Parte I, Como funciona la escuela primaria.
Parte II: Estudiantes Secundarios Oprimidos
Venimos del paraíso de la primaria. Comparado con secundaria, por supuesto. Lo
que antes era domesticación ahora es solo inocente lavado de cerebro.
Empieza poco a poco, se mezcla con algo de rebeldía, de independencia
intelectual. Un día no haces lo deberes y es lo más rebelde del mundo. Un día
no te lees ese libro, un día no haces ese trabajo, un día no escuchas en clase.
Pero no tiene efecto alguno sobre tu rendimiento. Dejas de hacer los deberes
repetitivos de siempre y te encuentras que sabes lo mismo y de sobra de antes.
Sencillamente, pierdes el miedo que te cegaba. El refuerzo negativo empieza a fallar. La
autoridad a mostrarse tal y como es. Empiezas a notar el viento en la cara.
Lo explico para que veas que no es ninguna revelación explosiva. No se le
aparece satanás al estudiante modélico y le obliga a dejarse el pelo largo y
revelarse contra el sistema. Todo lo que digo yo lo sospechaba entonces, pero
hay una diferencia muy importante entre sospechar e actuar contra esa sospecha. Y mas cuando todo referente anterior en tu vida te dice lo contrario de lo que ven tus propios ojos.
Todos los institutos se jactan de ser centros formativos y educativos.
Dentro de unos límites, no nos pasemos de libertad. Y con buenas intenciones
todo.
Se supone que aprendes a comportante en público además de aprender matemáticas.
A relacionarte con la gente además de conocer mejor la poesía del siglo XVII. A
tomar decisiones y acarrear responsabilidades, además de aprender inglés.
No te aprendes a comportar en público, aprendes a callar y no llamar la atención.
No aprendes matemáticas, aprendes a memorizar formulas y problemas.
Te relacionas solo con gente de tu misma edad y condición social, además de
contar silabas de poesía que eres incapaz de sentir. Es como vivir versión light.
Sin entrar nunca en lo realmente importante.
Todos los institutos se jactan de ser centros formativos y educativos.
Templos del saber y las buenas maneras.
Edificios blancos que contrastan con el paisaje, acceso a los baños restringidos, cámaras en los pasillos, guardias de profesores patrullando, ventanas que dan a rejas de hierro colado, pedir permiso para hablar, para levantarte. Asistencia obligatoria, código de vestimenta, lectura la misma para todo el mundo y obligatoria, comportamiento en clase reglado al absurdo; y en caso de algún problema, no te preocupes, en vez de decírtelo a ti, vamos a llamar a tu casa y contarte lo terrible que es para el futuro que a tu hijo no le interese lo más mínimo el álgebra para que le des unos azotes.
¿Y qué es lo importante para el futuro? ¡Lo importante para tu futuro es
estudiar mucho y hacer caso a los profesores! Eso es lo que quieres, pero como
aun eres un crio pues no sabes nada de la vida.
Continúan mis andanzas por la vida educativa, donde el instituto, ese gran
templo del saber que anunciaban en la primaria abría sus puertas; para, ahora
de verdad, hacer coses importantes. Pobre de mí. La verdad es que me
interesaban mucho más las chicas y Magic the Gathering que cualquier tipo de
futuro maravilloso, pero yo era alguien responsable, destinado a grandes cosas.
Motivado y con confianza. O eso me hubiese gustado.
El primer año de eso no tiene mucho misterio, nuevos profesores, nuevos
imbéciles en el patio, nuevos idiotas juzgando tus movimientos. Yo no podía defraudar
con malas notas: llegados a ese punto, ya no es responsabilidad, es adicción, dependencia.
Yo necesitaba reconocimiento de los profesores y de todo el mundo igual que
Miley Cyrus necesita que se hagan pajas pensando en ella. Y así, por inercia más
que por voluntad, iba haciendo las cosas que otros esperan que haga,
convirtiéndome en uno de esos niños ejemplares otra vez sacando excelentes,
pese a no tener realmente ningún éxito que me importase de per se, así que iba
recortando esfuerzos sin resentir mis importantes notas; los deberes se
falsean, se da alguna excusa mala, de copia con el pulso tembloroso en algún
examen. Recuerdo que en esa época me llamaban desde empollón a superdotado, precisamente
gente con más habilidades sociales de las que yo podía soñar en aquel momento.
En algún lugar de mis elevados pensamientos sobre Hawkings y Nietszche, yo tenía
más como ídolo intelectual a cualquier random chico que se liaba con esa random
chica en la playa que a ningún profesor de secundaria. Uno siempre esta a tiempo de aprender a ser un perdedor, pero las chicas son ahora, el presente, la vida misma explota a los 13 al dar tu primer beso cerca del mar.
¿Se supone que debería tener los profesores como ídolos del conocimiento? ¡Si
todo lo que consiguen es ser amargados profesores de secundaria sin ninguna
pasión por su trabajo!
¿Se supone que realmente estudiar 3 años seguidos lo mismo, una y otra vez las
guerras púnicas sirve para mi futuro?
¿Se supone que debo considerar normal encerrar niños en aulas para que
personajes patéticos los controlen y les metan ideas en la cabeza?
¿Se supone realmente que alguien que vive en ese sistema debe dejar pasar el chaparrón
y no quejarse nunca?
Es imposible pretender que todas esas personas en el aula tengan los mismos
intereses, mismo nivel, mismo momento emocional para que se le enseñe lo mismo
al mismo tiempo. Es el equivalente a ir toda una vez al día al baño al mismo
tiempo.
Si los niños no salieran del sistema educativo conforme crecen o molestan,
habría una revolución mundial estudiantil mañana mismo. Ninguna mente adulta no
adulterada aceptaría eso.
Pero no se hecho a nadie, no directamente. Cuando te alejas un poco del dogma
central, tú mismo quieres salir. Yo aguanté porque tenía un objetivo muy claro,
y el mundo tiende a apartarse cuando ve a alguien que sabe dónde va.
En segundo, un buen día, después de meses de media rebeldía contra el sistema
con mi infatigable friki de Matrix, Alex Zarza; decidí que no volvería a hacer
deberes nunca más.
En lo teoría, son para consolidar los conocimientos que se adquieren en clase.
El sistema ya demasiado enfermo es incapaz de enseñar al estudiante a
solucionar problemas de la vida real, así que suple sus incapacidades con
alargadas horas de estudio, con énfasis en temas considerados centrales, que
alejan al estudiante de nada que le pueda interesar. Se vuelve un sistema rígido,
donde lejos ya de comprender nada, se busca la memorización, y para ello se
necesita más tiempo del que están dispuestos a darles a ciertos profesores. Si
durante todo un curso, a cuatro horas semanales, eres incapaz de hacer aprender
el 20% de un libro de texto a una mente sana, no vales como profesor o tu
sistema es ineficiente. Y como es ineficiente, pues vamos a, absurdamente,
aplicar el número de horas que dediquen a mi asignatura. Más deberes, más leña,
más horas.
Así se aprueba. |
Poco a poco, uno va asociando el aprender, el escuchar y hasta el leer a esos
deberes infernales, clases aburridas e pupitres insulsos. Consiguiendo que la
mayoría de gente que pasa por el sistema educativo no vuelva a coger un libro en
su vida al salir de él. Al final da igual lo que diga el profesor delante la pizarra, si has
empezado a dudar del sistema, te va a parecer mierda pura, porque lo vas a
asociar a aquello que no te gusta. Psicología de parvulario. Pero claro, da la
sensación de que la gente se lo trabaja más cuanto más jodidos están. Más
deberes, más trabajos, más agachar la cabeza, más ladrillos en el muro.
Los resultados, obviamente, no se acaban de corresponder siempre a lo que querrían
los profesores, para su desgracia, no pueden cambiar la realidad, y están
estableciendo con los exámenes la sanísima costumbre de pensar y tomar
decisiones, que es precisamente lo que no enseñan en sus clases y deberes, así
que las notas no se basan en algo tan trivial. Ahora las notas importa mucho más
el volumen de deberes que has hecho, las faltas de ortografía de tu absolutamente
genial redacción, de las veces que has ido a hablar de lo bien que te cae el
profesor. Factores, que, obviamente, corresponden con lo que el profesor
quiere, tiempo dedicado más que esfuerzo real e imaginación. Tiempo que aportan
el prototipo de personas obedientes que no cuestionen su autoridad intelectual
y van a hacer lo que se espera que ellas aunque no les guste, sin cuestionar
gran cosa. En los exámenes también hay un sesgo de notas, pero no puede
convertir el 10 del rebelde en un 4 ni el 0 del estudiante en un 5. Aun.
Yo había visto un sistema alternativo a todo el rollo de la memorización, hacía
años que me molestaba en comprender las cosas a mi manera. Los exámenes no solían
perfectos, porque obviamente palabras memorizadas puntúan más que palabras
propias, pero pese a eso, combinado con que nadie se había dado cuenta de cómo
odiaba a mis profesores ni de que no hacia los deberes, saque una media de un 9
en mi segundo año de secundaria.
¿Cómo no apuntarse a la ola de rebeldía e independencia intelectual que me daba
buenos resultados, no solo académicos, sino en mi vida personal? Era tomando el
tipo de decisiones que se supone no debía tomar el que me hacía conseguir lo
que quería, crecer como persona y encontrar retos y aventuras. Una nota es solo
un numero en un papel, que nada puede decirme quien soy yo.
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