aquellos que hicimos esa optativa de genética en segundo así que yo también sabía de qué iba la cosa, y no estudié pero hice el examen en serio y saqué la mejor nota de una clase que se convenció a si misma que había hecho trampas. No es que tenga nada en contra de hacer trampas, pero la última vez que me hice una chuleta esta contenía un listado de los países y capitales de asia en segundo de ESO. ¿Qué sentido tiene hacerte chuletas cuando aprovechas mejor el tiempo simplemente comprendiendo aquello que pretendías memorizar? A los profesores les encanta obsesionarse con ellas y mostrar su valor y determinación y seriedad al ser implacables con su uso, de la presencia de móviles y demás, cuando con lo que realmente deberían estar preocupados es de que un trozo de papel sea suficiente para desarmar entero un sistema educativo.
La solución no tiene por qué ser eliminarlos o que la principal avaluación sean notas que pones sobre la clase, simplemente tienes acercar los exámenes a la realidad y reconocer que en cualquier momento del futuro vamos a poder hablar con nuestros compañeros de faena y consultar la infinita base de datos que es increíblemente ineficiente pretender aprender. Si pese a todo lo haces y lo consigues, vas a encontrarte con un montón de información de dudosa utilidad pero el drama real será que el propio volumen se convertirá en un obstáculo para interpretarla y utilizarla fuera de su contexto original.
Eso eres, ¿verdad? Una máquina de memorizar fechas, ecuaciones, conceptos e ideas. Tampoco te pidieron nunca que fueras nada más. ¿Te lo pidieron? No, qué va.
(...)
Eres otro idiota. Otro idiota juzgado por parámetros predefinidos para generar "alumnos tipo", obviando por completo que responder una hoja de preguntas sin consultar un libro no es una manera de evaluar la capacidad ni el esfuerzo de alguien, sino simplemente una manera de ver cuántos de los imbéciles ahí sentados memorizan mejor o peor cuatro ideas que en dos semanas habrán volado al País de Nunca Jamás para no volver, valga la redundancia, jamás.
No ponía el nombre, apellido y fecha en aquellos exámenes; los firmaba. Escribía citas en los márgenes, poemas en la parte de atrás. Porque estaba orgulloso de ellos, algo que ni siquiera aquellos que pasaban semanas preparándolos podían decir. Sacaba un dos, pero aquel ejercicio de donde vienen los dos puntos es el mejor ejercicio de dos puntos que has visto en los últimos cinco años. No está sencillamente bien, del estilo recuerdo en que sitio exacto del libro donde está la resolución; mi respuesta es mejor. Estaba en plena forma, no tendría miedo escénico llegado el momento de la verdad, sabía que sería capaz de tomar una semana de mi vida y sustituir con ella un año entero; sabía que llegarían las recuperaciones y sería una máquina de matar. La nota para entrar a mi carrera era muy baja, el cebo de una beca no me atraía porque me ligaría demasiado incluso luego de salir de aquí. Solo necesitaba un cinco, y hasta ese momento, haría lo que considerase conveniente para conseguirlo y me dedicaría a mis propias cosas.
Así es como debería ser. El formato de horas de la educación publica, el ratio clases horas entre clases, jornada y descanso, semana y fin de semana, curso y vacaciones; es un ratio para despejarte, hacer deberes, ser libre durante un instante de aquello que haces pero para volver el lunes y volver a empezar. No deberías pasar una semana esperando a que llegue su final, cada día debería ser importante en sí mismo, cada día debe contar. Durante unos años, muchos años, viví así, saliendo de fiesta como si no hubiese un mañana precisamente porque lo había y luego tendría que estar otra vez allí; pero se terminó, si quería hacer algo lo hacía, sin importar momento ni lugar. Me iba a dormir muy tarde y por ello tenía mucho sueño por las mañanas; cuando haces lo que debes hacer aquello que sabes perfectamente y puedes hacer en piloto automático, lo que debes hacer es descansar, tomar una cerveza y cuando llega tu momento en el fin de semana no diluirte simplemente y procrastinar, sino tomar café y fabricar tus propios proyectos: construir tu propia vida.
Mucha gente puede ver esta situación y pensar, lo mejor sería fingir que te interesa, saber internamente todos los problemas y ser el mayor rebelde de pensamiento que ha visto la humanidad. Pero eso no ocurre así, quizás algunos se convencen de ello, de que están quizás hasta un paso más allá en su pirámide moral que aquellos que se rebelan y están siendo más listos ahorrándose problemas para sí. Pero no es real, no es lo mismo, es otra racionalización. Si una situación así fuese posible reaccionarían a ello, porque no existe en el sistema educativo la distancia tan grande entre ideales y donde se imponen las cosas que hay en nuestra sociedad habitual, tienes los profesores delante tuyo cada día, solo los tienes que reconocer como tal. No tendrían los mismos síntomas que la multitud, hablarían de ello en vez de evitar el tema, su cuerpo reaccionaria contra esa realidad. El tema de las becas puede ser el motivo de continuidad de mucha gente que si no habría mandado todo a dar por saco años atrás. Actúa como un soborno, como un objetivo indispensable porque cada vez las tasas universitarias son más altas y tu familia no tiene recursos; así que con un motivo real, se te alarga el proceso y te acabas convirtiendo en el propio personaje que interpretas, otro alumno modelo y aunque te creas objetor de conciencia los mismos problemas se te van a pegar a ti, porque no puedes huir de la influencia. Si aceptas esa condición como el motivo de tu indefensión, si aceptas la influencia, aunque sea solo la aprobación de tus profesores; es elección tuya, pero probablemente estarás pagando por ello un precio más alto del que crees imaginar.
Nunca he sido buen actor, pero ni aunque hubiese querido es imposible actuar veinticuatro horas al día. Llegados a este punto, te conviertes en lo que haces.
Cuando uno se acostumbra a estar solo, tiene poder lo quiera o no para definir su propio ambiente. Las emociones, en un campo de resonancia, salen de ti y acaban tiznando tú alrededor y acorde a ello la visión que tienes de los demás. Si te sientes hostil, a veces todo lo que puedes ver alrededor es hostilidad, si estas calmado, el mundo puede parecer un remanso de paz; o completamente al revés. Me sentía como un pequeño centro zen en el mundo, con mis propias influencias, ideas, distancia: delante de una clase en ebullición y nerviosa por un examen o algo de relativa importancia yo era nunca más el epicentro de actividad conocido habitualmente como los chicos del fondo sino un Gautama Buda particular sentado en la fila de atrás. Leyendo cuando tenía que leer, estudiando tranquilamente cuando todos ya habían dado su curso por terminado. Nunca me ha importado estar solo, tengo una parte de introvertido aunque no de antisocial y yo mismo a menudo me encuentro buscando la soledad. Pero estar siempre solo no por elección sino por estar siendo apartado, a metros y metros de distancia de una multitud, genera una sensación particular porque no estas escogiendo estarlo, aunque de alguna forma te están obligando a ello. Era una situación de rechazo que los mismos profesores habían forzado, al adelantar más y más las filas de mesas de la clase sin que nadie se diese cuenta, en algo que podría definir ya como una campaña organizada de acoso y derribo. La nueva faceta de nosotros o el caos, el mismo argumento por el que hasta yo dudaría de, pese a todo lo dicho, mandar sobre mandar a mis hijos al instituto por miedo de que no hacerlo les convirtiese en marginados. Esa era la elección que me intentaban forzar.
Puede ser peligroso, a veces no te lo puedes permitir. De vez en cuando la tensión se acumulaba tras pacíficos días y salía en forma de alguna queja o alguna pequeña señal de rebelión contra algún profesor en concreto que a veces no venía a nada de particular y constituía a la práctica un ejemplo de autodestrucción.
En una de esas reacciones critiqué la asignatura de biología por ser una putita del señor que decide que sale y deja de salir en selectividad, y derivó en una breve discusión con una chica llamada Anna con la que había salido en su momento. Cinco minutos después, me disculpé con ella y volví a callar durante meses. Un profesor de prácticas presenció la escena, se percató de mi existencia por primera vez pese a llevar un par de semana ahí, pues yo era normalmente invisible desde el otro lado de la realidad, y trató durante los días siguientes silenciosamente llamar mi atención. Finalmente, sin éxito, al terminar una clase se me acercó directamente y me confesó que en realidad hacía prácticas para experimentar la vida y tener ideas, pero que su profesión era ser escritor. Me contó que mi persona le había inspirado para protagonista de una novela que quería escribir, que quería hablar conmigo, que estaba creando un circulo de artistas y más cosas que ya no logré escuchar.
Esa misma situación, uno o dos años atrás, hubiese sido algún tipo de fantasía rebuscada de alguien que de alguna forma quiere ser notado, llamar la atención sobre algo o él mismo. Para mi propia sorpresa, solo pude mostrar escepticismo ante la idea, me pasó un mail que nunca apunté y los días restantes nos terminamos ignorando mutuamente hasta que terminó las prácticas y se largó del instituto para no volver. Yo no era un personaje de novela. Aún con el pelo largo y vestido digamos, de forma original, estar sentado en el fondo de la clase mirando el cielo no me convertía en el incomprendido protagonista de un anime. No un genio, no un justiciero, no un rebelde, ni siquiera un autodidacta. No me molestaba la idea de que alguien escribiese sobre mí, algo que me ha ido ocurriendo de cuando en cuando; pero esa persona no quería escribir sobre mí, esa persona veía a mí un personaje, un estereotipo, la herramienta para contar algo de un escritor, la idealización de una conducta.
Yo era una persona real, algo que estaba pasando a tiempo real.
Terminé de leer, por fin, página a página desde que empecé casi cuatro años atrás, el Also Sprach Zarathustra. Tenía mucho, muchísimo tiempo libre ahora que no tenía con quien hablar, así que arrasé también la librería de mis padres. Una biografía histórica sobre el sitio de Stalingrado, una novelización de la vida de Julio Cesar, George Orwell, el Ecce Homo, Isaac Asimov, Milan Kundera. Llegado el momento decidí que mi postura en relación al mundo educativo era en realidad una parte muy importante de mi vida, así que debía informarme para hablar con propiedad y quizás algún día poder escribir lo que entonces me estaba ocurriendo. Leí la Deseducación, de Noam Chomsky, de quien plagié el título del libro algunos años después aunque no el contenido; su libro trataba el tema desde otro angulo, era más antropológico, más político, más histórico sobre los orígenes del sistema educativo y su uso como arma de colonización.
Mass education was designed to turn independent farmers into docile, passive tools of production. That was its primary purpose. And don't think people didn't know it. They knew it and they fought against it. There was a lot of resistance to mass education for exactly that reason. It was also understood by the elites.
Emerson once said something about how we're educating them to keep them from our throats. If you don't educate them, what we call "education," they're going to take control -- "they" being what Alexander Hamilton called the "great beast," namely the people. The anti-democratic thrust of opinion in what are called democratic societies is really ferocious. And for good reason. Because the freer the society gets, the more dangerous the great beast becomes and the more you have to be careful to cage it somehow.
Miseducation - Noam Fucking Chomsky
Leí ensayos variados de psicología y algo llamado Estupids Homes Blancs de Micheal Moore. Miré conferencias en TED sobre educación y encontré que mucha gente estaba interesada en el tema. Documentales sobre Korea del Sur, sobre los países nórdicos, artículos, papers científicos. Luego volví la vista otra vez hacia aquí.
Eran libros increíbles, sentí que por fin alguien, quizás no me daban directamente la razón en mi lucha particular, pero no podía evitar darme por aludido. Por algunos directamente, otros en el tamaño de la perspectiva del mundo, otros me daban el poder para escoger el propio camino. No pude evitar la sensación de que todo aquello llegaba tarde. Todo aquello que si hubiese sabido años antes me hubiese hecho reaccionar y no perder el tiempo ni estudiando ni en bravatas absurdas para demostrar que tenía razón. Daba la sensación de que esa gente podía ver un mundo más grande del que terminaba en las puertas y paredes del instituto; tendencias más allá de palabras obvias, criticas sin sentido. Más allá de las apariencias y los modelos de conducta, la culpabilizarían de la virtud en pos de la mediocridad, los moldes sociales y de los profesores asustados de sus alumnos.
Cambios suceden continuamente en el ámbito de la educación, sin duda, pues no es un campo terminado. Pese a la resistencia de los funcionares a hacer cambios, hay mucha gente interesada en hacer que las cosas mejoren; o que como mínimo, siguiendo la moda de una reforma educativa por ronda electoral, cambien.
La mayoría no tienen ni puta idea porque participan en debates en la que la edad media es de cincuenta años y se dan la razón entre sí quedando muy progresistas queriendo cambiar un par de horas.
Preparaos porque viene un carro de mierda. Nuestros años no fueron una excepción, y en este momento de la historia en particular empezaron a hacer cambios para seguir tecnológicamente en la vanguardia mundial. Pusieron un ordenador en el aula, una pizarra inteligente que nadie usaba, una cortina con un proyector, un carrito lleno de ordenadores pésimos que tampoco servían para gran cosa. ¿Cuantas aulas de informática que los profesores debían buscar excusas para usar había? ¿Cuatro, cinco? Aún me acuerdo de un día haciendo el gamberro entre clase y clase se encontraba Alex apoyado como siempre en la caja negra cerrada con llave que contenía el ordenador de la clase pegada a la pared. Justo al entrar la tutora; algunos dicen que por accidente otros que por un ataque neo luterano, nuestro fiel amigo destruyó el anclaje que mantenía ese mueble futurista pegado a la pared causando grandes destrozos y una nueva ventana por la que saludar a la clase de al lado.
Eso sirvió para causar un gran arrepentimiento, hacerle pagar la reparación y hacer que bajase la cabeza unas semanas; pero además del continuo y nunca cesante descojone me sirve también para ilustrar una simple idea que a miles de educadores parece habérseles pasado por alto.
No importa la obsesión ciega con el uso del PowerPoint. No importan las pizarras digitales, ni usar porque si un campus virtual ni libros en formato pdf del mismo modo en que usarías uno en papel, forzando utilizar la tecnología solo porque está ahí haciendo honor al llamado
Efecto Everest. No importa que tengas tres ordenadores por alumno o un maldito satélite propio geoestacionario; no va a cambiar nada hasta que aceptes que la tecnología e internet no son una herramienta más para tus viejos métodos sino un cambio absoluto en el paradigma mundial de acceso a la información, comunicación y aprendizaje. Este hecho tiene efectos muchos más profundos sobre la educación que cualquier cantidad de ordenadores que quieras comprar, excepto para Microsoft, que se embolsa cien ñapos por cada ordenador con windows preinstalado.
El factor de la información no es ahora su accesibilidad, sino su fiabilidad, coherencia y procedencia.
No es importante el eterno debate de móviles en clase si, móviles en clase no; ni de poner a la vez wifi gratis e inhibidores de señal remota. Por mi puedes encerrar el maldito instituto entero en una jaula de Faraday, el mundo no va a parar de girar. El hecho significativo no es que ahora haya un método más de tantos otros para procrastinar en clase o hacer trampa en exámenes, el hecho significativo es que toda la información del mundo va a estar disponible desde ahora hasta el resto de nuestros días a unos pocos clics de distancia. No es tan importante aprender un hecho concreto como ser capaz y tener la curiosidad, herramientas y voluntad suficientes como para informarte por ti mismo y no perder diez años de tu vida aprendiendo cosas que te dicen son importantes pero a toro pasado resultaron ser para tener cultura general. La cultura general está allí, en muchos más matices dimensión y diversidad que nunca en la historia de la humanidad ha sido posible aprender en la más selecta escuela privada, y los principios para educativos en los que puedas escudarte para enseñar las materias se encuentran más eficientemente enseñados en lo que vosotros consideráis simples videojuegos.
¿Cómo quieres que te respete una generación digital si no sabes hacer funcionar el Reproductor de Windows Media? Parecerá cruel, pero es la verdad, en los medios de comunicación siempre hablan de la brecha generacional en cuanto a lenguaje, lo que no es más que el resultado de una realidad cambiante a objetivos y expectaciones como ya hablamos en la cuarta parte, y ahora nos encontramos con otra en cuanto a medios.
Es una prueba más de que el sistema no premia la inteligencia, porque esta si es versátil, adaptativa y multidisciplinar; no como los profesores.
- Ya me gustará verte a ti cuando tengas cincuenta años con las cosas modernas que inventen entonces.
- Pues quizás en lugar de estar disgustado conmigo por exigirte que estés al día, deberías estarlo con quien te vendió una educación que caducaba en veinte años en vez de la capacidad de continuamente aprender y adaptarte a cosas nuevas. Pero eh, es solo mi opinión.
Los tiempos os superan. Nos terminan superando a todos, ni siquiera yo puedo saber cómo será el mundo en veinte, treinta años; quizás todo lo que estoy diciendo será un anacronismo en cinco porque las condiciones habrán cambiado tanto que nos meteremos la información en el cerebro a través de conexión directa con una RAM. ¿Podemos reconocerlo ya y en vez de enseñar apilados de conocimientos, y la idea de que estos nos proporcionan seguridad en el mundo, preparar a las personas para un universo en constante movimiento? Nos queda un largo camino, entre el mundo que es obvio será, y en el que nos encontramos ahora. Ni siquiera el argumento laboral tiene sentido cuando incluso ahora las empresas especializadas, más y más busquen perfiles personales, pues los títulos son de alguna forma abstracta garantes de una actitud obediente, pero no una indicación directa de capacidad para un trabajo.
El mundo tendrá que reorganizarse, y el problema supera el alcance de este artículo; en lo que nos concierne, quedarán los puestos especializados cuyo alcance de conocimientos no podrá ser tratada como integral en una educación pública general. Además si yo tuviese una empresa seria y especializada, no querría la persona con notas altas y ya está. Eso me dice que eres capaz de tirarte diez horas haciendo faena, pero no que seas bueno en ella. Yo te pago por ocho el día, yo aporto la motivación que no existe en los estudios, voy a tener que invertir igualmente en tu formación particular así que quiero alguien que no vaya a estallar en los próximos cinco años cuando se dé cuenta de lo que es la vida.
Ahora mismo, si hay una correlación entre estudios y trabajo no es por los conocimientos a granel en sí, sino porque son garantizadores de una mentalidad de esclavo y que, dado a que ha superado el trámite sin sentido para obtener el título, también eventualmente aprenderá a hacer lo que sea se pida en el puesto de trabajo. El producto acabado no es un ciudadano informado y capacitado sino un trabajador y, en menor medida, un consumidor de otros productos educativos o de titulación. La especialización será la norma pues los puestos no cualificados acabarán desapareciendo cuando maquinas tomen esos trabajos, no es ciencia ficción, es la realidad. Hubo una primera, una segunda revolución industrial y estamos viviendo una tercera con la informatización que tampoco será la última. La especialización será tal, que los títulos genéricos no darán ninguna garantía para un puesto de trabajo, las empresas y los gobiernos tendrás planes de formación especialmente diseñados para tareas concretas que darán a quien cumpla un cierto perfil personal. Hasta ahora, a medio caballo entre ideales de la ilustración, educación post-colonial e hiperespecialización, las universidades como continuación del sistema educativo obligatorio o mismas sus pruebas de acceso son las que cumplen ese papel, pero llegará un momento en el que se darán cuenta de que no es necesario. ¿Qué ocurrirá con el motivo de ser de la educación obligatoria cuando eso suceda? ¿Que debería ocurrir ahora que ya está sucediendo?
El argumento laboral.
Un amigo estuvo estudiando en China y me contó como los grandes bancos y fondos de inversión, entraban en las universidades y se llevaban los mejores estudiantes de letras para trabajar en sus departamentos de estadística. No era para hacerles el lio ni participasen en su eje del mal sin saber lo que ocurría. Decían, no importa en absoluto que lleves estudiando años literatura alemana clásica, ni que no toques una calculadora en ocho años, si has llegado hasta aquí me sirve, porque en seis meses te vas a poner al día en lo que exactamente necesitas saber y me va a salir más barato pagarte a ti la formación que contratar un licenciado que lleva diez años estudiando económicas y dos trabajando en el sector pero pese a saber mucho de un campo demasiado amplio nada de eso me sirve si nunca ha tocado una bolsa de inversión.
No significa todo esto que no tengamos que enseñar conocimientos básicos o tácitos sobre el mundo por miedo a que dejen en algún momento de ser útiles, pero tenemos que vincularlos con el hecho de que nuestra realidad actual es solo una pieza más del gran marco histórico que por otro lado nos encargamos de separar de nosotros mismos. Creo que lo más lejos que llegamos nunca estudiando historia fue a la primera guerra mundial, porque cuando se terminaba el curso había que volver a empezar desde el principio, porque mas allá lo considerado verdad histórica sufre de las sutilezas y del hecho de que la historia la escriba el vencedor, pero cuanto mas tiempo ha pasado tal manipulación es menos obvia y nos da más de lejos que la historia real que, si siguiesen su propia máxima de estudiamos el pasado para entender el presente, seria completamente esencial.
Pero no quiero desviarme demasiado del tema, cuenta la leyenda que la ciudad de Londres gastó mucho dinero en intentar dar con una solución millonaria al problema de la acumulación de mierda de caballo en las calles durante la época victoriana, tras muchos estudios calcularon que unos cien años el modo de vida de las metrópolis no sería sostenible debido a ello y la población tendría que volver al campo. A los veinte se inventaron los automóviles y nadie se acordó de aquel gran problema que iba a cambiar el futuro nunca jamás. ¿Significa esto que debemos ignorar la situación actual, el cambio climático por ejemplo porque en diez años pueda ser risible cualquier referencia al respecto porque el mundo puede cambiar drásticamente en ese período? No, pero hay que vincular la realidad con su contexto, el hecho con su significado, no tirar al aire una colección sin fin de información con un orden temporal pero sin relación compleja entre sí. No mencionar los actos políticos que definirán el futuro del mundo occidental como un comentario al principio de una clase de historia o tutoría y luego volver al contexto agrario del siglo quince en Cataluña.
No se hace porque hay un miedo a que los jóvenes interpreten por si mismos el pasado y lo hagan de forma diferente. Porque detrás de todo esto hay una cuestión más profunda, la lección aprendida de que no se está haciendo nada en la vida si no estás trabajando o estudiando para trabajar, la lección aprendida de que el trabajo el dejarse los codos aunque no tenga ningún sentido ni provecho estudiando o trabajando es lo único que da propósito y dignifica al hombre. Quizás lo que tienen es miedo de descubrir que llevan una vida trabajando para ganar un dinero que se gastan en mejoras del nivel de vida que en realidad no necesitan y les han vendido el materialismo del mismo modo que a hacen ahora con nosotros con la identificación.
consejo offtopic del día: si a lo largo de todos estos años te han logrado convencer de que los números no son lo tuyo, toma un curso o aprende por tu cuenta de estadística básica en cuando tengas oportunidad, de lejos la más útil y potente herramienta que las ciencias te pueden ofrecer si no te dedicas a ellas.
La misma percepción de esos cambios a usar ordenadores en la clase es testigo por si misma de mi cambio total de actitud y forma de pensar, que me entusiasmaba al principio hasta que vi cómo se usaba en realidad. También puede verse como un cambio destinado a que quien no tiene acceso a esa tecnología la pueda utilizar, como un elemento igualador, un ejemplo de las instituciones educativas como herramientas de integración social; y seria genial que todo lo relacionado con el instituto se pudiese gestionar desde una plataforma virtual. Pero ningún numero de deberes por el modle (algo que nunca usé ni una sola vez en el instituto y empezó a ser medianamente usable durante la universidad pero muy lejos aún de lo que debería ser) puede hablar por encima de las salas llenas de ordenadores cerradas, de tener que pedir hora para un limitado uso de media hora bajo supervisión del único ordenador en toda la biblioteca que funcionaba. Es una actitud, o la falta de un cambio de ella.
No sé cómo estarán las cosas ahora, pero os aseguro que cuando yo iba al IES Sant Feliu, el avance tecnológico era simplemente otro ejemplo de la fábula en la que el cielo cambia, el sabio apunta, y el tonto mira el dedo. La tecnología no es el medio para tener libros de texto en una tablet. Es un paradigma completamente nuevo en el que el viejo argumento que te dan en primaria para aprender a multiplicar de no siempre vas a llevar una calculadora en tu bolsillo se vuelve absurdo más allá de la imaginación. Nos enseñaron durante la primaria una cantidad aberrante de horas a mecánicamente buscar palabras y copiar las definiciones en un diccionario, no por las palabras en sí, sino porque resultaba que en la universidad nos íbamos a hartar de hacerlo y era mejor estar ya preparados. Resulta que el mundo ha girado un par o cinco o diez años más y ahora después de todo nos vamos a pasar la vida, no solo con una calculadora; sino con un reloj, un traductor, un diccionario, un corrector ortográfico, una enciclopedia, un teléfono, una base de datos, una agenda, un GPS, mayor capacidad de cálculo por segundo que el superordenador que llevó el hombre a la luna por primera vez en la historia de la humanidad, todo junto en el bolsillo del pantalón y nos sobra sitio para un paquete de tabaco. Obviamente para poner todo eso en un espacio tan pequeño, o para crear el diccionario en sí, alguien tuvo que aprender muchas matemáticas y alguna otra persona mucha lengua, así que no son conocimientos inútiles ni serán conocimientos perdidos si los dejamos de imponer. No quiero decir con eso que aprender a multiplicar o a hacer con rapidez tareas mentales de lógica y plasticidad no sean útiles para el aprendizaje; simplemente digo que ahora hay que buscar otras razones más originales si de verdad quieres justificar seguir haciendo las cosas igual que hace cien años.
No hace mucho tuve que volver a estudiar el cálculo de las raíces cuadradas que me enseñaron en mis tiempos de EGB (era el equivalente a primaria y los dos primeros cursos de la ESO actual) para enseñárselo a mi hijo que, ¡oh, sorpresa!, seguía usando el mismo. En este punto alguien se preguntará si los métodos de cálculo cambian con el tiempo y no, no es eso a lo que me refiero.
Evidentemente aquel método que nos enseñaron de pequeños sigue siendo válido (...) pero no es de eso de lo que quiero hablar, de hecho, lo que pienso es que no hay por qué saber calcular raíces cuadradas a mano, yo soy doctora en Matemáticas y no recordaba cómo hacerlo. Lo que sí debería saber una niña buena (de primaria o secundaria) es plantear problemas para cuya solución, en algunos casos, se necesitara el cálculo de la raíz cuadrada, que la niña buena sabrá hacer, eficientemente, con la calculadora de su ordenador o, mejor aún, con algún programa de cálculo simbólico de los que le han enseñado en su clase de matemáticas, preferiblemente de software libre que, haberlos, haylos.
Es fácil ver una razón de fondo por la que enseñar algo durante los años de infantil. Quizás porque por alguna razón somos más flexibles con la educación de los muy pequeños porque es más fácil aceptar que sabemos muy poco de ellos, pero no necesariamente tiene que significar que funcionen. Le ofreces a los niños cualquier tarea interactiva, el mundo es nuevo y hagas lo que hagas van a aprender: interactuar con su alrededor, conocer los objetos, las palabras, aprender a controlar su cuerpo, aprender a aprender, ya me estas entendiendo. Además de cosas de supervivencia básica que evidentemente tienen que aprender. Realmente ahí sí que es cierto que estás dando una base para el mundo que les espera, pero es que sería difícil no hacerlo. Un cierto grado de aprender un cierto modo de comportamiento es necesario y perfectamente aceptable.
Pero cuanto más avanzamos, menos son las excusas que quedan detrás del anteriormente pilar fundamental de la razón humana de aprender matematicas poque no siempre vas a llevar encima una calculadora. Ya no se trata de no entorpecer el natural flujo del crecimiento y aprendizaje, llega el momento en que tienes que aportar algo. El momento en que solo mantener la situación y el mismo modelo, no tiene una función fuera del mundo educativo. Si no haces nada para prolongar ese impulso natural, para guiar aquellos intereses sin rumbo ni sin saberse expresar pero que están ahí, entonces estás haciendo daño; estas estancando una generación. Empieza a ser más difícil justificar según que cosas, aunque por su suerte no mucha gente las cuestiona. Se podría continuar esa serie de conocimientos tácitos sobre el mundo, y enseñar a la gente igual que enseñabas a atar los zapatos, a moverte en transporte público. Encargar algo por internet, hacer un trámite con la administración, hacer un currículum, construir algo con tus propias manos, navegar, conducir. Funcionaria durante otro par de décadas. Se podría renunciar a ello y, en vez de eso decidir que todo eso se puede aprender ahí afuera y aquí vamos a hacer cosas con el objetivo abstracto de prepararte para ello. Solucionar problemas de lógica, gestión de recursos, estrategia, expresión artística, inteligencia emocional. Se podría tratar de hacer las dos cosas, y mediante el aprendizaje de cosas útiles de nuestro mundo también entrenar la mente de una forma específica que quizás no haríamos en el mundo real. Aprender música y coordinación física tocando un instrumento, lógica aprendiendo matemáticas o programación informática, gestión de recursos y emocional al trabajar en equipo para ganar un simulador de batallas. Estoy convencido de que eso es exactamente lo que pretenden los educadores, lo que todos coinciden sería lo ideal. Pero a la hora de la verdad, no saben, son incapaces, no están entrenados para ello, no tienen el nivel o no tienen vocación. No importan las razones, el caso es que no son capaces de ello, ni en el marco actual, ni si les dejas libertad curricular.
Así que como no saben, te mienten, y se mienten a ellos mismos para salvar su propia imagen. Quizás no con palabras pero sí con los hechos. Sacan enormes fardos de información acumulada y te dicen que es importante para el mundo. Quizás como es realmente lo único que tienen de ventaja respecto nosotros, creer que aquello es todo lo que vamos a necesitar para el mundo les da a ellos mismos seguridad, le da al mundo entero de los adultos seguridad de que esas cosas les hacen diferentes a los niños o distintos a los individuos de las sociedades en las que no se quieren ver reflejados. Cuando estas en ello te convencen y resulta que todo es de lo más importante, todas y cada una de las veces que durante la primaria y secundaria estudias el jodido imperio romano. Yo perdí la cuenta. Pero luego desde la distancia, cuando hablas sobre ello con un profesor, toda justificación al respecto es que todas las veces anteriores eran entrenamiento, sentar unas bases. Un paso más de un sistema de aprendizaje por capas del cual no sé si su virtud es su eficiencia, o la eficacia del hecho que asumes, que si tienes que aprender algo tantas veces, es que es importante. El año siguiente, otra vez. No se trató de que bachillerato fuese quinto o sexto de secundaria, sino que primero de la eso nunca dejó de ser séptimo de primaria. ¿Era entonces, cada vez que repetíamos una asignatura, toda la importancia y determinación dejada atrás solo una mentira? Les sorprenderá luego que a cada canto de sirenas sobre la importancia de tal y de cual, aun cuando algo sea realmente importante todo sean caras largas y mentes distraídas. Porque no solo nunca llega el momento definitivo de aprender a hacer algo entre tanta meta educación y formación, sino que nunca está dirigida a los intereses individuales de aquellos niños a los que va dirigido que, oye, pues ya escogerán lo que quieren estudiar cuando tengan dieciocho y vayan a la universidad.
Váyase usted a la mierda.
¿Es que se piensa que los niños de diez años no se saben comportar o concentrarse? Deles algo que tengan ganas de hacer, déjales salir al patio a jugar más a menudo y déjate de tanto diagnosticar hiperactividad y de poner cámaras de seguridad en los lavabos.
El argumento de que no es para tanto, que el instituto no son unos años buenos a veces pero que de alguna forma hay que sacar a los niños de los colegios y empezar a introducirlos en que la vida está muy dura. ¿A qué punto hemos llegado, en el que para defender la decisión de encerrar a nuestra juventud, tenemos que compararlo con una estancia penitenciaria y otra vez la idea del mal menor? ¿Tan bajos tenemos nuestros estándares al hacer algo, que solo podemos decir que podría ser peor? No se trata de que debería ser malo de por sí e intentamos hacer lo menos malo, es que no debería ser algo ya de por si contra tu voluntad, ni un sacrificio personal de cara a un futuro mejor. Tendría que ser la oportunidad para desarrollarnos a nosotros mismos y todo lo que puedes decir es que yo he tenido suerte pero ya se acabará. De alguna forma, parece que si no sufres no estés progresando en este país, si te interesa no estas realmente estudiando, si te gusta no es un trabajo de verdad; estamos enfermos, de pesadez y de seriedad. Si yo he pasado por ello, no se te ocurra a ti ser feliz allí donde yo no lo he sido, no se te ocurra tener las oportunidades que yo no. Que no me quiten el lugar, que si llevan la gorra del revés, que en mis tiempos vivíamos sin tanta chorrada, que no se pasen de listos. Una generación de padres con seguridad financiera sacrificándose y cargando el peso existencial en empujar a sus hijos hacia las universidades porque ellos no tuvieron oportunidad, sin saber que cumplido el sueño de un mayor estatus social no se es más feliz ni que estudios superiores no garantizan nunca mas seguridad laboral.
No puedo evitar tener la sensación de que estamos castigando a las jóvenes generaciones, por ser eso, jóvenes.
Es otra vez como en el parvulario donde la respuesta de los niños era proporcional al amor de sus profesores; si tú no te implicas, si tú a pesar de haber dedicado a ello tu vida profesional, no muestras pasión real por lo que haces, no puedes tener el valor de esperar una respuesta a nivel emocional de tus alumnos, que llegado este momento será más importante que lo que sea les tengas que enseñar. Si no eres capaz, si no quieres involucrarte porque temes la indiferencia de tus alumnos, la solución es simple y deberías haberte planteado en un primer momento: no te metas a profesor.
Hasta en segundo de bachiller cuando finalmente aprobaba el examen que aseguraban, este no podía pasar sin atender en clase, luego ante mi actitud triunfal me intentaban convencer de que lo importante realmente no eran los exámenes sino acostumbrarse a mantener un ritmo de trabajo. No me convencía entonces, pero no os voy a engañar; es una buena explicación.
En realidad, fallo mío, en este caso reconozco mi equivocación:
Es una puta mierda de argumento.
¿Por qué? Llevaba una vida sin un maldito ritmo de trabajo, porque me habían impedido encontrar la razón para tener uno propio. No querían un ritmo de trabajo, querían su ritmo de trabajo. Imponer un horario no solo responde a necesidades de organización sino que es un fin en sí mismo. Porque de lo único que sirve un sistema de trabajo nacido crecido y madurado no en una decisión propia sino en un balance de derechos y castigos, es para trabajar en sumisión a una voluntad externa. Podría decirlo más alto pero no más claro, podría decirlo más finamente evitando la frase hecha o evitando la frase entera; pero el sistema educativo actual es directo heredero de un producto más del colonialismo imperial, y luego imperialismo americano, y como tal su objetivo principal es crear masas controladas y trabajadores asalariados, y no es ninguna conspiración porque no hay ninguna mente maligna detrás sino que todos estamos colaborando porque es la opción más fácil.
Quizás cuando los profesores, intentando justificar su trabajo fuera de los contenidos en sí, se llenaban la boca con palabras como formar y formación, se referían sin quererlo la formación y procesado industrial de alumnos mediante moldes con forma de obreros. No confundan, mi uso de la palabra obrero, con una referencia directa a la educación pública como herramienta desde arriba para la lucha de clases. Podría ser así en algunos países, podría haber sido así en un pasado reciente, definitivamente era así en su origen, pero ahora va más allá.
La identidad del obrero o trabajador se ha forjado, es un molde de persona genérico y sin nivel social asociado, un modo de ser y una cultura contemporánea con directrices tan suaves, tan diluidas en el aire, que entran y se instalan en tu mente sin que las puedas percibir como tales; y precisamente por ello son tan peligrosas. Por eso no solo dejé de hacer deberes: por eso dejé de escuchar, de mirar aquellas personas que decían cosas delante de una pizarra y sin saberlo me instalaban de forma abstracta un modo de vida, una de diferentes posibilidades de mente. Aunque hagan lo posible para evitarlo, aunque genuinamente intenten ser plurales y buenos profesores y hacernos pensar por nosotros mismos; eso es algo más profundo que elude el alcance de nuestra racionalidad. El contenido, el significado, el peso inherente al resto de nuestra existencia al hecho de estar ahí escuchando la persona en un altar y no en algún otro sitio, cualquier sitio, afecta de por si a nuestras vidas, mas allá de la mucho más obvia imagen retrato de la escena simbolizando el poder y la aceptación.
Aunque como dije
no hace mucho tiempo hablando de la libertad, raramente tenemos la suerte de que la opresión se nos aparezca en forma de una valla de metal, autoridad y controles de seguridad; pero en el caso de un instituto lleno de cámaras, quizás la importancia de la más sutil influencia no parece tan sutil ni por lo tanto, tan importante.
la deseducacion, jesus of suburbia i
the decay of western civilization /?