En la primera parte de Miedo y Asco en Barcelona explico
cómo me enteré del concierto de The Brew la noche antes, pues bien; esta
vez supe acerca de que venía Stanich con bastante más antelación, con
dos días de anterioridad. Enseguida envié un mensaje a mi representado y
representante, Pep, avisándole de este relevante evento. No por
casualidad, caía en miércoles, igual que cuando tubo fecha el último
concierto al que fuimos; más adelante os explicaré el significado oculto
que tiene el miércoles.
Es el tomate. |
Cogí el tren desde Caldes a
las 16:30, no pagué, me senté y en menos de un minuto una para nada
simpática revisora entró en el vagón. Una vez en Barcelona, me dirigí a
casa de Jordi, necesitaba hablar con él; si, yo también piqué en eso de
que dejaba RLG y se iba a Sevilla; a pesar que a primeras no me lo creí.
Realmente me sorprende más el hecho que se inventara algo así antes que
se hubiera ido de verdad.
Salí de trabajar, y cogí el metro dirección Glòries, estaba bastante impactado por la decisión que había tomado Jordi; en el metro, observé una escena inverosímil, un hombre salió del armario delante de su mujer, hijo, suegra y todos los que estábamos allí. Su mujer, entre sollozos, insultos y llantos, pudo entender el porqué de su insistencia en que ella jugase un papel activo en el sexo anal. La madre de ella se mantuvo comprensiva. El chaval se mantuvo en silencio, y su primera aportación fue: “Creo que yo también lo soy papá”. Eso acabó de culminar la ira de la aparentemente homofóbica mujer.
Bajé del metro, compré unas birras y subí al piso de Jordi.
Ya
estábamos los tres, y no tardaron en incorporarse dos grandes fichajes
como son, Miquel y Laura. Pep compró ginebra, y a una hora del
concierto empezamos a beber. La cosa se nos fue de las manos, ya que
cuando faltaba media hora vimos claro el quedarnos un rato más bebiendo,
nos lo estábamos pasando bastante bien. Estábamos en Glòries, y el
concierto era en el Sidecar (Plaça Reial), y por lo que parece, un lugar
está bastante lejos del otro.
Nuestra amiga Laura tocando el ukelele |
Después de algún Sant
Hilari, justificado con la prisa que teníamos, salimos del piso de Jordi
a menos cuarto. Mi abogado, que vive en Barcelona, me recomendó ir
caminando rápido, ya que así llegaríamos antes que con el metro; yo que
no me considero esclavo de la mecanización acepté. Muy poco después nos
dimos cuenta de que no íbamos a llegar, así que empezamos a correr;
cruzamos más de una calle la cual no es que tuviera un semáforo en rojo,
sino que, directamente, no gastaban de eso. Las primeras veces fue
emocionante, después se convirtió en algo rutinario.
Pensamos en coger un taxi pero descartamos rápidamente la idea. Atajamos un trozo cogiendo el metro a medio camino. Nos
bajamos en Universitat, preguntamos a varias personas la localización
de Plaça Reial, un guiri muy simpático nos dijo que no lo sabía,
seguimos corriendo, pero, nos había caído bien, y le echábamos de
menos… Así que dimos media vuelta y le propusimos que viniera con
nosotros al concierto; agradeció la proposición pero no pudo aceptarla.
Si Pep es derrochador de por sí, esta noche pensaba serlo aún más.
Esta vez no habíamos no tomado ninguna droga alucinógena, y estaba empezando a pegar fuerte...
En serio Cristian, para ya, ¿"no habíais no tomado ninguna droga"? ¡Ja n'hi ha prou! |
Corriendo por la rambla, un paki nos ofreció hierba, y ya conocéis a Gonzo…
El
camello era muy simpático; nos llevó muy lejos, pero en la dirección
hacia la que íbamos. Le vendió 1 gramo y medio por 20 ponis, a pesar de
su insistencia de cobrarle 25, mi compañero no iba a dejarse puar de ese
modo. Luchó por que la púa fuera menor, y lo logró. Los juglares
cantaran sobre tal hazaña durante generaciones.
Íbamos
preguntando, y llevaban como media hora diciéndonos que nos quedaban 5 o
10 minutos para llegar. Ya eran y 25, el concierto era en solitario y
no esperaba que durase demasiado, nos lo estábamos perdiendo.
Ya
parecía que estábamos muy cerca, para asegurar la jugada, le pregunté a
un vagabundo, nos lo indicó, acariciamos su simpático gato y tuvimos
una breve pero gran conversación con él. Tanto el hombre como el gato
venían de Napoles. Nos levantamos; y “en un arrebato de generosidad
añadida a su vena derrochadora potenciada por las fuerzas de la
naturaleza esa noche”; le di casi 5 euros en monedas.
Giramos
dos calles, ¡y allí estaba! Al fondo, el Sidecar, corrimos el último
sprint y preguntamos si había empezado. Cuando el segurata nos dijo que
aún quedaban 5 minutos saltamos de la alegría y la chocamos bien alto;
acto seguido, nos enchufamos un cigarrillo.
“No te preocupes, yo te pago el tren, tu gástatelo todo”
-Pepe tope de Sabrosón.
Y así fue.
Entramos
en el Sidecar, la verdad es que mola bastante; lástima que nos robaran.
Exacto, nada más entrar, intentamos comprar una cerveza, pero nos
cobraron 4 euros por una caña.
Ángel abrió el concierto
con Amanecer Caníbal, quedé totalmente atrapado. Su increíble y muy
rara voz le da un toque en cierto modo ácido, no pude fijarme mucho en
su guitarra, por nuestra posición, pero me flipó mucho.
¿Qué decir sobre
el concierto?
Suena realmente genial en directo; cuando supe que venía sin la
banda lo vi como algo negativo a primeras pero después pensé que podía
ser incluso mejor. Ahora, me alegro de que fuera así. Tampoco vino el
tipo del cajón que le suele acompañar en su formato acústico, pero
golpeaba bien fuertote el escenario con el pie marcando el tempo y
rellenando la falta de percusión, realmente se notaba cuando dejaba de
hacerlo.
¿Qué más decir sobre el concierto?
Es
interesante la evolución del estado del público, y del ambiente general;
de manera muy progresiva, hizo que pasásemos, tema tras tema, de un
pequeño trance a una euforia máxima. Si más no así funciono con Gonzo y
conmigo. Bueno, al menos conmigo.
No faltó la típica finta de que
el concierto había acabado, que tuvo lugar a dos temas del éxtasis, sus
dos mejores canciones seguramente. Mezcalito y Metralleta Joe (también
conocida como Metralleta Joel [lease con acento catalán]); volvió y tocó
estas dos canciones.
En Metralleta Joe se formó un pequeño pogo,
aparté a quien se interponía en el camino que me separaba de este y
bailé como si un hubiera un mañana; no tardé mucho en encontrarme al
sabrosón haciendo lo mismo.
¿Qué más decir sobre el concierto?
Mientras
El Cruce exploraba todos los rincones de la sala, me dirigí al lavabo a
expulsar la cerveza; y mientras meaba, yo y el señor de al lado que ya
estaba allí cuando llegué, cantábamos al unísono el verso final: “yo no
vuelvo a beber… yo no vuelvo a beber… yo no vuelvo a beber… LSD”. Al
acabar me comentó que había visto nuestra llegada triunfal a la entrada
del garito, y que le flipaba nuestro rollo. Hablamos no demasiado rato,
pero creamos un asombroso buen rollo entre ambos, él, por lo visto amigo
de Stanich, nos prometió presentárnoslo al acabar el bolo.
Aquí aparezco junto a la compañía del ya mencionado amigo de los urinarios, del cual odio no recordar el nombre. |
¿Concierto sobre el que decir más?
Pep
en pleno éxtasis sexual gritó todo tipo de obscenidades, bastante
subiditas de tono; eso creó el desacuerdo sobre que era conveniente
gritar en un concierto con el chico de la boina de al lado;
sorprendentemente, al final de la noche acabaron siendo súper amigos.
¿Qué concierto dice más sobre él?
Ángel
Stanich volvió a subirse al escenario, puso la cejilla en su guitarra y
empezó a tocar el primer acorde de Mezcalito; cuando recitó la primera
frase tuve una inevitable erección. No tardó en asomarse la primera gota líquida que anunciaba algo increíble e inesperado, esta fluyó con naturalidad y la cosa fue a más. ¿Alguien ha dicho eyaculación?
¿Concierto?, el que dice de más.
Es
realmente increíble la atmosfera que crean el músico y el público. Uno
está expresando lo más profundo de su alma, y el otro está conectado con
esta expresión, la cual está tocándole lo más profundo de la suya. Si
hay algo que deseo realmente es conseguir esto; si hay algo que me
mantiene vivo, es tener mucho aún que expresar, y las, lo quiera o no,
ganas de que haya gente que lo disfrute; realmente no puede existir
mayor sensación.
¿El que más dice? Concierto… un sobre.
Hacia
el inicio del concierto, quizás la tercera o cuarta canción, Ángel tocó
una cover, que por lo visto nadie conocía. Quizás tuvo que ver con la
droga que no habíamos no tomado, pero ese tema nos subió mucho a los
dos; entramos en ese estado embriagador en el que en realidad ya
estábamos, pero con un toque de contacto con lo divino, con la divinidad
del momento, de su música, con la divinidad de la conexión
músico-público mediante sus canciones.
Nada más acabar,
Pep insistió en salir, pero a mí no me apetecía. Tras un combate a
muerte sin ningún tipo de reglas que nunca tuvo lugar, salimos fuera.
Lió un porro, lo encendió, y allí estaban… Los mossos d’esquadra en la
entrada hablando con el segurata que en realidad era un héroe del
submundo conocido como almíbar. En pleno momento de lucidez mental, mi
compañero y yo empezamos a cantar al unísono la parte final de pacto
entre caballeros, de Sabina, el proclamado himno que dice “¡Mucha mucha,
policía!”; nos miraron bastante mal, y uno de ellos no dejó de hacerlo,
no nos quitaba le ojo de encima, mientras Pep, harto de esconder el
porro ante tal abrumadora presencia, se lo guardó encendido en el
bolsillo. Cuando el séquito de la ley dejó de observarnos, nos alejamos,
escondió la hierba en su zapato y acabamos el peta.
Estábamos
saliendo fuera, aparte del segurata de la entrada, había otro dentro,
que abría y cerraba una cinta roja, que impedía el paso. Al salir, ¡nos
puso una marca que nos permitía entrar y salir cuando quisiéramos! ¡y
sin pagar!, abrumado ante tanto poder le pregunté: “¿Tu eres Dios?” su
respuesta fue: “Tan solo soy un pringao que decide quién entra y quién
no”.
Estuvimos una hora quizás, por el garito,
hablando con gente, incluso con Stanich; la verdad es que fue muy
agradable, todo el mundo con quien compartimos palabras, era buena
gente; muy buen rollo.
De regreso al piso de Jordi, nos topamos con unos canis en el metro; empezaron con el típico: “heavy metal”, con el hielo ya roto, se acercaron muy de buen rollo dos de ellos y a saber de qué hablamos. Nos dieron un piti a cada uno y nos argumentaron de manera sorprendentemente convincente porque era buena idea encendérnoslo allí mismo, ellos tampoco se cortaron. Allí estábamos, en el metro, hablando con unos canis tope majos mientras nos fumábamos un cigarro.
Odio generalizar, evito hacerlo, pero normalmente esta gente suele ir con injustificados aires de superioridad, ellos no se comportaban como tal, si más no, no con nosotros.
hahaha... susodichas entidades. |
En el piso de Jordi no hicimos gran cosa aparte de cocinar, si más no yo, ya que caí rendido bastante pronto. Creo que ellos miraron una de las pelis de pokémon.
Aquí se me puede ver disfrutando de mi merecido sueño, abrazando mi camiseta de Jim Morrison y ¿el mando de la tele?.. |
¡Por cierto! Quizás sea importante destacar que, las partes en cursiva y de color grisáceo, representan la vivencia de los hechos desde el punto de vista del Pepe.
La mañana siguiente perdí todos les trenes que debería haber cogido, y acabé volviendo en bus con la pasta que me prestó/dio mi representante.
Yo muy feliz gracias a que Jordi estaba usando sus conocimientos sobre ocultismo para hacer aparecer pitis de la nada. |
Realmente no acaba de venir a cuento del todo, pero me apetecía poner esta foto. Pero es que... molo bastante.
Que alguien me explique lo del tomate por favor.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=kwFppYv_-ZA
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